En los tres artículos anteriores sobre este interesantísimo y relevante tema de las vacunas exploramos la historia de las primeras vacunas hasta esta época. Durante todos estos años hemos aprendido de los éxitos y fracasos en su desarrollo. Durante ese proceso considero que hay tres aspectos a destacar: la importancia de las vacunas en la salud tanto humana como animal; la interacción cercana durante el proceso de humanos y animales en este desarrollo, incluyendo tanto a médicos como a veterinarios; y el que, al igual que en otros temas, la mejora continua es vital para lograr vacunas más eficientes en efectividad, en su fabricación, aplicación, etcétera.
En esta última entrega sobre el tema voy a explorar la situación actual de las vacunas, así como lo que pudiera ser el futuro de ellas.
Dada la situación actual por la pandemia de la COVID-19, nos hemos vuelto más conscientes del importante papel que juegan las vacunas en nuestra vida. La gran mayoría de los habitantes damos por hecho su existencia ya que forman parte integral de la misma. Poco tiempo después de nacer y durante nuestra infancia, nuestros padres nos llevaron a vacunar, y nosotros a nuestros hijos para protegerlos de múltiples enfermedades. Sin embargo, ya en nuestra etapa adulta nos olvidamos de la necesidad y conveniencia de vacunarnos periódicamente. Por lo general lo hacemos muy ocasionalmente y, la mayoría de las veces, porque sucede algún evento extraordinario en nuestra vida. Por ejemplo, si se corta uno con algún fierro oxidado le preguntan a uno si está vacunado contra el tétanos o si va uno a viajar a algún país donde hay tifoidea, es necesario aplicarse la vacuna.
En lo personal no me había puesto una vacuna por años y ahora con la COVID me recomendaron vacunarme contra el neumococo que es el que produce las neumonías. Yo ni sabía que existía esa vacuna. Otro ejemplo, es el de la vacuna contra el sarampión. Se aplica en edades tempranas, pero como aprendí por el crecimiento reciente de esta enfermedad, es conveniente aplicarse un refuerzo para seguir protegido. Es decir, considero que falta promoción e información sobre las vacunas que es conveniente aplicarse en nuestra juventud, edad adulta y vejez.
A pesar del beneficio comprobado de la vacunación, existe rechazo de ciertos grupos de la población a vacunarse por diversas razones, tanto “médicas” como religiosas. Por ejemplo, en 1772 el reverendo Edmund Massey llamó a las vacunas “operaciones diabólicas” en su sermón intitulado “La Peligrosa y Pecaminosa Práctica de la Inoculación”.
A partir de los años 80 del siglo pasado se han incrementado significativamente los movimientos antivacunación. En Estados Unidos se ha definido el 19 de abril de 1982 como el día que marca el inicio de la historia moderna de este movimiento. Ese día una televisora de Washington transmitió un programa llamado “DPT: Vaccine”, en el que le echaba la culpa al componente anti-tosferina de la vacuna de causar daño cerebral. Por este programa hubo muchos padres, tanto en Estados Unidos como en otros países, que rehusaron ponerles la vacuna a sus hijos. El país más afectado por esta decisión fue Gran Bretaña, ya que ahí se dio una epidemia de tosferina causando muchas muertes infantiles.
Más recientemente, el Dr. Andrew Wakefield publicó en 1998 un artículo diciendo que la vacuna triple que protege contra el sarampión, paperas y rubeola (MMR, por sus siglas en inglés), incrementaba el porcentaje de niños autistas y con enfermedades gastrointestinales. Este artículo y la investigación en la cual se basó fue calificada de fraudulenta, llegando al grado de que perdió su licencia para practicar la medicina.
A pesar de eso, muchas personas siguen creyendo lo dicho por Wakefield. En Londres, el porcentaje de niños vacunados con la MMR bajó hasta el 61% y se reportó un incremento de los casos de sarampión en muchos países, incluyendo a México. Un caso interesante es el que se atribuyen 125 casos de contagio a visitantes a Disneylandia en Anaheim, California. Por ello el Senado estatal pasó una ley haciendo obligatoria la aplicación de esta vacuna a toda la población infantil, prohibiendo su exención por motivos personales y religiosos.
Varios grupos religiosos, principalmente los hindús, protestantes, musulmanes, judíos ortodoxos y testigos de Jehová, están en contra de esta vacuna, no porque dudan de su efectividad, sino por su origen, ya que esta vacuna se crea a partir de un tejido fetal de abortos. Además, esta vacuna contiene gelatina elaborada con porcinos, ingrediente que asegura su estabilidad para poderse almacenar. A estos grupos religiosos se agregan otros como los protestantes cristianos holandeses que consideran que las vacunas intervienen en el trabajo de Dios, y que no se debe de cambiar el destino de aquellos que están destinados a adquirir esas enfermedades e incluso a morir.
Aun cuando se ha tenido un gran éxito con la aplicación de las vacunas para prevenir el contagio de muchas enfermedades, actualmente hay muchas otras para las cuales todavía no se ha podido encontrar el agente que a través de la inoculación nos proteja de muchas enfermedades como VIH, ébola, influenza aviar, zika, dengue, varios tipos de Influenza como la H7N9 y, recientemente, la COVID-19. En otros casos, la cobertura de las vacunas es parcial y el grado de protección va cambiando con el tiempo como en el caso de la influenza estacional que se da por diversas cepas, y la vacuna sólo cubre algunas de ellas y que, además, éstas mutan con el tiempo.
Hablando específicamente de la COVID-19, cada día leemos de la existencia de muchas iniciativas para encontrar una vacuna que pueda protegernos para evitar el contagio de este poderoso virus. Hay algunas iniciativas individuales tanto de países como empresas para lograrlo, pero también se han formado coaliciones de universidades con farmacéuticas y de países como la Coalición para la Preparación e Innovación frente a las Epidemias (CEPI, por sus siglas en inglés) donde México participa.
Se calcula que actualmente hay más de 150 proyectos en el mundo buscando una vacuna y ya se cuentan alrededor de 11 que se están probando en humanos; se estima que para fin de año se tendrán como 50 más haciendo este tipo de pruebas.
Por lo general el desarrollo de una vacuna tarda entre 15 y 20 años, sin embargo, dada la magnitud que ha alcanzado este virus, se está invirtiendo una enorme cantidad de dinero y recursos humanos y científicos en tener una vacuna entre 12 y 18 meses.
Dado que el principal obstáculo para el desarrollo de las vacunas, aun con la muy avanzada tecnología actual, es la incapacidad para entender la forma en que el cuerpo humano genera mecanismos contra la protección y, en este caso específico lo que el virus hace al sistema inmunológico. Se está desarrollando una vacuna sin saber el nivel de respuesta que se requiere para ser efectiva y sin saber cuánto puede durar su efecto.
Como con cualquier vacuna, el objetivo es lograr que el sistema inmune del cuerpo reconozca un patógeno específico y genere los llamados “soldados” para que ataquen al virus, preveniendo que la gente se enferme o por lo menos que no se enferme gravemente.
Para cumplir con la meta de desarrollar una vacuna lo más rápido posible, se están utilizando todo tipo de técnicas, desde las utilizadas a través de los años hasta aquellas con tecnologías innovadoras que se han venido desarrollando recientemente pero que no se han probado en humanos.
Considerando esto, los científicos están haciendo todo lo posible para acelerar el desarrollo pero sin caer en el riesgo de que la vacuna cause más daño de lo que podría solucionar. Es por ello que antes de lanzar la vacuna masivamente están haciendo todas las pruebas necesarias para minimizar ese riesgo.
El principal obstáculo para el desarrollo de las vacunas, inclusive con la muy avanzada tecnología actual, es la incapacidad para entender la forma en que el cuerpo humano genera mecanismos contra la protección.
El proceso que se está siguiendo con este virus y los resultados que se tengan van a ser muy importantes en el futuro del desarrollo de las vacunas. Es cierto que las tecnologías y la ciencia moderna ayudarán a que este proceso sea mejor y más rápido. Sin embargo, la naturaleza también avanza de manera rápida e inesperada y como mencioné anteriormente, el proceso de crear y actualizar vacunas siempre será un proceso de mejora continua.
Viendo hacia adelante, sería ideal que al conocer el DNA de cada persona y cómo influye en el comportamiento de su sistema inmunológico, aunado a un gran conocimiento de cómo se comportan los virus, surgiera la posibilidad de crear una vacuna que se aplicara al nacer y que lo protegiera de la mayoría de los virus que pudieran darse en su vida. Esto parece un sueño, pero siento que el avance tecnológico probablemente llegue a cumplirlo.
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