Pez de Oro

No alcanzan las horas

Lectura: 4 minutos

 

En estos tiempos la vida pasa rápido. Todo mundo tiene prisa. O se contagia de la urgencia del otro.No importa cuál es la razón de esta rapidez o a qué llegaremos con ella, lo primordial es no quitar el pie del acelerador. Cuando menos se piensa el pasado queda muy atrás, lejano, borroso.

Y el futuro parece acercarse. Muchos casi lo alcanzan. Otros están retrasados para querer adueñarse de él. Pero nunca llega. Y la carrera sigue, se acelera el doble, el triple. Nadie podría detenerla porque la inercia es más poderosa que cualquiera de sus opositores. En estos tiempos todos los asuntos económicos suceden en un abrir y cerrar de ojos.

En un día hay abundancia, en otro hay devaluación. En política todo acontece de una forma emergente. Alguien es poderoso por la mañana, ese mismo alguien pierde su dominio por la noche. En lo social todo se rige bajo la brevedad, la moda y la novedad.

Todo sucede como si estuviera presoen un torbellino. Todo vuela. Todo se precipita. Así, en una época donde la calma murió, es imposible asimilar todo. Porque la lógica de las cosas se parece a la de un sueño y en esta realidad cuando un sueño acaba empieza otro y otro y otro.

A estas alturas todavía no podemos incorporar a nuestra mente y cuerpo muchos episodios que vivimos día a día. La experiencia está a flor de piel y no somos capaces de reconocerla con plena conciencia. La calma y la tranquilidad para lograrlo son equiparables a la muerte.

Siempre insisto en cómo es necesario vincular el teatro con nuestra realidad. Ahora donde no hay tiempo para nada una obra teatralpodría encarnar ese espacio para respirar, recapacitar y seguir adelante (o no). Si una historia puede colarse en la vida tan precipitada del espectador para preguntarle cosas existirá una conexión genuina.

Hay tantos temas que nacen de la prisa por vivir que se podrían escribir cientos y cientos (hasta millones) de obras. Muchas de ellas ya están escritas y para fortuna del público una se montó en México con el nombre de “Connectingpeople”.

 

            Elena Guiochins escribe una trama que retrata con demasiada (y hasta incómoda) verosimilitud el torbellino del día a día. Sus personajes están hundidos en el desamparo de la rapidez de la vida; la única manera de combatir su dolor es anestesiarse con la frivolidad, el pragmatismo y la imagen.

“Connectingpeople” empieza cuando una familia de mujeres trabaja con un director de cine porno en su siguiente proyecto. Madre e hija son actrices; casi imperceptible hay otra hija a la sombra de madre y hermana  y visto como un adorno existe una abuela que funge como un amortiguador de las turbulencias entre su dinastía.

 

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Estas mujeres siguen unidas porque mantienen un esquema familiar incuestionable; todos están a expensas de la imagen y de la percepción que se quiere dejar en el otro; cuando existe una señal de confrontación todas huyen porque nadie podría verse realmente a los ojos.

En “Connectingpeople” se plasma la carrera voraz por vivir de nuestros días. Esa necesidad de acelerar los momentos sin saber bien a bien cuál es el destino final. Guiochins intuye la angustia por el torbellino y lo único que le permite calmar a sus personajes es el celular.

La relación de la madre, hija, hermana y abuela con su celular les posibilita editar la vida a su conveniencia ante la imposibilidad de cumplir sus sueños y deseos. La realidad virtual y la telefonía permiten suavizar las frustraciones y la amargura.

El principal conflicto de “Connectingpeople” sucede cuando la madre e hija actrices se enamoran del director de cine. Esta situación pone en jaque a la familia porque las grietas se hacen más evidentes. El maquillaje de la frivolidad no puede ocultar el daño; la imagen ya no se puede creer tan fácil.

Y la relación con el celular se vuelve compulsiva. Porque es la válvula de escape. La ventana para respirar un ambiente menos tóxico. Con el aparato telefónico las mujeres y el director de cine pueden estar en contacto con sus necesidades que jamás podrían decirse cara a cara.

 

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Hacer una película porno contrasta con el oficio de vivir. Hacer imágenes exageradas, burdas o hasta grotescas tiene sentido en una familia donde es importante aparentar estilos de vida al extremo, sensaciones revolucionadas o relaciones hipersensibles. La premura de la vida condena a la familia al eterno simulacro.

La dirección de Hilkka-LiisaIivanainen es perfecta porque todo el montaje tiene la sintaxis de la realidad virtual. Imágenes poco vinculadas entre sí, ritmos acelerados, palabras que apelan a la brevedad. Con tintes de performance, “Connectingpeople” ofrece un viaje sensorial para el espectador. Se juega con la atmósfera, la proxemia y el peligro.

Realidades yuxtapuestas develan a esta familia. El montaje representa el espacio virtual donde estas mujeres pueden desahogarse de lo cotidiano que es amenazante, doloroso hasta el tuétano. En este refugio todo se acelera para, en la medida de lo posible, sanar las heridas.

La actuación es funcional en todos los sentidos. Los cuerpos y las voces de los intérpretes están a la altura de un espectáculo que requiere una energía extrema. El ritmo es impecable. La participación de Pilar Bolivercomo la madre es digna de destacar porque la actriz hace gala de su probado oficio y crea uno de los personajes más entrañables de la temporada.

Con “Connectingpeople” el teatro es capaz de sentir y reflexionar estos tiempos acelerados. Invita al espectador a calmarse para observar. Este montaje es en extremo honesto al plasmar nuestras relaciones determinadas por la rapidez y nos lleva a cuestionarnos qué tantas de ellas son un mero simulacro de lo que realmente queremos.

 

 

 

“Connectingpeople”

De: Elena Guiochins

Dirección: Hilkka-LiisaIivanainen

Teatro El Granero (Centro Cultural del Bosque, Reforma y Campo Marte. Metro Auditorio)

Del 30 de mayo al 28 de julio

Jueves y viernes 20:00 hrs., sábados 19:00 hrs., domingos 18:00 hrs. 

Entre cuatro paredes

Lectura: 4 minutos

 

Siempre aplaudiré cuando se monta un obra mexicana a pesar de la circunstancia compleja en cuanto a la producción y difusión. Al final del día, lo más importante de un montaje es su relación e impacto con el público; al levantar proyectos nacionales, contar historias más cercanas a nuestra cultura e idiosincrasia, conoceremos cuáles son los alcances y áreas de oportunidad del teatro mexicano para vincular e impactar a los espectadores.

Uno de los caminos (de los muchos que existen) para lograr un mayor interés y convocatoria en la escena teatral es acercar las historias a la gente, mediante situaciones más reconocibles en su vida cotidiana. Las anécdotas, los personajes y los diálogos deben producir sentido en la realidad del público; el teatro debe quitarse la etiqueta de inalcanzable e intelectualmente exquisito.

Los lenguajes, las estructuras y la forma de acceder a esas historias cercanas dependerán de la audiencia a quien se quiera dirigir la compañía en cuestión. Pero en el fondo siempre existirá algo próximo a la cotidianidad que, irónicamente, pueda hablar de los grandes temas. Acceder a la experiencia teatral mediante lo pequeño para llegar a lo inmenso.

Esta semana reseñaré “Cuatro XXXX” donde se pone de manifiesto cómo el teatro mexicano puede mover a la gente si se logra leer y plasmar lo cotidiano. Me dio mucho gusto ver el teatro lleno y con filas enormes en la taquilla; muy pocas veces sucede esto con un título mexicano.

 

CUATRO 1

 

 

Como sucedió en su primer montaje en los noventa, esta obra cuenta como uno de sus mayores ganchos publicitarios los desnudos integrales en escena de sus protagonistas. Esta promesa invitaba al morbo o a la curiosidad  hace veinte años y lograba llenar una sala; en el México del 2013 sigue invitando al morbo y a la curiosidad, puede llenar una sala, pero no es suficiente para impactar al público.

Es interesante ver cómo la alternancia de elencos es ya una estrategia efectiva para tener un incremento en la taquilla y la asistencia. En “Cuatro XXXX” hay ocho actores con cierto crédito en el mundo del espectáculo y, de esta manera, sus seguidores podrán ir a la taquilla y, por supuesto, esta convocatoria aumenta cuando existe la idea de desnudos.

Por otro lado, existe una leyenda suburbana del primer montaje (donde actuaban entre otros Ari Telch) que alimenta la idea de un espectáculo transgresor, atrevido, fuerte. Tal vez era todo eso cuando se estrenó pero las cosas son muy distintas y ahora no tan fácilmente la gente se puede sorprender o escandalizar por una obra.

Ante la expectativas de los desnudos y de una historia controvertida, asistí a ver “Cuatro XXXX” para saber cómo un texto mexicano de los noventa puede adaptarse a las necesidades de las audiencias contemporáneas. Lo que me encontré fue una historia con irregularidades en términos dramáticos pero con un gran talante capaz de conectar con el público. La historia de Mauricio Pichardo pone en perspectiva dos relaciones de pareja para ser testigos del amor entendido como codependencia (tal vez, autodestrucción).

 

CUATRO 2

 

 

En un departamento vivePablo, un pintor que trata de moldear a su novia a su forma y necesidad de amar; mientras tanto su vecina Diana, una artista textil,  se alimenta de la violencia psicológica ejercida por su novio para sentirse valorada en medio de una crisis de edad e identidad.

Dos cosas necesitan revisarse para que el texto pueda estar sólido en técnica: 1) una revisión con referencias actuales no le vendría nada mal; por momentos parece una historia muy de los noventa por cómo se habla y de qué se habla; puede conectar más con nuestros presupuestos culturales de actualidad. 2) Las historias de las parejas se parecen en circunstancias; a veces se repiten episodios y la posibilidad de ahondar en la psicología de los personajes es pequeña o forzada.

A pesar de estas anotaciones el texto funciona con las audiencias actuales porque incide en la esencia de las parejas contemporáneas, mediante la intimidad de alcoba, en lo pequeño, en lo cotidiano. Pichardo hace un juego dramático donde se expone la autodestrucción como la única forma de amar y es ahí donde la historia tiene sentido en nuestros días (y pone de manifiesto qué tanto no hemos avanzado como sociedad).

La dirección de Claudia Ríos cumple con el tono de comedia que requiere “Cuatro XXXX”. Su mayor logro son todas las transiciones escénicas donde se ven situaciones en paralelo para aumentar la tensión dramática. La escena de los desnudos resulta un homenaje a la forma de hacer y montar teatro de los noventa.

El elenco que me tocó esa noche tuvo una disminución de energía al principio de la función pero creo que esto se debe al poco tiempo de estar en cartelera y, por supuesto, se resolverá con el paso de las funciones. Sin embargo, todos cumplen en técnica vocal, corporal y ritmo.

Un reconocimiento especial para Esmeralda Pimentel quien interpreta a la novia de Pablo, Celina, porque hace un trabajo detallado en forma y fondo y sale avante en uno los momentos más difíciles del montaje en donde ella sola lleva el pulso de todo el montaje y la historia cambia de tono.

Estoy muy contento por el éxito de “Cuatro XXXX” no sólo por todos los integrantes de esta producción sino porque su triunfo repercutirá en una mayor convocatoria para otras obras mexicanas. El montaje es un espectáculo funcional que incide en la cotidianidad del público y, por lo tanto, el público encuentra una fascinación al reflejarse, re-encontrarse.

 

CUATRO 3

 

 

“Cuatro XXXX”

De: Mauricio Pichardo

Dirección: Claudia Ríos

Teatro 11 de Julio (Doctor Vértiz 668, colonia Narvarte)

Jueves 20:00 hrs., viernes 19:00 y 21:30 hrs., sábados 18:00 y 20:30 hrs., domingos 17:30 y 20:00 hrs. 

Lo que se cuentan los hombres

Lectura: 4 minutos

 

Jorge Ortiz de Pinedo es un héroe en el mundo del teatro. Su voluntad, esfuerzo y coraje por levantar proyectos teatrales parecen inagotables; la visión que tiene para conjuntar un texto interesante para las audiencias contemporáneas, directores con un alto oficio y actores con una buena técnica además de un nombre atractivo para la marquesina es fuera de lo común.

Todas las salas donde se presentan sus montajes están a reventar y siempre hay muertos y heridos en la taquilla para conseguir un boleto. Esto demuestra no sólo su destreza para hacer que funcione una obra sino su herencia familiar en donde existe un profundo amor y respeto a las tablas.

Existen muchos productores y empresarios que se dedican al teatro pero pocos con la pasión de Jorge Ortiz de Pinedo. Su preocupación principal radica en contar historias que inspiren, impacten, conmuevan. Está convencido que el teatro está hecho para verse y nunca escatima esfuerzos por convocar a públicos grandes y heterogéneos.

En los últimos proyectos, a lado de su hijo Pedro también como productor, se confirma un balance ideal entre la rentabilidad y la propuesta escénica. Todas las piezas están unidas para llegar al público y disuadirlo de ver una obra que está a la altura de cualquier opción de entretenimiento y diversión.

En esta ocasión, Jorge y Pedro Ortiz de Pinedo están al mando de “12 hombres en pugna”, una reposición del montaje del 2008 donde también fueron productores en el Centro Cultural Helénico. Ahora se presentan en el Foro Cultural Chapultepec con la firme intención de posicionar este lugar como uno de los principales focos teatrales de la ciudad.

La historia de este espacio se cuenta con una sucesión de montajes irregulares. Ya sea por una escasa convocatoria o deficiencias escénicas graves, el Foro Cultural Chapultepec no tiene hasta ahora un montaje que le brinde fuerza y contundencia entre el público. La anterior temporada la encabezó “Tomar partido” con Humberto Zurita y Rafael Sánchez Navarro donde empezaban a existir rasgos evidentes de una cálida recepción.

Con “12 hombres en pugna” este lugar se anota su primer gran éxito porque la familia Ortiz de Pinedo mezcla los factores necesarios para que la obra se vuelva atractiva al público. El primer elemento que llama la atención es el elenco.

 

doce hombres 2

 

 

Nombres como Héctor Suárez, Roberto Sosa, Darío T. Pié, Fernando Ciangherotti y Gustavo Rojo entre otros legitiman el montaje y hacen que la marquesina se vuelva espectacular. Después del cuadro de actores se encuentra una historia conmovedora.

Durante las resoluciones de un juicio, doce hombres, como el título lo apunta, discuten sobre la culpabilidad de un joven que se le acusa de asesinar a su padre. El drama surge cuando un hombre está convencido de la inocencia del muchacho ante una mayoría ansiosa por imponerle un castigo al acusado por su casi irrefutable responsabilidad.

El texto, de Reginald Rose, es de los cincuenta y viene de Estados Unidos. Con más de medio siglo a la distancia se le nota la edad y un sentido cultural sólo creíble en su país de origen; por ello, la adaptación hecha por Pedro Ortiz de Pinedo es valiosa porque logra actualizarla y le da a los parlamentos los matices necesarios de verosimilitud y cercanía con las audiencias actuales en la medida de lo posible.

En esta versión existe una clara intención por reflejar un mosaico de posibilidades sobre la masculinidad. El juicio es sólo un pretexto para incidir en las formas emotivas de los hombres. Con cada personaje se presentan patrones de conducta con tendencia a la ejecución, al pragmatismo, a lo empírico y con muy poca relación a una vida interior. La pugna real se da entre lo que se espera por ser hombre y lo que se siente ser hombre.

La dirección de José Solé es formidable. Tiene elementos de tragedia griega al representar a este jurado como coro ante un hecho funesto; el ritmo y la tensión dramática están presentes en cada interacción; el clímax que se logra es el adecuado para impresionar a los asistentes cada noche.

El elenco es fuerte en su técnica vocal y corporal. Cada uno de los doce hombres se diferencia del resto y  hace clara su participación en el juego dramático. El regreso de Héctor Suárez a los escenarios teatrales es fuera de serie; su interpretación es magistral y demuestra su extraordinario oficio.

Vale la pena mencionar también a Darío T. Pié, Gustavo Rojo, Fernando Ciangherotti y Darío Ripoll porque en ellos recaen todos los rompimientos escénicos más importantes y con ellos se logra ecualizar la energía para llegar hasta el final. José Solé, con este trabajo de dirección, vuelve a posicionarse como uno de los mejores directores de este país.

“12 hombres en pugna” es un espectáculo que es capaz de atrapar a las audiencias actuales y, sobre todo, conmoverlas. Es interesante cómo Jorge Ortiz de Pinedo logra un montaje sólido para explorar la psique masculina en circunstancias límite y, de esta manera, dejar al descubierto todos los presupuestos culturales dominantes en nuestra manera de entender el mundo y relacionarnos con él.

 

 

“12 hombres en pugna”

De: Reginald Rose

Traducción: Pedro Ortiz de Pinedo

Director: José Solé

Foro Cultural Chapultepec (Mariano Escobedo 665, colonia Anzures)

Viernes 20:45 hrs.,  sábados 18:00 y 20:30 hrs., domingos 17:30 y 19:45 hrs.

La lección inacabada de Julio César

Lectura: 4 minutos

 

Al oscurecerse la sala se presenta frente a mí el escenario donde Julio César caminaría para festejar su triunfo político al ocupar el máximo poder de Roma y, por consecuencia, desataría la envidia y la corrupción de todos sus hombres de confianza. Hablo de un Julio César visto por la directora Claudia Ríos en su replanteamiento de la tragedia de William Shakespeare.

Desde la primera escena se nota la influencia del cine en la propuesta de Ríos. Una escenografía colosal, impregnada de colores sobrios, con una iluminación impecable me hace recordarpelículas como Ricardo III de IanMcKellen o Titus de JulieTaymor. La enormidad del espacio en ningún momento hace de los personajes figuras de museo o seres inalcanzables por sus circunstancias fuera de lo común.

En “La tragedia de Julio César” todos sus protagonistas son reconocibles en forma y fondo. Muchos podrían dudar del impacto de Shakespeare con audiencias actuales por su lejanía en tiempo y espacio pero es indudable que siempre existe una clara identificación y hasta empatía con sus historias.

 

 

 

En este caso el referente inmediato es el de la clase política mexicana. Julio César y su grey bien podrían remitirnos a un partido político o al gabinete actual. Pero donde Shakespeare le da al clavo y confirma su genio literario es cuando esta obra describe una sociedad como la nuestra, con todas sus debilidades, que haría cualquier atrocidad en nombre del bien común.

Esta tragedia se sale de los límites de un drama político. Habla de la histeria social, de cómo la colectividad anula la voluntad del individuo, de las innumerables estrategias para que una mentira se convierta en verdad, de los sacrificios en pro de la “bondad incuestionable de un pueblo”. Todo, a pesar de este mosaico de probabilidades, gira en torno de una premisa donde el poder secuestra la conciencia y destaza cualquier código ético. Corrompe.

No sólo en una clase gobernante sino en los gobernados. Para Shakespeare no existen buenos y malos; todos los juicios dependen de una época precisa, de una estructura cambiante y, sobre todo, de la enorme influencia de la sociedad en el pensamiento individual.

“La tragedia de Julio César” tiene sentido en un país como el nuestro donde estamos acostumbrados a discursos maniqueos y nadie quiere asumir el costo de los daños. Julio César, de buenas a primeras, se convierte en el chivo expiatorio de sus compañeros políticos porque algunos dudan de su capacidad; lo creen peligroso para mantener el bien común y esperan que su lado absolutista lo domine para gobernar.

Lo más aterrador de la historia es que ningún motivo para destruir a Julio César es real. Nadie se basa en los hechos y nadie confía en la estructura. Todo esto tiene eco en México donde nos encantan las teorías conspiracionistas y nuestras filias políticas son débiles; donde nadie es digno de confianza.

 

Obra Julio César en el Teatro Julio Castillo

 

 

La obra es muy difícil para abordar: los personajes son poco claros en sus intenciones y el conflicto central es complejo debido a la gran cantidad de anécdotas y circunstancias. La traducción y adaptación de Alfredo Michel Modenessi es acertada en acercar el lenguaje a nuestra manera de hablar sin eliminar las innumerables alegorías que se hacen en cada parlamento.

La dirección de Claudia Ríos es efectiva. Resaltan sus momentos coreográficos y sus rompimientos en comedia para aliviar la tensión dramática y continuar con un texto complejo. Existe una gran preocupación por usar el cuerpo como principal elemento expresivo en cada una de las escenas y lograr, mediante éste, una atmósfera emotiva adecuada.

La inclusión de episodios de combate escénico hace un montaje explosivo. El vestuario con una evidente referencia a clases políticas nacionales y contemporáneas hace un contraste funcional con la Roma Antigua; le da la oportunidad al espectador de hacer reconocibles anécdotas y sentir el drama como algo cotidiano y cercano.

El grupo actoral es energético y logran un excelente ritmo. Todos marcan los acentos en los conceptos e ideas adecuados para tipificar a sus personajes; hacen un trabajo corporal minucioso para sugerir una época. Los caracteriza un desempeño energético preciso. El trabajo de Mauricio García Lozano como Marco Antonio, sin duda, es una de las mejores interpretaciones de este año; es digno de señalar la contención y sutileza en cada una de sus participaciones.

Al oscurecerse la sala se presenta ante mí una historia que bien podría ocurrir en nuestros días. La apuesta de Claudia Ríos es grande: se enfrenta a uno de los textos más difíciles y ambiguos de la literatura occidental. Su montaje es victorioso al hacer brillar el texto y lograr un espectáculo adecuado a las audiencias actuales.

Con Julio César en nuestra cartelera se hace urgente contestar qué tanto hemos aprendido del pasado y qué tanto estamos condenados a repetir nuestros errores. Como gobernantes, gobernados, sociedad e individuos.

 

 

“La tragedia de Julio César”

De: William Shakespeare

Dirección: Claudia Ríos

Teatro Julio Castillo (Centro Cultural del Bosque, Reforma y Campo Marte s/n, metro Auditorio)

Jueves y viernes 20:00 hrs., sábados 19:00 hrs., domingos 18:00 hrs.

Del 30 de mayo al 28 de julio del 2013

Sábado 20 y 27 de julio a las 13:00 y 19:00 hrs.

Domingo 21 y 28 de julio a las 13:00 y 18:00 hrs.

Extravagancias discretas

Lectura: 3 minutos

 

El término ménage à trois tiene un sinfín de significados; el más conocido y usado es aquél que hace referencia a un trío sexual. Para la mayoría es una fantasía recurrente donde liberan la parte más “oscura” de su sexualidad. En algunos cuantos la idea provoca asco por desajustar sistemas morales y en otros la situación pasa automáticamente al olvido para evitar la incomodidad del tema. Para muchos es permisible sólo a puerta cerrada.

En México se ha castigado al cuerpo y la sexualidad de múltiples maneras. Mediante el uso, las normas, las costumbres y los castigos el mexicano se ha puesto una armadura para inmovilizarse. Pero el verdadero conflicto se esconde detrás de este sujetador.

Nuestra cultura reduce las opciones de estilos de vida y formas de pensar. Todo el reconocimiento y la legitimación se centran en unas cuantas maneras de vivir para marginar todo lo diferente. Existen patrones probados y recomendados que, aunque a todas luces son un fiasco, toman la delantera en el campo de nuestras decisiones.

Pensar en el ménage à trois no sólo como un divertimento sexual sino como una relación estable entre tres personas pone en riesgo la estructura inculcada desde pequeños. Se ponen en duda esos estilos monopólicos que dictan las tendencias y los límites de comportamiento.

En el espíritu de la cultura mexicana se podría dar margen a expresarse del asunto como fantasía con la condición de ser en privado y sólo en ciertos sectores; se llevaría a la acción únicamente para satisfacer sexualmente a mentes curiosas pero jamás se permitiríaentender un triángulo amoroso como una opción de vida cotidiana.

Es increíble cómo este país se da sus aires de modernidad y vanguardia al presumir ciertos avances y reformas (educativas, políticas, económicas) para mejorar nuestras relaciones; se llena la boca para hablar sobre el respeto a la pluralidad cuando en la realidad nuestras guías de acción son escasas y arcaicas.

Y, en este punto, sólo hablo de las grandes ciudades del país. En comunidades más pequeñas, en los lugares no mainstreamde México, la historia es otra. Se hace una cacería de brujas para castigar a los locos que se salen fuera de la norma. Se mantienen las costumbres por voluntades asustadas ante las represalias de seguir sus verdaderos deseos.

Por eso Carmina Narro es audaz al escribir una obra de teatro que lleva por título “Ménage à trois” donde una mujer y dos hombres viven un triángulo amoroso medianamente consensuado. Cada una de las partes se sabe deseada por las otras dos.

Carmina pone el dedo en la llaga cuando convierte a sus personajes masculinos en “intelectuales”, sofisticados de pensamiento. A la mujer como alguien dispuesta a moldearse a nuevas propuestas y acuerdos a pesar de su educación convencional.Estas tres fuerzas se enfrentan en un mar de deseos y necesidades que los llevan a cuestionarse su código ético y amoroso.

Aníbal, Luca y Damianasobreracionalizan cualquier experiencia en su vida; se paralizan por divagar en escenarios hipotéticos. Sus emociones se anestesian al teorizarlas y recomponerlas en sus cabezas según les convenga. Piensan demasiado, verbalizan al extremo y permiten muy poco la acción.

El texto es brillante porque retrata una situación amorosa no convencional con las mismas fallas de esquemas tradicionales: ejercicios de manipulación ocultos detrás de un discurso amoroso; la supremacía del hombre sobre la mujer en la toma de decisiones; un machismo velado; la imposible honestidad al hablar de las emociones y sentimientos.

Los personajes caen en los mismos defectos de las convenciones sociales que ellos criticaban. Se exhibe el sentido de propiedad al entablar una relación sentimental y cómo la cultura y el lenguaje fomentan este tipo de pensamiento.

La dirección de Carmina Narro enfatiza el trabajo actoral en todo momento. El juego escénico entre Alejandro Tomassi, Fernanda Castillo y Sergio Zurita es fascinante porque en cada diálogo se siente la amenaza de que en cualquier momento podría explotar una bomba; la tensión dramática es implacable a lo largo del montaje.

“Ménage à trois” deja tatuado al espectador con frases sutiles, con situaciones cotidianas y dolorosas, con silencios incómodos. La identificación con los personajes es innegable; se siente verosimilitud con las decisiones que toman y, debido a esto, la experiencia se siente a flor de piel.

Este montaje es necesario para una sociedad como la nuestra donde poco a poco se dejan ver la fisuras de las grandes instituciones sociales como la pareja y la familia. Coloca sobre la mesa nueva formas de relación que se mantienen en lo clandestino.

Critica los grandes acuerdos sociales y deja al descubierto nuestra doble moral. Pero, sobre todo, ahonda en cómo la peor condena es mantener estos modelos caducos en nuestras cabezas y privarnos de ver otras opciones de vida, amor y, por qué no, hasta de felicidad.

 

“Ménage à trois”

Dramaturgia y dirección: Carmina Narro

Sala Chopin (Álvaro Obregón 302, esquina Oaxaca, colonia Roma)

Viernes 20:30 hrs., sábados 18:00 y 20:30 hrs., domingos 18:00 hrs.

Reloj, marca las horas

Lectura: 4 minutos

Las manecillas del reloj apuntaban el número siete. Los truenos de una tormenta y el murmullo del público se mezclaban para irrumpir el silencio de la sala. Apenas se podía percibir una silla de parque en el escenario gracias a una tímida luz que sólo iluminaba las butacas. El programa de mano tenía escrito “Todavía… siempre” como un título enigmático. Debajo de estas letras encontré el rostro de la actriz Tara Parra. En una fotografía perfecta se mostraban sus ojos vivaces e inquietos; pensé que a nadie más le iba tan bien el pelo grisáceo como a ella porque sus facciones se hacían más delicadas.

Tara Parra
Tara Parra
Tara Parra
Tara Parra

Seguí leyendo el interior. Una introducción escrita por Claudio Valdés Kuri, el director, llamó mi atención por tener palabras como “muerte”, “juventud”, “cuerpo”; frases como “sin pretensiones” y “expansión de la conciencia” sacudían mi cabeza para encontrar la relación del texto con el título de la obra; un nombre como SogyalRimpoché, finalmente, despertó mi curiosidad sobre lo que iba a ver. Rimpochéescribió “El libro tibetano de la vida y de la muerte”. En un momento de crisis, yo llegué a él para encontrar respuestas a preguntas sobre la muerte. Y en un instante hice las conexiones necesarias: muerte-juventud-cuerpo-sin pretensiones-expansión de la conciencia-Rimpoché me lleva a “Todavía… siempre”; esta obra tendría que hablar de la vida y la muerte como los dos lados de la misma moneda. Alguna vez un maestro me aseguró que todo el teatro está obsesionado con dos temas: el amor y el poder. Todas las historias, decía, llegan en el final a estos dos puntos. ¿Y la muerte? Recordé cómo las tragedias shakespearianas acaban en matanzas monumentales y sus personajes ven el fin de la vida como una especie de expiación; todo el teatro chejoviano está anclado en la idea del tiempo y su término; las escenas más memorables de la dramaturgia mexicana están ligadas a la muerte de alguien. En medio del sonido de la lluvia se dio la tercera llamada. La luz de la sala permanecía con la misma intensidad; la silla del parque continuaba en el mismo lugar. Sin esperarlo Tara Parra salía de entre las butacas para iniciar la función. Sus ojos eran más interesantes en vivo que en la fotografía. Su pelo grisáceo era fantástico. El límite entre la ficción y la realidad parecía desvanecerse. Todos los gestos y la corporalidad de la actriz eran verosímiles para crear un personaje en los últimos momentos de su vida. Con una mirada, con una pose de manos, con tan poco Tara era capaz de representar las circunstancias de esa realidad. Por momentos olvidé que estaba viendo a una actriz interpretar un papel. Tara Parra tiene muchos parecidos con la protagonista de “Todavía… siempre”: la edad, su amor al teatro, el gusto por bailar, conversar con las personas. Releí el programa de mano y descubrí cómo el espectáculo está inspirado, de cierta manera, en su vida. Pero sin importar qué tanto la actriz le presta al personaje, Tara trabaja para la escena con una sutileza extrema. Está revestida de un artefacto teatral para contar una historia que habla del miedo a la muerte. Sin solemnidad y con toda la fuerza de un alma hambrienta por vivir. Ver a esta actriz que interpreta a una actriz era fascinante. No me percaté cómo las luces seguían prendidas. Esta mujer veía a los ojos al público sin la protección de la oscuridad. La experiencia era directa, sin intermediarios. Este personaje contaba sus memorias, hacía un recuento de su vida, con la posibilidad de ver las caras de los espectadores. Junto al impecable trabajo actoral de Guillermo García Proal, un hombre ataviado de negro que tal vez representa la muerte o la vida, se establece una conversación para diseccionar la vida de esta actriz. Encuentra sus momentos más brillantes y más oscuros gracias a él y se los ofrece al público con todo su corazón. Yo siempre pugno (para eso están todas mis colaboraciones de prueba) para que el teatro sea competitivo frente a otros medios. Todavía no encuentro una experiencia más impactante como la de “Todavía.. siempre”; lo recibido en esa función no se compara en nada con lo recibido en el cine o la televisión. Ver y escuchar en vivo a Tara Parra estremeció todos mis sentidos y mis emociones. Su desplazamiento por todo el escenario con una silla de ruedas mostraba cómo el tiempo hizo estragos en el cuerpo de la protagonista, no obstante,cada palabra, cada parlamento realzaba la resistencia de su alma. La dirección de Valdés Kuri tiene como principal atractivo involucrar al público durante todo el espectáculo. Más que en cualquier otro montaje, “Todavía… siempre” depende del pulso de las personas sentadas en su butaca; ellos son el otro personaje quien da réplica a esta actriz mientras se despide de esta vida. Todos la ven agradecer, honrar y aceptar sus últimos momentos de existencia. Aplausos fuertes y generosos sellaron el fin de la función. Las manecillas del reloj ya no apuntaban al número siete; no sé cuánto duró la función pero tengo la sensación de que el tiempo corrió más rápido mientras que todo sucedía. Los ojos de Tara Parra agradecieron la calidez del público. Es verdad. Todas las obras hablan del amor y el poder. Pero estos grandes temas funcionan para amortiguar el golpe de la muerte. Ellos hacen olvidar cómo avanza el tiempo, cómo después de cada día se acerca nuestro fin. La silla del parque estaba otra vez sola en el escenario. La sala se quedaba sola. Y la voz de Tara Parra seguía en mi cabeza. La vida es esperar a la muerte con alegría, con una conciencia aguda. Miré el reloj. Ya habían pasado diez minutos. Me levanté y escuché el sonido de la lluvia. Caminar. Continuar. Avanzar. Esperar el final irremediable y dejarme sorprender por todo lo maravilloso que nunca imaginé.   “Todavía… siempre” De: Conchi León (sobre una idea original de Claudio Valdés Kuri) Dirección: Claudio Valdés Kuri Sala Xavier Villaurrutia (Centro Cultural del Bosque. Reforma y Campo Marte s/n. Metro Auditorio) Del 16 de mayo al 7 de julio Jueves y viernes 20:00 hrs., sábados 19:00 hrs., domingos 18:00 hrs. (Suspende funciones 30 de mayo)

Felinae/felis/gato

Lectura: 3 minutos

 

Cuando Andrew Lloyd Webber escribió “Cats” jamás imaginó su impacto en la historia de los  musicales. Una anécdota sencilla, como presentar una pandilla de gatos humanizados que esperan la muerte como redención, se convirtió en un espectáculo icónico con miles de seguidores en todo el mundo.

Webber nació en el underground  londinense y sus primeros trabajos tienen impresa una transgresión poco vista en su generación. Su debut en la escena con “José el soñador” y “Jesucristo Superestrella” no sólo conmocionaron por partituras entrañables sino dividieron la simpatía del público por su poco recato al abordar temas religiosos.

 

Andrew Lloyd Webber
Andrew Lloyd Webber

 

 

El éxito y prestigio del compositor se extendió a cuentagotas hasta llegar a Estados Unidos. Para la década de los ochenta, después de vivir la aceptación y desaprobación de la crítica, Webber complació a una audiencia numerosa con una historia que no hería susceptibilidades ni golpeaba la moral. La llamó “Cats”.

A partir de aquí, el compositor se montó en una avalancha de reconocimientos y ovaciones; el montaje fue uno de los más venerados en Broadway y Londres. Logró ser traducido a un considerable número de idiomas. Después de 1981, el año de su estreno, “Cats” se convirtió en un hito de los musicales por la comunión impecable de la técnica vocal y coreográfica.

Con sus gatos Webber alcanzó el punto más alto de su carrera. Le siguieron títulos como “El Fantasma de la ópera” o “Loveneverdies” que no continuaron con la originalidad y maestría de este rey midas del musical; se estancó en una serie de historias cursis, demasiado edulcoradas y poco interesantes sin ninguna atracción musical de peso.

“Cats”, dentro de la trayectoria de Webber, no sólo representa su aguda capacidad para divertir al público sino enmarca su espectáculo con mayor alma. El éxito comercial, el enorme número de representaciones y las múltiples reposiciones en varios países de esta obra confirmaron el enorme talante que tiene cada personaje, canción y secuencia musical.

En la historia del teatro muy pocas veces sucede este fenómeno. Para explicarlo no vale la pena algún argumento lógico, sólo es forzoso comentar la magia que sucede en el escenario cuando suben el telón y empiezan los primeros acordes de la obertura; cuando se expone el carisma de los personajes, los números musicales entrañables y su atmósfera irresistible.

Cuando esperaba la tercera llamada en el Teatro San Rafael para ver la reposición de “Cats” en México podía sentir como la adoración del público al espectáculo es casi como un culto. Algunos de los “fieles” habían llegado ahí porque habían visto el montaje mexicano de 1991, otros porque conocían a la perfección la partitura y unos cuantos (niños y adolescentes sobre todo) porque escucharon el fenómeno que fue en su momento.

 

Cats- El Musical
Cats- El Musical

 

El teatro estaba a reventar y, a pesar de las diversas razones por las que cada uno de los asistentes compró su boleto, las expectativas eran altas. Con la tercera llamada “Cats” demostró su enorme corazón frente a ese hervidero de deseos. Se repitió la magia y la admiración crecía con cada instante.  La generosidad del público frente al escenariose escondía detrás de los innumerables aplausos.

A nivel de estructura, es interesante ver cómo las audiencias actuales se conectan con la historia a pesar de no existir un conflicto dramático claro. Sin duda, la música desempeña una enorme labor para lograrlo; con las melodías el público se conmueve y entra en la convención sin exigencia de los ritmos acostumbrados. Cabe mencionar la pertinente adaptación de Marco Villafán para estar a la altura de nuestro lenguaje e idiosincrasia.

Para Gerardo Quroz, el productor, “Cats” es el mejor trabajo de su trayectoria. Cuenta con todos los recursos plásticos para lograr un espectáculo impactante desde la primera hasta la última escena. El trabajo de sonido es impecable; no hay fallas. La propuesta de iluminación merece un reconocimiento especial porque pocas veces se ve un diseño con una altísima complicación técnica.

El cuerpo de actores y bailarines es poderoso. Todo el trabajo corporal y vocal requiere precisión y sutileza, las cuales, se logran en cada función. La obraes un claro ejemplo del alto entrenamiento mexicano en musicales de tal naturaleza y formato.

Con este montaje se le hace justicia al trabajo de Lloyd Webber a cabalidad. La magia y el encanto se vive en cada representación. El público sale emocionado por la música. “Cats” es un éxito asegurado y tiene por delante varios meses de llenos para conmover e impactar.

 

Ideas inconclusas de Freud y James Brown

Lectura: 5 minutos

 

Cada vez que escucho “It´s a man´s, man´s, man´s world” de James Brown me parece un hecho fuera de serie de la cultura popular.

 

La voz prodigiosa del Padrino del Soul cuenta una historia donde se venera a la mujer en un tiempo donde se quería reconocer a este género con otras luces.

“Man made the cars… man made the trains… man made electric light… man made the boat for the water…” afirma Brown con una voz rota. En abril de 1966 se lanzó esta canción por la radio y acompañó la lucha estadounidense, en la casa y en las calles, de millones de mujeres para reconfigurar su posición social.

 

Ésta era una batalla de poder y perspectiva; se hizo evidente la contraposición entre las expectativas de los hombres y las mujeres sobre lo femenino. Pero no sólo se ponían en pugna los géneros, sino a todas las hijas, hermanas, esposas, novias, madres, abuelas, maestras entre sí; algunas querían seguir las viejas reglas, otras escapar a las nuevas en proceso de gestación, unas cuantas quedarse a esperar cómo se movía la corriente.

 

Brown
Brown

 

 

El hombre, al llevar siglos en el control y la ejecución de la vida social, fue capaz de introyectar en las mujeres su visión sobre ellas; con esta prerrogativa, las disputas no llevaron a las mujeres a mirarse sin el dominio de los hombres sino a la lucha contra la autoimposición de esquemas masculinos en mentes femeninas.

 

 

Brown termina la canción: “This is a man’s world. But it wouldn’t be nothing, nothing without a woman or a girl”. Años después se hicieron públicos los problemas de violencia doméstica y adicciones del cantante; le explotó en sus manos la carga cultural y repitió los esquemas de poder más crueles contra su esposa.

 

 

El Padrino del Soul escribió el tema como un piropo de un hombre bien bragado para una mujer pero, en el contexto histórico, “It´s a man´s, man´s, man´s world” es un ícono de la condición femenina y su metamorfosis en la década de los sesenta en Estados Unidos. Estoy seguro que la línea “It wouldn´t be nothing, nothing without a woman or a girl” se escuchó en una radio mexicana por el mismo tiempo.

 

 

Y aquí, en las ciudades de este país, la liberación femenina se dio con otros matices, velocidades y prioridades. Sin embargo la pugna entre mujeres generada por la autoimposición surgió con características similares. En el 2013, no sé qué tanto se haya avanzado en la quema de títulos y deseos autoimpuestos pero esta campaña aún no llega a su fin, ni ha conquistado todas las tierras que quiere conquistar.

 

 

No había encontrado un montaje mexicano tan claro en las ideas sobre la condición femenina como las encontré en “Feliz nuevo siglo, Doktor Freud”. En el texto, toda la lucha femenina por conseguir autenticidad es congruente y suficiente con nuestra realidad social. Sabina Berman, su autora, escribe un texto audaz donde desmitifica la figura de Sigmund Freud al tratar uno de sus casos más celebres, Dora.

 

 

Aquí Sigmund Freud es James Brown. La teoría psicoanalítica parece inquebrantable ante roles masculinos y modelos femeninos establecidos desde la masculinidad, hasta el análisis de una joven con problemas de sexualidad y desempeño social que Freud simboliza con el nombre de Dora. El juego dramático es extremo porque lo que está en conflicto es la visión de hombres y mujeres sobre la feminidad.

 

Freud
Freud

 

Freud
Freud

 

La infidelidad de su padre, las presiones en el cortejo masculino, la dinámica familiar y una escasa figura materna hacen que Dora entre en una crisis sobre sus deseos y necesidades. Como paciente de Freud, esta mujer emprende un viaje interior para librarse de las exigencias culturales y de los autocastigos.

 

 

La visión de Freud (su “It´s a man´s, man´s, man´s world”) se siente amenazada por los resultados de los análisis de Dora. El doctor se confronta como doctor y persona. Replantea sus objetivos como profesional y se autocastiga en un estilo idéntico como lo hace su paciente que desea escapar de un ambiente asfixiante.

 

 

El montaje de Alberto Lomnitz permite darle una profundidad exquisita a cada parlamento. Los trazos escénicos son funcionales para representar la progresión temporal y mantener tensión dramática en cada una de las escenas. Los rompimientos en comedia son efectivos porque dan tridimensionalidad a los personajes y preparan un clímax inesperado.

 

 

Con pocos elementos escenográficos el trabajo actoral luce en la voz y el cuerpo. Existe un estilo en la corporalidad que hace verosímil la última parte del siglo XIX donde surge el conflicto. El manejo del ritmo y del tempo es preciso. Se crea una atmósfera llena de significado e interés.

 

 

El texto de Berman y la dirección de Lomnitz tienen eco en las palabras de Brown. “Man made the cars… man made the trains…”. Ahora se puede escuchar en la radio “It´s a man´s, man´s, man´s world” y acompaña la lucha de las mujeres para escaparse de la autoimposición que aún no termina.

 

 

“Man made electric light…”. Tal vez Freud y Brown se parecían por su fascinación ante las mujeres y su imposibilidad de saber leerlas, comprenderlas. “This is a man´s world”. Con “Feliz nuevo siglo, Doktor Freud” se lanzan un sinfín de preguntas sin contestar: unas con respuestas timoratas y algunas cuantas con contestaciones aventuradas. Otras bien entendidas.

 

“But it wouldn´t nothing…”, cuando se cerró el telón sólo pensé en la necesidad de nuevas casas y nuevas formas; pensé en más preguntas y más preguntas: “It wouldn´t be nothing, nothing without a woman or a girl”. ¿Qué tanto se ha quemado la autoimposición? ¿Cómo el hombre se ha modificado a partir del cambio de las mujeres? ¿Cuál es lucha de la mujer en la casa y en las calles cuando se escucha “It wouldn´t be nothing, nothing without a woman or a girl”?

 

“Feliz nuevo siglo, Doktor Freud”

De: Sabina Berman

Dirección: Alberto Lomnitz

Teatro Xola Julio Prieto (Eje 4 Sur Xola 809 esq. Nicolás San Juan)

Lunes 20: 30 hrs.