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Abre la UP nueva carrera Business Intelligence; busca conjugar humanidad y tecnología

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La Facultad de Empresariales de la Universidad Panamericana (UP) lanzó una nueva licenciatura llamada Business Intelligence, que buscará aprovechar las nuevas tecnologías y el análisis de datos para el beneficio de la humanidad. Para hacer la presentación, se realizó el panel virtual: “Empowering business decision making through data, strategy and humanism” (Empoderar la toma de decisiones en negocios a través de datos, estrategia y humanismo).

“Esta nueva propuesta educativa de la UP, tienen como objetivo empoderar la dirección de la empresa a través de los datos, la tecnología y la estrategia. Proponer soluciones de negocio creativas y enfocadas en la generación de valor”, se explicó en la invitación al evento enviada por la UP. Y para explicar cómo los datos obtenidos gracias a las herramientas digitales modernas, se pueden usar a favor de las empresas, se contó con la participación de voceros de dos de las compañías que mejor han aprovechado los avances tecnológicos: Uber y Amazon.

Ricardo Schidlow, del departamento de estrategia y planeación de Uber México y Emilio Maldonado, encargado de clasificación de conocimiento de productos en Amazon, brindaron sus puntos de vista sobre el tema. Ellos estuvieron acompañados en el evento por Santiago García, rector de la UP y Barry Hodgson, director adjunto del Centro de Innovación Nacional para Datos de Inglaterra y Gerente del Instituto Digital de la Universidad de Newcastle

“La alternativa es tener una biblioteca llena de carpetas, en la que uno tiene que ir y manualmente irlos apuntando, agarrar la calculadora y pintar una gráfica a mano”, explicó Schidlow, para ilustrar las facilidades que hoy otorgan distintas herramientas. “Todo ese proceso que antiguamente a uno le tardaría meses, al cabo de minutos nosotros ya podemos generar una gráfica de cual sea métrica de negocio que nos interese analizar”. Explicó que hoy se cuenta con la posibilidad de extraer datos para manipularlos y darles sentido y que esto incluso puede ser de gran ayuda para negocios que apenas comienzan y empresas más pequeñas.

Maldonado, por su parte, dijo que en Amazon cuentan con el principio de “obsesión al cliente”. “El organizar los datos y entender los datos, estará siempre enfocado a cómo lo podemos usar para estar obsesionados con el servicio al cliente”, aseguró. “Si los clientes no están contentos ningún negocio puede funcionar bien a la larga”.

En su departamento en particular, Maldonado tiene la misión de clasificar todos los productos de Amazon, lo cual sería imposible de hacerse a mano, es ahí donde se apoyan de la tecnología. Esta clasificación, además, incluye entender qué busca el cliente, cómo lo hace y hasta anticiparse a sus intereses futuros. “Imaginemos que toda esta información son datos que nosotros tenemos que ir midiendo para poder ir optimizando las operaciones”, explicó. Es decir, usar la tecnología, pero siempre pensando en cómo se puede mejorar y tener la mentalidad para ser críticos de todos los datos que se nos presentan.

Hodgson consideró que el tema estaba sujeto a muchas implicaciones ético-sociales y que los avances tecnológicos no pueden, por ningún motivo, desprenderse del aspecto humano. “Tenemos que aceptar que hay grandes beneficios de la gran tecnología, así como problemas, pero tenemos que abordar los problemas y ver cómo podemos resolverlos”, señaló. “Si pensamos en la toma de decisiones humanas, pienso que estamos llegando al punto de creer que las máquinas pueden tomar mejores decisiones que nosotros, basados en los datos que nos dan”.

Sin embargo, Hodgson consideró inapropiado dejar todo en manos de la tecnología. “Mientras el progreso y el ‘machine learning’ y la visión de las máquinas, están empujando los límites y haciendo que confiemos más que nunca en las máquinas, necesitamos algún tipo de intervención humana para asegurarnos que esas decisiones se toman por la razón correcta”, dijo.

Según el experto, debemos mantener la noción de que todo se hace por un motivo humano. Consideró que hemos progresado para hacer que las personas se sientan más cómodas en permitir el uso de sus datos, con la idea de que se emplearán para un buen fin, que pueda traer beneficios. Pero aunque todavía hay discusiones éticas y áreas que se deben analizar en este polémico tema, el especialista dijo que los avances se deben aprovechar para acabar con problemas sociales que existen en el planeta, como la desigualdad.

El rector de la UP, coincidió en este punto, concluyendo que se tiene que lograr un balance entre máquina y humanos, para evitar el mal uso de las herramientas. Esa será la misión de su nueva licenciatura. “A final de cuentas la persona humana es un fin en sí misma y lo demás son finalmente medios”, agregó. “Esos medios, cuando se orientan al bien de una persona o al bien común, entonces aquello está bien orientado. En el momento actual de un gran desarrollo científico y tecnológico, uno de los grandes retos es empatar eso con productos o con servicios o con herramientas que realmente repercutan en el bien común de la sociedad”.

“La capacitación es más importante que el crédito”: Fadlala Akabani

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El activo fijo más importante en los empresarios en su conocimiento financiero y comercial, así como su capacitación para innovar y emprender nuevos negocios, “la capacitación es más importante que el crédito”, afirmó Fadlala Akabani Hneide, secretario de Desarrollo Económico (Sedeco)

Y un ejemplo, destacó, es el surgimiento, en plena emergencia sanitaria, de 4 mil pequeñas y medianas empresas enfocadas al sector salud y farmacéutico, y han generado 25 mil nuevos empleos formales e informales.

En entrevista con El Semanario, el funcionario reconoció que durante el semáforo rojo (abril-junio), impuesto por la pandemia del COVID-19, se perdieron en la Ciudad de México aproximadamente 220 mil empleos. “Hoy con mucho orgullo podemos decir, y gracias al apoyo de la jefa de Gobierno Claudia Sheinbaum, que el 98% de las unidades económicas (de un padrón de 4.1 millones de giros) están abiertas bajo los protocolos de sanidad que se diseñaron conjuntamente con los empresarios para la reapertura económica. 

“Es importante señalar que las micro, pequeñas y medianas empresas (Mipymes) representan el 96% de las unidades económicas y generan el 55% del PIB de la Ciudad de México, las cuales se encuentra divididas por sectores: comercio, servicios y manufactura. Además, crean el 96% de los empleos capitalinos”, destacó Akabani.

En materia de capacitación, agregó, todos los días la Sedeco ofrece más de 50 cursos o talleres en línea, y se imparten cursos sobre financiamiento, código de barras y marketing, entre otros. 

“La capacitación es más importante que el crédito. La pandemia aceleró las compras por internet, y no podemos dejar fuera a las Mipymes de este mecanismo. Tenemos un nuevo hábito de consumó que es por internet. Por ejemplo, en el primer semestre de este año aumentaron las compras por internet 35% en comparación con el mismo periodo de 2019. Hay un sector de la población incremento las compras por este marcado digital y no queremos que las Mipymes se queden afuera de esta competencia, pues si no tienen esta capacitación las grandes empresas se las devoran”, manifestó.

Akabani dijo que firmó un convenio con las empresas Amazon y Mercado Libre para que las Mipymes puedan vender a través de estas plataformas sin intermediarios.

“Para nosotros estos programas de capacitación continuarán con o sin pandemia, así como los planes de créditos y financiamiento. No hay hilo negro en esto, sólo hay que trabajar”, puntualizó.

Y Akabani, presume que la Sedeco entregó 44 mil créditos el año pasado, y este año lo cerrará con 56 mil créditos; además, han capacitado a más de 100 mil personas lo que permite generar un activo fijo importante que es el conocimiento en las Mipymes. “El activo más importante de un empresario es su educación financiera, comercial y como inversionista”.


Nuevos actores de la Innovación Tecnológica en el mundo occidental

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Los gigantes tecnológicos parecen estar asumiendo el liderazgo de la investigación y desarrollo (I+D) internacionalmente, con Amazon y Google a la cabeza. ¿Qué significa esto para la orientación de la innovación?

1. Relación estado sector privado en I+D en Estados Unidos

Estados Unidos fue el líder científico y tecnológico global indiscutible en el período de postguerra, lapso en el cual financiaba alrededor del 70% de la I+D mundial (entre 1950 y 1960). Buena parte de esta actividad de investigación estaba motivada por el sector de defensa de Estados Unidos, impulsada por la Guerra Fría y por la carrera por la conquista del espacio contra la Unión Soviética. De ahí provino la base para el desarrollo en computadoras y electrónica, comunicaciones satelitales, avances aeroespaciales y más adelante incluyeron a la farmacéutica. La contribución de Estados Unidos en I+D se había reducido a un 28% del total mundial en 2017, no tanto porque esa nación hubiera disminuido su financiamiento en términos reales a este rubro, sino porque otros países aumentaron muy considerablemente su gasto en I+D. De hecho, este tipo de financiamiento creció a una tasa de 4.3% al año en Estados Unidos entre 2000 y 2017, pero esa expansión en China fue de 17% anual en el mismo lapso.

Los protagonistas del gasto en I+D en Estados Unidos también han cambiado, asumiendo una creciente presencia el sector privado, mismo que contribuía con el 70% del total del financiamiento de la I+D en 2018 (en comparación con el 50% a fines de los años 60), mientras disminuía comparativamente el aporte del sector público (Congressional Research Service, 2020).

tendencias digitales
Imagen: Pulso Social.

No obstante su menor participación, el rol del Gobierno Federal de Estados Unidos sigue siendo crucial, pues en 2018 financiaba el 41.8% de la investigación básica en ese país, que es la que da lugar posteriormente a la investigación aplicada y su desarrollo para ser aprovechado por el sector productivo (Congressional Research Service, 2020). Sin embargo, aquí también ha estado ocurriendo un cambio, pues la participación del sector empresarial también aumentó su participación en el financiamiento de este tipo de investigación durante las últimas dos décadas.

Dentro del sector empresarial estadounidense son las compañías más grandes –arriba de 10,000 trabajadores–  las que financiaban más de la mitad de toda la I+D en ese país en 2017 (de acuerdo a Science & Engineering Indicators, National Science Board). Y, desde esta perspectiva, es impresionante el protagonismo que están adquiriendo los gigantes tecnológicos en I+D. En 2018 las diez empresas más grandes de Estados Unidos, encabezadas por Amazon y Alfabet (la empresa “madre” de Google), invirtieron 122 mil millones de dólares en I+D, es decir, el 21% de toda la I+D realizada en Estados Unidos en ese año (580 mil millones de dólares). Nótese que las diez empresas norteamericanas más grandes –seis de las cuales son del sector de software, sistemas digitales, electrónica y computación– contribuyen con el equivalente del 85% del aporte de las diez empresas más grandes del mundo a I+D.

En síntesis, hay un desplazamiento del protagonismo en I+D hacia las grandes empresas que cada vez dominan más la economía occidental y, dentro de ellas, particularmente los gigantes tecnológicos de Estados Unidos y esta tendencia se profundizará.

La pandemia actual de COVID-19 está generando la peor depresión económica internacional desde 1932 y, a la vez, las grandes compañías del mundo digital han tenido enormes ganancias durante estos últimos meses, adicionales a las que ya estaban acumulando anteriormente. Como bien se sabe, los servicios provistos por estas grandes plataformas digitales se han vuelto indispensables en medio de las cuarentenas, encierros y distanciamiento social, por lo que probablemente su rol en el mundo, en muchos sentidos, pero también en la innovación se ampliará notablemente, dada la dificultad que los países están teniendo para financiar múltiples rubros, incluyendo los muy presionados sistemas de salud, el seguro de cesantía a millones y millones de nuevos desempleados, entre otros.

apps y desarrollo
Imagen: Digiday.
2. Dirección, contenido y propósito de la I+D bajo los nuevos líderes empresariales

Podemos decir que los gigantes tecnológicos han estado profundizando el mundo del conocimiento mediante la colección de enormes y crecientes cantidades de información y analizándola, entre otras formas, a través de la Inteligencia Artificial (IA), lo que ha generado cambios disruptivos en la tecnología.

Tómese el ejemplo de Amazon que lidera actualmente la actividad de I+D en el mundo y cuya presencia en esta función aumentó en proporción casi geométrica en los últimos años. Amazon desarrolla la experimentación en toda su compañía para “ayudar a sus clientes a tomar decisiones sobre qué comprar”. La innovación impulsada desde el lado del consumidor produjo un fuerte desarrollo del Internet, desencadenando otras innovaciones en la web. Como lo expresó Jeff Bezos, el CEO de Amazon, a los ejecutivos de su propia empresa en 2012: “Sobre todo, alineense con los clientes. Ganen cuando ellos ganen. Ganen sólo cuando ellos ganen” (traducción propia). Es decir, el consumo es el motor de la I+D de esta empresa y la información sobre sus clientes es su mina de oro. Amazon ha invertido sustancialmente en áreas extremadamente innovadoras como Servicios en la Web de Amazon (AWS, por sus siglas en inglés) que es la plataforma en la nube más usada y con más información en el mundo, lo que le permite ofrecer innumerables servicios de centros de datos; el muy conocido Kindle, cuya introducción fue un parteaguas en cómo lee la gente; Alexa (Amazon Echo), que responde a cualquier pregunta de un usuario en una enormidad de aspectos; y Amazon Go, que es el concepto más avanzado de comercio, la tecnología que permite hacer compras en la forma más avanzada imaginable.

Es inevitable preguntarse si la orientación de la I+D inspirada en los consumidores en diversos mercados es la mejor guía para generar un avance para la sociedad humana, considerando que esto excluye a una buena parte de ésta por estar en los márgenes del mercado debido a sus escuálidos ingresos e incluso incomunicados vía los medios digitales. Si observamos la misión de Google, no es muy diferente a la de Amazon, pero tiene un alcance más universal: “Organizar la información mundial y hacerla universalmente accesible y útil”, lo cual requiere innovaciones permanentes en casi todas las disciplinas de ciencias de la computación. Como se explica en un documento reciente relativo al enfoque de Google sobre la investigación, mucha de ésta se orienta a nuevas formas de procesar una enorme cantidad de datos, lo que significa “entender” el significado de documentos, realizar traducciones entre idiomas con cada vez más precisión, traducir imágenes en texto, entre una infinidad de operaciones.

amazon go
Imagen: Chema Gutiérrez.

Algunos de los destacados avances se aplican a la salud, lo que es invaluable para la humanidad. Google Salud (o Google Health) es un área de Google que sí aporta instrumentos extremadamente útiles para mejorar la salud de la población mundial, al menos para aquella que tiene acceso digital. A través de los instrumentos de Google se puede conocer la condición médica de las personas (medición de temperatura, presión arterial, condición física, etc…). Google Salud también está contribuyendo, mediante la IA, a diagnosticar cáncer y otras enfermedades, así como para dar seguimiento a la recuperación de los pacientes.

Sin duda, las plataformas que encarnan la revolución digital están prestando servicios importantísimos en la presente emergencia de la pandemia. Gracias a ellas hay canales de comunicación instantáneos para llevar a cabo una cooperación sin precedentes entre investigadores científicos en el mundo que estudian el virus y buscan su prevención o su cura mediante una nueva vacuna, medicamentos nuevos o ya existentes; facilitan el rastreo a través de teléfonos inteligentes de los afectados por el coronavirus y posibles contagios de personas en estrecho contacto con éstos (esfuerzo conjunto Google-Apple en Estados Unidos); ayudan al mantener distanciamiento social mediante teletrabajo y estudio a distancia.

Pero, los avances mencionados no han sido alcanzados por los gigantes tecnológicos por sí solos. Es importante en este punto traer a colación el trabajo de Mazzucato (2018), que estudió con detenimiento el caso de los iPhones de Apple y el vínculo entre la tecnología que se aprovechó para su desarrollo y el aporte tecnológico hecho por la propia empresa para alcanzar esta gran innovación (experiencia no muy distinta de la de otros gigantes tecnológicos). La autora muestra cómo todas las tecnologías esenciales para el iPhone provienen de la investigación básica que en su momento financió el gobierno de Estados Unidos, entre otros “… el GPS, Internet, comunicación celular, Siri, microchips, pantallas dactilares” (Mazzucato, 2018) y atribuye el verdadero genio de Steve Jobs, creador del iPhone, a la integración de estas tecnologías que fueron inventadas por otros y al diseño muy original de sus productos. Es decir que por sí solos no podrían haber logrado estas innovaciones.

A pesar de lo impresionante de los logros de la sociedad del conocimiento que en este momento nos está auxiliando ante la pandemia, cabe preguntarse si la ciencia y la tecnología y su aplicación están enfocándose a resolver los problemas más grandes del mundo actual, más allá de la pandemia, es decir, los problemas que aquejaban a la humanidad antes de ésta y que persisten o se agravan actualmente.

apple e innovacion
Imagen: Visual Scribing.

En este sentido es importante preguntarse si no debiera haber, como plantea Mazzucato en un artículo reciente (2018), políticas públicas con propósitos específicos (mission driven policies) para superar los grandes problemas de nuestra era. Ella propone que “la gran ciencia se aboque a resolver los grandes problemas”, que a su juicio son el cambio climático y la calidad ambiental, los cambios demográficos, la salud y el bienestar, problemas de movilidad, a lo que habría que agregar la pobreza y la desigualdad. La autora considera que los gobiernos tienen la oportunidad de influir sobre la orientación del crecimiento y de la innovación realizando inversiones estratégicas a lo largo de la cadena de innovaciones y en múltiples sectores. Entidades como el Instituto Nacional de Salud en Estados Unidos tiene como propósito “desarrollar conocimientos fundamentales sobre la naturaleza y el comportamiento de los sistemas vivientes y la aplicación de ese conocimiento para fortalecer la salud, alargar la vida y reducir las enfermedades y las discapacidades.” He ahí una institución que no genera ganancias pero merece todo el apoyo imaginable.

En la práctica, como se mencionó anteriormente, la I+D está trasladándose cada vez más al sector privado y dentro de éste a las grandes empresas tecnológicas, incluso este sector está tomando mayor responsabilidad en la investigación básica. Pero ¿podrán orientar el avance de la I+D hacia lo que se necesita? Ésa es la gran inquietud que surge.

Sin duda, la diversificación de los gigantes tecnológicos es cada vez mayor en materia de I+D y su aplicación. Elon Musk, la cuarta persona más rica del mundo y CEO de varias enormes empresas, está presente en la producción desde automóviles eléctricos (Tesla) hasta cohetes espaciales (SpaceX). Entre estos extremos Musk desarrolla está una serie de otras actividades con innovaciones disruptivas: en telecomunicaciones (Internet satelital masiva y económica); energía solar; infraestructura para el transporte, incluyendo nuevas formas de construir túneles; inteligencia artificial y robótica; tratamientos médicos y prótesis. Tiene proyectos extremadamente ambiciosos y casi fantasiosos como la interfase cerebro-máquina que conectaría el cerebro humano directamente a las computadoras. La presencia de Musk en todas estas esferas se llega a denominar el “ecosistema de Musk”. Algunas de estas innovaciones, además de ser extremadamente redituables seguramente favorecerán el progreso en el mundo, pero probablemente muchas de ellas dejarán intactos algunos de los problemas más apremiantes de nuestra era y que amenazan la existencia misma del planeta.

Algunas grandes empresas, y específicamente algunos CEO, son más sensibles a este tipo de responsabilidades que otros, como ha sido el caso de Bill Gates, co-fundador y CEO de Microsoft. Gates dejó la dirección de Microsoft en 2000 en parte para dedicarse a impulsar la Fundación Bill y Melinda Gates con un activo de 50 mil millones de dólares. Esta fundación respalda programas que abordan problemas globales como el de pobreza, mortalidad infantil, pandemias, y las restricciones al acceso de servicios de salud y educación. Pero los Gates son muy escasos en el mundo de los negocios. No se puede dejar exclusivamente en manos de los grandes empresarios, que buscan márgenes de ganancias sin límites y ponen a este servicio las innovaciones tecnológicas, el dominio creciente sobre la I+D. Sin una definición y financiamiento suficiente de ámbitos públicos en la I+D, ésta queda casi totalmente restringida a los impulsos del mercado.

Versión en inglés:


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El 1%, los gigantes tecnológicos y la pandemia

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De los 50 millones de dólares reunidos para apoyar a la Organización Mundial de la Salud (OMS), con el concierto One World Together at Home –“Un mundo Juntos desde Casa”–, e incluso antes de su transmisión por streaming el sábado 18 de abril, “…la mitad de esa cantidad provino de voltear y sacudir a Jeff Bezos para recoger el cambio [que traía en sus bolsillos]”, bromeó Jimmy Fallon, uno de los anfitriones del concierto. Posteriormente se alcanzó más del doble de esa cantidad gracias a muchas otras contribuciones.

En medio de la proliferación del COVID-19 en el mundo es indispensable saber con quiénes contamos para sobrevivir no sólo en términos de salud sino también económica y socialmente.

Nuestra primera reacción, como ciudadanos de un determinado país, es ver qué está haciendo la nación para salvaguardar a su población y evitar la sobrecarga de sus hospitales y servicios básicos de salud, además de apoyar a las empresas y a la población que está perdiendo masivamente sus empleos. Más allá de las fronteras esperamos que organismos internacionales, especialmente la OMS, acudan a nuestro rescate. Pero cada día está más claro que todo ello es insuficiente incluso para países industrializados como Estados Unidos, Italia o España. Demás está decir que la máxima vulnerabilidad la encontramos en los países en desarrollo.

Jeff Bezos, gigantes tecnologicos
Jeff Bezos (Imagen: The Street).

Los países están realizando esfuerzos importantes, con paquetes económicos notables como en Estados Unidos, con más de dos billones de dólares de ayuda y la Unión Europea con una cantidad de más del doble para la región, y los países en desarrollo con apoyos infinitamente más modestos.

En paralelo se encuentran las empresas tecnológicas gigantes a las que no se les pide entrar con todo su poderío económico a ayudar, debido a que no están sujetas a normas nacionales porque operan en el ámbito supranacional donde prevalece la ausencia de reglas. Está claro que cumplen una función esencial en la cuarentena mundial, pues la población depende como nunca de las comunicaciones a través de las redes digitales. Casi la vida entera, empezando por el simple contacto con los seres queridos, trabajar, estudiar, hacer teleconsultas médicas, realizar transacciones bancarias, conseguir esparcimiento y entretenimiento, entre muchas otras actividades capitales por medio de Internet. Para el propio combate al coronavirus, el Internet está siendo indispensable, por ejemplo, al propiciar una enorme colaboración a nivel mundial para acceder a fuentes abiertas de información sobre el COVID-19 como la base de datos de la Universidad John Hopkins, de las más grandes de su tipo; para rastrear la enfermedad, como el proyecto Covid Tracking Project en Estados Unidos; y para realizar investigación colaborativa sobre medicamentos y vacunas para combatir el virus, lo que es importantísimo para encontrar una solución que erradique la pandemia.

El valioso rol que tienen estas grandes compañías –sin duda esencial– no justifica los ingresos desmedidos que obtienen y que les proporcionan un poder económico que las sitúa individualmente en un nivel equivalente a un país. Hay 25 compañías gigantes que son más grandes que países enteros. Por ejemplo, los ingresos de Walmart eran mayores que el Producto Interno Bruto (PIB) de Bélgica y lo ubicaban como el “país” Nº 24 en el mundo en 2017 (Business Insider). Algunas otras compañías tenían ingresos superiores al PIB de Chile, de Portugal o de Kuwait, según la misma fuente.

Estas empresas no solamente se han vuelto jugadores formidables en el mundo, sino además están ganando como nunca en esta pandemia, pues la humanidad entera depende de ellos para comunicarse con el resto del mundo desde su aislamiento y para que la ciencia avance en su control. A modo de ejemplo, la actividad de Facebook ha aumentado 50% en los países más afectados por el virus, y Amazon no se da abasto y está contratando 100,000 empleados adicionales para responder a la solicitud de pedidos (The Economist).

zoom, videoconferencia

Hay nuevos jugadores dentro de este terreno, como Zoom que ofrece el servicio de videoconferencias a través de la web. Eric Yuan, fundador de esta empresa en San José, California, entró en la lista de multimillonarios de Forbes este año (The Guardian). La empresa ni siquiera cuenta con las medidas de seguridad para salvaguardar la privacidad de sus clientes. Esto ha sido puesto en evidencia por más de 500,000 cuentas de Zoom que han sido vendidas en foros de hackers, por lo que empleados del Pentágono, de Google y otras entidades tienen prohibido el uso de este software.

Si nos enfocamos a las compañías de Silicon Valley más tradicionales (Amazon, Apple, Facebook, Google, Microsoft y Netflix) vemos que su forma de operar limita la contribución económica que deberían hacer. Estas seis grandes empresas pagaban entre 10 y 17% de sus ganancias en impuestos en 2018. De acuerdo a una entidad sin finalidades de lucro, Fair Tax Mark (citado por Fortune), entre 2010 y 2019, estas compañías evadieron el pago de impuestos por alrededor de 155 mil millones de dólares en sus transacciones globales, utilizando para ello estrategias legales que se han vuelto prácticas comunes en este tipo de corporaciones. Frecuentemente se declaran las ganancias como obtenidas en sus sucursales fuera de Estados Unidos y donde se cobran bajos o nulos impuestos, evitando así pagar lo que realmente tendrían que contribuir al fisco del país al que pertenecen y de otros países donde hacen negocio.

Varias de estas grandes compañías están haciendo donaciones millonarias para el combate del COVID-19. Sin embargo, los montos son mínimos si se comparan sus ganancias con los impuestos que deberían haber pagado y que podrían haber mejorado las condiciones sanitarias, así como los cuidados médicos en los países donde operan con anterioridad al estallido sanitario. Jeff Bezos, el hombre más rico del mundo –con una fortuna de 113 mil millones de dólares– donó recientemente 100 millones de dólares a los bancos de alimentos en Estados Unidos, pero eso es lo que él gana en 11 días de trabajo, según Robert Reich, exministro del trabajo en Estados Unidos –The Guardian–. La compañía ha hecho otras donaciones. Por ejemplo, Amazon Web Services (AWS) lanzó una iniciativa global de desarrollo de diagnóstico (Diagnostic Development Initiative) para acelerar la investigación sobre diagnósticos, así como la comprensión y detección del COVID-19, lo que está muy bien, pero para ello aportó 20 millones de dólares, que contra la fortuna que tienen es insignificante.

gigantes tecnologicos Microsoft, Facebook, Google, Amazon
Imagen: The New York Times.

Amazon también ha hecho donaciones que casi dan ternura por alrededor de 300,000 dólares americanos para el Book Trade Charity (Beneficencia en Comercio de Libros), que se ocupa de apoyar a librerías y personas vinculadas a la preservación de libros. Alguna culpa le surgió a Bezos, en medio de la pandemia, quince años después de haber lanzado Kindle. Y con razón, pues si bien Amazon hizo una innovación verdaderamente revolucionaria para la humanidad con la introducción del libro electrónico, que puso la lectura al alcance masivo, las campañas desleales para borrar del mapa a millones de librerías y muchas editoriales no se justificaban, pues esta nueva tecnología le garantizaba un mercado propio sin tener que usar tales métodos.

Por mucho, es Google la empresa tecnológica que ha hecho las mayores aportaciones para hacer frente al COVID-19 –alrededor de 850 millones de dólares–. Es importante notar, sin embargo, que la gran mayoría de estos aportes –y eso es verdad también para los demás gigantes tecnológicos– consisten en descuentos a instituciones o empresas que se anuncian en sus páginas web.

Las cinco grandes de Silicon Valley –Alphabet (Google), Facebook, Amazon, Microsoft y Apple– hasta el 12 de abril habían aportado 1.3 mil millones de dólares en apoyo al combate del COVID-19. Este total se distribuía así (Visual Capitalist):

a). La mitad para apoyar, a través de subsidios o créditos, los anuncios que las pequeñas y medianas empresas (PyMEs) hacen usualmente en estas plataformas para vender sus productos o servicios;

b). La cuarta parte estaba destinada al apoyo a la salud, la mayor parte de la cual consiste en difundir anuncios de la OMS referentes al COVID-19 –y otros organismos de salud– gratuitamente a través de sus plataformas;

c). Sólo el 9% de total consistió en donaciones a grupos vulnerables, trabajadores de la salud y fondos de creados por la OMS para combatir la pandemia;

d). Finalmente, un monto menor fue destinado a los medios de comunicación, para revisar la veracidad de la información, al apoyo del periodismo local y a ayudar a los medios que ven fuertemente reducidos sus ingresos por el recorte de los anuncios.

Puede deducirse de lo anterior que el apoyo de las grandes empresas tecnológicas al combate al COVID-19 y al alivio de la crisis económica y social, es bastante mezquino y, como menciona Robert Reich en el artículo ya citado, varias de sus acciones son en apoyo a sus propios intereses. Por ejemplo, el otorgar anuncios gratuitos o de pago diferido para las PyMEs les conviene, pues el negocio de varios de los gigantes tecnológicos existe gracias a la compra-venta de servicios y productos de terceros a través de sus plataformas.

Bill Gates, Melinda y Warren Buffett
Bill Gates, Warren Buffett y Melinda Gates (Imagen: El País).

Bill Gates, fundador de Microsoft y segunda persona más rica del mundo en 2020, según Forbes –98 mil millones de dólares–, presenta una historia bastante distinta que la de los CEOs de otras grandes empresas tecnológicas, aunque ciertamente sería esperable que hiciera aun mucho más con la fortuna que tiene. Sin embargo, es destacable que él, su esposa Melinda y Warren Buffett, hayan montado la Fundación Gates en 2006 –aunque sus antecesoras se crearon desde los años noventa– haciendo uso, en gran parte, de sus fortunas personales. Con un fideicomiso de cerca de 47 mil millones de dólares, la Fundación Gates realiza un trabajo muy importante en la siguientes áreas: reducción de desigualdades a nivel mundial en el área de salud, con enfoque específico en la reducción de enfermedades infecciosas y de las causas de la mortalidad infantil en países en desarrollo; la distribución de productos y servicios de salud a las comunidades más pobres internacionalmente; impulso a innovaciones para alcanzar un crecimiento económico inclusivo y sostenible; y un programa de educación dentro de Estados Unidos.

Es decir, la contribución Gates ha hecho un aporte a la humanidad, incluyendo la gran prioridad de hoy: reducir o amortiguar el impacto de una pandemia como la que se ha presentado. De hecho, Bill Gates en un Ted Talk en 2015 alertó sobre el gran peligro que corría el mundo ante una pandemia. Equiparó la amenaza de la dispersión del virus de la influenza en nuestra época con aquella que predominó en los años 50 y 60, es decir, la bomba atómica. Gates estimaba que con una epidemia como la que él describía podía llegar a perderse 3 billones de dólares –trillones en el formato inglés– de riqueza económica mundial y millones de vidas. Pero nos dijo que estábamos a tiempo de prepararnos para una pandemia, lo cual habría que hacer como si se tratase de una guerra: ejércitos de personal de salud listos para ello, equipo, simulaciones de dispersión de la enfermedad, investigación científica, entre otros esfuerzos.

vacuna covid-19
Imagen: Alliance DPA-Geisler-Fotopress.

Lamentablemente no se hizo lo aconsejado por los epidemiólogos y por Bill Gates, este último haciendo eco en ellos, y ahora estamos sufriendo las consecuencias. No estamos preparados para esta guerra y debemos combatir a marchas forzadas y sin armamento suficiente. Está claro que los países a partir de lo que ha sucedido reorientarán sus recursos –ya lo están haciendo–, y con ayuda de la revolución tecnológica actual estarán más preparados. Pero nada de lo que están realizando es suficiente con una caída económica casi sin precedentes, y un mundo en desarrollo que entrará en una fase cataclísmica, por lo que se necesitan mayores apoyos. Es indispensable que la población más rica del mundo, el 1% formado por los más adinerados –los CEOs de las grandes compañías, entre otros–, y los gigantes tecnológicos, creen fundaciones y aportes como los de Melinda y Bill Gates y pongan sus fortunas al servicio de la humanidad, riquezas que irónicamente están incrementándose gracias a la propia pandemia.

En ausencia de gobernanza supranacional, los países tendrán que poner condiciones para que dichas empresas operen en sus territorios exigiendo pagos de impuestos realmente proporcionales a las ganancias que hacen en ellos, y contribuciones adicionales a la ciencia y tecnología, especialmente la vinculada a la salud y en tiempos normales a otras necesidades extremas.


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Marcas bajo ataque de sitios de comercio electrónico

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Desde su surgimiento, los derechos de autor, de marcas y de patentes, han sido un renglón problemático para las grandes plataformas de Internet. Las de alojamiento de contenido, como YouTube, por las constantes reclamaciones de titulares de derechos de autor sobre las obras, que se quejan de no haber autorizado el uso de sus materiales, especialmente las disqueras respecto de audiovisuales musicales. En el caso de marcas, las reclamaciones suelen generarse por la presencia constante de productos falsificados, que son despachados bajo marcas conocidas a través de fuentes de distribución no autorizadas.

La defensa de los sitios web, particularmente Amazon, Facebook o Mercado Libre, regularmente se apoya en alegar que ellos sólo son responsables de la distribución de los productos, no pudiendo responder por la legalidad de los mismos. Su mayor modificación a las continuas quejas ha consistido en habilitar mecanismos para el aviso de violaciones, quedando a criterio de la plataforma dar o no cauce al reclamo.

El problema más grave es que, aun procediendo la queja que deshabilita al infractor, éste “regresa” en forma casi inmediata a las operaciones bajo un nuevo perfil. Así, las múltiples identidades digitales de un vendedor, le garantizan presencia continua para seguir delinquiendo con marcas de todo tipo.

marcas y comercio digital
Imagen: Pinterest.

Otra de las conductas recurrentes de algunos buscadores, en detrimento de marcas notorias, consiste en permitir y cobrar, por dar ubicaciones preferenciales en los resultados –como enlaces patrocinados– a determinados sitios web, que emplean como palabras de posicionamiento, marcas competidoras. Esta deleznable práctica de competencia desleal sigue proliferando en forma exponencial.

La nueva batalla que ahora se ha iniciado en el comercio electrónico, consiste en la eliminación de la marca como componente esencial en la decisión de compra. Esta práctica se gesta cuando cada usuario que busca determinados productos, incluyendo la marca de los mismos, es acompañada de un resultado que da mayor posicionamiento a productos con marcas irrelevantes, destacando el precio bajo y las supuestas prestaciones de los productos. Tal conducta se asemeja, en cierta medida, a la que en su momento aplicaban los autoservicios frente a marcas líderes, otorgando una serie de ventajas en el anaquel a sus productos de marcas propias.

Supongamos que el interesado pretende adquirir un nuevo equipo de golf de la marca Callaway, y para ello teclea en Amazon los datos generales del producto de interés. Como respuesta recibirá una abundante información de diversos productos de marcas desconocidas, muy parecidos en principio a los buscados, pero con un diferencial enorme de precios. Como siempre, las diferencias en calidad sólo serán visibles en el plazo largo, cuando el usuario ya desvió su dinero en favor del productor de esta clase de “producto genérico”.

Este cambio, aparentemente sutil y que únicamente beneficia las opciones del comprador, encierra una trampa mortal para las marcas que luchan por su prestigio como diferenciador en el mercado.

El primer problema, grave, es que se aprovecha la inercia de la búsqueda de una marca determinada puesta en la mente del cliente por inversiones publicitarias y de prestaciones precisas, para suplantarla por “otra”, que aparece en el momento preciso con una mejor oferta. En la doctrina, las prácticas de competencia desleal se gestan cuando se presentan dos elementos: aprovechar el esfuerzo de un competidor, y desviar indebidamente a un cliente. Ambos postulados se dan.

fraude de marcas
Imagen: Financial Express.

Ante esta “igualación” en el comercio electrónico, forzada por simulación, la consecuencia es que la marca que invierte en nuevos diseños y mejores productos –a través de investigación–, pierde el estímulo porque la marca, como imán de la preferencia, perderá la función ante el oportunismo de los genéricos. De hecho, bajo esta manipulación, la marca conocida aparece como “cara” a los ojos del cliente, al ser comparada con otros productos “iguales” de marcas nuevas. Este tipo de distintivos, en “lenguaje Amazon”, son ahora denominadas “pseudo-marcas”.

Lo sorprendente es que esas nuevas marcas a nadie interesan. Su presencia es tan irrelevante y efímera, que no vale la pena siquiera registrarlas. Mañana serán suplantadas por otras, porque el peso de las decisiones de los consumidores está siendo llevado a otro tipo de parámetros. En esta lógica, los postulados tradicionales que defendían la necesaria construcción de una marca, que será reconocida y valorada por los consumidores, construyendo un vínculo de lealtad, está siendo destruido frente a nuestros ojos, sin darnos apenas cuenta.

Por este motivo, hoy podemos encontrar marcas que se usan para distinguir “tapetes para baño”, lo mismo que herramientas o juguetes. Más allá de la pertinencia de estas tendencias, vale la pena, al menos, imaginar el escenario cuando la dilución de ese vínculo que la marca ha significado, como la promesa del fabricante de entregarnos un producto de calidad, desaparezca.

Ésta es la parte más preocupante que, bajo el argumento de abrir opciones a los consumidores, en realidad se nos conduce persuasivamente para comprar “lo que ni siquiera buscábamos” y que el sitio “prefiere” vendernos.

Como el cambio es gradual, como la marea, sus efectos sólo se verán en el tiempo.


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Tecnología: ¿factor de cambio económico o cambio económico de factor?

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Imagina un día común en la vida de muchas personas, son las 5:00 a.m., escuchas una alarma que proviene de una bocina, la cual programaste usando un asistente virtual, posteriormente sales a correr utilizando un reloj o banda digital que te permite conocer la distancia recorrida, las calorías consumidas, el ritmo cardíaco, etc.; terminas y tomas una ducha para luego ver las noticias y redes sociales desde tu teléfono inteligente mientras desayunas; al concluir abordas tu carro y te diriges al trabajo guiado por una aplicación de navegación que muy probablemente ya conozca tu destino y sin que se lo pidas te recomienda la mejor ruta, la cual puedes visualizar desde la pantalla del carro, llegas a a la oficina, prendes la computadora y empiezas a trabajar. Esta cotidianidad digital, no sólo ha cambiado la forma en que desempeñamos nuestras actividades diarias en torno a nuestra salud, trabajo, transporte, y muchos otros aspectos involucrados, sino también la forma en que hacemos nuestras transacciones bancarias, trámites gubernamentales, compras o negocios.

Uno de los aspectos que más resaltan por el uso de la tecnología en los últimos años es el económico. La economía digital ya es una realidad que se consolidó con grandes empresas como Amazon o Uber, las cuales utilizan la tecnología para impulsar la productividad empresarial y facilitar la vida de las personas acercándoles bienes y servicios digitales. Por ejemplo, Amazon nace como la primera tienda digital de Internet vendiendo libros en línea, lo cual dio inicio a la transformación del mercado minorista (retail), para después comercializar servicios de cómputo en la nube, streaming de videos, Inteligencia Artificial, entre otros. Con la incorporación del servicio Prime de entregas del producto al siguiente día, Amazon incrementó sus ingresos en un 20% alcanzando los 63,400 millones de dólares entre abril y junio de 2019.

Mientras que Uber, además de ser un servicio de transporte privado solicitado a través de aplicación móvil, también incorporó servicios de entrega de comida a domicilio. En el último reporte trimestral de Uber, que corresponde al periodo de julio a septiembre de 2019, se reporta un ingreso de 16,465 millones de dólares y un registro de 103 millones de usuarios activos mensuales.

amazon y uber

Un aspecto relevante que se debe mencionar en empresas de este tipo es que generan fuentes de empleo y eso es muy importante para la economía global y local. Además, el desarrollo tecnológico ha hecho posible que la economía tenga una infraestructura digital que le permite una movilidad constante, sobre todo en espacios para el intercambio de bienes y servicios. Por lo anterior, se vuelve indispensable la inversión en tecnología ya que la innovación en los diversos sectores productivos es un elemento estratégico de competitividad en los mercados mundiales.

De acuerdo con Gartner, para este 2020 la inversión en tecnología a nivel mundial será de 3.9 billones de dólares, un incremento de 3.4% en comparación con 2019, en tanto que para el 2021 se espera una inversión de 4 billones de dólares. Asimismo, Gartner menciona que las organizaciones gastarán un mayor porcentaje en servicios de nube, lo cual es un indicativo de dónde estarán los modelos comerciales disruptivos de la próxima generación. Con ello, será interesante saber qué tipo de servicios nos ofrecerá la siguiente década.

No es de extrañar que compañías como Microsoft, Apple, Amazon, Alphabet (Google), Facebook, Tencent, se encuentren dentro de las ocho primeras empresas con mayor capitalización bursátil del mundo.

Si bien a México le falta mucho camino por recorrer en el tema tecnológico, es importante destacar que el país ha incrementado el uso de la tecnología para la productividad económica y mejoramiento de servicios. Hace unos meses en una nota de El Financiero, destacaba que en México hay talento para el desarrollo de software que beneficia a la economía nacional generando empleos y transformando la forma de brindar bienes y servicios. El dato indicativo que mencionan del Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial (IMPI) es que el número de patentes en México se incrementó considerablemente en la última década, principalmente en ciudades como Ciudad de México, Jalisco, Guanajuato y Nuevo León.

tecnologia y productividad
Imagen: Habemus.

Este año el presupuesto de TIC en el país incrementó de 20,999 a 23,804 millones de pesos, es decir, unos 2,805 millones (+13.4%) comparado con 2019. Si bien este incremento es un buen indicador de sensibilidad del gobierno sobre la importancia que tienen las tecnologías en el desarrollo del país, seguimos con una baja inversión en temas de investigación y desarrollo, la cual ronda el 0.5% del PIB en comparación con otros países del mundo que está sobre el 2.5% de su PIB.

¿Por dónde empezar? Tomando como referencia el último Informe sobre la Economía Digital desarrollado por la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), se debe combatir la brecha digital que tenemos en el país, lo cual implica una mayor inversión en infraestructura de comunicaciones que facilite el acceso de zonas rurales y alejadas, incorporar el conocimiento digital como materia obligatoria de los programas académicos, fomentar el conocimiento digital empresarial mediante programas de formación hacia los empleados, mayor apoyo a las empresas de emprendimiento digital para su inserción y aprovechamiento de las plataformas digitales, la explotación del dato como un recurso económico que podemos recopilar, almacenar, analizar y transformar para crear ventajas competitivas en los mercados locales e internacionales, por último, y no menos importante, es fomentar el entendimiento y aprovechamiento por parte de los diferentes sectores públicos y privados de las tecnologías disruptivas como son la Inteligencia Artificial, el Internet de las Cosas, cadena de bloques, robótica, impresión 3D, cómputo en la nube y todos esos servicios digitales que pueden ser utilizados para fomentar la producción de bienes y servicios de mayor calidad a un menor costo.

Por último, la trascendencia que la tecnología podría tener en el sector económico en México nos obliga a pensar en la importante inversión que debemos hacer en innovación y desarrollo tecnológico para que las ganancias del futuro, tanto económicas como sociales sean mayores a las esperadas. Este 2020 tenemos la oportunidad de consolidar a la tecnología en nuestro país como un aliado del crecimiento económico, siempre y cuando la consideremos en la inversión tanto pública como privada.

El uso y abuso de los gigantes tecnológicos y sus límites

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“Nuestro software es tan poderoso que separa familias” expresaba una manta puesta por estudiantes de la Universidad de Stanford en el verano de 2019 en la entrada de la empresa Palantir Technologies, dedicada al diseño de software para el análisis de big data (Palo Alto, California). Ese lema aludía al trabajo que ha hecho Palantir para proveer tecnología al Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos (ICE) que facilita la ubicación de familiares o tutores de los niños que llegan solos a  Estados Unidos. Una vez que localizan a estos adultos, el ICE puede arrestarlos y deportarlos, teniendo como resultado la separación de padres e hijos. También se ha usado la tecnología de Palantir para hacer allanamientos y detenciones masivas, como las ocurridas en el Distrito del Mississipi en agosto de 2019, durante las cuales arrestaron aproximadamente a 680 personas, que en muchos casos tenían hijos en la escuela que no pudieron ir a recoger, por lo que se generó una situación crítica para varias de estas personas. Los contratos entre Palantir e ICE alcanzaban más de US$90 millones en contratos activos en 2019, según Recode (sept/2019).

Estudiantes de las universidades de Berkeley, de Brown y de Yale hicieron sendas manifestaciones durante los últimos meses del 2019 para protestar contra este papel de la mencionada empresa, obligándolos a cancelar numerosos eventos, o su presencia en algunos de ellos debido al malestar causado por su actividad, considerada éticamente inaceptable. En la práctica, por el motivo descrito y muchos otros, hay un desencanto creciente entre los jóvenes respecto a trabajar en algunos de estos gigantes tecnológicos (NYT, 11/01/2020). Por esta razón, Palantir no ha podido recientemente reclutar estudiantes en algunas de las universidades aledañas para trabajar con ellos, lo que puede dificultarle contar con titulados en ciencias de computación.

De hecho, hay organizaciones de estudiantes que expresamente promueven que los estudiantes no se involucren en ésta y otras empresas tecnológicas. Estudiantes de al menos 25 universidades a nivel nacional se han unido a la campaña “#NoTechforICE” de Mijente, haciendo peticiones para que Palantir y otras compañías que apoyan a ICE, dejen de hacerlo. Entre éstas se encuentra Amazon, que alberga información de Palantir en sus servidores.

no tech for ice
Ilustración: Nine Jumbo.

Pero el descontento con lo que Palantir hace no sólo proviene de los estudiantes sino de los propios trabajadores de la empresa, 200 de los cuales mandaron una carta a los ejecutivos de la compañía expresando su inconformidad con el lamentable papel que está jugando la firma en la que trabajan.

La situación que se presenta entre las empresas como Palantir y sus empleados no es la primera de este tipo. Ello también ocurrió con Google, que a raíz de una inconformidad similar, tomó la decisión en 2019 de terminar un contrato con el Pentágono, causándole  problemas con el gobierno de Estados Unidos. Anteriormente, los trabajadores de Microsoft también presentaron una petición firmada por 300,000 personas (incluyendo 500 empleados de la empresa) para que cancelara su contrato con el ICE en 2018. En septiembre de 2019 1,550 empleados de Amazon planearon hacer una huelga por la huella de carbono de la empresa, en el momento en que hubo una huelga mundial para reclamar sobre el cambio climático, a lo que Jeff Bezos, su Director Ejecutivo, respondió con un compromiso de eliminar la huella de carbono de la empresa para 2030.

Las respuestas por parte de estas grandes empresas son variadas: Palantir no canceló sus propios contratos con ICE, pero Google sí con el Pentágono, a la vez que varias de ellas como Amazon, Google, Microsoft y Salesforce, han ofrecido algunas soluciones a los reclamos y han dado la opción a sus empleados de no trabajar en proyectos con los cuales no están de acuerdo, por ejemplo, en los militares, aunque normalmente no cancelan sus contratos con el gobierno de Estados Unidos. En todo caso, hay una tensión entre la sociedad y estas empresas, en la que la primera está desafiando a las segundas, mostrando el desencanto bastante generalizado respecto al papel de las grandes compañías tecnológicas en términos sociales y políticos, como vemos a continuación.

En realidad, es Facebook la compañía tecnológica que posiblemente aglutine el mayor número de críticas respecto de su rol en las redes sociales por permitir la publicación de noticias e informaciones falsas que expresamente ayudaron a influir sobre la opinión pública de manera sesgada en momentos cruciales. Los escándalos de Cambridge Analytica y su rol en manipular la opinión pública favoreciendo la elección de Donald Trump y el Brexit, entre otros, son ampliamente conocidos. Este tema resurge con mucha fuerza en estos días (NYT), pues las distintas empresas tecnológicas que manejan redes sociales se están pronunciando acerca de la política que seguirán ante las próximas campañas electorales en Estados Unidos en 2020. La pregunta es cómo manejarán las plataformas sociales ante estas delicadas circunstancias. Algunas de ellas, como Google y Twitter, muestran un cambio de reglas respecto de la publicidad política.

monstruo empresas
Ilustración: New York Times.

Google (que, a su vez, es dueña de YouTube, empresa que también ha sido responsable de influir en elecciones como la de Bolsonaro en Brasil), anunció en noviembre de 2019 que restringiría la posibilidad de que los anuncios publicitarios se dirijan específicamente a sus clientes de acuerdo a su afiliación política o a sus antecedentes como votantes, aunque aún podrán enfocarse diferenciadamente a las personas según su edad, su género o su código de área.

Twitter va mucho más allá, al haber decidido no admitir ningún anuncio de propaganda política. En un tweet (CEO, Jack Dorsey) @jack expresó “Hemos tomado la decisión de parar toda publicidad política en Twitter a nivel global. Creemos que el alcance del mensaje político debería ganarse, no comprarse…”. Pero también Twitter hace sus importantes excepciones. Tiene una cláusula de valor informativo (newsworthiness) que justifica el transmitir los tweets del presidente Trump y otros líderes mundiales que, en principio, violaría esa norma de la empresa. El Director Ejecutivo de Snapchat, Evan Spiegel, también ha dicho que su compañía hará un análisis factual de la publicidad política en su plataforma.

Facebook ha tomado una postura bastante indiferente ante las presiones que ha recibido después del caso Cambridge Analytica. De hecho, a fines de 2019 la empresa rescindió una política, adoptada anteriormente, prohibiendo declaraciones falsas en su anuncios. Con ello creó una excepción para la propaganda política, cuya veracidad no tendrá que ser verificada. Así, “el resultado último es que cualquier declaración de un candidato o campaña que promueve un candidato no puede ser analizada factualmente y por tanto está automáticamente exenta de las políticas que tratan de evitar la desinformación” (The Guardian, traducción propia). En esta línea, Mark Zuckerberg ha dicho “no pensamos que las decisiones sobre publicidad política debieran ser hechas por compañías privadas, razón por la cual estamos a favor de una regulación que se aplique en todo el país” (CNBC).

enfrentarse a la web
Ilustración: Mr. Online.

La compañía ha tomado algunas medidas para evitar sólo la manipulación extrema (“deepfakes” o falsedades profundas). Se enfoca especialmente en los videos editados o sintetizados sin que el público sea capaz de percibirlo (a menos que sea sólo para mejorar su claridad y calidad), y aquellos producidos por la Inteligencia Artificial que pueden fusionar, reemplazar o superponer contenido sobre un video, aparentando ser auténtico. Por lo demás, Mark Zuckerberg ha decidido no intervenir en la publicidad político-electoral, aun cuando pueda contener información no apegada a la verdad, pues de hacerlo considera que podría incurrir en la censura (The Guardian).

Pero esta postura de Facebook y los escándalos de la desinformación que transmite están teniendo, al igual que en el caso de Palantir y otros mencionados anteriormente, una reacción de la sociedad civil. Por ejemplo, 250 empleados de Facebook escribieron una carta a Zuckerberg pidiéndole que reconsidere su política pues “el libre discurso y el discurso pagado no son lo mismo.”

La imagen de la compañía también ha sido afectada. Hace 10 años para los jóvenes era un sueño trabajar en Facebook, al igual que trabajar en varias de estas compañías tecnológicas, que ofrecían buenos sueldos, un ambiente apto para la creatividad y mucho prestigio. Pero últimamente, ha habido una caída notable en la aceptación de empleos por parte de potenciales talentos tecnológicos recién egresados de las universidades de prestigio. La aceptación por parte de esos recién graduados ha caído de un promedio de 85% para el año escolar 2017-2018, a entre 35% y 55% en diciembre de 2019 (CNBC). Los reclutadores de Facebook han dicho que ahora los candidatos hacen preguntas mucho más agudas sobre la política de privacidad de la compañía. La opinión de muchos jóvenes es que el trabajar en Facebook ya no es admirado socialmente ni tan bueno tenerlo en el curriculum vitae. Más bien necesitan justificar por qué trabajan allí y no en otra parte, lo que hubiera sido impensable hace años.

Es alentador ver que, aunque en forma incipiente, la sociedad civil está contribuyendo a poner algunos límites a la falta de ética de las grandes compañías en muy diversos ámbitos: políticos, ambientales, laborales, y otros. Sin embargo, a pesar de que las presiones aumentan hacia las compañías, aún es un campo ignoto el hecho de que muchas de las labores que hoy desempeñan seres humanos están siendo crecientemente asumidas por robots/algoritmos sin capacidad para evaluar las acciones que adoptan las compañías para las que trabajan. ¿Cuál será entonces el límite que se podría anteponer a la acción de estas empresas tecnológicas?

Amazon, Apple y Google unen fuerzas

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El anuncio de Amazon, Apple y Google vislumbra un futuro prometedor en el sector de dispositivos inteligentes para el hogar.

Las empresas tecnológicas Amazon, Apple y Google se han enfrascado en una guerra por presentar cada año las mejores novedades para los consumidores pero de igual forma han buscado la manera de que sus artículos únicamente sean compatibles con artículos de su propia marca, pero de acuerdo con la BBC esto podría cambiar en el 2020.

Hace unos días se anunció que tanto Amazon, Apple y Google como Ikea, Samsung y Philips acordaron que los diferentes productos que lanzan al mercado sean compatibles cada vez con más teléfonos inteligentes y asistentes de voz de diferentes marcas.

Analistas del rubro consideraron que la medida recién anunciada fue una “sorpresa” y una señal de que las compañías están dispuestas a “jugar limpio”.

En los últimos años, los gigantes de la tecnología han estado compitiendo ferozmente por el dominio sobre la tecnología doméstica inteligente.

Los dispositivos de Amazon compatibles con Alexa y los de la línea Google Home predominaron el mercado junto a los accesorios de la marca Apple que se controlan a través de Siri.

Esta guerra provocó que los fabricantes independientes a menudo se hayan visto obligados a elegir un sistema particular con el que su dispositivo sea compatible. Existen altavoces inteligentes que funcionan con Alexa pero no con Siri, por ejemplo.

Un caso concreto es el de Hive, uno de los mayores proveedores de dispositivos domésticos inteligentes de Reino Unido, que no tiene integración con Apple y por ello su amplia gama de productos no se puede controlar con un iPhone.

Mientras tanto, el sistema Chamberlain MyQ para abridores de puertas de garaje se puede operar a través de la voz con Google Assistant, pero no con Alexa de Amazon.

Tener que obligar a los consumidores y a los fabricantes a elegir un asistente de voz o entorno tecnológico sobre otro podrá ser cosa del pasado si la nueva asociación entre las empresas se concreta.

El proyecto que involucra a las compañías del rubro fue bautizado Connected Home (Hogar conectado, en español) y propone “desarrollar y promover la adopción de un nuevo estándar de conectividad libre de regalías para aumentar la compatibilidad entre los productos para el hogar inteligente, con la seguridad como un principio fundamental del diseño”.

“Los clientes pueden estar seguros de que su dispositivo de elección funcionará en su hogar y que podrán configurarlo y controlarlo con su sistema preferido”, indica el sitio web de la alianza.

Sin embargo, eso no será inminente: las especificaciones preliminares no se conocerán hasta finales de 2020.

“Si consideramos los tres nombres involucrados (Amazon, Apple y Google), lo último que hacen es jugar limpio juntos”, señaló la analista Carolina Milanesi de Creative Strategies.

Sin embargo, la experta añade que esta alianza “Tiene mucho sentido”. “Simplemente hará que todo el mercado y las oportunidades sean más grandes para todos”.

Pero Milanesi dijo que este acuerdo no significará el final de la competencia entre las empresas.

Productos seguros

Hay que notar que la primera categoría que será sujeta al nuevo estándar serán los productos de seguridad, dice el analista tecnológico Adam Simon, de la firma de investigación de mercado Context.

Indica que los estudios de Context muestran que la razón más importante que los consumidores citan para la compra de productos inteligentes para el hogar es porque “me tranquiliza saber que mi casa está segura”.

Dispositivos como cerraduras inteligentes, cámaras de seguridad, alarmas antiincendio conectadas a internet y sensores de detección de intrusos están dentro de esta categoría.

Sin embargo, Simon subraya que las empresas tecnológicas tendrían que asegurarse de que el nuevo estándar, que aumentará la compatibilidad entre los productos, no debe facilitar que los hackers tengan acceso a aparatos conectados a internet en los hogares de la gente.

“En vista de que es fantástico que todos se comuniquen, tu fortaleza se mide con tu eslabón más débil: el producto que no tiene todas las características de seguridad integradas”.

“La seguridad es fundamental”.