autorreflexión

Autorreflexión y reajuste del yo en tiempos precarios

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En el acervo de labores que implican a la reflexión mental hay una que es propia de la autoconciencia, me refiero a la autorreflexión, la consideración que el sujeto hace sobre sí mismo, sobre sus características, sus acciones, sus dificultades o sus posibilidades. En una sección anterior me referí a la autorreflexión en referencia a las propiedades, perspectivas y obstáculos de la introspección; ahora la revisaré en su modalidad de discurso y diálogo interno para lidiar con situaciones novedosas, inciertas o complicadas y para resolver problemas. Esta forma de auto-reflexión suele acontecer en un formato de preguntas y respuestas, como cuál es el mejor curso de acción, cuáles pasos implica, cuáles alternativas admite o excluye y cuáles consecuencias puede tener. El sujeto reflexivo también se suele preguntar si el proyecto que valora es posible, cuál es su utilidad, que tan agradable o desagradable puede ser y, en especial, qué tan deseables, peligrosas, beneficiosas o dañinas pueden ser las rutas y las metas, tanto en términos personales como colectivos.

reflexion
Óleo titulado “Reflexión” de Alexander Rossi (1896).

En ocasiones ya no es necesario formular y responder estas dudas porque los objetos, hechos o situaciones que surgen son conocidos y el camino se toma de forma aparentemente automática o intuitiva, aunque está siempre fundamentado en la experiencia previa y un cálculo asumido de probabilidades. Pero en coyunturas novedosas o cruciales la persona conscientemente se cuestiona y reflexiona sobre posibilidades, cursos de acción y objetivos. Al tratar sobre estas características, Bernard Lonergan propone que la reflexión consiste en una actualización de la autoconciencia racional porque el sujeto es consciente de que está indagando, formulando, buscando y juzgando no sólo las circunstancias de la situación, sino sus propias motivaciones, inclinaciones y capacidades para poder decidir en consecuencia: “La autoconciencia racional exige conocer lo que nos proponemos hacer y las razones que tenemos para hacerlo.”

Carlos Castilla
El neuropsiquiatra español Carlos Castilla del Pino (1922-2009) reflexionando.

Por su parte, el neuropsiquiatra gaditano Carlos Castilla del Pino propuso que hay tres formas o tipos de reflexión: retrospectiva, prospectiva y actualizada. La reflexión retrospectiva reconsidera lo ya vivido, lo que se ha hecho, por qué se ha actuado así y las consecuencias que tuvo. Las actuaciones se evocan y se reflexiona sobre ellas con el objeto de aprender de la experiencia, sea para hacerlo mejor, para tomar otra ruta o para abstenerse de actuar. Es una operación deliberada que requiere de la memoria biográfica o episódica, pues en este caso el razonamiento opera sobre el recuerdo. Por otro lado, la reflexión anticipada o prospectiva permite al sujeto inferir lo que puede suceder y la situación en la que se puede encontrar. En este ejercicio no sólo opera el razonamiento verbal, sino formas activas de imaginación cuando la persona vislumbra un curso de acción, imagina otras viabilidades y compara sus trayectorias y posibles resultados como preludios a una decisión. Finalmente la reflexión actualizada ocurre al mismo tiempo que la acción, pues la persona advierte lo que está haciendo, percibe el efecto que tiene su actuación y controla o corrige su ejecución sobre la marcha.

autorreflexion de Anthony Giddens
Portada del libro de Anthony Giddens (nacido en 1938) sobre auto-identidad en la última etapa de la edad moderna. A la derecha el autor.

El sociólogo inglés y Premio Princesa de Asturias 2002, Anthony Giddens, afirma que el individuo de la sociedad moderna tiene mayores posibilidades de decidir qué persona quiere llegar a ser y de construir su propia historia de manera reflexiva. Esto es así porque las tradiciones se han debilitado y ya no tienen la tracción o el arrastre que hasta hace poco tenían. Esta modernidad reflexiva constituye una oportunidad precaria o de doble filo pues, por un lado, proporciona mayor libertad, pero, por el otro, mayor vulnerabilidad e incertidumbre: el yo se vuelve más frágil y la existencia más angustiosa. Son signos de una evolución posible pero nada segura. Giddens da este ejemplo a simple vista trivial:

(Cada decisión) …forma parte de un proceso dinámico de construcción del yo. La decisión de vestirse de tal o tal otra manera supone mirar a nuestro alrededor, informarnos sobre la moda, hacer elecciones… Todo eso forma parte de la naturaleza reflexiva del yo en las sociedades contemporáneas.

La investigación empírica sobre la autorreflexión se ha basado en pruebas que evalúan algunos de sus aspectos más accesibles y fundamentales. Por ejemplo, un instrumento se basa en presentar adjetivos o frases sobre características particulares a voluntarios y preguntarles si los conceptos los describen apropiadamente o no lo hacen. Para responder, el sujeto debe emprender una autorreflexión que implica el concepto de sí mismo. Este tipo de métodos ha permitido estudiar las zonas del cerebro involucradas en la tarea, y se ha encontrado que se activa un grupo de estructuras corticales de la línea media del encéfalo y que, cuando estas regiones sufren una lesión neurológica, los pacientes tienen problemas para evaluarse y sobreestiman sus capacidades y su ejecución. La corteza prefrontal medial, que hemos mencionado repetidamente en estas secciones sobre la autorreferencia, está involucrada en estas capacidades. En este caso, el concepto de sí mismo, que es una de las acepciones del término self, obra como un ancla que sesga la toma de decisiones y, como ocurre con todas las funciones que involucran a la autoconciencia, requiere de la intervención de la corteza prefrontal ventromedial. Existen también evidencias experimentales de la influencia que tiene el concepto de sí mismo sobre el profuso procesamiento de información que maniobra entre la percepción, la atención y la memoria.

Ubicacion de la corteza prefrontal
Ubicación de la corteza prefrontal medial, área clave para la autorreflexión. Se muestra la cara medial del hemisferio derecho del cerebro; hay otra región similar en el hemisferio izquierdo (Imagen: The Science of Psycotherapy).

Recientemente ha resurgido el importante dilema de si la reflexión conduce a tomar mejores decisiones. Algunos investigadores han planteado que no necesariamente encamina hacia decisiones adecuadas porque las personas expertas no se paran a reflexionar, sino que actúan por intuición, es decir, por una extensa experiencia previa ya incorporada en su sistema cognitivo y por un adiestramiento para hacer inferencias preconscientes. De hecho, la autoevaluación se suele enfrentar a sesgos y resistencias, pues los sujetos tienden a identificarse con el modelo asumido de sí mismos, que hemos denominado falso ego, y temen que sufra objeción o devaluación. No parece fácil decidir sobre esta alternativa en especial porque la reflexión varía en sus dimensiones, particularmente en la que se refiere a qué tan consciente es, lo cual es relevante en su eficiencia. No se trata de dos opciones incompatibles, ya que las personas en algunas circunstancias obran por intuición y, en otras, reflexionan y deliberan para decidir. Ambos procedimientos tienen márgenes de error y probabilidades de éxito de tal forma que será la prudencia la que defina el curso de acción.


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El mundo es más que solo la esfera terrestre

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El mundo es la suma total de nuestras posibilidades vitales.
José Ortega y Gasset.

Desde el punto de vista etimológico, la palabra “mundo”, proviene del latín mundus; que significa: Orbis terrarum sphaera. “Esfera terrestre”. / Summa copia, quantitas. “Abundancia de una cosa”. / Cunctus orbis. “Todo el mundo”. Que, en mi opinión, se puede interpretar como todo lo que contiene la esfera terrestre.

Existen dos dimensiones fundamentales en las que se puede encerrar la expresión de mundo, que sería:

1) Lo que existe en el planeta tierra en cuanto a la naturaleza y lo que de ella emana, que es lo exógeno, o lo que está fuera del ser humano;

2) Lo que es propio a la existencia de los seres humanos en cuanto surge desde su interior en un vínculo con lo sobrenatural que es lo endógeno.

Al mundo, entonces, dentro de estas dos grandes distinciones en la que interactúa el ser humano, se le puede situar en otros dos relieves: el interés científico y el interés espiritual.

mundo y ser
Ilustración: Luis Demano.

El científico se refiere a lo que se observa, lo que se indaga, es decir: de dónde, cómo, desde cuándo, por qué y para qué existen los diferentes componentes; a partir de ello, es cuando el homo sapiens que es el “sabio” o “capaz de conocer”, logra conclusiones sobre su existencia, aunque aún sin ser acabadas desde esa dimensión científica; desde ahí observa la naturaleza en la búsqueda de la verdad, provocada en principio por la simple curiosidad y, luego, la curiosidad científica para poder explicar lo que no puede explicarse a simple vista. El científico busca un sentido objetivo a la existencia desde una cosmovisión racional.

En el segundo caso, lo espiritual, implica un encuentro del ser humano con su dimensión natural como, por ejemplo, la conexión particular que puede tener con el arcoíris. Todo está hecho para el crecimiento suyo en medio de retos constantes para el disfrute de cuanto existe. Se crea un vínculo estrecho con el que, la comprensión del mundo no radica en lo que se toca sino en lo que se siente que es diferente. Es decir, no en la evidencia material sino en el alma reconfortada en una casi perfecta tonificación.

Ambas dimensiones llevan al mismo camino, que es el ser humano aprovechando la naturaleza en su camino para la perfección en su doble dimensión. Sin embargo, un gran sector piensa que es para servirse de ella, mientras que para otros, es al revés, servirle a ella.

Esta diferencia y falta de comprensión ha formulado desigualdades, desencuentros y despropósitos. Porque si bien lo científico es para interpretar la existencia desde lo objetivo, para explicar el sentido de la vida del ser humano y su entorno, lo espiritual es para equilibrar al ser humano consigo mismo, con su ambiente, dentro o fuera de la esfera terrestre a la que el ser humano no sólo debe admirar, sino respetar, cuidar, amar; el mundo que no cuidamos lo estamos destruyendo a partir del pensamiento que lleva a la acción.

El mundo que es la creación, la tierra, el planeta, todo el globo terráqueo, encierra la humanidad, y el mundo que cada quien lleva dentro de sí es la sociedad.

meditacion social
Ilustración: Rachel Levit.

La humanidad no deja de descomponerse. Sin embargo, con todo y los desastres e inclemencias del mundo, no ha sido aún aniquilada ni con bombas ni con los rayos del cielo. Requerimos cambiar de ruta con un gran giro de timón por parte de cada uno de nosotros.

La naturaleza, la humanidad, la vamos a ir desapareciendo si, quienes en franca inhumanidad, la van aniquilando con agravios, guerras, políticas vacilantes, hasta con actos y discursos demagogos.

Los congresos mundiales, los diferentes encuentros como los que frecuentan en la Organización de la Naciones Unidas (ONU), por ejemplo, van quedando en propósitos para cumplir en plazos interminables y agotadores. El mundo sigue un rumbo acelerado donde paradójicamente se elevan protestas, se censuran conductas, se señalan faltas; las órdenes religiosas y filosofías humanistas apelan a que los humanos cambiemos nuestras formas de pensar, ser, actuar; pero nada ha sido suficiente.

Debemos no únicamente “ver”, también “mirar” lo que ocurre; requerimos desprogramarnos de la programación inconsciente para el exterminio al que hemos sido sometidos con el lavado de cerebros. La humanidad es mucho más de lo que existe y se manifiesta dentro de la esfera terráquea, su potencial requiere despertar del letargo de la sensibilidad.

Ésta que ya ha arrastrado a una conducta gélida, tanto de quienes con sus propias manos aniquilan el mundo como de aquellos que se cruzan de brazos tras discursos lisonjeros.  


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La autorreflexión precaria y la red basal del cerebro

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La facultad de autorreflexión es un instrumento clave de la mente consciente y hemos visto que sus analistas más dedicados le conceden la mayor importancia para desarrollar un autoconocimiento más certero. Sin embargo, una autorreflexión crítica enfrenta problemas graves, porque la mente humana y su aparato cognoscitivo tienen deficiencias y trabas que impugnan la posibilidad del autoconocimiento como resultado de una introspección incidental. De entrada, los seres humanos tienen impedimentos y restricciones para detectar o para admitir hechos que repulsan su ego, es decir, que cuestionan la identidad asumida y preciada de sí mismos. Es necesario aceptar este inconveniente porque toda representación mental, como las imágenes mentales, las ensoñaciones, las representaciones lingüísticas, los modelos científicos y demás maquetas, parangones o actuaciones, no son duplicados o copias fieles de una realidad estable y trascendente. Toda representación es necesariamente parcial e incompleta y depende de múltiples factores que la limitan y pueden alterarla. Es probable que la representación de sí mismo sea una de las más endebles, pero también es posible que sea de las más perfectibles.

amor propio
La autorreflexión crítica se enfrenta a la sobrevaloración de la propia persona, confundida frecuentemente con el “amor propio” (imagen tomada de Pixabay).

Ahora bien, más allá de que el sujeto minimice, transforme o rechace todo aquello que cuestione su identidad personal asumida, existen otros obstáculos que dificultan una autorreflexión diáfana. En general las personas desconocen en gran medida su vida mental ordinaria y cotidiana; es decir, no están conscientes en todo momento de los pensamientos, imágenes o emociones que transcurren en su mente, aunque pueden tener acceso a ellos. El flujo de contenidos mentales se desarrolla en buena medida por sí mismo, impulsado por motivaciones, deseos, asociaciones y otros procesos que usualmente se encuentran fuera del alcance de la conciencia, transcurren en sus linderos, o no son de lleno explícitos. Sucede además que al hacerse conscientes del flujo de conciencia, del río de información y eventos que transcurre en la mente sin mayor contribución de la voluntad, los contenidos cambian, cesan o desaparecen. En efecto, en el momento en que el sujeto adquiere conciencia de sí mismo, por ejemplo, que está pensando o imaginando tal o cual cosa, este contenido se esfuma o se retiene conscientemente, con lo cual su flujo automático desaparece. Con frecuencia, cuando el sujeto se hace consciente de sus contenidos mentales, puede instalarse una autorreflexión crítica en pensamientos como “¿por qué estoy pensando esto?”, o bien: “esta fantasía me es ajena y abominable, ¿por qué surge en mí?”, o bien: “si sigo por este camino voy a terminar mal”, o bien “debo reflexionar sobre cuestiones relevantes, en vez de perder el tiempo en esto”, o bien: “me fastidia la repetición de esta tonada” y un interminable etcétera. Es importante notar que este tipo de reflexiones son en cierta forma infalibles, ya que el sujeto detecta clara y certeramente que tiene tales y cuales temas en su mente y reacciona a ellos de acuerdo con la representación que tiene de sí mismo, en especial con su paleta asumida de objetivos y valores. Son oportunidades para profundizar en la autorreflexión.

Otra zona nebulosa de la autoconciencia se refiere precisamente a las causas y razones que el sujeto tiene para realizar juicios morales, pues, si bien la persona aduce o recurre a ciertos valores para emitir tales juicios, no siempre puede fundamentar sus razones para sostenerlos. Para lograr justificar sus juicios, a veces recurre a códigos establecidos en su cultura y asumidos como propios, pero la manera como ha estructurado su identidad en referencia a estos códigos o normativas suele permanecer inadvertida o borrosa.

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Theodor Adorno (1903-1969) y otros miembros de la escuela de Frankfurt promovieron la autorreflexión crítica como instrumento de análisis y juicio de las realidades personales y sociales.

Dada la opacidad de los procesos que intervienen, es necesario aquilatar la auto-observación de la mente para implementar una introspección certera y llegar a procedimientos válidos de autorreflexión. Esto también es necesario para analizar una propuesta central de este libro en el sentido de que el yo corresponde a la autoconciencia o la representación que tiene un individuo de sí mismo, pues implica que esta auto-representación sería incompleta o, peor aún, sesgada o francamente falsa. La autorreflexión será entonces el instrumento exploratorio de esa realidad compleja e inmediata que es la constitución corporal, psicológica, social y moral que conforma la propia identidad. La depuración del instrumento de autorreflexión podrá redundar en una observación más clara y en una reconstrucción más segura. En este sentido es preciso reiterar que la autoconciencia, lejos de constituir un sistema diáfano y ordenado de nociones racionales sobre lo que es el individuo, es un proceso multifacético y dinámico que transcurre en el tiempo y las circunstancias en diferentes niveles de claridad y acceso. No parece existir un núcleo sólido o una identidad esencial con los que el sujeto pueda definirse y por esta causa la introspección autorreflexiva no resulta en el descubrimiento de una naturaleza personal bien definida e inmutable, aunque es posible detectar rasgos vigentes de su personalidad, tendencias, motivaciones o facultades útiles para tomar decisiones favorables e ir depurando la individualidad.

En un libro del 2016, el filósofo de la mente Ted Parent desglosó las opacidades de la mente humana que impiden o dificultan una autorreflexión válida, e intentó formular algunas estrategias para resolverlas. Por ejemplo, para conocer y juzgar aquellos contenidos de la mente que desea evaluar, el sujeto necesita detectar y determinar el pensamiento que debe juzgar o, lo que es lo mismo, saber cuál debe ser el contenido de su juicio. Además de esto debe saber cuál es la actitud que tiene hacia ese pensamiento o contenido, pues múltiples actitudes, como las derivadas del deseo, la duda o la negación, lo empañan o modifican. Este requisito remite a la epojé de la fenomenología de Husserl en el sentido de que el sujeto necesita conocer y marginar o poner entre paréntesis sus opiniones y consideraciones sobre el hecho que pondera para lograr un juicio más certero.

Ted Parent
El filósofo Ted Parent, autor del libro sobre autorreflexión para una mente opaca.

En el terreno específicamente cognoscitivo parece haber dos modelos de la autoconciencia que opera durante la introspección y la autorreflexión: (1) la autoconciencia implica una representación de la propia mente, un desdoblamiento y realización de jerarquía superior que observa y evalúa los propios procesos mentales; (2) existe un modo de procesamiento de la información que monitorea y conduce la reflexión por ciertos cauces de acuerdo a un conjunto de reglas aprendidas y aplicadas como eficientes. La neurociencia proporciona algunos datos sobre cómo el cerebro implementa los procesos de la autorreflexión que favorecen ambos modelos. Por ejemplo, cuando los voluntarios sometidos a estudios de imágenes cerebrales (resonancia magnética o tomografía de positrones) se encuentran sin realizar tarea alguna, relajados y con los ojos cerrados, es decir, cuando se desenganchan del mundo externo y ponen atención al propio flujo de conciencia, se activa una red de zonas cerebrales llamada default mode network en inglés, y que traduzco desde hace tiempo como red basal. Se ha comprobado que dos regiones de la red basal, la corteza prefrontal medial y la corteza parietal medial, se activan específicamente cuando la persona reflexiona sobre sí misma y también forman parte del llamado “cerebro social” involucrado en la representación de otras personas y relaciones del sujeto. La primera es la región más grande de la corteza prefrontal humana, está más profusamente conectada con otras zonas y tiene mayor densidad de espinas dendríticas que su equivalente en otros primates. Estas zonas podrían constituir un nodo fundamental para recibir información y para modular las operaciones cognitivas de otras zonas, con lo cual podrían desempeñar algunas funciones de la autoconciencia operativa, tanto de la reflexiva, como de la ejecutiva.

La corteza medial prefrontal
La corteza medial prefrontal en la parte anteror del cerebro y la corteza posterior del cíngulo en la parte posterior. Estas dos regiones de la red basal del cerebro se activan durante los estados de autorreflexión en humanos (tomada de Wikimedia).