Museos

Cerrarán museos de la Ciudad de México

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Con el fin de evitar contagios por COVID-19, ante el estado de alerta declarado por la Jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, la Secretaría de Cultura anunció que cerrará sus museos en la Ciudad de México. Esta medida comenzará a partir del lunes 14 de diciembre y por tiempo indefinido, explicaron en un comunicado.

“De esta forma, la Secretaría de Cultura atiende el llamado urgente que hizo la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum Pardo, para quedarse en casa y extremar las medidas de cuidado para prevenir contagios debido a la alerta del crecimiento de casos y hospitalizaciones por COVID-19”, explicó la dependencia.

Aclararon que seguirán realizando actividades, como recorridos, exposiciones, archivos sonoros, entrevistas, obras de teatro, conciertos, muestras cinematográficas y otras actividades en línea, a través de la página contigoenladistancia.cultura.gob.mx.

“Cabe resaltar que esta pausa no significa la suspensión de la vida cultural ni una limitante para continuar conociendo y disfrutando del patrimonio cultural, ya que los distintos espacios culturales ofrecen una amplia gama de contenidos digitales para continuar con su labor de difusión de la cultura y las distintas expresiones artísticas, a través de sus redes sociales y en la plataforma ‘Contigo en la distancia’ de la Secretaría de Cultura”, explicaron.

Los siguientes son los museos que se mantendrán cerrados a partir del lunes:

Nacional de Arte, Palacio de Bellas Artes, Arte Moderno, Nacional de Arquitectura, Mural Diego Rivera, Ex Teresa Arte Actual, Sala de Arte Público Siqueiros, Tamayo Arte Contemporáneo, Casa Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo, San Carlos, Galería José María Velasco, Nacional de la Estampa, Carrillo Gil, Laboratorio Arte Alameda y Salón de la Plástica Mexicana.

Por otro lado, teatros, centros culturales, zonas arqueológicas y cines, permanecerán abiertos pero con horarios restringidos y una capacidad de 30%.

El Museo de las Intervenciones: una mirada al pasado de México en defensa de su soberanía

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La Ciudad de México es la segunda metrópoli con más museos del mundo, siendo sólo superada por Londres. En ella se pueden encontrar instituciones como: el Museo Nacional de Antropología (MNA) –posiblemente el más prominente de la capital del país y administrado por el INAH–, el Museo Nacional de Historia en el Castillo de Chapultepec y el Museo del Templo Mayor. Sin olvidar otros igualmente importantes, el Museo Nacional de Arte (MUNAL) en la Plaza Manuel Tolsá, el Antiguo Colegio de San Ildefonso y el Museo Frida Kahlo –ahí mismo la famosa Casa Azul–. También podemos ver otros de más reciente inauguración, el futurista Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC) de la UNAM –inaugurado en 2008, situado en la misma Ciudad Universitaria–, el Museo Soumaya –inaugurado en 2011–, y el Museo del Estanquillo que data de 2006, albergando colecciones y objetos de Carlos Monsiváis. Estos son algunos de los más de 150 museos –que tienen dicha categoría– distribuidos por toda la ciudad.

Desde mi punto de vista, uno de los más singulares es el Museo de las Intervenciones. Tal como dice su nombre, trata sobre las intervenciones extranjeras que ha tenido México a lo largo de su historia. Y es que durante sus poco más de 200 años como país independiente, ha sufrido las ansias expansionistas de su poderoso vecino del norte: los Estados Unidos de América o la Intervención Francesa (1862-1867) que instauró la monarquía de Maximiliano de Habsburgo.

El museo está situado en el ex Convento de Nuestra Señora de los Ángeles de Churubusco en la alcaldía de Coyoacán. Fue construido durante la primera mitad del siglo XVI por la orden de los franciscanos, pasando más tarde a otra rama de su orden, la de los dieguinos.

museo de las intervenciones
Fotografía: MX City.

Unos años después de conseguir el país su independencia, el edificio y sus alrededores fueron escenario de la famosa Batalla de Churubusco durante la Primera Intervención de Estados Unidos (1847-1848). El 20 de agosto de 1847, las tropas del General Winfield Scott en su camino hacia la Ciudad de México se encontraron con 1300 efectivos mexicanos –incluidos miembros del Batallón de San Patricio– que se habían fortificado en el convento. Resistieron heroicamente a más de 8000 efectivos estadounidenses, pero tras quedarse sin municiones el mismo día tuvieron que rendirse. Cuando el general estadounidense David Twiggs pidió a los batallones mexicanos que entregaran sus armas, el general Pedro María Anaya en actitud orgullosa le espetó: Si hubiera parque, no estaría usted aquí. En homenaje a los que defendieron la plaza, justo al lado del museo, se encuentra la estatua en honor al general Anaya y la plaza frontal del convento lleva el nombre del Batallón de San Patricio. En las cercanías, una calle tiene el nombre del general Anaya y otra la de “Mártires Irlandeses”.

El edificio fue declarado Monumento Nacional por Benito Juárez y hasta 1914 fue un hospital militar. Funcionó también como una escuela de pintura y con posterioridad un Museo de la Historia del Transporte. El museo actual se estableció en septiembre de 1981 por orden del presidente José López Portillo.

Durante la visita al museo se pueden admirar las antiguas estancias que han sido minuciosamente conservadas: la cocina, el refectorio, el claustro o el estupendo jardín; asimismo, se pueden observar numerosas obras de arte sacro. Un museo sobre esta temática puede sorprender a mucha gente; pero lo cierto es que las intervenciones extranjeras que ha sufrido la República mexicana desde su independencia, han ido conformando la identidad nacional de México. En la exposición podemos ver cuadros, litografías y diversos documentos, banderas, armas, uniformes, muebles y diversos objetos de cada acontecimiento histórico. Para enriquecer el recorrido, el museo cuenta con el apoyo de textos explicativos respaldados por documentos sonoros y audiovisuales.

museo
Fotografía: INAH.

No me extenderé en las diez salas del museo establecidas en orden cronológico, pero además de las intervenciones extranjeras, también existe una parte dedicada a la Guerra de Independencia y otra posterior sobre el largo gobierno de Porfirio Díaz, cuando gran parte de los recursos del país estaban en manos de empresas extranjeras. Incluso, hay una sala dedicada a la Revolución en la que se muestra cómo Estados Unidos apoyó la conspiración para derrocar a Francisco I. Madero en 1913 durante La Decena Trágica.Las últimas invasiones que se exhiben son las dos intervenciones de Estados Unidos en territorio mexicano durante la Revolución.

Sin duda, las dos salas más importantes son las dedicadas a la Primera Intervención de Estados Unidos (1846-1848) y a la Intervención Francesa (1862-1867), que instauró el Segundo Imperio Mexicano. En la primera, podemos ver cómo Estados Unidos hizo todo lo posible para adueñarse de territorio nacional tras la Independencia de Texas en 1836, la cual se anexionó nueve años más tarde. México se opuso a la par que aumentaban los enfrentamientos en la frontera entre los dos países, lo que llevó a que se declararan la guerra oficialmente en mayo de 1846.

Con anterioridad, Estados Unidos había intentado comprar los territorios de la Alta California y del actual Nuevo México, sobre todo justificándose en la idea del “Destino Manifiesto”, defendiendo que Estados Unidos tenía el deber divino de gobernar todo el continente americano. Tras casi un año y medio de conflicto, el vecino del norte se anexionó más de la mitad del territorio mexicano, incluyendo los actuales estados de California, Nevada, Utah y Nuevo México, entre otros, y la definitiva incorporación de Texas al país del norte; algo que hizo oficial el Tratado de Guadalupe-Hidalgo.

En la sala dedicada a la Intervención Francesa vemos otro periodo intrincado de la historia mexicana. Habían pasado pocos años desde la pérdida de territorio nacional en manos del vecino del norte y la Guerra de Reforma (1858-1861) en la que los liberales de Benito Juárez ganaron y así pudieron aplicar la Constitución de 1857, que establecía la desamortización de los bienes eclesiásticos y la enseñanza laica. Debido a que el gobierno suspendió el pago de la deuda exterior por dos años con Francia, Reino Unido y España, estos países desembarcaron en Veracruz reclamando el pago. Los españoles y los británicos llegaron a un acuerdo con el gobierno mexicano sobre los pagos, pero Francia tenía ambiciones imperialistas hacia el país, por lo que decidió invadirlo.

recorrido museo
Fotografía: INAH.

A pesar de su avance constante, el 5 de mayo de 1862, el ejército francés sufrió una derrota en Puebla ante las tropas comandadas por el general Ignacio Zaragoza, lo que paralizó durante unos meses el avance invasor hacia la Ciudad de México. En la exposición del museo podemos ver lo que decía la prensa gala de México, menospreciando a los mexicanos o los comentarios del general Charles Latrille de Lorencez que en un mensaje destinado al emperador francés afirmaba que eran superiores a los mexicanos en todo, incluyendo en organización, sensibilidad y raza.

A pesar de esta gran victoria, los franceses tomaron Puebla unos meses después, llegando a la capital del país en junio de 1863. En este tiempo los conservadores mexicanos habían estado buscando, bajo el amparo de Napoleón III, un candidato a monarca, encontrándolo en la figura de Maximiliano de Habsburgo, hermano del emperador Francisco-José de Austria. El Segundo Imperio mexicano duró apenas tres años, ya que los franceses empezaron a abandonar México en 1866 y los conservadores se desilusionaron con Maximiliano debido a que realizó diversas políticas liberales y las tropas juaristas no cesaron en su lucha para reinstaurar la República.

Se puede afirmar que el Museo de las Intervenciones permite conocer el largo camino de México para reafirmarse como un país independiente. Un proceso difícil, ya que tuvo que padecer una invasión que le privó de más de la mitad de su territorio, la instauración de un monarca extranjero, y una larga dictadura –la de Porfirio Díaz– que dejó los recursos del país en manos de empresas foráneas que pagaban salarios muy precarios a los trabajadores mexicanos. La Revolución mexicana (1910-1920) intentó paliar esta situación, sentando las bases de un proceso de construcción nacional que aunque dio impulso al país, se sustentó en un sistema de partido hegemónico.


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Sensibilidad ciega

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Ésta es la historia de ese gran fracaso o de un proyecto que todavía no logro tangibilizar. Tal vez por eso la escribo, porque deseo hacerla realidad.

Hace más de seis años un grupo de amigos decidimos incursionar en el diseño de una experiencia a través de pensar un reto que nos sacará de nuestra zona de confort. Le llamamos al resultado de ese experimento Los ciegos que no vemos. El reto consistía en generar una experiencia para ciegos en museos. Lo hacíamos seis personas con muy diferentes perspectivas: había una diseñadora, un arqueólogo, una antropóloga, un músico-mercadólogo y una comunicóloga experta en cambio de comportamiento. La tarea fue ardua, pues ninguno conocíamos a un débil visual; tampoco teníamos conexión alguna y clara con museos. Tal vez por eso el proyecto derivó en una gran idea jamás implementada: una historia de fracaso por falta de fondos. Sin embargo, el trayecto y el aprendizaje fueron de una riqueza infinita. Conocer a algunas personas de la comunidad débil visual ha sido una de las experiencias más ricas que he tenido en mi vida.

El proceso nos llevó a enfrentar nuestros propios prejuicios: percibimos que en el mundo de “los ciegos” había diferencias claras. No es lo mismo nacer que ser adquirido, y no es lo mismo quedarse ciego a los cinco que a los veinticinco años o tener una debilidad visual con cierto grado de limitación. Nos dimos cuenta que el aislamiento, más que de capacidad, es social. Somos una sociedad “racista” hacia una otredad distinta. No tenemos la más mínima cultura de interacción con personas que tienen diversas capacidades. El portal se abrió hacia las múltiples discapacidades que pueden ser más severas y para las cuales estamos mucho menos preparados: ciegos, sordos, mudos, autistas, personas con síndromes son un mundo segregado por la sociedad entera. Explorar el mundo de los ciegos nos reveló que quienes no veíamos la realidad éramos todos nosotros. Por eso nos decidimos por el nombre Los Ciegos que no vemos, pues nos parecía el mejor juego de palabras para expresar la paradoja.

museos ciegos
Imagen del brochure que hicimos.

A través de amigos llegamos a un colectivo de la UACM llamado Letras Habladas, Juventino Jiménez y José Luis Osorio fueron grandes brújulas para el proyecto, nos dieron luz; otra persona que nos abrió el panorama fue Jorge Lanzagorta un emprendedor poblano, seleccionado nacional del equipo de futbol para ciegos, que además tenía un proyecto empresarial: Cine para imaginar. Pensar en esos titanes de la cotidianidad es reflexionar en personas que traducen libros a palabras habladas y el cine a la palabra hablada para ampliar el acceso del conocimiento a sus comunidades. Su deseo más profundo es el de ser partícipes y no se esperan a que los demás creemos esas condiciones. Ellos las crean.

Abrir el portal de sus mundos fue una explosión de la sensibilidad e imaginación y una lección de vida. Cuando los normovisuales (quienes no tenemos problemas de la vista) pensamos en ese mundo surge la primera visión de que ellos requieren ayuda pues su sensibilidad está mutilada. Una especie de falsa caridad. Si bien esa aseveración es en parte cierta, también existe una profunda revelación: sus capacidades están profundamente desarrolladas. Es muy probable que el mundo necesite más de su ayuda para liberar la pobreza de nuestra sensibilidad que ellos de nosotros para orientarse en su cotidianidad.

El proceso nos llevó a comprender varias cosas. En primer lugar, la mayoría de los museos cometen el mismo error: separan a los ciegos de los no ciegos. Eso genera una experiencia diferente que no puede ser dialogada, la mayoría de las veces muy reducida para el débil visual. Muchos ciegos tienen parejas y amigos normovisuales y buscan vivir algo en conjunto. Un cuarto pequeño con algunas piezas falsas para ser tocadas o algunas piezas con traducción braille dividen el trayecto de los otros y muestran o bien el pensamiento de esa falsa caridad, o una visión estadística que muestra la pobreza de nuestro pensamiento como sociedad. Al entrevistar a algunos directivos de museos, decían: “es que son muy pocos, yo no puedo pensar en hacer experiencias para tres, me debo de centrar en la media de la población que viene”. Así el problema del huevo y la gallina se revelaba: ¿no había débiles visuales en museos porque la oferta era insuficiente o porque simplemente no habían sido tomados en cuenta por curadores y museos pues son una población pequeña?

sensibilidad ciega
Durante una de las sesiones del prototipado.

La lógica de los porcentajes y de las poblaciones medias lo único que hace es crear poblaciones mediocres en pensamiento. Cualquiera que diseña sabe que si no se dirige a la masa sino a las orillas de una campana de Gauss, a los más débiles: logrará conquistar a todos. Si haces un ascenso pensando en que el más limitado puede subir, todos llegarán a la cima. Nuestro experimento derivó en que la experiencia debía de ser una misma para ciegos y no ciegos. La mejor solución fue bloquear la vista a quienes sí veíamos y retirar el bastón a quienes no veían.

La segunda revelación fue que en las pocas memorias gratas que había en la comunidad débil visual se contaba una narrativa. No era una pieza ni un fragmento sino toda una conceptualización que además era multisensorial. Así que haciendo uso de nuestras limitadas capacidades pensamos que lo mejor sería hacer una historia de un mercado prehispánico, de esa manera podríamos contar algo y además hacer uso de todos los sentidos y explotarlos: sabores, sonidos, olores serían los escenarios de un espacio multitudinal.

Conseguimos que un escritor nos armara una narrativa a la altura y un experto en audio, ganador de Arieles, nos hiciera una pista de última generación con un sonido 5.1. La misión era engañar los sentidos para meter a nuestra audiencia en un viaje multisensorial. La idea era fascinante.

Así que la prototipamos. Conseguimos un espacio, en un departamento vacío, pusimos las bocinas, simulamos viento, dimos pruebas de alimento e invitamos a grupos de ciegos y no ciegos a experimentar. Para engañar los sentidos, los guías norteábamos o engañábamos llevando al grupo a la calle y regresándolos al espacio para aparentar un largo trayecto. La sesión duraba poco, veinte minutos.

museos ciegos
Durante una de las sesiones del prototipado.

Los resultados fueron muy claros: los participantes ciegos y normovisuales estaban encantados por la experiencia.

Estaba en un gran zócalo, pasamos mucho tiempo, sentí que entraba en un bosque e imaginé todo. Estuvo increíble, al principio tenía miedo, pero me sentí segura. Ver el mercado azteca y sus voces. Probar, tocar. Está increíble esto.

Es la primera vez que siento que ayudo a alguien que no ve, eso que siempre vivo en el metro, cuando la gente me quiere ayudar hoy lo viví, sentía cómo temblaban sus piernas y manos con temor a caer; para mí todo era muy claro. Salimos a la calle, bajamos escaleras y fuimos hacia la calle más cerca de la avenida y regresamos hacia la que va al metro. Lo del mercado estuvo bien, sólo que las cinco bocinas y el espacio eran insuficientes

Recuentos así nos mostraban la pobreza y la riqueza de la ejecución. La experiencia del ciego no había vivido engaño alguno, pero lo había llevado a sentirse útil y valorado por el otro. La experiencia del no ciego era la que habíamos planeado. Aprendimos que es casi imposible engañar los sentidos de un ciego: podían describir los espacios, el número de personas, todo el montaje. Era como una persona que ve tras bambalinas en el teatro.

Sabíamos que era un comienzo con mucho por cambiar y mejorar. Imaginamos cómo hacerlo comercial, cómo generar empleos para ciegos, cómo hacerlos guías. Imaginamos cómo invitarlos a la creación de la experiencia. Nos visualizamos en un proyecto con giras yendo a diversos museos con muestras temporales. Todos estábamos emocionados. Sin embargo, seis años después todo permanece en un plan, en un boceto que espera a ser realizado.


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De visita en el jardín de un artista. Monet y los nenúfares

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El artista francés Claude Monet trabajó en un gran proyecto durante los últimos años de su vida: recrear el jardín de su casa en una obra de arte. Lo consiguió y hoy tenemos oportunidad de visitarlo, de forma virtual, como parte de la colección del Museo de L’Orangerie, en París, Francia.

Se considera que son tres, los momentos más importantes en la pintura europea del siglo XIX, que provocaron un cambio revolucionario en la expresión artística cuyo influjo se observa hasta nuestros días.

Primero, el romanticismo que bajo el postulado de expresar la manière de sentir –en palabras de Baudelaire–, nos brindó una serie de posibilidades antes poco consideradas; en especial, la nostalgia y la melancolía.

Segundo, el realismo de Gustave Courbet quien en la representación de lo verdadero (que no involucró lo necesariamente bello), abrió el panorama de la temática del arte a escenas cotidianas (si bien, un siglo antes, el barroco con su costumbrismo ya había andado por ese camino).

Y, por último, el impresionismo que abrió la puerta al arte moderno y cambió la forma de pintar hasta ese momento. ¿Cómo lo hicieron? El artista se trasladó al lugar de representación del objeto mismo, es decir, salió de su taller y se dedicó a plasmar, a partir de una pincelada suelta (otra innovación), numerosos paisajes, personas y todo aquello que veía a su alrededor. Si bien continuó la línea del arte figurativo, rompió con los cánones establecidos hasta ese momento, a partir de forjar acentuados contrastes de luz y procurar mayor importancia al color sobre la forma.

Claude Monet y nenufares
Claude Monet, pintor francés y uno de los creadores del impresionismo (Fotografía y retocado: Dana Keller).

Monet fue uno de sus artífices, junto con Manet, Renoir y Degas. Cuatro hombres que cambiaron la visión del arte hasta ese momento. Célebres fueron las exposiciones impresionistas en París, entre 1774 y 1886. Hacia principios del siglo XX, el entusiasmo por este grupo disminuyó. Sin embargo, su influencia permanecería por siempre.

En 1918, el jefe de gobierno Georges Clemenceau, convenció a su amigo Monet de donar algunos cuadros para el gobierno francés. En especial, dos lienzos de una serie que se convertirá en la nombrada “Capilla Sixtina del impresionismo”. El artista, años atrás, había comprado una casa en Giverny, un pequeño poblado a las orillas del río Sena, en la región de Normandía. Sauces, álamos y nenúfares rodeaban lo que se conoce como el Jardín de agua del artista. El propio pintor se encargó del cuidado del mismo y lo complementó con un “puente japonés” que también representó en varias de sus obras.

Ocho lienzos en 22 paneles curvos, de casi dos metros de altura, conformaron su programa que pintó entre 1895 y 1926, un año antes de su muerte. Los también llamados Water Lilies o Nymphéas fueron instalados en un nuevo museo que se había construido en la parte de un invernadero con árboles de naranjos (de ahí su nombre) en un extremo del jardín de las Tullerías. Monet ya no alcanzó a ver el proyecto concluido. La idea original fue que el espectador pudiera adentrarse a su jardín, de ahí que su petición principal para la museografía fue que estuvieran dispuestos en forma de rotonda. Así el público podría disfrutar de ese lugar que tantas veces contempló y que incluso se encargó de embellecerlo.

Al inicio, el resultado fue poco comprendido pues el concepto de obra completa no existía. Los paneles mostraban los sauces llorones –como también se conocen en México–, pero no completos además de que se fundían con el agua y las flores de múltiples colores. No mostraban un panorama horizontal sino partes fragmentadas que uno iría completando en la mente. Los críticos señalaban que se había olvidado de pintar “los bordes” del cuadro. En realidad, y esa es una de las maravillas del sitio, la intención del creador fue precisamente eso. Que no sintiéramos que había una terminación, sino que tuviéramos la sensación de estar inmersos en ella. Y lo consiguió.

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Japanese Footbridge Giverny. 1895. Museo Metropolitano de Nueva York, Estados Unidos.

Entre 2000 y 2006, el Museo de L’Orangerie fue remodelado arquitectónicamente. Una parte fue demolida, se agregó un espacio subterráneo para la colección Walter-Guillaume que completa el acervo del recinto y se diseñaron dos salas de planta elíptica donde se colocaron los distintos paneles de Monet. El nuevo recinto recibe con un letrero que invita a hablar en voz baja. Como si entráramos a un templo del arte.

Todas las obras reciben el nombre inicial de “Las ninfeas (o nenúfares). Estudio de agua” y el artista los captó en distintos momentos del día y posiciones, como también fue costumbre en los artistas impresionistas. El color se veía distinto a distintas horas y ésa era parte de la búsqueda pictórica.

Cuatro en cada sala. En la primera: “sol poniente”, “las nubes”, “reflejos verdes” y “la mañana número 1”. En la segunda: “los dos sauces”, “la mañana número 2”, “reflejos de árboles” y “la mañana con sauces”.

Se puede ver tanto en un dispositivo electrónico como en la computadora; se puede seguir el plano de la planta u ocultarlo para ir directo a las salas. Las flechas nos permiten recorrer la sala e incluso acercarnos a algunos detalles. Disfruta de una de las grandes obras del impresionismo y de un bellísimo estanque y jardín a un click de distancia: Museé de l’Orangerie.

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Claude Monet. Puente sobre un estanque de nenúfares. 1889. Museo Metropolitano de Nueva York, Estados Unidos (Fuente: The Met).

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La cultura en emergencia. Un asunto de primera necesidad

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De cara a la apertura gradual de la actividad, es decir, al extraño e inquietante regreso a esa “nueva normalidad” (el par de términos me cae pésimo: si es nueva, pues simplemente no es normal), ¿quién va a ser del primer contingente de aventados que se anime a ir a un cine, a un bar, a una función de teatro? Por mucho deseo que tengamos de reactivar la economía por el bien de todos, hay que enfrentar una idea: quienes puedan, se mantendrán a distancia todavía un tiempo largo, al menos en todo lo que antiguamente implicaba convivencia y, a raíz de la pandemia, se considera ahora “no esencial”.

Ya alguna vez había traído el punto sobre la mesa: para quien vive del arte, o para el dueño de un bar, su actividad es esencial. Pero venimos de pasar una temporada en la que no sólo experimentamos miedo e incertidumbre, sino que estos sentimientos se acrecentaron a medida en que las declaraciones fueron cada vez más imprecisas, que la prensa nacional e internacional cuestionó cifras y procedimientos, que oímos del recorte del 75% al presupuesto de los recintos culturales. En resumen: perdimos la confianza.

Un sector vapuleado desde diversos frentes, además del presupuestal, pues sus actividades se han tachado de prescindibles, ha ganado, sin embargo, una batalla: la del Fidecine. Y no podemos olvidar que la creación cinematográfica es una de las que más permiten la generación de industrias culturales creativas. Como plantea Gerardo Jaramillo en su columna del 23 de mayo, todas las instituciones culturales deben estar en estos momentos preparándose para enfrentar la coyuntura de un regreso gradual a las actividades, sin embargo, sabemos que las necesidades presupuestales e infraestructurales (agravadas, paulatinamente, desde los sismos de 2017) no permitirán demasiado en estas circunstancias, en las que incluso el financiamiento del sector privado se ha canalizado, necesariamente, a otros menesteres por obvias razones, esto aunado la falta de certeza jurídica (Jaramillo, op. cit.) en el destino de los donativos.

El pasado 18 de mayo se celebró el Día internacional de los museos, como se ha hecho desde 1977. En una atmósfera ciertamente extraña impuesta por la pandemia, el tema de este año fue la diversidad y la inclusión. Ciertamente, al margen de lo que tradicionalmente impondría reflexionar en estas materias, la coyuntura que vivimos en el mundo obliga a reflexionar en la diversidad que el juicio crítico sobre las historias de nuestras instituciones culturales demanda: la diversidad de los públicos, pero también de las historias que se cuentan; la diversidad de concepciones de cultura y de acciones que los gobiernos deberían emprender para rescatar a un sector que se ha estimado como “no esencial”.

El miércoles 26 de mayo, la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura publicó un decálogo en el que se insta a sensibilizar al público sobre la importancia que tiene la protección del sector cultural frente a los embates de la pandemia. El primer postulado es “la cultura debe ser considerada como bien de primera necesidad, incluyéndola entre los beneficiarios explícitos de todas las políticas y ayudas públicas.” Bien leído por nuestro gobierno, es una frase palmaria para borrar de tajo la impresión que, incluso la propia Secretaria de Cultura Federal, Alejandra Frausto, ha dejado al afirmar que el sector será de los últimos en volver a sus actividades, claro, en vista de que no se trata de algo esencial. Si, como plantea el comunicado, las industrias culturales y creativas generan entre el 2% y el 6% del PIB en América Latina y el Caribe, debemos inferir de aquí que las actividades, si bien exigirán adaptaciones imaginativas para realizarse en cumplimiento de las medidas sanitarias que no podremos relajar en un buen tiempo, representan también oportunidades de empleo que, en estos momentos, no son escatimables.

Desde dentro, una iniciativa que va por el mismo tenor, pero que se concentra en el sector de los museos, se hizo llegar esta semana al Ejecutivo federal: la del Frente ProMuseos, quien demandó el pasado 24 de mayo contemplar a los museos en su plan de emergencia, pues “la gran mayoría de museos del país, al igual que los trabajadores culturales, artistas y gestores, confrontan pérdidas económicas significativas que ponen en riesgo el derecho a la cultura de todos los ciudadanos”. Entre las peticiones, figura también la redirección de los recursos que se pensaba destinar al proyecto del Espacio Cultural de los Pinos y Bosque de Chapultepec y la construcción del Pabellón de Arte Contemporáneo; dado que esta administración parece no advertir que carga con un exceso de recintos y con dos instituciones históricas y monumentales que requieren de atención inmediata, sería útil que se repensaran las prioridades.


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Tiempo sin espacio. Los museos frente a la pandemia

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Hace tiempo que la literatura especializada sobre museos habla de ellos como espacios de transformación. Gradualmente fue modificándose su concepción de espacios de conservación y resguardo de objetos curiosos o de memoria, a escenarios donde se despliegan discursos que redundan en la transformación del visitante a partir de diversos detonantes. Sin importar si es de ciencia, de arte o de historia, el museo como institución se ha visto envuelto en discusiones que involucran su función social, su pertinencia, su presupuesto y que, sin duda, se han agudizado de cara a los efectos económicos de la pandemia y del confinamiento.

Prácticamente todo, todo lo que conocemos como estructura de vida y socialización se está transformando a raíz de la pandemia, y han salido varios artículos que reflexionan en torno a la situación de los museos y al sector cultural en términos generales en el marco de las decisiones económicas que esta administración federal ha tomado. No me propongo bordar sobre el mismo punto, pues el lector que desee conocer un panorama pormenorizado se puede remitir al excelente artículo de Graciela de la Torre que publicó El país el pasado 2 de mayo, “Cómo acabar con la creación, los museos y el andamiaje cultural de México”.

museos frente a la pandemia
Fotografía: France 24.

Además de contar con una larga, próspera e intachable trayectoria en el ramo de la gestión de instituciones públicas y privadas, así como de estar familiarizada con las discusiones contemporáneas en torno a la ontología y funcionalidad del museo, De la Torre ha sido una impulsora activa de la construcción de mecanismos para apoyar el desarrollo de estos recintos desde el punto de vista curatorial, mercadológico y presupuestal. Si en otros países se encara ya la coyuntura de reabrir los recintos conservando las máximas normas de seguridad para el público que recién sale a sus actividades de nuevo, en México los museos públicos enfrentarán un drama adicional: no es sólo abrir y garantizar la “sana distancia”, es abrir con un recorte presupuestal abrumador, abrir sin garantía de pago para el personal de capítulo 3000, abrir sin oferta atractiva de exposiciones, abrir sin la expectativa de que haya largas filas de visitantes impacientes: el mundo que construyeron personajes como Graciela de la Torre ha cambiado drásticamente. ¿Cómo imaginaremos los museos en el tiempo que viene?

Ya vimos en esta cuarentena que la generación de contenidos en línea no es lo fuerte de los museos mexicanos. El ICOM (International Council Of Museums) ha recomendado crear exposiciones y recorridos virtuales, hacer exposiciones en Pinterest e Instagram, crear historias con hashtags e, indudablemente, muchos recintos han logrado sostener su oferta aún con el confinamiento. ¿Qué viene después? Ingresos escalonados y regulados, toma de temperatura a los visitantes, gel y distancia sana en los museos que albergaban grandes oleadas de visitantes nacionales y extranjeros. Pero ¿cuál es el escenario real de museos menos favorecidos que, si de por sí ya enfrentaban crisis presupuestales, ahora han recibido el tiro de gracia con la solicitud de recortar su gasto en un 75%?

museos frente a la pandemia
Fotografía: NBC.

Los museos son espacios de transformación, decía al inicio, y justamente por ello, son espacios físicos que proporcionan estímulos y ambientes propicios para la sanación, para el encuentro del visitante con su dimensión trascendente. El problema de la oferta en línea es que, en mucho, proporciona información, mas no afectación estética. Se trata del carácter aurático de las colecciones, tal y como lo define Walter Benjamin en La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica (1936): “Todo el ámbito de la autenticidad escapa a la reproductibilidad técnica”; el carácter histórico de los objetos exhibidos encuentra una nueva dimensión en la medida en que se consumen a distancia, mediados por una pantalla.

En el consumo virtual, la vinculación afectiva se diluye en pro de un ánimo de coleccionista: se pueden formar galerías, compartir, hacer grandes las fotografías para apreciar detalles de las piezas, pero el aura de los objetos permanece en ellos y en sus recintos. “¿Qué es propiamente el aura? Un entretejido muy especial de espacio y tiempo: aparecimiento único de una lejanía, por más cercana que pueda estar” (Benjamin, La obra de arte…, p. 47). Ese entretejido de espacio y tiempo se desarma si falta, naturalmente, una de las variables: el espacio. El consumo virtual merece ser analizado con detenimiento, desde luego, pero la experiencia está condicionada por el espacio y el encuentro con la historicidad y la tradición que comportan los objetos exhibidos.

Los museos también son sitios para la investigación: no sólo para los profesionales que ahí laboran, en contacto con colecciones, con objetos reales, con su materialidad y enfrentando cotidianamente el drama de su preservación; sino también para el público visitante: recorrer, discurrir a través de lo que un curador ha propuesto; es una labor investigativa: los detalles que revelan las piezas, más allá de los discursos, reportan una experiencia de conocimiento. ¿Volveremos a tener esa experiencia? En mi fuero interno, quiero responder que sí. Lo que seguramente cambiará serán los modos de aproximación, la gradualidad o administración de las afluencias ante propuestas que, tímidamente, reclamen de nuevo territorio: su espacio.


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Primera infancia en el Papalote

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Los mejores recursos que la mayoría de las personas tienen es cuando son niños, pero pocas llegan a recordar su primera infancia. Un periodo de tiempo que de los 0 a los 5 años marca el carácter de cada individuo.

En su compromiso con la niñez mexicana, el Papalote Museo del Niño trae una nueva opción de experiencia pensando en los más pequeños de la casa. Un programa que en colaboración con la empresa Johnson & Johnson, ofrece actividades que ayudarán en la formación cerebral de los niños.

El Programa Primera Infancia abre tres nuevos espacios en Papalote y a partir de mediados de diciembre 2019 se podrán disfrutar.

Los espacios son: “El Bosque de las Maravillas”, “El tallercito” y “Pequeños a bordo”. En 2020 se inaugurará “La Casita” en PAPALOTE Cuernavaca.

El bosque de las maravillas

Espacio que se encontrará en la sección interior de la zona México vivo. Esta nueva exhibición representa un bosque en diferentes horas del día, en él los niños podrán percibir la naturaleza como un mundo divertido que pueden explorar, conocerán las relaciones entre los seres vivos y su entorno y fortalecerán el vínculo afectivo con sus acompañantes a través de la convivencia y el juego. Los pequeños podrán encontrar una madriguera y convertirse en conejos, convivir en una fogata, realizar tareas en La casita del bosque y estudiar bichos, abejas y semillas entre otras actividades.

Pequeños a bordo

Exhibición que se encontrará en la zona Laboratorio de ideas. Aquí nuestros pequeños visitantes tendrán su primer acercamiento a la programación a través del juego con un divertido tren y sus vías. Trabajarán de forma colaborativa para dirigir las acciones del tren e imaginarán sus aventuras.

El tallercito

El tallercito se encontrará en la zona Laboratorio de ideas. En él los pequeños podrán desarrollar habilidades cognitivas resolviendo entretenidos retos. En este espacio podrán ejercitar su motricidad fina, manipulando diferentes objetos de uso cotidiano, podrán identificar algunos fenómenos como el magnetismo, la fuerza y la velocidad. Además, podrán comparar y clasificar materiales por sus propiedades. Algunas de las actividades que los niños podrán hacer están un muro de actividades, una balanza, una polea, rampas para carritos y cajas con retos que pueden resolver con sus acompañantes.