gringo

De gringos a “gringos” en México

Lectura: 4 minutos

La historia de México en el renglón de las relaciones con el país vecino, siempre nos ocasionará dolor.

Un “gringo”, como se les denomina, según la etimología popular, en referencia a la Guerra Mexicano-Estadounidense (1846-1848), donde supuestamente los batallones de Estados Unidos se identificaban por colores. En el campo de batalla el comandante del batallón verde gritaba: Green, go! “¡Adelante, los verdes!”, para ordenar el avance; los mexicanos imitaban de manera burlesca este grito de donde surgió el sobrenombre de “gringo” para designar a sus enemigos, o bien expresaban su disgusto ante la invasión exclamando Green go!, en este caso, “¡Fuera verdes!”, para que se regresaran a su tierra.

Son evidentes los perjuicios que nos causaron. De inicio se quedaron con más de la mitad de nuestro territorio; ese debería ser un buen motivo del gobierno mexicano para trabajar arduamente en que lo devuelvan; será más apropiado y legalmente instrumentable que pedir disculpas por la feroz conquista de los españoles. Debemos subrayar que han dejado buena huella los tratos de México con los “gringos”; en negociaciones invariablemente ganan la mejor parte y nosotros llevamos las de perder, ya sea en perdidas monetarias y sistemáticas actitudes degradantes.

mexico estados unidos
Imagen: Wikimedia.

Los diversos grupos migrantes que llegan a nuestro país lo hacen para establecerse permanentemente, tal como españoles, árabes, judíos, chinos, etc. Se les recibe con los brazos abiertos y hay ocasiones que se vuelven más mexicanos que cualquier otro. Mas sin embargo esto no es lo que ocurre con los “gringos”, quienes para infortunio nuestro, buscar beneficios, de inicio el que corresponde al cambio de moneda, al descubrir que viven aquí porque les resulta más económico y lo aprovechan de manera generosa; otros vienen a hacer negocios, e insistimos, obteniendo espléndidas ganancias que por temor les ofrece nuestro ámbito gubernamental. Otros “gringos” vienen por oro e inclusive algunos se casan con mexicanas para obtener la ciudadanía para después impunemente incursionar y realizar actividades incompatibles. Estos “gringos” sin oficio ni beneficio que se casan con pseudoaristócratas mexicanos que se permiten deslumbrar y que siempre han aspirado a obtener la nacionalidad estadounidense, que se hacen pasar por académicos sin mostrar constancia de sus estudios, ni cédula profesional. Varios de ellos se dicen “intelectuales”, para sobornar a los crédulos; llega a tal grado su desfachatez que haciéndose pasar por protegidos de importantes funcionarios, dirigen organismos universitarios con presupuesto ilimitado.

Hay “gringos” perversos que intervienen ad hoc en procesos electorales, difaman y ofenden sin moderación abusando de la impunidad que gozan por sus relaciones familiares. A todo esto, lo menos que recomiendo hacer, es aplicar el artículo 33 de nuestra Constitución, que a la razón precisa: “Los extranjeros no podrán de ninguna manera inmiscuirse en los asuntos políticos del país”.

Con frecuencia los gobernantes norteamericanos nos agreden; tal ha sido y es el caso del impresentable Donald Trump, quien ha señalado a los mexicanos como asesinos, violadores, ladrones y todo tipo de adjetivos que nos denigran, pero que solo ubican lo que ha sido la constante de los dirigentes de Estados Unidos, que digámoslo claro, desean nuestro cataclismo.

Entendemos mas no aceptamos que un “gringo” en el territorio que es hoy o que en el pasado fuese nuestro, nos agravie. Es inadmisible y debe unirnos a todos los mexicanos, el que un “gringo” o cualquier otro ajeno a nuestro país, venga investido de su exnacionalidad o binacionalidad norteamericana a insultar a un nacional, para lograr sus ambiciones políticas, perversidad y complacencia gubernamental, y con ello difame y calumnie a uno de los nuestros.

gringos y mexico
Imagen: The Daily Beast.

Es momento de estar juntos frente a estos desaforados del mundo. No hay una sola patria en el mundo que tenga simpatía por este tipo de personajes nefastos, genocidas y delincuentes. Es indignante que a estos personajes se les otorguen canonjías, como programas de televisión, espacio en medios académicos y que ocupen puestos para los que bajo ningún concepto tienen los méritos, habiendo mexicanos debidamente capacitados.

Debemos ser drásticos y exigir a las autoridades que, a los extranjeros desaforados, como el caso de estos “gringos” a quienes me refiero que se inmiscuyan en la política nacional se les debe marcar un alto y actuar como jurídicamente corresponde.

Existen “gringos” que tienen antecedentes penales en México, por golpear en pandilla a personas indefensas y cuyos expedientes están vivos. Es todavía más relevante actuar sin miramiento, aplicándoles la ley hasta las últimas consecuencias a efecto de que les sirva de ejemplo a otros que los emulen.

Los “gringos” a los que me refiero, son tan cínicos que ocupan cargos remunerados e incompatibles y que saben que nadie atentará en su contra, porque se creen poseedores del cariño de gobernantes. Nuestros funcionarios están obligados a reflexionar y darse cuenta que esos “gringos” se han aprovechado de ellos haciendo uso indebido de su amistad, inclusive llegando al tráfico descarado de influencias, manipulando, gracias incluso en varios casos a sus relaciones matrimoniales, que cínicamente exhiben y toman ventaja de ellas.

México es para los mexicanos y para los extranjeros que no intencionan lastimarnos.

Por lo mismo, nuestro México es para los gringos de grandes valores y acciones universales en búsqueda del bienestar que no son como los “gringos” que aquí enumero.


También te puede interesar: Feliz 2021 – Por una humanidad esplendida.

El gringo y lo gringo

Lectura: 6 minutos

No hay otra manera de decirlo: su problema es que nació gringo y sigue siendo un gringo.

Por favor no se me malinterprete. No hay xenofobia en este juicio. No puede haberla de parte de alguien por cuyas venas corre sangre negra (Camerún), árabe (Andalucía), vikinga (Islandia), teutona (Magdeburgo), mexica (Culhuacán) y trazos de origen tan alejado como Niuatoputapu, una pequeña isla del Pacífico Sur, que ni mi madre pudo explicar cómo fue que se colaron en la familia.

Aclarado esto, sostengo que El Gringo reveló su verdadera naturaleza cuando fue exhibido –no por primera vez– como un tipo mendaz y tramposo, un pendenciero de navaja y nudillera. No puede ser de otra manera. En su ADN lleva los mismos genes que su paisano el presidente con nombre de osito, aquel que urbi et orbi proclamó la superioridad gringa sobre todos los pueblos prietos. Y en la espalda soporta la pesada carga que tan certeramente describió Kipling; permítaseme citarla en el idioma de El Gringo: The white man’s burden. Por lo demás, su actual reyerta puede ser descrita con otra cita yanqui: You and me against the world!

Realmente siento pena por él. La expatriación, voluntaria o no, siempre es dolorosa. Lejos está El Gringo del temple de un Conrad, que nacido polaco se construyó a sí mismo como uno de los grandes novelistas en lengua inglesa… aunque como bien dijera Chinua Achebe, nunca perdió la veta racista.

Si trasterrados de alta estatura moral e intelectual vivieron con gran dolor su calvario, imagino el sufrimiento de El Gringo, que ni se ha integrado aquí ni puede volver allá ni es persona de alta estatura moral e intelectual. Pero no tiene la culpa el gringo, sino el que lo hizo pariente.

lo gringo
Ilustración: Vince Chui.

En un artículo juguetonamente titulado “El mexicano indomable” en Harper’s de junio de 1937, el hoy olvidado historiador Hubert Herring explicó lo que todo gringo sabe de los mexicanos: “Son bandidos, andan empistolados, hacen el amor a la luz de la luna, comen comida muy picosa y echan tragos muy fuertes; son flojos, son comunistas, son ateos, viven en chozas de adobe y tocan la guitarra el día entero. Y algo más que todo gringo nace sabiendo: que está por encima de cualquier mexicano”.

Este pasaje viene como anillo al dedo para explicar la rabieta de nuestro personaje. Llegó como Julio César a sus atezadas Galias, veni, vidi, vici… pero a diferencia de “la Reina de Bitinia”, los pollos sagrados le salieron respondones.

Pero me estoy desviando. En realidad mi intención no era hablar de El Gringo, personaje que me da flojera, sino de lo gringo, en vísperas del encuentro a orillas del Potomac entre los presidentes a quienes separa el Río Bravo.

Estos mandatarios son personalidades que parecen encaminadas a una relación geológica: los cambios tectónicos de su carácter, la potencia de géiser de sus argumentaciones, la voluntad volcánica que exhalan para modelar el futuro, las colocan en la misma dimensión. Esperemos que su encuentro no se deslave en un archipiélago menor de temperamentos políticos.

Aunque mi querido y respetado amigo G.B. me reprende cuando cree detectar en mis escritos el síndrome del jamaicón, me es imposible hoy no citar algunos pasajes históricos que nuestra clase política bien haría en tomar en cuenta en el trato con los vecinos. Digo esto a riesgo de dar otro machucón a la manida sentencia de Santayana.

México ha sido visto por Estados Unidos como patio trasero, amortiguador y dique protector de su frontera sur, fuente de materias primas, mercado para sus productos o territorio anexable.

gringo en mexico
Ilustración: Alex Green.

Los liberales mexicanos del siglo XIX admiraron la gesta fundadora del vecino país, pero nunca perdieron de vista que el gigante que ante Dios postrado declaró la igualdad de todos los hombres y proclamó como derechos universales la libertad y la búsqueda de la felicidad, es un gran peligro para nosotros.

Desde la pluma de Fray Servando hasta la de Silva Herzog, pasando por las de José María Luis Mora, José Manuel Zozaya y un batallón de pensadores liberales, tan caros en la actual hagiografía política, leemos admoniciones y advertencias sobre el riesgo en que nos coloca vivir frontera de por medio con la potencia imperial.

Zozaya, el enviado extraordinario y plenipotenciario de Iturbide en Estados Unidos, reportó desde su misión el 26 de diciembre de 1822: “La soberbia de estos republicanos no les permite vernos como iguales sino como inferiores; su envanecimiento se extiende en mi juicio a creer que su Capital lo será de todas las Américas”.

Como en El Gringo de nuestra historia, la conducta de “estos republicanos” estaba grabada en su ADN colonial. Ya en 1798 Rufus King y John Trumbull cocinaron un complot con el general venezolano Francisco de Miranda, para que George Washington liberara a México y promulgara una Constitución “de pureza semejante a la británica, a cargo de los herederos de Moctezuma”. Mas el “Padre de la patria” declinó el honor y todo quedó en un sueño guajiro.

Hubert Herring ridiculizó a sus compatriotas, pero algunos se tomaban muy en serio tal “superioridad”, como Samuel Flagg Bemis, profesor de Yale, dos veces premio Pulitzer, Premio Nacional del Libro y presidente de la Sociedad Histórica, quien a los cuatro vientos urgía apropiarse de la valiosa bodega de recursos naturales llamada México, país al que Estados Unidos dispensaba, en su augusta opinión, “una tolerancia galiléica”.

mexico patio trasero
Ilustración: Quartz.

Bemis sólo seguía la escuela inaugurada por King y Trumbull y continuada por una pléyade de personeros del imperialismo yanqui, algunos grandes y otros pequeños, pero igual de nocivos, como el teniente coronel Edward Davis, agregado militar en la embajada gringa, quien el 31 de diciembre de 1926 cursó “Un conciso repaso del año 1926 en México”, en donde sin rubor dijo:

[…] es natural que el hombre blanco sea visto con algo de antipatía, pero si los mexicanos alguna vez tuvieran la bendición de una intervención y administración [yanqui] el supuesto odio encarnizado hacia los [yanquis] se disolvería en una farsa superficial […] El año ha comprobado que México tiene escasa, si alguna, esperanza de convertirse en un miembro autosuficiente y respetado de la comunidad de naciones, a menos que reciba del exterior algo que nunca ha tenido: una capacitación radical en autogobierno combinada con educación para las masas y un adecuado desarrollo económico.

Un curso rápido para mejor entender el carácter de “estos republicanos”, como dijera Zozaya, está en el recién aparecido libro de John Bolton, ex asesor de seguridad nacional de Estados Unidos, un texto a la vez escalofriante y divertido: La habitación en donde sucedió: una memoria de la Casa Blanca.

Bolton es un modelo de laboratorio del ADN imperial. Posee un doctorado en derecho y cita con soltura a Tucídides, a Aristóteles y a Homero, pero al mismo tiempo exhibe la penosa condición, casi canina, de ver el mundo en blanco y negro: acá los defensores de Occidente, allá la amenaza a la civilización.

Harían bien nuestros funcionarios en no perder de vista este rasgo que parece común a la clase política que hoy anida en los pantanos que el suegro de Yared iba a drenar y también entre los del otro bando que se dice demócrata.

Considero mi deber llamar la atención de nuestro enviado especial a cómo Bolton caracteriza la relación del actual gobierno con nuestro país: “El vigor administrativo en dependencias clave se consume en disputas sobre cómo financiar el muro mexicano de Trump. Esto ha sido el pozo de chapopote de esta administración…”, en alusión a las charcas de La Brea en donde hace 50 mil años perecieron los poderosos mastodontes que enseñoreaban la comarca.

Interesante reflexión aplicada a las actuales circunstancias: he aquí una vulnerabilidad del mastodonte republicano cuyo manejo daría una ventaja táctica al mexicano en su encuentro tectónico con su par gringo.

Esto lo digo en el desierto, porque desde luego nadie me hará caso.

Juego de ojos.

También te puede interesar: Chicxulub.