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La conciencia basal y la carencia de yo

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Hemos venido revisando que varios filósofos y científicos actuales definen un estado mínimo o básico de conciencia, un sentir que no es conceptual, ni representacional, ni dual, porque no es acerca de algo. Es decir: al no tener un contenido determinado, esta forma de conciencia no sería dual porque no aparece alguien o algo que posea o experimente un objeto en la mente, como se tiene y se representa un dolor en el momento en que la persona se percata de sentirlo, lo valora o lo refiere.

En un artículo de 2020 los psicólogos neoyorkinos Zoran Josipovic y Vladimir Miskovic plantean y revisan que las formas de conciencia o experiencia fenoménica mínima han sido descritas en antiguas tradiciones de Asia y estos antecedentes les sirven para analizar sus características. Por ejemplo, en la tradición oriental la palabra samadhi identifica un estado de absorción completa en el cual el objeto que se presenta en la mente queda desprovisto de todo concepto y se capta directamente, es decir, sin estar acompañado de palabras que lo designan o califican, ni tampoco de imágenes o recuerdos asociados o derivados: el objeto ocupa la experiencia sin aditamentos y la mente se encuentra en silencio conceptual y embebida en su objeto. Ahora bien, en la misma tradición se distingue esta experiencia de otra denominada conciencia pura, en la cual se afirma que el sujeto está consciente pero su mente no tiene contenidos. En esta situación la conciencia está activa, pero no contiene representaciones, es un estado de autoconciencia inmediata, de autopresencia inmanente. Josipovic y Miskovic afirman que este tipo de experiencia ocurre normalmente en las transiciones del sueño a la vigilia cuando por momentos el sujeto no tiene nada en mente ni se percata de su identidad, del espacio o tiempo. Refieren también relatos de ensoñaciones sin contenido en las que el sujeto relata un sueño en blanco. Además, argumentan que suelen suceder experiencias de este tipo al salir de la anestesia, en la deprivación sensorial, la experiencia psicodélica o durante la meditación y prácticas afines.

ausencia de un yo
Imagen alusiva a la ausencia de un yo en estados de autoconciencia basal en los que se esfuma la dualidad entre un sujeto que experimenta un estado mental y los contenidos de ese estado (imagen tomada de Psiquentelequia).

Si bien los estados de conciencia mínima se describen como ausencia de contenido, la conciencia no desaparece como en las fases del sueño profundo que cursan sin ensoñaciones. Uno de los problemas para definir con mayor precisión este estado se refiere al nivel de activación fisiológica, denominado arousal en inglés y que usualmente se especifica con una metáfora de profundidad. Así como la luz disminuye con su penetración en el mar, habría niveles de alertamiento y activación funcional que van desde la oscuridad del coma o en el sueño profundo, pasan por estratos fluctuantes en la vigilia, abarcan niveles más avanzados y diferenciados en la autoconciencia o conciencia de sí y llegan a estados de hiperalerta o conciencia ampliada en el éxtasis. Pues bien, sucede que en este continuo o eje vertical de creciente brillo no es posible ubicar los estados aludidos, porque la noción misma implica que una conciencia mínima sería poco más que un estado de coma y esto dista de ser el sentido que se pretende significar con esta expresión, a diferencia del uso de la misma en la neurología y que se refiere a un nivel mínimo de conciencia, cercano al coma. Como el estado de autoconciencia mínima al que me refiero ahora no corresponde a un determinado nivel de alerta o de arousal, se impone una distinción: el nivel de vigilancia y de responsividad del organismo es una cosa y la conciencia misma es otra. A veces se usa la metáfora del espejo para expresar que la conciencia refleja sin elaborar o conceptuar, decidir o valorar independientemente del nivel de vigilancia o alerta. De esta manera, el eje de activación no es una variable útil para comprender los estados de conciencia o autoconciencia mínima y en este punto pueden dar información relevante los relatos y los análisis de estados meditativos.

Curva de activacion
Curva de activación en forma de U invertida en referencia a la ejecución de tareas. Un bajo o alto nivel de activación (grado de arousal) no se relacionan con la mejor ejecución, hay un nivel óptimo. Esta curva se relaciona con la atención, pero la capacidad de conciencia, en particular la conciencia basal o mínima, no se puede ubicar con estas variables (imagen tomada de Perros de búsqueda).

Diferentes técnicas de meditación hacen posible la producción y la experiencia consciente de estados de conciencia absorta y sin contenidos que podemos denominar conciencia basal para distinguirlos del estado semicomatoso que tiene en la neurología. En efecto, en tradiciones tanto orientales como occidentales se describen con términos paradójicos ciertos estados que resultan de las prácticas contemplativas de atención plena y sostenida. El sujeto inicia su práctica con la instrucción de permanecer consciente de sus contenidos mentales, por ejemplo, de las sensaciones de su respiración o de una frase o mantra que repite mentalmente. En esto hay un dualismo implícito entre un observador y una observación porque un yo agente y activo se mantiene atento a lo que ocurre en la mente. Con la práctica se fortalece la capacidad de observación y la autoconciencia va tomando mayor dimensión. Eventualmente y en ciertos momentos la autoconciencia queda desprovista de contenidos, un estado en el que desaparece un yo observador o poseedor de sus objetos mentales. En las tradiciones orientales de meditación se denomina sunyata (vacío, ausencia del yo, selflessness) a este estado refinado de conciencia que no se limita a un silencio interno de voces, pensamientos o imágenes, sino a una transformación del aparato mental que pasa de operar como una dualidad sujeto-objeto a una conciencia basal y no dual.

enso vacio conciencia
En la caligrafía del budismo Zen se representa el concepto de sunyata o gran vacío con el símbolo circular llamado enso. El concepto implica que las cosas del mundo y los objetos que las representan en la mente carecen de una identidad permanente porque todo está interconectado y en flujo constante. Esto incluye al yo o self (imagen tomada de New World Dencyclopedia).

En el lapso en el que el sujeto vive un estado de autoconciencia sin contenidos, se percata de que el self o el ser está vacío; es decir: advierte directamente que no existe el yo como una entidad sustancial y concreta. La característica fundamental de este estado es de una cognición reflexiva inherente, un autoconocimiento directo, un estado de conciencia básico o basal, sin nada más que la conciencia misma. Se afirma tanto en las tradiciones contemplativas como en los análisis actuales de la conciencia mínima que se ventilan desde las ciencias y filosofías cognitivas que no hay nada abstracto o mágico en esta experiencia: este darse cuenta de lo que constituye la autoconciencia en sí misma y esta no dualidad básica se revela en la propia experiencia empírica.

tallo cerebral
Las estructuras de la línea media del cerebro abarcan regiones muy primitivas del tallo cerebral (en azul) y zonas de la corteza cerebral medial (en verde) que intervienen en la conciencia basal de sí mismo en el ser humano. En la imagen aparece la cara medial del hemisferio derecho, las mismas zonas se encuentran en la cara medial del izquierdo (imagen tomada de Alcaro, Carta y Panksepp, 2017).

Una propuesta fundamental en referencia a la conciencia mínima o basal es la necesidad de un sustrato consciente para que se estructure la experiencia. A este sustrato se han referido varias teorías neurofisiológicas que desde mediados del siglo pasado subrayan el papel indispensable que juegan las estructuras del tallo cerebral y de la línea media del encéfalo para que tengan lugar los estados y contenidos de conciencia. Estas estructuras, entre las que destaca la llamada formación reticular activadora ascendente, son muy antiguas en la escala filogenética y se suponen necesarias para el estado de conciencia que probablemente compartimos con los animales sentientes del planeta (Bronfman, Ginsburg, Jablonka, 2016). Gracias al desarrollo de la neocorteza y las estructuras de reciente adquisición filogenética los seres humanos recrean objetos en su conciencia (aquellos contenidos o ítems que perciben, sienten, piensan, imaginan, recuerdan, creen, sueñan, quieren, etc.) y experimentan estos contenidos de su mente como posesiones y usufructos de un yo, de un self. Pero sucede que con ciertas prácticas y métodos atencionales el sujeto se percata que este yo o este self es un pensamiento más, una forma de conceptualizar algo que no es definido ni definible. El sujeto se da cuenta por experiencia de la insustancialidad del yo mediante la vivencia de una conciencia basal desprovista de contenidos y de referentes.

A pesar de las dificultades en el tratamiento académico de la autoconciencia mínima, el tema vuelve a elementos de la conciencia y del yo que intrigaron en el siglo XVIII a Fichte y a Maine de Biran, los filósofos pioneros del yo. En este sentido, hay que agradecer que se haya retomado este peliagudo problema de la conciencia de sí al identificar el estado basal que implica y las dificultades de su análisis.


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Cerebros que piensan, siempre harán pensar…incluso a las máquinas

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La máquina, esa gran metáfora. Al lado del árbol, la máquina es esa otra gran metáfora con la que la Edad moderna ha intentado definirse a sí misma.

Como con el árbol, las partes que componen una máquina se han desplazado a través de un vasto mundo de significaciones.

De larga data e intenso trayecto es el recorrido que la historia del occidente moderno ha hecho a través de su fascinación (y contra fascinación) por las máquinas.

No hay campo de la vida productiva en el que la carrera hacia la construcción de máquinas cada vez más eficientes, silenciosas, útiles, no haya sido un acicate de la continua transformación que la propia condición de lo moderno implica.

Al lado, su correlato. De Frankenstein a Tiempos modernos de Chaplin, pasando por esa palabra de origen checo, Robot, que justamente significa servidumbre.

robot
Imagen: Pinterest.

Las distopias son el engrane dentro del engrane mayor. Fascinación y terror. Sensación de dominio y delirio de acechanza.

En su versión de expoliadoras de la voluntad, de seres que alguna vez cobrarán vida por sí para revertirse a sus creadores, se remece la advertencia de que la Inteligencia cibernética se dirige a arrebatarle a lo humano justamente su condición de seres pensantes.

Sobre el sendero opuesto, se constituyen los esfuerzos de científicos y desarrolladores para consolidar los avances en materia de computadoras controladas directamente desde el cerebro humano.

Una persona sin movimiento atada a una silla de ruedas de manera permanente, y con movilidad reducida en las manos, podría encender el televisor, hacer una llamada o controlar su silla de ruedas, sin requerir de la voz como interface.

No sólo eso. Aunque se vea hoy un tanto lejana, está ahí la posibilidad de que estos desarrollos impacten sobre las capacidades cognitivas del cerebro de una persona que ha sufrido un accidente cerebrovascular o con capacidades motoras severamente restringidas.

Recupero en este contexto, partes de un largo trabajo que ha preparado la Consejería para la Innovación, de la Comisión Europea.

Tres elementos se constituyen como ejes centrales de este proceso de mejora continua de las interfaces entre cerebro y computadoras: entrenamiento de usuarios, procesamiento de datos y la relación entre cráneo-cerebro-computadoras.

cerebro interfaz
Imagen: Guo Mong.

“Hay dos tipos principales de BCI: no invasivos e invasivos”, explica el Dr. Fabien Lotte, director de investigación de Inria Bordeaux-Sud-Ouest en Francia.

Durante no poco tiempo nos hemos acostumbrado a ver esa suerte sombreros de nodos y cables, las versiones no invasivas más comunes, diseñadas para medir la actividad cerebral y llevar esos datos al cerebro.

Las BCI invasivas, en cambio, son desarrollos más delicados y, en cierta medida, más fascinante, pues se trata de sensores colocados dentro del cráneo; ámbito que está explorando, entre otras, Neuralink, iniciativa a cargo del conglomerado del que forma parte Tesla.

En cualquier caso, advierte Lotte, “no sólo necesitamos buena tecnología, también necesitamos usuarios bien capacitados”, expresa el también líder del proyecto de investigación llamado BrainConquest, que diseña una mejor capacitación para usuarios de BCI no invasivos.

La idea de Lotte, su originalidad, encuentra en otro planteamiento novedoso, el del Dr. Aaron Schurger, un complemento por demás interesante.

Profesor en la Universidad Chapman en Estados Unidos, a Schurger le gusta subrayar las enormes cantidades de datos que usa la meteorología, con la necesidad de modificar la manera en que se trabaja en las interfaces cerebro-computadora.

Lo que Schurger propone es pasar de una recopilación de datos centrada en el momento justo antes de que el usuario haga un movimiento, a una recopilación mucho más amplia que incluiría cuando el cerebro está “en reposo”.

Aaron Schurger
Doctor Aaron Schurger, académico miembro del The Brain Institute (Imagen: Chapman).

Aun así, el investigador considera que la ciencia ha pasado demasiado tiempo estancada y que es momento de dar un salto cualitativo de grandes proporciones, entrar al cerebro.

Las consideraciones que implica la perforación del cráneo y la instalación de dispositivos dentro de las personas son claramente aún muy amplias, y la tecnología poco desarrollada aún.

No obstante, lo que queda claro es que tarde o temprano llegaremos a una etapa avanzada de las interfaces llamadas invasivas; es decir, a contar dentro del cráneo con dispositivos como los que ahora se tienen en el corazón, por ejemplo.

Hoy es posible ya que pacientes que han sufrido accidentes cerebrovasculares con solo pensar un acción vean mejoras en las zonas dañadas de su cerebro.  

Mucho más pronto de lo que podemos imaginar, se anuncia, profesiones con altas cargas de tensión, como cirujanos o pilotos, podrán tener información sobre el grado de cansancio de su cerebro y regularlo.

El desarrollo de interfaces cada vez más precisas entre cerebro y máquinas, nos coloca, de paso, frente a la posibilidad de reivindicar un viejo y sabio axioma filosófico: pensar es un hacer.

Pensar no es la antinomia de hacer; sino una forma del hacer específica, un hacer que, además, como todo hacer, transforma la realidad física del mundo.

Lejos de estar en riesgo, el pensamiento, esa cualidad radicalmente humana, tiene, frente a las interfaces entre cerebro y computadoras, un horizonte brillante.

Eso sí, hay que estar dispuesto a pensar.

Y no todos; no siempre.


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Masculino/femenino: identidad sexual, género social

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Una de la identidades más patentes y primordiales en la mayoría de los seres humanos es su sexo, el conjunto de características biológicas de su cuerpo que les confiere la certidumbre de ser hombre o mujer. Los elementos biológicos involucrados en la identidad sexual incluyen cromosomas, formas de expresión genética, niveles de hormonas sexuales, anatomía de los genitales y características sexuales secundarias. Si bien estos factores tienen fundamentos definidos, el sexo genético, el gonadal, el genital, el hormonal, el psicológico y el comportamental tienen variaciones propias y no siempre coinciden en su conjunto.

cerebro masculino y  femenino
La profesora emérita de neurociencia cognitiva del Aston Brain Centre, Gina Rippon, y su libro sobre la cuestionable noción de un cerebro masculino y otro femenino.

Cada una de estas variables y funciones tiene una relación estrecha con el cerebro y se conocen pequeñas diferencias anatómicas entre los cerebros de hombres y mujeres, en especial de algunos núcleos del hipotálamo involucrados en el control hormonal. Varias diferencias mayores reportadas entre el cerebro masculino y femenino han sido corregidas o no se han corroborado. En general el cerebro humano tiene diferencias de grado y no de tipo entre sexos, “razas,” etnias o personalidades. Un tema interesante se refiere al peso del cerebro, que es un poco mayor en los hombres (ca 1,400 gramos) que en las mujeres (ca 1,250 gramos), incluso si se corrige por el peso corporal. Ahora bien, esto de ninguna manera permite concluir que los hombres son más inteligentes que las mujeres; de hecho se puede llegar a una conclusión distinta pues, con un cerebro 10% más ligero, las mujeres ostentan en general las mismas capacidades cognitivas que los hombres, lo que se puede interpretar como un cerebro más eficiente.

La mayoría de las personas se definen como “mujer” o como “hombre” en coherencia con el hecho contundente de tener vagina o pene y esta identidad conlleva una percepción muy diferente a lo largo de la vida de su sitio y papel en la sociedad. En efecto: hombres y mujeres usan diferentes fuentes de información y estrategias cognitivas para resolver problemas y para conducirse tanto en público como en privado. Es decir: de acuerdo con su identidad sexual, los individuos asumen catálogos de conductas, actitudes, creencias y expectativas que se consideran pertenecientes a cada género y propias de un rol social.

masculino y femenino
Las diferencias anatómicas, mentales y sociales, reales y atribuidas, entre el hombre y la mujer han sido frecuentemente expresadas en las artes, como es el caso de “Adán y Eva”, lienzo de Tiziano pintado entre 1485 y 1490 y depositado en el Museo de Prado (tomado de Wikipedia).

A pesar de la prevalente categoría binaria de “hombre” y “mujer”, está surgiendo la necesidad de definir de manera más específica y concreta las alternativas con las que las personas deciden su sexo o su género. Esto ocurre en particular por la lidia política de personas homosexuales y transexuales, de tal manera que conviene ir más allá de las categorías dicotómicas para evaluar la identidad sexual de un ser humano. Al examinar los casos individuales de acuerdo con las múltiples variables que condicionan la identidad sexual, se pueden emplear nociones más certeras y menos estereotipadas. Más aún: no es raro que las personas introspectivas y autocríticas descubran que pueden poseer o desarrollar actitudes, emociones o formas de pensar que tradicionalmente se ubican como propias del “sexo opuesto”. 

marcha gay
Foto tomada el 17 de mayo de 2019 en Cartagena, Colombia, durante la manifestación del Día Internacional Contra la Discriminación por Orientación Sexual (tomada de Wikimedia).

En las últimas décadas se ha acumulado información científica sobre diferencias entre hombres y mujeres en multitud de tareas, estrategias y capacidades cognitivas. Algunas diferencias son imputables a características físicas del cuerpo (por ejemplo, los varones suelen ser más fuertes y las mujeres más flexibles), pero han llamado más la atención las diferencias de orden cognitivo y afectivo, pues, enfrentados a ciertas pruebas y tareas, hombres y mujeres suelen usar estrategias y habilidades diferentes. Está bien establecido que en algunas pruebas o tareas las mujeres tienen un desempeño mejor y los hombres en otras. Por ejemplo, ellas utilizan señales objetivas para orientarse en un lugar desconocido, en tanto ellos suelen usar un mapeo de puntos cardinales. Pero sucede que tanto unas como otros pueden entrenar las habilidades y compensar las diferencias para alcanzar niveles comparables de ejecución y eficiencia. El hecho de que en diferentes pruebas las mujeres ejecuten múltiples tareas y acciones creativas de manera tan eficiente como los varones, lo cual era de esperarse, muestra que es posible llegar a similares resultados utilizando diferentes métodos y procesos. 

La distinción que se ha venido dando entre “sexo” y “género” es útil en muchos contextos para discernir los factores biológicos propios del primer término y los culturales del segundo. Sin embargo, la distinción no es tajante, pues no sólo las características biológicas instigan la identidad sexual psicológica y social, sino que el rol ejercido como mujer o como hombre influyen y modulan la función cerebral y endocrina. Las categorías de “sexo” y “género” no son plenamente separables entre sí, ni distinguen a dos grupos de personas, hombres y mujeres, pues los ingredientes genéticos, biológicos, cerebrales, cognitivos, conductuales y sociales conforman una unidad funcional que corresponde a la identidad sexual.

Francoise Heritier
El libro Masculino/Femenino. El pensamiento de la diferencia de Françoise Héritier, antropóloga del College de France y sucesora de Lévi-Strauss. A la derecha, la autora fallecida en 2017.

La antropóloga estructuralista Françoise Héritier ha reflexionado largamente sobre los fundamentos cognitivos de la dominación masculina en prácticamente todas las sociedades humanas y propone que se relaciona a una oposición asumida de dos sexos, por la cual lo masculino y lo femenino se conciben de manera binaria y esto implica una carga, sea negativa o positiva, de valoración simbólica. La dualidad implícita de “sexo opuesto” y su acepción de “contrario” puede tener diversas derivaciones. Una correlación muy negativa ha sido la dominación masculina y androcéntrica asentada sobre una jerarquía supuesta de privilegios considerada “natural” en las sociedades más diversas y que tiene su manifestación más generalizada en el machismo y más pavorosa en el feminicidio. Si bien esta supremacía ha empezado a revertir con muchas dificultades desde la década de 1960, queda mucho por recapacitar y rectificar para alcanzar una igualdad aceptable.

Una derivación positiva de la oposición binaria es la idea de que los dos sexos tienen capacidades suplementarias, de tal manera que la relación de pareja puede suponer una asociación ventajosa para ambas partes. Desde luego que esta noción ha surgido repetidamente, por ejemplo, en la noción del amor románico, y ha llevado a afirmar a la relación de pareja y al matrimonio heterosexual como el único vínculo posible entre dos personas para formar hogar y familia. También esta suposición ha sido confrontada con éxito creciente a partir de los años sesenta, aunque en general se ha salvaguardado y aún fortalecido la importancia y la necesidad del amor (o esta es mi esperanza).

La división de labores fue seguramente útil y aún necesaria en las sociedades de cazadores-recolectores y en las sociedades agrícolas donde hombres y mujeres llevaban a cabo trabajos disímiles para asegurar entrambos una subsistencia que sería aún más difícil en solitario. Las sociedades urbanas tienen ahora otras opciones para que las personas se asocien de diversas maneras y solventar una existencia que presenta demandas muy distintas a las que enfrentaron sus ancestros. Esto implica un reto formidable que no se limita a la lucha social y política por la igualdad de condiciones, derechos, dividendos y dignidades para todas las personas, sino requiere un desarrollo de la conciencia de cada quien en referencia a la identidad sexual, tanto la propia como la ajena.


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El saber ocupa lugar en el cerebro: ¿cuándo, cómo y dónde?

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Cajal tenía toda la razón al proclamar que cada persona esculpe su cerebro de manera particular por las experiencias, aprendizajes, destrezas y capacidades que adquiere en su vida. Pero este hecho instaura múltiples incógnitas en referencia a cuándo, cómo y dónde, porque sería necesario averiguar dónde y cuándo se encuentran los engramas de la memoria, cómo se establecen las modificaciones del cerebro y cómo se reactivan para dar lugar a los recuerdos. Mucha de la información al respecto se enriqueció con el estudio minucioso de algunos pacientes en el curso de los últimos dos siglos y sólo me referiré a un ejemplo notorio.

En los anales de la neuropsicología destaca el caso de H.M. (identificado como Henry Molaison después de su fallecimiento), un paciente estudiado durante décadas y cuyo hipocampo cerebral fue extraído quirúrgicamente en 1953 para tratar una epilepsia grave. El hipocampo es una región muy antigua del cerebro situada en la profundidad del lóbulo temporal. Si bien se curó de la epilepsia, H.M. perdió la capacidad de formar memorias a largo plazo, en especial hechos, nombres o imágenes propios de la memoria declarativa y esto constituye una amnesia anterógrada, la que se manifiesta a partir de la lesión. Otras funciones cognitivas y recuerdos previos a la operación permanecieron intactos. De éste y otros casos similares, se derivó que el hipocampo es necesario para la formación de memorias a largo plazo a partir de las de corto plazo, pero que no es el lugar de almacenaje y no participa de la memoria operativa y de procedimientos. La evidencia experimental reciente indica de que las memorias episódicas inicialmente requieren una plasticidad veloz en el hipocampo y gradualmente se consolidan en redes de la neocorteza. En la neurología se sabe que la falta transitoria de irrigación sanguínea o isquemia en el hipocampo produce una amnesia global transitoria durante el cual el paciente desconoce su paradero y pregunta: ¿dónde estoy? 

cerebro henry molaison
El paciente Henry Molaison (H.M.) y su cerebro. La extirpación del hipocampo para tratar su epilepsia le produjo un trastorno de memoria extensamente estudiado (Figura tomada de: Research Gate).

En 1971 O´Keefe descubrió que algunas células del hipocampo se activan cuando la rata de experimentación se encuentra en cierta localidad de un laberinto y por ello las llamó neuronas de lugar. Estas células seguramente forman parte del engrama del laberinto en la rata. En 2005 los esposos Moser identificaron en la región vecina de la corteza entorinal, neuronas que generan un sistema de coordenadas para navegar y hacer camino en un espacio. Es probable que el espacio y el tiempo se procesen inicialmente en diferentes redes de neuronas, pero sus señales convergen en el hipocampo para crear un marco espaciotemporal que es propio de la memoria episódica. 

La abundante investigación sobre el papel de varias estructuras cerebrales en la memoria ha aclarado el papel del hipocampo y sus zonas vecinas en la cara medial de los lóbulos temporales del cerebro. Las evidencias de la neuropsicología, de los estudios de conducta y de la neurofisiología en animales, han mostrado que el hipocampo participa en la memoria espacial de las formas y dimensiones de los lugares, así como de la orientación y movimiento del organismo en el espacio. Además de la consolidación de las memorias episódicas, se conoce que esta región funciona para integrar tales funciones mediante sus conexiones con otras áreas. Por ejemplo, las interacciones entre el hipocampo y la corteza prefrontal son fundamentales en la modulación de las acciones dirigidas a una meta o a la obtención de un resultado particular. Las redes del hipocampo mapean múltiples dimensiones de la experiencia para organizar las formas de conocimiento que integran a la persona con su mundo.

hipocampo
Arquitectura del hipocampo revelada por medios histoquímicos. El pliegue de la estructura sobre sí misma sugirió la del hipocampo de mar (derecha). El hipocampo es crucial en la memoria espacial y en la consolidación de las experiencias (Figura tomada de: Departamento de Histología y Embriología).

Ahora bien, es importante destacar que otras formas de memoria involucran diferentes partes del cerebro. Por ejemplo, la investigación de LeDoux destaca el papel crucial que realizan los núcleos amigdalinos del lóbulo temporal en las respuestas condicionadas de miedo en la rata. En este mismo rubro, vale la pena citar la prolongada investigación del psicobiólogo mexicano Roberto Prado, quien inicialmente demostró la participación del caudado, un núcleo profundo del cerebro involucrado en la regulación y coordinación del movimiento en la memoria de una conducta aprendida por miedo. Las ratas en estudio evitaron para siempre entrar en una zona obscura de la caja experimental después de haber recibido un toque eléctrico en las patas, la primera vez que la exploraron. Se trata de un aprendizaje emocional producido por un solo evento que es relativamente fácil de provocar y de analizar una vez establecido. Por razones teóricas y experimentales, Prado consideró que el engrama de esa conducta estaba localizado en el núcleo caudado hasta que una experiencia más intensa de aprendizaje (un choque eléctrico más potente) rebasó esta estructura y protegió a esta conducta contra fármacos que contrarrestan la memoria. Ésta es una evidencia de que una experiencia emocional y puntual se codifica en diversas estructuras cerebrales y que su engrama puede moverse en el cerebro.

neurona
La “neurona de Jennifer Aniston” se refiere a una neurona que responde no sólo al reconocimiento de un rostro particular, sino a esa persona en cualquier atuendo y circunstancia. Es una neurona de concepto que forma parte crucial de un engrama (Figura tomada de: Medium).

Rodrigo Quian Quiroga, neurocientífico argentino que investiga en Inglaterra, ha logrado registrar la actividad de neuronas individuales en cerebros de humanos conscientes sometidos a neurocirugías. Al presentar a estos pacientes fotos de diversas celebridades, encontró neuronas en el lóbulo temporal que sólo disparan cuando el sujeto reconoce a una celebridad en particular. Estas células fueron llamadas “neuronas de Jennifer Aniston,” porque se detectaron con fotografías de esta actriz. Seguramente diferentes neuronas están involucradas en el reconocimiento de otros conocidos y el importante hallazgo permite concluir que esas neuronas localizan cierta información necesaria para identificar a una persona conocida, y forman parte de una red involucrada en ese reconocimiento. Es muy probable que la memoria episódica utilice varios indicios y dominios para operar. Por ejemplo, se ha postulado una distinción entre trazas de memoria y ubicación en el tiempo. Las trazas o huellas son representaciones de episodios que se han vivido, en tanto que la ubicación en el tiempo integra estas escenas en un marco espaciotemporal para su comprensión, su narración y para proyectar posibilidades a futuro. 

Por éstas y muchas otras evidencias, se puede afirmar que ciertos engramas están distribuidos y abarcan redes neuronales de varias regiones del cerebro, tanto de la corteza como de núcleos subcorticales. Cada una de estas regiones codifica información específica del evento, como pueden ser cualidades sensoriales, afectos, información de tiempo y lugar. Es muy posible que las regiones nodales para un engrama cambien a lo largo del tiempo y esto se manifiesta en las modificaciones que sufre el recuerdo a lo largo de la vida. Estos factores forman parte de la memoria episódica del individuo y proveen de una información muy relevante de cómo se almacenan las escenas del pasado en el cerebro. Diversas zonas y redes neuronales intervienen para fundamentar aspectos de la identidad personal; ya hemos mencionado que la planeación de acciones futuras involucra al lóbulo frontal, la reflexión a la red basal o default del cerebro. Las conexiones entre las redes que procesan aspectos de la propia identidad en el espacio y el tiempo son fundamentales para integrar la diversa información sobre uno mismo en una autoconciencia formada por múltiples caretas.

cerebro engrama
El engrama como una red neuronal que se activa durante el aprendizaje, se consolida perdiendo actividad y se renueva y reconsolida con cada nueva recolección o recuerdo. Figura tomada del artículo: Josselyn, S., Köhler, S. & Frankland, P. “Finding the engram”. Nat Rev Neurosci, 16, 521–534 (2015).

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