De Economía Varia

La experiencia europea: ¿recuperación y empleo?

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En los últimos meses se ha comenzado a identificar a la Zona Euro (ZE), con la ingeniosa expresión ”ni-ni”, identificándola con sus resultados económicos de “ni recuperación, ni empleo”.  Tales resultados han sido previstos y comentados hace un buen tiempo en este medio; desde la instrumentación de las políticas definidas para el rescate de Grecia en 2011, hasta recientemente por el riesgo deflacionario que enfrenta la economía europea.  Especialmente se han puesto en evidencia los logros de la economía de Estados Unidos y los de la ZE, que quedan en un amplio rezago en materia de producción y empleo.

Aun cuando los prospectos de crecimiento 2014-15 para la ZE por parte del Fondo Monetario Internacional (FMI) resultan relativamente halagüeños, ellos se inscriben en medio de la preocupación de una baja inflación, que hace temer el riesgo de una deflación (WORLD ECONOMIC OUTLOOK, Recovery Strengthening, but Requires Stronger Policy Effort, IMF Survey, April 8, 2014).  Por ello se espera que, una vez más y con evidente retraso, el Banco Central Europeo (BCE) siga los pasos de USA de una “política monetaria no convencional”, que le permita inyectar liquidez a los mercados.  Sorprendentemente, la Reserva Federal (FED) va en franca retirada de tal política, en su expresión de cuantitativa (QE), que le ha  permitido sostener el crecimiento y mejorado relativamente el empleo; retirada que podría afectar la recuperación de la ZE por el probable aumento de las tasas de interés.

Después de haberse experimentado una relativa desaceleración de la economía mundial en 2013, las proyecciones del FMI internacional son, en general, de franca recuperación para 2014 y 2015, con tasas de crecimiento de 3.6 y 3.9 % respectivamente.  Esperándose también en USA un buen desempeño, al estimarse, para los años indicados, tasas de 2.8 y 2.9 % y para la ZE de 1.2 y 1.5%, habiendo experimentado en 2013 una contracción del -0.5%.  Se estima que Alemania crecerá en 2015 prácticamente lo mismo que en 2014, 1.7% y 1.6%, correspondientemente.  Se espera que Italia y España dejen el territorio del decrecimiento y en 2014 y 2015 estén creciendo al menos en 1%.  Como simple preocupación doméstica, para México se prevé un crecimiento de 3% en 2014 y de 3.5% en 2015, porcentajes menos optimistas de los manifestados por las autoridades nacionales, tal como lo han señalado diversas instituciones financieras y analistas.

Sin pretender echar a perder la fiesta y las buenas noticias, el pronóstico puntual y agregado del comportamiento esperado de la ZE y de las economías nacionales que la integran puede minimizar la grave experiencia sufrida en materia de producción y empleo.  Tal consideración se hace pertinente por la preocupación de la baja inflación y la posible política monetaria no convencional que se espera se aplique en la ZE.

Así, entre 2007 y 2013 el decrecimiento acumulado de la ZE fue de -1.8% y el de la Unión Europea (UE) -1%; porcentajes que por sí solos no parecen graves (El País, domingo 6 de abril de 2014).  Bajo el principio de que la ZE incluye únicamente a los países adheridos al EURO, es entendible su decrecimiento mayor al de la UE, al reflejar el impacto adverso de la crisis sobre ciertos países miembros.

En efecto, la contracción del Producto Interno Bruto (PIB) en algunos países de la ZE, entre 2007 y 2013 resulta dramática.  En Grecia el PIB se redujo en 23.3%, Italia 8.6%, Portugal 7.1%, Irlanda 7% y España 6%.  En un agudo contraste, Alemania creció en su PIB 4.2% y Polonia 19.8%.  De esta manera, la crisis en la ZE tuvo grandes perdedores, pero también relativamente pocos ganadores.

Para nuestra cultura parroquial puede costar trabajo imaginarnos las graves consecuencias de la crisis en países como Grecia, que han visto perder en seis años varios lustros de progresos y que enfrentarán al menos 20 años de sacrificio social hacia el futuro para resarcirse de las consecuencias de la crisis.  También puede sorprender que países como Italia e Irlanda hayan enfrentado mayores contracciones en el PIB que la misma España y que su impacto sobre el empleo haya sido tan contrastante.

El desempleo en la ZE creció de 7.6% a 12.2% entre 2007 y 2013.  En tanto en la UE se incrementó de 7.2% a 11.2%.  Grecia pasó de 8.3% en 2007 a 27%.  En España también aumentó de 8.3% a 26.6%, con una fuerte semejanza a lo experimentado por Grecia.  En ambos países el desempleo aumentó tres veces, es decir aumentó más del 300%.  En general, en casi todos los países de la ZE el desempleo aumentó.  Pero la divergencia total se dio con Alemania, que vio disminuir su tasa de desempleo de 8.7% a 5.4%, en un ambiente de mayor productividad y de un incremento sustancial de sus exportaciones.

Indiscutiblemente, el efecto del comportamiento del PIB sobre el empleo difirió, tanto por la condición económica de cada país en el conjunto de la ZE, como por el costo fiscal que los programas de ajuste implicó para cada país.  Por ejemplo, es sabido que en España los “proyectos públicos privados” obligaron al rescate gubernamental de carreteras y otras concesiones de servicios públicos proporcionados por el sector privado, tal como sucedió en México.  Hecho que hizo que la deuda pública se disparara, reduciendo los presupuestos y obligando a una contracción de los servicios sociales y a una fuerte devaluación interna.  Esta afectó a la baja los salarios y las pensiones, a la par que se aumentaron los impuestos, particularmente al consumo.

La pérdida de PIB y el aumento del desempleo de 2007 al 2013 en la ZE, y en la UE; según el FMI, se ha detenido este año y 2015 se antoja bastante promisorio.  Ante este panorama, sin embargo, se teme que una deflación o bajos precios puedan afectar la recuperación.  Así, el Fondo ha señalado el peligro de baja inflación, especialmente en la ZE, que en sus expectativas induzca a posponer la demanda y la inversión.  Lo que haría hacer declinar la producción, afectando el empleo.  Esta preocupación no es nueva, pero los datos recientes ponen de manifiesto tal riesgo.

En la ZE se espera que la inflación en marzo haya sido 0.5%, después de que en febrero alcanzó 0.7%, habiendo sido la subida de precios más baja desde 2009.  En sus componentes, se espera que los servicios hayan alcanzado la tasa anualizada más alta de 1.1%, seguida por los alimentos con 1%, bienes industriales no de energía 0.3% y energía con una franca reducción de -2.3%, habiendo alcanzado en febrero -2.5% (Tabla 1).  En todos los casos se observó una caída en el promedio de precios.

Llama la atención el que los precios de la energía sigan cayendo, pero ello es resultado probablemente de la reducción de la demanda externa de energéticos por parte de USA y el regreso de Irán al mercado internacional.  Ante el entorno internacional generado por Rusia, es posible que los precios de la energía aumenten, especialmente el gas, al menos para hacer inventarios, en tanto éste país normaliza sus relaciones con USA y la UE.

TABLA1 Inflación anual en la ZONA EURO y sus componentes
TABLA1
Inflación anual en la ZONA EURO y sus componentes

Ante esta situación de desaceleración de los precios en la ZE, Christine Lagarde, Directora Gerente del FMI, instó a Mario Draghi, Presidente del BCE, a “actuar contra la baja inflación para poder crecer más”, dado que la recuperación puede frenarse si los precios siguen cayendo (El País, jueves 3 de abril de 2014).  Tal llamado es totalmente justificable, al tener en cuenta que el objetivo de inflación de la UE establecido en 2003 fue de 2%.

Siendo el mandato del BCE la estabilidad de precios, es claro que 0.5% de inflación es sobradamente inferior al 2% de incremento en precios establecido como referencia.  Por lo que el BCE debería estabilizar los precios, so pena de crear una deflación, que ya ha tocado las puertas de España cuyos precios se estima cayeron en marzo en -0.2%.  Compromiso que Draghi expresamente asumió en enero, con un posible relajamiento de la política monetaria.

La prevención de la deflación no puede ser hecha con una menor tasa de interés, toda vez que esta es prácticamente cero, como le sucedió a la FED.  Por lo que el recetario convencional de bajar la tasa de interés se juzga agotado, quedándole al BCE sólo asumir una “política monetaria no convencional”, como la seguida por USA.  La política de la FED se inició inyectando liquidez al mercado cada mes por $85 mil millones de dólares con la compra directa de bonos; inyección que fue retirando conforme se recuperó el empleo, hasta llegar a $55 mil millones de dólares mensuales, esperándose que se termine en el mes de octubre (Bloomberg Businessweek, abril 4 2014).  Tal inyección de liquidez no ha generado inflación, contra todos los pronósticos económicos convencionales.

Así, Draghi finalmente anunció ante la presión “medidas no convencionales” (El País viernes 4 de 2014), buscando un acuerdo de unanimidad en el seno de la ZE, reto que no parece nada fácil.  El banquero central declaró que se actuará frente a los riesgos.  Por lo que la posible compra de bonos parece ser una medida que lleva tiempo siendo estudiada por el BCE, aunque para algunos analistas parece llegar un poco tarde, frente a la perspectiva de un largo periodo de bajos precios.

Es claro que aún falta mucho para establecer la facilidad cuantitativa (QE) de dinero que podrá ser inyectada con la compra de bonos (Financial Times, Thursday April 10, 2014, World News), por lo que es probable que los tiempos largos de instrumentación de las medidas de la ZE una vez más se hagan presentes.  El simple anuncio de una posible acción monetaria no puede dar resultado alguno, toda vez que los precios se mueven todos los días y se reportan cada mes.  Por lo que el tiempo es oro, para atacar el riesgo de la deflación.  Sin por ello dejar de pensar, que la inyección per se implica riesgos.

La liquidez inyectada por USA fluyó relativamente hacia los mercados emergentes, ante el diferencial de tasas, apreciando las monedas locales y desalentando las exportaciones.  Por lo que la acción de política monetaria no convencional ha sido fuertemente crítica por países como Brasil.  Al mismo tiempo, ha desatado la preocupación de una salida abrupta de capitales de los países emergentes, como México, temiéndose con ello una inestabilidad económica y financiera.  Este riesgo pareciera bajo control, por los efectos observados después de tres rondas de reducción de $10 mil millones de dólares, cada una.

Con la probable inyección de liquidez del BCE podrían, una vez más, fluir recursos a los países emergentes, presionando al alza los tipos de cambio de sus monedas. Situación que favorecería las exportaciones europeas, pero podría generar una guerra de divisas, en las que el dólar podría jugar un rol importante.  Nuevos retos a los que México debería acomodar estratégicamente sus políticas.  Solo el tiempo develará el futuro y los logros económicos que serán alcanzados.

 

 

La política social ¿La perpetuación de la pobreza?

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Las preocupaciones sobre la situación social de la población se han acrecentado con la crisis económica y social.  Al tiempo que estas preocupaciones se han hecho patentes, en muchos casos el saneamiento de las propias finanzas públicas han agudizado los efectos negativos de la crisis, relevantemente por la contracción del gasto de carácter social.  Sin embargo, en algunos países la situación social adversa más parece ser el efecto de un problema estructural que simplemente el resultado de una profunda coyuntura económica.

Así, el problema del alto desempleo en ciertos países de Europa estaba ya presente en los 1980´s como un problema social y políticamente evidente.  En todo caso, la crisis agudizó la tasa de desempleo.  De igual manera, en varios países en desarrollo, entre ellos México, desde hace varios lustros se pusieron en marcha programas sociales, sin haber rendido hasta ahora sustancialmente una mejora en el nivel de vida de la población.

Si efectivamente la vulnerabilidad social de ciertos grupos de la población ha estado presente desde hace un buen tiempo, uno se preguntaría si las políticas sociales han sido erróneas.  Si tal conjetura fuese cierta, ¿es posible pensar que las políticas sociales en ciertos casos han terminado por perpetuar la pobreza?  Estas preguntas fehacientemente han generado un renovado debate sobre la pertinencia de las políticas sociales.

En Estados Unidos (USA) las políticas sociales han sido menos extensivas y profundas que en Europa: Por ejemplo, en tanto durante un buen número de años los gobiernos demócratas de USA han luchado por asegurar el acceso a los servicios médicos a un mayor número de gentes, en buena parte de Europa el acceso a la salud pública es extensiva a casi toda la población.  De esta manera, incontrovertiblemente Europa cuenta con una red de protección social de la que carece USA.

Sin embargo, como parte de las reformas “estructurales” aplicadas para paliar la crisis internacional, varios países, sobresalientemente España, han emprendido cambios para flexibilizar el mercado laboral y las prestaciones para los trabajadores.  Con una mejor semántica, ello ha significado hacer más baratos los despidos laborales y disminuir los ingresos reales de los trabajadores.  En este mismo contexto pero a contra sensu, USA ha fortalecido temporalmente el apoyo a los desempleados, como con los cupones para alimentos, y ha puesto en operación una reforma de salud, que ha permitido incrementar en siete millones el número de asegurados (NYTimes.com, 2 de abril 2014), a pesar de la fuerte oposición del Partido Republicano.

La mayor discusión, especialmente en USA; se ha centrado en el apoyo para paliar el desempleo y como la propia política social puede terminar alentándolo.  A los economistas que están en contra de ciertas políticas sociales, como el seguro contra el desempleo y subsidios para el acceso a ciertos servicios básicos, se piensa que asumen que la política social fortalece el desempleo.  Obviamente ésta es una visión simplista y posiblemente maniquea en sus premisas.  Como también lo es el que la política social en marcha tiene simplemente que ser ampliada en el tiempo, ante la eventualidad de que el alto desempleo tarde más tiempo que el “normal” en ser consistentemente abatido.

Algunos economistas han opinado que la política monetaria deberá ser sostenida en el tiempo y que junto con la política fiscal de gasto deberían ayudar a abatir el desempleo.  Además, ante el señalamiento de que existen oportunidades de millones de nuevos empleos pero que no hay mano de obra capacitada, han dicho que ello es relativamente falso (The Skills Zombie, Paul Krugman, NYTimes.com, March 29, 2014).  Sin embargo, más allá de la demanda de trabajadores calificados para nuevos empleos, existen visiones que parten de la experiencia europea para explicar el riesgo que implica para USA mantener apoyos a los desempleados en una situación de turbulencia económica.

Las explicaciones iniciales del alto desempleo en Europa en los 1980’s se basaron en la existencia de una insuficiente demanda y una rigidez salarial.  Pero tales conjeturas se estimaron insuficientes, para explicar la causa del desempleo persistente.  Otras teorías culpaban al generoso seguro de desempleo y la protección del trabajo gubernamental.  Tal explicación fue descalificada dado que en las décadas anteriores el entramado institucional estuvo vigente, y no se correlacionaba con altas y persistentes tasas de desempleo.  Aún más, en tales décadas el desempleo europeo había sido inferior al de USA.

Más que ver sólo el efecto macroeconómico de tal sistema institucional sobre el empleo, recientemente se ha desarrollado un innovador análisis fundamentalmente a nivel microeconómico.  Este análisis se ha centrado en los efectos que en el tiempo la protección al trabajo y los apoyos al desempleo produjeron a nivel del propio capital humano.  Así, previo a la década de los 1980’s Europa experimentó una volatilidad temporal y permanente en los componentes de los ingresos individuales de los trabajadores.  Por lo que el gran shock en los ingresos obligó a un buen número de trabajadores a vivir con una reducción salarial sustantiva.  De esta manera los análisis de varios autores demostraron que el alto desempleo combinado con un generoso sistema de bienestar social terminó haciéndolo persistente (The Region, Interview with Thomas Sargent, Published August 26, 2010 September 2010 issue).

Lo más interesante de los hallazgos de este análisis, explicado por Thomas Sargent, Nobel de Economía 2011, es que con el desempleo el capital humano se deteriora, por lo que a mayor tiempo que un individuo se mantenga en situación de desempleo, más difícil será que regrese al mercado de trabajo.  Por ello también es explicable que a mayor edad del individuo en desempleo menor probabilidad tendrá de insertarse una vez más al mercado laboral.  Esto porque mayor habrá sido el deterioro de su capital humano.

Es indudable que, en general, el sistema de bienestar social en Europa es sorprendente, no sólo por el seguro de desempleo, sino también dado que provee otros tipos de ingresos que podrían inducir a un individuo a mantenerse en situación de desempleo.  Sin embargo, no en todos los países es posible encontrar la interacción del deterioro del capital humano con el sistema de bienestar social para explicar un elevado y persistente desempleo.  Por ejemplo, los países nórdicos a pesar de que cuentan con robustos sistemas de bienestar social no presentan elevadas tasas de desempleo, sobresaliendo el hecho de que cuentan con un elevado capital social.

Las inferencias del análisis del deterioro del capital humano y de su interacción con el sistema de bienestar social constituyen una preocupación para el caso de USA, según Sargent.  Pero esto no parece factible, dada la limitada red de protección social imperante en USA, así como los esfuerzos del gobierno para ampliar las oportunidades de capacitación de la población en desempleo.  Sin embargo, no deja de ser posible que el fenómeno del deterioro del capital humano por un prolongado desempleo pueda ocurrir, especialmente en países en los que los individuos y familias sean compensados con ingresos que desincentiven el trabajo.

México desde 1983 inició programas focalizados de bienestar social para grupos preferentes.  Fueron relevantes, entre otros, los programas de tortilla y de leche subsidiada.  Posteriormente, a partir del inicio de los 1990’s a través de Solidaridad se iniciaron otros programas sociales específicos que fueron evolucionando a lo largo del tiempo.  Estos se focalizaron en sus fines y/o beneficiarios.  Por ejemplo, para proporcionar pisos firmes, fogones, becas, apoyo a adultos mayores, entre otros más.

Al respecto, varias críticas pueden presentarse sobre la política social.  En primer lugar, existe una amplia dispersión de los programas, por lo que en ciertas comunidades terminan compitiendo entre ellos.  Es posible decir que carecen de integralidad y de unicidad.  En segundo lugar, los apoyos a los beneficiarios se han constituido en una fuente alterna de ingresos para la familia, por lo que desalientan su actividad productiva tradicional.  En tercer lugar, al discriminar a los beneficiarios, los programas rompen la cohesión social, terminando por destruir capital social de las comunidades.  En cuarto lugar, pero no menos importante, los programas sociales omiten un componente de inversión productiva, que podría hacer que el núcleo familiar y la comunidad acrecentaran la producción y ocupación local.

En resumen es altamente probable que los programas sociales en México destruyan capital humano y capital social.  Esta situación podría, de acuerdo a Seargent, perpetuar el desempleo y la desocupación y, por la otra, romper el tejido social, que se constituye en una parte importantísima del capital social de las comunidades.  Así resulta cuestionable la pertinencia de la política social seguida, esencialmente a partir de 1995, cuando los apoyos para la producción rural se vieron fuertemente reducidos.  En este contexto, es reconocida la carencia de una infraestructura en las escuelas de educación básica y de los hospitales en las pequeñas ciudades y comunidades rurales, amén de la baja calidad de los servicios.

Recientemente la OCDE dio a conocer su “Panorama de la Sociedad 2014”, (Society at a Glance 2014, OECD SOCIAL INDICATORS).  En este séptimo informe, el organismo internacional evidencia la situación de desarrollo social de México frente al resto de los miembros de la OCDE.  Los resultados relativos alcanzados por el país resultan altamente preocupantes.  Baste considerar que México ocupa el primer lugar en el que la población siente que sus ingresos no le alcanzan para comer (Gráfica 1).  Percepción que se incrementó en 2011/12 respecto a 2006/7 y que contrasta con la mejora observada en India, Brasil y China, entre otros países en desarrollo.  Esto a pesar de que la crisis internacional afectó el promedio de la OCDE.

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México ha enfatizado desde 2000 sus programas de desarrollo social.  Los resultados obtenidos demuestran que no se han abatido los crecientes índices de pobreza del país, ni otros indicadores sociales.  Como en otras acciones gubernamentales, el mayor gasto social pareciera correlacionarse con peores resultados.  Además, los programas sociales parecen haber sido más un paliativo para las consecuencias de un modelo económico agotado, que una real política social funcionalmente estructurada.

Como bien lo dijo en México James Heckman, Nobel de economía 2000, que se corre el riesgo de cumplirse el principio de que los programas sociales destinados a paliar en el corto plazo la pobreza, en el largo plazo la perpetúen.

La creciente desigualdad en la distribución del ingreso: ¿Riesgo social y político?

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A raíz de la crisis económica y financiera ha resurgido entre los economistas el tema de la desigualdad en la distribución del ingreso y el análisis de sus consecuencias.  Tal interés ha recorrido el largo camino de la academia y la difusión pública general, hasta llegar a los mismos organismos financieros internacionales, como el Fondo Monetario Internacional (FMI).  Ello en el contexto mundial de una creciente desigualdad en la distribución del ingreso observada desde los 1980´s, que ha corrido paralela a la desregulación económica y financiera y a la globalización.

Algunos economistas han considerado que el crecimiento y el progreso económico llevan necesariamente a una concentración del ingreso y que en un proceso circular ésta es indispensable para que una economía crezca  y se aliente la innovación tecnológica.  En contraste, pareciera crecer notablemente la opinión de que la agudización en la mala distribución del ingreso puede terminar teniendo un efecto negativo sobre la economía.

En los Estados Unidos (USA) el análisis se ha concentrado en la “distribución personal” del ingreso.  Los análisis relevantes más difundidos sobre los efectos adversos de la desigualdad en la distribución del ingreso han sido los de Joseph Stiglitz, Nobel de Economía 2002, y los de Paul Krugman, Nobel 2009.  Stiglitz ha concluido que la mala distribución en el ingreso en USA, agudizada en los últimos treinta años, explica por qué la recuperación económica en ese país ha sido muy lenta en relación a otras crisis.  Krugman ha señalado fuertemente que la crisis actual ha agudizado, en todo caso, la desigualdad norteamericana, en favor del 1% de la población de más altos ingresos.

Recientemente Krugman ha señalado que tal inequidad distributiva ha sido en beneficio de la población que está mayormente vinculada profesionalmente a los servicios financieros y que poseen las grandes fortunas que se reproducen vía la bolsa de valores.  En esta perspectiva, ha alertado que USA vive el riesgo de constituirse en una sociedad patrimonial.  Es decir, que la concentración de la riqueza, más que la distribución del ingreso en sí, es lo que explicaría la inequidad que vive la sociedad norteamericana (American Patrimony, Paul Krugman, The NYT; Mar. 24, 2014).

Tal aserto se basa en estimaciones recientes sobre el trend de la distribución de la riqueza desde 1913 en USA [The Distribution of US Wealth, Capital Income and Returns since 1913, Emmanuel Saez (UC Berkeley), Gabriel Zucman (LSE and UC Berkeley), March 2014].  De acuerdo a este análisis la concentración de la riqueza en el 0.1% de la población en 2013 fue similar a la observada en 1928 en USA, año anterior al inicio de la Gran Depresión.  Aún más, lo que se evidencia patentemente es que el mayor incremento en la concentración de la riqueza, desde 1980, se ha dado en el 0.01% de la población más rica.  Por lo que coloquialmente es posible decir que si bien los ricos que integran el 0.1% de la población se han vueltos más ricos, los súper-millonarios que son el 0.01% de la población han visto acrecentar por encima de todos su riqueza.

De acuerdo a la posición sobre la economía patrimonial argumentada por Krugman y el estudio aludido, es obvio que el crecimiento de la inequidad en la riqueza sólo es posible explicarla a partir de la “distribución funcional del ingreso”; es decir entre el capital y el trabajo, como factores de la producción.  Así lo reconoció, señalando el efecto negativo de la política fiscal de George W, Bush a favor del capital, pero también enfatizó el interés político de quienes propugnan por menores gravámenes al patrimonio y a las ganancias de capital (Wealth Over Work, Paul Krugman, The NYT, MARCH 23, 2014).  En relación a la distribución del ingreso entre el capital y el trabajo, el Nobel de Economía exteriorizó que “Capital in the Twenty-First Century” (El capital en el Siglo Veintiuno) del economista francés Thomas Piketty, “será el libro de economía más importante del año — y probablemente de la década.

En efecto, el libro de Piketty, profesor en la Paris School of Economics, ha generado una gran atención y controversia sobre el tema de la desigualdad en la distribución del ingreso.  La magnun opus, en los términos de Krugman, fue originalmente publicada en francés en el último trimestre de 2013 y apareció traducida en inglés en marzo de 2014.  De acuerdo al autor los “países modernos y en proceso de modernización ambos confrontan un dilema: los empresarios han venido a ser crecientemente dominantes sobre aquellos que sólo poseen su propio trabajo”.

De acuerdo al análisis histórico de Piketty, sustentado en una copiosa base de datos, mientras las economías emergentes pueden en el corto plazo derrotar esta lógica, en el largo plazo “cuando los que establecen el pago imponen su propio pago, no hay límite”, al menos que “tasas confiscatorias de impuestos sean obligatorias”.  Por lo que derrotar al capital por parte del trabajo resulta en el largo plazo imposible.  (Capitalism vs. Democracy, Thomas B. Edsall, The NYT; JAN. 28, 2014).

La posición tan determinante del Profesor francés queda sustentada en el contraste entre la tasa histórica de retorno del capital y la tasa de crecimiento del producto mundial.  Por lo que en toda lógica la participación del trabajo en los frutos de la producción mundial han sido decrecientes.

Gráfica 1

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Tasa pura de retorno del capital (r) y tasa de crecimiento (g) del producto mundial

La mayor tasa de crecimiento del retorno del capital sobre la tasa del producto mundial, según Piketty, sólo se revirtió durante el siglo XX, especialmente después de la primera guerra mundial, lo que permaneció hasta el inicio de los 1970´s, situación que estima irrepetible.  Ya en el siglo XXI, una vez más, se volvió al trend histórico en favor del capital.  Hay varios argumentos del autor para explicar la excepción histórica del siglo XX.  Obviamente las guerras y la gran depresión son los argumentos que explican las seis décadas de mayor equidad mundial en la distribución del ingreso.

Pero también, sucintamente explicado, el importante rol del gobierno en la reconstrucción y su tratamiento de los problemas económicos y la importancia de los trabajadores y de sus organizaciones son fundamentales para explicar el siglo veinte, en el que la pérdida de credibilidad y aceptación social del capital fue extensiva en los países capitalistas.  De esta manera para los políticos, aun conservadores, fueron necesarias las políticas sociales de protección al trabajo y a la ciudadanía.

Son los argumentos explicativos de Piketty los que han generado la controversia sobre su posición, más que la descripción de los hechos que los datos evidencian.  Enfatiza que la dinámica inherente al capitalismo desata fuerzas que amenazan a las sociedades democráticas.  Así, la opinión de Piketty puede despertar en algunos economistas un olor a naftalina y de reminiscencia del marxismo, contraviniendo el pensamiento económico dominante.

Piketty respondió al señalamiento de que su libro recuerda preocupaciones de uno similar escrito hace 150 años, “El Capital” de Carlos Marx, y a la pregunta de qué paralelismo hay entre ellos, diciendo “Yo estoy tratando de poner la cuestión de la distribución y el estudio de los trends del largo plazo en el corazón del análisis económico.  En ese sentido, yo estoy siguiendo una tradición la cual fue iniciada por los economistas del siglo 19Th, incluyendo a David Ricardo y Karl Marx.  Una diferencia fundamental es que yo tengo una gran cantidad de datos históricos”.

A otra pregunta sobre el posible efecto de la creciente desigualdad en la distribución del ingreso, el Profesor francés dijo que la “Historia sugiere que esta clase de nivel de desigualdad no es solamente inadecuada para el crecimiento, sino que puede también llevar a la captura del proceso político por una minúscula elite de alto ingreso y alta riqueza.  Esto directamente amenaza a nuestras instituciones democráticas y valores” (Q&A: Thomas Piketty on the Wealth Divide, EDUARDO PORTER, The NYT, March 11, 2014).

La mala distribución del ingreso y de la riqueza es hoy una preocupación mundial, especialmente a la luz de los efectos redistributivos que ha generado la crisis económica y financiera y sus medidas para paliarla.  Sin embargo, su agudización se remonta hace ya varios lustros, como consecuencia del paradigma del menor rol del estado dentro de la economía.  Paradigma que terminó por definir una política económica que privilegió al capital frente al trabajo y la ciudadanía.

Únicamente con una nueva política y una economía política diferente, que ponga a la sociedad como fin y a la economía como medio, se podrá asegurar una mejor equidad y una democracia estable y progresiva.  No esperemos que el conflicto y la destrucción resuelvan el posible diferendo entre el capital y el trabajo.

La globalización y el lado equivocado de la historia

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No todos los países en desarrollo supieron aprovechar el potencial positivo que el proceso de globalización brindó.  Países como México asumieron una actitud pasiva frente a la globalización y enfatizaron alguna de sus ventajas comparativas ante el comercio internacional. 

La última década del siglo pasado fue doctrinariamente dominada por la idea de la globalización económica.  Bajo este mantra fue suscrito por México el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (NAFTA), que entró en funciones en 1994, y que anteriormente había estado operando entre Estados Unidos y Canadá.  Por lo que este año México celebra el vigésimo aniversario del Tratado después de haber signado tratados comerciales con un sin número de países y en medio de la expectativa de un nuevo tratado denominado Trans-Pacific Partnership (TPP).

Veinte años después de la globalización económica y en un ambiente de crisis económica y financiera internacional, no parecen existir extensivamente las condiciones doctas y factuales para un nuevo tratado regional multilateral.  Obviamente, por la paranoia de suscripción de tratados comerciales en la que ha vivido el país, las autoridades simulan no percatarse del cambio de la realidad internacional ni acaban por aceptar que los fines formales del NAFTA para México escasamente han sido alcanzados.  En este tema, como en otros más, todo deja indicar que seguimos anclados en el lado equivocado de la historia.

A partir del escaso compromiso político del Presidente Obama para alentar el TPP y de diversas voces que le restan mayor trascendencia y pertinencia económica, ha sido contextualizada la suscripción del NAFTA.  Así, se recuerda que en el debate de noviembre de 1993 entre el candidato a vicepresidente Al Gore y H. Ross Perot, candidato independiente a la presidencia, Gore dijo que el Tratado “vendría a ser un motor para la prosperidad americana”, más que una extracción de empleos hacia México (EDUARDO PORTER, The NYT, ECONOMIC SCENE, A Global Boom, but Only for Some, March 18, 2014).

Dice Porter que después de veinte años, lo que sorprende es como nuestro entendimiento de la globalización ha cambiado y que los empleos norteamericanos se fueron a China en lugar de a México.  Aún más, puntualiza el autor, que hoy la globalización se percibe como un vehículo que llevó a Estados Unidos a una “rampante inequidad y a una falta de progreso salarial”.  En contraste, Porter reconoce que la globalización ayudó a sacar a millones de personas de la pobreza en China y otros países del Asia.

 

Baste recordar que en el año 2000 el precio del petróleo era prácticamente la décima parte que el actual.  De igual modo, hoy el costo de la mano de obra China es mayor que el de México, hecho que evidencia la contracción secular de los salarios reales nacionales

 

Frente a la sorpresa manifestada de los resultados contrastantes de la globalización, aparentemente desfavorables a Estados Unidos y favorables a países en desarrollo, uno como economista podría decir que los resultados obtenidos son plenamente explicables.  Los frutos de la globalización pasada son acordes a la teoría económica convencional del comercio internacional, pero también a los resultados de las políticas económicas y a las condiciones económicas estructurales entonces vigentes.  Esto sin dejar de lado las consecuencias de la denominada economía política internacional. La globalización era de esperarse que permitiera la relocalización geográfica de la producción.  Bajo el principio de las ventajas comparativas, la producción relativamente intensiva en mano de obra se localizaría en los países en desarrollo y aquella que requiriera más capital en los países desarrollados.  De igual forma, el rendimiento del capital debería ser más alto en aquellos países en donde fuera escaso y más bajo en los lugares donde abundara.  Tales suposiciones parecen haberse cumplido plenamente, siendo emblemático el resultado obtenido por China.

Al haber dispuesto inicialmente Estados Unidos de productos más baratos para su fuerza de trabajo, esto permitió contener los salarios y extraer localmente una mayor retribución al capital local, especialmente financiera.  Hecho, este último, que se fortaleció por el aumento del rendimiento de la inversión de Estados Unidos relocalizada en China y en los países asiáticos.

Obviamente las políticas económicas específicas de los países en desarrollo y de Estados Unidos alentaron la globalización.  Las facilidades para el asentamiento de nuevas empresas; los tratamientos impositivos que permitieron la localización fiscal de las empresas a nivel internacional; hasta la posibilidad del pricing transfer, para las operaciones económicas y financieras inter-plantas, más allá de los fronteras geográficas de un país; estimularon la globalización favorable para los países en desarrollo.  En este proceso no dejaron de ser importantes las políticas de formación de recursos humanos y un marco legal y regulatorio proclive a los negocios y a la eficiencia económica.  En esencia los países en desarrollo que siguieron inicialmente políticas de fomento económico e industrial, con una actitud activa frente a las oportunidades económicas de la globalización, en veinte años cambiaron el perfil de su economía y pudieron sacar a millones de gentes de la pobreza vía el empleo para la exportación.

En una suerte de políticas económicas de segunda generación, estos países ampliaron y fortalecieron su mercado interno, con lo que pusieron en marcha un segundo motor de crecimiento, además de las exportaciones.  Dicho de otra manera, el consumo y la producción interna fortaleciendo la inversión nacional y la demanda agregada.  En esta segunda etapa de políticas económicas, las políticas públicas de carácter social fueron ampliamente desarrolladas, a fin de mejorar la salud, la alimentación y la educación.  Servicios sociales que no necesariamente se han proporcionado de manera gratuita o como paliativos a las condiciones económicas familiares o individuales adversas.

 

El consumo y la producción interna fortaleciendo la inversión nacional y la demanda agregada.  En esta segunda etapa de políticas económicas, las políticas públicas de carácter social fueron ampliamente desarrolladas, a fin de mejorar la salud, la alimentación y la educación.

 

Obviamente no todos los países en desarrollo supieron aprovechar el potencial positivo que el proceso de globalización brindó.  Países como México asumieron una actitud pasiva frente a la globalización y enfatizaron alguna de sus ventajas comparativas ante el comercio internacional.  El garantizar un bajo costo de la mano de obra terminó por generar un volumen reducido de empleos y un escaso valor agregado a sus exportaciones.  Más grave aún, ante la pasividad de las políticas públicas frente a la globalización, se ancló la política económica en garantizar la ventaja comparativa de bajos salarios, emprendiendo acciones sistemáticas de devaluación interna.  Lo que terminó por desalentar la productividad interna y estrechar permanentemente el mercado interno.

En el recuento de lo acontecido, las condiciones económicas estructurales originalmente prevalecientes, como el precio de la energía, el costo de la mano de obra y el tipo de cambio, indujeron a una nueva localización de la producción internacional.  En este sentido, baste recordar que en el año 2000 el precio del petróleo era prácticamente la décima parte que el actual.  De igual modo, hoy el costo de la mano de obra China es mayor que el de México, hecho que evidencia la contracción secular de los salarios reales nacionales.  Por otra parte, durante años se insistió que la divisa china, el yuan, estaba subvaluada, hecho que sólo hasta recientemente se comenzó a revertir.

Finalmente, pero no menos importante, en la mayoría de los países en desarrollo favorecidos con la globalización la economía política internacional impuesta por Estados Unidos y los organismos internacionales no fue asumida a pie juntillas.  Durante la crisis financiera de 1997-1998 del Sudeste asiático, países como Corea y Tailandia no asumieron acríticamente el recetario instrumental que recomendaba el Fondo Monetario Internacional (FMI).  Inclusive algunos países fortalecieron el control de la cuenta de capitales, para evitar la especulación y los capitales golondrinos.  Hasta la fecha, China e India siguen teniendo un control en su cuenta de capitales y de inversiones extranjeras, aún sobre las presiones que Estados Unidos ha ejercido.

Es obvio que con la globalización ha habido ganadores y perdedores.  Se estima que, por ejemplo, a fines de los 1980’s los “trabajadores en la mitad de la distribución del ingreso urbano de China completaron el 56% de la mediana (el ingreso más frecuente) del ingreso de los americanos” y que para 2008, ese porcentaje subió a 71%.  Progreso que contrasta con el aumento en la concentración del ingreso del 1% de la población en USA, a costa de la reducción en la participación de la población de menores ingresos.

Por los resultados en materia de la distribución del ingreso a escala mundial y los bajísimos aranceles vigentes producto de tratados y acuerdos comerciales hoy se manifiesta un relativo “pesimismo” sobre la nueva globalización.  Así, en tanto en 1997 como Vicepresidente y Economista en Jefe del Banco Mundial, Joseph Stiglitz se declaró a favor de la globalización, en términos de la compensación entre lo que se perdía y ganaba (The Region, September 1997 issue, http://www.minneapolisfed.org/img/global_header.gif), recientemente ha manifestado estar en contra del TPP.

 

En 1997 como Vicepresidente y Economista en Jefe del Banco Mundial, Joseph Stiglitz se declaró a favor de la globalización, en términos de la compensación entre lo que se perdía y ganaba.

 

Stiglitz, Nobel de Economía 2001, ha escrito que la vieja idea de compensación de la globalización entre ganadores y perdedores, basada en muchos supuestos, está equivocada, por lo que la mayoría de los americanos se encuentran “en el lado equivocado de la globalización” (JOSEPH E. STIGLITZ, The NYT, On the Wrong Side of Globalization, March 15, 2014).  El Nobel indica que los tratados  comerciales a partir de la segunda guerra mundial buscaron bajar tarifas o impuestos para alentar el comercio internacional.  Pero actualmente lo que se busca es quitar las barreras no arancelarias para abatir las regulaciones nacionales, que normalmente protegen a los trabajadores y a los consumidores.  Por tal motivo está en contra del TPP, que terminaría beneficiando a las grandes corporaciones internacionales y afectando a los trabajadores de Estados Unidos y agudizando la mala distribución del ingreso a escala global.

Originalmente Paul Krugman, Nobel de Economía 2008, señaló que el TPP no era relevante por involucrar sólo 12 países de no gran tamaño económico y con varios de los cuales Estados Unidos ya tiene acuerdos comerciales, por lo que es difícil alcanzar grandes efectos reduciendo más las tarifas arancelarias y cuotas (Jueves, Diciembre 26, 2013, http://tppabierto.net/post/71197420585/premio-nobel-desdena-la-relevancia-economica-del-tpp).  Además, rápidamente Krugman mudó de opinión señalando que el TPP no es realmente sobre libre comercio, sino que busca el control monopólico para algunas industrias sobre derechos intelectuales, lo que le parece pésimo objetivo (Viernes, Febrero 28, 2014. http://tppabierto.net/post/78130750445/premio-nobel-en-economia-paul-krugman-ataca-al-tpp).  Esta opinión va totalmente en concordancia con la posición de Stiglitz.

La posición de los Nobel de Economía refleja claramente el cambio de la realidad económica que se ha experimentado con la pasada globalización.  Hoy se pretende otros fines con los acuerdos y tratados comerciales, que van más allá del simple comercio y la inversión extranjera.  Además, el cambio de los precios relativos de la energía, la revaluación del yuan y el encarecimiento de la mano de obra china inducen a una nueva localización de la producción, como lo está asumiendo la reindustrialización de Estados Unidos.

La aceptación de tales hechos parece estar negada por nuestras autoridades.  Los resultados económicos adversos de la caterva de tratados y acuerdos comerciales que México ha suscrito han sido ampliamente documentados por Arnulfo R. Gómez.  Bien harían nuestros gobernantes en asomarse a la realidad, para que comprendan que nos hemos quedado una vez más en el lado equivocado de la historia y que la globalización que visualizamos hace veinte años está hoy agotada.  Sin duda, ello nos haría menos monotemáticos en materia del comercio internacional y dejar de suscribir tratados y acuerdos para los que no hemos contamos con políticas industriales y económicas pertinentes.  Estas serían realmente parte de los cambios estructurales que el país demanda.

El déficit de gobernanza en México y Oceanografía: ¿Un caso más?

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Los ilícitos de Oceanografía, empresa privada mexicana directamente vinculada a la entidad pública financieramente más importante del país, ha hecho que México y Pemex ocupen recientemente los titulares de los medios de información más importantes del mundo.  Ello ha acontecido en medio de la reforma energética más trascendente que ha emprendido México y dentro del torbellino nacionalista de rechazo a la injerencia privada y a la corrupción en la industria petrolera nacional.

El caso de Oceanografía, más allá de las consecuencias financieras y económicas adversas que habrá de imponer, ilustra claramente la magnitud y extensión del déficit de gobernanza que enfrenta el país y el sistema democrático nacional.  Sin ninguna duda, a Oceanografía se pueden agregar otros casos también de gran magnitud por sus costos sociales y públicos, que bien valdría la pena airear para salud del país.  Sin aceptarse la existencia del déficit de gobernanza y remediarlo poco habrán de rendir las pretendidas reformas estructurales de Enrique Peña Nieto (EPN).

La magnitud y extensión del déficit de gobernanza que ha puesto de manifiesto Oceanografía demuestra desde la falta de una adecuada regulación, la nulidad del poder legislativo, hasta las prácticas empresariales públicas y privadas ausentes de transparencia de la información y de rendición de cuentas.  Las consecuencias de la conducta de la empresa sólo pudieron generarse a partir de un sistema de gobernanza avieso, que involucra al sistema económico y financiero en su conjunto, y en el que las entidades públicas y privadas desempeñan un rol protagónico.

La preocupación de cómo se controlan y dirigen las empresas se remonta a los primeros años de los 1930´s, a raíz de la crisis económica del 29, identificada como la Gran Depresión.  Sin embargo, el concepto de gobernanza, originalmente asociada a mediados de los 1980´s al corporate governance (gobernanza de la corporación), surgió en el Reino Unido (UK) en medio de una crisis financiera.  Su base conceptual fue el llamado Cadbury Report, solicitado por la Primer Ministro, Margaret Thatcher, para ordenar y regular de manera más eficientemente las finanzas de las empresas.  Por su importancia, la corporate governance pronto emergió en los principales países de Europa, incluido Japón, generándose, así, en diversos países los reportes respectivos en la materia.

Al inicio de los 1990’s, el concepto de “governance” fue extendido en UK al sector público, en general, y a las acciones y tareas gubernamentales, en particular.  De este modo, lo que en un inicio fue un asunto concerniente al sector privado desde la óptica de la responsabilidad pública, por los intereses privados y públicos que las empresas involucran, pronto se amplificó a la esfera gubernamental.  Así, en UK se comenzó a usar y aplicar la gobernanza en lo relativo a las entidades, programas y acciones del sector público, dado el interés general involucrado.  Con lo que se contó, entonces, con recomendaciones y regulaciones sobre el control y dirección tanto para las entidades privadas, como públicas; privilegiándose su información, transparencia y la rendición de cuentas.

Con la crisis financiera y económica de Enron y de otras empresas, el concepto del corporate governance se catapultó en Estados Unidos (USA), dando lugar a una regulación financiera más estricta de las empresas listadas en la bolsa.  Tales regulaciones generales permearon a un buen número de países, entre ellos México.  Las regulaciones se centraron en la búsqueda de una mejor “governance” de las empresas, particularmente en su parte financiera y de auditoria.  Dado que las regulaciones involucran en su aplicación y supervisión a entidades públicas, pareció dable hablar simplemente de “governance”-gobernanza, más que de corporate governance.

La gobernanza puede ser definida de una manera más integral como el sistema de fuerzas internas y externas por las que se controlan y dirigen las entidades públicas y privadas, de acuerdo a diversos intereses.  Las fuerzas externas son asociadas a la regulación, incluidas las leyes, y al mercado.  Las fuerzas internas pueden ser identificadas con los gerentes y los dueños o “principales” de las entidades.  Los intereses son públicos y privados.

Bajo este enfoque, el sistema de gobernanza deberá ser congruente y coherente con los intereses involucrados, por lo que en la medida que el interés público sea más importante que el interés privado, un mayor rol deberá tener la regulación.  Si el interés privado tiene un mayor peso por el tipo de bien o servicio que provea, una mayor importancia deberá tener el mercado.  Ello, a su vez, deberá permear en los arreglos y relaciones que al interior de la entidad establezcan los gerentes, los empleados y el dueño o principal.

Bajo esta visión integral, es claramente comprensible la identificación de la gobernanza desde la perspectiva de Oliver E. Williamson, Nobel de Economía 2009.  Williamson señala que la gobernanza es un sistema de reglas o normas de primer y de segundo orden.  En un símil, indica que las primeras se refieren a las reglas del juego y las segundas al juego en sí.  De esta manera, las reglas de primer orden se asociarían a las leyes y normas constitucionales, en tanto las segundas se referirían a aquellas regulaciones y normas de carácter más específico.

La caracterización de Williamson de la gobernanza es bastante esquemática e integradora, teniendo un carácter descriptivo y formal.  Como tal puede ser claramente referida al caso mexicano, para las entidades públicas y privadas.  En un adecuado y normal sistema de gobernanza sería de esperarse que las empresas y entidades operaran de acuerdo a las leyes y las normas.  En todo caso, durante el juego en sí, el regulador, supervisor o auditor deberían alertar al órgano de gobierno de la entidad y aún a la autoridad jurídica y legal correspondiente, de cualquier conducta fuera de normas y del marco regulatorio vigente.

Sin embargo, es incuestionable que no bastan las normas y su formalización para garantizar una adecuada gobernanza.  De igual manera, no es suficiente la existencia de un aparato y organización que supervise y busque garantizar una adecuada gobernanza, para hacerla realidad.  Aún más, no es suficiente un órgano de gobierno que esté comprometido en cuidar y garantizar el interés privado, público y general que involucre una entidad pública o privada, si de facto lo que se privilegia por los involucrados en la gobernanza es el interés de unos cuantos, por encima de leyes y de normas.  Conducta adversa que se asume hasta públicamente, sin el menor asomo de duda o prurito y sin el temor sobre la posible actuación del órgano de gobierno y de las autoridades.

En ese contexto se inscribe innegablemente el caso de Oceanografía.  Ello explicaría cómo fue posible que ésta empresa pudiera actuar fuera de toda norma y control, afectando a entidades públicas, como el IMSS, Infonavit, entre otras más, y a empresas privadas nacionales y extranjeras.  Solo con un contubernio generalizado, beneficiando, directa e indirectamente, paso a paso, a cada instancia y actor involucrados pudo haber acontecido un evento que hizo sonar las alarmas de Wall Street y haber afectado a una de las mayores instituciones financieras internacionales.

Fehacientemente, el asunto de Oceanografía es un asunto público que tiene vieja data, casi diez años.  La Cámara de Diputados en plena administración Foxista lo abordó, pero obvió lo evidente.  La Cámara de Senadores también lo afrontó, habiendo recibido oficialmente por parte de Pemex el desglose de cada contrato otorgado a esa empresa desde 2006 hasta 2008.  Pero, igualmente, todo ello se consideró más anecdótico que imputable de irregularidades.

El daño de Oceanografía sigue por cuantificarse y muchas sorpresas pueden aún darse.  Concesiones y proyectos públicos y privados podrían haberse otorgado en estados y municipios.  Además, el daño a la proveeduría de servicios de Pemex puede ser de alta cuantía, por lo que habrá de verse como actúa la petrolera y la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) para minimizar el daño a las finanzas públicas y al interés general.

El déficit de gobernanza en México también se ilustra amargamente con el caso de Mexicana de Aviación, cuyo despojo y afectación a trabajadores y público en general ha sido manifiesto ante la complacencia de las autoridades.  No sale de este parámetro el posible daño patrimonial hecho a Pemex por el anterior Director General, que actúo por encima de su órgano de gobierno en sus tratos con Sacyr y Repsol.

Finalmente, el Metro, como muchas más obras en los estados y municipios, demuestran que el déficit de gobernanza recorre y cubre a todo el país.  Las inauguraciones de obras y servicios bien sirven para cumplir compromisos políticos, pero lo menos que se puede esperar es que sirvan a la sociedad y que no terminen por generar un daño patrimonial público en beneficio privado.

EPN tiene la oportunidad de crear un sistema de gobernanza coherente con la eficiencia económica y congruente con el cuidado del interés general; el sistema económico y democrático del país lo necesita con urgencia.  Es lo más elemental que se requiere como cimiento para hacer progresar el país.  Certidumbre y eficiencia con reglas del juego claras, que se respeten y se cumplan.

 

Ucrania y el choque externo a la economía

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Con la caída del Muro de Berlín, Estados Unidos (USA) asumió una conducta internacional hegemónica, tomando rápidamente una actitud de injerencia en los países que habían estado del otro lado de la Cortina de Hierro. 

 

Los economistas han reconocido que pueden existir choques externos que afectan negativamente la economía nacional.  Estos choques son entendidos como eventos que se presentan abruptamente afectando las condiciones económicas internacionales y la situación específica de un país.  Convencionalmente se les considera causados por cambios socio-económicos o en las condiciones políticas imperantes.  Sin embargo, la resolución de un choque externo y el tratamiento de la crisis que puede generar corren el riesgo de conducir hacia una situación de caos.  Esto porque una vez tomada una medida las siguientes quedan condicionadas por la primera, en un proceso de dependencia de acción o de camino (path-dependency).

Tal podría ser el caso de la crisis política de Ucrania-Crimea, que ha hecho temblar súbitamente a las bolsas de valores y elevado el precio de ciertos productos y materias primas, como sus consecuencias inmediatas.  Sin embargo, esta crisis, como muchas otras por no decir la mayoría, son “accidentes” que sólo esperan al conductor y la fecha para que ocurra una fatalidad que conduzca hacia un desconcierto.  Por lo que estrictamente argumentado, los choques externos no son obligatoriamente accidentes, teniendo una razón y causa identificables, más allá del proceso acumulativo de acción y reacción que puedan generar.

Obviamente, éste no pareciera ser el criterio y principio que rige regularmente el análisis socio-económico y la acción política sobre los choques externos.  Los choques parecieran ser asumidos con una visión casi de generación espontánea.  Como si surgieran campechanamente y el mundo, la sociedad, o una población específica, se vieran obligados a asumir su costo.  Bien sabemos que en la biología como en las sociedades estructuralmente no hay generación espontánea.  Los fenómenos sociales y sus consecuencias políticas se van fraguando en el tiempo.  Como un proceso cuya “crisis” algún día tuviera que ocurrir.

De esta manera, se asume que los economistas, como otros especialistas sociales, normalmente tienen presente el riesgo que representa un país y, consecuentemente, el daño que pueda implicar un choque externo.  Aún más, se supone que profesionalmente consideran el riesgo de que se desate un evento socio-económico que afecte a toda una región o se genere un contagio casi de magnitud global.  Bajo este enfoque, es posible examinar la crisis de Ucrania y Rusia, que amenaza llevar a una inestabilidad política internacional.

Ucrania está enclavada en una región que históricamente ha experimentado grandes cambios de dominación política y de transformaciones culturales.  Las fronteras nacionales de esta región cambiaron sistemáticamente hasta prácticamente inicios del siglo XX.  El mosaico  cultural del país se puede evidenciar con sólo señalar que regionalmente se hablan más de diez lenguas, que van desde el ruso, hasta el búlgaro, armenio, pasando por el griego, polaco y alemán, sólo por señalar algunos idiomas.  Prácticamente Ucrania surge como país formalmente reconocido al constituirse como República Socialista Soviética, después de haber librado una ardua lucha contra la revolución soviética.  Lucha que reanudó durante la invasión nazi.

 

Ucrania está enclavada en una región que históricamente ha experimentado grandes cambios de dominación política y de transformaciones culturales.  Las fronteras nacionales de esta región cambiaron sistemáticamente hasta prácticamente inicios del siglo XX.

 

El ámbito geográfico de Ucrania unilateralmente fue ampliado por decisión por el Primer Ministro de la URSS Nikita Kruschev, en 1954, hace sesenta años, cuando decidió que la República de Crimea le fuera anexada a su territorio.  República de la que fue Secretario del Partido Comunista, muchos años antes, y que contaba ya con una población preponderantemente Rusa.  Con la desintegración de la URSS, Ucrania adquirió en 1992, con Boris Yeltsin, su estatus de república independiente, conservando como parte de su territorio a Crimea, con su carácter de república, en tanto se esperaba la celebración de un referéndum para establecer su condición política definitiva, que incluía la posibilidad de su independencia o integración a Rusia.

Sin embargo, dado que en Crimea se encuentran las bases navales de Rusia, se convino que ésta última podría usarlas por un periodo de 20 años, temporalidad que posteriormente con Putín se amplió en otros 25 años.  A la par, se acordó que la flota naval estacionada en Crimea se dividiría con Rusia.  Las bases navales de Rusia en Crimea sobre el Mar Muerto le dan acceso inmediato al Mar Mediterráneo y a una región potencialmente explosiva, integrada por Turquía y los países árabes.  Por lo que Crimea fue y es políticamente estratégica para Rusia, para su seguridad y apetitos de dominación imperiales.

A tal situación se agrega el hecho de que Ucrania ha sido estratégica por ser un gozne geográfico entre Europa y Asia; por su capacidad productiva primaria que la hacía el granero de la URSS; por contar con amplios recursos naturales y, ahora, por ser el espacio por el que transitan los gaseoductos rusos especialmente hacia Alemania.  Por lo que hay razones de seguridad políticas y económicas por las que Rusia da un tratamiento particular a Ucrania y relevantemente a Crimea.  En este último caso se sabe que Crimea cuenta con grandes yacimientos costeros de petróleo y gas.

En este contexto, dos decisiones políticas relativamente precipitadas y una acción “electoral” pendiente -la anexión original de Crimea a Ucrania, la conservación de su estatus político como un sólo país y un referéndum diferido- crearon la posibilidad de un choque para la economía internacional.  A esto se agregan la inestabilidad política de Ucrania, su renombrada corrupción y la impunidad con la que actúan sus gobernantes.  Ello sin dejar de lado la crisis económica interna (Why Putin Is Likely To Lose His War Over Crimea, Anders Aslund, PIIE Update Letter, March 6º 2014), que hizo buscar en un acuerdo con la Unión Europea (UE).  Probablemente un factor clave de la situación imperante es el deseo de buena parte de la población de ser europeos y no rusos.  Conducta que contrasta con el sentimiento de la población de Crimea, que se siente más cercana a Rusia que ha Ucrania, por razones étnicas y culturales.

Con la caída del Muro de Berlín, Estados Unidos (USA) asumió una conducta internacional hegemónica, tomando rápidamente una actitud de injerencia en los países que habían estado del otro lado de la Cortina de Hierro.  Sin embargo, la posición estratégica de USA recomendaba tomar distancia sobre esos países.  Tal posición inicialmente fue asumida al extremo por el Presidente Clinton, al rehusarse a actuar frente al caos humanitario que había provocado la disolución de la antigua Yugoeslavia.  La presión internacional, particularmente de la ahora Unión Europea, obligó al gobierno norteamericano a asumir un papel activo en la resolución del conflicto.

 

El mundo en aquellos años entró en una recesión y con una caída en el precio del petróleo México, como el resto de América Latina, vivió la denominada “década perdida”.

 

En contraste, el Presidente Bush junto con Tony Blair, Primer Ministro del Reino Unido (UK), desde el inicio de su gobierno asumió un activismo político con los antiguos países socialistas.  Ello afectó relevantemente el equilibrio de las fuerzas armadas entre la OTAN (La Organización del Tratado del Atlántico Norte) y el denominado Pacto de Varsovia, que integraba originalmente la defensa de los países socialistas de Europa.  Tal proceso de activismo político ha terminado desembocando en relativa integración económica de algunos países ex-socialistas con la UE, proceso al que Ucrania ha pretendido incorporarse.

En este contexto histórico y de seguridad se inscribe el choque externo que ha sufrido el mundo con el conflicto larvado en Ucrania y que ha afectado sustancialmente a la economía Rusa.  Un conflicto que en algún momento se tenía que aceptar para darle una relativa solución.  Como se aborde y se resuelva el conflicto se definirá el futuro inmediato de la relación de occidente con Rusia y su rol en un mundo globalizado y multipolar, que USA se resiste a aceptar.  Pero lograr una resolución estable requiere de considerar la historia, la geopolítica y, obviamente, de la economía.

La autocomplacencia, las buenas intenciones o un boom económico muchas veces terminan cegando hasta a los mejores profesionistas en sus previsiones.  El optimismo desbordado sin análisis lleva a grandes fracasos.  Hay que estar a veces preparados para lo peor.  La crisis política mundial 1979-1980 -con el conflicto de USA-Irán y la invasión soviética de Afganistán- se acompañó con una crisis económica que disparó la tasa de interés internacional a casi 20%.  Sus consecuencias significaron que con cada renovación de los préstamos de corto plazo de México implicaba un mayor costo financiero.  Polonia, entonces socialista, en 1981 fue el primer país que cayó en mora y en donde comenzó a desquebrajarse el socialismo real europeo.

El mundo en aquellos años entró en una recesión y con una caída en el precio del petróleo México, como el resto de América Latina, vivió la denominada “década perdida”.  Hoy Rusia tiene la oportunidad de una tercera acción política con respecto a Ucrania y puede ser la última oportunidad antes de entrar en las arenas pantanosas del caos.  Empecinarse en la independencia de Crimea como que se anexe a Rusia puede ser fatal para el mundo.  Mientras el Presidente Obama pretende entender y atender la economía política internacional, esperemos que la entienda y atienda con prontitud y atingencia.  En política las posiciones irreductibles normalmente llevan al conflicto y pueden, como en este caso, generar consecuencias adversas inconmensurables.

Hace cien años, al inicio de la Primera Guerra Mundial, dijo el Ministro de Asuntos Exteriores de Rusia “dios mío, los locos se apoderaron del manicomio”.  Esperemos que no sea el caso.

La depresión económica secular de México

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Los resultados de México de los últimos seis lustros demuestran una economía secularmente en depresión, que se ha estancado con respecto a su pasado, su potencial productivo y frente a otras economías, especialmente latinoamericanas. 

 

El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI)ha dado a conocer el crecimiento anual 2013 del Producto Interno Bruto (PIB) de México.  Finalmente resultó menor al pronosticado por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), después de los varios ajustes de previsiones económicas hechas a lo largo del año.  El resultado obtenido, tal como en este espacio se anunció desde el primer trimestre pasado, fue mayormente de alrededor de 1%.  Tal resultado se inscribe en la baja actividad económica experimentada en el país desde los 80’s.

Así, el crecimiento anual del PIB de 1.1 %, en contraste con el último pronosticado de 1.3% de la SHCP, resultó el más bajo de los últimos cuatro años, después de un declinante resultado obtenido en el último trimestre.  Sin embargo, fuera del resultado agregado obtenido, el análisis del PIB por sectores y sus logros trimestrales hacen prever un panorama complicado de crecimiento para 2014.  Panorama que se pensaba sería de gran crecimiento.

En primer lugar, el PIB después de haber experimentado una recuperación en su crecimiento en el segundo y tercer trimestres de 2013, en el último logró un nivel de 0.7%, prácticamente el mismo obtenido en el primer trimestre.  Tal hecho resulta preocupante, toda vez que el ejercicio del gasto público federal debió haberse acelerado después de las elecciones celebradas en julio en ciertos estados.  Por lo que se infiere un bajo impacto macroeconómico del mayor gasto, que en toda lógica debería producir un mayor dinamismo económico.

En segundo lugar, tal como se aprecia en la Tabla 1, los resultados sectoriales evidencian que el sector secundario, relacionado con la industria y la construcción, se mantuvo en un claro decrecimiento a lo largo de todo el año, tal como se pronosticó también en esta columna, cuando se argumentó desde el segundo semestre que el sector se encontraba en una clara fase recesiva.  Llama la atención que en el cuarto trimestre se obtuvo casi el mismo decrecimiento que en el tercer y fue mayor que en el segundo trimestre.  La contracción del sector secundario podría ser explicada por la baja calidad del gasto público federal, desde la perspectiva de la inversión física.

 La contracción del sector secundario se ha justificado sobre la base de la crisis de las desarrolladoras de vivienda, la disminución en la actividad “minera”, así como la situación de baja demanda de la economía de Estados Unidos, particularmente de vehículos automotores.  Esta última explicación no parece corresponder totalmente a la realidad, si consideramos el crecimiento, aún bajo pero constante, de la economía americana.

Al decrecimiento del sector secundario durante todo 2013, en el último trimestre se sumó la caída del sector primario, tal como había acontecido al inicio del año.  Ello en un ambiente en el que la sequía experimentada por el sector agropecuario en 2012 había sido superada y que los apoyos oficiales agrarios y al sector agropecuario debieron haberse regularizado.

Por lo que hace al sector terciario, asociado mayormente a los servicios, especialmente al comercio, en el último trimestre se obtuvo el menor crecimiento de todo el año.  En el extremo, el crecimiento trimestral fue prácticamente 50% del experimentado en el segundo y tercer trimestres, porcentaje cercano al del primer trimestre.  El bajo crecimiento del sector terciario en el último trimestre del año sorprende dado que el último mes del año se ha caracterizado históricamente por presentar normalmente una alta actividad, en razón del alto consumo que significan las fiestas decembrinas.

El contraste de crecimiento interanual es relevante, ya que en el año pasado se alcanzó menos de la tercera parte de la tasa de crecimiento de 3.9% lograda el año previo; dicho de otra manera en 2013 disminuyó 70% el crecimiento respecto a 2012.  La caída en el crecimiento es importante también si se considera que la crisis internacional en 2013 se aminoró sustancialmente en relación a 2012, situación que no parece haberse reflejada en la dinámica económica de México.

La desaceleración de la economía nacional en el último trimestre de 2013 y la agudización en la contracción del sector secundario inducen a pensar en un primer semestre para 2014 de baja expectativa de producción.  Tal hecho parece enunciarse ya al reconocer el INEGI una caída en el empleo en el mes de enero.

Así, desde una perspectiva interanual, la Gráfica 1 muestra claramente una tendencia declinante en la dinámica del PIB y una menor la producción sectorial a lo largo de todo el año 2013, como la parte descendente de un ciclo económico.  Particularmente también es clara la pérdida de dinamismo del sector secundario o industrial desde el primer trimestre de 2012, hasta decrecer francamente durante todo el año de 2103.  De tal manera que es posible enfatizar que la pérdida de dinamismo industrial en México cumple ya más de 24 meses; probablemente una de las fases económicas depresivas más largas vividas en el país desde mediados de los 80´s.

¿Cuál sería una explicación económica racional sobre la dinámica observada?  Explicación que vaya más allá del análisis coyuntural o trimestral, casi de sube y baja, que oculta los cambios económicos estructurales que el país ha vivido y el cambio económico de reindustrialización que vive EU.  En el que México está una vez más ausente.

Los resultados económicos obtenidos en México en 2013 se inscriben en una dinámica productiva que ha sido enfrentada desde el inicio de los 80´s, en plena crisis internacional agudizada en sus consecuencias internas por las condiciones económicas objetivas del país.  Desde entonces, México no ha recuperado las altas tasas de crecimiento del PIB, por las que llegó a ser calificado como el “milagro mexicano”.

Resuelta la carga de la deuda y saneadas correlativamente las finanzas públicas con la privatización de buen número de empresas gubernamentales a fines de los 80’s, en un ambiente de desregulación financiera se suscribió el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (TLCAN).  La suscripción partió del supuesto de alentar las inversiones extranjeras e incrementar la productividad del país, especialmente la industrial.

El TLCAN permitió enfrentar el desempleo resultante de la crisis financiera de 1995-1998, generando un incremento explosivo de las exportaciones, con decreciente contenido nacional agregado, y una creciente dinámica de importación de productos finales e intermedios, incluidos los alimentos.  Sin embargo, a partir de 2000 con los ingresos extraordinarios del petróleo se hicieron evidentes dos hechos.

El primero fue que el mayor gasto público, apoyado con mayor endeudamiento, no parecía impactar mayormente el crecimiento.  En segundo lugar, que las exportaciones con bajo valor agregado nacional no generaban un creciente empleo de calidad.  Estos hechos demostraron el agotamiento de una política económica sustentada en la exportación de baja participación nacional y en la contención de los salarios, anclada en un tipo de cambio casi fijo.  Lo que explica la baja dinámica del sector industrial nacional y la estrechez del mercado interno.

Este agotamiento, evidente desde hace casi tres lustros, no pudo ser más paliado ante la crisis internacional y la caída del volumen de exportación del petróleo, por alrededor de un millón de barriles diarios.  La crisis económica y financiera a su vez puso en evidencia el agotamiento de un modelo económico globalizado y de libre movilidad de los capitales.  Sostenido por el lado del consumo de los países ricos y financiado por las economías emergentes, especialmente del sudeste asiático.

Así, el mundo está emergiendo de una crisis fraguada en el siglo XX y habrá de crecer y desarrollarse en un nuevo ambiente del siglo XXI, que afectará nuestras vidas, valores, preferencias y cultura en general.  En contraste, México sigue anclado en una visión y acción pública anquilosadas, del siglo XX, cuyos resultdos han sido secularmente mediocres, pero que han generado mayor pobreza y violencia.

Los resultados de México de los últimos seis lustros demuestran una economía secularmente en depresión, es decir que se ha estancado con respecto a su pasado, su potencial productivo y frente a otras economías, especialmente latinoamericanas.  Como factualmente se ha demostrado en este medio, en la última década México fue la tercera economía que menos creció en la región.

Los resultados económicos de 2013 confirman el derrotero del pasado y dan claros visos de lo adverso que pueda ser 2014, más allá de lo que uno pudiera desear o haber conjeturado.  Para cambiar y ser mejores no se trata de volver al pasado, tampoco de seguir en él, el reto es ver hacia el futuro y construir el porvenir del siglo XXI para México.  La economía y el mundo no esperan.

 

 

[1] Depresión.- Una disminución de la actividad económica muy aguda y prolongada (Macroeconomía, P. Krugman y Welles, R., 2011).

[2] Económica secular.- Palabra de raíz latina.  En inglés relacionada con un largo plazo de indefinida duración, entre otras acepciones.

El gasto federal 2013: ¿Más de lo mismo?

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Es posible decir atrevidamente que a mayor gasto público se ha tenido un menor crecimiento de la economía, lo cual no tiene lógica económica alguna.

 

 
El bajo crecimiento de la economía mexicana en 2013 fue asignado, entre otras causas, al bajo gasto público, en general.  Para explicar el descenso de la dinámica de la economía, en algunos casos se confundió la temporalidad del ejercicio presupuestal con el monto del mismo, lo que en esencia impidió hacer un seguimiento claro del gasto.  En efecto, el gasto público durante el primer semestre experimentó un retraso en su ejercicio, que vino a regularizarse prácticamente a partir del mes de septiembre, lo que hizo pensar que no se cumpliría con lo programado para 2013.  Sin embargo, es posible decir ex-post que el gasto federal fue mayor a lo esperado, habiéndose generado, por lo tanto, una mayor deuda a la programada.

 

Así, en 2013 se esperaba que el gasto federal cayera con respecto a 2012, situación que no se dio, sino todo lo contrario, tal como se anunció con la iniciativa de Reforma Hacendaria.  El gasto en 2013 no sólo resultó mayor al de un año anterior, tal como estaba autorizado, sino que resultó aún superior al presupuesto autorizado.  Con ello, una vez más, se incrementó la deuda, como preludio de un crecimiento mayor de los pasivos públicos para 2014.  Con este resultado, todo indica que se sigue la misma política de gasto, obteniéndose los mismos resultados de baja calidad del presupuesto, tal como lo evidencian las cifras oficiales de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), presentadas en el análisis Las Finanzas Públicas en 2013, de David Márquez (http://www.jornada.unam.mx/2014/02/17/economia/034o1eco).

 

Para 2013 se autorizó un gasto de $3.927 billones de pesos, y finalmente se ejerció un monto de $4.182 billones de pesos, resultó con ello una mayor erogación federal.  Este sobre giro implicó un incremento del gasto neto del orden de $255 mil millones de pesos, significando 7% por arriba de lo autorizado por el Congreso.  Por lo que, de acuerdo a los ingresos presupuestarios de 2013 por $3.9 billones de pesos, se incurrió en un déficit primario superior a lo autorizado del orden de $60 mil millones de pesos, sin incluirse en tal monto el costo financiero de la deuda pública.

 

Las cifras históricas recientes ponen en tela de juicio el que el mayor gasto público tenga un efecto contra-cíclico y multiplicador sobre el conjunto de la economía.

 

Lo que estas cifras indican de manera mayormente simple, es que dado el déficit primario obtenido en 2013, el ingreso presupuestario descontado el gasto no permitió pagar los intereses de la deuda, por lo que el sector público tuvo que seguir endeudándose para atender el pago de intereses de la deuda anterior.  Sin embargo, el gobierno no sólo se endeudó más para pagar los intereses de la deuda, sino también para seguir gastando por arriba de lo autorizado.  Por otra parte, a pesar de haber obtenido mayores ingresos en 2013 con respecto a 2012, de un poco más de $200 mil millones, equivalente a un incremento de 4.3%, el gobierno federal ejerció un gasto mayor a lo programado de casi un cuarto de billón de pesos.  Lo más grave, es que considerando al sector público federal en su conjunto, incluido otros pasivos, la deuda pública creció de $5.5 billones en 2012, a $6.2 en 2013, que derivó en un incremento neto del orden de $700 mil millones de pesos más.

 

De acuerdo a lo anterior, según las cifras oficiales, el peso de la deuda pasó de ser 34 % del Producto Interno Bruto (PIB) en 2012, a 36.3% en 2013.  Un incremento a todas luces elevado, si se toma en cuenta que fue cercano a 3% anual, que es el límite que originalmente imponía la Unión Europea a sus países miembros.  Además, de que el incremento resultó casi el doble del crecimiento anual del PIB, es decir de la suma total del valor de todos los bienes y servicios producidos en el año.

 

Esta tendencia creciente de la deuda pública es la que se ha observado desde el año 2000.  De este modo, en tanto la deuda del sector público federal en 2000 era del orden $1.5 billones de pesos, para 2013 alcanzó casi $6.2 billones, casi 5 billones de pesos más.  Un incremento porcentual de más de 300%.  Incremento que es espectacular ante el magro crecimiento del PIB en los trece años pasados.  Por lo que es claro observar que la deuda pública ha sido el resultado de un mayor gasto público ineficiente, al no haber impactado positivamente el crecimiento del PIB.

 

Es posible decir atrevidamente que a mayor gasto público se ha tenido un menor crecimiento de la economía, lo cual no tiene lógica económica alguna.  En todo caso, como buena parte del crecimiento del gasto se ha financiado -vía la deuda pública- sin repercutir sustantivamente en una mayor producción y empleo, es lógico inferir que tal gasto ha significado económicamente un gran desperdicio de recursos.  Indudablemente, el mayor endeudamiento público debió haber afectado, en toda lógica, la disponibilidad de fondos para financiar al resto de la economía, especialmente el sector privado, y en particular a las empresas.  Limitando, con ello, la disponibilidad de fondos y la liquidez para el crecimiento de la economía.

 

 

El reto presupuestal inmediato para México es mejorar sustancialmente la calidad del gasto público federal, no sólo privilegiando la inversión física, sino también haciéndolo más eficiente.

 

 

Es obvio que el mayor gasto público de los dos lustros pasados, sin asociarse a un mayor crecimiento del PIB evidencia su mala calidad.  Así, a pesar de que el gasto corriente disminuyó en 0.3% con respecto a 2012 y el llamado “gasto de capital”, es decir la inversión, creció espectacularmente en 14.3%, es posible sostener que en 2013 el gasto siguió manifestando baja calidad.  Esto es porque la inversión física aumentó en 2013 únicamente 3.8%, en tanto la inversión en instrumentos financieros o no capitalizables tuvo un salto anual de 131%, fue de $120 mil millones por arriba de lo autorizado por el Congreso.  Práctica común de la banca de desarrollo, cuyos excedentes financieros los usa para comprar Cetes, bonos del IPAB y otros instrumentos sintéticos.

 

Este absurdo manejo financiero significa que instituciones del propio gobierno federal terminan financiando la deuda pública, reproduciendo así artificialmente la deuda e inflando sintéticamente sus resultados financieros.  Es como si un individuo pasará el dinero de una bolsa del pantalón a otra bolsa, generando con ello que una bolsa le deba a otra y terminar de esa manera incrementando la deuda del propio individuo y, consecuentemente, sus requerimientos financieros.

 

Con la Reforma Hacendaria por primera vez la SHCP puso de manifiesto que la mejor forma de saber cuál es realmente el monto total de los pasivos del sector público federal es considerar el Saldo Histórico de los Requerimientos Financieros del Sector Público (SHRFSP).  Este saldo integra los pasivos públicos federales directos y adicionales, como son los correspondientes al IPAB, la banca de desarrollo, entre otros.  Bajo esta consideración, el SHRFSP resulta más elevado que la estimación de la deuda pública convencional.   Así, de acuerdo a la Reforma Hacendaria, para 2014 se estima que el SHRFSP alcanzará el 40.5% del PIB, por un déficit fiscal de alrededor de 4% del PIB, lo que hace ver un escenario nada halagüeño para este año (Comunicado de Prensa, 062/2013, www.hacienda.mx).  Esto porque el incremento de la deuda pública será el más elevado de los últimos años, no observado desde 1980 en el siglo pasado.  En segundo lugar, porque la reducción de la inyección de liquidez por parte de la Reserva Federal de Estados Unidos, afectará las tasas de interés en pesos, incrementándose, por una parte, el costo de la deuda y, por otra, afectando el crecimiento del PIB.

 

De acuerdo a la Reforma Hacendaria, para 2014 se estima que el SHRFSP alcanzará el 40.5% del PIB, por un déficit fiscal de alrededor de 4% del PIB, lo que hace ver un escenario nada halagüeño para este año.

El reto presupuestal inmediato para México es mejorar sustancialmente la calidad del gasto público federal, no sólo privilegiando la inversión física, sino también haciéndolo más eficiente, como incentivo para que tenga efectivamente un impacto multiplicador sobre el resto de la economía.  Las cifras históricas recientes ponen en tela de juicio el que el mayor gasto público tenga un efecto contra-cíclico y multiplicador sobre el conjunto de la economía.  Tema de reciente y amplio debate en la Unión Europea y poco abordado en México.

 

Lo logrado en 2013 en materia de gasto público no sólo fue más de lo mismo, sino que generó un escenario de riesgo y de fragilidad financiera futura del país.  El sustancial déficit público presupuestal para 2014, de alrededor de 4% del PIB, obliga a mejorar la calidad del gasto público, su transparencia, pero también la rendición de cuentas.  Cierto es que el desperdicio de recursos públicos, la redundancia de plazas, los trámites innecesarios y relativamente la corrupción hacen que la maquinaria gubernamental generen más de lo mismo y se tenga a veces que escuchar, como en su tiempo lo dijo cínicamente el Presidente Ronald Reagan, republicano y conservador: “El gobierno no puede resolver el problema.  El problema es el gobierno”.  Hagamos que ello no sea así.