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Amplía gobierno convenio con hospitales privados para casos de COVID-19

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El Gobierno federal amplió el convenio de colaboración para la prestación de servicios médicos y hospitalarios, con la Asociación Nacional de Hospitales Privados y el Consorcio Mexicano de Hospitales, mediante el cual se dispondrá de 150 camas de hospitalización adicionales para la atención de pacientes con coronavirus que se suman a las 500 que atienden pacientes con otros padecimientos.

En el convenio participan 50 unidades médicas privadas en donde, de forma gratuita, se atenderá indistintamente a personas con o sin seguridad social, de acuerdo con el esquema previo de referencia que realizan las propias instituciones públicas de salud.

El secretario de Salud, Jorge Alcocer Varela, detalló que el convenio estará vigente el tiempo que sea necesario y se irá ajustando de acuerdo con las necesidades. “Estos servicios, junto con los que prestan las unidades médicas del sector público de salud, permitirán cumplir con el anhelado momento de que no tengamos que decir a dónde va la persona, sino que pueda ir a la unidad más cercana para su atención”, subrayó.

Alcocer Varela dijo que el número de emergencias 911 permite consultar la red de integración de hospitales públicos y privados, así como la ubicación de la unidad médica más cercana, especialmente en caso de emergencias.

Otra opción es acudir primero a la unidad de salud que presta servicios médicos a cada persona, ya sea IMSS, ISSSTE o Secretaría de Salud. En caso de que se requiera, estas instituciones, asignarán la unidad médica privada a la que puede acudir.

El secretario de Salud afirmó que la pandemia de COVID-19 está controlada en la mayoría de las entidades federativas, como resultado de la contribución, apoyo y solidaridad de las y los mexicanos.

Destacó que está en marcha el programa de Atención Primaria a la Salud (APS) para prevenir y detectar de forma oportuna a personas con riesgo de complicaciones por COVID-19. A la fecha, las brigadas de salud que participan en APS han visitado más de dos millones 300 mil hogares y se han atendido más de cuatro millones de personas.

En tanto, el subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López-Gatell Ramírez, señaló que en la semana epidemiológica 45 el índice de positividad de SARS-CoV-2 fue de 42 por ciento; cuatro de cada diez personas que presentaron síntomas de COVID-19 como fiebre, tos, dolor de garganta o cabeza, dieron positivo a coronavirus. Las seis restantes tenían otra enfermedad infecciosa viral con síntomas semejantes.

Al presentar el informe técnico sobre COVID-19, el subsecretario López-Gatell Ramírez reiteró la invitación a las personas que presentan síntomas, que tienen más de 60 años o padecen enfermedades crónicas como diabetes, hipertensión o cáncer, que no se esperen y acudan lo más pronto posible a las unidades de salud.

En tanto, el presidente de la Asociación Mexicana de Hospitales Privados, Mario González Ulloa, resaltó que con la ampliación del convenio de colaboración con el Gobierno de México mantendrán su participación en la estrategia del Sistema Nacional de Salud para contener y mitigar las afectaciones por el coronavirus.

A su vez, el presidente del Consorcio Mexicano de Hospitales, Javier Potes González, destacó que las y los representantes de las asociaciones del sector privado están convencidos de que la colaboración público-privada en este rubro es necesaria y posible cuando se tiene como prioridad la salud de las y los mexicanos.

Finalmente, Héctor Valle Mesto, presidente de Funsalud, dio a conocer que en las últimas semanas se ha mantenido el apoyo a entidades federativas en la entrega de ventiladores y equipos de protección a personal de salud; además, continúa el apoyo en materia de educación a personal médico.

COVID-19, mortalidad del personal sanitario

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Hace unos días Amnistía Internacional destacó algunos datos muy relevantes sobre la mortalidad del personal sanitario por COVID-19: al haber recopilado datos del todo el mundo, México ocupa el primer lugar, además, haciendo un análisis de las labores del personal, un 80% de los fallecidos son médicos o enfermeras, pero llama la atención que dos terceras partes de este 80% son médicos, y una tercera parte son enfermeras; es decir, hay una enfermera por cada dos médicos.

No parece tener una explicación sencilla que ocupemos un lugar tan terrible en el número de personal médico, víctima mortal de la pandemia con 1,320 fallecidos, mientras que Estados Unidos tenga 1,077 fallecidos entre el personal sanitario y Brasil 634, siendo que en ambos países el número total de casos de enfermedad por SARS-CoV-2 es mucho mayor que entre nosotros, lo mismo que el número total de fallecidos por COVID-19. Voy a poner a su consideración algunas situaciones que lo podrían explicar.

Desde luego una justificación sencilla y rápida es que al personal no se le ha dotado del equipo de protección necesario, esta versión es la que corre más ampliamente y en ocasiones lo hace ver de manera escandalosa. Creo que aparte de contar con el equipo de protección necesario, son indispensables algunas cosas más, una de ellas es el adiestramiento para utilizarlo, la adaptación correcta de las áreas donde los pacientes van a ser atendidos, pero sobre todo, la conceptualización correcta de la importancia de utilizar adecuadamente las medidas de protección. Quizá haya algunas otras razones que puedan esclarecer estos resultados catastróficos entre nosotros.

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Imagen: Freepik.

No hay duda de que la pandemia causada por SARS-CoV-2 constituyó una desagradable sorpresa para todo el mundo, incluidos los responsables del sistema de Salud y sus integrantes, incluyendo aquí a enfermeras, médicos, y personal sanitario; todo agravado por la enfermedad que ha ocasionado la COVID-19. Probablemente la causa que originó esto es primero lo súbito de su aparición, sólo transcurrieron tres meses entre los primeros casos en China y los primeros fallecimientos en México, además se trata de una enfermedad nueva, absolutamente nueva, de la que sabíamos muy poco, y seguimos desconociendo muchas cosas.

Todo esto dio como resultado conductas ambiguas, por una parte, minimizando sus consecuencias y su gravedad y, por otro, preparándose para su contención y su tratamiento. Esta conducta ambigua transcurrió desde los responsables sanitarios, hasta los habitantes y posibles víctimas de la enfermedad; por supuesto, incluyó al personal que iba a ser el encargado de atender a los enfermos, y una vez que se comprendió la severidad del problema se tomaron medidas. En la lucha contra el tiempo se tomaron medidas para preparar instalaciones donde los enfermos pudieran ser atendidos, que ameritó el cambio de vocación de varios hospitales para convertirlos en áreas de atención, llamados “Hospitales COVID”. Esto debió haber incluido la dotación de equipos para la atención de los enfermos y de protección para el personal encargado del tratamiento y cuidados de los enfermos, así como el adiestramiento para tratar a los pacientes y para usar los equipos.

Desde su inicio, una de las dificultades presente estuvo constituida por el escepticismo ante la severidad del problema que aún cursa, desde los más altos niveles gubernamentales, hasta la población general. No tengo una explicación de por qué existen mucho más muertos entre los médicos que entre las enfermeras; si bien el médico se acerca al paciente para hacer el diagnóstico y hacer maniobras terapéuticas, algunas de mucho riesgo, como la intubación orotraqueal, son las enfermeras quienes se acercan con mayor frecuencia y a lo largo de todo el proceso.

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Imagen: KBIA.

La necesidad de aislamiento entre la población para evitar o disminuir la diseminación del SARS-CoV-2, a pesar de su éxito, se ha ganado muchos detractores tanto por sus consecuencias sociales y principalmente por las derivaciones económicas que acarrea. El caso es que, contrario a lo que ha sucedido en otros países, en México no ha habido una disminución de los casos ni en el número de fallecimientos, tampoco existe una explicación para que tengamos cifras de letalidad tan altas, la única explicación es que se diagnostiquen menos casos de los que realmente suceden, al contrario de lo que ocurre con los fallecimientos que necesariamente tienen que ser registrados, independientemente de que no todos los fallecimientos se relacionen con COVID-19.

No sabemos si los resultados a este respecto son similares o parecidos en todos los “hospitales COVID”, si se internan por las mismas características en el Hospital General de México que en el Hospital de Especialidades de Ciudad Victoria o en el Hospital del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y de la Nutrición, o el Hospital de Especialidades de Ixtapaluca. Si el porcentaje de fallecimientos entre los pacientes hospitalizados es comparable o si lo es la mortalidad entre los enfermos intubados en diferentes instalaciones. Seguramente los datos existen, sólo espero que alguien los esté recolectando.

Hoy apareció una nota en la que todos los anteriores Secretarios de Salud (vivos) expresan su inconformidad ante el manejo sanitario de la pandemia por COVID-19. Desde luego, estamos ante una enfermedad nueva de la que sabemos poco, que ocasiona en muchos casos un cuadro grave, con cifras de mortalidad muy elevada, aunque existen más pacientes que cursan la enfermedad estando asintomáticos, lo que hace que las posibilidades de transmisión se eleve, porque parece ser que la transmisión de SARS-CoV-2 es muy amplia.

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Imagen: CNN.

No existe una posibilidad terapéutica que haya demostrado plenamente su utilidad, ni que la posibilidad de una vacuna sea eficiente –aunque se avizora que si bien no está lejana, tampoco a la vuelta de la esquina–, por eso debemos todos repensar nuestra actitud ante la enfermedad. En algunos países, organizaciones académicas, científicas y sociales, están planteando realizar una evaluación de las conductas, directrices y normas que se han establecido para enfrentar la COVID-19.

En México, frente a los resultados poco alentadores y la posibilidad de que la pandemia se alargue mucho tiempo, debería reflexionarse sobre las conductas establecidas y los resultados obtenidos, tratando de mejorar. Todo planteado con el concepto de que una auditoria externa es la mejor posibilidad para mejorar y de convertir los errores en nichos de oportunidad, porque sin evaluar las conductas y los resultados será imposible mejorar.

El Consejo de Salubridad General podría ser un magnífico evaluador, sin embargo, se encuentra anulado por la propia Secretaría de Salud. Por eso me parece que debería formarse un grupo colegiado de profesionales diversos que sin tintes políticos evaluara la respuesta ante la infección del SARS-CoV-2. Existen mecanismos para poderlo hacer y estoy seguro que el grupo podría conjuntarse y lograr una visión propositiva. Sabemos que a los miembros de nuestro gobierno no le gusta la evaluación y menos la externa; pero debiera recapacitar al respecto.

Lecturas recomendadas:
– “Mapping health worker deaths from COVID-19”. Amnesty International. 3 de septiembre, 2020.
– Carlos Salinas Maldonado. “México registra la tasa de mortalidad más alta del mundo entre personal médico a causa de la COVID-19”. El País. 3 de septiembre, 2020.


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