Humanidad

Activar resiliencia ante sueños “fallidos”

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“Los malos tiempos tienen un valor científico. Son ocasiones que un buen alumno no se perdería”. Al parecer esta memorable frase del pensador, poeta y escritor estadounidense Ralph Waldo Emerson, la deberían meditar miles y miles de seres humanos que a falta de oportunidades “reales” a trabajos cualificados, conforme sus competencias, se ven impelidos a realizar emigraciones “forzadas” debido a las ingentes condiciones estructurales adversas en los países de origen en diversas partes de nuestro hábitat terrestre.

Como ejemplo de ello –y aquí cerca de nuestros entornos geográficos: Honduras–, las “desgastantes” imágenes generadas en Guatemala en el reciente enero sobre la contención de la primera caravana migrante que se forma espontáneamente y sale desde el triángulo norte centroamericano en busca del “sueño americano” y que, debido más a una “presión” por la supervivencia y el progreso, se aventuran a un camino en el cual obvian riesgos tan latentes como la COVID-19, tráfico de personas, exposición a los riesgos de las corruptelas de los mismos agentes de la seguridad pública durante su tránsito, etc.

resiliencia migrante
Imagen: Green European Journal.

Como en anteriores columnas he comentado sobre el derecho “natural” del ser humano a migrar, hay un derecho positivo que gestiona quien entra o no a determinado territorio. Bajo mi punto de vista, son las incongruencias del propio fenómeno globalizador pues el mismo potencia lógicas capitalistas de sobreexplotación de recursos y de los “cuerpos” humanos, generando en consecuencia una sobreacumulación de capital que produce una deshumanización en la convivencia; producto de la progresiva intensidad en las asimetrías que se han ido gestando “desde siempre”, pues a través de los tiempos la historia no hace más que reflejar la pervivencia de grupos dominados por élites gobernantes en contubernio con poderosos grupos económicos que se “alimentan” de favores desde la gestión de los territorios o países.

Ahora bien, como he manifestado en el principio de este escrito, me parece interesante el hecho de que todo está regido por movimientos ondulatorios –que hoy se gestionan de una forma y mañana de otra dependiendo de los propios condicionamientos contextuales– en las relaciones humanas y de ello puede aprender el conjunto de ciudadanos “excluidos” del desarrollo humano para “reinventarse” y entender que todo es producto de lo que yo llamaría “aprendizaje sistemático”. Esto precedido por las propias virtudes y tolerancias individualizadas, pero que luego toman cuerpo en la sociedad, producto de nuestras propias “capacidades” o “actitudes” para “romper” las autónomas barreras intrapersonales que nos “empujan” a la marginalidad.

resiliencia migrante
Imagen: Migrant Rights.

No cabe duda de que ahora, y particularmente bajo la actual pandemia, todos hemos estado actuando bajo los esquemas resilientes para –a través de prácticas elásticas o flexibilizadas– romper distintos muros desde los propios negocios, gestión política de los estados y ahora sobre todo con la comercialización de las vacunas contra la COVID-19 en donde distintos países del orbe “confían”–a través de sus dignatarios–en las “bondades del mercado”, apuntando a productos inmunizadores contra la actual pandemia por parte de potencias “emergentes” como China y Rusia, desoyendo de esta manera las “recetas” de potencias occidentales.

En definitiva, caminar en resiliencia significa no “ceder” en la conquista del bienestar para uno mismo y para las familias que sufren el “desarraigo” debido a las inclemencias del tiempo económico; y que contras éstas todos podemos trabajar por medio de las máximas de fraternidad y solidaridad que han servido a través de la historia a fomentar lazos para activar acciones a favor del desarrollo humano. 


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No hay excusas para seguir separados

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Estamos viviendo una crisis integral que está guiando a la humanidad hacia un nuevo paradigma para rediseñarse.

El mayor reto que enfrentamos va más allá de lo que ya sucede frente a nosotros como experiencia física. Es momento de pasar de la era de la supervivencia a la era de la consciencia. Hoy contamos con la oportunidad de pasar del piloto automático hacia las acciones conscientes que nos permitan reconstruir nuestro ambiente.

Cuando vivimos una experiencia disruptiva, como lo que enfrentamos hoy, es una señal de que debemos parar y dejar de “descargar” los patrones del pasado. Si no lo hacemos, estamos construyendo una realidad predecible y cíclica de nuestras experiencias. Pasamos por lo mismo una y otra vez, por lo que no existe transformación alguna que nos permita acceder a nuevas posibilidades.

Tenemos el poder de elegir si avanzamos con voluntad, abiertos de mente y corazón, o si nos alejamos de la posibilidad de transformarnos al actuar por ignorancia, odio y miedo. Cuando logremos rescatarnos en lo individual, entonces podremos hacerlo en lo colectivo. Es una decisión de querer pasar del estado inconsciente de separación en que nos encontramos, hacia un reconocimiento consciente para vivir interconectados.

consciencia del mar
Imagen: Opener.pl.

¿Para qué llegar a este estado de consciencia? ¿Realmente podremos rediseñar un mejor sistema de vida en nuestro planeta? Aunque parezca simplista, si vivimos en la consciencia de la interconexión con el planeta y los seres vivos que lo habitamos, seguro cambiaríamos las prácticas auto-destructivas que hoy tenemos.

Podemos iniciar observando el daño que nos hemos hecho como un ente integral. El impacto y huella ecológica que hemos ido dejando en nuestro caminar por el consumismo es un ejemplo claro, al igual que la guerra del racismo que hoy sigue en pie en el mundo o la desigualdad humanitaria que promueve el hambre y la pobreza. Si realmente nos sintiéramos interconectados seguro nada de esto sucedería.

Lo más importante es que esto ya comenzó. De alguna forma la crisis que vivimos ahora nos ha permitido voltear a ver a la persona o familia que está pasando por peor momento que nosotros para tenderles la mano. Hemos visto la valentía de los que se han lanzado a enfrentar las mentiras de los que hoy tienen el control del planeta. Se ha mostrado el desacuerdo por el racismo después de haber gritado por el maltrato a la mujer. Se empieza a construir una consciencia colectiva que, si queremos, puede llegar a ser la próxima súper potencia mundial.

seguir separados
Imagen: La Opinión de Murcia.

Esto no sucederá de la noche a la mañana, pero si no lo aprovechamos hoy, se nos estaría desvaneciendo la oportunidad real para transformarnos y re-humanizarnos de una vez por todas. Es momento de tomar consciencia de las reglas que rigen nuestro comportamiento colectivo y darles la vuelta. Al tomar acciones desde lo individual en el día a día, podremos hacer surgir un nuevo patrón de acción colectiva que opera desde una consciencia del todo.

Vienen tiempos aún más severos para todo el planeta que tendremos que enfrentar. Éste es el futuro predecible que podemos observar por nuestros comportamientos. La única forma de crear un nuevo futuro no proviene de lo que hemos hecho antes para salir de las situaciones que hemos vivido, sino de una ruta alterna que no depende de lo que ya sabemos. Unámonos a esta nueva aventura con la conciencia como nuestra guía.

No hay excusas para seguir separados viviendo en la competencia por la supervivencia. Empecemos contestando individualmente la pregunta: ¿Estoy dispuesto a despertar y abrazar un nuevo futuro para la humanidad?


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AC-DC: Encierro de humana rapsodia

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El estallido fue un susto terrible que encendió la sospecha. Se cimbró el vidrio de la casa y después un sonido sordo y grave envolvió el ambiente. Estábamos sentados en el comedor, desayunando. Nos escabullimos de mi madre porque no pudo detenernos con la amenazante cuchara de los frijoles. Corrimos a la calle, descalzos, mi hermano y yo, y llegamos al boulevard con el morbo de quien quiere descubrir lo sucedido: vimos una inmensa nube de polvo en el cielo que se expandía como un algodón de azúcar pardo en un brillante azul. Nos quedamos atónitos, parados, mirando; y otros llegaron a contemplar; mi madre también. De pronto, una jauría de personas que emergieron de entre el lodo corrían despavoridas con el único fin de huir de ese monstruo desconocido que levantaba la tierra. Mi madre intentó hablar con una señora y preguntar qué sucedía. Fue arrollada. Supimos que ahí no obtendríamos información. Regresamos a casa y encendimos el radio: una explosión había levantado las calles. Más tarde imágenes en la televisión: un policía de tránsito había perdido la cabeza con una alcantarilla voladora; camiones de doble remolque estaban volcados en las azoteas. El ruido de la información recreaba el accidente. Ese día se hizo una herida no sanada, una imborrable cicatriz en mi ciudad natal.  Era el 22 de Abril. Ésa fue la primera vez en que viví la tensión de lo desconocido y la manera en la que la humanidad se une frente a la tragedia. Conocí la ineptitud gubernamental, la solidaridad del vecino, la angustia y el amor por el otro. Pero al final  fueron unos días de exilio en el cómodo privilegio: en una casa de campo de unos amigos. Mi madre regresaba a la ciudad a atender un centro cultural convertido en albergue. Sólo ella sabe lo que vivió ahí, pero sé, que como muchos otros, hizo una labor heroica. 

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Explosiones de Guadalajara del 22 de abril de 1992 (Fotografía: Gobierno de México).

El gran juego de la vida está dado por las tensiones y contradicciones. Hegel con su característica oscuridad narrativa brindó luz sobre las fuerzas de opuestos que gobiernan al mundo. La creación está dada por la contradicción. La transformación constante es producto de una lucha y una tensión que producen el movimiento. Ser es dejar de ser.  La humanidad con su máquina de pensamiento develó el juego eterno; el uno-cero y binario de la programación cerebral se anuncia desde tiempos remotos en el ying-yang oriental. Los opuestos y las tensiones generan el sentido: paradójicamente, avanzarás al detenerte.

Somos seres de contradicción. Es sorprendente leer cómo que en las tinieblas de la humanidad se enciende la vida en destellos. Viktor Frankl y Edith Eger, ya nos han relatado cómo en los terroríficos campos de concentración brotaron desde las tinieblas de la humanidad las más vibrantes chispas de vida y esperanza. Kenzaburo Oé nos ha contado cómo desde el estruendo de Hiroshima, desde la sangre derramada por la gran tecnología, surgen de los escombros los misteriosos ídolos de la dignidad humana, nos dice: Vi cosas en Hiroshima que tenían mucha relación con la peor de las humillaciones, pero, por primera vez en mi vida conocí a la gente más digna.

Fotografía: Pinterest.

La historia de grandes vidas, es la historia de esas heroínas y héroes que viven en el límite de lo posible y de sus posibilidades. A pesar de las circunstancias fueron capaces. La vida es un reto eterno, quien sabe vivir apuesta a no dejarse vencer por la tormenta que le presenta el juego de las probabilidades.

Luchamos al nacer y al nacer vivimos las primeras amenazas de muerte. En el medio de las contracciones la vida surge como una lucha de liberación.  Nuestra madre también lucha para que salgamos vivos. Al salir de ese encierro primigenio, de sonidos fantásticos y calor uterino, somos arropados por los brazos maternos. El temor que nos da el no estar contenidos en su vientre nos lleva a una larga relación mejor relatada por ese hilo largo y palpitante que llamamos vida. Un hilo de tensiones que se desenvuelve entre lucha y dicha.  Si se rompe: está la vida o está la muerte; si se troza, se vive una herida y con ella viene la lucha y el aprendizaje. 

campo de concentración nazi de Auschwitz-Birkenau
Entrada principal al campo de concentración nazi de Auschwitz-Birkenau con el carril del tren, Polonia (Fotografía: Nueva Revista).

Con la metáfora de romper el cordón seguimos siempre haciendo alusión al encierro mágico que nos vio nacer. Rompimiento y contacto son palabras enigma que se unen como la articulación de un sonido. Se rompe la fuente e inicia la vida. Como una superficie que al acariciarla indica que eso otro no soy yo. Soy porque no soy el otro. El llanto, el contacto, el cambio de ambiente son hitos que demarcan ese momento. Salimos de un sistema en equilibrio para enfrentarnos a uno nuevo, caótico, en el que el juego está en encontrar nuevamente un equilibrio. Dicen muchos que veremos iniciada la vida sólo cuando salgamos de nuestra zona de confort. Nacer es la primera vez en que salimos de esa zona de confort.

En la historia de la humanidad, encierro y libertad siempre han jugado esa tensión que guarda una dialéctica mágica: los monjes, los claustros, los retiros se circundan en una semiótica sagrada de separación y sacrificio. El encierro se busca como un camino para encontrar la libertad del pensamiento, del alma, del espíritu humano. El acto de aislamiento, ese masoquismo ritual que nos lleva a los votos de silencio, a no movernos, a no ver a otros, a azotarnos con una vara es, a su vez, la unión con lo divino. Lo divino es develar la dignidad y la bondad en la oscura humanidad. Al encontrarlo, los ascetas, se encuentran a ellos mismos y se convierten en medios para expresar el gran espíritu que unirá la dividida humanidad. En el mundo moderno, ése de la banalidad del sacrificio: las empresas hacen retiros en bellos parajes para tener un nuevo inicio; los equipos deportivos hacen lo mismo. Jugamos a un juego en el que la separación aparente de los otros es la comunión con nosotros. En ese mundo de la apariencia y el simulacro, en el mundo de la virtualidad, hemos sido azotados con la fuerza un poderoso virus que nos lleva por primera vez a un offsite con un sabor real y crudo.

codigo de barras consumismo
Imagen: Sociologicamente.it.

Hoy las redes sociales derraman un sufrimiento que parecería relatar la peor de las desdichas por un encierro sin cerveza. La modernidad nos ha hecho inmunes al sacrificio y al esfuerzo. Ya nos ha advertido Lipovetsky cómo en La era del vacío y El imperio de lo efímero lo que brilla es una personalidad narcisista. Detrás de esa cortina miles de médicos y pacientes se sacuden ante una pandemia real. La distancia del WhatsApp nos permite vivir el sufrimiento como un relato de ídolos a distancia. La desgracia, sin embargo, para algunos tocará la puerta. La pregunta es si esta ruptura del tiempo moderno será suficiente para bautizar al mundo antes del COVID y después del COVID. Muchos tenemos la esperanza de que este encierro nos muestre un nuevo rumbo.


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¿Por qué hemos dejado de soñar?

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¿Alguna vez has visto a un elefante atrás de una cereza?

Yo tampoco, qué bien que se esconden.

Hace años que no escribo –y en realidad no años, pero parecieran. Cuando vives por segundo en lugar de por minuto, la vida es mucho más larga–.

Ahora me encuentro en una etapa diferente, acabo de cerrar un ciclo que se ha convertido en un recuerdo de una vida anterior.

No dejo de preguntarme, ¿qué será del mundo que hoy día conocemos? O más bien, ¿qué será del mundo en general?

Estamos probablemente a punto de presenciar el final del mundo en el que vivimos. La falta de valores, la obsesión desmedida por la riqueza y el odio gratis entre otros, son factores que en cualquier momento terminarán con una forma de vida preponderantemente vacía.

¿Al concluir la misma, volverá a ser creada? De ser así, ¿seremos de nueva cuenta los personajes principales?

sueno y humildad
Ilustración: João Fazenda.

Tomando en cuenta la calidad que distingue al ser humano, es decir, el ser egoísta por naturaleza, podríamos pensar y hasta llegar a afirmar que “sí”, pero considero que la realidad sería distinta.

[…] El mundo es el que es porque así lo decidimos, y para todos aquellos que pensemos que no, el dejar de hacer lo necesario para cambiarlo significa creer que está bien. Por lo tanto, los únicos responsables somos todos nosotros.

Una vez soñé que era joven, que tenía fuerzas, que quería cambiar las cosas, que iba a dar lo mejor de mí, que…

Ahora escucho voces, ruidos, gente que me quiere despertar, que ya no quiere soñar, que se ha dado por vencida, que ha aceptado la realidad, que ha dejado de ser.

Quiero seguir soñando, me cubro los oídos con una almohada y les doy la espalda, intento no abrir los ojos a una “realidad” que me llena de miedo, de tristeza, de falta de esencia.

Sé que los sueños no cuestan, y que la vida tampoco tendría que ser un obstáculo para nosotros. Los sueños son perfectos en sí mismos, y mientras sueñe seré libre.

Muchos no sueñan porque soñar no les da de comer, porque soñar no paga sus cuentas, no cura enfermedades, no cubre colegiaturas…

infelicidad
Ilustración: Steve Cutes.

Y muchos otros porque de soñar no tendrían un coche último modelo, una mansión, ropa de marca…

La mayoría de la gente pasa toda su vida tratando de ser el mejor, el que más dinero tiene, el que mejores propiedades posee, y se topan tarde o temprano con el hecho de que alguien tiene más que ellos, de manera que nunca logran ser felices.

Cierto día soñaba con un mundo perfecto, un lugar en el cual todas las personas se amaran y compartieran sus cosmovisiones, una utopía en la que todo fuera de todos y nada de nadie, en la que no existieran la envidia ni los rencores y… de pronto… a la mitad de mi sueño, se me cruzó por la mente un anuncio de una compañía refresquera que decía que para ser feliz y compartir con los demás debía de comprar sus productos.

Así como pueden leerlo, nuestros sueños están regidos por la publicidad. Cada vez nos encontramos más alejados de lo que son nuestros verdaderos pensamientos.

¿En algún momento volveremos a ser dueños de nuestras ideas y pensamientos?


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Ética para robots

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¿Podrán algún día pensar por sí mismos los robots? ¿Lo hacen ya? Sin duda. Si por pensar entendemos, claro, la capacidad para tomar decisiones.

Desde los primeros aparatos capaces de imitar lo que se llama la “neurona cero”, aquella que opta entre dos opciones, abrir-cerrar, por ejemplo, hasta nuestros días, las máquinas piensan.

Y no sólo eso, podríamos decir que, de muchas maneras, y de modo cada vez más complejo, los dispositivos, encarnados en eso que llamamos genéricamente robots, piensan cada vez de mejor y más compleja forma.

El tema no es nuevo. La fascinación-terror respecto al grado de autonomía que una máquina pudiera tener frente a quien la creó, enlaza al Frankenstein de Mary Shelley con las memorables partidas de ajedrez de Beep Blue, la computadora creada por IBM, contra Gary Kasparov.

Nunca antes, eso también es cierto, lo humano ha estado más cerca de ver cumplir ese sueño-pesadilla, una máquina capaz de pensar a tal grado que sea capaz no sólo de decidir sino de crear una máquina aún más inteligente que su creadora.

Vivimos un tiempo, pues, en el que con la precisión de un relojero suizo, los grandes productores de tecnología alimentan un imaginario dispuesto a colocar sobre los dispositivos toda clase de representaciones de estatus, productividad, liberación de tareas rutinarias, comodidad, y un largo etcétera.

maquina del cesar
Imagen: The Daily Beast.

Los grandes productores de aparatos estimulan, con toda intención y éxito, así, un ánimo social de frenesí por lo tecnológico, entendido esto como el consumo desenfrenado de aparatos.

Se trata de un universo fantasioso al que, con toda lucidez crítica, el gran escritor inglés Ian McEwan ha caracterizado en su más reciente novela como el (inducido) “sueño de virtud robótica redentora”.

Multipremiado y con una capacidad de trabajo que le permita publicar una novela al año, McEwan entregó a sus lectores en 2019 Máquinas como yo, distopia que tiene como centro una sociedad en la que personas conviven con androides con forma humana.

En pleno fervor por el camino que se abre la Cuarta Revolución Industrial, lista prácticamente la nueva generación tecnológica del Internet, la 5G, McEwan lanza en forma de novela un certero alegato ético.

La cuestión, parece querer advertir McEwan, no es preguntarse si las máquinas piensan o si con el tiempo los humanos serán capaces de hacer que piensen de forma cada vez más asertiva y compleja, la pregunta es qué lugar ocupa lo esencialmente humano en todo esto.

El sueño de la redención robótica llega pues a su punto de inflexión, cuando en Máquinas como yo, se lee: “dicho de forma abreviada, diseñaríamos una máquina un poco más inteligente que nosotros y dejaríamos que esa máquina inventara otra que escaparía de nuestra comprensión”.

robot y hombre
Ilustración: Roberto Parada.

Porque si tal cosa pasara, se pregunta la novela, y a la vez cuestionándoselo al lector, “¿qué necesidad habría de nosotros, entonces?”.

En abril de 1991, hace casi 30 años ya, el hoy muy conocido filósofo español, Fernando Savater, vio publicado un pequeño ensayo: Ética para Amador.

En esos años, Savater enseñaba ética en la Universidad Complutense de Madrid, y su hijo, un adolescente llamado justamente Amador, a quien está dedicado el volumen, tenía 15 años.

Dirigido a lectores de la edad de su hijo, el libro, sin embargo, se abrió paso entre lectores de todas las edades, y le significó a su autor una enorme fama.

El problema central de la vida, “del arte del saber vivir”, planteará Savater, descansa en una condición tan única como esencial que acompaña a los seres humanos y nos diferencia de los animales: la libertad.

“La libertad, asegura Fernando Savater, no es una filosofía y ni siquiera es una idea: es un movimiento de la conciencia que nos lleva, en ciertos momentos, a pronunciar dos monosílabos: sí o no”.

Esto es, la libertad se halla lejos de la voluntad absoluta, manifestación de la omnipotencia, y cerca de la circunstancia enteramente humana de decidir.

No somos libres de elegir lo que nos sucede, sostendrá con lucidez el filósofo, pero sí lo somos respecto a la manera cómo respondemos a eso que nos sucede.

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Ilustración: The Synapses.

Nuestra racionalidad, luego entonces, ha de brillar en tanto se encuentre al servicio de averiguar cómo vivir mejor; a ese intento racional es a lo que llamamos ética, explica a su hijo adolescente el filósofo español.

Bajo esa óptica, y sin que se lo hubiese propuesto explícitamente, el célebre novelista Ian McEwan, tiende un puente de humanidad entre su más reciente novela y el casi legendario manual del profesor Savater.

La información no es, en sí misma, conocimiento. Mucho menos, autoconocimiento.

En ello descansa la cuestión central. El linde respecto de lo humano. No es si las máquinas pueden decidir, ni siquiera si pueden llegar a ser capaces de aprender.

La cuestión verdaderamente humana que une, de este modo, a Savater y McEwan, es la misma: decidir no es optar solamente, sino hacerlo en libertad y conciencia.

El sueño redentor no es, entonces, el de transformar desaforadamente las máquinas y sustituirlas en un carrusel sin fin.

El verdadero sueño redentor es transformar lo humano. Sigue siendo, el arte de la vida.

Eso.

Hacia un nuevo paradigma del desarrollo global

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En medio de las turbulencias políticas en varias regiones del mundo, entre ellas, en América Latina y ante el riesgo de una recesión económica global, es oportuno reflexionar sobre la necesidad de un cambio de paradigma sobre el desarrollo global. Las actuales estructuras políticas y económicas parecen claramente rebasadas para la solución de la problemática contemporánea y para enfrentar los retos que nos depara el futuro tanto en el corto como en el largo plazo.

Por ese motivo quiero traer a la atención del lector el último informe presentado al Club de Roma, que recientemente se publicó en español: “Come on! Capitalismo, cortoplacismo, población y destrucción del planeta”. Señalo que es oportuno comentarlo nuevamente porque ya efectué un comentario en estas páginas cuando se publicó hace unos meses en inglés.

Estoy convencido de que este libro es de enorme trascendencia para el análisis y la solución de la problemática global. El Club de Roma cumplió recientemente 50 años de su fundación. El informe contenido en este libro se inscribe en la tradición de los más importantes reportes que ha patrocinado el Club de Roma como lo fue “Los límites del crecimiento”  o más tarde “La primera revolución global”. Es un texto en el que se reitera la tradición del enfoque transdisciplinario, multisectorial, para lograr una visión holística, global, y sobre todo de largo plazo.

El Club de Roma ha publicado numerosos informes, muchos de ellos en el plano de la prospectiva y de los estudios de futuro, pero este reporte está inscrito más en el campo de la reflexión. El contenido es una propuesta de análisis sobre el presente y el futuro, sobre la situación que tiene el mundo y las causas que nos llevaron al actual estado de cosas, así como las propuestas de soluciones en la problemática global. Se trata de salvar al planeta, nuestra casa común, pero también vencer los desequilibrios que nos hacen habitar en un mundo tan desigual y por lo mismo tan inestable.

El libro pone en manos del lector la agenda global contemporánea y plantea con claridad los retos que deberá enfrentar la humanidad en el siglo XXI. Pero sobre todo, señala su confianza en que el ser humano sabrá superar los obstáculos que se le presenten.

Problemas sociales.
Ilustración: Stuart McReath.

El mundo vive un profundo cambio de época en todos los sentidos, como la inestabilidad política internacional, el crecimiento demográfico global, la nueva composición de la población con el envejecimiento de la misma, la cuarta transformación tecnológica- industrial que modificará muchos aspectos de la vida económica y social, pero enfrenta particularmente la acelerada destrucción de la naturaleza y el ambiente, del cual el cambio climático es una expresión, así como la sobreexplotación, con frecuencia hasta su agotamiento de los recursos naturales en un mundo finito.

La inestabilidad política internacional está relacionada con el hecho de que, de la actual población mundial, que alcanza casi 7,700 millones de personas, alrededor de 4,000 mil millones, esto es, más de la mitad, viven en situaciones extremas de diverso tipo, entre los que se incluyen conflictos bélicos, tiranías, sequías, inundaciones, hambre y pobreza absoluta.

Asimismo, enfrentamos crecientes problemas por el cambio climático, la escasez de suelo fértil, y la extinción masiva de especies. Frente a esos desafíos, las Naciones Unidas aprobarán por unanimidad la Agenda 2030, los Objetivos del Desarrollo Sostenible.

De igual forma, diversos grupos como el propio Club de Roma han elaborado estudios prospectivos hacia el 2050, lo cual nos ayuda a tomar decisiones con visión de largo plazo.

El libro se divide en tres partes. La primera está dedicada al análisis que postula que las tendencias actuales no son en absoluto sostenibles. Se analizan los diferentes tipos de crisis, desde la creciente desigualdad y la persistencia de la pobreza en algunas regiones del mundo, con la paradoja de que en otras áreas como en varios países del Asia-Pacífico, nunca tantas personas han salido de la pobreza. Se señala el problema de una economía internacional en la que la especulación financiera, y la concentración del ingreso y la riqueza siguen siendo una de las causas de la desigualdad actual. Un mensaje particularmente importante es que estamos aplicando soluciones basadas en teorías y creencias formuladas para resolver los problemas de un mundo vacío, y no para la realidad actual de un mundo saturado.

Humanidad.
Ilustración: Jun Cen

Se destaca la actualidad y relevancia de los límites del crecimiento, el informe del MIT al Club de Roma publicado en 1972. Al respecto se describe la problemática derivada del Cambio Climático, así como de los 9 límites planetarios.

Se plantean las características fundamentales de la era del antropoceno. Por supuesto, una parte central del libro es el desafío climático, así como una descripción de las posibles soluciones. También es importante destacar el aspecto demográfico, la agricultura y la alimentación; la Agenda 2030 de Naciones Unidas y sus contradicciones; la transición de un mundo vacío a un mundo lleno. En esta edición hay un anexo sobre los límites materiales planetarios.

La segunda parte del libro está dedicada hacia la necesidad de la construcción de una nueva lustración; los errores filosóficos del dogma del mercado, con especial referencia a la manipulación del pensamiento de Adam Smith, David Ricardo y Charles Darwin. Hay una severa crítica a la filosofía reduccionista que es plana e insuficiente, así como al divorcio entre la teoría, la educación y la sociedad, pero sobre todo a la necesidad de la búsqueda de nuevos equilibrios entre el hombre y la naturaleza; entre el corto y el largo plazo; entre lo privado y lo público, entre otros.

La tercera parte del libro está dedicada tanto a las soluciones globales como a las específicas. Es necesario construir una economía regenerativa, rediseñar todo. Se exponen casos de éxito en la India rural; los principios de la economía azul, planteados por Gunter Pauli; la transición energética; las políticas agrícolas sostenibles; la urbanización regenerativa: la ecópolis, los casos de Adelaida y Copenhague; la economía circular; la necesaria reforma del sistema económico, la importancia de medir el bienestar no sólo el PIB; e inclusive un análisis del papel de la sociedad civil y el liderazgo colectivo. Se enfatiza la necesidad de la acción global para el establecimiento de normatividad a escala mundial así como de las acciones en el ámbito nacional, las reformas instrumentadas en países tan diferentes como China y Bután, así como de la educación para una civilización sostenible. Este libro es un llamado a la acción colectiva y se puede obtener vía Kindle.

En suma, se trata de un estudio que contiene la discusión actual de la agenda global y sus posibles soluciones.