Coyoacán

Entre la pandemia, la incredulidad y la crisis económica; historia de un taxista

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Es un día de abril del 2020 y Rafael se despierta a las 6 de la mañana. Luego de lavarse los dientes, peinarse el cabello y elegir su ropa, va por su taxi  que guarda en una de las calles de la colonia Ajusco, Coyoacán en la Ciudad de México (CDMX). Sin temor a ser víctima del virus SARS-CoV-2, se dirige al Pedregal de Santo Domingo para formarse en esa base de taxistas que se convertirá en el escenario de su aburrimiento y desesperación. ¿La causa? La pandemia de COVID-19 se llevó a sus pasajeros. 

Rafael es un hombre de 37 años apasionado del fútbol, el dibujo y la convivencia entre amigos. Lleva 12 años al manejo del volante, pero tiene toda una vida llena de emociones, partidos, baile callejero y grafiti. 

Pese a la tranquilidad que proyecta, Rafael se sumó a la lista de personas que vieron caer su economía dado la crisis sanitaria de coronavirus, pero no cree en la existencia de la enfermedad. Y es que como muchos taxistas, el confinamiento implementado por las autoridades de la CDMX y el Gobierno federal, le pegó justo en su fuente de ingresos: la gente que recorre los rincones de la ciudad. 

Taxi de Rafael. Fotografía:Especial

A partir del 23 de marzo, la Secretaría de Salud (Ssa) implementó el programa denominado “Jornada Nacional de Sana Distancia”. Con base en el distanciamiento social, la estrategia se prolongó hasta el 30 de mayo, fecha en la que poco a poco se empezó a ver reactivada la economía mexicana —aún con el aumento de contagios y decesos por COVID-19—. 

Para Rafael, el tiempo de confinamiento representó un cambio total de su panorama. En entrevista para El Semanario, el taxista compartió que de ganar 700 u 800 pesos al día —sin contar los gastos de combustible— llegó a obtener 120 pesos en una jornada de hasta diez horas. 

De acuerdo con Rafael, antes de la llegada de la pandemia, eran tantos sus pasajeros que no podían contarse. No obstante, a partir de que el virus cobró fuerza, de las 6: 00  a las 13: 00 horas del día, únicamente conseguía cinco o seis viajes y a distancias muy cortas.

“Al principio de la pandemia, estábamos formados hasta por una hora y media para conseguir un viaje de 12 a 15 pesos. Eran raros los de arriba de 20 pesos”, explicó el taxista. 

Precisamente por lo anterior, Rafael retomó su pasión por el dibujo y el grafiti. Resulta que en los largos tiempos de espera en la base de taxis, el trabajador tomaba su libreta e invertía su tiempo en la realización de bocetos. Tal situación, sobre todo porque cuando tenía alrededor de 18 años se dedicó a promover su cultura a través de la pinta de paredes. ¡Hoy su sueño es pasar de los muros a la piel a través de los tatuajes!

Boceto de Rafael. Fotografía:Especial

Pero el habitante de la colonia Ajusco, no fue el único que buscó nuevos caminos. La Organización de Taxistas Unidos Por México advirtió en abril del presente año, que a raíz de la pandemia de COVID-19, redujeron sus ingresos hasta en un 80 por ciento. Durante una conferencia de prensa, el gremio puso de manifiesto que gracias al llamado de “Quédate en Casa” los transportistas comenzaron a tener una reducción en sus viajes diarios. 

La situación resultó un poco más complicada para aquellos taxistas cuyos vehículos que manejan no son propios. Rafael compartió que tiene amigos que con todo y la disminución del pasaje, tenían que pagar las cuotas del uso de la unidad. 

Y la problemática no se termina en las afectaciones para cada uno de los taxistas de la CDMX. Todo lo contrario, del ingreso de ellos, suelen depender familias enteras; como en el caso de Rafa, donde a pesar de estar separado de su esposa, debe aportar a la manutención de sus dos hijos. 

A diferencia de otros comerciantes, Rafa no consiguió ser beneficiario de algún programa gubernamental. Dicha situación no es novedad, dado que a ocho meses del inicio de la pandemia, en noviembre pasado, el Zócalo de la CDMX se volvió a convertir en el escenario de taxistas que exigían algún crédito a la palabra por parte de las autoridades. 

Gracias a que Rafael cuenta con el apoyo económico de su madre, pudo salir adelante en la etapa más oscura de la emergencia. Sin embargo, el panorama también se tiñó de gris cuando la señora enfermó, dio positivo a coronavirus y sus jefes la despidieron. Es aquí cuando el taxista dejó de creer en la existencia de la COVID-19.

No existe o soy la cura de la enfermedad: Rafael 

Rafael es una de esas personas que pone en duda la existencia del virus que ha dejado  más de 1 millón 600 mil muertes en el mundo —según datos de la Universidad Johns Hopkins—. Desde que llegó la enfermedad al territorio mexicano, el joven taxista continuó con sus actividades cotidianas. Incluso, no le llegaron a faltar las partidas de fútbol nocturnas en el camellón de Metro Universidad y hasta las “chelitas” con los amigos. 

A diario, toma y deja su pasaje sin hacer uso del cubrebocas y ya ni hablar de la careta o plásticos protectores. Todo lo contrario, en sus tiempos libres disfruta de unos ricos cacahuates y un refresco para acompañar a la serie que le toca de Netflix. 

“Si fuera cierto, aquí en Santo Domingo todo se sabe. Yo como vecino de Santo Domingo hubiese sabido que murieron mis vecinos. Pero, aquí casi no hay muertos”, compartió el entrevistado.

Pese a que las autoridades capitalinas exhortaron a los taxistas desde el pasado 21 de marzo a seguir todo un protocolo sanitario —lavado de manos, limpieza de superficies, no contacto físico con los pasajeros y hasta barreras de protección—, Rafael sigue por las calles de Santo Domingo con su música a todo volumen y desafiando aquello temido por muchos. 

Boceto de Rafael. Fotografía: Especial

Y es que además de todos esos factores externos, hay una causa que produce la incredulidad de Rafael: Su madre enfermó de COVID-19 y no contagió a nadie, o por lo menos, eso es lo que piensan. 

“Mi mamá es la prueba de que el virus no existe o yo soy su cura, porque no me he enfermado para nada, ni mi hijo, ni mi cuñado, ni nadie”, comentó el joven. 

Resulta que hace algunos meses, la mamá de Rafael tuvo una infección en la garganta; acudió al Seguro y tras tomar su tratamiento, no tuvo ninguna mejoría. Más tarde, decidió ir al “Simi” y le dijeron que se trataba de principios de neumonía, por lo que le sacaron una placa de pulmón. 

La doctora al ver los estudios, le recomendó realizarse la prueba de COVID-19, a la que salió positiva. No obstante, para este punto de la jugada, la señora ya se sentía casi como nueva y la única consecuencia fue el decir adiós a su trabajo —cuidaba a adultos mayores—. 

“Desde que empezó no creo y menos con esto. Dijeron que era muy contagioso y pues ni yo, ni los que estuvimos cerca de mi mamá, nos contagiamos”, advirtió Rafa

Así es como Rafael va contra marea y no entra en el porcentaje de mexicanos que teme estar cerca de casos de coronavirus. De acuerdo con una encuesta realizada por Consulta Mitofsky, 78 por ciento de los habitantes del país, tiene miedo de contagiarse o que un familiar sea víctima del virus SARS-CoV-2. ¡Esa no es su situación!

Por el momento, Rafael tiene preocupaciones menos genéricas y espera que para febrero del 2021, termine de construir su casa en Santo Tomás de Ajusco. Incluso, no ve muy lejana, la compra de su máquina para dedicarse a tatuar en busca de su pasión. 

Es un día de diciembre del 2020 y Rafael como muchos miembros del gremio, está en ascenso, tiene más pasajes que hace un par de meses. Sigue esperando largas filas en la base de Santo Domingo, así como dibujando y viendo series de Netflix. La única diferencia es que existe más esperanza y movimiento en la lucha dividida entre la incredulidad y la vacuna contra la COVID-19.  

“Santocho”, Coyoacán: historias de un bario rudo

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Esa mañana de sábado no fue una más, para Alan, Jessica, Luna y todo un grupo de jóvenes que además de enfrentar la pandemia de COVID-19, sobreviven a diario, a una de las colonias más peligrosas de la alcaldía Coyoacán: “Santocho”. Como lo han hecho por varias sesiones, acudieron a un inmueble ubicado en la calle de Canahutli a fin de tomar una de sus últimas clases de Taekwondo.

Con todo y el frío de un día de noviembre, los chicos de entre 15 y 30 años entraron ansiosos al llamado “Teatro del Barrio” —un lugar que hace algunos meses, era territorio de nadie—. Lo que quizás ellos no supieron, es que al ingresar al recinto y hacer series de sentadillas, abdominales y lagartijas, se están apropiando del espacio público de su comunidad. 

Y es que en aquella ocasión fue una clase de artes marciales, pero desde meses atrás la agrupación juvenil se convirtió en la protagonista de toda una serie de cursos y talleres de distinta índole. ¿Cómo? Por medio del programa “Jóvenes en Prevención”.

Angélica Ángel Ruano, socióloga y coordinadora del proyecto en el Pedregal de Santo Domingo, explicó que “Jóvenes en Prevención” forma parte del Programa de Fortalecimiento para la Seguridad (Fortaseg).  En este sentido, advirtió que tiene el objetivo de implementar acciones que eviten la propagación de la violencia y el delito.

¡Una estrategia para jóvenes hecha por jóvenes!

“Todos en parejas, tomen el domi y hagan series de 30 patadas… Más fuerte, más veloz, con mayor intensidad”, dijo Mario durante su clase de Taekwondo del 21 de noviembre.

“Jóvenes en Prevención” incluye la realización de diversas lecciones a nivel teórico y práctico. No obstante y de acuerdo con Ángel Ruano, todas las actividades deportivas y culturales son impartidas por los propios beneficiarios del programa.

La socióloga puso de manifiesto que a causa de la emergencia sanitaria, los ejecutores de la iniciativa hicieron una convocatoria casa por casa. Tocando las puertas de “Santocho” detectaron a personas de entre 15 y 29 años de edad con alguna habilidad que pudiesen compartir con sus iguales.

En este sentido, de lunes a sábado, los chicos forman parte de una programación que incluye clases como zumba, break dance, taller de mural y confección textil. A los encuentros pueden asistir personas que estudian, trabajan, en condición de calle, mujeres embarazadas o en cualquier esquema. Solo hay un requisito: ser joven y agente de cambio.

Así como Mario, Jessica es una adolescente de 16 años que forma parte de “Jóvenes en Prevención”. Sin embargo, en lugar de enseñar cómo hacer firmes movimientos con los pies, ella brinda lecciones para hacer cambios desde la tela.

Los días lunes, Jessica se dirige a otros chicos por medio del taller de “Remodelación de ropa” —una actividad que aprendió desde su educación secundaria—. En su última lección, la joven enseñó a sus alumnos  y además compañeros, a transformar una sudadera con diferentes materiales.

De acuerdo con la socióloga Ángel Ruano, los jóvenes del Pedregal de Santo Domingo han respondido muy bien al proyecto de prevención. En la lección del sábado, puso de manifiesto que se trata de una colonia con una población juvenil bastante grande, lo que hace más fácil la ejecución de la estrategia.

¿Por qué “Santocho”?

Según Datos Abiertos de la Ciudad de México (CDMX), el Pedregal de Santo Domingo es una de las cinco colonias con mayor incidencia delictiva de Coyoacán. Incluso, durante la década de los 80, estuvo habitada por diversas pandillas que mantenían con riñas y enfrentamientos las calles de la zona.

Ante este panorama, Ángel Ruano señaló que “Jóvenes en prevención” intenta localizar focos, regiones y comunidades con alto nivel de riesgo de incidencia delictiva. Añadió que el proyecto toma información del Secretariado Nacional de Seguridad a fin de definir los sitios que requieren mayor apoyo.

Construido sobre piedra volcánica, “Santocho” carece de lugares abiertos como parques o unidades deportivas. Sin embargo, tal panorama no representó una barrera para Angélica y su equipo de trabajo, que con todo y pandemia de Covid-19, concientizaron a la juventud.

“Cada proyecto para mí es un reto diferente. Aprendí que la Ciudad de México es un lugar muy grande y por ende, tiene problemas muy grandes. Sin embargo, también presenta más oportunidades que otras regiones”, apuntó la socióloga.

Así, esa mañana de sábado no fue una más, para Alan, Jessica y Luna. Por el contrario, al ingresar al Teatro del Barrio, están fomentando una sociedad más incluyente y segura. Ahora, la principal diferencia radica en que ese espacio —antes de nadie— ya tiene dueño: la juventud.

El Museo de las Intervenciones: una mirada al pasado de México en defensa de su soberanía

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La Ciudad de México es la segunda metrópoli con más museos del mundo, siendo sólo superada por Londres. En ella se pueden encontrar instituciones como: el Museo Nacional de Antropología (MNA) –posiblemente el más prominente de la capital del país y administrado por el INAH–, el Museo Nacional de Historia en el Castillo de Chapultepec y el Museo del Templo Mayor. Sin olvidar otros igualmente importantes, el Museo Nacional de Arte (MUNAL) en la Plaza Manuel Tolsá, el Antiguo Colegio de San Ildefonso y el Museo Frida Kahlo –ahí mismo la famosa Casa Azul–. También podemos ver otros de más reciente inauguración, el futurista Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC) de la UNAM –inaugurado en 2008, situado en la misma Ciudad Universitaria–, el Museo Soumaya –inaugurado en 2011–, y el Museo del Estanquillo que data de 2006, albergando colecciones y objetos de Carlos Monsiváis. Estos son algunos de los más de 150 museos –que tienen dicha categoría– distribuidos por toda la ciudad.

Desde mi punto de vista, uno de los más singulares es el Museo de las Intervenciones. Tal como dice su nombre, trata sobre las intervenciones extranjeras que ha tenido México a lo largo de su historia. Y es que durante sus poco más de 200 años como país independiente, ha sufrido las ansias expansionistas de su poderoso vecino del norte: los Estados Unidos de América o la Intervención Francesa (1862-1867) que instauró la monarquía de Maximiliano de Habsburgo.

El museo está situado en el ex Convento de Nuestra Señora de los Ángeles de Churubusco en la alcaldía de Coyoacán. Fue construido durante la primera mitad del siglo XVI por la orden de los franciscanos, pasando más tarde a otra rama de su orden, la de los dieguinos.

museo de las intervenciones
Fotografía: MX City.

Unos años después de conseguir el país su independencia, el edificio y sus alrededores fueron escenario de la famosa Batalla de Churubusco durante la Primera Intervención de Estados Unidos (1847-1848). El 20 de agosto de 1847, las tropas del General Winfield Scott en su camino hacia la Ciudad de México se encontraron con 1300 efectivos mexicanos –incluidos miembros del Batallón de San Patricio– que se habían fortificado en el convento. Resistieron heroicamente a más de 8000 efectivos estadounidenses, pero tras quedarse sin municiones el mismo día tuvieron que rendirse. Cuando el general estadounidense David Twiggs pidió a los batallones mexicanos que entregaran sus armas, el general Pedro María Anaya en actitud orgullosa le espetó: Si hubiera parque, no estaría usted aquí. En homenaje a los que defendieron la plaza, justo al lado del museo, se encuentra la estatua en honor al general Anaya y la plaza frontal del convento lleva el nombre del Batallón de San Patricio. En las cercanías, una calle tiene el nombre del general Anaya y otra la de “Mártires Irlandeses”.

El edificio fue declarado Monumento Nacional por Benito Juárez y hasta 1914 fue un hospital militar. Funcionó también como una escuela de pintura y con posterioridad un Museo de la Historia del Transporte. El museo actual se estableció en septiembre de 1981 por orden del presidente José López Portillo.

Durante la visita al museo se pueden admirar las antiguas estancias que han sido minuciosamente conservadas: la cocina, el refectorio, el claustro o el estupendo jardín; asimismo, se pueden observar numerosas obras de arte sacro. Un museo sobre esta temática puede sorprender a mucha gente; pero lo cierto es que las intervenciones extranjeras que ha sufrido la República mexicana desde su independencia, han ido conformando la identidad nacional de México. En la exposición podemos ver cuadros, litografías y diversos documentos, banderas, armas, uniformes, muebles y diversos objetos de cada acontecimiento histórico. Para enriquecer el recorrido, el museo cuenta con el apoyo de textos explicativos respaldados por documentos sonoros y audiovisuales.

museo
Fotografía: INAH.

No me extenderé en las diez salas del museo establecidas en orden cronológico, pero además de las intervenciones extranjeras, también existe una parte dedicada a la Guerra de Independencia y otra posterior sobre el largo gobierno de Porfirio Díaz, cuando gran parte de los recursos del país estaban en manos de empresas extranjeras. Incluso, hay una sala dedicada a la Revolución en la que se muestra cómo Estados Unidos apoyó la conspiración para derrocar a Francisco I. Madero en 1913 durante La Decena Trágica.Las últimas invasiones que se exhiben son las dos intervenciones de Estados Unidos en territorio mexicano durante la Revolución.

Sin duda, las dos salas más importantes son las dedicadas a la Primera Intervención de Estados Unidos (1846-1848) y a la Intervención Francesa (1862-1867), que instauró el Segundo Imperio Mexicano. En la primera, podemos ver cómo Estados Unidos hizo todo lo posible para adueñarse de territorio nacional tras la Independencia de Texas en 1836, la cual se anexionó nueve años más tarde. México se opuso a la par que aumentaban los enfrentamientos en la frontera entre los dos países, lo que llevó a que se declararan la guerra oficialmente en mayo de 1846.

Con anterioridad, Estados Unidos había intentado comprar los territorios de la Alta California y del actual Nuevo México, sobre todo justificándose en la idea del “Destino Manifiesto”, defendiendo que Estados Unidos tenía el deber divino de gobernar todo el continente americano. Tras casi un año y medio de conflicto, el vecino del norte se anexionó más de la mitad del territorio mexicano, incluyendo los actuales estados de California, Nevada, Utah y Nuevo México, entre otros, y la definitiva incorporación de Texas al país del norte; algo que hizo oficial el Tratado de Guadalupe-Hidalgo.

En la sala dedicada a la Intervención Francesa vemos otro periodo intrincado de la historia mexicana. Habían pasado pocos años desde la pérdida de territorio nacional en manos del vecino del norte y la Guerra de Reforma (1858-1861) en la que los liberales de Benito Juárez ganaron y así pudieron aplicar la Constitución de 1857, que establecía la desamortización de los bienes eclesiásticos y la enseñanza laica. Debido a que el gobierno suspendió el pago de la deuda exterior por dos años con Francia, Reino Unido y España, estos países desembarcaron en Veracruz reclamando el pago. Los españoles y los británicos llegaron a un acuerdo con el gobierno mexicano sobre los pagos, pero Francia tenía ambiciones imperialistas hacia el país, por lo que decidió invadirlo.

recorrido museo
Fotografía: INAH.

A pesar de su avance constante, el 5 de mayo de 1862, el ejército francés sufrió una derrota en Puebla ante las tropas comandadas por el general Ignacio Zaragoza, lo que paralizó durante unos meses el avance invasor hacia la Ciudad de México. En la exposición del museo podemos ver lo que decía la prensa gala de México, menospreciando a los mexicanos o los comentarios del general Charles Latrille de Lorencez que en un mensaje destinado al emperador francés afirmaba que eran superiores a los mexicanos en todo, incluyendo en organización, sensibilidad y raza.

A pesar de esta gran victoria, los franceses tomaron Puebla unos meses después, llegando a la capital del país en junio de 1863. En este tiempo los conservadores mexicanos habían estado buscando, bajo el amparo de Napoleón III, un candidato a monarca, encontrándolo en la figura de Maximiliano de Habsburgo, hermano del emperador Francisco-José de Austria. El Segundo Imperio mexicano duró apenas tres años, ya que los franceses empezaron a abandonar México en 1866 y los conservadores se desilusionaron con Maximiliano debido a que realizó diversas políticas liberales y las tropas juaristas no cesaron en su lucha para reinstaurar la República.

Se puede afirmar que el Museo de las Intervenciones permite conocer el largo camino de México para reafirmarse como un país independiente. Un proceso difícil, ya que tuvo que padecer una invasión que le privó de más de la mitad de su territorio, la instauración de un monarca extranjero, y una larga dictadura –la de Porfirio Díaz– que dejó los recursos del país en manos de empresas foráneas que pagaban salarios muy precarios a los trabajadores mexicanos. La Revolución mexicana (1910-1920) intentó paliar esta situación, sentando las bases de un proceso de construcción nacional que aunque dio impulso al país, se sustentó en un sistema de partido hegemónico.


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