En opinión de Roberto Sánchez Mejorada, Chief Mission Officer de Qualfon, empresa de talla mundial, líder en el manejo de call centers, con más de catorce mil empleados ubicados en distintas partes del mundo, la humanidad está experimentando actualmente una verdadera guerra que nos ha puesto de cabeza, en la que hay un importante número de “caídos”, a grado tal que casi todos alrededor del mundo tenemos a algún ser querido muerto a causa de la pandemia. El enemigo en esta guerra es el miedo y la ignorancia, porque todos le tememos al otro, tanto porque nos puede contagiar, como porque lo podemos contagiar nosotros, y porque nadie sabe nada definitivo y todos tenemos opiniones, aún contradictorias, sobre las formas en que nos contagiamos, en que nos podemos proteger y en que nos podemos curar, las cuales difundimos personalmente y mediante las redes sociales a nuestra disposición, todo lo cual se vuelve una locura.
Roberto señala que en esta guerra, como en todas las guerras, está presente la posibilidad de morir. La vida se pone en riesgo de una manera más evidente. De allí el miedo y a veces el pánico. Pero la muerte es buena maestra de la vida y eso nos ha enseñado a que la vida es pasajera y pasa rápido, por lo que hay que vivirla con gratitud y plenitud, sabiendo que la vida después de la muerte es la definitiva y a la que hay que prepararse haciendo el bien sin cesar. Se trata de la primera pandemia en el mundo en la que la humanidad lleva cuenta detallada de los muertos y de los enfermos en tiempo real, la cual también está expuesta a ser objeto de manipulaciones por parte de los gobiernos y de las fake news, lo que dificulta llegar a conclusiones definitivas sobre el buen o mal manejo de la pandemia por parte de los diversos gobiernos del mundo. En México, a las cifras gubernamentales nadie les da crédito.
Desde luego hay muchas enseñanzas positivas que aprender, derivadas de esta guerra, tales como haber aprendido a vivir y a trabajar en confinamiento, lo cual ha facilitado aprender más unos de otros y estar en casa con la familia, habiendo puesto en pausa el frenesí de los viajes en el que algunos estábamos inmersos. También hemos tenido que aprender a separarnos de algunos de nuestros familiares y amigos, incluso frente a la muerte, sin podernos despedir de ellos, y aprendimos a llevar a cabo reuniones familiares, funerales, bodas y otras actividades fundamentales de la vida, por vía electrónica remota, todo lo cual nos ha hecho más fuertes y nos ha enseñado a vivir con obstáculos y limitaciones graves. Sorprende la fortaleza y la resiliencia que ha logrado la humanidad en su conjunto. Hay positivos hábitos que hemos adoptado en materia de higiene, algunos de los cuales deberemos mantener cuando volvamos a la normalidad de antes, tales como el constante lavado de manos y la práctica de quedarse en casa cuando se está enfermo.
Desde luego la humanidad ha enfrentado también graves aspectos negativos con motivo de la pandemia, principalmente esa separación humana de las familias y los amigos, especialmente el abandono de los adultos mayores, provocado por ese miedo que unos a otros nos tenemos y sin duda nos hace falta el contacto físico que se ha perdido. Quienes como Roberto y yo mismo somos producto de la generación del temblor de 1985, no podemos ignorar la falta de solidaridad general que la actual pandemia ha provocado, que evitó que todos saliéramos a la calle a ir por el otro, tal como lo hicimos de manera ejemplar en aquel terremoto y en los que le siguieron. Aunque al cuidarnos a nosotros mismos y al cuidar a los otros, protegemos a los otros y a nosotros mismos, esta pandemia no será recordada por la solidaridad de los unos con los otros.
Entre las enseñanzas derivadas de la crisis del coronavirus, no podemos olvidar que también hemos aprendido a conocernos, ya que nunca antes habíamos tenido la conciencia de saber si pertenecemos al grupo más aprensivo de la sociedad, o si somos razonable o completamente liberales en lo que al temor de la pandemia se refiere, actitud que desde luego se ve influida por los lugares en los que vivimos, ya que quienes lo hacemos en centros de alta concentración poblacional como la Ciudad de México, solemos ser más precavidos que quienes provienen de lugares menos poblados. También contribuyen a generar psicosis y miedo, o bien tranquilidad y paz, los parientes y amigos que frecuentamos, más o menos preocupados por el contagio y, a su vez, nos generan mayor aprensión quienes han perdido a seres queridos y nos generan mayor confianza y menos aprensión quienes no han padecido circunstancias graves o bien se han recuperado de éstas.
Sánchez Mejorada nos comenta que Qualfon es una organización afortunada, pues al inicio de la pandemia se fijaron con claridad las siguientes dos prioridades complementarias y no contradictorias: brindar seguridad máxima a los trabajadores de la empresa y conservar todas las fuentes de trabajo, para lo cual resultaba indispensable seguir trabajando, para poder continuar prestando sus servicios a su clientela y poder seguir facturando. Para ello establecieron una estrategia que facilitó que los trabajadores se llevaran las computadoras de la empresa a sus respectivos domicilios, de manera ordenada pero rápida, para permitir el trabajo remoto masivo. Observamos que esta adecuada política empresarial desafortunadamente no se ha visto reflejada por ningún gobierno del mundo.
En efecto, aunque las sociedades del mundo aprendieron a trabajar y estudiar desde casa, estas importantes actividades no fueron fomentadas con políticas públicas eficaces en ningún país del mundo. No vimos la baja de precios de las computadoras o de los servicios de internet, ni la mejora de la infraestructura de ancho de banda o de fibra óptica en los países. En nuestra opinión, los gobiernos del mundo desaprovecharon esta gran oportunidad que les hubiera permitido fortalecer sus infraestructuras conforme a la era digital que se vive, la cual desde luego fue aprovechada por sociedades enteras, pero más por méritos individuales y de la sociedad civil organizada. Faltó ver subsidios y el otorgamiento de créditos blandos, así como la cooperación solidaria entre esa sociedad civil organizada y los gobiernos, faltaron, pues, en el mundo, políticas públicas para el financiamiento de la tecnología.
En materia de valores humanos, la pandemia ha hecho visible la valentía y la resistencia humana que ha dado prueba, una vez más, de que la humanidad es invencible. Tal como ésta se ha levantado de las cenizas de las dos grandes guerras y de multitud de otras guerras y atrocidades, nuestras sociedades han encontrado la forma de salir adelante, las cuales han echado mano de una solidaridad invisible, en donde familias y redes de amigos se han echado la mano y se han hecho presentes a través de los medios electrónicos. Como nunca antes la fe se ha demostrado a través de canales religiosos en redes, en seminarios virtuales y aún en misas, en meditaciones y en peregrinaciones digitales. Hemos sido testigos de la digitalización de la espiritualidad.
Si bien la pandemia nos recluyó en casa, provocó la actividad física al aire libre, lo que ha repercutido en una mayor convivencia vecinal y reencuentro del ser humano con la naturaleza. Ha sorprendido la forma en la que los científicos del mundo han cooperado entre sí para encontrar la salida a través de las vacunas, lo que más pronto que tarde facilitará la inmunidad de rebaño a la que todos aspiramos. Pronto quedará demostrado que la capacidad de manufactura de las vacunas es prácticamente infinita. La obtención y distribución de las vacunas pondrá nuevamente al descubierto a los gobiernos que actúen más o menos de manera eficiente, y mostrará las fortalezas o debilidades de los servicios públicos de salud y los sistemas de prevención alrededor del mundo.
Para la Historia quedarán las prácticas de acaparamiento de vacunas por parte de algunos gobiernos del mundo y su falta de solidaridad al cerrar sus fronteras, pese a su excesiva capacidad hospitalaria. El posible criminal manejo político de las vacunas hará que especialmente los mexicanos pongamos lupa en el gobierno, a fin de evitar que se detenga el calendario de vacunación para hacerlo compatible con el calendario electoral. De la comparación ningún gobierno podrá salvarse.