Movimiento Regeneración Nacional (Morena) sigue actualmente los pasos que distingue a la izquierda mexicana: su división interna. Desde la fundación del Partido Comunista Mexicano en 1919, los izquierdistas no han podido lograr la unidad en una sociedad plural conformada por un sistema de partidos ubicados en la derecha, centro e izquierda. El PCM fue fundado por José Allen, un norteamericano que resultó ser un espía de los servicios especiales de inteligencia de los Estados Unidos, y por el bengalí Manabendra Nath Roy, que luchó por la independencia de la India; a los que prosiguieron Lin Abel Gale, norteamericano, y el mexicano Adolfo Santibáñez. Inspirados en el régimen socialista implantado en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas en 1917, el PCM se dividió en corrientes extrapoladas como el marxismo-leninismo, el estalinismo, el trotskismo, etc., con singulares riñas entre sus más icónicos personajes de la época.
Los principales aliados y sucesores del Partido Comunista Mexicano fueron sucesivamente el Partido Socialista Unificado de México, que obtuvo su registro el 5 de septiembre de 1981, el Partido Mexicano Socialista (1987-1989), un intento efímero pero serio para unificar las diversas corrientes de izquierda buscando la ansiada unidad; le siguió el transitorio Frente Democrático Nacional en 1982, base del Partido de la Revolución Democrática, fundado por el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano y sus seguidores exiliados del PRI, el 5 de mayo de 1989, que participó en tres elecciones presidenciales; se escindió en corrientes internas, llamadas coloquialmente tribus, firmó la alianza del Pacto por México para apoyar las reformas estructurales unido al PRI y al PAN, en el desastroso gobierno del expresidente Enrique Peña Nieto, y finalmente su alianza electoral con la extrema derecha en las elecciones presidenciales de 2018, al llevar como candidato a Ricardo Anaya, presidente del derechista Partido Acción Nacional.
Andrés Manuel López Obrador, militante perredista y dos veces su candidato presidencial en 2006 y 2012, ante la triste herencia perredista y la deserción de sus líderes más representativos, decidió fundar Morena que obtuvo su registro el 2014, y unido a dos partidos minoritarios (Partidos del Trabajo y Encuentro Social) logró, en sólo cuatro años, hacerse de la presidencia de la República y de las mayorías en el Congreso de la Unión, en las elecciones del 2018, bajo los pálidos principios de una izquierda emocional mexicana conformada en su mayoría por las tribus migrantes del PRD, que buscaron acomodo en el nuevo partido bajo el gran peso del liderazgo social y político de AMLO, quien en su carácter de presidente de la República, hoy suele decir que se niega a intervenir en las elecciones internas reprochando a sus dirigentes rijosos no tener “la capacidad para ponerse de acuerdo”.
En el pasado eran desavenencias, las más, por principios ideológicos, ahora son luchas por el poder en sí. Los protagonistas –el valetudinario Porfirio Muñoz Ledo y Lazo de la Vega, y el “ocasionado” Mario Delgado– finalistas en las encuestas internas del tortuoso camino en que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación y el Instituto Nacional Electoral han sido instancias determinantes, como árbitros de una contienda político-legal que parece no tener fin. Pero la verdadera razón aspiracional, en mi opinión, son sus presencias personales en las elecciones de junio del 2021, en la que están en juego miles de candidaturas, pero fundamentalmente jugosas prerrogativas en recursos monetarios que corresponden al partido que alcance mayoría electoral en la Cámara de Diputados, quince gubernaturas y quinientas diputaciones, botín político nada despreciable, que trasciende hasta la elección presidencial de 2024.
Sin embargo, cualquier candidato triunfante de la presidencia del partido deberá plegarse en la medida que le sea posible, al liderazgo indiscutible del hombre de Macuspana, porque hoy en política él es, como decía el filósofo Protágoras de Abdera, “la medida de todas las cosas” en el quehacer político; porque sin López Obrador, Morena sería un castillo de naipes. Es el sol que alumbra los planetas que giran en su derredor; porque en política, dijo un pensador, dos más dos pueden sumar uno.
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