Innovación, Tecnología y Sociedad

Innovación, tecnología y cooperación para el desarrollo en el post-COVID

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Tan globales como radicalmente locales podamos ser. Tan locales como responsablemente globales seamos capaces de ser.

La primera pandemia de la Era global, el COVID-19, cimbra y reafirma, fisura y, a la vez, asienta el tiempo de una nueva época.

Siendo como es una enfermedad cuyo contagio planetario creció con rapidez, hay cierto nivel de respuesta que compete a eso, a una estrategia multinacional para abatirlo.

Mas, de la misma manera, cada país ha entendido que, si no es desde la raíz de su historia cultural y la muy particular ingeniería institucional con que cada nación cuenta, la lucha está de antemano perdida.

Comprender que nadie puede desligarse de sus responsabilidades supranacionales, vale tanto, como ser capaz de conocer a fondo el sustrato cultural de cada nación y actuar en consecuencia.

Es en ese punto donde se cruza lo que de entrada podría considerarse como elementos divergentes: abocarse con imaginación y audacia a consolidar un modelo propio, a la vez que tomar parte de manera central en el mundo sin fronteras.

cooperacion internacional
Imagen: Katy Smith.

Tomo dos ejemplos de esa nación pequeñamente grande que es Países Bajos para tratar de ilustrar el modo en que esta paradoja esencial de nuestro tiempo entre lo propio y lo de todos, configura una idea clara de horizonte de futuro.

Lo primero que salta a la vista, aunque no debería serlo tanto, pues corresponde a la dinámica de los tiempos, es que, la también llamada por mucho tiempo Holanda, tenga un ministerio en el que, bajo una misma denominación empareje Comercio internacional y Cooperación para el desarrollo.

Y ha sido precisamente la titular de dicho ministerio, Sigrid Kaag, quien ha afirmado de modo categórico su convencimiento de que la era post-COVID estará marcada por la cooperación internacional.

“Ahora es el momento de mirar hacia afuera”, ha dicho hace unos días la también líder de su partido, “ahora es el momento de honrar nuestra perspectiva internacional”.

En lo que es un espejo de aquello que en los hechos ha venido sucediendo en buena parte del mundo, Kaag, subrayó: “Sólo ganaremos nuestra lucha contra el virus a través de científicos que trabajen juntos a nivel internacional”.

Ciertamente, el impacto que el COVID ha tenido sobre la economía global ha sido poco menos que desastroso, pero a la vez, como bien enfatiza Kaag, la manera en que se han conformado alianzas supranacionales para la investigación de vacunas y la cadena de suministro ha sido notable.

Por otra parte, también en Países Bajos, el gobierno de esta nación ha anunciado un muy ambicioso Fondo Nacional de Desarrollo para estimular proyectos con horizonte de futuro.

vacunas
Imagen: Kieran Blakey.

Dotado con la nada despreciable suma de 20 mil millones de euros, el Fondo Nacional para el Desarrollo, pretende dotar de recursos a iniciativas centradas en la reconversión tecnológica y la sustentabilidad ambiental.

A cargo del Ministro de Finanzas, Wopke Hoekstra, y el de Asuntos Económicos, Eric Wiebes, el planteamiento es claro: “tenemos que cambiar de rumbo”, han dicho, sin ambages.

Debemos asegurarnos de crecer, sí, ha dicho Wiebes, pero dirigiendo la riqueza que seamos capaces de generar al gasto social y sustentabilidad ambiental.

Se trata, en ese sentido, pues, no sólo de generar una economía próspera, y de dirigirla hacia proyectos de educación, salud o vivienda, entre otros, sino en revisar a fondo la manera cómo esa prosperidad será alcanzada.

Tecnología e innovación son los dos pilares sobre los que este ambicioso Fondo Nacional para el Desarrollo, se sitúa.

Mas, sobre de ellos a manera de eje articulador se encuentra la decisión de asumir por completo la responsabilidad global frente al cambio climático.

Es interesante que, a pesar de que pudiera parecer un plan de inversiones resultado del impacto del COVID, en realidad el Fondo Nacional para el Desarrollo estaba aprobado desde el año pasado.

No se trata pues, en estricto sentido, de una política de inversión pública planteada a la luz de la pandemia, sino de una apuesta para la que, si bien la coyuntura es insoslayable, la mira está puesta en los próximos 25 años, al menos.

innovacion post pandemia
Imagen: Freepik.

No debe extrañar entonces que, a pesar de que no se han proyectos concretos aún a los que se les vayan a asignar parte de esos 20 mil millones de euros, éstos con toda seguridad se enfocarán a temas de un futuro cada vez más presente.

Infraestructura visible, como se ha llamado a la construcción a la vista, pero también se está pensando en la inminente llegada del hidrógeno como combustible que sustituirá al gas.

De la misma manera que, por supuesto, se habla de Inteligencia Artificial, robótica, biotecnología.

Se trata de un Fondo que comprende la necesaria inyección de recursos para desarrollar eso que en Países Bajos se ha denominado “puertos cerebrales”, y que no es otra cosa que el aliento para que institutos y universidades puedan hacer su trabajo principal en condiciones óptimas.

No podemos perder tiempo, el mundo cambia rápidamente, afirmaba con razón el Ministro Wiebes.

Quien además pueda cambiar entendiendo su circunstancia nacional y su responsabilidad global, lo hará mejor.

Sin duda.


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En tiempos digitales, los caminos son a la medida

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Una de las condiciones que a este tiempo les es propia, como la que más, es la complejidad.

No se trata solamente de que la cantidad de variables haya aumentado, o el tiempo para diseñar soluciones a problemáticas múltiples se haya acortado dramáticamente.

Tampoco es sólo una cuestión relacionada con el impacto que una decisión local puede desencadenar en un horizonte muy amplio de ámbitos.

Es todo eso, y más.

Ligada a la lucidez del pensador francés Edgar Morin, la noción de lo complejo se acuñó, en cierta medida, de modo premonitorio.

Vivo, y vigente, Morin trazó una forma de concebir la realidad que no tardó en cumplirse cabalmente y ser representada por esa metáfora-descripción que es hablar de la “sociedad en red”.

El tino del francés no está por demás decirlo, deviene de modo fundamental en su capacidad para visualizar en los caminos de las ciencias exactas/duras/empíricas, como se les quiera llamar, una forma de dimensionar la estructura de los problemas y los cambios sociales y culturales.

edgar morin
Edgar Morin, sociólogo y filósofo francés.

La aspiración de Morin, en esa medida, no es configurar una dicotomía que borre de un plumazo todo atisbo de lo que pudiera ser calificado como pensamiento de la simplificación.

Lo interesante del modo en que Morin invita a construir diálogos con lo real desde lo complejo, es justamente su llamado a evitar la tentación de nulificar la simplicidad.

Pensamiento multidimensional, en el horizonte de Morin, equivale a su noción de lo complejo. En cuyo centro, por decirlo de alguna manera, se encuentra la interconectividad de los elementos que componen los fenómenos.

 De ahí que, habiendo abrevado de las ciencias exactas, y regresando a ellas, en lo que hoy visualizamos como ciencias de lo complejo, no sea difícil encontrar la huella de este pensador contemporáneo imprescindible.

Desde este punto de mira, destaca el esfuerzo que desde hace algún tiempo hacen Alfredo J. Morales (@ajmoralesguzman) y José R. Nicolás-Carlock (@jrncarlock); venezolano, el primero, mexicano, el segundo.

Ambos responsables de Redes y sistemas complejos en español (@redcompleja), cuenta de twitter, enfocada en el sitio prominente que en todos los ámbitos juegan estos dos conceptos.

Basta asomarse a los términos que Morales Guzmán pone en diálogo: data, estoicismo, Inteligencia Artificial, poesía, para darse una idea clara de la impronta que le anima.

pensamiento digital red compleja
Imagen: Freepik.

No menos sucede cuando se revisa el perfil de Nicolás-Carlock, embarcado en una aventura posdoctoral, que pone a dialogar las matemáticas con el horizonte jurídico vinculado al delito.

Más interesante aún es recorrer el hilo de sus publicaciones. Entre las que extraigo sólo algunas de las más recientes.

“Los sistemas complejos proveen un marco para entender el efecto de las relaciones sociales. Pero estas relaciones involucran complejidad psicológica. Cada línea que conecta nodos en una red contiene propósito, motivación, recompensa. Por ende la interdisciplinariedad es clave”.

Dicen en otro momento, sin decir y diciendo en un marco abierto de referentes y referencialidades:

“Al querer controlar un sistema complejo se reduce su descripción a variables administrables. Al hacerlo se eliminan cositas y relaciones que eran fundamentales para su funcionamiento y se genera declive. Ocurre cuando explotan bosques, diseñan ciudades modernas o totalitarismos”.

Dos ejemplos más del tipo de reflexiones al que apunta @redcompleja:

Modelar un sistema complejo no debería predecir un comportamiento exacto pues depende mucho del contexto y cosas no observadas. El modelo en cambio sirve para poner a prueba las premisas y encontrar el comportamiento irreducible de ciertas formas de interacción”.

Para en otro momento llamar la atención esos falsos dilemas, heredados de la irreductibilidad de lo dicotómico, y que bajo la égida de lo complejo adquieren otro cariz.

red compleja
Imagen: Gabriel Silveira.

Centralización y federación no deben verse como elementos contrapuestos sino complementarios. La primera ayuda a la rapidez y eficiencia cuando la complejidad es baja. La federación mejora la diversidad, robustez y efectividad cuando la complejidad es alta. Hay que incluir ambos.

El espacio de difusión, diálogo e intercambio que constituye @redcompleja, es un claro ejemplo de cómo lo complejo se expresa en una visión transversal, abierta e interconectada de la realidad circundante.

Su valía reside, pues, no sólo en extender de que el mundo ha transitado a estar configurado en redes y sistemas complejos, por más que se mantengan, cual reductos del mundo anterior, expresiones del tiempo precedente.

Como de alta estima resulta su insistencia en que parte de esa complejidad inherente al presente implica reconocer que si algo ha puesto de manifiesto la encrucijada actual, es que los caminos generales, las recetas a todos aplicables, carecen hoy de viabilidad y sentido.

Lo complejo se mira en este tiempo en el espejo de la capacidad, en todos los terrenos, para idear senderos propios, diseños que correspondan a cada circunstancia.

El reto para cada entidad, privada, pública, social o nacional descansa, así, en la imaginación y audacia para diseñar e implementar caminos acordes a cada entorno.

Heterogéneas son las realidades y sus componentes; no menos habrá de ser la forma de encararlas.

No menos.


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La realidad como problema, el pensamiento como acción

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Antes de desembocar en el mar báltico, el río Pregolia, en alemán conocido como Pregel, atraviesa la ciudad rusa de Kaliningrado.

Es previsible que la ciudad y el río que la cruza tuviesen una fama menor, de no ser por un hecho vinculado a la imaginación como capacidad para resolver problemas complejos.

Aun más, para hacer de la realidad el problema.

O bien, dicho de otro modo, la cualidad para sugerir cuestionamientos que la propia realidad plantea, aun antes de que se tornen en problemas concretos.

Conocida a mediados del siglo XVIII, como Königsberg, debemos al matemático suizo Leonhard Euler, la formulación de lo que desde entonces se conoce como “El problema de los puentes de Königsberg”.

La ciudad contaba ya por entonces con los siete puentes que hasta el día de hoy le han legado ser un referente en la historia del pensamiento científico.

Leonhard Euler
Leonhard Euler, matemático y físico suizo (Wikimedia).

Los puentes tiene la función de unir ambas riberas del río Pregolia; adicionalmente, permiten que dos de las islas que forman parte de la mancha urbana, se hallen también conectadas con la ciudad.

Observador acucioso, Eulen, quien había nacido en Basilea, en 1807, hace de la realidad su problema por resolver.

¿Es posible regresar al punto de donde se ha partido, habiendo recorrido los siete puentes sin pasar más de una vez por ninguno de ellos?, se pregunta.

Animado por una curiosidad propia del siglo que habita, Eulen contribuirá de modo incipiente pero decisivo a la comprensión sobre cómo funcionan las estructuras basadas en redes complejas.

De formulación simple, aunque alejada de la ingenuidad, porque el ingenuo no pregunta, cree, el cuestionamiento de Eulen, va más allá de hallar una respuesta como tal.

La respuesta a la pregunta, ¿se pueden recorrer los siete puentes y volver al inicio sin pasar dos veces por ninguno de éstos?, es no.

Mas, esa conclusión, tan directa y sencilla como la propia enunciación de la pregunta inicial, constituye, como para todo pensamiento innovador, apenas el punto de comienzo, no su final.

pensamiento en red

Febrilmente curioso, prolífico y digno hijo de la Ilustración alemana, de Eulen se ha dicho que compilar la totalidad de sus trabajos podría ocupar unos 60 u 80 tomos.

Geómetra, físico, arquitecto, óptico, ingeniero, además de matemático, por supuesto, en Eulen palpita un espíritu capaz de indagar a trasluz aquello que parece dado y estable, real e inmutable.  

El problema no está, podría decirse a la sombra del ímpetu analítico y la imaginación heurística, de esta mente extraordinaria; el problema, es. Siempre es.

Cuando el problema está, intervienen los que pueden resolver algo dado, una falla manifiesta.

Las mentes inusitadamente brillantes, en cambio, navegan sobre un horizonte de la existencia y lo existente, en el que son capaces, al preguntarse, de adelantar, donde en apariencia no lo hay, un problema en el habrá.

Así, en 1736, año en que el matemático suizo publica su célebre artículo sobre los puentes de Königsberg, sienta las bases para el estudio de lo que casi tres siglos después será una constante: las redes como paradigma de la sociedad del siglo XXI.

pensamiento en red
Ilustración: Dan Matutina.

Como bien define el Dr. Maximino Aldana, investigador del Instituto de Física de la UNAM, los sistemas complejos cuentan con cuatro características en común, que de manera textual el Dr. Aldana define así:

Están compuestos por muchas partes que interactúan entre sí;
Cada parte tiene su propia estructura interna y está encargada de llevar a cabo una función específica.
Lo que ocurra a una parte del sistema afecta de modo altamente no lineal a todo el sistema.
Presentan comportamientos emergentes, de tal manera que el todo no es la simple suma de sus partes.

En ese sentido, advierte el investigador del Instituto de Física de la UNAM, “el adjetivo ‘Complejo’ en este contexto no significa solamente que el sistema sea complicado, sino también que está compuesto de muchas partes…”.

 En el caso de las redes, y en particular, de aquellas que podemos concebir como complejas, Aldana acude a una definición compacta y precisa, se trata, dice, de “conjuntos de muchos nodos conectados que interactúan de alguna forma. A los nodos de una red también se les llama vértices o elementos”.

pensamiento en red
Ilustración: Deposit Photos.

Durante los últimos años, es notorio que el interés por ampliar la comprensión de las redes complejas, ya sean biológicas, informáticas o sociales ha crecido considerablemente.

Lo que es más, el uso del lenguaje cotidiano, atestigua cómo la palabra red o redes, y con ello, la noción misma, aparece una y otra vez como signo de nuestro tiempo.

No es para menos. El mundo, su representación, y la de nosotros mismos en él, se condensa en esta imagen: una red de redes.

La red ha pasado así de constituir una metáfora a conformar el espacio en el que los componentes del mundo y la realidad se organizan e interactúan en todos los ámbitos.

El reconocimiento de que su característica esencial es lo complejo, y que con base en ello configura su organización e interacciones, sus estructuras y dinámicas, supone transitar genuinamente del siglo XX al XXI.

Su comprensión, el puente.   


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¿Se puede sobrevivir en el siglo XXI con habilidades del siglo XX? Sí. Sobrevivir, por un tiempo, sí; abrirse camino, comprender e incorporarse a las nuevas realidades, claramente no.

El siglo XXI está aquí. Insertarse en él a partir de los principios que legó la centuria anterior, solo ahondará el desastre.

La incomprensión no es innocua.

La pandemia es el punto más alto, el más dramático, pero no el único. Señales de toda índole venían anunciando el tránsito inexorable entre una época y otra.

No hay vuelta atrás, no hay manera de restaurar las certezas del siglo XX.

Las nuevas coordenadas para comprender la realidad emergente se afirman, al tiempo que irán relegando a quienes no comprendan la mutación de los entornos.

Por eso, cuando se habla de ser competentes, implica la capacidad de comprender, y ésta se intersecta con todos los ámbitos de la vida de las personas.

era digital, internet
Imagen: Forbes España.

No comprender, no entender qué sucede y por qué, cuál es la dimensión de lo que se transforma y dónde están sus anclajes claves, equivale a mantenerse debajo del gran techo de la época anterior mientras se desmorona.

Ya en 2010, la oficina de la UNESCO en Bangkok, planteaba algunos de los desafíos en materia de nuevas líneas educativas que hoy vemos materializarse marcados por el signo de la urgencia.

Bajo la responsabilidad del investigador Jonathan Anderson, y con el título: ICT transforming education: a regional guide, el volumen de la UNESCO advertía la necesidad de que el mundo llevara las oportunidades educativas más allá de las aulas.

Una tendencia clave que caracteriza el entorno más allá del aula es el crecimiento exponencial de la información y el conocimiento. Cada año, la oferta de información del mundo casi duplica la del año anterior, señala Anderson.
El investigador continúa, en un período de tiempo bastante corto, las TIC han tenido un efecto marcado en las escuelas, en la enseñanza y en el aprendizaje... De muchas maneras, las herramientas TIC están resultando indispensables para hacer que la administración escolar sea más eficiente y responda a las necesidades de la comunidad.
cambio de posición
Imagen: Pinterest.
Asimismo, en relación, no sólo con las escuelas, sino con las habilidades que hoy se requieren para insertarse plenamente en el siglo XXI, se diría, sin dudar, que las TIC juegan un papel central. 
Mas, nos estaremos equivocando de modo rotundo, si consideramos que son los artefactos o la infraestructura, el punto nodal de la cuestión.
Las habilidades que el siglo XXI pone sobre la mesa están más en el orden del pensamiento que de la pericia técnica en el manejo de herramientas, plataformas o aparatos.
La clave de la transformación digital se halla en el orden de las mentalidades, antes que de saber dónde se pone off, o cómo se pega una imagen. 
Esta cuestión es particularmente ostensible en cuanto a quienes están a cargo de los procesos de enseñanza y formaron su idea del mundo, de ellos mismos y del mundo en el siglo anterior.
No se trata de tomar cursos de capacitación para manejar los aparatos que manejan con insuperable destreza las y los estudiantes, sino de comprender qué y cómo piensan.
cambio y brecha digital
Imagen: PMFarma.
Transitar hacia las formas de pensamiento digital es el verdadero reto. 
Saber leer y escribir, antes que una habilidad en sí, es, fue, la puerta de entrada a una forma de relacionarse con la realidad. 
No sucede de modo distinto con la alfabetización digital a la que el siglo XXI convoca. 
Alfabetización digital que debe ser concebida, por supuesto, en principio, como la capacidad para pasar de un pensamiento lineal y jerárquico, a un pensamiento caracterizado por los continuos desplazamientos de centro, y la habilidad de conectar puntos en red.
Al cobijo de esta concepción básica, entonces sí, podrán florecer el resto de las habilidades y destrezas que asoman aparejadas con la nueva época.
Tal es el caso de la iniciativa internacional conocida por sus siglas en inglés como ATC21S, y que tiene el propósito de proponer maneras distintas de evaluar y enseñar las competencias del siglo XXI.
redes sociales, conducta de la gente
Imagen: Revista Telos.
De acuerdo con este proyecto, patrocinado por los grandes corporativos Intel, Cisco y Microsoft, las habilidades de la nueva era se habrían de dividir en cuatro rubros.
La modificación en la manera de pensar (1), las herramientas para trabajar (2), las maneras de trabajar (3), y las maneras de vivir en el mundo (4), constituyen los ejes sobre los cuales se mueve el empuje innovador del ATC21S.
Hoy en día, el capítulo latinoamericano del proyecto reside en Costa Rica, cuyo Ministerio de Educación ya trabaja sobre el impulso de los ámbitos que constituyen cada uno de los cuatro ejes propuestos.
Así, por ejemplo, el estímulo a las nuevas maneras de pensar ha de ser visto en intersección permanente con el desarrollo de habilidades tales como: la autonomía, el pensamiento crítico, el pensamiento visual, la toma de decisiones, el pensamiento computacional y la resolución de problemas.
Encarar el siglo XXI con herramientas, estructuras y nociones del silo XX lejos de regresarnos al pasado, augura algo peor: la ruina del futuro.
En el presente.

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La palabra máscara, llama a error: no tiene que ver con (la) cara. En su raíz de más larga data, no esconde sino muestra. No es subterfugio, sino burla.

Llegada al español luego de un largo, larguísimo camino, que arrancó en el árabe, pasó por el catalán y el italiano, ante de recalar en la lengua de Cervantes, se relaciona con mas-hara, que a su vez, remite a sahor, burlador.

 En el que quizá sea el más famoso de todos los ensayos que Octavio Paz incluyó en El laberinto de la soledad, titulado justamente “Máscaras mexicanas”, el tema de a elución de lo real pareciera afincarse plenamente, esta vez, sobre una palabra detenida de máscara: mascarada.

El mexicano se me aparece como un ser que se encierra y se preserva: máscara el rostro y máscara la sonrisa. Plantado en su arisca soledad, espinoso y cortés a un tiempo, todo le sirve para defenderse: el silencio y la palabra, la cortesía y el desprecio, la ironía y la resignación, escribe el poeta.

Convertida en mascarada, la máscara deriva el impulso de que se burla al que burla la realidad, o aún más: su realidad. No verse así, es no ver.

mascaras simploneria
Ilustración: TED Talks.

Sobre el plano de una época donde el pensar básico ha logrado entronizarse, unos días atrás un representante popular en algún país del orbe, reclamaba airadamente su derecho a no usar una mascarilla higiénica, tapabocas, bajo el razonamiento, hay que llamarlo de algún modo, de no usar una “máscara “de perro.

En plena pandemia, debería llamar al azoro, no tanto que exista quien eluda controles sanitarios mínimos para su propia supervivencia y la salud de los demás, sino que esa elución pueda ser enmascarada bajo pretensiones de una “razón” personal.

La simplonería, lo simple y simplón, asoma así como una máscara y una mascarada, con fuertes connotaciones cargadas de autoengaño, que portan unión frente a lo complejo, y simplemente no entiende.

Los territorios donde quien no entiende, despliega sus artilugios repetitivos hasta el fastidio, son vastos.

La fórmula es sencilla: quien no entiende lo complejo, responderá a ello con una simplonería, enmascarando así, tratando de hacerlo al menos, tanto su insuficiencia como con la esperanza puesta en que el engaño y en autoengaño surtan efecto.

Del otro lado, mentes, construcciones, elaboraciones complejas frente a lo complejo.

mascaras simploneria
Ilustración: David Moore.

En días pasados, Beatriz Espejo Arce, mejor conocida como Bea Espejo, notable especialista española en arte contemporáneo, traía de modo brillante al centro de la discusión, la cuestión de la máscara y el más interesante aún tema de la identidad como ficción, muy a propósito de los tiempos que corren.

Publicado en las páginas de Babelia, el suplemento de literatura, arte y cultura del diario El País, el ensayo de Bea Espejo se centra en la trayectoria de la artista conceptual inglesa Gillian Wearing, cuyo trabajo con la máscara como medio para explorar la noción de verdad es tan largo como notable.

La máscara, bien se puede comenzar por afirmar luego de leer a Espejo y ver el trabajo de Wearing, es, ha sido, un artefacto.

Ya sea político o cultural; individual o colectivo; sofisticado o arcaicamente simplón. La máscara es un artefacto y la mascarada su puesta en función.

Escribe Espejo: Qué duda cabe de que la máscara pulula como mosca detrás de la oreja y como síntoma de una época de cambios extremos. Guerra cultural, lo llaman. Las técnicas para el enmascaramiento ganan en tracción y vuelven con una urgencia renovada.

Al hacer una amplia y muy convincente disección de lo que considera un referente irónico del tiempo pandémico y los modos de comprenderlo (o no), Espejo retorna a las implicaciones de lo enmascarado, bajo la guía de esas formas de pensamiento complejo que es el arte.

mascaras simploneria
“Entre la máscara y el espejo”, por Gillian Wearing en Maureen Paley en Londres, Reino Unido.

Engañosa por naturaleza, la máscara deviene el interfaz de lo oscuro. Eso de buscarse entre la falsa apariencia de normalidad de la gente. Brinda una desaparición voluntaria en tiempos de visibilidad extrema y se convierte en un altavoz para decir aquello que de otro modo no diríamos.

Su lenguaje tiene raíces en el poder y el control social. Un lugar desde el que significarse, para bien y para mal. Allí donde no podemos ocultar las cosas que nos pasan y las cosas que hacemos pasar, advierte la crítica española.

En todo hacer hay un pensar, tanto como pensar hay un hacer. Hace y piensa quien desde lo elusivo construye el engaño a los otros y el autoengaño de sí, bajo la máscara real de lo simplón.

Decir la verdad mintiendo: no se comprende, no se alcanza a comprender lo que de suyo es complejo. La salida, que más que ello resulta un salto al abismo, es el chistorete, la ocurrencia o la franca elusión, bajo la máscara de algo que quiere parecer ingenio.

Mas, si como sostiene Antoni Tàpies, el arte es la filosofía que refleja un pensamiento, en la Era de lo complejo, en el tiempo de las redes complejas que expresa la condición digital, la simplonería es, por el contrario, artefacto del vacío.

Incomprensión dramática.


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Lo transitivo tiene, al menos, tres acepciones. Una vinculada al ámbito de la lengua, especialmente, al uso de las conjugaciones verbales; otra, al aprendizaje, y, una más, referente a la teoría sobre redes complejas.

La construcción de un nuevo lenguaje, atestigua, a la vez, que impulsa el asentamiento de los fenómenos que transforman la realidad.

Situado dentro de los linderos de la enseñanza-aprendizaje, lo transitivo establece esa capacidad que el sujeto debería ser capaz de desplegar entre los siete y los once años, y que será la herramienta que le permita agrupar y seriar elementos relacionados en un mismo conjunto, cualidad indispensable de cualquier atisbo de pensamiento claro.

La práctica de lo que podríamos llamar “la desterritorialización”, no es nueva. Ni para el pensamiento, ni para ninguna de las disciplinas de las que se ha valido lo humano para tratar de entender y entenderse.

Ya en 1976, que ahora parece de lo más remoto, Gilles Deleuze había traído del mundo vegetal la denominación de “rizoma”, hoy central para los estudios de la Sociedad en Red.

Gilles Deleuze
Gilles Deleuze, filósofo francés (Fotografía: Wikimedia).

El caso del filósofo francés no es desde luego el único, ni sería el último. La manera cómo prefiguró lo que sería poco después una acelerada práctica común para atraer conceptos y definiciones de un campo a otro, le da un lugar relevante al hecho.

La condición metafórica y literal de muchos de estos conceptos, como memoria, ventanas, carpetas, o algunos más elaborados, como: el propio rizoma.

Palimpsesto, hibridez, mapas de calor, entre otros, marcan la pauta de una época que reclama para su comprensión la propia capacidad para comprender lo complejo desde perspectivas transdisciplinares.

De los tres ámbitos en los que suele desplegarse la noción de transitividad, la intención por ahora es centrarse en aquello que se relaciona con la noción de red y redes complejas, en particular, como piedra de toque de la época que vivimos.

De este modo, la Red que la experiencia de vida representa en este tiempo, se transforma a su vez en una suerte de Red de redes, que se van interconectando y reconfigurando de manera continua.

Estas reconfiguraciones aceleradas ocurren, por cierto, del mismo modo que lo hacen los conjuntos de neuronas y sus tramas; cuya complejidad reside, en parte, en su condición de rápida e incesantemente cambio.

Bien sabemos, en este contexto, que las redes complejas, reciben ese calificativo no tanto por lo complicado del dibujo de las interconexiones que propician, sino fundamentalmente a que las partes de las que están compuestas establecen entre sí formas de relación múltiples.

transitividad
Imagen: PGNTREE.

Así, como características genéricamente admitidas de todo sistema complejo han podido establecerse las siguientes: el conjunto de partes que les constituyen son capaces de actuar por sí solas y, desde luego, de manera totalmente interrelacionado o relacionándose por partes.

Ya sea que actúen de manera “independiente”, por segmentos o como totalidad compacta, lo que se establece es un tipo de interrelación en que lo que suceda con una de esas partes afectará al conjunto.

Es eso, justo, lo que se ha dado en llamar “formas de comportamiento emergente”, mismas que no están determinadas de manera simple por la suma de las partes, sino que entraña elementos de no poca impredecibilidad. 

Transitividad, decíamos antes, es un concepto que tiene un pie en los estudios de la lengua, y otro en el análisis del funcionamiento de las redes complejas.

Como se recordará, de acuerdo con nuestras lecciones de secundaria o bachillerato, una clasificación semántica de los tipos de verbos, éstos pueden ser: transitivos, intransitivos y copulativos.

Y quizá lo primero que vuelve interesantes al conjunto de verbos transitivos e intransitivos, es que respecto a los copulativos, no existe una lista definida de una vez y para siempre de ellos, pues dependen del contexto.

No me detendré más en cuestiones sintácticas, aunque a estas alturas, supongo, habrá quedado ya claro que el lenguaje mismo constituye un sistema complejo en red.

transitividad
Imagen: Freepik.

El principio de transitividad en cuanto a estas estructuras fluctuantes que son las redes complejas, reside, por su parte, en la capacidad que tienen distintos elementos para relacionarse entre sí de un modo no lineal o progresivo.

Según Robert A. Hanneman, del Departamento de Sociología, de la Universidad de California Riverside, dedicado al análisis de redes sociodigitales, particularmente en esquemas de reciprocidad, señala que, en un dibujo triádico de lo transitivo encontraríamos que “si A está enlazada a B y B está enlazada a C, entonces A tendría que estar enlazada a C”.

Lo destacable de todo esto es constatar cotidianamente cómo, al referirnos a un Mundo en Red, estamos haciendo un trazo extraordinariamente preciso tanto de una figura como de la forma en que en su interior interactúan sus elementos.

La red compleja, como forma que puede adoptar un sistema complejo se torna, en este sentido, el modo predominante en que la época presente se muestra y nos incita a actuar.

Quien no lo entienda, irá viendo disolverse cada una de sus certezas e irá encontrando, cada vez con mayor frecuencia y nitidez, lo desacertado de sus acciones.

Es irremediable.


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Educación a distancia, insisten en llamarle. Cual prueba de que en las transiciones los términos de mundos pasados se resisten a desaparecer.

A contracorriente de la aceptación entusiasta de Marx de que todo (lo sólido) se desvanece en el aire, las mentalidades que resisten se aferran a sus referentes pasados.

Ya se decía, y se decía bien, una cosa son las competencias, las habilidades, y otras muy diferente, es estar listo para dar el salto en el mundo de las representaciones.

Es decir, se pueden haber cursado talleres, diplomados o posgrados para operar herramientas digitales. Mas, al momento de determinar valores, categorías, planos del mundo afectivo se podrá seguir siendo (vergonzosamente) binario.

¿De qué distancia se habla cuando usa el concepto “educación a distancia”? ¿Cuál es la noción que se tiene de cerca, lejos, espacio, distancia cuando se acepta sin más un término así?

educacion a distancia
Ilustración: Magisnet.

Ésa es la discusión de fondo. El mundo de los cambios de mentalidad. De construcción de nuevos horizontes en los que nociones que comúnmente damos por buenas, se enfrentan al filtro de los nuevos tiempos.

La masificación en el uso de plataformas digitales aplicadas al proceso de enseñanza aprendizaje, es una oportunidad de incalculable valor para dar el paso definitivo que nos acerque al mundo de las realidades, mentales y físicas, del presente.

Estar en el mundo digital, entendido como la legendaria construcción heideggeriana de un-estar-en-el-mundo, pasa entonces, necesariamente, por el lenguaje como representación de nuestro orden mental.

Lo que hacen las tecnologías digitales aplicadas a la educación es exactamente lo contrario a lo que la palabra “distancia” implica.

Las herramientas tecnológicas han traído consigo, justamente, lo contrario a distanciar: acercan, comunican, sincronizan, superan las barreras del espacio físico, y vuelven contiguo lo que de otro modo estaría condenado a ser distante.

Lo digital es, por paradójico que pueda parecer, justo, la superación de la distancia. La oportunidad de construir una contigüidad en la que aparecen rostros, se oyen voces, se miran gestos, se comparten imágenes.

e learning
Ilustración: R. Sermet Öner.

He tomado a manera de préstamo, casi textual, el encabezado que el diario El País, dio hace poco a una entrevista con el rector de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).

La UOC tiene 25 años de estar trabajando un modelo digital, cuenta a la fecha con más de 75 mil estudiantes y más de 5,500 trabajadores.

A últimas fechas, el Ministro de Universidades del gobierno español, el legendario investigador Manuel Castells, ha colocado de manera reiterada a la Universitat Oberta de Catalunya como un paradigma a seguir por parte del sistema tradicional de enseñanza superior.

“Con la emergencia, cada profesor ha impartido la clase como considera que es online y al final, depende de la artesanía de cada profesor”, afirma Josep A. Planell, rector de la UOC.

Se trata empero, acota Planell, quien a pesar de todo aplaude el esfuerzo que ha hecho la educación tradicional, más de una respuesta ante una emergencia que de un sistema de educación en línea.

Es cierto, como el propio Planell manifiesta que la bendita combinación entre bienes y servicios de calidad es esencial para dar el paso definitivo hacia un verdadero sistema híbrido de educación presencial y en línea.

El que los estudiantes cuenten con equipos potentes y que a la vez haya un servicio de conectividad de calidad y costo razonable, son dos variables indispensables.

Aflora aquí, sin embargo, como piedra de toque lo que desde AlfabetizaDigital (AlfaBD) hemos venido sosteniendo a lo largo de un lustro: el centro de todo ese nuevo engranaje es el cambio de mentalidades.

Planell, el rector de la UOC, no habla de educación a distancia, es cierto, pero sigue llamando a su planteamiento enseñanza online.

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Josep A. Planell i Estany, Rector de la Universitat Oberta de Catalunya (Fotografía: Flickr).

De lo que se trata, sostenemos en AlfaBD, es más bien de dar el paso definitivo e insertarnos no en una lógica en la que el soporte determine el concepto, sino a la inversa.

Esto quiere decir pasar de nombrar al nuevo tipo de educación de los nuevos tiempos de acuerdo con sus características extrínsecas: que si no es el mismo lugar es a distancia, que si es por Internet es online, que si no hay una aula compartida es no presencial.

El nuevo modelo de enseñanza-aprendizaje debe ser resultado de un gran salto cualitativo en el orden de nuestras representaciones.

La educación digital trasciende las pantallas, el tendido de redes o los aparatos sobre los cuales habrá de ocurrir una parte de ella.

Lo digital habrá de devenir en nuevas interacciones, nuevas sensibilidades, nuevas formas en la empatía humana y la construcción de lo común.

La educación digital no puede ser concebida como un supletorio por si lo tradicional falla, por si el estudiante no puede ir todos los días, por si el docente está en otro país.

De lo que hablamos aquí es del empeño por transitar de lleno y ocupar uno de los espacios simbólicos centrales de todo orden de época: ése donde ocurre la transmisión del saber, la información y la experiencia.

Lo digital no son las pantallas; sí, un nuevo pensar.

Pensarnos.


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La vida amenazada, el cuerpo mutante, la fragilidad de la existencia encuentran en el mundo digital del presente nuevos e ilimitados caminos.

Arte y enfermedad tienen una larga, compleja y vasta relación histórica desde tiempo inmemorial.

Virus, bacterias, epidemias han inspirado en extenso y muy valioso catálogo de obras de todo tipo, en las que el tema alude al cuerpo mutilado, deforme, rígido, aterrorizado o aterrorizante por la enfermedad.

Desde el desgarramiento interior de la etapa oscura de Goya hasta la luminosa novela de Milorad Pavic, Doble cuerpo, a sabiendas de que, diagnosticado de cáncer, sería su último libro.

Del Cortés de Diego Rivera en los muros del Palacio Nacional, en México, verde y enjuto por la sífilis y la viruela, hasta el anónimo que representa a San Roque con un gusano cuya larva emerge de la pierna del santo.

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Retablo de San Roque, santo protector ante la peste y toda clase de epidemia.

Los ejemplos sobran y no se trata de hacer aquí un recorrido minucioso de ellos. Baste decir, a la sombra de esa inteligencia privilegiada que fue Susan Sontag, que no hay otra forma de entender la enfermedad sino a través de sus metáforas.

Por su parte, la relación entre la creatividad artística y la tecnología es de suyo casi simbiótica. La creación es, en sí misma, una forma de poner en práctica cierto tipo de tecnología.

El desarrollo de la Escuela Flamenca, que significó sin duda un antes y un después en la historia de la pintura, no puede separarse de la invención y propagación de esos pigmentos mezclados con aceite a los que solemos llamar óleos.

Y ni qué decir de esa tecnología particular que implicó fundir pequeños tipos, letras, de metal y luego acomodarles y reacomodarles en planchas de metal embadurnadas de tinta, a la que hasta hoy llamamos la imprenta de Gutenberg

Herramientas, plataformas tecnológicas han ido de la mano con las ideas, preocupaciones y formas a través de las cuales los artistas de todas las épocas han expresado su arte.

Dos son las características, sin embargo, que a mi modo de ver marcan el presente digital y su relación con la cultura y el arte.

imprenta y arte digital
Grabado de Imprenta europea del siglo XV (Imagen: Wikimedia).

La primera es del todo obvia. La facilidad en el acceso a las creaciones de todo tipo y en todas las artes, es apenas proporcional a la amplitud con la que hoy podemos ver, escuchar, leer, disfrutar una obra sin importar cuándo ni dónde se produjo.

La segunda característica, también del todo inmersa en el espíritu de época (el Zeitgeist de los alemanes) encuentra su punto nodal en el desplazamiento de las disciplinas, y, aun más, de los campos del conocimiento.

Si la transversalidad en el pensar es un signo inequívoco de cualquier posibilidad de comprender la complejidad de lo real, esta condición de lo transversal se ha instalado sin duda en la formas de concebir, realizar y entender el arte del presente.

En este contexto, no sorprende el proyecto que en fechas recientes, Hyundai, la empresa sudcoreana de automóviles, ha llevado a cabo para visibilizar el trabajo que distintos artistas alrededor del mundo realizan teniendo a la pandemia global como base de sus obras.

Bioética, ingeniería en sistemas, matemáticas aplicadas, neurociencias, son el punto de partida de la condición de indagación de estas obras que, teniendo el arte como soporte, se despliegan sobre la enfermedad y sus metáforas, para recuperar el título aquél que Sontag nos legó.

Sí, se me dirá que ya Escher, John Cage o incluso Carroll, sí, el de Alicia en el país de las maravillas, lo habían hecho antes.

O bien, se traerá a cuento la tesis doctoral con la que el Nobel de literatura, J. M. Coetzee egresó de la Universidad de Texas, usando la programación de una IBM de los sesenta para descubrir los patrones lingüísticos en Beckett.

arte digital
Inteligencia Artificial programada con algoritmos para escribir poesía (Fotografía: Techgrabyte).

Es cierto, y ya se advertí antes. Arte, ciencia y tecnología tienen una larga historia de realizaciones que han trazado puentes entre ellas.

Lo novedoso aquí, sin embargo, es que corresponde a una época, la digital, en la que las nociones de desplazamiento continúo, me atrevo a predecir, conforman el terreno fértil sobre el cual se traza un camino sin retorno.

El curador y artista francés, Jens Hauser, es el anfitrión de este proyecto llamado Art + Technology. Junto a él, Antoine Bertin, Anicka Yi y Heather Dewey-Hagborg expanden las posibilidades de la creación digital.

Los artistas contemporáneos, dirá Hauser, están señalando cuestiones cruciales de nuestro tiempo, relacionadas con las de carácter tecnocientífico.

A la par que Bertin, artista sonoro, trabaja con la secuencia computacional del COVID, Yi elabora piezas visuales a partir del Ébola y Dewey-Hagborg toma como material de su trabajo la oxitocina y su relación con el miedo y el amor.

Aromas, sonidos, visiones, reflejos de la capacidad del arte para expresar la indagación humana sobre sí.

La capacidad creativa y simbólica del arte, colocada ahora sobre lo digital como tecnología, sí, pero sobre todo como idea de movilidad y desplazamiento que se desplaza y se interconecta en sistemas complejos.

Lo invisible, lo visible; lo humano, hoy.   


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