Guerra

En carne propia: La Invasión a Panamá, 1989

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“La única verdad es la realidad”.
Juan Domingo Perón.

Eran las 11:50 de la noche del día 19 de diciembre de 1989. Ya estaba dormido cuando sonó el teléfono, era la señora Araceli. Sus primeras palabras no las entendí y tuve que volver a preguntarle qué me decía. Aparentó más calma, pero aún así le seguía escuchando muy angustiada, como si quisiera decir muchas cosas al mismo tiempo; las palabras se tropezaban unas con otras. Me imaginé una montaña de palabras que se vertían en forma de avalancha que me caían encima. También me angustié.

De su casa (en el área de Panamá Viejo) a mi casa me tomaba unos 30 minutos para llegar y ver qué le sucedía. Era más rápido calmarla y escucharla. Para cuando le entendí se escuchaba un sonido estremecedor no experimentado por nosotros. ¡Son los gringos, los gringos, están invadiendo Panamá! Gritó la mujer. En efecto era la invasión del ejército norteamericano en marcha, a la que le nombraron “Panama, Just Cause”, la Causa Justa por Panamá.

Surgió entonces una pena profunda que se mezclaba con miedo. Fue un sentimiento aterrador que generaba una conmoción dual que hacía pensar que se acababa la patria; al mismo tiempo que surgía la impotencia y el deseo de querer defender aquel sentido de pertenencia, que durante las décadas de los 70 y 80 nos habían inculcado en la escuela. ¡Qué sensación más extraña, inexplicable! Miedo y dolor, dolor y miedo.

invasion panama

Era luna nueva, aún así se divisaban entre las nubes unas siluetas como de aves gigantescas que sobrevolaban el territorio panameño. El 20 de diciembre de 1989, los panameños vivían el ataque más cruel que los Estados Unidos habían generado entre otros momentos nefastos que ya se habían vivido a través de la historia –como la matanza del 9 de enero de 1964 (que en este 2020 se cumplieron 56 años de luto), cuando fueron asesinadas 22 personas y hubo más de 500 heridos–. En esta ocasión (1989), toda la ciudad y otras partes del país vivimos literalmente las imágenes de la Europa de inicios de los años 40 con la Segunda Guerra mundial.

¡Qué dolor, qué tristeza! Por doquier había muertos, heridos, lágrimas. El país más poderoso con un ejército cuya capacidad objetiva de ganar era indiscutible, atacaba inmisericorde y ventajosamente a uno de los países más pequeños del planeta, con poco más de dos millones y medio de habitantes en ese entonces.

Estados Unidos mantenía su ambicioso plan de ser dueño del globo terráqueo. En el medio oriente (Irak, Irán, Arabia, Kuwait, Afganistán) donde están grandes reservas petroleras, para Estados Unidos es toral mantener el control de la zona para poder tener más dominio sobre el mundo. Por lo mismo hicieron todo lo bélicamente posible para tomarse esa región. Saddam Hussein había dicho que si la nación norteamericana  invadía a Irak, daría “La madre de todas las batallas”.

El ejército gringo requería ajustar las armas antes de ir al Golfo Pérsico, así pusieron en práctica su nuevo armamento en Panamá, para evitar errores después. Serían dos pájaros caídos con el mismo tiro. Quitaban del medio a Manuel Antonio Noriega que encabeza oportunistamente la lucha nacionalista por la reivindicación del Canal y con ello la soberanía nacional lograda tras la firma del Tratado Torrijos-Carter, pues los norteamericanos no querían salir de la quinta frontera sembrada en las entrañas de Panamá. Y el otro asunto era tomarse el Medio Oriente.

invasion panama

El Tío Sam, tenía que lograr su objetivo estratégico, por ello en Panamá hubo miles de muertos, pues hubo también muchos errores porque no habían ajustado el rayo láser de su destructor estrella aéreo apodado Nighthawk; un avión que, por sus características tecnológicas de alta sofisticación, se hacía invisible a los radares.

Fueron muy pocos días de guerra. Llegaron con nuevos tanques, vehículos Hummer, los Cazas Furtivos F-117 (con láser); con capacidad de volar sin ser escuchados ni detectados por radar, usaron también los Seath Bomber y bombarderos B-52 y C-130. Cuando invadieron casi acabaron la ciudad con su equipo láser y sus bombas.

Volaron helicópteros Apaches, los Cobra y más de 25 mil soldados con todo su innovador atuendo que consistía en visores nocturnos y chalecos antibalas nunca antes utilizados. Era el Comando Sur en todo su apogeo militar contra un minúsculo país latinoamericano con apenas diez mil efectivos militares en todo el país; sin fuerza aérea, sin marina. Preparados sí con entrenamiento físico, táctico y estratégico, pero sin ninguna experiencia de guerra real.

De acuerdo a informaciones, en la ciudad de Panamá hubo fuertes explosiones que fueron atribuidas a más de 415 bombas durante toda la madrugada del 20, toda la mañana y parte de la tarde. Fueron horas de bombardeo y disparos contra la población civil. El propósito era reducir al pequeño ejército panameño, a la vez que amedrentaban a los ciudadanos para que no salieran a defender su territorio e integridad nacional.

Llegaron a mi mente las imágenes de la II Guerra Mundial. Pero no era imaginación, ni ficción. Era el mismo ejército que encabezara David Eisenhower, en la invasión a Normandía en 1944, para la liberación alemana del fascista Adolfo Hitler.

fosas en panama

Antes de la invasión, Panamá vivía su propia realidad con la que tampoco yo estaba de acuerdo porque había excesos de poder desde todos los ángulos. La corrupción entre gobernantes y empresarios era cotidiana. Se había extendido el trasiego ilícito de drogas y armas, los problemas estructurales y la pérdida de valores eran la inclinación. Aún así, estoy convencido que la solución no era la invasión. El objetivo fue desarticular el sistema nacionalista que se pretendía instaurar en Panamá. La ganancia colateral fue probar sus armas e intimidar a los adversarios como una gran exhibición cobarde del “Gran Hermano”.

Se le atribuyeron todos los males al depuesto general Manuel Antonio Noriega, quien también era en ese momento Jefe de Gobierno del Estado con plenos poderes. Tal título fue una estrategia de sus adeptos, para que –de ser necesario– tuviera capacidad de convocatoria para el apoyo internacional. Pero tal nombramiento no le importó a George Bush padre, presidente de los Estados Unidos, quien estaba convencido de que si requerían voltear al país al revés lo haría. ¡Y lo hicieron!

El día 20 de diciembre de 1989, miles de personas, como mi padre y yo, salimos a las calles. Eran las 10:30 de la mañana, nadie había dormido por el miedo y por esa experiencia extraña en que veíamos que el país se acababa poco a poco, no únicamente por los edificios, calles y casas arrasadas; eran todos los muertos abandonados en las calles, el saqueo.

El 19 de diciembre del año de la pandemia (este 2020) se suman treinta y un años de esa brutalidad despiadada. Más de cuatro mil muertos en tres días; muchos de ellos fueron sepultados en fosas comunes encontradas después.

¡Cuánto sufrimiento ha tenido el país canalero! Y todo porque sin ser un país acaudalado con recursos naturales, el universo le regaló su posición táctica y estratégica para abrigar el Canal de Panamá.

aniversario invasion panama

Que si los panameños tienen que agradecerle a los norteamericanos esa maravilla ingenieril que le ha permitido su desarrollo de hoy; entonces ellos tienen que agradecer de por vida a los panameños su desarrollo y hegemonía porque ha sido a través de las aguas panameñas, primero por el río Chagres (que alimenta el Canal) para pasar el oro de California hacia Washington D.C., es decir del océano Atlántico al Pacífico y viceversa, luego que James Marshall encontró las pepitas de oro a las orillas del río americano en California (el 24 de enero de 1848).

Después de ello se difuminó la gran noticia y empezó el desenfreno por la ambición materialista. El espacio por el que muchos pasaron fue por el río Chagres, que luego se convirtió en la afluente más importante que abastece el Canal, por el que han pasado miles y miles de barcos durante más de cien años.

De esa forma, por ser Panamá la parte más angosta del continente, el desarrollo de los Estados Unidos de América, fue mucho más rápido, eficiente y eficaz su progreso, teniendo con ello un gran privilegio gracias a Panamá. De lo contrario, y con seguridad, hoy otro fuera su destino.

En Panamá la gente es noble. No, no hay rabia, no hay rencor ni venganza, nadie habla de ser revanchista. Y la verdad tampoco hay ni las ganas ni los recursos mínimos para siquiera pensar en una embestida. En ese entonces, cuando la invasión de 1989, muchos creímos que tendrían que acabar a cada panameño porque el sentimiento de patria de los panameños montados sobre las alas del águila arpía, que los representa en su escudo nacional, era más grande que la soberbia del águila imperial norteamericana.

Cuando muchos estaban dispuestos a lo que fuera hasta las últimas consecuencias, los gringos lograron su objetivo táctico, la entrega y rendición total de Manuel Antonio Noriega. Ese día se bajaron las calenturas nacionalistas y se lo llevaron.

Estoy seguro de que –a estas alturas y 31 años después–, mucha gente se estará preguntando si habrá valido la pena el sacrificio de los miles de muertos inocentes, y en todo caso ¿cómo justificar la invasión a Panamá? Ojalá que este ejemplo le sirva al mundo para no permitirse el lujo de no hacer nada y esperar que en nuestros países gobiernen políticos que sólo viven para acrecentar sus arcas, su poder y su ambición. Por otro lado, ya no hay odio, pero sigue habiendo mucho dolor.


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AC-DC: Encierro de humana rapsodia

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El estallido fue un susto terrible que encendió la sospecha. Se cimbró el vidrio de la casa y después un sonido sordo y grave envolvió el ambiente. Estábamos sentados en el comedor, desayunando. Nos escabullimos de mi madre porque no pudo detenernos con la amenazante cuchara de los frijoles. Corrimos a la calle, descalzos, mi hermano y yo, y llegamos al boulevard con el morbo de quien quiere descubrir lo sucedido: vimos una inmensa nube de polvo en el cielo que se expandía como un algodón de azúcar pardo en un brillante azul. Nos quedamos atónitos, parados, mirando; y otros llegaron a contemplar; mi madre también. De pronto, una jauría de personas que emergieron de entre el lodo corrían despavoridas con el único fin de huir de ese monstruo desconocido que levantaba la tierra. Mi madre intentó hablar con una señora y preguntar qué sucedía. Fue arrollada. Supimos que ahí no obtendríamos información. Regresamos a casa y encendimos el radio: una explosión había levantado las calles. Más tarde imágenes en la televisión: un policía de tránsito había perdido la cabeza con una alcantarilla voladora; camiones de doble remolque estaban volcados en las azoteas. El ruido de la información recreaba el accidente. Ese día se hizo una herida no sanada, una imborrable cicatriz en mi ciudad natal.  Era el 22 de Abril. Ésa fue la primera vez en que viví la tensión de lo desconocido y la manera en la que la humanidad se une frente a la tragedia. Conocí la ineptitud gubernamental, la solidaridad del vecino, la angustia y el amor por el otro. Pero al final  fueron unos días de exilio en el cómodo privilegio: en una casa de campo de unos amigos. Mi madre regresaba a la ciudad a atender un centro cultural convertido en albergue. Sólo ella sabe lo que vivió ahí, pero sé, que como muchos otros, hizo una labor heroica. 

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Explosiones de Guadalajara del 22 de abril de 1992 (Fotografía: Gobierno de México).

El gran juego de la vida está dado por las tensiones y contradicciones. Hegel con su característica oscuridad narrativa brindó luz sobre las fuerzas de opuestos que gobiernan al mundo. La creación está dada por la contradicción. La transformación constante es producto de una lucha y una tensión que producen el movimiento. Ser es dejar de ser.  La humanidad con su máquina de pensamiento develó el juego eterno; el uno-cero y binario de la programación cerebral se anuncia desde tiempos remotos en el ying-yang oriental. Los opuestos y las tensiones generan el sentido: paradójicamente, avanzarás al detenerte.

Somos seres de contradicción. Es sorprendente leer cómo que en las tinieblas de la humanidad se enciende la vida en destellos. Viktor Frankl y Edith Eger, ya nos han relatado cómo en los terroríficos campos de concentración brotaron desde las tinieblas de la humanidad las más vibrantes chispas de vida y esperanza. Kenzaburo Oé nos ha contado cómo desde el estruendo de Hiroshima, desde la sangre derramada por la gran tecnología, surgen de los escombros los misteriosos ídolos de la dignidad humana, nos dice: Vi cosas en Hiroshima que tenían mucha relación con la peor de las humillaciones, pero, por primera vez en mi vida conocí a la gente más digna.

Fotografía: Pinterest.

La historia de grandes vidas, es la historia de esas heroínas y héroes que viven en el límite de lo posible y de sus posibilidades. A pesar de las circunstancias fueron capaces. La vida es un reto eterno, quien sabe vivir apuesta a no dejarse vencer por la tormenta que le presenta el juego de las probabilidades.

Luchamos al nacer y al nacer vivimos las primeras amenazas de muerte. En el medio de las contracciones la vida surge como una lucha de liberación.  Nuestra madre también lucha para que salgamos vivos. Al salir de ese encierro primigenio, de sonidos fantásticos y calor uterino, somos arropados por los brazos maternos. El temor que nos da el no estar contenidos en su vientre nos lleva a una larga relación mejor relatada por ese hilo largo y palpitante que llamamos vida. Un hilo de tensiones que se desenvuelve entre lucha y dicha.  Si se rompe: está la vida o está la muerte; si se troza, se vive una herida y con ella viene la lucha y el aprendizaje. 

campo de concentración nazi de Auschwitz-Birkenau
Entrada principal al campo de concentración nazi de Auschwitz-Birkenau con el carril del tren, Polonia (Fotografía: Nueva Revista).

Con la metáfora de romper el cordón seguimos siempre haciendo alusión al encierro mágico que nos vio nacer. Rompimiento y contacto son palabras enigma que se unen como la articulación de un sonido. Se rompe la fuente e inicia la vida. Como una superficie que al acariciarla indica que eso otro no soy yo. Soy porque no soy el otro. El llanto, el contacto, el cambio de ambiente son hitos que demarcan ese momento. Salimos de un sistema en equilibrio para enfrentarnos a uno nuevo, caótico, en el que el juego está en encontrar nuevamente un equilibrio. Dicen muchos que veremos iniciada la vida sólo cuando salgamos de nuestra zona de confort. Nacer es la primera vez en que salimos de esa zona de confort.

En la historia de la humanidad, encierro y libertad siempre han jugado esa tensión que guarda una dialéctica mágica: los monjes, los claustros, los retiros se circundan en una semiótica sagrada de separación y sacrificio. El encierro se busca como un camino para encontrar la libertad del pensamiento, del alma, del espíritu humano. El acto de aislamiento, ese masoquismo ritual que nos lleva a los votos de silencio, a no movernos, a no ver a otros, a azotarnos con una vara es, a su vez, la unión con lo divino. Lo divino es develar la dignidad y la bondad en la oscura humanidad. Al encontrarlo, los ascetas, se encuentran a ellos mismos y se convierten en medios para expresar el gran espíritu que unirá la dividida humanidad. En el mundo moderno, ése de la banalidad del sacrificio: las empresas hacen retiros en bellos parajes para tener un nuevo inicio; los equipos deportivos hacen lo mismo. Jugamos a un juego en el que la separación aparente de los otros es la comunión con nosotros. En ese mundo de la apariencia y el simulacro, en el mundo de la virtualidad, hemos sido azotados con la fuerza un poderoso virus que nos lleva por primera vez a un offsite con un sabor real y crudo.

codigo de barras consumismo
Imagen: Sociologicamente.it.

Hoy las redes sociales derraman un sufrimiento que parecería relatar la peor de las desdichas por un encierro sin cerveza. La modernidad nos ha hecho inmunes al sacrificio y al esfuerzo. Ya nos ha advertido Lipovetsky cómo en La era del vacío y El imperio de lo efímero lo que brilla es una personalidad narcisista. Detrás de esa cortina miles de médicos y pacientes se sacuden ante una pandemia real. La distancia del WhatsApp nos permite vivir el sufrimiento como un relato de ídolos a distancia. La desgracia, sin embargo, para algunos tocará la puerta. La pregunta es si esta ruptura del tiempo moderno será suficiente para bautizar al mundo antes del COVID y después del COVID. Muchos tenemos la esperanza de que este encierro nos muestre un nuevo rumbo.


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Regresar a casa

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#RegresarACasa

Cuando uno ve lo que está pasando en Irán en estos días, así como el movimiento de tropas estadounidenses a esa región del mundo, se puede imaginar la vida del soldado. De ese joven que tiene que estar ahí por instrucciones de sus superiores, sirviendo a la patria. Se le puede imaginar no sólo en este momento histórico, sino en cualquiera donde haya existido una guerra, un conato de guerra o simplemente una ocupación temporal postguerra, como ha sido el caso de Irak o Afganistán. Cuando además, conocemos la vida de un mexicano-norteamericano que defiende, en este caso, los colores de Estados Unidos, el tema se puede volver desgarrador.

Hoy contaré la historia de Miguel (advierto que cambié el nombre y omitiré más información personal sobre él para mantenerlo en el anonimato), un joven soldado de 21 años que en este momento se encuentra trasladado de la base militar de Fort Bragg, en Carolina del Norte, a las costas de Kuwait para estar, como muchos otros soldados, en calidad de “reserva” por si hay una guerra con Irán. Ese grupo de tropas desplegadas por el gobierno de Estados Unidos, y que oímos en las noticias, a veces sin prestar mayor atención, no son más que jóvenes soldados quienes, uno a uno, traen su historia personal cargando y sus propias motivaciones de por qué ingresaron al Ejército o la Marina de su país. Lo que generalmente no tienen claro, es para qué sirven a su país o cuál es el motivo de su traslado, o qué problemas se tienen con la nación con la que se está en conflicto. Ellos sólo siguen órdenes. En el caso de Miguel, su causa personal para ingresar al Ejército fue su situación económica.

Nacido en la Ciudad de México y siendo hijo de padres mexicanos, Miguel emigró a California siendo un niño. Antes de que Miguel cumpliera los ocho años, sus padres decidieron irse para allá a probar fortuna. 2005 fue el año que marcó la vida de ese niño, quien dejaba su país para convertirse en ciudadano de otro, al que hoy defiende en las costas de Kuwait. Creció sano y amado por sus padres, pero con tropezones económicos que le quitaban cierta estabilidad. Así, un buen día y a los dieciocho años, decidió incorporase a la armada estadounidense. No estaba convencido de que era su vocación, pero sí de que estar ahí le daba posibilidades de desarrollo estable y sin los altibajos económicos como los que había vivido. No pasaron ni cuatro meses y se dio cuenta que esa estabilidad aparente, sólo era en lo económico. Muy pronto comprendió que se separaba de todo y de todos. Entendió que estaba a merced de sus superiores y no le gustó esa forma de vida. El problema es que cuando se quiso salir, simplemente no lo dejaron. Tenía un compromiso que cumplir y si dejaba la armada se consideraba traición a la patria. Tendría que cubrir sus años de servicio a la armada a la que él mismo, de manera libre, había decidido ingresar.

Cuando una madre tiene a un hijo en el Ejército, siempre está angustiada por él. En el caso de Miguel era incluso peor, porque la madre ya sabía que él no quería estar en el Ejército y, sin embargo, tenía que estar allá. La separación de la familia fue dura para todas las partes. Para Miguel, porque dejaba ese calor de hogar que siempre tuvo y porque, además, por ser mexicano, tenía más arraigo y cercanía con su familia. No era el típico joven norteamericano que a los 18 años se separa de su familia para irse a educar a otra parte o simplemente se alista al Ejército porque no tiene los medios para estudiar, trabajar y dejar su casa.

Miguel era hogareño. Para sus padres era durísimo porque, una vez asignado a su base, su contacto era mucho menor; y ahora que estaba del otro lado del mundo no tenían comunicación alguna con él. Al no saber nada de su hijo amado, la madre entró en una angustia brutal. Además, para toda su familia, Miguel era un mexicano que ni siquiera estaba defendiendo a su país, sino a otro del que no se sentía parte. Había vivido en él, pero siempre se había sentido un extranjero en ese país. Siempre era “the mexican” por más que sus papeles ya estuvieran arreglados y fuera un ciudadano de Estados Unidos. Para los norteamericanos no importan tus documentos o tu estatus migratorio, siempre serás mexicano, y por lo mismo, un extranjero en su tierra.

Ahora trato de imaginar a Miguel en esa base militar de Estados Unidos en Kuwait, rodeado de jóvenes como él, que visten un uniforme militar y que en sus caras reflejan absoluta incertidumbre sobre lo que va a suceder. Por ahí han pasado las tropas que han entrado a Irak y a Siria a combatir a Isis, los que fueron trasladados a Afganistán durante y después de la guerra contra los talibanes. Una base militar sin mucho que ofrecer, lejos de casa y lleno de caras asustadas de chavos veinteañeros que realmente no saben bien lo que hacen ahí. Que tienen que estar dispuestos a matar y a morir por una causa que no entienden y que, en muchos casos, ni siquiera conocen. Me imagino también cómo debe estar recordando a la gente que dejó en Estados Unidos; probablemente una novia a la que quería, sin duda a unos padres angustiados y a muchos amigos quienes, en libertad, se reúnen en algún bar para contar las anécdotas de sus empleos o negocios y cómo uno de ellos renunció feliz al yugo de un jefe insoportable. Él no podía hacerlo. Su obligación era obedecer y cumplir con sus años de servicio. Era equivalente a estar en una cárcel en donde, además, no sabías qué te deparaba el destino.

Probablemente Miguel esté pensando lo mismo que muchos de nosotros; que no hay nada más contrario y opuesto a la razón que una guerra, que matarse entre seres humanos es un hecho irracional. Que frente a ellos seguramente habrá jóvenes soldados iraníes que también vienen de alguna familia, que probablemente esos soldados se enlistaron en el Ejército por las mismas razones que él y que tampoco sabrían bien a bien por qué se encontraban peleando una guerra. Hace poco leí una frase que decía, palabras más, palabras menos, que en la guerra peleaban y morían jóvenes soldados que ni se conocían ni se odiaban, por instrucciones de viejos que se conocen y se odian, pero (estos últimos) no pelean, ni mueren.

Ojalá Miguel no tenga que pelear y morir. Ojalá ninguno lo haga, y rezo para que haya cordura en todas las partes. Se nos olvida que son jóvenes quienes pelean las guerras, jóvenes que apenas están iniciando su vida, que están confundidos en esas disputas, que están en países que ni conocen y que probablemente no ubiquen en un mapa, cada uno recordando su vida antes de ser soldados, cada quien en su variado origen, coincidiendo en una zona geográfica del planeta para actuar en cuanto se les ordene. Me imagino entonces a Miguel y a todos los soldados que se encuentran allá, así como a los iraníes que están concentrados en sus bases militares, y en general, a todos los soldados que están desplegados por todo el mundo, teniendo el mismo anhelo. Uno muy simple y poderoso: regresar a casa.

De la guerra, 4ª Parte

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Vamos a hacer de ésta, la última entrega sobre el tema de la guerra. He tomado esta decisión porque, a pesar de mi voluntad de buscar la mirada positiva a través de los inventos que impactaron el estilo de vida de la especie humana al resignificar los usos de productos generados como desarrollos para hacer más fácil la pelea, pareciera que no aprendemos nada y nos encontramos, nuevamente, ante el riesgo de una conflagración que pone en peligro la estabilidad del mundo entero. La decisión que tomó el presidente de los Estados Unidos de Norteamérica de atacar a importantes representantes del gobierno y la milicia iraní provocando su muerte, ha generado reacciones sumamente violentas en Irak e Irán. Se ha ofrecido una recompensa de 80 millones de dólares para aquél que acabe con la vida de Trump y nunca antes se había visto una movilización de tal magnitud en las ceremonias fúnebres de ningún otro prócer de la patria en esos territorios.

Sólo por concluir con el tema que venía exponiendo en los artículos previos, vamos a revisar los últimos tres inventos que teníamos ya en lista para presentar en esta entrega, estos son:

Comida enlatada
Latas y guerra
Fotografía: Cultura Colectiva.

Las latas son hoy uno de los vehículos más frecuentes para conservar, movilizar y almacenar alimentos. Abriendo una lata, en muchos hogares del mundo se tiene lista una comida en un santiamén. Las latas han servido para alimentar a los soldados destacados en el frente de batalla y también para llevar comida a zonas de desastre donde hay población afectada por sismos e inundaciones. Nos han permitido seguir con las actividades laborales simplificando la forma de preparar los alimentos.

Reloj de pulsera
Guerra mundial.
Fotografía: La Información.

En la Primera Guerra Mundial se adaptó el reloj de pulsera para el uso de los militares. En este caso no se trató de un invento per se. El reloj existía ya y las mujeres los utilizaban en collares, prendedores y pulseras. Los hombres únicamente llevaban reloj de bolsillo. Sin embargo, la necesidad de una forma más cómoda y práctica de mirar la hora sin distraerse buscando en el traje, se resolvió diseñando los relojes de pulsera tipo militar. No sólo eran varoniles, se les adaptaron manecillas fluorescentes para tener visión nocturna y su tamaño y materiales les daban una gran resistencia para que sobrevivieran el ajetreo de la vida en campaña.

La red de Internet
guerra mundial e internet
Fotografía: Infobae.

Ésta inició en 1969 en Estados Unidos como un proyecto militar que permitiera una comunicación especial para el Departamento de Defensa norteamericano durante la Guerra Fría. En un principio se trató de una red de computadoras que posibilitaban el uso compartido de las capacidades de cómputo conectando todas las agencias de defensa militar de ese país. Posteriormente se dio paso a una red mundial que ha interconectado al planeta. Con esta tecnología de base se han diseñado y desarrollado una serie de sistemas que forman parte del presente y del futuro de la guerra. Por ejemplo, los sistemas de identificación biométrica, robots, armas inteligentes que luego permiten y/o permitirán la apropiación y adaptación en aplicaciones para la vida cotidiana.


Seguramente así será y parece que nuestra naturaleza bélica no prescindirá de la evolución tecnológica a través de la guerra. Sin embargo, deberíamos cuidar el tipo de armas que producimos y el uso que hacemos de ella. El propio Sun Tzu, autor de El arte de la guerra, decía que:

Las armas son instrumentos de mala suerte; emplearlas por mucho tiempo producirá calamidades. Como se ha dicho, “Los que a hierro matan, a hierro mueren. Cuando tus tropas están desanimadas, tu espada embotada, agotadas tus fuerzas y tus suministros son escasos, hasta los tuyos aprovecharán tu debilidad para sublevarse”.

Pareciera que los pacifistas vivimos en una ingenuidad casi infantil al pretender que el proceder antibélico modifique la naturaleza humana. Por supuesto que las personas normales, los individuos promedio, no deseamos la guerra. Es un hecho que las formas de la guerra se han envilecido. La confrontación no es frontal, el terrorismo, la guerra a distancia, cubren el rostro de los atacantes que cobardemente atacan a la población civil, destruyen patrimonio histórico y cultural por imponer sus creencias políticas y/o religiosas. Atacan a los indefensos para controlar y someter. Y las personas de “a pie”, padres, madres, abuelos, no queremos que nuestros hijos y nietos se vean expuestos a ataques –que ya no se circuscriben sólo a los territorios de guerra–, por defender intereses que, al final, nos resultan ajenos. No nos gusta la sensación de vulnerabilidad en la que nos encontramos, y pensamos que las ideologías que dividen y enfrentan son un peligro para el desarrollo del bienestar de la humanidad.

Estamos iniciando el año 2020, y lo iniciamos con las sirenas de alerta encendidas ante la rijosidad de dos culturas que se enfrentan por múltiples intereses que nada tienen que ver con nosotros y, a pesar de eso, podemos vernos todos afectados porque todos somos vulnerables. La actitud que tomemos en lo cotidiano, nuestra capacidad de convertir esta irracionalidad en situaciones que permitan nuestra supervivencia, son la oportunidad que tenemos para hacer felices los días y de abrazar a los nuestros y procurarlos.

Deseo que en este nuevo año seamos capaces de rescatar lo mejor de nosotros para preservar el amor y la paz en nuestro entorno hacia un futuro sin guerras. Así de cándida la propuesta… ¿Tú qué opinas?

Al grito de guerra: el patrimonio amenazado en un tuit

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Días de tensión creciente se han vivido a raíz del ataque en Bagdad, en el cual murió el comandante militar iraní Qasem Soleimani. Más allá de glosar notas que todos hemos leído en días recientes, este hecho y uno de los tuits del presidente Donald Trump me hicieron reflexionar en algo que ha estado en la mesa desde tiempo atrás y que también se ha discutido con motivo de los acontecimientos en nuestro país: ¿qué papel cumple el patrimonio? ¿Para quiénes, en qué entornos, en qué contextos consideramos a algo motivo de protección?

Patrimonio es legado, entraña tanto la herencia que se ha recibido como los bienes adquiridos y acumulados por uno mismo. El patrimonio tiene un carácter aditivo, como la tradición: se transmite, se elabora, se custodia, se defiende, se engrandece, se valora. Patrimonio es riqueza y siempre es de alguien. El patrimonio tiene, entre otras cosas, significado y por ello es determinante esta relación de pertenencia que, a su vez origina protección.

Imagen: Reporte Indigo.

¿Quién valora el patrimonio? Hay dos antecedentes que es necesario tomar en cuenta. A raíz de la destrucción de bienes muebles e inmuebles derivada de la Segunda Guerra Mundial, se contempló en la Convención de La Haya (1954) la protección de la propiedad cultural en el caso de un conflicto armado; por otro lado, el 16 de noviembre de 1972 se firmó en París la Convención sobre la protección del patrimonio mundial, cultural y natural; la inclusión de este último rubro es lo que le da especificidad al documento que, en lo tocante a lo cultural, no plantea algo sustancialmente distinto a lo que se define como patrimonio cultural en la Convención de 1954. El Artículo 1º de la Convención de 1972 dice que es considerado patrimonio:

los monumentos: obras arquitectónicas, de escultura o de pintura monumentales, elementos o estructuras de carácter arqueológico, inscripciones, cavernas y grupos de elementos, que tengan un valor universal excepcional desde el punto de vista de la historia, del arte o de la ciencia–los conjuntos: grupos de construcciones, aisladas o reunidas, cuya arquitectura, unidad e integración en el paisaje les dé un valor universal excepcional desde el punto de vista de la historia, del arte o de la ciencia–, los lugares: obras del hombre u obras conjuntas del hombre y la naturaleza así como las zonas, incluidos los lugares arqueológicos que tengan un valor universal excepcional desde el punto de vista histórico, estético, etnológico o antropológico.

patrimonio cultural  Bam

En 2003, la UNESCO incorporó la noción de patrimonio inmaterial, consistente en prácticas culturales, artefactos que intervienen en ellas, expresiones orales, conocimientos relativos a la naturaleza y al universo, actos festivos, etc.

Ahora bien, estas convenciones apuntan directrices generales para la protección del legado, un legado que, por su importancia, ya no solamente debe ser custodiado por una comunidad específicamente, sino por todos los países que suscriben los documentos. En días recientes, Audrey Azoulay, directora general de la UNESCO, le recordó al presidente Trump que su país ha suscrito compromisos en convenios internacionales que lo impelen a respetar el patrimonio cultural. Diversos actores en redes sociales han publicado, a partir de la lista de la UNESCO, fotografías de los lugares emblemáticos de Irán que están en riesgo a raíz de la amenaza de Trump del pasado 4 de enero. No refiere cuáles; habla de 52 objetivos de alta importancia para Irán y la cultura iraní. La AAMC (The Association of Art Museum Curators) condenó el pasado lunes 6 la amenaza de destrucción y se refirió a “nuestra global y compartida herencia cultural”. Es decir, no es de Irán, es de todos. Amenazas y destrucciones de facto ya han tenido lugar en diversos momentos: la destrucción de monumentos como los budas gigantes de Afganistán, destruidos por los talibanes; el arco de Palmira en Siria y el ataque a esculturas en el Museo de la Civilización de Mosul por parte de yihadistas de ISIS; mausoleos sufíes de la ciudad de Tombuctú (Mali) que sucumbieron a manos de tuaregs e islamistas radicales. La cuenta, desafortunadamente, es larga y me limito a recordar sólo lo que ha sucedido en los años más recientes.

Audrey Azoulay, directora general de la Unesco (Fotografía: Telesurtv).

¿Por qué amenazar con destruir monumentos? ¿Por qué podría ser significativo destruir el patrimonio cultural? Porque significa. Esta significación puede estar asentada en motivos religiosos para una comunidad muy específica y quizá más próxima, en motivos estéticos y de apreciación histórica para otros. Los monumentos no son piedras estables e impasibles que testimonian los logros técnicos del pasado: son construcciones discursivas vivas, que se hacen en el presente. Redimensionan tragedias del pasado, nivelan el terreno en términos simbólicos, palian dolores, rinden homenaje, reivindican, dan prueba de un poder alcanzado, tranquilizan, perturban, lo que sea, pero permiten construir continuidad. Los monumentos (en general) son medios físicos para trascender la muerte en términos culturales. Para trascender el olvido.

Hace meses que estamos presenciando marchas de mujeres que realizan pintas en los monumentos de Paseo de la Reforma. Mi postura ya fue expresada en esta columna y de ninguna manera creo que una serie de pintas pongan en riesgo de destrucción total a ninguna construcción. Cuando cayó, presa de las llamas, la aguja de Notre Dame en abril del año pasado, miles de parisinos y visitantes de la Ciudad Luz se hermanaron en un sentimiento de irreparable pérdida con quienes presenciábamos el acontecimiento a través de la televisión y las redes sociales. Hace no mucho las reacciones producidas a raíz del escándalo que suscitó en un grupo de campesinos el Zapata gay de Cháirez fueron todo un tópico y motivaron una serie de reflexiones en torno al machismo que ya también he refigurado en La deriva de los tiempos. Ninguno de los ejemplos que he referido obedece a las mismas circunstancias. No obstante, hay un hilo en común: es patrimonio cultural, se vulnera significativamente a alguien y el legado se encuentra en el centro de las disputas puesto que representa, semantiza, iconiza diversos intereses. ¿Hay motivos para destruir completamente lo que ha sido significativo para muchos, por mucho tiempo?

patrimonio cultural Mezquita Rosa

La cosa se pone muy, pero muy espinosa. No puedo defender la destrucción sino tratar de entender razones y de reflexionar en los significados. Cuando un grupo invade a otro o trata de imponerle su credo religioso, es obvio que los que van a sufrir primero las consecuencias van a ser los monumentos y artefactos creados con fines litúrgicos. Si no, recuerden cómo les fue a los “ídolos” y construcciones indígenas durante La Conquista y evangelización del territorio mesoamericano. Un reclamo de atención, por demás legítimo, por parte de las mujeres como grupo vulnerado a causa del machismo, la impunidad, la inseguridad y la violencia despertó la conciencia de protección patrimonial (que andaba medio dormida) de un sector que estimaba que “ésas no eran maneras de protestar” sin parar mientes en que las cifras de mujeres asesinadas, violadas y acosadas han ido en aumento exponencial durante los últimos años. De nuevo, no estoy justificando nada, pero que un presidente (y no cualquiera, el de los Estados Unidos de Norteamérica) lance una amenaza que, por salir en Twitter no es menos peligrosa contra una serie de objetivos de interés cultural para Medio Oriente y capitales para comprender el devenir de la historia de Occidente, me parece fuera de toda proporción.

Me hago las mismas preguntas siempre que leo sobre estas cosas y que veo las palabras “patrimonio mundial”, que se supone que es de interés para la humanidad. No sé si a un migrante africano le interese la posible destrucción de la mezquita de Isfahán. No sé si a una mujer ultrajada en Corea del Norte le despierte alguna emoción el hecho de saber de la pérdida de Notre Dame. Tampoco estoy segura de si un migrante mexicano que marcha desesperado a la frontera del Bravo se sentiría muy vulnerado al saber de la subasta de piezas arqueológicas mesoamericanas que se llevó a cabo en París hace unos meses y que fue foco de reclamos bastante pueriles por parte de nuestras autoridades diplomáticas nacionales.

patrimonio cultural Golestan en Teheran

En varios medios se dijo que destruir el patrimonio cultural en medio de un conflicto armado (y con la deliberación de Trump) es un crimen de guerra. Yo digo que la guerra es un crimen. Las pérdidas de la población civil son inconmensurables en todos los sentidos; los daños al patrimonio intangible y, por supuesto, la destrucción de monumentos antiguos que dan fe de lo que otras culturas han sido capaces de hacer, no tienen ninguna justificación. No exhorto a ponderar si Trump tuvo o no razón al haber proferido la amenaza. Exhorto a pensar en el término “patrimonio”. Con todo, preferiría usar el de legado o herencia, para quitarle la carga jurídica y patriarcal, pero eso es otro asunto. Legado, herencia y tradición van juntos en términos de cómo pensamos en lo que tenemos y para quién lo tenemos. Cada quien cuida su parcela, bien es cierto, y en algunos lugares no nos da el presupuesto o la estrategia para ejercer una buena custodia. El legado se transmite de generación en generación (dejemos de lado eso de “de padres a hijos”, pues no nos deja extender la reflexión hacia entornos más comprensivos) con la finalidad de enorgullecer, formar, identificar, permitir la comprensión de una serie de procesos y el autorreconocimiento. Lo que hay en Irán, en Iraq, en Armenia, en Siria, en Jordania, en Líbano, en Turkmenistán es tan valioso como lo que hay en Teotihuacán o Chichén Itzá. No creo que a Trump lo tenga preocupado la reacción airada de la comunidad mundial que vela por proteger al patrimonio y no sé si haya reparado en que la UNESCO contempla sanciones para quienes incurran en destrucción, siendo parte de los países firmantes de las convenciones; no lo creo, como no veo que a Andrés Manuel le preocupe la devastación natural, social y arqueológica que va a implicar la construcción del Tren maya. Lo que creo es que como humanidad no debemos permitir que semejantes sujetos lleguen a decisiones de poder.

La tregua de Navidad

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Sin duda la Primera Guerra Mundial fue uno de los conflictos más sanguinarios del mundo. Según diversas estimaciones, la brutalidad de esta guerra dejó al menos 10 millones de muertos.

La tregua de Navidad es un acontecimiento que sucedió en diciembre de 1914, en aquella época las tropas alemanas habían invadido Bélgica con la intención de llegar a París y tomarla, mientras que las tropas británicas pretendían detener a los alemanes.

Como era de esperarse, ambos bandos se encontraban luchando ferozmente uno contra el otro, cuando de pronto, probablemente derivado del cansancio de la propia guerra, los ingleses escucharon la petición de los alemanes de un cese al fuego.

La idea de esta historia ha sido recreada por el filme francés Joyeux Noël (en México: Noche de Paz) de 2005, aunque en dicho filme se alude a tres grupos militares: escoceses, franceses y alemanes. La historia original, sin embargo, plantea que esta tregua sucedió entre ingleses y alemanes.

navidad bandos
Imagen: El País.

Según algunos historiadores como Rémy Cazals, la tarde del 24 de diciembre de 1914, los soldados alemanes decoraron su trinchera con pequeños árboles navideños, al tiempo al que pedían a los soldados británicos una tregua por Navidad.

Como era de esperarse, en un primer momento los soldados británicos pensaron que se trataba de una estrategia alemana con la intención de abatirlos. Sin embargo, pasaron las horas y ya por la noche los soldados británicos se dieron cuenta que había, de facto, un cese al fuego del bando alemán.

Ya entrada la noche, un grupo de soldados alemanes se atrevió a salir de las trincheras sin portar armamento alguno y cantando en su propio idioma un villancico que era conocido por ambos bandos: “Noche de paz”.

Finalmente, un grupo de soldados ingleses decidió tomar el riesgo y salió de su trinchera también desarmado y cantando en inglés el mismo villancico que entonaban sus enemigos alemanes. De acuerdo con la historia, en ese momento eran sólo 36 metros los que separaban a los alemanes de los ingleses, espacio que terminó siendo una zona de paz a instancias, como ya se dijo, de los alemanes.

Durante dicha tregua se acordó que ambos bandos podrían recoger sus cadáveres a fin de darles una sepultura digna. Por increíble que parezca, en dicha pausa bélica se organizó hasta un intercambio de regalos entre alemanes e ingleses, compartiéndose así entre ellos chocolates, pan y licor. Incluso, de acuerdo a los historiadores, se llegó a organizar un partido de futbol entre alemanes e ingleses.

navidad y futbol
Imagen: Infobae.

El ejemplo de esta tregua se propagó a otras zonas, lo que evidentemente iba en contra de las directivas de los rangos superiores, quienes se oponían a tales actos de parte de las tropas.

No obstante lo significativo y simbólico de este hecho, que quizá demostraba que las tropas en realidad ya no deseaban la guerra, hubieron de pasar varios años para que las actividades bélicas cesaran por completo. Recordemos que no es sino hasta noviembre de 1918 cuando se firma el acuerdo que pone fin a la guerra.

En diciembre de 2014 la UEFA (Union of European Football Associations) conmemoró el centenario de aquel histórico partido de futbol en las trincheras de Flandes, lugar en el que se afirma que tuvo lugar el partido de la tregua de navidad.

De la guerra, 3ª Parte

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Los inventos de la guerra, son parte de nuestra vida diaria

Hablábamos en la entrega anterior acerca de lo importante que es la esperanza para seguir adelante diseñando un mundo de armonía y de paz para los seres humanos. Mientras la inseguridad y la violencia se muestran descarnadas en el entorno mundial, y las mujeres siguen manifestándose contra un agresor, aparentemente invisible que las trata como objetos que puede romper, destruir, exterminar y desaparecer, tenemos que buscar asideros para la felicidad, la confianza y el anhelo de construir un mundo mejor para todos.

Por contradictorio que parezca, la necesidad de vencer al enemigo en la guerra es uno de los motivos que mayor desarrollo genera para la humanidad. Es a partir del miedo y del temor de ser aniquilados, lo que nos obliga a buscar el poder y el control sobre el otro –al que no conocemos y que consideramos un adversario, rival u oponente sin buscar alguna mediación ni interlocutorio que nos hermane–, que se generan inventos que luego podemos utilizar en la vida diaria para hacerla más cómoda y práctica, más funcional. Vamos a recorrer el listado que tenemos para compartir hoy:

Vidrio laminado
vidrio laminado

Este tipo de vidrio comenzó a usarse en artículos de orden “cotidiano” por ahí en 1937. En realidad, entrecomillamos lo cotidiano porque el uso que se le da es fundamentalmente en temas de seguridad para que los autos de lujo tengan vidrios antirrobo. La denominación de este artículo es vidrio indestructo porque es antigolpes y brinda alta seguridad por su cualidad irrompible. Producto de la posguerra de la Primera Guerra Mundial, hoy es habitual que se utilice en la fabricación de muchísimos modelos de automóviles del siglo XXI.

Jeep o vehículo todo terreno
jeep
Fotografía: Flickr.

Para los combates de la Segunda Guerra Mundial, el Ministerio de Defensa de los Estados Unidos identificó la necesidad de contar con un vehículo que permitiera a las tropas un avance más rápido, eficiente y que posibilitara el movimiento en cualquier tipo de terreno. Hoy en día, Jeep es una marca con una serie de modelos disponibles, que representa todo un estilo de vida. Han estado de moda, han sido tendencia y, hasta se han convertido en una especie de clásico. El hecho es que, aquellos individuos que jamás salen de la zona urbana en que habitan, viven su fantasía al estilo Indiana Jones, manejando un Jeep por las calles de cualquier gran ciudad del mundo. Nacidos a principios de los años 40 son presencia cotidiana en el mundo.

Lentes de sol

gafas de sol
Fotografía: Pinterest.

Populares, inicialmente en los Estados Unidos por ahí de la década de los 60, los lentes de sol han sido y son parte imprescindible del vestuario de glamorosos, playeros, hippitecas –no sé–, y de una gran variedad de estereotipos de personajes y caracteres. La imagen de Audrey Hepburn con unas hermosas gafas obscuras y una bella mascada en torno al rostro, o la de John Lennon y Yoko Ono con sus lentes de bolita, o también de los deportistas del automovilismo utilizando este tipo de lentes es parte del imaginario del lujo y la vida sofisticada de las celebridades. Tienen, por supuesto, una aplicación funcional asociada a la protección de los ojos ante el ataque de los rayos UV, de hecho, cuando se fabricaron durante la Segunda Guerra Mundial, fue con el propósito de proteger a los pilotos militares de la luz del sol cuando tenían que volar, ya que se quejaban de náuseas y dolor de cabeza por la falta de protección de los rayos solares. Ante esta necesidad expresa, la compañía canadiense Bausch & Lomb ideó unas gafas polarizadas a las que, posteriormente, Ray Ban agregó el efecto antibrillo. Muchas cosas han sucedido desde entonces, sin embargo, ésta marca sigue siendo líder en la fabricación de lentes y productos de cuidado ocular y el uso de las gafas obscuras se ha popularizado enormemente.

Bolsas de té

bolsas de te
Fotografía: Sempertea.

Por último, vamos a abordar el tema de las pequeñas y prácticamente imperceptibles, bolsitas de té. Antes de que estas bolsas simplificaran la preparación de bebidas e infusiones, era necesario tener las hierbas, limpiarlas lavarlas, separar las ramas y cualquier otra parte de la planta que no sirve para preparar un tecito. Dejaron de ser necesarios los infusores metálicos que eran utilizados hasta antes de la producción masiva de bolsas de té que pueden ahora conseguirse en un supermercado. Contar con la bolsa facilitaba el consumo de esta bebida para los soldados ingleses habituados a su consumo. Llevar al campo de batalla la planta desecada y el infusor resultaba imposible. En cambio, las bolsitas podían llevarse a cualquier lado, posibilitando la bebida de manera muy sencilla y desechando la bolsa. Quién nos iba a decir que en la actualidad se pondría de moda volver a la planta, ponerla a secar en casa en tu propia alacena o cocina y que, en algunos países europeos pueden pedirte que, para desechar una bolsita de té, separes cada uno de sus componentes es decir, la grapa, el hilo, la bolsa, el cartón que identifica marca y tipo de té y el contenido de la bolsa deben desecharse por separado por el tipo de material y la necesidad de reinsertarlo en una economía sustentable e, idealmente, circular.


Hasta aquí algunos ejemplos de lo que la guerra nos ha dejado. Será posible que en una cultura de paz seamos capaces de seguir generando este desarrollo. Sin duda alguna, si recorremos algunas de las publicaciones que hemos generado en esta saga del Ayer, hoy y mañana, podemos ver cómo esta capacidad de inventar, de crear y concretar productos, artículos y servicios, forman parte de una característica humana que se mantiene en permanente búsqueda de satisfactores que redunden en una mejor calidad de vida. Por el momento, tenemos algunos otros ejemplos de los que hablaremos en una última entrega de éste tema que da para más.  

De la guerra, 2ª Parte

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La industria militar se vuelve tecnología cotidiana

Si consideramos que la historia se manifiesta a partir de la expresión de un mecanismo de “selección natural” entre los grupos humanos “más aptos” estamos avalando que la parte más animal de nuestra esencia es la que rige nuestro actuar en el devenir de los tiempos. La lucha por la paz, la bondad, la generosidad, la inocencia y la solidaridad no son valores  reconocidos, ni se promueven de forma real. Las polarizaciones religiosas, ideológicas, políticas preservan un sistema en el que la capacidad para sobrevivir se convierte en un asunto de poder económico que, más allá de gobiernos o justicia social o equidad en el acceso, se impone con una ambición que segrega cada vez más.

Las causas de la guerra las hemos explorado en la entrega anterior, ahora lo que quiero revisar es la evolución de la forma de hacer la guerra y algunos beneficios que se han desprendido a partir de la invención científica aplicada en artilugios de guerra. Vamos a ver, en principio, la evolución de las culturas nos ha llevado desde el uso de rocas, hondas y contacto físico directo, a las diferentes formaciones de infantería que utilizaban espadas, arco y flecha, armas de corto alcance como puñales o cuchillos para el combate cuerpo a cuerpo, hasta los ataques nucleares o biológicos a distancia para el exterminio a distancia, es decir, sin que los ejércitos se vean en la necesidad de un enfrentamiento directo y personal.

Guerra.
Ilustración: Variety Magazine.

Por supuesto, fue a partir de la Revolución Industrial la que marcó el mayor cambio en la forma de hacer la guerra. La producción en masa vuelve a ser la causante de una diversificación en las maneras, herramientas y hasta procedimientos para combatir al enemigo. Sabemos entonces cómo se modifican los elementos para la lucha, por lo tanto, hoy vamos a destacar que la industria militar aporta muchos beneficios que terminan por tener una aplicación positiva en la vida cotidiana de muchas personas que están en condición de tener acceso a estos satisfactores.

Es así que en la era moderna las innovaciones militares han sido parte de la carrera por la competencia tecnológica. La mayoría de los avances han sido creados por las culturas más belicosas como Estados Unidos y Alemania, a partir de la Segunda Guerra Mundial y durante la Guerra Fría. En ese momento histórico, los gastos del mundo en guerra se enfocaron a la creación de tecnologías que, aunque pueda parecer paradójico, hoy usamos como objetos cotidianos, por ejemplo:

Sistema de navegación GPS

El Global Positioning System es un sistema generado a partir de una necesidad militar estratégica para localizar la posición del enemigo en tiempo real. Hoy lo usamos de manera cotidiana en cualquier parte del mundo, ya que permite una ubicación bastante precisa de objetos, personas y lugares. Este sistema se inventó en el Departamento de Defensa de los Estados Unidos en 1964 y funciona a través de la sincronización satelital que cubre todo el planeta. En 1967 el GPS inició su uso comercial. Ofrece ventajas que consisten en el ahorro de tiempo en la ubicación en un espacio, además es económico y práctico. Lo que no podemos perder de vista es que nació como una brújula multiusos para los bombardeos selectivos que realizaban los Estados Unidos durante la Guerra del Golfo Pérsico y en la actual de Siria.

GPS.
Fotografía: Boredpanda.
Microondas

Calentar una sopa en el microondas o prender el televisor con un control remoto son actividades que hoy en día no generan asombro alguno, sin embargo, para aquellos que teníamos que levantarnos de la silla para cambiar un canal o encender el aparato es un beneficio importante. Estas funciones se realizan ya que las ondas electromagnéticas operan bajo un espectro de frecuencia utilizado en la radiodifusión y las telecomunicaciones. Incluso, esta tecnología de microondas es usada por radares con el fin de generar información meteorológica. Pero, ¿cuál es su origen? La tecnología de los radares nació en 1946 con el propósito de tener un localizador de tanques y de maquinaria de guerra. A partir de ahí, todo fue resignificar los usos y agregar elementos, por ejemplo, el diseño de una caja metálica con una abertura para introducir comida –ya sea para calentarla o cocerla, a través de la energía almacenada en un microondas–, modificó para siempre, si no la forma de cocinar, sí la de acelerar los tiempos en la preparación de alimentos para su consumo.

Radares.
Fotografía: Loomislab.
Ultrasonido

Monitorear embarazos, valorar lesiones, dar seguimiento a la evolución o involución de tumores sólidos en diferentes momentos del diagnóstico y/o de tratamientos médicos utilizando el ultrasonido, es una posibilidad que se generó a partir de un invento de la Primera Guerra Mundial. Buscando la forma de protegerse de la amenaza submarina de los alemanes, se utilizaron unos artefactos denominados hidrófonos, que captaban las turbulencias generadas por los submarinos y permitían ubicar la posición de los enemigos. Hoy su uso y aplicación está asociado, sobre todo, a situaciones de cuidado de la salud, lo que, desde mi perspectiva representa un gran avance para la humanidad.

Submarino.
Fotografía: Pinterest.

Como estos ejemplos de inventos, resignificados para su uso diario, existen muchos otros que continuaremos revisando en la siguiente entrega, porque considero que identificar estas aplicaciones positivas de la tecnología de guerra resulta interesante, atractivo y esperanzador. Ante la guerra y su destrucción, lo único que nos rescata es justamente la esperanza, es esa expectativa de que podremos volver a confiar en que lo cotidiano suceda en un ambiente armonioso y pacífico. Sigamos identificando las ganancias de las pérdidas, es decir, la posibilidad de transformar algo utilizado para el mal, en un objeto usado para el bien, para la preservación de la especie.