Si guardas lo mejor para el final, y antes de que llegue alguien te lo quita, entonces ¿no hubiera sido mejor disfrutarlo desde el principio y no correr riesgos?
Todos tenemos cosas que guardamos para momentos especiales, como esa botella de vino esperando al cumpleaños, graduación, ascenso en el trabajo; el traje o vestido para una cita o evento importante; el regalo para alguien muy querido para cuando sea mayor; el dulce que nos encanta y que comemos desde pequeños pero que ya dejaron de producir y que estamos atesorando para comerlo en el futuro; el collar o anillo de nuestros abuelos para el día que nos casemos.
¿Qué pasaría si ese día nunca llegara?
El momento perfecto es el que queramos que sea, sin necesidad de que pase algo especial o extraordinario. Puede ser ahora mismo que estamos en casa viendo la televisión, caminando en el parque, tomando una taza de café con un amigo, de visita en casa de nuestros papás, en la oficina leyendo el periódico, en el gimnasio, en nuestro medio de transporte, en una junta virtual de trabajo, o simplemente sentados junto a una ventana viendo cómo llueve.
¿Esperar para celebrar, mejora en algo la experiencia?
¿Vale la pena arriesgar por algo que no sabemos si pasará?
¿Acaso es mejor el futuro incierto que nuestro presente?
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