Vaticano

El Papa Francisco y la homosexualidad

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El Papa Francisco ha vuelto a cimbrar a su propia iglesia, y algunos sistemas políticos y jurídicos del mundo, al anunciar la aprobación de uniones civiles entre personas homosexuales, que el catolicismo ha estigmatizado por siglos, basado en las sagradas escrituras, como un crimen nefando –que se aplica a personas o acciones que son consideradas abominables o nocivas, y que según el Diccionario de María Moliner, no es de buen gusto hablar de ellas–, y  se ha aplicado a personas de diferentes tendencias sexuales hasta llegar a la tortura, y penas inusitadas como la muerte en la hoguera o apedreadas por la comunidad. Las palabras del pontífice no tienen desperdicio al decir que “Los homosexuales tienen derecho a estar en una familia. Son hijos de Dios y tienen derecho a una familia. Lo que tenemos que hacer es crear una ley de uniones civiles. Así están, cubiertos legalmente. Yo apoyé eso”. Estas rotundas palabras las hizo en una entrevista para el documental Francesco del Festival del Cine de Roma, que realizó el cineasta Evgeny Afineevsky.

La declaración papal refrendó otra anterior realizada en un vuelo a Brasil el año de 2013, a una pregunta de un periodista sobre su opinión en relación con un cura supuestamente gay, al afirmar: “Si una persona es gay y busca a Dios y tiene buena voluntad. ¿Quién soy yo para juzgarlos?”. Y que no fue tan sorprendente como la de “Dios no es católico”, misma que se apresuraron a eliminar de los principales noticiarios del mundo por sus repercusiones en su inmensa feligresía. En esta época la homosexualidad dentro de la propia iglesia, reflejada en los miles de abusos sexuales que han cometido lo sacerdotes y que, tal vez, siempre llevaron a cabo, pero debido al poder eclesiástico férreo se ocultaron, pega de lleno en el corazón de la Santa Sede.

papa y homosexualidad
Imagen: Falco.

Las reacciones no se hicieron esperar, principalmente en Europa y Estados Unidos. Sus críticos siempre han dicho que la homosexualidad es un “trastorno” o “desorden”, según uno de los más influyentes padres de la iglesia, Tomás de Aquino, y que debe ser atendido por los psiquiatras. Antes, en el Antiguo Testamento, en el libro Levítico, las penas eran aún más severas para quienes practicaban la prostitución en todas sus formas, incluyendo el adulterio. Las redes sociales –esos lavaderos cibernéticos que en todo están, menos en misa, como dice el dicho popular– se inundaron de críticas a Francisco, principalmente entre las clases conservadoras, con miles de adjetivos con actitudes de odio al comentario en cuestión, y digo comentario porque no tiene valor ni siquiera de documento eclesiástico; pero también existe la corriente progresista que lo apoya y matiza las breves, pero contundentes palabras del polémico líder de la iglesia católica.

Las frases son claras, no obstante, ya han sido sometidas a análisis rigurosos de acuerdo con la perspectiva religiosa o ideológica que se les juzgue. En mi opinión, hay dos relevantes: las que consideran a los homosexuales como miembros de la familia, y desde luego la aprobación de leyes sobre las uniones civiles. La primera indica que la familia debe ser incluyente, no discriminarlos y, aún más, no echarlos fuera del seno familiar porque esto constituye ya no un deber religioso, sino una responsabilidad humanística. De allí que todos son “hijos de Dios” y no pueden de ellos hacer seres miserables por su género diferente, porque no existe, aun siquiera, base científica definitiva para determinar el origen de las diferentes formas de la homosexualidad (LGBTTQ). Y, la segunda, porque la unión civil asegura los derechos y obligaciones de los individuos, como son las herencias, pensiones y demás prestaciones sociales a las que deben tener acceso. Porque el Papa no habla de matrimonio entre personas del mismo sexo, que se mantiene en que esta relación o vínculo debe ser entre individuos de diferente sexo.

El tema da para mucho más, pero por ahora quedémonos con el reclamo de Reinhard Marx, arzobispo de Alemania: “La Iglesia debe disculparse con los homosexuales por haberlos marginado”. 


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La terca e incompasiva condena del Vaticano a la eutanasia

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El mes pasado se difundió la noticia de que el Vaticano había publicado la Carta Samaritanus Bonus, Sobre el cuidado de las personas en las fases críticas y terminales de la vida, firmada por la Congregación para la Doctrina de la Fe, el 14 de julio de 2020. Se trata de un documento extenso con muchos aciertos en los lineamientos que da para proporcionar una adecuada atención a los enfermos que se encuentran sufriendo en el final de la vida: evitar el uso de la tecnología que prolonga la agonía de manera innecesaria, la indicación de proporcionar cuidados paliativos a los enfermos y de acompañarlos compasivamente. Sin embargo, la compasión que tanto se promueve en el documento, brilla por su ausencia al referirse a las situaciones en que un enfermo, consciente de la situación que está enfrentando y padeciendo un sufrimiento que le resulta intolerable, desea poner fin a su vida y contar con una ayuda médica que le permita morir sin dolor y en paz, lo que sería posible a través de la eutanasia o el suicidio médicamente asistido.

No, el Vaticano no cede y en esta carta establece que la eutanasia es un crimen contra la vida humana porque causa directamente la muerte de un ser humano inocente. No queda claro por qué: hay muchas personas, católicas incluidas, que desean contar con la ayuda de un médico que cause su muerte y de esta manera expresan la última libertad que les queda en el limitado margen de opciones que les impone su enfermedad; pueden así elegir ya no vivir. En la carta se advierte a quienes han decidido recurrir a la eutanasia o al suicidio asistido que no podrán recibir ni el sacramento de la absolución ni el de la unción de los enfermos.

Es importante tener en cuenta en qué contexto se da a conocer la Samaritanus Bonus; es precisamente cuando se discute el tema para legalizar la muerte asistida en diferentes países, entre los que están España y Colombia, siendo este último uno de los pocos del mundo que permiten legalmente la eutanasia y el único en Latinoamérica. Si bien en Colombia se despenalizó la eutanasia en 1997, y desde 2015 se cuenta con una normativa que estableció el Ministerio de Salud, es preferible que esté legalmente regulada y con este fin se debate actualmente un proyecto de ley en la Cámara de Representantes de este país. Por su parte, en España, el PSOE registró el 24 de enero de este año un nuevo proyecto de Ley de Regulación de la Eutanasia, el cual se sigue discutiendo en el Congreso.

iglesia y eutanasia
Imagen: Emaze.

La Carta del Vaticano está dirigida a los practicantes de la religión católica y se basa en la doctrina de ésta para sustentar su posición. Es, se aclara, un documento para iluminar a los pastores y a los fieles en sus preocupaciones sobre un misterio específico que sólo la Revelación de Dios puede desvelar; incluye entre sus destinatarios a instituciones hospitalarias y asistenciales inspiradas en los valores cristianos. El problema es que también amenaza de considerar culpables de una falta muy seria a quienes aprueben leyes sobre la eutanasia y el suicidio asistido, pues se hacen cómplices del grave pecado que otros llevarán a cabo. De esta forma se busca influir en las políticas públicas de diferentes países sin respetar su laicidad e ignorando que están constituidos por ciudadanos que creen en diferentes religiones o que no creen en ninguna. Tal parece que el Vaticano busca que se considere delito lo que en su dogma califica como pecado y que esto aplique a toda la población.

Los efectos de esta pretensión ya se están haciendo notar. El Comité de Bioética de España acaba de publicar su rechazo a que se considere la eutanasia como un derecho y se apruebe el proyecto de ley para regularla. No es difícil relacionar las razones que da este Comité con la carta emitida por el Vaticano, dadas sus semejanzas en la argumentación. El Comité afirma, por ejemplo, que permitir la eutanasia implicaría dejar de interesarse por la protección de la vida humana e impondría criterios económicos y utilitarios para desentenderse de responsabilidades familiares y sociales. Son argumentos falaces que estamos acostumbrados a escuchar cuando se invoca el “argumento” de la pendiente resbaladiza; éste afirma que cuando se permite la eutanasia (concediendo que hay casos en que se justifica éticamente), inevitablemente se termina aplicándola de manera abusiva en personas vulnerables que no querrían morir.

Esta aseveración (que no considero argumento porque falla en su demostración lógica) funciona por su fuerte peso psicológico porque quienes la crean (sin cuestionarla), dirán que no quieren que se cause la muerte de personas que quieren vivir. El problema es que no se demuestra que esto suceda. Son declaraciones que siguen la línea del Papa Francisco que ha hablado de la “cultura del descarte” como antes el Papa Juan Pablo II habló de la “cultura de la muerte” para referirse a quienes defienden que las personas tengan la opción de solicitar la eutanasia si así lo deciden. Yo diría que quienes apoyamos que esto sea posible formamos parte de una cultura a favor de una vida libre y digna, reconociendo que somos finitos, abogando por el respeto a la autonomía de las personas hasta el último momento y defendiendo que no se abandone a quienes lo único que piden al llegar a este punto, es ayuda para morir.

El Comité argumenta también que no se debe respaldar el deseo de las personas que piden la eutanasia para así proteger a otras personas vulnerables; ¿por qué no le importa afectar a las personas que quieren la eutanasia (y no protegerlas) en nombre de otras que supuestamente se verían afectadas? Sería más razonable establecer criterios muy claros, como se ha hecho en todos los países en que se permite la muerte asistida, para asegurarse que la ayuda únicamente se da a quienes han demostrado su capacidad para tomar voluntariamente la decisión de morir.  

Una de las razones que da el Comité para no legalizar la eutanasia es que el código penal español ha sido compasivo y no ha castigado con prisión a quienes la aplican. Concuerdo con la crítica de Fernando Marín, vicepresidente de la organización Derecho a Morir Dignamente de España, quien comenta que las personas que han ayudado a familiares a morir se han visto sometidas a experiencias terribles de investigación y siempre corren el riesgo de terminar en la cárcel.

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Imagen: PGNitem.

Igualmente cuestionable, aunque esto lo repitan hasta el cansancio los opositores de la eutanasia, es que el Comité diga que ésta no se necesita habiendo cuidados paliativos. Si bien es cierto que una buena atención paliativa lleva a muchas personas que creían que ya no querían vivir a desear seguir viviendo, los mismos paliativistas reconocen que ni con los mejores cuidados paliativos es posible aliviar el sufrimiento, físico o emocional, de algunos enfermos. Esto parece saberlo el mismo Comité y por eso propone recurrir a la sedación, en tanto intervención de los cuidados paliativos, y aplicarla de una forma profunda y continua hasta la muerte en los casos en que el sufrimiento persista, sea físico o emocional. Una cosa es dar esta sedación al paciente que ya está por morir para que encuentre la muerte inconsciente y no experimente el sufrimiento causado por uno o más síntomas que no responden a ningún tratamiento, lo cual permiten las normas establecidas en diferentes países (muy deficientes en el nuestro). Otra cosa es llamar sedación a una acción que busca causar la muerte, porque no se puede aliviar el sufrimiento, aun si el paciente no está en los últimos días de vida; habría casos en que esta acción correspondería, más bien, a una eutanasia lenta y disimulada. En esto se cae cuando se afirma que la sedación sirve para resolver cualquier situación.

Finalmente, es totalmente absurdo referirse a la pandemia para argumentar en contra de la eutanasia, como lo hace el Comité, diciendo que es inaceptable considerar el tema cuando tantas personas mayores han fallecida por COVID-19 en condiciones indignas. De verdad, ¿qué relación? Se trata de dos problemas diferentes. Sin duda, las personas mayores deben ser atendidas oportuna y dignamente siempre. Por otro lado, hay otras personas, con diferentes enfermedades, que han llegado al límite de lo que consideran tolerable y desean ayuda para morir; respetar su deseo no afecta en nada la obligación de cuidar a otros pacientes.

Al analizar las razones del Vaticano para seguir condenando la eutanasia llaman la atención algunos supuestos. El primero es que da por hecho que un enfermo muy grave se encuentra en tal condición de vulnerabilidad, que se vuelve incapaz de tomar una decisión responsable sobre su vida, razón por la cual sería una terrible falta tomar en serio su pedido de querer morir. Es decir, los pacientes no saben lo que piden, pero el Vaticano sí. Necesitan afecto, atención, y medios para aliviar el sufrimiento; el discurso no se modifica aunque estos medios se hayan agotado, lo cual pasa en muchos casos. Hay que recordar a la jerarquía católica que en los lugares en que se permite la muerte asistida, uno de los criterios legales para aplicarla es, justamente, que se hayan agotado las alternativas para dar alivio al enfermo.

Otro aspecto que resalta es tanta insistencia en la Samaritanus Bonus de mantener la vida biológica, para lo cual afirma que la vida siempre es un bien. Eso corresponde que lo diga la persona que vive esa vida y determine si realmente sigue siendo un bien; puede ser que, como autora de su vida biográfica, reconozca que llegó el momento de ponerle fin. Esto es totalmente comprensible si se acepta que la persona es dueña de la vida que vive y puede tomar decisiones sobre ella. Hay muchos católicos que así lo piensan; que creen que así como Dios da la vida, mantiene su regalo hasta el final. Piensan también que es importante morir con serenidad y transitar en paz hacia la otra vida en la que creen y que, en ocasiones, la eutanasia es el medio para lograrlo. Con argumentos como estos, el teólogo Hans Küng ha sido uno de los más importantes defensores de la eutanasia para los católicos, siempre y cuando se trate de una decisión libre y responsable, y expone su propuesta para que la Iglesia cambie de actitud en su libro Una muerte feliz.

pacientes de eutanasia
Imagen: Actual.

Precisamente por entender que para un creyente católico la paz en el momento final de su vida es fundamental, considero cruel que el Vaticano siga manteniendo la posición de que comete un grave pecado quien recurre a ella, perdiendo, además, el derecho a la absolución y a la unción de los enfermos. De esta forma, cuando más lo necesitan, se priva a los católicos que consideren la eutanasia de los medios de que dispone la Iglesia para ayudar en el paso a la otra vida. ¿Dónde queda la compasión que tanto predica el Vaticano? El doctor Luis Muñoz, compañero en El Colegio de Bioética, propone una explicación con la que estoy de acuerdo y que se refiere a que la Iglesia necesita mantener el control de las conciencias en temas del inicio y el final de la vida, la sexualidad y la reproducción, entre otros, porque representa un poder que no quiere perder; trata de disfrazar su injerencia con argumentos y una supuesta piedad que no acaban de convencer.

La jerarquía católica debería ser más sensible a las necesidades que expresan sus fieles y que desearían contar para el final de su vida con la tranquilidad espiritual para tomar la decisión que les permita despedirse de esta vida de la mejor manera. De otra forma, sucederá algo equivalente a lo que han tenido que hacer muchas mujeres que quieren seguir siendo católicas; siguen su propia conciencia al no poder obedecer a una jerarquía que a estas alturas sigue prohibiendo la anticoncepción.

Contrario a lo que afirman quienes se oponen a la muerte asistida, el permitirla mediante la eutanasia o el suicidio médicamente asistido no va causar que haya más muertes, sino que haya menos sufrimiento. Esto debería aplicar también para los católicos, pero lo más importante es que no se permita en los diferentes países laicos, en que se discute el tema, que sean razones religiosas las que impidan a todos sus ciudadanos contar con una opción que pueden necesitar para terminar su vida con dignidad. 

Por último, espero que el próximo 17 de octubre, en el referéndum que se celebrará en Nueva Zelanda, se vote a favor de que entre en vigor la End of Life Choice Act 2019, para dar a las personas con una enfermedad terminal la opción de solicitar una muerte asistida.


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Los Legionarios de Cristo y el padre Marcial Maciel

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La designación de John Lane Connor, nacido el 15 de febrero de 1968, en Severna Park, Maryland, Estados Unidos, designado para ocupar el cargo de director de la Congregación de los Legionarios de Cristo, por el Capítulo General –órgano general de gobierno interno– sustituye a Eduardo Robles-Gil, quien ocupó el cargo desde 2014; vuelve a poner en el tapete de los debates la mayor crisis de la organización que desató la actuación de su fundador, el sacerdote Marcial Maciel Degollado, cuya tormentosa y viciada vida manchó por siempre su prestigio a nivel nacional e internacional, por el flagelo de la pederastia que azota hoy al Vaticano.

La pederastia –definida genéricamente como abuso sexual a niños y adolescentes por mayores de edad– constituye una de las principales preocupaciones del Papa Francisco, quien ha derogado de la Ley canónica el secreto pontificio, el escudo protector para no enjuiciar a aquellos sacerdotes responsables de esta transgresión. Dentro de este conflicto, la figura del padre Connor, primer extranjero que ocupa el puesto direccional –es decisiva para enfrentar miles de acusaciones en diversos países por actos de pederastia–.

Marcial Maciel
Marcial Maciel Degollado, sacerdote mexicano fundador de los Legionarios de Cristo (Fotografía: Grandin Media).

En México, país donde predomina el catolicismo, el caso más embarazoso es el de los Legionarios de Cristo, iniciado por su propio fundador Marcial Maciel Degollado, que desde 1940 fue acusado ante el Vaticano por una larga serie de crímenes, según testimonios de víctimas y sacerdotes mexicanos, entre estos últimos, Monseñor Sergio Méndez Arceo, Obispo de Cuernavaca, quien dirigió una carta al Vaticano en 1956, en la que denunciaba los abusos sexuales contra seminaristas y niños. La misiva nunca tuvo respuesta debido a que tanto el alto clero, así como el gobierno de México, hicieron oídos sordos a los reclamos de los agraviados, principalmente durante el papado de Juan Pablo II, quien tuvo muchas deferencias hacia el malévolo sacerdote Maciel, acusado por ocho sacerdotes en 1977, de haber sido abusados sexualmente cuando eran seminaristas, por el célebre pederasta, amparado por la fuerza económica y política de su poderosa organización.

No obstante que el padre Maciel recibió su ordenación sacerdotal el 26 de noviembre de 1944, ya como estudiante, tanto en el seminario Montezuma, Nuevo México, Estados Unidos, y posteriormente en la Universidad de Comillas en España (de ambos fue expulsado), con gran visión ya había fundado las formaciones de Misioneros del Sagrado Corazón y la Virgen de los Dolores e iniciado el Movimiento Regnum Christi en 1941, que fue la base para instituir los llamados Legionarios de Cristo; décadas después tenía presencia en cuatro continentes, 22 centros religiosos en igual número de países, 43 institutos de superiores y 175 colegios con 122,000 alumnos, así como universidades en Italia, España, Estados Unidos y México. Maciel tenía una enorme habilidad y maestría para relacionarse con la clase aristocrática, hacerse de cuantiosos recursos económicos y llegó a manejar más de 650 millones de dólares anualmente, de donde surgían donaciones para altos funcionarios del Vaticano.

legionarios de cristo de maciel
Fotografía: Legionarios de Cristo.org.

Su reinado se precipitó bajo el papado de Benedicto XVI, y tuvo que renunciar a su cargo en 2005, que había ostentado desde su fundación. Su eclipse total sobrevino al ser “castigado” mediante la suspensión de su ministerio y a pasar “una vida de penitencia y oración”. Tras una breve temporada en su natal Cotija de la Paz, Guanajuato (donde vivió con su amante y su hija, ambas españolas), se mudó a Naples, Florida (Estados Unidos), donde murió a los 84 años.

Ésta es la pesada losa sobre la espalda del nuevo dirigente de los Legionarios de Cristo, quienes, junto con la curia vaticana, actualmente tratan de limpiar la cara de la cofradía; además tendrán que atender en México la iniciativa aprobada por la Cámara de Diputados, sobre la no prescripción de todas las demandas de pederastia, para que las víctimas decidan denunciar este delito en el momento que puedan y quieran hacerlo, así como inhabilitar y destituir a los funcionarios que lo encubran.


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Netflix y el Vaticano mancuerna explosiva

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A la para del estreno de una cinta donde se cuestiona la sexualidad de Jesús Netflix lanza la película “Los dos papas”.

Sin el escándalo mediático creado por la cinta “La primera tentación de Cristo”, donde se aborda la supuesta homosexualidad de Jesús, la empresa especializada en distribución de contenido digitales presentó el film “Los dos papas” (The Two Popes) donde se nos narra la renuncia del papa Benedicto XVI y el inesperado ascenso de un cardenal argentino, Jorge Mario Bergoglio, al Trono de San Pedro.

Alerta de spoilers: esta nota puede revelar algunos detalles de la trama de la película.

El filme, dirigido por Fernando Meirelles (“Ciudad de Dios”) y con guión de Anthony McCarten (Bohemian Rhapsody) gira en torno a una conversación ficticia entre el cardenal de Buenos Aires y el obispo de Roma poco antes de la renuncia de este último en febrero de 2013.

La historia, interpretada por Anthony Hopkins y Jonathan Pryce, recurre al patrón de dos personajes encontrados en su diferente visión del mundo.

A medida que la trama avanza, no solo empatizarán, sino que lograrán cambiar la visión del otro y mostrar una concepción nueva del mundo.

“Los dos papas” presenta dos visiones contrapuestas del dogma, de la vida y de la fe que se cruzan de forma casi arquetípica en la aspiración de un mejor futuro para la crisis de la Iglesia católica.

Pero quizás uno de los elementos que más confusión ha traído es el hecho de que se trate de una obra de ficción “inspirada en hechos reales”: ¿qué es ficción y qué realidad en la cinta de Meirelles?

La BBC señaló los elementos verdaderos y los ficticios de la cinta.

El cónclave y la elección de Benedicto XVI

Un hecho real echa andar la trama del filme: es abril de 2005 y el papa Juan Pablo II ha muerto.

Los cardenales de todo el mundo deben viajar a Roma para elegir un nuevo pontífice en una de las ceremonias más secretas del catolicismo: el cónclave.

Allí, con dos tercios de los votos, los purpurados menores de 80 años deben elegir de forma secreta quién será el “sucesor de San Pedro”.

Lo que pasa dentro de la Capilla Sixtina hasta que salen las famosas fumatas (negra, si no hay acuerdo; y blanca, si se elige a un nuevo Papa) es un misterio.

En 2005, como cuenta la película, el alemán Joseph Ratzinger, quien era el prefecto de la Congregación para la Causa de la Fe y mano derecha de Juan Pablo II, era visto como el sucesor natural del papa.

Sin embargo, es menos claro el lobby que la película sugiere que hace Ratzinger para su elección o sus ansias desmedidas de poder.

De hecho, diversos vaticanistas aseguraron que, en realidad, el viejo prelado alemán -un erudito filósofo- buscaba más jubilarse y retirarse a escribir que gobernar la Iglesia en el momento tan complicado en el que se encontraba.

A ciencia cierta, no se sabe qué otros candidatos estuvieron en las quinielas de los papables: los cardenales hacen un voto de secreto sobre el Evangelio antes de comenzar las discusiones, por lo que la información sobre el cónclave es extremadamente limitada y probablemente lo que muestra la película sobre ese capítulo de la historia es, en su mayoría, ficción.

Sin embargo, sí hubo algunos detalles que salieron a la luz estos años: unos documentos filtrados al diario italiano La Strada reflejaron que durante el cónclave de 2005, el nombre del argentino quedó en el segundo puesto en la votación que, como se esperaba, ganó Ratzinger después de cuatro fumatas negras.

No hay ningún indicio público, eso sí, de que Bergoglio lamentara la elección del alemán, como cuenta el filme, o que la apuesta de los cardenales por un papa “conservador” haya motivado su posterior renuncia al puesto cardenalicio, como también parece sugerir la película.

La renuncia de Bergoglio y el encuentro con el papa en Castel Gandolfo

En la parte argentina de “Los dos papas” se ve al entonces cardenal Bergoglio esperando una carta de Roma que apruebe su renuncia, a la espera de poder retirarse a una pequeña parroquia local.

De hecho, el personaje le cuenta a una de sus asistentes que mandó por correo la carta al Vaticano y que espera una respuesta.

En realidad, según el Derecho Canónico, todo obispo debe presentar su renuncia de forma obligatoria al puesto cuando llega a los 75 años (Bergoglio tenía 76 cuando fue elegido papa) y el pontífice puede aceptarla o no.

Así que, como cuenta la película, Bergoglio sometió su renuncia a Roma cuando llegó a la edad establecida: sin embargo, es falso que los obispos utilicen el correo postal para estos menesteres.

Generalmente, los trámites se realizan a través de las nunciaturas apostólicas, las embajadas del Vaticano en los diferentes países.

Tampoco hay constancia de que Bergoglio viajara a Roma para reunirse con Benedicto XVI o que tuvieran encuentros y conversaciones previas a su elección como papa en la residencia de verano de Castel Gandolfo. Al menos no como en el filme se retrata.

De lo que sí se tiene registro es que ambos se reunieron en ese enclave, pero mucho tiempo después de lo que la película muestra, cuando los dos eran pontífices.

El “Vatileak”, la renuncia de Benedicto y la elección de Bergoglio

La película, que describe en buena medida el caos de la Iglesia católica, recrea uno de los mayores escándalos del catolicismo en décadas: los llamados “Vatileaks“.

Se trata de una serie de documentos secretos que se filtraron a la prensa en 2012 y que daban cuenta de la corrupción, los chantajes y escándalos sexuales dentro de la Iglesia y en especial, dentro del Banco Vaticano.

Como cuenta el filme, fue el propio mayordomo de Benedicto XVI, Paolo Gabriele, quien filtró buena parte de los archivos y, según algunos vaticanistas, podría haber sido una de las causas que llevaron al papa a replantearse continuar frente a la Santa Sede.

Oficialmente, Benedicto XVI alegó “falta de fuerzas” para poder hacer frente a los desafíos de la Iglesia, según dijo en latín en su histórico anuncio de renuncia en febrero de 2013.

La película sugiere otro elemento: la culpa y una presunta crisis de fe tras la débil respuesta que dio a los escándalos de abusos sexuales a menores por parte de los curas católicos y en especial, el mexicano Marcial Maciel.

Sin embargo, no hay información pública que apunte a que Ratzinger se haya arrepentido de cómo manejó la crisis de los abusos o que se hubiese reunido en la Capilla Sixtina para compartir sus planes de renuncia con el cardenal argentino.

Mucho menos que hayan tenido lugar las conversaciones entre ambos sobre la crisis de fe, los problemas para escuchar la voz de Dios, el intercambio sobre la “humildad” o los zapatos de Bergoglio o el atracón de pizza y Fanta que se dan en la Capilla de las Lágrimas (aunque es conocido que el papa emérito es fanático del jugo artificial de naranja).

Meirelles, no obstante, asegura que los diálogos de la película, si bien forman parte de la ficción, están basados en la realidad.

“Todo el diálogo, todo esto está tomado de discursos o entrevistas o de sus escritos (de los dos papas) (…) Lo que dicen en la película es lo que dijeron en algún momento de sus vidas”, contó el director al diario USA Today.

El pasado de Francisco

Pese a llamarse “Los dos papas”, la película se centra en Bergoglio, su vida y los momentos que marcaron su ascenso al gobierno de la Santa Sede.

Sin embargo, en esa recreación, realidad y ficción se mezclan otra vez sin que quede muy claro qué es cierto y que no en lo que se cuenta en tono casi hagiográfico sobre el obispo de Roma.

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Como describe la película, durante su juventud y antes de entrar como seminarista en la orden de los jesuitas, Bergoglio trabajó como técnico en los laboratorios de Hickethier Bachman, en Buenos Aires, donde tenía una buena relación con su jefa.

No obstante, no hay constancia de que hubiera regalado un anillo o se hubiese comprometido con mujer alguna.

En realidad, según contó el propio papa argentino, fue cuando tenía 12 años que escribió una carta de amor a una joven, Amalia Damonte, en la que le decía que si no se casaba con él, se haría cura.

Más complejo es el tema de la supuesta relación de Bergoglio con el gobierno militar de Argentina (1976-1983).

En la película, Meirelles presenta la cercanía del entonces jefe de los jesuitas con el régimen de Videla como un “esfuerzo para proteger a sus sacerdotes”.

El accionar de Bergoglio entonces sigue siendo una de las páginas más controvertidas de su pasado.

Entre otras cosas, se le cuestiona por supuestamente haber quitado protección a dos curas de su congregación jesuita que luego fueron detenidos y permanecieron en cautiverio durante cinco meses en la Escuela Mecánica de la Armada (ESMA) hasta que fueron liberados.

Los señalamientos contra Bergoglio, por su relación con el gobierno de facto encabezado inicialmente por el general Videla, tomaron fuerza cuando el diario argentino Página 12 publicó en 2010 un informe en el que se le acusaba de haber colaborado con las autoridades de la época.

En su libro autobiográfico “El Jesuita”, publicado en 2010, Bergoglio rechazó las acusaciones, afirmando: “Hice lo que pude con la edad que tenía y las pocas relaciones con las que contaba, para abogar por personas secuestradas”.

El papa “bueno” y el papa “malo”

Una de las críticas más recurrentes que ha recibido la película -incluso por la propia Iglesia católica- es la dicotomía que presenta entre sus dos personajes principales:

  • un papa “bueno”: Francisco, presentado como un “revolucionario”, humilde, abogado de las causas justas, amigo de los pobres y los oprimidos, conocedor de yerbas aromáticas y de los sufrimientos y las penas del más común de los mortales.
  • un papa “malo” o al menos, menos popular: Benedicto, retratado como esquemático, conservador, alejado del mundo, vanidoso, amante del lujo y la pose, intelectual, responsable de la debacle que vive la Iglesia.

Para el diácono católico Steven Greydanus, se trata de una visión que queda lejos de los verdaderos papas.

“Elcasting esquemático del papa Benedicto XVI como un reaccionario rígido y el futuro papa Francisco como revolucionario reformador tiene menos que ver con la realidad de ambos hombres que con la necesidad de conflicto (…), y una preferencia ideológica por la narrativa de la liberación progresiva que triunfa sobre el tradicionalismo oculto”, escribió Greydanus.

Mientras, la agencia católica ACI Prensa se quejaba de que la película “no representa a Francisco y Benedicto XVI”.

Por su parte, el director Meirelles, que no niega su simpatía por Francisco, cree que su retrato del papa emérito es más suave incluso que la realidad.

“Para ser sincero, creo que el papa Benedicto es mejor en nuestra película que en la vida real, es más carismático. Anthony Hopkins no puede evitarlo, es encantador. Por lo que [el filme] fue bueno para el papa Benedicto”, le dijo al diario USA Today.