Gracias Maite por la inspiración que provocaste en nuestra conversación.
Todas las tradiciones religiosas y espirituales del mundo plantean una explicación con relación a la existencia del ser humano en el mundo. Las respuestas que proponen no son un argumento más, determinan el sentido y la dirección con la cual sus seguidores enfrentan la vida cotidiana.
De las diferentes propuestas se pueden distinguir dos grandes tendencias: una que considera la vida como un proceso de evolución y otra como un espacio de encuentro.
Entender la vida como un proceso de evolución implica considerar todas y cada una de las situaciones de la vida como una prueba a superar, como una habilidad o situación a aprender para tener oportunidad de seguir hacia un nivel superior. Esta situación supone un determinismo previo ajeno a la voluntad de la persona, pues hay algo o alguien que ha decidido que es momento de pasar al nivel correspondiente, o bien, un conocimiento previo de la persona antes de encarnarse que decide cuáles son las situaciones a dominar durante su vida.
Entender la vida como un proceso de evolución es comprender la existencia como escuelita, con la misma presión y exigencia de un programa académico. Es asumir y aceptar las más dramáticas situaciones de la vida como algo necesario o merecido, lo cual no deja de tener un cierto aspecto macabro y cruel.
Entender la vida como un proceso de evolución es pensar en un menú previamente definido con los tiempos y los platillos determinados por alguien más frente al cual la única opción en todo caso es rechazar el platillo sin que haya un sustituto que lo reemplace.
Comprender la vida como un espacio de encuentro significa abrir la propia existencia para conocer, experimentar y disfrutar cada uno de los momentos que se presentan entre el nacimiento y la muerte. Es aceptar que el devenir se construye por la combinación de múltiples causas y voluntades. Es reconocer que en la vida siempre aparecen situaciones nunca antes experimentadas, algunas de ellas adversas y complicadas. Es descubrir que siempre hay herramientas internas y condiciones externas que permiten superar cualquier evento, por difícil o dramático que sea.
Comprender la vida como un espacio de encuentro es experimentarla con la apertura, el gusto y el asombro de las vacaciones. Donde el espíritu está abierto a la novedad que proporciona lo desconocido y que se desea conocer. Es poner entre paréntesis los prejuicios y acudir a la flexibilidad para adaptarse a cualquier situación que se presente. Es aceptar las contrariedades de la vida con la disposición de encontrarle el mejor ángulo e impedir que rompa la paz y la armonía interna.
Comprender la vida como un espacio de encuentro es pensar en un bufet lleno de platillos, entre los cuales escoger. Es afinar la capacidad de elección para no confundirse con la impresión que da la vista o el primer acercamiento y desarrollar mejores criterios de elección. Es perfeccionar la capacidad de mirar lo más posible antes de elegir para medir el mayor número de variables y evitar decepciones o sorpresas desagradables.
Sea como escuelita o de vacaciones, lo importante es descubrir cuál es la más conveniente para cada quien, en cuál puede desarrollar mejor sus potencialidades, cuál le hace más feliz y mejor persona, con cuál deja un mundo mejor.
También te puede interesar: Hablar de Dios sin hablar de Dios.