Para mis querida lobas de MC.
Durante la pandemia por COVID-19 se ha vuelto común y hasta “popular” hablar de resiliencia, como si al pronunciar esta palabra, adquiriéramos en automático esta cualidad.
Aprender a ser resilientes no es nada fácil, pues requiere la compleja tarea de desarrollar la capacidad de adaptarnos y superar situaciones críticas para seguir adelante.
Las mujeres llevamos construyendo resiliencia desde siempre, con o sin pandemia. Siendo la exclusión, discriminación, abuso y violencia la regla general, hemos podido resistir y combatir estos embates injustos, y renacer desde nuestras cenizas como el ave fénix.
El contexto de enfermedad y confinamiento ha evidenciado, en mayor grado, las desigualdades de género existentes, dado que se han agudizado los problemas sociales.
Por ejemplo, se ha incrementado la carga de trabajo no remunerado para las mujeres en sus hogares respecto del cuidado y educación de sus hijas e hijos. En 2020, a nivel mundial, la ONU calculó que, en promedio, las mujeres dedicaron 4.1 horas por día al trabajo doméstico y de cuidados, mientras que los hombres sólo 1.7 horas.
Si se tasaran las contribuciones que ellas hacen en todas las formas de cuidados, éstas equivaldrían a 11 billones de dólares estadounidenses, y si sólo nos refiriéramos a aquellas para atender la salud, su valor sería de 1.5 billones de dólares (2.35% del PIB mundial).
En lo económico, los riesgos de desempleo y pobreza aumentaron para las mujeres, quienes se ocupan en los sectores más afectados por la enfermedad, como el turismo, la manufactura y el comercio, que se caracterizan por altas tasas de informalidad.
El Informe especial COVID-19: “La autonomía económica de las mujeres en la recuperación sostenible y con igualdad” de 2021 de la CEPAL, revela que, en América Latina, en los campos mencionados considerados de alto riesgo, se concentra alrededor del 56.9% de las mujeres ocupadas en relación con el 40.6% de los hombres.
Adicionalmente, en el Informe 2020 “COVID-19 en la vida de las mujeres: razones para reconocer los impactos diferenciados”, la OEA reporta que, en América, la mitad del personal médico y más del 80% de quienes se dedican a enfermería son mujeres, las cuales son minoría en cargos de decisión, y enfrentan una brecha salarial del 28%.
El confinamiento ha recrudecido la violencia de género. En México, según el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, el número de llamadas de emergencia al 911 relacionadas con sucesos de violencia hacia las mujeres, pasó de 197 mil 693 en 2019 a 260 mil 067 en 2020, lo que representa un aumento de 31.55%. En enero de 2021, las entidades federativas con más reportes de este tipo fueron Chihuahua (3 mil 739), Estado de México (2 mil 891) y Ciudad de México (2 mil 878).
En abono a la rendición de cuentas sobre esta problemática, en la sesión extraordinaria del Instituto de Transparencia capitalino (INFO-CDMX) del 4 de marzo, la ponencia a mi cargo presentó un caso –aprobado por unanimidad– en el que instruimos a entregar al Centro de Comando, Control, Cómputo, Comunicaciones y Contacto Ciudadano de la Ciudad de México (C5), los reportes de enero a septiembre de 2020, de las llamadas telefónicas de emergencia al 911 sobre violencia contra la mujer, familiar, de pareja, hostigamiento y abuso sexual, en versión pública, para proteger, principalmente, datos de denunciantes.
A pesar de la dureza de la crisis sanitaria, las mujeres gobernantes de diversos países han actuado con rapidez, eficacia y transparencia en las medidas adoptadas. Ejemplo de ello son Dinamarca, Etiopía, Finlandia, Alemania, Islandia, Nueva Zelanda y Eslovaquia.
Las mujeres también están dirigiendo investigaciones sobre vacunas contra este virus, como son los casos de Katalin Karikó, Ozlem Türeci, Chen Wei, Kizzmekia Corbett, Nita Patel y Sarah Gilbert.
Lo que persiste como lamentable realidad, con o sin pandemia, es la invisibilidad de los problemas que nos impactan como mujeres y de la agenda de temas que nos involucran.
El Día Internacional de la Mujer no es un festejo para que nos feliciten o reconozcan por nuestro género; es una conmemoración de la lucha por nuestros derechos que continúa.
El 8 de marzo fue establecido por la ONU en los años 70, para recordar las protestas de las mujeres que reclamaban, a inicio del siglo XX, su derecho al voto, a mejores condiciones de trabajo y a la igualdad, como aquella en la que murieron 146 trabajadoras en un incendio en la fábrica textil Triangle Shirtwaist de Nueva York.
Necesitamos reforzar nuestra resiliencia, seguir haciendo visible lo invisible, hacer escuchar nuestras voces, hacer sentir nuestra presencia o ausencia (#UnDíaSinNosotras), no un día o mes, sino todo el tiempo hasta internalizar la inclusión en nuestra sociedad.
Nos tenemos todas para sumar a todos, para incidir y transformar, para construir juntos.
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