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El yo artificial: prótesis, avatares y robots

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“El cuerpo es un concepto”. Cuando hace años escuché esta frase, me pareció chocante y síntoma de un idealismo absoluto que considera la mente como primordial y a la materia, cuerpo incluido, como una derivación de su etérea actividad. Después de años de indagar sobre el problema mente-cuerpo me he dado cuenta de que mi convicción realista de que existe un mundo fuera de las mentes que puedan percibirlo y recrearlo, implica que el cerebro es el órgano dedicado precisamente a percibirlo y recrearlo. En este sentido acepto una variante puntuada de esa frase: “El cuerpo” es un concepto. En efecto la conciencia de uno mismo implica la imagen y representación verbal del propio cuerpo por el sistema mente-cerebro y éstas tienen una realidad psicológica indudable y trascendente que sostiene a un yo dúctil y mudable que exploro en estas secciones.

Recuerde el lector o lectora algún incidente de ir conduciendo su automóvil e involuntariamente rozar o rayar la carrocería con algo externo: ¿no sintió este choque como si la superficie metálica fuera la propia piel? Al conducir un vehículo, la imagen o representación del cuerpo se extiende a todo el coche, porque en su movimiento éste depende de las decisiones del conductor. Pensemos en el bastón de un ciego. Insensible e inerte por sí mismo, el bastón se torna en una extensión, en una prótesis del cuerpo, porque el ciego palpa al entorno con él, descubre obstáculos y lo manipula para apoyarse, remover un estorbo o propinar un bastonazo. El cerebro del ciego realiza un acomodo funcional que Juan González, filósofo mexicano de la percepción, denomina “recalibración prostética”, una adaptación tácita e inmediata de las capacidades funcionales que pone en evidencia la extraordinaria plasticidad cerebral en íntimo juego con la situación.

banco ciego
Banco ciego, ilustración de “La isla del tesoro” (1911) por Newell Convers Wyeth. El bastón del ciego se convierte en una extensión prostética de su cuerpo. (Imagen de Meister D).

En la realidad virtual ocurre una readaptación más patente, pues el ajuste implica una reorganización de los sistemas sensitivo-motores. La identificación con avatares o dobles virtuales muestra la maleabilidad no sólo de la imagen corporal, sino de la agencia y sentido de posesión del cuerpo, capacidades que explota de manera espectacular la película Avatar de James Cameron (2009), aunque la ficción de producir un avatar tridimensional que se desempeñe en el mundo real no tiene por el momento posibilidades. Las técnicas actuales de realidad virtual sí han permitido crear simulaciones del cuerpo del participante en tercera dimensión de tamaño real. Incluso ha sido posible sumergir al sujeto en ambientes virtuales que reproducen situaciones realistas de tal manera que se reconozca en el avatar virtual y tenga la ilusión de poseer ese cuerpo que dista de ser el suyo. Para ello es necesario sincronizar los estímulos sensoriales del cuerpo original y del sustituto, como hemos relatado antes en referencia a la ilusión de la mano de hule. Lo que se produce es una ilusión del cuerpo entero y el participante puede verse a sí mismo sea en primera persona, como si en efecto estuviera en el cuerpo virtual de su avatar, o en tercera persona, como se ve uno entre dos espejos. Estas técnicas se han usado para modificar ciertos trastornos de la imagen corporal, como la anorexia, pues, al cambiar las dimensiones del cuerpo virtual, cambian las actitudes de los sujetos hacia sus propios y “verdaderos” cuerpos.

avatar
Sigourney Weaver y su avatar en la película Avatar de James Cameron (2009) (Imagen de Bolsamania).

Otra cuestión de la maleabilidad de la conciencia corporal y de la autoconciencia se refiere a si será posible generarla en robots capaces de comportarse como seres humanos. Si esto fuera así, el robot debería ser considerado análogo a un ser humano, aunque su cuerpo sea mecánico. He referido antes que en su célebre libro “Yo, robot” (1950) el científico y escritor de ciencia ficción Isaac Asimov inventó a Cutie, un tipo avanzado de robot que desdeña a los humanos, se autoproclama profeta de los robots y no se convence de que es una máquina. El relato asume que un robot tan inteligente como Cutie disfruta de una conciencia de sí, pero se puede pensar que es un sofisticado artilugio parlante que capta el mundo y obra sobre él, pero sin sentirlo ni sentirse.

Portada de “Yo robot” de Isaac Asimov, originalmente publicado en 1950. Abajo: Ilustración de este libro en Loresumo.
Yo robot de Isaac Asimov,

Decidir una cuestión de este calibre parecería requerir el recurso del teatro griego conocido por la expresión latina Deus ex machina (el dios que baja de la máquina), la aparición en escena de un dios para resolver un enigma que está más allá de la capacidad humana. Esta expresión, pero sin intervención divina, constituye el título de la película de ciencia ficción Ex-machina (Alex Garland, 2015), la cual aborda de manera lúcida y fascinante el intento de resolver si una máquina en forma de una figura femenina capaz de habla y conducta humanas, es o no es consciente y, sobre todo, si tiene conciencia de sí misma. Para ello Nathan (Oscar Isaac), su creador, un extravagante potentado y genio de la Inteligencia Artificial que vive aislado en un hogar-laboratorio remoto y paradisíaco, manda traer a Caleb (Domhnall Gleeson), avezado técnico de su empresa, para dictaminar si la robot llamada Ava, tiene o no conciencia. Caleb se da cuenta de que se trata de una avanzada prueba de Turing, la propuesta de que si no es posible distinguir la conducta del robot de la humana, el robot debe poseer no sólo inteligencia, sino conciencia de sí mismo, lo que vendría a constituir, de hecho, un yo artificial.

Ex-Machina
Ava, Caleb y Nathan, personajes de Ex-Machina, película de Alex Garland (2015) que plantea averiguar si una robot construida para comportarse como humana tiene conciencia de sí (Imagen de: World of Movies).

Para ello Caleb entrevistará a Ava durante una semana y deberá dar su dictamen. Cuando Ava (Alicia Vikander) aparece en escena, es claramente una robot, pues partes de su estructura son transparentes y dejan ver la maquinaria interior, pero en su totalidad, en su actitud y en su faz Ava es claramente femenina, atractiva y acaso seductora. Caleb se da cuenta de que Ava no sólo tiene una inteligencia aguda y emociones congruentes, sino que parece tener conciencia de sí. Pero ¿se trata de una simulación magistral o Ava está realmente consciente? Cuando Caleb le pregunta si puede demostrar que es un ser consciente de sí, ella sagazmente le responde: ¿puedes tú probar que eres autoconsciente? Al no haber evidencia demostrable, Caleb debe generar una opinión justificada. Pero vemos que Nathan ya había previsto esto y para él la prueba definitiva consistiría en que Caleb se enamore de Ava, con lo cual se habrá cumplido con creces la prueba de Turing. Caleb, en efecto, se enamora de Ava, pero ella tiene otros planes que demuestran capacidades muy eficaces y elaboradas de manipulación, simulación y planeación de estrategias para satisfacer sus deseos.

En tanto espectador de la película, veo que todas estas son características necesarias de la autoconciencia, pero ¿son suficientes y probatorias? Como no es posible tomar la perspectiva de Ava, la cuestión depende de si se puede atribuir autoconciencia a otro ente con base en su comportamiento y lenguaje. Dado que Ava despliega caracterísitcas que asociamos a la autoconciencia se la concedemos de forma espontánea y razonable como se la concedemos a nuestros prójimos humanos. Pero el asunto tiene implicaciones profundas. Por ejemplo: para crear una humanoide autoconsciente su creador debería conocer el fundamento material de la autoconciencia, implementarlo en el robot y comprobar que se comporte como tal. Pero Nathan ha fabricado una máquina que reproduce o imita a la perfección conductas humanas y se pregunta si Ava en verdad es y está autoconsciente. La inteligencia artificial ha hecho creer que no importa de qué está hecha la máquina, sino lo que hace y ejecuta, pero un neurobiólogo como el que esto escribe está convencido que la conciencia y la autoconciencia requieren de un organismo vivo no sólo dotado de neuronas, sinapsis y neurotransmisores, sino de inscripciones históricas, culturales y simbólicas para que pueda ser consciente del mundo, de sí mismo y poder disfrutar de ese saber que sabe de sí.


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COVID-19 aceleró el uso de robots

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El uso de robots en los procesos de producción y en una serie de servicios iba al alza desde mucho antes de la aparición del COVID-19, como es de amplio conocimiento y se esperaba que la tendencia sólo se profundizara. En un estudio de 2017 de McKinsey, estimaba que la mitad de los trabajadores en Estados Unidos eran reemplazables por la automatización y los robots (y en México esta proporción era similar según la misma fuente).

La actual pandemia ha estado acelerando enormemente la incorporación de robots y la automatización en muy diversas labores. El hecho de que estas máquinas no estén expuestas al contagio y, por tanto, no necesiten hacer cuarentena ni mantener distanciamiento preventivo los hace muy atractivos en estos momentos. Ello sumado a las ventajas que ya ostentaban antes de la pandemia: la posibilidad de programarlos y supervisarlos digitalmente, de autocorregirse, de tener una alta productividad, además de poder trabajar 24 horas sin descanso ni vacaciones, de no requerir el pago de seguro social y todo ello facilitado por el hecho de que su costo se había reducido considerablemente. A lo anterior hay que agregar que con el uso de inteligencia artificial los robots han ampliado mucho sus posibilidades, por ejemplo, para realizar un aprendizaje profundo, con lo cual sus funciones se multiplican (reconocimiento facial, diagnósticos médicos, etcétera.).

En estos momentos de pandemia, los robots están realizando labores esenciales y al mismo tiempo de alto riesgo como la limpieza en los hospitales, tomar la temperatura de personas (a tres metros de distancia), así como la presión sanguínea y la saturación de oxígeno de los pacientes. Los robots UVD, desarrollados por los daneses desde 2014 (que desinfectan con luz ultravioleta y eliminan 99.99 de los virus, bacterias y hongos), han tenido una alta demanda internacionalmente en este período (NYT y BBC). En México el Instituto Politécnico Nacional (IPN) también está desarrollando un robot similar a los descritos que desinfectará con luz ultravioleta hospitales de México. De igual modo existen robots y drones para llevar muestras potencialmente infecciosas de pacientes a los laboratorios, evitando el contacto directo.

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Fotografía: Energía Hoy.

Los nuevos robots que se están incorporando aceleradamente a algunas funciones en la emergencia actual seguramente serán conservados en forma permanente especialmente si se trata de los que ayudan a la desinfección. Si consideramos que antes de esta pandemia había numerosas muertes ocasionadas por infecciones contraidas por pacientes en los propios hospitales y que el problema de higiene se vuelve agudo en una pandemia, el contar con un mucho mejor instrumento para desinfectar los nosocomios será un incentivo para mantener la práctica de limpieza con robots en forma permanente. La probabilidad se refuerza, considerando que el COVID-19 es una de tres pandemias de coronavirus experimentada en los últimos 20 años (siendo las otras dos SARS y MERs) y que hay perspectivas de que estos episodios reaparezcan en el futuro. Con esto en mente y viéndose profundamente perjudicados a raíz de la paralización de sus actividades por el posible contagio, o porque la aglomeración de personas que en algunos lugares es inevitable, muchos otros establecimientos, además de los hospitales, están incorporando este tipo de robots para asegurar un medio más saludable como es el caso de aeropuertos, hoteles, prisiones, entre otros (NYT).

El uso de los robots ha resultado muy útil también para ayudar al distanciamiento social en los lugares de trabajo al ser usados, por ejemplo, en las fábricas o en bodegas de almacenamiento para transportar material entre un humano y otro, evitando el contacto directo entre ellos (Fetch Robotics HMIShelf). Asimismo, hay perros robots que pueden monitorear el correcto distanciamiento social en los parques (Singapur).

Los robots están siendo incorporados en áreas en que eran muy poco frecuentes, pero que con el distanciamiento social son capaces de resolver problemas urgentes, como en la actividad de comidas y su distribución. Este tipo de automatización tiene la ventaja adicional de dar confianza a los consumidores porque no sólo no necesitan entrar en contacto con otros humanos para obtener un servicio, evitando así la posibilidad de contagio, sino también saben que en la cadena de producción no hubo mayor intervención de personas. Existen ya robots que pueden ubicar los productos en una tienda de comida de acuerdo con el pedido de un cliente y los puede empacar para ser despachados. Empresas como Walmart y Amazon ya tienen robots móviles en sus tiendas y bodegas que pueden manejar funciones esenciales como manipulación de materiales, evaluación de inventarios y limpieza.

En la actividad de envío y entrega de productos también se están incorporando robots. Es el caso de un plan piloto de Rappi y KiwiBot que están siendo probados en Medellín, Colombia, para despachar alimentos a domicilio, con el fin de evitar el contacto de persona a persona. Estos tipos de robots se crearon antes de esta pandemia. Por ejemplo, Starship Technologies, una compañía de San Francisco, Estados Unidos, pero con su oficina de ingeniería en Estonia, diseñó robots para entrega a domicilio en 2014 y ya funciona en diversas ciudades y ha visto su demanda crecer significativamente con la pandemia. Estos son sólo dos ejemplos entre muchos que están impulsando la entrega a domicilio de esta manera.

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Fotografía: El Tiempo.

En los restaurantes la presencia de robots va a intensificarse considerablemente a medida que empiece a relajarse la cuarentena. Por ejemplo, la cadena McDonald’s ha estado probando robots cocineros y despachadores (BBC). En Dinamarca, uno de los primeros países en comenzar a regularizar sus actividades tras superarse en gran medida la pandemia, los robots comienzan a ser parte de los integrantes de los restaurantes y bares. Estos incluyen meseros, que toman la temperatura a los comensales y los sientan en las mesas con el distanciamiento requerido. Los humanos aún toman las órdenes con un distanciamiento apropiado y la comida la trae nuevamente el robot a la mesa, mismo que posteriormente aparece para recoger los platos.

Como observado al principio, mucho antes de la pandemia ya había un proceso en marcha muy acelerado para automatizar múltiples tareas. Destaca el sector automotriz por ser el que absorbe alrededor de la tercera parte de los robots producidos anualmente en el mundo (le sigue la industria eléctrica/electrónica), aunque aún requiere del trabajo humano, pero cada vez en menor medida. Además, en la medida en que esta industria ha ido creciendo y ha habido nuevas inversiones, la demanda por robots ha ido cambiando hacia máquinas más modernas, más colaborativas y más flexibles. Acompañan a este proceso una progresiva sustitución de mano de obra humana por la robótica y de inteligencia artificial. La industria automotriz ha sido fuertemente afectada por el COVID-19 y su actividad probablemente baje a la mitad durante 2020. Miles de trabajadores han sido suspendidos o despedidos de las plantas automotrices y se espera que la demanda de robots en este sector disminuya considerablemente este año.

Hay otros sectores que, en contraste, apenas han notado los efectos paralizadores de la pandemia debido a que la robótica y la IA dominan totalmente el proceso productivo de forma que no han tenido que detener su actividad ni tomar precauciones especiales. Éste es el caso de las actividades manufactureras más complejas actualmente, es decir, las que producen los semiconductores más avanzados. Las empresas involucradas operan a una escala nanométrica y producen millones de transistores que no podrían ser elaborados por las manos humanas, de manera que no hay presencia de personas en el proceso productivo. De hecho, en la empresa líder en esta rama –TSMC de Taiwán, la mayor productora de semiconductores en el mundo– se controla la producción remotamente por ingenieros y no hay trabajadores en la planta. Este tipo de empresas ha seguido produciendo durante la pandemia sin interrupción aunque estén ubicadas en lugares tan afectados por el virus como Wuhan, China, como es el caso de la empresa Yangtze Memory Technologies, productora de chips (The Economist).

robots y coronavirus
Fotografía: Reuters.

Tras la pandemia, muchas cosas habrán cambiado, como la automatización y robotización de las actividades productivas de bienes y servicios. El temor, por tanto, no es sólo el efecto que está teniendo y tendrá esta pandemia sobre la actividad económica de todos los países, sino también cómo cambiará la demanda y estructura del empleo. La automatización del sector manufacturero ha sido un factor palpable desde hace al menos una década, pero la sustitución –posiblemente masiva– en los servicios por la digitalización, como en el comercio (por el e-commerce), la posible robotización en sectores de servicios de restaurantes y turismo, así como la sustitución de personal de limpieza en hospitales y muchos establecimientos, si llega a países en desarrollo como México, puede ser catastrófico, dado que una parte importante del empleo se da en estos últimos sectores.

En enero de 2020, antes de haberse generalizado la pandemia, el Foro Económico Mundial estimaba que existirá la posibilidad de crear 6.1 millones de empleos globalmente entre 2020 y 2022 en profesiones emergentes a partir de la automatización y otras modalidades tecnológicas. Con las transformaciones tecnológicas en marcha y aceleradas por el COVID-19, la importancia de prepararse para esta transición pasa a primer plano. Particularmente relevante es adaptar el proceso de educación de la población desde primaria hasta la universidad inclusive, además de impulsar la educación continua para la reorientación de capacidades hacia mayores destreza. Sin una alfabetización digital las personas no podrán desempeñarse en un mundo en el que la digitalización se presentará en todos los campos de la actividad humana.


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La Inteligencia Artificial en los negocios

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La Inteligencia Artificial (IA) nace como un sueño de ciencia ficción del hombre, el cual poco a poco se ha vuelto una realidad; misma que tiene su fundamento en las matemáticas, y contrario a lo que muchos creen sobre que ésta nace en 1936 con el británico Alan Turing, su verdadero origen data de 1854 con el matemático George Boole, quien es el primero en creer que el razonamiento lógico podía sistematizarse.

Pero más allá de la historia, ¿qué es la Inteligencia Artificial?, simplemente diría que es la capacidad que tiene una máquina para aprender y razonar como los seres humanos. Dicha capacidad se apoya en otras tecnologías que permiten el almacenamiento intangible de información (nube), acceso a enormes cantidades de datos (big data), aprendizaje profundo (deep learning), procesamiento de enormes cantidades de datos (cómputo cuántico), entre otras.

Es normal que creamos que la IA sólo es empleada en los robots o laboratorios científicos, pero lo cierto es que diariamente la ocupamos y no nos damos cuenta, por ejemplo, nuestro celular lo desbloqueamos mediante reconocimiento facial, le hablamos a una aplicación para que busque una dirección a la que queremos llegar, interactuamos mediante mensajería instantánea con un comercio para contratar un servicio o producto sin saber que nos está respondiendo un algoritmo de aprendizaje (ChatBot). También hacemos uso de un servicio bajo demanda de video o música que nos pone en pantalla el contenido de nuestro interés con base a nuestras preferencias; pero lo cierto es que la IA va mucho más allá que estos “simples” usos.

ia en la mano

Por ejemplo, la empresa china Ping An se transformó de una compañía de servicios financieros y de seguros tradicionales, en un negocio de tecnología en la nube que proporciona servicios para los sectores de finanzas tecnológicas y médico, utilizando la Inteligencia Artificial, sus ingresos anuales están por encima de los 9,600 millones de dólares anuales, lo cual representó casi un 34% de incremento de 2013 a 2018.

Lo anterior no es de extrañar ya que según el estudio “Global AI Survey” publicado por la firma McKinsey & Company, el 63% de las empresas que adoptaron IA en sus áreas, han conseguido un aumento del 10% de sus ingresos y el 44% en reducción de costos.

De acuerdo con el artículo Inteligencia artificial en el gobierno de los Estados Unidos  (Nikolas Sicilia), Estados Unidos es el país líder en IA por cuatro fundamentos:

1. Para la innovación estadounidense: usan tecnologías transformadoras que están mejorando vidas e industrias en crecimiento, y puedan empoderar a los trabajadores.
2. IA para la industria estadounidense: tiene el objetivo de crear un clima nacional donde los científicos y tecnólogos desarrollan con éxito sus inventos.
3. IA para el trabajador estadounidense: está permitiendo que las empresas estadounidenses concentren recursos y en trabajos de mayor valor.
4. IA con valores estadounidenses: las tecnologías de IA que desarrollan también deben reflejar los valores fundamentales estadounidenses y su devoción por ayudar a las personas.

En este sentido, Rusia es otro país que también ha invertido en IA en los últimos años y se posiciona como un líder en el ramo. A diferencia de Estados Unidos, Rusia ha sabido explotar la IA en ámbitos más específicos como los negocios y la telefonía. Uno de los proyectos en Rusia es usar IA para la conducción de vehículos en las calles de Moscú, el proyecto es pionero y se encuentra en pruebas, pero su principal objetivo es disminuir muertes en carreteras porque el software respetaría las señales de tránsito y no se distraería.

Asimismo, Vladimir Putin ha pedido que los bancos también participen en innovación tecnológica, principalmente en IA aplicada en algoritmos para predicción de clientes y cartera. Otros ejemplos de uso de IA en Rusia son: robots, mascotas robóticas, máquinas que fungen como mineros para poder llegar a zonas de riesgo para las personas y robots que utilizan para transportar objetos.

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Vladímir Vladímirovich Putin, abogado y el actual presidente de la Federación Rusa (Fotografía: News 24/7).

Otro de los países que también avanza aceleradamente en el uso de la IA es China. El país asiático ha sido pionero de IA en temas de comunicaciones y salud, específicamente en reconocimiento facial y uso de robots. El gobierno de China es enfático en la necesidad de invertir grandes cantidades de dinero a la innovación tecnológica y telecomunicaciones.

Una de las críticas al gobierno chino en el uso de la IA es que lo utilizan para controlar a sus ciudadanos. En 2019 se publicó la noticia de que el gobierno chino desarrollaba uniformes escolares inteligentes con el objetivo de controlar la asistencia y paradero de los estudiantes, usando reconocimiento facial y un sistema que permita detectar cuando el alumno se encuentra fuera de la escuela sin permiso o si tratan de quitarse el uniforme, lo anterior con una alarma de voz que se activa automáticamente.

Otro aspecto del porqué China también lidera el mercado de la IA es que más del 85% de sus empresas utilizan IA en temas: económicos, de salud y de seguridad (nacional y pública). Tanto la IA como el análisis de información, son dos elementos fundamentales para el gobierno chino en su avance tecnológico. Casi todo el país cuenta con cámaras avanzadas de reconocimiento facial que el gobierno ha defendido argumentando que eso disminuye la incidencia delictiva por la capacidad de reconocer a alguien y detectar su ubicación exacta en tan sólo minutos. Además, la Inteligencia Artificial la han aplicado para reducir el tráfico en varias ciudades catalogadas como caóticas, debido a la ubicación de cámaras y un sistema eficiente de semáforos y señales.

Estados Unidos, Rusia y China son los tres países más desarrollados en el uso de la IA por la cantidad de dinero que invierten en innovación tecnológica y telecomunicaciones. Muchos de los países de Europa quieren seguir los pasos de estos tres grandes ejemplos y, recientemente, Francia y Alemania han elaborado estrategias de IA para sus gobiernos.

reconocimiento facial
Imagen: Criptotendencia.

Por otro lado, en América Latina hay expectativas altas en el uso de la IA y uno de los países que promete ser líder en la región es México. Se ha mencionado que el país podría explotar el uso de la IA en temas económicos y de salud si se decide invertir una cantidad considerable de dinero en innovación tecnológica, ya que a la fecha aún se encuentra rezagado en usos de tecnologías disruptivas.

Hoy en día medianas y grandes empresas han dirigido su mirada a la IA y al análisis de información, algunos ejemplos de su aplicación en el país son Banco Azteca, que mediante WhatsApp logró que cerca de 5 millones de clientes aperturaran nuevas cuentas, o Aeroméxico que por medio de su chatbots ha logrado atender a sus clientes e incrementar sus ventas.

En cuanto al gobierno, es en el sector salud en donde el uso de la IA puede ser más promisorio, ya que si éste es aplicado en la predicción de padecimientos, se pueden prevenir enfermedades crónico-degenerativas como son el cáncer, la diabetes, la hipertensión, etc., las cuales son las causantes del mayor gasto en salud del Estado mexicano.

Recientemente, el gobierno de México anunció la inversión de Microsoft de más de 1,000 millones de dólares a la transformación tecnológica del país, con lo que se espera que parte de dicho monto sea invertido en innovación tecnológica en IA, Big Data y Cloud, las cuales esperemos que sirvan para que el uso de la IA sea viable y redituable.


Referencias:
~ McKinsey & Company, “Global AI Survey: AI proves its worth, but few scale impact”, (2019).
~ The White House, “Artificial Intelligence for American People”.
~ Liu Caiyu, “Chinese schools monitor students activities, targeting truancy with ‘intelligent uniforms’”, Global Times (2018/12/20).
~ “Rusia lidera la implementación de la inteligencia artificial en los negocios”, RT (2019/10/07).


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Ética para robots

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¿Podrán algún día pensar por sí mismos los robots? ¿Lo hacen ya? Sin duda. Si por pensar entendemos, claro, la capacidad para tomar decisiones.

Desde los primeros aparatos capaces de imitar lo que se llama la “neurona cero”, aquella que opta entre dos opciones, abrir-cerrar, por ejemplo, hasta nuestros días, las máquinas piensan.

Y no sólo eso, podríamos decir que, de muchas maneras, y de modo cada vez más complejo, los dispositivos, encarnados en eso que llamamos genéricamente robots, piensan cada vez de mejor y más compleja forma.

El tema no es nuevo. La fascinación-terror respecto al grado de autonomía que una máquina pudiera tener frente a quien la creó, enlaza al Frankenstein de Mary Shelley con las memorables partidas de ajedrez de Beep Blue, la computadora creada por IBM, contra Gary Kasparov.

Nunca antes, eso también es cierto, lo humano ha estado más cerca de ver cumplir ese sueño-pesadilla, una máquina capaz de pensar a tal grado que sea capaz no sólo de decidir sino de crear una máquina aún más inteligente que su creadora.

Vivimos un tiempo, pues, en el que con la precisión de un relojero suizo, los grandes productores de tecnología alimentan un imaginario dispuesto a colocar sobre los dispositivos toda clase de representaciones de estatus, productividad, liberación de tareas rutinarias, comodidad, y un largo etcétera.

maquina del cesar
Imagen: The Daily Beast.

Los grandes productores de aparatos estimulan, con toda intención y éxito, así, un ánimo social de frenesí por lo tecnológico, entendido esto como el consumo desenfrenado de aparatos.

Se trata de un universo fantasioso al que, con toda lucidez crítica, el gran escritor inglés Ian McEwan ha caracterizado en su más reciente novela como el (inducido) “sueño de virtud robótica redentora”.

Multipremiado y con una capacidad de trabajo que le permita publicar una novela al año, McEwan entregó a sus lectores en 2019 Máquinas como yo, distopia que tiene como centro una sociedad en la que personas conviven con androides con forma humana.

En pleno fervor por el camino que se abre la Cuarta Revolución Industrial, lista prácticamente la nueva generación tecnológica del Internet, la 5G, McEwan lanza en forma de novela un certero alegato ético.

La cuestión, parece querer advertir McEwan, no es preguntarse si las máquinas piensan o si con el tiempo los humanos serán capaces de hacer que piensen de forma cada vez más asertiva y compleja, la pregunta es qué lugar ocupa lo esencialmente humano en todo esto.

El sueño de la redención robótica llega pues a su punto de inflexión, cuando en Máquinas como yo, se lee: “dicho de forma abreviada, diseñaríamos una máquina un poco más inteligente que nosotros y dejaríamos que esa máquina inventara otra que escaparía de nuestra comprensión”.

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Ilustración: Roberto Parada.

Porque si tal cosa pasara, se pregunta la novela, y a la vez cuestionándoselo al lector, “¿qué necesidad habría de nosotros, entonces?”.

En abril de 1991, hace casi 30 años ya, el hoy muy conocido filósofo español, Fernando Savater, vio publicado un pequeño ensayo: Ética para Amador.

En esos años, Savater enseñaba ética en la Universidad Complutense de Madrid, y su hijo, un adolescente llamado justamente Amador, a quien está dedicado el volumen, tenía 15 años.

Dirigido a lectores de la edad de su hijo, el libro, sin embargo, se abrió paso entre lectores de todas las edades, y le significó a su autor una enorme fama.

El problema central de la vida, “del arte del saber vivir”, planteará Savater, descansa en una condición tan única como esencial que acompaña a los seres humanos y nos diferencia de los animales: la libertad.

“La libertad, asegura Fernando Savater, no es una filosofía y ni siquiera es una idea: es un movimiento de la conciencia que nos lleva, en ciertos momentos, a pronunciar dos monosílabos: sí o no”.

Esto es, la libertad se halla lejos de la voluntad absoluta, manifestación de la omnipotencia, y cerca de la circunstancia enteramente humana de decidir.

No somos libres de elegir lo que nos sucede, sostendrá con lucidez el filósofo, pero sí lo somos respecto a la manera cómo respondemos a eso que nos sucede.

maquina caminando
Ilustración: The Synapses.

Nuestra racionalidad, luego entonces, ha de brillar en tanto se encuentre al servicio de averiguar cómo vivir mejor; a ese intento racional es a lo que llamamos ética, explica a su hijo adolescente el filósofo español.

Bajo esa óptica, y sin que se lo hubiese propuesto explícitamente, el célebre novelista Ian McEwan, tiende un puente de humanidad entre su más reciente novela y el casi legendario manual del profesor Savater.

La información no es, en sí misma, conocimiento. Mucho menos, autoconocimiento.

En ello descansa la cuestión central. El linde respecto de lo humano. No es si las máquinas pueden decidir, ni siquiera si pueden llegar a ser capaces de aprender.

La cuestión verdaderamente humana que une, de este modo, a Savater y McEwan, es la misma: decidir no es optar solamente, sino hacerlo en libertad y conciencia.

El sueño redentor no es, entonces, el de transformar desaforadamente las máquinas y sustituirlas en un carrusel sin fin.

El verdadero sueño redentor es transformar lo humano. Sigue siendo, el arte de la vida.

Eso.