La pandemia por coronavirus no es la única crisis sanitaria por la que atravesamos en este momento. Situaciones como el confinamiento, los duelos sin despedidas, la crisis económica y los problemas que viven los hospitales día a día, tienen como resultado que cada día suban un peldaño más hacia la inestabilidad de nuestra salud mental.
Viajar en Metro o Metrobús, usar el servicio de transporte público, ir al tianguis o al supermercado son ahora actividades de alto riesgo, que muchas personas en el país y el mundo dejaron de realizar por miedo a contraer el virus SARS-CoV-2.
Tenemos el caso de Pablo, que con una botella de gel, guantes, mascarilla y careta viaja en el Metro todos los días para llegar a su trabajo en la zona sur de la ciudad, pero no es lo mismo para su esposa, quien no se anima a salir de su vivienda por no contagiar a su hijo de 8 años.
El Covid-19 no es la única epidemia que atraviesa el mundo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) pronostica que en este 2020 la depresión será el segundo fenómeno psicológico que afectará a millones de personas a raíz del confinamiento y constante estrés por la crisis sanitaria.
En México, los padecimientos depresivos ocupan el cuarto lugar en complicaciones médicas. El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) señala que 29.9% de los habitantes mayores de 12 años sufren algún nivel de depresión ocasional, mientras que 12.4% los experimenta de manera frecuente.
El miedo a la enfermedad misma y al futuro incierto disparan la tasa de trastornos relacionados con la ansiedad y el estrés; las estadísticas también señalan que en China la tasa de depresión se elevó un 50%, mientras que hubo un aumento de 45% en ansiedad y 34% en insomnio. En México, la prevalencia de ansiedad y depresión aumentaron a un 32.42% y 27.26% respectivamente en lo que vamos de este medio año.
Esta preocupación constante por enfermarse puede agravar el estado de bienestar y la integridad social del ciudadano. Cada día nos exponemos a notas amarillistas repletas de calamidades que nos lleva a somatizar; la doctora Raquel Tawil, miembro de la Asociación Psicoanalítica Mexicana (APM), explica este fenómeno como una interconexión entre las emociones y el cuerpo; “si dichas emociones de angustia contenida no se transmiten de manera adecuada, estas serán manifestadas en el plano físico de nuestro cuerpo como trastornos psicosomáticos… cada día existen más casos de personas que caen en estado de pánico porque histéricamente su cuerpo imita los síntomas del virus y en realidad sólo muestra un reflejo de la angustia que siente su cuerpo”.
El Instituto de Investigaciones para el Desarrollo con Equidad (EQUIDE) elaboró un estudio sobre el deterioro de la salud mental de los mexicanos durante la fase dos de la crisis sanitaria. Entre los principales estresores de la pandemia, la ansiedad por la presencia generalizada de un virus contagioso y frustración por el aislamiento social, representan las principales fuentes de presión psicológica.
Al 28 de agosto pasado, el número de pruebas realizadas en Centros de Salud y hospitales del Gobierno de la Ciudad de México fueron de 183, 432. En sólo dos días, a la noche del 30 de agosto, la cifra aumentó a 269, 001 pruebas para la detección del coronavirus, de los cuales 63.3% de los casos dieron resultado negativo.
Aun cuando la mejor recomendación fue el aislamiento social como medida preventiva de contagio, sin duda esta acción tuvo un impacto emocional que en una primera fase se consideraban síntomas normales ante situaciones drásticas como las que estamos viviendo.
El Consejo Ciudadano informó a principios de este mes, que desde el 28 de febrero que se detectó el primer caso de Covid-19 en México, se ha apoyado a más de 4, 529 jóvenes de 18 a 25 años, siendo este el sector más vulnerable en padecer un trastorno emocional al adaptarse a la nueva normalidad. Entre los casos más recurrentes, el 33% de las llamadas corresponde al apoyo psicológico ante problemas de pareja, familiares, sensación de soledad y baja autoestima; así como consecuencias emocionales como la ansiedad o depresión ocasionados por el aislamiento.
“Hay momentos en los que no puedo más”, menciona Octavio N., joven egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México que acaba de renunciar a su empleo por miedo de exponerse y a su familia al virus. La incertidumbre de su vida y la salud de sus seres queridos le quitan el sueño, y tuvo que tomar una de las decisiones más difíciles de su vida: “Mi vida estaba como en una balanza, mantener la seguridad de mi familia o continuar con mi empleo, un trabajo que no manejaba las medidas sanitarias adecuadas y en la que me sentía en constante riesgo, no puedo arriesgar la salud de mi familia por unos pesos”.
Tedros Adhanom, director general de la OMS, considera que los efectos de la pandemia en salud mental son sumamente preocupantes: “El coronavirus es un estresante psicológico significativo, el aislamiento social, el miedo al contagio y el fallecimiento de familiares se ven agravados por la angustia que causa la pérdida de ingresos y de empleos”.
Aún es muy pronto para saber qué tan significativo será el desgaste social psicológico dentro de nuestras sociedades, pero por el momento, los augurios indican que este fenómeno afectará todas las facetas de la vida y desconocerá de sectores sociales y económicos en el mundo.