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Pandemia en otoño, un tiempo para reflexionar

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El deber es lo que esperamos que hagan los demás.
Oscar Wilde.

La pandemia nos ha ubicado en nuestros criterios de vida; ha manifestado desde la calidad cultural, de educación, evidenciado intereses y juicios políticos, pasando por el estado de conciencia hasta llegar al sentido común; por lo que la pandemia en otoño es un tiempo para reflexionar. 

Creo que estamos jugando con nuestras vidas cuando debemos darle mayor relevancia y procurar una mejor calidad en la salud, cosa que nos debe corresponder a todos, y es que no sólo se trata de nuestras propias vidas sino la de los demás; aunque es un tema que no todos comprenden porque muchos están convencidos que únicamente le compete al gobierno.

Mientras unos se sacrifican (con la gente el sector salud), otros pasan por alto las precauciones. Las campañas de sana distancia, lavarse las manos, el uso correcto de las mascarillas y el quédate en casa son como palabras huecas o como aire que pasa donde apenas si queda la sensación y nada más.

Pareciera que no les dice mucho o nada los miles de muertos en el mundo. Al principio se hablaba de los contagiados en China, luego Italia, España y el resto de Europa. Desde nuestro lado, la gente no creía lo que se informaba y muchos de los que creyeron llegaron a decir que eso era lejos. Pero luego llegó a América, y de pronto empezó a rondar México.

Ya no sólo está en alguna parte del país, ahora son nuestros vecinos, amigos y familiares que han sido contagiados. En verdad no sabemos qué tan cerca puede estar rodándonos el bicho. Pero no entendemos.

pandemia y hispotales
Imagen: BBC.

Los humanos somos más vulnerables de lo que creemos. Vulnerabilidad no sólo porque se puede tener las defensas bajas sino por necios, tercos e incluso poco importa con la propia vida y con la de los demás. Es claro que a quien no le importa con su vida menos le importa la de otras personas.

Por ello, no es extraño ver las calles plagadas de gente por las razones que sea. Y si bien se puede justificar el salir por necesidad e incluso por obligación, también es cierto que hay gente que sale de su casa por salir.

Hay lugares que la gente concurre por diversión, porque se sienten aburridos en su casa y prefieren arriesgarse y exponer a otros. Esta actitud es insana y peligrosa, por lo tanto, irresponsable.

Esto de los juegos públicos masivos como ligas de futbol comunitarias o  entrarle al jolgorio con los jaripeos, las peleas de gallos, o cualquier otra forma de recreación y diversión masiva, sabiendo que con esa exposición puede adquirirse o contagiar el bicho, a estas alturas debiera evitarse por simple conciencia. No debiera ser un comportamiento obligado, bastaría el sentido común, pero no es así.

La situación económica muy afectada ha obligado a que se empiecen a abrir barreras de contención, y con ello la flexibilización y relajamiento de la responsabilidad cayendo en la insensatez.

Sin ser fatalista (porque todos tenemos necesidades de salir de casa), soy del criterio de que las actividades de recreación pública masiva debieran ser más controladas con disposiciones más creativas que ayuden a preservar la vida e integridad humana.

nueva normalidad otono
Imagen: Guffy en Metro Libre.

La gente no termina de comprender el peligro existente. Todavía hay mucha gente que está convencida de que el COVID-19 es un invento para el control político o para generar grandes negocios en algunas personas.

No se vale que mientras unos, como la gente del sector salud, están sacrificando sus vidas por la de otros, a muchos individuos les importa un gorro lo que suceda con aquellos; e incluso exigen que se les garantice vivir bien. Y, ¿ellos qué?

Esto me lleva a reflexionar con preocupación el periodo en que entramos y tomo la frase de Mehmet Murat Íldan (escritor y dramaturgo turco) que dice: El invierno es apagado; la primavera es loca; el verano es alegre y el otoño es sabio.

En efecto, llegó otoño, es el período del año en que día y noche tienen una misma duración; doce horas de día y doce de noche. Y hay una gran transformación que sufre el medio ambiente, de modo que la naturaleza nos emite un discurso de reflexión profunda.

Ahora, más allá del cambio visual que experimentaremos y del significado etimológico de la palabra otoño (que según proviene de un vocablo etrusco, que era la lengua hablada en Etruria, la actual Toscana en Italia), es un período diferente a las otras estaciones que, además del clima, tiene que ver con la acepción filosófica de atravesar del tiempo.

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Imagen: Brian Edward Miller.

Desde la interpretación filosófica propia, otoño es el turno particular del ecosistema que marca un alto en el camino para deliberar sobre lo hecho; y la naturaleza –como en cada una de las estaciones– nos permite este tiempo, que en su discurso nos dice qué hacer.

De manera específica, otoño nos expresa que hay cambios oportunos e ineludibles que descubrir, pero también para proceder. Que ha llegado el momento de ganar perdiendo porque se logra la maduración necesaria para alcanzar beneficios.

Es lo que sucede, por ejemplo, con los árboles que pierden las hojas pero que, al caer, aunque se pudren, nutren la tierra para fortalecer las raíces que mantiene a los árboles de pie y productivos.

Por lo que el cosechar en otoño –en un sentido metafórico– es recoger aprendizajes cultivados a lo largo del andar; en consecuencia, se cuenta con pensamientos más maduros, lo que implica que desde el conocimiento como desde lo físico, y también desde lo energético, se es muy proclive a resultados más racionales que emocionales.

Aunque no soy ni astrónomo ni astrólogo, estoy convencido de que todo fenómeno tiene una causa energética y hace que las personas actuemos de una u otra forma. Es por ello que se desarrollan y cultivan pensamientos más racionales que emocionales o a la inversa según el caso.

De acuerdo a la interpretación que hago de este discurso de la naturaleza, como cada estación y circunstancia, en otoño hay tanto factores positivos como negativos que atravesamos de forma irremediable, pero que requerimos ser suficientemente prudentes para lo uno u otro.

otono reflexion
Imagen: Pinterest.

Si lo vemos desde en un mensaje positivo, el otoño lo podemos disponer como un regalo de vida en el sinfín de condiciones propias de la temporada, que tienen que ver desde disfrutar de mayor descanso físico hasta equilibrar mejor el espíritu.

El fenómeno de la naturaleza que produce el cambio de hermosos colores amarillos, rojos y ocres en las hojas de los árboles es a causa de su madurez y vejez que lleva a cumplir ciclos. Esto mismo se puede producir en almas y espíritus más sensibles al cumplir el ciclo de la vida.

Por otro lado, en el sentido racional, el otoño se ha caracterizado por sucesos importantes a lo largo de la historia. Para dar tan sólo tres ejemplos relevantes en el mundo, está el 12 de octubre de 1492, día en que Cristóbal Colón “descubre” América; el 27 de septiembre de 1821 se consuma la Independencia de México; 9 de noviembre de 1989 cae el Muro de Berlín (…).

Pero, desde el punto de vista “negativo” –por decirlo de alguna manera–, otoño es el momento en que la naturaleza se despoja de lo viejo para dar vida a lo nuevo –indican los biólogos–, el ambiente se carga de bacterias que se propagan mucho más rápido y fáciles de propiciar infecciones.

La temperatura empieza a bajar, se despliegan vientos más fuertes, esto provoca enfermedades respiratorias por el aumento de humedad porque bajan las defensas.

Con todo este rollo sostengo que a los humanos nos encanta estar al borde de la fosa. No terminamos de entender que hay una pandemia que ha matado a miles y miles de personas. El bicho-feo, el COVID-19, en otoño, puede tener un rebote mayúsculo si seguimos por la ruta de la irresponsabilidad. ¿Les suena?  


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