literatura

¿Quién expresa el poema? El yo lírico y la voz poética

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En ocasiones los literatos y los críticos literarios se anticipan en postular y tratar temas filosóficos, lingüísticos o psicológicos. Así ha ocurrido con la llamada teoría del sujeto, uno de cuyos apartados es el yo poético que se expresa en la poesía y la literatura, un tópico relevante al yo y la autoconciencia, como veremos ahora.

Para abordar el tema forjaré sobre las ideas de dos críticos literarios: el chileno Cristián Gallegos Díaz y la turca Mutlu Konuk Blasing, quienes publicaron en 2006 y 2007 sendos artículos en relación con el sujeto poético. Como sucede con otros analistas de la literatura, ambos ubican la génesis de este problema para la era moderna en los escritores románticos de los albores del siglo XIX. En efecto, en el prefacio de sus Baladas líricas de 1800, el pionero del romanticismo, William Wordsworth, definió de manera célebre que la poesía tiene su origen en la emoción rememorada en la tranquilidad y Johann Wolfgang von Goethe, por la misma época, reafirmó que el poema surge de las experiencias vividas. El sujeto que enuncia el poema sería el propio poeta al expresar sus actos, imágenes y emociones de una manera lúcida, depurada y bella. En el mismo sentido, G. W. F. Hegel, el prominente filósofo del idealismo alemán, consideraba que la poesía lírica es el género literario más subjetivo, el más relacionado con el yo del autor. Sin embargo, hacia finales de ese siglo los simbolistas franceses, encabezados por Charles Baudelaire, cuestionaron la concepción romántica. De manera innovadora plantearon un sujeto lírico como distinto o separado del escritor, pues distinguieron a la poesía como una composición creativa no necesariamente anclada en la vida y la experiencia del autor.

pioneros del yo lirico
Grabado de William Wordsworth, pionero de la poesía romántica inglesa hacia 1830 (izquierda) y autorretrato del simbolista francés Charles Baudelaire hacia 1848.

Eventualmente surgió una noción mediadora entre estas dos opciones: el autor, concebido como el yo empírico, el yo real, siempre se esconde detrás del yo lírico, quien enuncia las palabras y versos del poema. Para expresarse, el poeta inventa o utiliza implícitamente un personaje en su composición. Quien habla en el poema es una máscara, es otro yo, el yo lírico. Es decir: aunque se base en la experiencia del poeta, el poema sería siempre una narración urdida por el yo lírico. La disyuntiva, sin embargo, no estaba realmente zanjada y dio para mucha discusión.

En la primera mitad del siglo XX los fenomenólogos discípulos de Edmund Husserl polemizaron sobre si el poema enuncia la vivencia o experiencia del poeta –denominada erlebnis en alemán–, o bien, si el texto es un artificio separado de la existencia vital del autor: una ficción creada, una poiesis. Desde entonces, persiste una disyuntiva problemática entre un sujeto autobiográfico necesariamente ligado al yo empírico –el autor, su vida y circunstancias –, o bien un yo poético autónomo y fabuloso a través del cual el poeta crea su expresión lírica. Plenamente consciente de esta dicotomía a mediados del siglo XX, la poeta puertorriqueña Julia de Burgos la expresó de manera ardiente en este cuarteto en formato alejandrino:

Mienten, Julia de Burgos. Mienten, Julia de Burgos.
La que se alza en mis versos no es tu voz: es mi voz,
porque tú eres ropaje y la esencia soy yo;
y el más profundo abismo se tiende entre las dos.

julia de burgos
Julia de Burgos vs. Julia de Burgos: el yo autoral vs. el yo poético. Imagen editada por el autor de la original, obtenida de https://bit.ly/38to7iK.

Con la postmodernidad y la deconstrucción que proclamaron la muerte del sujeto, en el último tercio del siglo XX fue predominando la idea de que la creación poética no es una expresión directa de la conciencia del autor, pues éste crea un objeto artificial dotado de contenidos y sentidos fabricados de acuerdo a normas expresivas y estilos imperantes. Esto puede resultar extraño para quienes se conmueven al leer o escuchar los sentimientos, reflexiones o metáforas expresados en un poema y que se perciben o interpretan como emanados de la experiencia, ingenio o necesidad de expresión de un creador. Pero esto no se niega por la teoría del sujeto literario desarrollada en los últimos tiempos. Reflexionemos el asunto en más detalle.

Dado que el o la poeta manipulan un lenguaje simbólico y figurado, su verso no es expresión inmediata de su interioridad, sino que ocurre a través de una elaborada y esmerada mediación verbal que se conoce como voz poética. Los poetas que se basan más en sus vivencias expresan creencias, sentimientos y sensaciones o glosan acontecimientos y lugares, pero lo hacen de forma indirecta y mediada. Muchos componen desde otra perspectiva –o desde la perspectiva de otro– y la voz poética es distante de su experiencia, pero no es menos comprometida. Como dice Gallegos: “el yo poético no es un individuo empírico, sino un sujeto virtual creado en, y, por el poema”.

yo lirico yo prosaico
Figura tomada del cartel Yo poético / yo prosaico (Ilustración: Tomasz Alen Kopera, 1976).

Aunque sobre esto hay menos controversia, los críticos aún se dividen al interpretar o analizar un poema. Unos buscan en la biografía y la psicología del poeta los supuestos resortes y razones de su expresión lírica, mientras que otros ven al poema como un objeto lingüístico analizable en sí mismo por sus formas y contenidos independientemente de quien los confeccionó y por qué. Con base en las ciencias cognitivas, Gallegos reconoce que el poeta procesa tanto la realidad del mundo que le rodea como su propia realidad interna mediante complejas operaciones mentales de orden afectivo, cognitivo y lingüístico necesariamente vinculadas a una época, a una realidad, a una cultura. El chileno se apoya en la escuela rusa de psicólogos y lingüistas, en particular en el destacado neuropsicólogo Alexander Luria, para subrayar el sustrato social del lenguaje y de la expresión poética. De esta forma traza una división en la mente humana: el mundo de las cosas concretas captadas por los sentidos y manipuladas por la acción motriz, y el de los procesos mentales compuestos por palabras. Para establecer una comunicación con una audiencia imaginada, el poeta manipula la lengua transformando o creando significados posibles, y como resultado de su labor el poema es polisémico y puede ser interpretado de maneras muy diversas.

Paul Ricoeur
El filósofo, fenomenólogo y antropólogo francés Paul Ricoeur hacia 1980.

De acuerdo al filósofo francés Paul Ricoeur, lo que surge de la composición es un yo poético, una ordenación figurada del sujeto empírico que es el propio autor: “el yo lírico es una interpretación representada o una representación figurada del sí mismo del poeta”. Hay entonces un vínculo de transferencias entre el yo empírico y el yo lírico ficcional. Este sujeto poético no es una creación a partir de cero, es la proyección de un creador de sentidos, ciertamente, pero circunscrito por tiempo, lugar e historia. Quedan implicadas tanto la expresión vivencial y autobiográfica del autor, aunque necesariamente indirecta, como la idea de que el poema es un objeto lingüístico y ficcional enunciado por un narrador, el yo poético, dirigido a un destinatario implícito, el lector posible, para ofrecerle una interpretación, una propuesta, una visión del mundo. Erlebnis –la experiencia personal como germen del poema– y Poiesis –la creación imaginativa como fuente del poema– se dan la mano.


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La Bestia

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Era un joven de intensos ojos azules, apuesto como gacela y dado a la melancolía, seductor de mujeres y hombres, que un día comenzó a perder la vista y dejó su vida de molicie en Londres para irse a vivir al Sudán. En los siguientes años se convirtió en uno de los más extraordinarios peregrinos y escritores del siglo, tan grande como los novelistas de aventuras del XIX pero a diferencia de muchos de ellos, trotamundos real y no mental.

Para retomar el juego de una entrega pasada, doy al lector una pista: no hablo de Joseph Conrad, aunque mucho tuvo en común con el sin par autor de Nostromo. Separados por más de un siglo, tienen en su abrevar de la cultura de la pérfida Albión un común hilo espiritual, aunque como todos sabemos Conrad nació como Józef Teodor Konrad Nałęcz-Korzeniowski en Berdichev, en la Polonia ocupada por los rusos, hoy Ucrania, y nuestro personaje, al igual que Byron, vio la primera luz en Sheffield, en el verde corazón de Inglaterra.

Ambos fueron esforzados, obsesivos vagamundos. Conrad se embarcó a los 16 años, luchó en España en las filas del ejército de don Carlos, viajó hasta el extremo del mundo de entonces –el archipiélago malayo y el río Congo– escribió 13 novelas y su pasión amorosa lo llevó a las puertas del suicidio. Nuestro autor en cambio fue más que navegante, caminante. Recorrió a pie los desiertos de África, las áridas extensiones de la Patagonia y los misteriosos eriales australianos en donde el tiempo se detuvo en una época anterior a la memoria del hombre.

Bruce Charles Chatwin
Fotografía: Pinterest.

Tuvo amores indiscriminados sin que se sepa si alguno le dolió como para quitarse la vida; publicó seis libros y al morir en Francia, en 1989 de una misteriosa enfermedad –después revelada como sida–, dejó preparado el sugerente título ¿Qué hago yo aquí?, con el que cimentó la leyenda que se había forjado a sí mismo durante años, pues fue, como dijo un impaciente corresponsal de Babelia en marzo de 1997, “¡un señor que [siempre] dejaba pistas falsas!”.

Habrá ya columbrado el lector que hablamos de Bruce Chatwin, una de las personalidades literarias más atractivas de nuestra época, aunque su obra sigue siendo poco conocida en México. Federico Campbell le dedicó una de sus “Horas del lobo” en Milenio, pero hasta donde sé, los lectores aztecas de este inglés errante forman un club tan hermético y reducido como en su tiempo fueron los seguidores americanos de Tolkien, así que sin duda, estamos en el feliz y propicio momento de un aggiornamento literario. Elevemos una oración para que Hollywood lo descubra, lo lleve a la Gran Pantalla y los editores nos inunden con nuevas ediciones de sus libros… quiera Dios que con mejores traducciones que las argentinas de Tolkien… digo, para no pasar pena ajena.

Los libros de Chatwin no son de fácil clasificación. Uno de sus más conocidos, En Patagonia, acepta muchas lecturas. Es sin duda una novela, pero también un diario de viajes, muy cercano, incluso en estilo, a Far Away and Long Ago de William Henry Hudson, el delicioso volumen de recuerdos aparecido en 1918. Dice la Encarta que “sus viajes por Dahomey y Brasil dieron lugar a una novela sobre el primitivo comercio de esclavos, El virrey de Ouidah (1980). La colina negra (1982) describe la vida en una granja galesa. Para muchos, la obra más importante de Chatwin es La línea de la canción (1987), una meditación sobre el nomadismo y los aborígenes australianos —mezcla de filosofía, fábula, libro de viajes y novela— que escapa a toda definición. El misterioso relato Utz (1988) es un espléndido retrato psicológico de un obsesivo coleccionista checo de porcelana de Meissen”.

Supongo que en términos generales se puede decir de su obra que es la memoria de un observador dividida en episodios convencionalmente llamados libros por el resto de los mortales. Tampoco la vida o la personalidad de Bruce puede insertarse en un molde. Creo que Chatwin se encuentra en un apartado de seres humanos no fácilmente clasificables.

Charles Chatwin
Fotografía: Dazed Group.

Este inglés de Sheffield que nació a las ocho y media de la tarde de un caluroso 13 de mayo del año de Dios 1940, en el seno de una familia de clase media “sin pretensiones”, fue con el tiempo un misterio y una revelación para quienes le rodearon. Al igual que Tolkien, tuvo una niñez enfermiza. A los nueve años su tío favorito fue asesinado en algún lugar del África Occidental Británica, extenso territorio en donde hoy se asientan Nigeria, Gambia, Sierra Leona, Benin, Ghana y parte del Camerún, y esto avivó la imaginación del muchacho, quien de inmediato se puso a leer todo lo que encontró sobre ese rincón del Imperio.

Su madre se llamaba Margherite y gustaba de confiar a sus amistades que el parto del pequeño Bruce había sido difícil, “pero el bebé es increíblemente bello”. Su padre era un abogado tranquilo, juicioso y muy respetado.

La apostura –belleza se diría– y una capacidad casi ilimitada, obsesiva, para la conversación, fueron dos de sus rasgos. Tan distinguido era su porte que naturalmente todos los que trataban con él lo asumían aristócrata, o no inglés, como fue el caso de la esposa de Carlos Fuentes, según nos dice Nicholas Shakespeare, su biógrafo.

Pero no sólo las mujeres del pueblo lo encontraban irresistible. La gran escritora y activista Susan Sontag dijo de él (en traducción libre mía): “Era asombroso mirarlo. Hay muy pocos en este mundo con una figura tan cautivante y encantadora… el estómago se comprime y el corazón pierde un latido, pues no estamos preparados para esa imagen. Lo vi en Jack Kennedy y Bruce lo poseía. No es sólo belleza… es una luminosidad, es algo en la mirada… y ejerce su fascinación sobre ambos sexos…”

“Un niño, un trozo de piel de brontosaurio, una tierra remota”. Así comienza En la Patagonia, el libro con el que Bruce Chatwin debutó a los 37 años y con el que alcanzaría fama como escritor. “Con él, y con los que siguieron, contribuyó a crear un nuevo estilo en la literatura de viajes, una forma de escribir que sería imitada hasta la saciedad”, dice Isidoro Merino. Y Javier Reverte recuerda que para este escritor ser nómada fue sello distintivo combinado con una poco común solidez literaria, quizá debido a que, de nuevo Reverte, “el viaje literario es el más rentable porque lo haces tres veces: al planearlo, al pisar el camino y al escribirlo”.

Shakespeare conoció a Chatwin en Londres en 1982 y es interesante su recuerdo. Lo visitó en su estudio de Eaton Place en donde una bicicleta estaba recargada en la pared y un libro de Flaubert tirado el suelo. “Era más joven de lo que había imaginado, con aspecto de refugiado polaco, anoréxico, pantalones anchos, pelo gris rubio, ojos azules, facciones afiladas y verbo como navaja […] No dejó de parlotear desde el momento en que ingresé a su pequeña habitación del ático. En minutos me había dado el teléfono del rey de la Patagonia, el del rey de Creta, el del heredero del trono azteca y el de un guitarrista de Boston que se creía Dios”.

bruce chatwin
Fotografía: Infobae.

A Chatwin no le gustaba dar entrevistas, pero Shakespeare lo convenció de que participara en una mesa en televisión con la oferta de compartir créditos con el mismísimo Borges. Bruce llegó primero al estudio y cuando vio aparecer al Gran Viejo comenzó a parlotear sobre sus libros y su obra. “¡Es un genio!”, dijo en voz alta. “No puede uno salir sin su Borges. Es como empacar el cepillo de dientes”.

Don Jorge Luis, quien avanzaba por el pasillo de la televisora del brazo de Shakespeare, escuchó, se detuvo, alzó un poco el rostro y sin dirigirse a nadie en particular, exclamó: “¡Qué antihigiénico!”

En retrospectiva alguien podría decir que Chatwin fue de una personalidad maniática, obsesivo-compulsiva. Era muy capaz de dar el primer paso de un viaje que podría ser de uno o mil kilómetros, sin más equipaje que su libreta parisina de hojas gruesas y pastas de piel en donde anotaba en letra minúscula –más pequeña cuanto más personal era la entrada– sus observaciones sobre todo lo que cruzara su camino.

Me divierte imaginar la sorpresa de un jeque en Benin, de unos alemanes ortodoxos en el sur de Argentina o de una familia de aborígenes en Queensland, al aparecérseles este inglés desgarbado en la tienda, en el establo o entre los arbustos y decirles, como si fuera una visita familiar largamente esperada, “Hola, soy Bruce Chatwin. ¿Charlamos?”

En un artículo publicado en LAWeekly en marzo del 2000, Shakespeare recuerda que Joan Didion dijo: “Nos contamos cuentos a nosotros mismos para sobrevivir” y cree que esto fue “más cierto para Chatwin que para la mayoría de nosotros. Cuando le pregunté a Salman Rushdie ‘¿Qué es esa Bestia que Bruce intenta mantener a raya?’, respondió con gran agudeza: ‘La Bestia es la verdad sobre sí mismo. La gran verdad que oculta es su verdadera identidad’.

“No fue sino hasta sus últimos meses, cuando enfermó, que la verdad salió a luz. Diez años después de una visita al África Occidental, en la tarde del 12 de septiembre de 1986, Bruce fue internado en el pabellón de emergencias del Hospital Churchill de Oxford. Su ficha de ingreso sólo lo identificó como escritor de viajes de 46 años, VIH positivo”.

Juego de ojos.

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Los humores de la luna

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Es difícil usar la palabra “satélite” en un poema o escribir un cuento fantástico en torno a ella. La relacionamos con algo que siempre está ahí, casi a disposición de una entidad superior. Al único satélite natural de nuestro planeta le ha sucedido lo contrario. Aun antes de conocer sus efectos sobre la Tierra, su belleza en la lejanía, las modificaciones en su forma, color y tamaño, el esbozo de sus cráteres, todo en ella ha sido fuente de inspiración. Es poderosa, esta luna nuestra. El mar, el día y la noche, los meses y los ciclos de la fertilidad dependen de ella.

Pequeñísima en comparación al sol, lo cubre por completo durante los eclipses totales. Cuando ella reina en el cielo, opacando por un momento a su hermano Helios, las mujeres embarazadas deben cuidarse de su mirada. Los campesinos saben que ese año las cosechas y los animales por nacer serán distintos. Como también saben que no es lo mismo sembrar en luna llena, menguante o creciente; que afecta el desarrollo de los cultivos. Es importante tomarla en cuenta.

locos de la luna
Ilustración: Daniel Watts.

En Gran Bretaña, todavía a mediados del siglo XX, seguían llamando “Lunatic asyilum” a lo que ahora llamamos Instituciones psiquiátricas. Asilos para lunáticos. En diversas culturas, las mujeres son especialmente propensas a sufrir ataques de histeria en luna llena, pero la leyenda de los hombres lobo muestra que no somos las únicas en estar bajo su influencia. Es aliada de los vampiros y algo de miedo debe tenerle el sol porque nunca han coincidido en el espacio. Por si fuera poco, es engañosa. Luna, la luminosa, la que ilumina, en realidad se roba la luz de su hermano mayor para hacernos creer que nos alumbra en las veredas oscuras.  

En la canción de Mecano, la vemos despiadada con la mujer que hace tratos con ella y maternal con su hijo: “Dime luna de plata que pretendes hacer con un niño de piel…” y ella se convierte en cuna para arrullarlo.  En la leyenda de “El conejo en la luna”, Quetzalcóatl graba la figura de un conejo en ella en recuerdo de la generosidad con que el animalito se ofreció al dios en alimento cuando no tenía nada que comer. Dos ejemplos de las innumerables historias basadas en ella. Qué mal le va a la luna la definición de “satélite”. Un astro que nos mantiene estables en el firmamento, que mueve las mareas y es capaz de enloquecernos. Qué bien se las ha ingeniado para reinar sin tener siquiera luz propia, para competir incluso con el magnífico Helios.

alrededor de la luna
Ilustración de la novela de Julio Verne “Alrededor de la Luna” dibujada por Émile-Antoine Bayard y Alphonse de Neuville.

Los habitantes de las ciudades miran menos el firmamento que los del campo. Las estrellas nos toman desprevenidos y es raro ver surgir a la luna en su esplendor. En el campo, lejos de las luces artificiales, el cielo en la noche nos recuerda nuestro diminuto lugar en el cosmos. Gracias en parte a la oscuridad, Copérnico descubrió que no somos el centro del universo y de no ser por ella nos perderíamos los relatos que surgen de la penumbra. Copérnico debe haber pasado horas observando a Selene y, rumbo al refugio de las cavernas, nuestros ancestros seguramente agradecían que guiara su camino.

Hace unos días tuvimos la primera superluna del año. Fue una noche de sueños agitados e insomnios. De niños inquietos, de mareas peligrosas, de poetas locos sin saberlo. En el campo, los coyotes salieron de cacería. En los libros, los hombres lobo aullaron. Me gustaría saber qué sucedió bajo la tierra, donde los árboles y las plantas estiran sus raíces. ¿Estaba de buen humor la luna esa noche? ¿Dejará que las cosechas prosperen o pedirá sacrificios a cambio?


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Charles Dickens: vida, obra y citas más famosas

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Charls Dickens, frases y obras que inmortalizaron al escritor inglés

La obra del escritor inglés Charles Dickens se caracteriza por tener humor, un sentimiento trágico de la vida y una clara crítica social.

El 7 de febrero de 1812 en Portsmouth, Inglaterra, nació uno de los escritores que forman parte de la literatura universal, Charles Dickens. Gracias a que el padre de Dickens fue puesto en prisión por deudas, el escritor tuvo que dejar la escuela para trabajar; por lo que su formación fue completamente autodidacta; aprendió taquigrafía y, poco a poco, consiguió ganarse la vida con lo que escribía.

La vocación de este literato empezó a florecer en 1827, cuando comenzó a prepararse para trabajar como reportero en una publicación de un tío, The Mirror of Parliament, y para el periódico liberal The Morning Chronicle.

Como era habitual en la época del escritor, sus textos narrativos eran hechos por entregas y consiguió popularidad entre lectores gracias a que éstos tenían la impresión de ir mano a mano con la pluma del autor. Algunas de las características de los textos de Charles Dickens son el humor, el sentimiento trágico de la vida, la ironía, la crítica social y las descripciones de personas y lugares, tanto reales como imaginarios.

Entre las novelas más populares de Charles Dickens se encuentran Papeles póstumos del Club Pickwick (1836 – 1837), Oliver Twist (1837 – 1839), Cuento de Navidad (1843), David Copperfield (1849 – 1850) y Grandes esperanzas (1860 – 1861). Sin embargo, escribió por lo menos otros 11 textos que también fueron muy apreciados tanto en su tiempo como en épocas posteriores, estos son:

  • Nicholas Nickleby (1838 – 1839)
  • La tienda de antigüedades (1840 – 1841)
  • Barnaby Rudge (1841)
  • Martin Chuzzlewit (1843 – 1844)
  • Dombey e hijo (1846 – 1848)
  • Casa desolada (1852 – 1853)
  • Tiempos difíciles (1854)
  • La pequeña Dorrit (1855 – 1857)
  • Historia de dos ciudades (1859)
  • Nuestro común amigo (1864 – 1865)
  • El guardavía (1866)

Finalmente, aquí te presentamos 10 citas de Dickens que son una pequeña muestra de las ideas que circundan su obra.

  • Lo más importante en la vida es dejar de decir ‘deseo’ y comenzar a decir ‘lo haré’.
  • Hay una sabiduría de la cabeza y una sabiduría del corazón.
  • Cada fracaso enseña al hombre algo que necesita aprender.
  • Hay grandes hombres que hacen a todos los demás sentirse pequeños. Pero la verdadera grandeza consiste en hacer que todos se sientan grandes.
  • Es un hecho maravilloso y digno de reflexionar sobre él, que cada uno de los seres humanos es un profundo secreto para los demás.
  • El hombre nunca sabe de lo que es capaz hasta que lo intenta.
  • Dios sabe que nunca hemos avergonzarnos de nuestras lágrimas, porque son la lluvia que limpia el cegador polvo de la tierra que recubre nuestros corazones endurecidos.
  • Nada es tan fuerte y seguro en una emergencia de la vida como la simple verdad.
  • Una palabra sincera vale más que un discurso.
  • Este es un mundo de acción, no de quejas y lamentos.

Charles Dickens murió el 9 de junio de 1870 y sus restos fueron sepultados en la abadía de Westminster.

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“El diablo en la cruz” del escritor keniano Ngugi wa Thiong’o

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Tras 22 años de exilio, el 14 de agosto del 2004 Ngugi wa Thiong’o y su esposa volvieron a Nairobi. Unos días después, una gavilla de rufianes asaltó su vivienda. A él le quemaron el rostro con cigarrillos encendidos. A ella la violaron.

Tal fue la bienvenida que dio el régimen keniano al mayor escritor bantú contemporáneo.

Aunque poco o nada nos diga su nombre en estas latitudes, Ngugi wa Thiong’o es una de las cumbres de la literatura africana y universal y un ser humano extraordinario. En Kenya sus libros están prohibidos desde que en 1977 el “padre de la patria”, Jomo Kenyatta, y su vicepresidente, Daniel arap Moi, lo encarcelaron y desmantelaron el teatro al aire libre en el que se presentaba su obra Me casaré cuando yo quiera, que habla de la injusticia y la inequidad en aquella nación.

El arresto fue al amparo de un “decreto de seguridad pública”, pues parece que en aquel país el teatro y la literatura son instrumentos de disolución social. Se confirma que en un régimen autoritario –sea nacional, estatal o municipal–, la primera víctima es la inteligencia; la segunda, la verdad.

Parece cuento sobre políticos mexicanos la siguiente anécdota verdadera: apareció un libro de Thiong’o basado en una leyenda kikuyo en la que un luchador social, Matigari, jura alzarse en armas para lograr la independencia del país. Al popularizarse la historia, las autoridades expidieron una orden de aprehensión en contra del “agitador revolucionario Matigari” por conspirar para derrocar al régimen. Podría uno morirse de risa con el chiste de si no fuera por el baño de sangre que provocó la cacería del “revolucionario”.

Ngugi
Fotografía: El país.

Un año el escritor estuvo encerrado y sin juicio. Al salir de prisión supo que había sido destituido de su cátedra en la universidad. Durante los años siguientes él y su familia fueron sistemáticamente hostigados. Pese a la represión, Thiong’o decidió permanecer en su tierra y seguir publicando hasta que las circunstancias lo obligaron a exiliarse en 1982, primero a Inglaterra y después a Estados Unidos.

Al abandonar la cárcel, en una asombrosa y ejemplar decisión, dio un giro a su vida: renunció al inglés, el idioma colonial en el que fue educado; al cristianismo, que fue la religión impuesta; a los valores culturales de Occidente y a su nombre, que hasta entonces había sido James Thiong’o Ngugi.

El fruto de esa decisión fue la primera novela moderna escrita en kikuyu, su idioma materno: Caitaani Muthara-ini (El diablo en la cruz), publicada en 1980, con la que clava definitivamente la tapa del ataúd sobre su pasado colonial. El diablo en la cruz fue escrita en prisión, sobre tiras de papel sanitario. ¿Ecos del Knut Hamsun de Hambre y del Julius Fucik del Reportaje al pie de la horca

“Planteó que la literatura escrita por africanos en un idioma colonial no es literatura africana, sino ‘literatura afro-europea’ y que los escritores deben utilizar su propia lengua para dar a la literatura africana su propia gramática y genealogía”, dice Jennifer Margulis.

En el adiós al inglés que fue su Descolonización del espíritu publicada en 1986, Ngugi conceptúa al idioma como el instrumento que los pueblos tienen no sólo para describir el mundo, sino para comprenderse a sí mismos. Para él, el inglés en África es una “bomba cultural” que acentúa el proceso de borrar la memoria de la cultura e historia precoloniales y un mecanismo eficiente de nuevas e insidiosas formas de dominación.

En palabras de Margulis: “El escribir en kikuyo, entonces, no es sólo una manera de dar voz a las tradiciones kikuyu, sino también de reconocer y comunicar su presente. Ngugi no está interesado primordialmente en la universalidad […] sino en preservar la especificidad de los grupos. En general, Ngugi recuerda que la lengua y la cultura son indivisibles, y que por lo tanto la pérdida de aquélla tiene como consecuencia la pérdida de ésta”.

literatura africana
Imagen: Pinterest.

Este sentimiento puede explicarse mejor con una pequeña muestra de su literatura. En traducción libre mía, un fragmento de “El mártir”, incluido en Literatura africana, edición de Lennart Sörensen de 1971:

De nuevo cantó el búho. ¡Dos veces!
—Una advertencia para ella –pensó Njorege.
Y de nuevo todo su espíritu se inflamó de odio, odio en contra de todos los de piel blanca, los extranjeros que habían desplazado a los verdaderos hijos de la tierra de su hogar sagrado. ¿Acaso no había Dios prometido a Gekoyo que daría toda la tierra al padre de la tribu, a él y a su descendencia? Y ahora toda la tierra había sido arrebatada.

Ngugi wa Thiong’o nació en 1938 en la congregación de Kamiriithu en el distrito Kaimbu, una zona conocida como “la meseta blanca” en la Kenya dominada por los ingleses. Fue el quinto hijo de la tercera de las cuatro esposas de su padre, un agricultor que fue degradado a jornalero a raíz del decreto imperial británico de 1915. Su tribu, los kikuyu, es el mayor grupo étnico de Kenya.

Aquella infancia y adolescencia transcurrida en una suerte de esquizofrenia cultural marcaría la obra de Thiong’o, un kikuyu-africano y occidental-cristiano, educado en una escuela inglesa y en las universidades de Makerere en Kampala (Uganda) y Leeds (Inglaterra). Hombre tribal heredero de una cultura enfrentada al occidente, despojado de su lengua e inserto en el mundo del colonialismo como catedrático en universidades estructuradas conforme al modelo europeo.

Por esa razón sus novelas se nutren del conflicto cultural derivado del papel del cristianismo, la educación en inglés y la creciente opresión de los kikuyus y otros pueblos africanos a manos del colonialismo europeo. De esa época son No llores, criatura, El río que divide y Un grano de trigo.

Ngugi wa
Fotografía: Txalaparta.

Hay otro dato que nos ayuda a entender el ambiente, los personajes y la textura de la obra de Thiong’o: la participación de su familia en la rebelión de los mau mau, el movimiento nacionalista contra el dominio británico provocado por la expropiación de tierras. Su hermano mayor era militante y su madre fue torturada por esa causa. Un hermanastro murió en la campaña.

Un grano de trigo, título que alude al tema bíblico del sacrificio para la resurrección (“a menos que muera un grano de trigo”) es la historia del heroísmo de un hombre y su búsqueda del delator de uno de los dirigentes mau mau. Los hechos tienen lugar en una aldea que es destruida en la guerra, como lo fue el propio pueblo de la familia de Ngugi.

En la vida real, cuando la rebelión fue sofocada en 1956, habían muerto once mil rebeldes, y ochenta mil niños, mujeres y hombres kikuyu estaban en campos de concentración. Además perdieron la vida más de cien europeos y unos dos mil africanos leales a la Pérfida Albión.

En la descripción de la vida de Ngugi encuentro profundas semejanzas con la historia de otro gran escritor africano, apenas ocho años mayor que Thiong’o: el nigeriano Chinua Achebe, también miembro de una tribu dominante, también entregado al cristianismo, también educado en inglés y también recuperado por la fuerza telúrica de su cultura, como si se tratase de una versión inversa del complejo de Anteo. Creo que esto no puede ser una coincidencia, pues ambos fueron producto de sociedades brutalmente colonizadas en donde los invasores pretendieron llevar a cabo la sistemática eliminación de la cultura local, como sucedió en la conquista de México.

Juego de ojos.

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Hablemos sobre la obra de Roberto Ampuero

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Roberto Ampuero es un hombre interesante, escritor, político y profesor de literatura. Nació en Valparaíso, Chile, y ha vivido y trabajado en muchos lugares del mundo. A pesar de que es un escritor muy exitoso y premiado, en México es difícil conseguir su obra, por eso hay que leerlo en cuanto uno tiene oportunidad de encontrar sus libros, de los cuales desafortunadamente no hay versiones electrónicas.

Una obra definitiva y definitoria es Nuestros años verde olivo, escrita en 1999; en ella nos relata su experiencia personal después de salir de Chile con la llegada de Pinochet, un poco como exilado y un poco como estudiante llega a la entonces Alemania Oriental y empieza a estudiar Literatura, se enamora de una bella mujer cubana y cuando están a punto de huir a Alemania Occidental, son descubiertos por el padre de la chica, que era un alto funcionario del gobierno de la isla, y quien los convence de ir a Cuba y casarse.

Poco tiempo más tarde y después de haber tenido un hijo, deciden separarse, ella se integra al gobierno y forma parte del Partido Comunista hasta puntos cercanos del fanatismo, y él, por su parte, se convierte en un paria extranjero, sin partido, sin trabajo y sin una clara definición política, haciéndole la vida muy difícil a pesar de que culmina sus estudios, y después de varios intentos, consigue salir de Cuba y regresar a Alemania Oriental.

libro de Roberto Ampuero

Posteriormente, luego de lograr salir a la otra Alemania, al poco tiempo se traslada a Estados Unidos donde inicia una larga carrera como profesor en diversas universidades. Él solo (Roberto Ampuero) ha suspendido sus labores docentes para ser Embajador de Chile en México durante el primer gobierno de Piñeira (político catalogado como de derechas), suspende su labor diplomática para ser Ministro de Cultura hasta la llegada del segundo gobierno de Bachelet, lapso en el que regresa a sus labores de profesor en universidades estadounidenses y vuelve a escribir.

Al regreso de Piñeira para un nuevo periodo presidencial, es nombrado Ministro de Relaciones Exteriores. Como vemos, es un personaje sumamente interesante, y tengo pendiente por leer Detrás del muro, libro en el que relata su paso al mundo occidental y sus inicios como profesor de literatura.

Además de los libros mencionados y varios ensayos de suma relevancia, destaca uno en el que analiza la literatura de Edwards, tiene también una serie de novelas policíacas con las que ha obtenido grandes éxitos e incluso ha sido premiado. Como varios escritores de este género, tiene un personaje emblemático; el de Ampuero es el investigador privado Cayetano Brulé, un personaje nada sexy, poco atractivo y que incluso sólo es exitoso a medias; porque a pesar de que resuelve los complicados casos a los que se enfrenta junto a su ayudante Susuki, resulta que o bien el mérito no siempre es para ellos, o casi nunca las ganancias secundarias son para ellos.

libro de Roberto Ampuero

Cita en el azul profundo es una gran novela policíaca, pero quizá trascienda eso. Cayetano Brulé es citado en un restaurante, que se llama Azul Profundo, por un nuevo cliente que le ha pagado una gran suma por adelantado y en el momento en que se va a entrevistar con él, es cruentamente asesinado; en un exceso de celo, Brulé continua la investigación, lo que le lleva a situaciones muy emocionantes, peligrosas y complicadas en lugares muy diversos; Chile, Alemania; Suecia; Cuba; México, todos países que el autor conoce a la perfección.

Nos narra el autor que Chile, en ese momento, pasa por una crisis política con huelgas, e inquietudes urgentes que manifiesta su población indígena, entre otras, a pesar de vivir una época de bonanza económica; que, por las épocas en que fue escrita Cita en el azul profundo, corresponde al primer periodo de Piñeira. El caso es que la novela se va complicando cada vez más, hasta que en Estocolmo empieza a descubrir una relación con una organización internacional, supranacional, la WPA, cuyas siglas no son nunca desatadas y que es una misteriosa organización que se dedica a combatir a los países que invaden o tratan de invadir mercados que ya están ocupados por países del primer mundo. No tiene sede, dirección postal, ni electrónica, no se sabe quiénes son sus directivos, y sus métodos desestabilizadores son a veces simples, a veces complicados, pero casi siempre efectivos; Brulé se acerca a desentrañar a la WPA pero no lo consigue; es en Playa del Carmen donde encuentra a un ex miembro de la Guapa –así le llaman en Cuba–, y le da el quid y evita un desenlace trágico para Chile. Asimismo, descubre claves interesantísimas, sin embargo, el mérito no se lo llevan Cayetano y Susuki, sino un Ministro de Estado.

libro de Roberto Ampuero

         Ahora Chile sufre una nueva crisis política a pesar de una clara bonanza económica, habría que preguntarles a Cayetano Brulé  y a su ayudante Susuki si nuevamente la WPA tiene algo que ver.

         Desde luego, Cita en el azul profundo es una novela muy buena, interesante de leer, muy bien escrita, que como todos los buenos libros nos deja preguntas al final.

Lecturas recomendadas:

Roberto Ampuero. Nuestros años verde olivo. Penguin Random House. Grupo Editorial, Debolsillo 1ª reimpresión. México. 2016.

Roberto Ampuero. Detrás del muro. Sudamericana. Chile. 2014.

Roberto Ampuero. La historia como conjetura. La narrativa de Jorge Edwards. Andrés Bello. Chile. 2006.

Roberto Ampuero. Cita en el azul profundo. Penguin Random House. Grupo Editorial, Debolsillo.  México 2013.

Isaac Asimov 100 años del maestro de la ciencia ficción

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A cien años de su nacimiento Isaac Asimov libros y cuentos más famosos del escritor estadounidense. Esta es su biografía corta.

Su imaginación lo llevó a crear las tres leyes de la robótica con las que pretendió normalizar la relación entre el ser humano y los robots y predecir algunos escenarios que cien años después de su nacimiento se han hecho realidad.

Nacido en Petróvichi, una población rural de la antigua Unión Soviética, cerca de la frontera con Bielorrusia,la vida de Asimov inició siendo de hecho una ficción sin conocerse con claridad la fecha de su nacimiento y fue el mismo escritor quién decidiera celebrar su cumpleaños fechado al 2 de enero de 1920.

Isaac Asimov fue hijo de una familia de molineros judios. Tras superar una neumonía que afectó a otros dieciséis niños, de los cuales no sobrevivió ninguno, Isaac emigró junto a sus padres a Estados Unidos, concretamente e Nueva York, donde la familia se estableció en Brooklyn. Allí su padre abrió varias tiendas en las que vendía caramelos, periódicos y revistas, entre las que se encontraban la conocidas como pulp, unas revistas baratas especializadas en historias de ficción las cuales influirían poderosamente en la posterior obra de Asimov.

En su carrera profesional, Isaac Asimov pasó por el ejército y un posgrado en química; sin embargo, sus primeros ingresos fueron derivados de su talento como escritor académico.

En la década de 1940, la la carrera literaria de Isaac Asimov se basó principalmente en la publicación de relatos cortos hasta 1950, año en que escribió su primera novela de ciencia ficción: Un guijarro en el cielo. Posteriormente, este libro fue incluido en la serie Trilogía del Imperio Galáctico junto con dos novelas más: En la arena estelar (1951) y Las corrientes del espacio (1952).

Isaac Asimov libros y cuentos

La extensa obra literaria de Asimov alcanza su cenit con dos antologías que han marcado este género: Yo Robot y Fundación. En 1950, Asimov reunió en una sola obra nueve relatos cortos publicados en la década anterior en una antología que llamó Yo Robot. En 1982 se publicaría la antología definitiva titulada The Complete Robot, y que en España se editaría con el titulo Los Robots. En ella se incluían los títulos: Bóvedas de acero (1954), El sol desnudo(1957), Los robots del amanecer (1983) y Robots e Imperio (1985). La trama de esta ambiciosa serie de novelas se sitúa en las primeras décadas del siglo XXI, cuando se inventa el cerebro positrónico, un creación sumamente compleja que Asimov describe como una malla de platino e iridio donde los impulsos cerebrales, equivalentes a las comunicaciones neuronales, se realizan mediante un flujo de positrones. Es en el interior del cerebro postrónico Asimov insertó sus tres famosas leyes de la robótica:

1. un robot no puede dañar a un ser humano o, por inacción, permitir que un ser humano sea dañado.
2. un robot debe obedecer las órdenes dadas por un ser humano, excepto cuando tales órdenes entren en conflicto con la Primera Ley.
3. un robot debe proteger su propia existencia hasta donde esta protección no entre en conflicto con la Primera o la Segunda Ley.

Estas tres leyes suponen una protección para el ser humano ante una criatura que es mucho más fuerte y superior. El robot es incapaz de escapar del margen establecido por su programación, que le impide el acceso a la imaginación, hecho en el que radica la diferencia fundamental entre el humano y la máquina que ha creado.

La segunda antología que escribió Isaac Asimov es Fundación. En ella, el autor nos sitúa en el núcleo de la galaxia, centro neurálgico del Imperio galáctico, en un planeta que se llama Trántor. La civilización ha llegado a su esplendor máximo y en ella los avances tecnológicos, científicos e intelectuales son inimaginables. Pero nada es eterno y todo principio tiene su final. El imperio está condenado y tarde o temprano desaparecerá. La trilogía está compuesta por las novelas Fundación (1951), Fundación e Imperio (1952) y Segunda Fundación (1953). Posteriormente, en las décadas de 1980 y 1990, Asimov incluyó dentro del ciclo cuatro títulos más: Los límites de la Fundación (1982), Fundación y Tierra (1986), Preludio a la Fundación (1988) y Hacía la Fundación (1993).

Asimov es recordado sobre todo por sus obras de ciencia ficción, pero también es destacable su faceta como divulgador. Escribió sobre matemáticas, astronomía y química, y también sobre historia. Asimov se atrevió asimismo a hacer algunos vaticinios. 

Las predicciones de Isaac Asimov

En un artículo publicado en 1964, Asimov predijo cómo sería el mundo dentro de 50 años, es decir, en 2014, y acertó en algunas de sus predicciones.

Predijo que mientras realizábamos una llamada telefónica, no sólo oiríamos, sino que también podríamos ver a nuestro interlocutor (lo que hoy conocemos como videollamada).

También dijo que, aunque no sería algo muy común, habría robots. Afirmó que existirían aparatos de cocina que prepararían la comida y máquinas de café. 

Pronosticó la aparición de coches sin conductor o, como él los llamaba, “vehículos con cerebro de robot”. Pero también avanzó que no toda la población mundial podría tener acceso a estas nuevas tecnologías.

Asimov advirtió también sobre los problemas de la superpoblación, y afirmó además que los humanos sólo sobrevivirán como especie si algún día logran alcanzar la igualdad efectiva entre hombres y mujeres.

Con información de National Geographic

A nuestra imagen y semejanza

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Los dioses de la mitología griega son chismosos, competitivos, despiadados con los débiles y cobardes con los poderosos. Desconocen la misericordia y les encanta ejercer su poder en los mortales. Su ego se alimenta de súplicas y alabanzas, por eso es necesario mantenernos subyugados. Cuando Prometeo nos regaló el fuego, Zeus lo castigó con un tormento sin fin: cada día, un cuervo le comería el hígado. El terrible escarmiento serviría para hacer desistir a quien tuviera la intención de empoderarnos.

Circe, hija de Helios, dios del sol, la rechazada por ser menos bella que sus hermanas, la de la voz parecida a la de los humanos, también se sentía atraída por los mortales. A ella el castigo que se le impuso por atentar contra las leyes del Olimpo fue el exilio. Pero en un giro del destino, experto en desconcertar tanto a hombres como a dioses, lo que debería haber resultado una tragedia se convirtió en salvación. En la isla de su destierro, Circe perfeccionó el arte de la brujería y tuvo contacto con hombres que merecían ser convertidos en puercos, pero también con otros, íntegros y valientes. Con una mujer sabia y un constructor de laberintos.

Circe y Ulises
“Ulises en el palacio de Circe”, Wilhelm Schubert van Ehrenberg (1667).

A su isla llegaron el ingenioso Odiseo, Penélope y Telémaco, también Atenea, la guerrera de ojos grises; Hermes, el mensajero; Apolo, el más bello entre los dioses; náufragos y ninfas. En ella concibió y tuvo a un hijo que se convertiría en rey. Los animales salvajes fueron sus compañeros y la naturaleza se abrió a ella como un regalo. Circe tenía el poder de transformar a dioses y a humanos en su verdadera esencia. En el destierro encontró la suya. ¿Tendría el valor de llevar a cabo el hechizo con ella misma? Estos temas enriquecen la última novela de Madeline Miller. No es un libro con moraleja, sino una obra que va más allá de un recuento mitológico.   

La primera parte sucede en las casas de los dioses, y aunque es importante para que el resto de la novela tenga sentido, la trama adquiere fuerza a partir del destierro de Circe. La diosa secundaria del inicio le cede el lugar a la gran bruja de Eea, a la mujer que sabe lo que quiere y está dispuesta a hacer cualquier cosa para conseguirlo. Dicen que, en el fondo, los dioses envidian la mortalidad de los humanos. La Circe de Madeline Miller nos hace entender la razón, y no es la que imaginamos.

La iglesia católica, entre otras, predica a un dios infinitamente misericordioso, dispuesto a sacrificarse por sus criaturas, y la Biblia dice: “Dios creó al hombre a su imagen y semejanza”. El problema surge cuando vemos las atrocidades que el ser humano es capaz de cometer, pues es difícil compaginar el amor que lo envuelve todo, con los pecados capitales.

libro de Circe
Imagen: La Nave Invisible.

Los dioses de la mitología griega, en cambio, fueron creados a imagen y semejanza nuestra en cuanto a debilidades, o pecados, como se quieran llamar. Sin embargo, carecen de la empatía que redime a los humanos. En este sentido, la bruja Circe se acerca más a lo que somos. Luz y oscuridad indivisibles. Una de las preguntas que genera la novela de Miller es, ¿quién necesita más a quién? ¿Los dioses a los mortales o los mortales a ellos? ¿Los poderosos a los aparentemente débiles o viceversa?

A través de su historia, el ser humano se ha esforzado por encontrar explicaciones para lo que somos incapaces de entender. Los mitos y las religiones nos han ayudado a soportar la incertidumbre. Buscar respuestas en algo superior a nosotros ha sido parte de nuestra esencia. Quizás ahí estén, pero quizás no. A lo mejor están frente a nosotros, en las caídas de las hojas en otoño, en una oruga que se convierte en mariposa. Como le sucedió a Circe, a lo mejor lo único necesario para encontrarlas sea observar a nuestro alrededor.