libertad

Con intención, sin expectativas

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Los seres humanos nos experimentamos arrojados a una existencia que necesitamos resolver sin el instinto propio de los animales, pero con una libertad por mucho mayor a la de ellos. Este gran don que nos acompaña es al mismo tiempo un desafío a nuestro propio bienestar.

En efecto, una parte de la vida nos vive, es decir, otros deciden el camino a seguir: los padres, la familia, la escuela, el trabajo, la sociedad en la que nos encontramos van indicando la ruta a seguir, la cual recorremos frecuentemente de forma automática, cumpliendo las expectativas que nuestro rol de género, de condición socioeconómica o religioso indican. Algunos maestros de espiritualidad llaman a esta forma de existir estar dormidos, porque sólo somos como títeres que se mueven sobre la banda de la vida, hacia donde sea que lleve.

Hay un estado intermedio en donde la persona empieza a tomar decisiones, ha pensado un mundo ideal, pero las situaciones y las personas deben cumplir con ciertas características para que funcione de acuerdo a sus esperanzas. En este caso, si bien la persona empieza a tomar decisiones y el control de su vida, aún se encuentra dormitando, pues pretende que el resto de la existencia se adecúe a sus expectativas. Esta condición es de máximo sufrimiento pues nunca se consigue que el mundo, los/as otros/as y LO OTRO se comporten y se presenten de acuerdo a sus criterios.

intencion
Imagen: JooHee Yoon.

Sin embargo, hay una tercera opción: despertar. En esta forma de enfrentar la vida se aprende a soltar el control externo para trabajar en la propia auto-regulación. El movimiento vital deja de estar en función de perspectivas externas, de la misma manera que tampoco pretende que nada se adapte a sus condiciones. En su interior hay una intención que le mueve, pero que no le condiciona. Descubre que su propia libertad sólo tiene sentido cuando las/os otros/as son libres de ser y manifestarse como son.

Entonces su vida toma dirección, con una intención clara y con un rumbo libre de expectativas, que acepta con facilidad el cambio de orientación que toman las situaciones, las cosas y las personas. Acepta que la realidad es simplemente lo que es y no lo que se quiere que sea. Donde la flexibilidad es una característica a desarrollar como virtud porque es el medio que permite adaptarse a los contratiempos que presenta la vida, aprende de ellos, toma lo bello y verdadero que tienen de sí y suelta la oscuridad que manifiestan.

La vida entonces se enfrenta con intención, pero sin expectativas porque la intención dirige, en cambio la expectativa condiciona; la intención abre a la novedad, la expectativa limita opciones; la iniciativa invita al descubrimiento, la expectativa cierra el horizonte a una sola posibilidad; la intención se relaciona con el entusiasmo, la expectativa con la frustración.

Cuando se despierta verdaderamente se mira, se reconoce, se acepta y se aprecia la vida, así precisamente como se presenta…

intencion y decisiones
Imagen: Jeannie Phan.

Con entusiasmo para descubrir la sorpresa que representa.
Con sensibilidad para percibir lo dado.
Con pasión para disfrutar la travesía.
Con claridad para identificar oportunidades.
Con fortaleza para superar las adversidades.
Con criterio para discernir lúcidamente.
Con agradecimiento por el regalo de la existencia.
Con respeto para aceptar la diferencia.
Con responsabilidad para cuidar el entorno y el propio ser.
Probándolo todo, soltando lo dañino, renunciando a lo innecesario y conservando lo bueno para vivir en armonía.

Despertar es aceptar el dolor que implica la subsistencia sin atarse al sufrimiento que provoca el apego, la aversión y la expectativa. Despertar es decidirse a vivir intencionalmente y gozar la experiencia el tiempo que dure.


En días pasados di una charla acerca de “Cerrar Ciclos” en donde una de las personas participantes resumió la postura hacia el futuro con el título que empleo para esta reflexión. No recuerdo su nombre, pero le estoy profundamente agradecida.


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Libertad, Igualdad y Fraternidad

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…intelectuales con cabeza de chorlito, no comprenden
que es mejor no tener la razón dentro del partido, que tenerla fuera de él.
La Pasionaria. [1]

De una manera resumida se suele fijar al 14 de julio de 1789 como la fecha de inicio de la Revolución francesa y como su lema Libertad, Igualdad y Fraternidad. Esto no es absolutamente preciso, en mayo de ese mismo año Luis XVI se vio forzado a modificar la conformación de la Asamblea, que finalmente se convirtió en la Asamblea Nacional Constituyente, lo hizo por tener graves problemas financieros ocasionados por las guerras que tenía con varios de sus vecinos y la conformación de una nobleza que recibía muchos privilegios, pero no aportaba a las arcas prácticamente nada.

En la nueva Asamblea se amplió el número de quienes lo conformaban y se incluyeron a individuos de lo que llamaron el pueblo llano, especialmente algunos profesionistas y pequeños propietarios. Se plantearon entonces las alas izquierda y derecha, conformadas por los transformistas y los opuestos al cambio con un ancho centro que luchaba por modificaciones paulatinas, el Conde de Mirabeau era el líder del centro y súbitamente muere, desencadenándose la violencia con la toma de La Bastilla el 14 de julio –una antigua prisión que los reyes habían utilizado para contener a sus enemigos, pero que en ese momento ya no lo era, aunque significó el inicio el inicio de los cambios–.

libertad y fraternidad
Grabado de Jules Pelocq.

Durante el primer año suceden muchas modificaciones a través de hechos muy violentos, y no es hasta un año después cuando se conmemora el establecimiento de la República y Robespierre –quien después sería guillotinado por miembros también de la búsqueda del cambio– lanza el lema de Libertad, Igualdad y Fraternidad. El proceso no fue inmediato, es más, se toma un largo tiempo, llama la atención cómo Luis XVI y María Antonieta no son guillotinados hasta 1793 en enero y noviembre, prueba de lo paulatino que fueron los acontecimientos. Por cierto, la famosa pintura de Eugène Delacroix, La Libertad, no fue realizada hasta 1830. Después del gobierno republicano se reestablece primero la Monarquía y después el Imperio, perdiéndose muchas de las metas planteadas y prohibiéndose el uso de su Lema.

En 1848 se establece la Segunda República, que realiza cambios muy importantes, retoma el lema revolucionario y convoca a elecciones con sufragio generalizado, aunque sólo masculino, y resulta electo Luis Napoleón Bonaparte, sobrino de Napoleón, quien acaba cuatro años después con el gobierno republicano, estableciéndose como Napoleón III Emperador, retroceden las metas alcanzadas y por supuesto se prohíbe mencionar Libertad Igualdad y Fraternidad; años después es derrocado y fundada la Tercera República y desde entonces existe un régimen democrático, aunque se hayan visto obligados a refundar la República por motivos interiores e internacionales; desde luego, estos tres regímenes han utilizado el Lema como una síntesis de sus sus acciones.[2]

La Revolución francesa es uno de los primeros movimientos, sino el primero, que busca el establecimiento de un gobierno democrático, aunque en ese momento no se entendiera la democracia como la entendemos o imaginamos ahora, y que de ella parten los conceptos de izquierda y derecha para designar a los movimientos que se conjuntan en un parlamento. Hay que entender que los valores proclamados y, en ocasiones, abusado de su uso, pueden oponerse entre sí. La Fraternidad es el valor más antiguamente tratado por los filósofos griegos y es abordado en el Antiguo Testamento y también en el Nuevo, cuando la libertad y la igualdad no estaban planteadas en la sociedad. Establecer los niveles taxonómicos entre valores es una tarea ardua y compleja, pero es fácil imaginar que uno de ellos no puede predominar hasta abatir o aplastar a otros. El caso de la Libertad puede ser muy claro, si predomina en algunos hasta abatir la de otros, o acabar con la Fraternidad o la Igualdad no resulta conveniente.

libertad igualdad fraternidad
Imagen: AdobeStock.

Todo lo anterior para comentar el desaguisado que ocasionó el diputado Gerardo Fernández Noroña en la sede del Instituto Nacional Electoral, donde había acudido a un requerimiento oficial para defenderse por una acusación, al atribuírsele violencia política con tintes de violencia de género en contra de una compañera diputada. El INE estableció, debido a la pandemia, la obligatoriedad de utilizar cubrebocas a todos los que ingresen a sus instalaciones. Cuando el diputado iba a hacer uso de la voz, se le reconvino por no usar tapabocas (en mi opinión, no se le debería haber permitido ingresar al edificio) y el señor diputado esgrimió una serie de pretextos más pueriles, más frívolos, más fútiles; los que me llamaron la atención fueron: que no quería hablar amordazado aunque el presidente del Instituto así lo deseaba; que al hablar usaba mucha energía y necesitaba tomar agua –supongo que para fortalecerse; pero habría que informarle que la ingesta de agua no brinda energía–. Como se negó a utilizar el cubrebocas todos los asistentes tuvieron que abandonar la sala y escucharlo por vía informática, mientras él hablaba a cara descubierta. A su salida, por muchos medios hizo gala de haber hecho predominar su libertad. Hasta ahí todo hubiera sido triste, aunque conociendo las tendencias de Fernández Noroña en realizar escándalos y buscar la notoriedad, no parecía tan extraño; pero todo fue rebasado cuando al día siguiente Andrés Manuel López Obrador lo defendió, esgrimiendo que los ataques a la libertad sólo los hacen los conservadores, como si no usar cubrebocas fuera un acto libertario.  

Creo que los dos ignoran varios puntos. El cubrebocas ha quedado establecido como un recurso valioso para no adquirir el SARS-CoV-2, pero también para no transmitirlo, por lo que se constituye como un acto fraterno, a la vez simple y complejo; quizá resulte que los que no usan el cubrebocas no son fraternos. Los valores personales, entre ellos la libertad, no pueden estar sobre los valores de los demás. La Libertad, la Igualdad y la Fraternidad son valores absolutamente liberales, lo que pasa es que debemos pensar en el valor axiológico de cada uno de ellos para establecer su nivel ético.[3]

Probablemente Fernández Noroña no se ha puesto a recapacitar y está confundido por los mensajes ambivalentes de López-Gatell y los francamente negativos del señor presidente, pero los conceptos de nuestro primer mandatario acerca del cubrebocas y de los valores éticos sí resultan muy preocupantes. El día de ayer la OMS mandó un mensaje sobre el valor del cubrebocas en la prevención de la Covid-19, y las consecuencias que puede acarrear que los gobiernos no apoyen su uso amplio.

Lecturas recomendadas:
[1] Jorge Semprún. Autobiografía de Federico Sánchez. 1ª Ed. Editorial Planeta. Barcelona. 1977.
[2] Alphonse de Lamartine. Historia de la Revolución francesa. (1847). Editorial Ramón Sopena, Barcelona. 1973.
[3] Risieri Frondizi. ¿Qué son los valores? Introducción a la Axiología. 3ª Reimpresión. Breviarios. Fondo de Cultura Económica. México 1974.


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La (in)utilidad de las conspiraciones

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Los tiempos de incertidumbre, inevitablemente, abren las puertas a la imaginación.  Y en ese espacio, la creatividad hace lo habitual: les cree a las percepciones sensoriales del sujeto, asume como verdad cierta sus emociones y articula análisis y respuestas en función de sus expectativas; las que, a su vez, se basan en sus experiencias pasadas y en impulsos libidinales que, aunque legítimos, ponen siempre en primer lugar la propia satisfacción. 

Entonces, cuando toda la búsqueda de contestaciones se pone al servicio de lo psicológicamente esperado, dejando de lado toda capacidad crítica, asumiendo como cierto lo que a priori se considera como probable, se deja de estar en un escenario racional. La reflexión se traslada a un plano predominantemente emotivo y las creencias se refuerzan echando mano a cualquier teoría que refuerce los prejuicios instalados en la mente y en el discurso del individuo.

¿Es reprochable esperar respuestas basadas en la propia experiencia?, ¿es objetable construir soluciones a partir de parámetros personales?, ¿es cuestionable elaborar discursos funcionales a la agenda propia?; desde luego que no. Es más, es del todo legítimo defender posiciones políticas, principios, utopías y los valores culturales de las sociedades con las cuales nos sentimos identificados. 

vigilancia, conspiraciones
Imagen: Capitan Swing.

El problema es otro. Lo complejo, y hasta peligroso, es cuando la estrategia elegida para enfrentar situaciones límites a nivel personal, cambios de ciclo históricos o grandes crisis socioeconómicas y políticas, echa a mano, no al análisis profundo, a la confrontación de ideas o al debate intelectual, sino que construye teorías amenazantes y agendas conspirativas para evitar la construcción de un discurso propio y la responsabilidad que ello conlleva. 

Las teorías conspirativas son, ante todo, actos de holgazanería intelectual. La comodidad de la generalización, la acusación a la bandada y la impugnación irresponsable de ideas y conductas ajenas, sin evaluar contextos, entender los parámetros filosóficos y culturales que las sustentan y, en particular, escuchar con atención y respeto los fundamentos lógicos de quien las plantea, no hace más que ajustar, aquello que criticamos y condenamos, a nuestra propia conveniencia.

Hace más de sesenta años John Rawls planteó la noción de justicia como equidad. Su noción de justicia, basada en el principio de libertad y en el principio de la justicia social, hoy adquieren, en el mundo entero, una vigencia enorme. Pero una cosa es el velo de la ignorancia propuesto por este filósofo, que opera como un ejercicio ecuánime que busca encontrar principios de justicia mutuamente aceptables y, en definitiva, reciprocidad en la relaciones sociales y personales, y otra cosa muy distinta, es la construcción mañosa y ramplona de tesis oportunistas que lejos de fomentar el disenso, el diálogo asociado a éste y la construcción de grandes acuerdos, optan por posiciones en apariencia altruistas, pero que en el fondo sólo esconden conveniencia y narcisismo.

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Imagen: Rewisor.

¿Habrá algo más capitalista que el arcoíris desiderativo de una persona? ¿Habrá algo más comunista que la renuncia a la responsabilidad individual de un sujeto cuando busca refugio en instituciones y doctrinas para resolver sus problemas materiales y existenciales? Probablemente no, por ello, no estaría de más, que, de vez en cuando, dudáramos de nosotros mismos, de la facilidad con la que emitimos juicios, de la forma en que siempre buscamos zonas de confort que permiten reforzar todo aquello que consideramos normal, correcto y hasta justo. Que nos atreviéramos a salirnos de la conveniencia que otorga la noción de complot, la lógica del gran hermano y nos lanzáramos en la búsqueda de conocimiento y lenguaje que le dieran verdadero sentido a estos tiempos de incertidumbre y enormes oportunidades.


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La autonomía, la libertad y la individuación

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A partir de la Ilustración y el triple lema de la Revolución francesa, la autonomía se ha convertido en uno de los valores humanos más preciados. Sin embargo, no es fácil discernir si una persona o uno mismo es efectivamente autónomo en el sentido de ser capaz de generar su propio código de valores y con esa base emprender las acciones para realizar un proyecto de vida propio, singular y auténtico.

Para suponer que una persona es verdaderamente autónoma sería necesario ratificar que posee y ejerce de manera coordinada y oportuna las siguientes capacidades neurocognitivas, propias de un agente dotado de voluntad y conciencia de sí en referencia a su entorno: (1) disposición: la capacidad proposicional de discernir y evaluar sus propias motivaciones, deseos, actitudes, normas o creencias; (2) proyección: la capacidad prospectiva de formular anhelos, propósitos e ideales sobre su vida actual o futura; (3) resolución: la capacidad táctica de reflexionar, deliberar y elegir la mejor estrategia para alcanzar sus objetivos entre alternativas posibles; (4) dirección: la capacidad rectora para realizar los actos deliberados provenientes de sus decisiones, y de ajustarlos o corregirlos sobre la marcha; (5) determinación: el grado de firmeza, resolución y empeño con el que la persona pone en práctica sus decisiones, intenciones o deseos; (6) revisión: la capacidad metacognitiva de evaluar sus acciones y sus resultados para enriquecer su experiencia y normar su conducta futura; (7) confirmación: la capacidad testimonial de reconocerse y saberse responsable y garante de sus acciones, tanto en su fuero interno como ante los demás; (8) emancipación: la capacidad diferenciadora de vincularse con otros humanos respetando su autonomía, cuidando su bienestar y eludiendo toda dependencia; (9) indivduación o auto-realización: la capacidad sapiencial y creativa de construir una vida particular, diferenciada, independiente y benéfica.

Si bien una persona puede ser considerada moral y jurídicamente responsable de sus actos en la medida que disfruta y ejerce estas capacidades en su conjunto, se puede apreciar que no se presentan ya formadas y articuladas con el uso de la razón. El desarrollo cognitivo y moral se va alcanzando por etapas mediante la práctica de la prudencia: el conducirse de acuerdo con normas aceptables en las circunstancias usualmente complejas, y a veces opuestas, del entorno. Este enfrentamiento del yo con el medio fue un tema medular para Fichte y Maine de Biran, los filósofos del yo que revisamos al inicio de este proyecto y que fueron significativamente contemporáneos de la Revolución francesa.

autonomía indivduación
La Revolución francesa de 1789. Cartel que enaltece la unidad entre el pueblo y el ejército. Dice: “Unidad, Indivisibilidad de la República, Libertad, Igualdad, Fraternidad o la muerte” (ID de la imagen: BG1RMY).

Hay varias formas de discernir la autonomía individual en referencia al choque Yo-mundo. Una de ellas preconiza que la capacidad de elaborar deseos o preferencias y llevarlas a cabo mediante conductas derivadas de decisiones personales debe ser respetada por los demás, por la sociedad y por el estado, pues la esfera privada debe prevalecer sobre el interés público. Sin embargo, se ha subrayado que una exaltación del individuo autónomo y soberano desconoce que el ser humano es social por naturaleza y que será en el ámbito colectivo donde encontrará el espacio y los medios necesarios para desarrollarse y convivir con los demás. Como acabamos de ver en el caso del imperativo categórico, Kant concibe a la autonomía como el ejercicio del autocontrol y el autogobierno para emprender conductas responsables de acuerdo a normas que la persona acepta como adecuadas y deseables para todos. La autonomía será entonces característica de la persona comprometida con un proyecto moral que se subordina en mayor o menor medida a los intereses comunitarios y sacrifica su iniciativa si perturba la convivencia y el bienestar ajeno. Pero también advertimos que si se concede a la comunidad una razón superior, esto ha dado lugar a prácticas represivas sobre el individuo cuando detentan poder quienes se abrogan la razón, sea ésta de orden religioso, ideológico o político, y tratan de imponerla sobre los demás.

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La autonomía es un ideal no sólo personal sino grupal, institucional, regional o nacional. En esta figura de la UNAM se simboliza por un árbol que florece en plenitud merced a sus sólidas raíces.

Parece ocurrir una ineludible colisión entre el derecho individual a la mayor libertad posible y la restricción de opciones por la sociedad. En nuestros tiempos las naciones se mueven hacia una globalización económica y cultural que, más que favorecer individuos diferenciados, autónomos, libres y responsables, parece imponer una especie de identidad masiva. La libertad personal resulta un valor lejano y aún peligroso, como lo adelantó durante la Segunda Guerra Mundial el psicoanalista Erich Fromm en su célebre libro “El miedo a la libertad” de 1941. Sin embargo, a pesar del pesimismo que se deriva de la situación mundial, el ideal de la autonomía sigue conservando fulgor y atractivo, a juzgar por las exigencias de respetar la iniciativa y la decisión del individuo, como sucede con el aborto o la eutanasia.

miedo a la libertad
“El miedo a la libertad” de Erich Fromm originalmente escrito en inglés durante la Segunda Guerra Mundial.

El pensamiento que madura con el existencialismo y se redefine en la “posmodernidad,” propone una versión más individualista de la autonomía y lo hace cuestionando o incluso vapuleando la noción misma de “sujeto.” Esto puede parecer contradictorio, porque ¿cómo se puede favorecer una autonomía individual sin afirmar la primacía o la existencia misma del sujeto? La respuesta a esta aparente paradoja, si interpreto correctamente el planteamiento, está en la negación de un yo abstracto en términos de representación mental de uno mismo y la reivindicación de la persona concreta, corporal e histórica. En este sentido, se puede conceder que la representación de uno mismo debe justipreciarse, pues se trata de un constructo mental, un yo virtual que figura a una entidad concreta: la persona de carne y hueso. Aunque esta crítica no desvanece la noción de sí mismos que tienen la mayoría de las personas, su interés está en despertar en el individuo la motivación para cuestionar su naturaleza y proporcionarle algunas herramientas conceptuales para emprender la tarea. Si bien la razón es necesaria para cuestionar y redefinir la autonomía y la individualidad, también se requiere una labor introspectiva y contemplativa, como lo hemos repetido. Una forma de discernir la paradoja Yo-mundo está en plantear el desarrollo de la conciencia moral como la búsqueda de un balance entre los valores aceptados y asentados en la comunidad y los principios de arraigo más personal. La autonomía es un fruto en crecimiento porque supone la búsqueda de integridad, autenticidad y lealtad a principios libremente asumidos y que forman parte de la identidad personal. La trayectoria ética de la persona consistirá en descifrar, obedecer o desobedecer por sí misma los elementos que garanticen su moralidad mediante el análisis crítico de los códigos imperantes, de los que asume como válidos y de los que expresa en su conducta.

autonomia indivduacion
Grabado de Gustave Doré ilustrando la ruptura de las Tablas de la Ley por Moisés. El episodio del Génesis bíblico manifiesta la conciencia moral en conflicto con la realidad social y el mandato religioso.

La persona logrará autonomía en la medida que vaya alcanzando un proyecto independiente con sus propias reglas, más que acatando las de otros o de la cultura. La autonomía en formación constante es una indivduación: la labor de construir una existencia peculiar, única, pulida, capaz de dejar huella. Unos meses antes de ser asesinado, cuando se le preguntó cuál era concretamente su mensaje, Gandhi respondió: “mi vida es mi mensaje”.


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Con ojos de esperanza

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Al observar con atención toda la creación se descubren tres aspectos fundamentales para reflexionar:

1. La belleza que tiene en sí misma,
2. La inter-dependencia de todo lo creado y
3. La exactitud con la cual cada uno de sus miembros cumple con el papel que le corresponde.

Estas tres características ocurren sin importar si se pertenece al macrocosmos, al microcosmos, a los más simples entes o a las más complejas estructuras de la existencia, en todos se observan estas tres particularidades y todas se mueven dentro de una realidad que siempre es cambiante.

En efecto, esto sucede porque tanto la manifestación y como el comportamiento obedecen a las leyes o instintos que les son propios y condicionan su existencia. El desarrollo del saber humano ha podido observar, descubrir y estudiar las reglas que les rigen e incluso predecir sus comportamientos futuros como en el caso de los astros.

especie humana espiritualidad
Ilustración: Diego Maxx.

Sin embargo, hay una especie, la humana, que si bien de alguna manera fluye en medio de este mismo dinamismo, no está condicionada de forma absoluta y, por lo tanto, su comportamiento es impredecible. ¿Qué hace diferente al ser humano frente al resto de las especies existentes? ¿Qué objetivo tiene esta diferencia al conjunto de la creación? ¿Qué tiene que ver esto con la espiritualidad?

La diferencia radica en tres características que han acompañado la evolución de la especie humana desde sus orígenes: la rebeldía, la creatividad y la planificación. La rebeldía le permite revelarse frente a la situación que se le presenta, la creatividad le habilita para generar ideas e imaginar otras opciones para enfrentar la realidad, la planificación le faculta para proyectar el futuro y dirigir sus pasos hacia esa meta.

Identificar el objetivo es un asunto por mucho más complejo que hasta el momento no es posible explicarlo a través de las diferentes ciencias que estudian la realidad, por eso su razón o sentido se articula a partir de otros saberes englobados en conceptos metafísicos, dentro de los cuales se encuentran, desde luego, los argumentos de las diversas religiones.

La espiritualidad es precisamente el talante que le impulsa y que está íntimamente vinculado a la libertad humana. Es decir, cada ser humano dirige su existencia tanto en sentido como en actitud ética en la dirección que libremente su voluntad y sus oportunidades determinan.

especie humana espiritualidad
Ilustración: Penelope Dullaghan.

Estas tres características humanas pertenecen al orden de la inteligencia, pero hay otro conjunto de particularidades que surgen de otra fuente y que están relacionadas con la cooperación, el afecto y el cuidado mutuo.

En efecto, estas tres últimas características han sido vitales para la evolución de la especie humana. La capacidad de cooperar mutuamente ha superado los límites que como especie tenemos frente a otras especies. El vínculo afectivo que desarrollamos por nuestros seres cercanos supera su muerte y hace que su legado y existencia permanezca, incluso en descendientes que nunca le conocieron. El cuidado mutuo permite extremar esfuerzos para conservar la existencia y el bienestar de los otros.

Estas características no sólo han garantizado la permanencia de la especie humana en la existencia, sino han sido también la fuente de su evolución, a pesar de los múltiples errores que como humanidad se hayan cometido en la historia.

Además, estas características inducen a contemplar el futuro con ojos de esperanza a pesar de las vicisitudes que brotan en el devenir personal y comunitario. En efecto, por dura y complicada que se presente una situación, la rebeldía se resiste a aceptarla sin ofrecer resistencia; la creatividad impulsa a inventar nuevas formas o encontrar otras soluciones; la planificación determina el camino a seguir para lograr el objetivo; la cooperación nos lleva a trabajar en equipo; el afecto nos mantiene unidos y el cuidado mutuo permite ayudarnos para salir de la adversidad.


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Improvisando decisiones

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“Sólo alguien que está bien preparado tiene la oportunidad de improvisar “, escribe el gran Ingmar Bergman en La linterna mágica, su autobiografía.  

Aparentemente la improvisación surge del apremio, del acorralamiento. De pronto encontramos que el camino que transitábamos termina y, ante nosotros, aparece indistintamente el precipicio o el punto de partida de nuevas rutas. La percepción del lugar en el que nos encontramos dependerá de la forma en que interpretemos ese punto de inflexión. 

Por otra parte, los mecanismos con base a los cuales tomamos una opción en particular son diversos.  Los momentos de profunda decisión raramente surgen del azar.  Siempre hay algo previo en nosotros; una pulsión que se ha ido movilizando, a tientas, intuitiva e inconscientemente mucho antes del momento en que elegimos qué haremos.  

interrogantes, griego
Ilustración-Marco Melgrati.

La forma en que decidimos surge, a veces, desde la desesperación, no del conflicto mismo, sino de la falta de lucidez que nos podría haber permitido estar preparados para lo que nos ocurre.  En otras oportunidades la decisión se toma por descarte, por hastío incluso, sabemos cómo terminará aquello por lo que optamos, pero insistimos en seguir en la misma lógica, “más vale diablo conocido que diablo por conocer” nos decimos y nos mantenemos en la comodidad de la molestia cotidiana.

Decidimos por miedo, rabia y cansancio. También lo hacemos por la tentación de lo que se nos ofrece, por el entusiasmo del momento y porque confundimos deseo con necesidad. Decidimos porque lo que se nos presenta coincide con lo que creemos normal, natural y justo para nuestros intereses; actuamos en base a ello porque pensamos que el poder hacerlo es un acto de libertad e incluso de emancipación.   

Toda posibilidad es una oportunidad y toda decisión es un acto político.  Psicología y política conviven en nuestra cotidianidad de manera mucho más frecuente que la que aceptamos. 

improvisar, decisiones
Ilustración: Scientific American.

Desde siempre, hemos adaptado nuestra ideología a nuestras decisiones y las mismas han ido definiendo nuestro sistema de creencias. Votar, optar, definir, sufragar, elegir, todas las conjugaciones de esos verbos implican un teórico proceso reflexivo. El problema radica entonces, no en la ausencia de un proceso introspectivo y hasta analítico, no, el problema es otro. 

La dificultad mayor de nuestra forma de decidir es que lo hacemos sesgada e ideológicamente; confiamos en nuestra capacidad de objetivar el problema y olvidamos que todos nuestros mecanismos de juicio se sostienen en nuestra experiencia y formación cultural previa.  Pensamos con base a aquello a lo que nos dedicamos y terminamos creyendo que la forma correcta de entender un problema es utilizando los conceptos y herramientas comprensivas con las que enfrentamos nuestra cotidianidad. Es decir, querámoslo o no, estamos condicionados por el discurso que ha justificado todo aquello por lo que hemos optado antes.  

pescador, red
Ilustración: Marco Melgrati.

La ecuanimidad es un atributo muy complejo de alcanzar, es más, no está del todo claro que ello sea posible. Lo que sí se puede y se debería exigir de cada uno de nosotros es que desconfiáramos, ante todo, de todos nosotros mismos, de nuestras parcialidades, de nuestra zona de confort. Que avanzáramos hacia la responsabilidad que supone abrir el horizonte de nuestra experiencia y nos atreviéramos, antes de elegir, a integrar a nuestro discurso elementos que nos generarán duda y disconfort. No nos debería sorprender que lo optado fuera lo mismo que hubiéramos acometido sin el ejercicio previo.  Pero tal vez, sólo tal vez, integraríamos un pequeño matiz a nuestro análisis, el que permitiría abrir nuestra mente a nuevas ideas y perspectivas que podrían, con algo de necesario desasosiego, sacarnos de los habituales esquemas desiderativos que gobiernan nuestras decisiones.

Muchas veces creemos decidir, cuando en realidad lo que hacemos es improvisar.  Lo hacen nuestros gobiernos y lo hacemos los ciudadanos y, a diferencia de Bergman, rara vez estamos preparados.


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¿Quién manda? Obediencia y desobediencia en la Era digital

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A mi querido maestro y mentor
Héctor Ceballos Garibay.
 Con cuya tutela intelectual y amistad
generosa e irrestricta estaré
en deuda por siempre.

Circunstancias y convicción. Apelar al gobierno de muchos en la toma de decisiones. O apurar el gobierno de uno, caudillo como se le llama.

Entre una y otra opción, entre circunstancia y convicción, se levanta una tercera opción, sobre todo para apurar el gobierno del uno solo: el oportunismo.

Ese oportunismo que se disfraza de “análisis” de circunstancia y que disfraza su interés rapaz y personal en un discurso de convicciones.

Han pasado más de 400 años y las palabras de Étienne de La Boétie, escritor y magistrado en Burdeos, sigue siendo una fuente obligada cuando de analizar los resortes de la obediencia se trata.

Con el título Tratado sobre la servidumbre voluntaria , escrito, se supone, alrededor de 1550, La Boétie dotó al problema de la obediencia, pero particularmente, del acto de mandar, de una dimensión ética, moral y filosófica sin precedente.

mando y control en era digital
Imagen: Revista Telos.

El siglo XXI, lo hemos dicho ya, al igual que su predecesor, el XX, decidió instalarse, históricamente hablando, con 20 años de retraso.

Una pandemia de dimensiones globales es, a no dudarlo, el signo a través del cual, como lo fuera en el XX una Guerra llamada Mundial, el siglo XXI ha decidido marcar su punto de verdadero arranque.

En el intento por controlar su propagación, o al menos disminuir la velocidad del contagio, se han dictado medidas extraordinarias en prácticamente todos los países del orbe.

Las naciones cuyas instituciones democráticas están mejor cimentadas, aun en la excepcionalidad, han cuidado hasta el último detalle de valerse de su propio marco institucional para dar forma a sus medidas extraordinarias.

Las de tradición autoritaria, o aquellas que atraviesan periodos de franco caudillismo, en cambio, navegan a la deriva y arbitrio del humor y consideraciones de sus respectivos líderes carismáticos.

Resulta significativo en este marco encontrar durante los últimos días fundados análisis sobre la complejidad del proceso mando-obediencia, ejercicio y legitimidad.

mujer escribiendo en computadora
Imagen: Pinterest.

Con la lucidez, Gonzalo Rojas-May, ahora colaborador de El Semanario, desde Chile, hacía ver hace un par de días en las condiciones que la naturaleza uno de los factores que influyen en las tensiones entre mandar y obedecer.

Los chilenos obedecemos; casi siempre. Dice Rojas May, explicando, en parte, esta conducta a un país al que la naturaleza, rigurosa a cual más, recuerda a menudo quién manda ahí en realidad.

En su columna semanal, por su parte, tanto Sara Sefchovich como Jesús Silva Herzog-Márquez hablan de lo imprevisible que resulta el saldo que estos días dejarán a futuro, sobre las instituciones democráticas y los frenos a las tentaciones autoritarias.

Hay una sola cosa, escribe La Boétie, que los hombres, no sé por qué, no tienen ni siquiera fuerza para desearla: es la libertad.

Ese bien tan grande y dulce, que cuando se pierde, todos los males sobrevienen y que, sin ella, todos los otros bienes, corrompidos por la servidumbre, pierden enteramente su gusto y sabor.

El francés continúa sobre esa misma línea: Sólo a la libertad los hombres la desdeñan, únicamente, a lo que me parece, porque si la deseasen la tendrían: como si se rehusasen a hacer esa preciosa conquista porque es demasiado fácil.

Incierto el destino que espera a las sociedades del futuro en términos de este complejo equilibrio, entre libertad y obediencia, del que ya se alertaba con lucidez en Sobre la servidumbre voluntaria.

Complejidad a la que habrá que agregar la manera cómo la expansión en el uso de las herramientas y tecnologías digitales, ha reconfigurado la misma noción de mandar, de ordenar.

obediencia marionetas
Imagen: Civil Liberties Union For Europe.

No es casual, no lo ha sido nunca, que las palabras “mandar” u “ordenar” se refiere tanto a obligar la obediencia, como a hacer envíos, enviar, por un lado, y, por otro, a dar orden, agrupar, jerarquizar.

Lo digital, no se sustenta en los aparatos, plataformas o herramientas, lo hemos sostenido una y otra vez, cual consigna central de la labor de AlfabetizaDigital.

Lo digital es la experiencia. La forma como una vivencia se desdobla, se incorpora, como nuevas formas de uso, y con estas, nuevas ideas sobre las cosas y la vida misma.

Las aplicaciones predeterminadas, las funciones que las plataformas realizan por sí mismas, o el uso, y abuso, de los algoritmos, despliegan hoy un vasto mapa donde la “última palabra” no la tiene el usuario.

¿Se sacrifica libertad en pos de comodidad? Muy probablemente sí. Y en ese espacio de práctica, quizá, una de las explicaciones en relación con la evidente pauperización que se observa en el grado de exigencia a muchos líderes.

El retorno, en el uso de la tecnología, y en la elección de quien conduce países, pareciera entonces recaer en las tres habilidades con mayor valoración de esta Era: Resolución de problemas, Pensamiento Crítico, Creatividad.

La nueva libertad, que a su vez será el nuevo tipo de obediencia al que habría que aspirar, si ha de serlo, habría de ser otra.

La de la inteligencia, crítica y creativa.