desinformación

Una Oración

Lectura: 3 minutos

De repente, el enojo ante la imbecilidad es completo y a la veces inútil. ¿Qué hacer ante lo dicho por el obispo de Ciudad Victoria, Tamaulipas, de que usar cubrebocas es no tener confianza en Dios?

Como siempre se acostumbra aquí, empezaremos por el principio. Hoy es menos fácil.

Pero aquí va: los lectores, si los hay, deben saber que el escribidor se declara creyente.

¡Vamos! Creyente, bautizado y por lo tanto miembro de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, desde que más o menos nació y de la que nunca ha renegado.

Eso sí, pecador un poco más allá de lo estándar. Tampoco se trata de presumir.

El escribidor debe decir también que tuvo y tiene amigos curas, que ha creído en sus enseñanzas y en las indicaciones de algunos obispos. E ignora si recibirá su absolución. Confía en que sí. No dice nombres para no comprometerlos, nada más por ello. Ellos no tienen la culpa, de ninguna manera.

No es ésta la primera ocasión en que está en contra de lo que dicen algún jerarca de su Iglesia ni será la última.

Confía en el perdón de los pecados y, por supuesto, en el perdón de las equivocaciones, que son de menor calaña.

Obispo Antonio González Sánchez
Obispo Antonio González Sánchez (Fotografía: Diócesis de Victoria).

Hace algunas semanas murió de Covid alguien quien fue conocido de muchos años. La misa de su muerte fue transmitida vía internet, y la escuchó y la vio con el respeto correspondiente en los momentos últimos. Le sorprendió, contra lo que creía, ver el féretro envuelto en un plástico como el de las maletas cubiertas así en los aeropuertos para evitar que les introduzcan drogas u otras cosas.       

La sorpresa fue para bien por los protocolos de sanidad, pero nada comparable, para mal, con la declaración de hace unos días de Antonio González Sánchez, obispo de  Ciudad Victoria, Tamaulipas, quien afirmó que usar cubrebocas para combatir al coronavirus “es no confiar en Dios”.

Arriba el escribidor confesaba su creencia religiosa. No va a renegar de ella, a pesar de la jerarquía eclesiástica.

Hace muchos años los viejos de la comarca enseñaron al escribidor que Dios ayuda a los que por sí mismos se ayudan; que Dios tiene muchos problemas en el universo y está muy ocupado resolviéndolos y, por lo tanto, no tenemos por qué exigirle la resolución de nuestros problemas personales, sino que muchas veces es necesario echarle una mano… sin blasfemia alguna.

Hoy, está seguro de que Dios anda muy ocupado con la pandemia. Debe andar ayudando a quienes buscan las vacunas y los medicamentos para la curación del Covid, y con los médicos, enfermeras y personal sanitario de todo el mundo que se rompen su madre para salvar vidas y muchos otros más que andan en las mismas.

Entonces, con humildad propongo que le echemos una mano: usemos cubrebocas, gel antibacterial; lavémonos las manos, guardemos la sana distancia, quedémonos en casa y no hagamos caso a las tonterías de un quien se dice represente de Dios en la tierra o cuando menos en Ciudad Victoria.

Y también el escribidor le pide a Dios que no reconozca a esos que se asumen como sus voceros, como el obispo Antonio González Sánchez, quienes lo exponen al escarnio público.

Fieles, por favor, usen cubrebocas. Dios se los agradecerá. En serio. La fe salva, pero el fanatismo mata.


También te puede interesar: El secreto.

El efecto boomerang de las fake news

Lectura: 3 minutos

Hace 10 días vivimos en la Ciudad de México, un ejemplo del poderoso efecto manipulador de las llamadas fake news y su riesgo de convertirse en boomerang. 

Además de desestabilizar gobiernos, generar confusión, movilizaciones, animadversiones y, en general, deforman la percepción de la realidad, pueden regresársele al emisor como dardos envenenados.   

El caso al que me refiero es la truculenta campaña negra desdoblada por grupos de ultraderecha para empujar, con fines estrictamente políticos, a sus favoritos para contender por la alcaldía Miguel Hidalgo en 2021, al tiempo de debilitar al gobierno de la capital.

Todo empezó la tarde noche del sábado, cuando se dio a conocer el hallazgo en el perímetro de la alcaldía Tlalpan, los cuerpos de los empresarios Baptiste Jacques Daniel Lormand y Luis Orozco

El primero, de origen franco mexicano, era vecino de Miguel Hidalgo y tenía restaurantes en la zona de Polanco, el segundo era su socio y vivía en el Estado de México.     

Dos horas después tras difundirse la cruenta noticia en los medios, como camino de pólvora, empezó a circular la fake new, primero vía WhatsApp, la más común de las redes. 

noticias falsas
Imagen: Integridad Ciudadana.

Los perpetradores del mensaje, para darle credibilidad a su producto, utilizaron un link del portal de noticias López-Dóriga que daba cuenta imparcial del suceso, condenable por tratarse de la pérdida de vidas humanas. 

Así, se inducía a la lectura del mensaje y empezó a circular en los smartphones de los vecinos de Polanco y las Lomas de Chapultepec, al filo de las 18 horas del sábado 28 de noviembre.   

Para magnificar sus efectos maquiavélicos, sobrescribieron este título: “Empresario restaurantero francés es secuestrado en Polanco…”, el dato inventado sembró la narrativa ideal para golpear a los opositores y generar confusión.

El texto pregonaba otros datos falsos para enardecer más a la audiencia: que el móvil del crimen fue “cobro de derecho de piso en Polanco”, y que “fueron secuestrados y asesinados en esa colonia los dos empresarios” y llevados a Tlalpan.

Con la trama a modo y la mecha encendida, se cumplió el objetivo de politizar, magnificar y usufructuar el crimen. 

Siguieron mensajes en Facebook y Twitter posteados con la narrativa de la fake new por influencers, empresarios, bots, políticos de derecha: todos manifestaban estar “hartos e “indignados por el “cobro de derecho de piso en Polanco” y el asesinato de ambos empresarios por esa causa.  

Transformada la ficción en realidad, los mensajes en redes sociales de las mismas cuentas de “los indignados”, convocaron a una marcha en calles de Polanco, para exigir “erradicar el derecho de piso” en esa colonia.  

A esa manifestación, convocada y realizada en menos de 48 horas, acudieron vecinos manipulados, pero también se vio a beneficiarios de la falsa noticia, las concejales de la alcaldía Miguel Hidalgo, del PRI y del PAN, junto al diputado local, Mauricio Tabe, obsesionado por contender en 2021 por esa demarcación. 

redes sociales, fakenews
Imagen: Confilegal.

Al mismo tiempo, un diario impreso de visión de “derecha política”, publicaba supuestas entrevistas a empresarios fantasma, pues en todas “omitieron el nombre del declarante y el de su negocio”, quienes “aseguraban haber recibido llamadas de intento de extorsión, nunca consumado”, reconocían en relación con el cobro de cuotas. El antiperiodismo convertido en noticia de portada.   

La investigación de la autoridad del gobierno de la ciudad, con evidencias de videos y declaraciones de la propia jefa de gobierno, desmoronaron la narrativa inventada de la extorsión, secuestro y asesinato en Polanco. 

Desnudada la trama, los detractores agacharon la cabeza y desaparecieron casi todas sus huellas rastreables en la Internet, aunque quedaron las imperdibles evidencias del medio impreso.   

Hoy, nadie se sorprende de las fake news deslizadas por políticos de todas las corrientes ideológicas con fines proselitistas. Pero cuando son tan deshonestas y lucran hasta con la vida humana, desnudan la inmoralidad de quienes las elucubran y socializan.

Sucedió lo esperado: las fake news actuaron como boomerang.  Devolvieron el golpe a los detractores.

Como promotor del bienestar me preocupo por esta situación. Nuestras redes sociales y su pulcritud en atender con honradez las necesidades de todos quienes participamos en ellas, es la esencia misma de su solidez y confiablidad. Las fake news incitan a ir perdiendo confiabilidad en las herramientas actuales más utilizadas a nivel global hacia lograr el futuro sano del contenido de nuestra comunicación digital.


También te puede interesar: Una historia que indigna.

Viviendo en los márgenes. El trabajo de las organizaciones sociales en México

Lectura: 4 minutos

“Aquí muy poca es la gente que tiene información sobre la pandemia. Muy poco, ¿por qué? pues porque no todos tenemos la posibilidad de tener un teléfono, una tele. Y de verdad pues sí, en muchas familias están así como que: ‘si existe o no existe’. Cuando uno pregunta pues se le da la poca información que se adquiere en la red. Y a veces pues en las redes sociales son muy confusas las informaciones. (…) En cuanto al gobierno, pues el gobierno su labor debería de ser venir a vocear a las comunidades, informar a las comunidades de todo el proceso que lleva la pandemia. Pero, prácticamente sus informaciones sólo las tienen en el municipio, me imagino, pero en las comunidades, en las agencias más retiradas pues no se ve nada de ellos”.
(Entrevista, agosto, 2020).

Éste es el testimonio de una mujer que, como muchas tantas, vive en alguna de las serranías del país; en ese “México profundo” donde las fuentes de información tienen poca calidad o donde lo que reina es la desinformación. Ya sabemos que nuestro país se caracteriza por tener una geografía sociopolítica y económica donde hay vastas regiones, no sólo rurales, también urbanas, marginadas de servicios e infraestructura pública, lo cual entorpece la comunicación, la creación de capacidades y, ya no digamos, la formación de gobiernos y ciudadanías informadas y responsables, cuya acción e interacción pública esté orientada a garantizar el bien común.

Sociedades marginadas
Imagen: México Nueva Era.

En esta columna quisiera hacer una reflexión general sobre los retos que tenemos como sociedad, frente a situaciones de desinformación y falta de información, las cuales agravan problemas como el que actualmente estamos viviendo con la pandemia. ¿Qué se espera que hagan las poblaciones alejadas, marginadas, para cuidar su salud, si no cuentan con las mínimas condiciones de información? En una geografía con tales características los relatos que desinforman, que dan soluciones poco probadas, que generan alarma, o que minimizan (o niegan) el problema, no ayudan a enfrentar la crisis sanitaria que enfrentamos.

Eso tal vez explique que, en nuestro país, al igual que otros tantos con características sociales, políticas y económicas similares (con grandes índices de marginación y bajo desarrollo humano) y en contraste con otros países con economías más sólidas, las cifras de contagios y defunciones por Covid-19 no han variado mucho desde el inicio de la emergencia sanitaria. Nos mantenemos en cifras rojas, aunque eufemísticamente se nos dice que pasamos a semáforo naranja. La gente sigue contagiándose, la gente sigue muriendo, la gente continúa saliendo de sus casas por desinformación, por mala calidad de la información o porque necesita hacerlo -simplemente porque muchos no se pueden dar el “lujo” de no trabajar–.

Frente a ello es importante crear alternativas organizativas desde la ciudadanía. Porque las lógicas gubernamentales difícilmente van a cambiar si no hay un impulso externo que las pueda sacar de la inercia que las mueve desde hace muchas décadas. En México existen pocas Organizaciones de la Sociedad Civil (OSC), en 2018 apenas había 40 mil registradas en la base de datos de la extinta Secretaría de Desarrollo Social; y si bien son muy diversas –por lo que difícilmente podemos generalizar su labor–, existen múltiples casos exitosos desde donde se ha promovido el desarrollo de proyectos productivos, la lucha por los derechos humanos, la igualdad de género, la justicia social, la formación de ciudadanías activas, la democratización político-electoral, el fomento de gobiernos responsables o la transparencia en la información pública. Las acciones de estas OSC muchas veces se anclan en aquellas regiones marginadas donde, como lo muestra la cita inicial de esta columna, las condiciones de vida se dificultan en situaciones excepcionales como la que vivimos desde hace ya ocho meses y, la cual, parece que va a continuar varios meses más.

regiones marginadas
Imagen: Otras Voces.

Aquí quisiera mencionar, a manera de ejemplo, el quehacer de una OSC que trabaja en regiones marginadas con población indígena y, desde hace diez años, ha impulsado proyectos de desarrollo comunitario para mejorar las condiciones de vida de las familias, así como fomentar ciudadanías activas. En particular, entre 2017 y 2018, impulsaron una escuela municipal para formar líderes, hombres y mujeres, que ayudaran a potenciar el desarrollo desde las necesidades y condiciones de las propias comunidades. Uno de los resultados de ese ejercicio está impactando ahora positivamente entre la gente que habita en esa geografía marginada. En palabras de un hombre:

“Con la experiencia de la escuela, lo que vi y aprendí, ahorita puedo comunicar más con la gente, en algo que la gente me pregunte. Lo que está pasando en cuestión de la pandemia, por ejemplo, si no tuviéramos ese conocimiento y si no supiéramos también que nosotros tenemos que buscar información y ver lo que realmente está pasando porque hay muchos comentarios, muchos rumores por lo que está pasando y hay gente que sigue en no creer lo que está pasando. Además, pues a nuestros gobiernos no les interesa, no están difundiendo esta información de lo que está pasando; entonces nosotros, en mi experiencia, lo que yo he investigado y lo que yo he estado viendo de la pandemia pues es lo que yo comunico. Y he estado haciendo algunas acciones, por ejemplo, hacer los letreros para que la gente se quede en casa y ver la manera de buscar más información”.
(Entrevista, agosto, 2020).

Este caso nos muestra que el trabajo desde la sociedad civil organizada puede gestar cambios mediante la construcción de capacidades entre la población más desfavorecida a fin de que sean ellos mismos agentes del cambio en sus propias comunidades. Ésta es la esencia del trabajo de muchas organizaciones: sembrar la semilla del cambio en los grupos sociales. A veces esa semilla cae en terreno fértil y crece, a veces no. Pero, lo importante es que las organizaciones sigan haciendo este trabajo para contribuir a generar bien común en aquellas poblaciones que siguen viviendo al margen.


También te puede interesar: Desde una nueva mentalidad económica. Ideas para reflexionar después de la pandemia.

Esto no es lo que parece

Lectura: 5 minutos

Atrapados por la “infodemia” –este término que ahora se utiliza para definir el exceso de información, no siempre útil, sobre un tema específico–, surgió hace unos días una medición sobre la forma en que percibimos la realidad y si ésta es congruente con los hechos que ocurren. El nombre del estudio, conducido por la empresa Ipsos, es peculiar: “Los peligros de la percepción”. Desde 2012 miden la coincidencia entre lo que realmente sucede, contra lo que interpreta una muestra de la población –200 mil personas– en más de 40 países.

Este estudio refleja las ideas que los encuestados tienen acerca de temas tan cruciales como el cambio climático, el número de migrantes en sus naciones, causas de fallecimientos más comunes, la sobrepoblación en las prisiones, entre otros tópicos de interés.

Esta prueba de esfuerzo a la “sabiduría convencional” que nos hace opinar de muchas cosas, aunque no tengamos suficiente información o datos confiables al respecto, exhibe el origen de nuestras decisiones a través de presunciones que no siempre están apegadas a la verdad, no sólo de las cifras, sino de la realidad cotidiana.

Es, por definirlo de alguna manera, la forma en que decidimos interpretar lo que nos sucede, la manera en que nos convencemos de esa imagen y cómo tomamos decisiones con base en lo que parece que es.

infodemia e informacion
Imagen: César Mejía

Por lo tanto, si recientemente hemos visto a alguien con un cubrebocas mal puesto o de plano sin uno, hemos leído en redes sociales teorías diversas sobre todo tipo de conspiraciones –la última el descubrimiento de reliquias mayas que comprobaban la existencia de vida extraterrestre–, o conocemos a una persona que asegura el peligro que hay en ponerse una vacuna, entonces hablamos de lo que explica este análisis.

Este año, el indicador de “percepción errónea” abarcó cuestionarios en 32 naciones y versó sobre las causas de mortalidad que existen y las que la gente cree que existen; un asunto muy relevante en un difícil año como éste.

Saber qué piensa la gente sobre casi cualquier cosa permite entender las razones por las cuales se preocupa de algunos temas y no de otros, por qué rechaza o adopta soluciones o los motivos que provocan una reacción tardía o una respuesta rápida y comprometida.

Son esos datos, que se transforman en ideas, que cambian hasta hacerse verdades y convertirse en costumbres, los que permiten mover a amplios sectores de la población para, por ejemplo, guardar una cuarentena ante un virus desconocido, altamente contagioso y con una tasa de letalidad relevante. ¿Suena conocido?

Si la mayoría comparte o rechaza, con base en esa certeza general, una conducta o un hábito, será mucho más sencillo corregir o fomentar cambios que permitan resolver problemas como la contaminación, el uso de combustibles fósiles, el lavado de manos, el uso de gel antibacterial o la prohibición de fumar en lugares cerrados.

infodemia y salud en mexico
Imagen: El País.

De regreso al estudio de Ipsos, las enfermedades del corazón y el cáncer son las dos causas por las que se pierden más vidas al año en los países encuestados, seguido de los desórdenes neuronales, la neumonía y las enfermedades respiratorias crónicas. La diabetes y las afecciones renales continúan en la lista, así como los padecimientos digestivos, accidentes como ahogarse y las lesiones en el transporte.

A pesar de que, en promedio, las dos primeras causas representan alrededor de la mitad de los fallecimientos en esos países, sus poblaciones las desestiman casi en la misma proporción, mientras que sobreestiman el riesgo de morir por lesiones, terrorismo, violencia y adicciones.

Estoy seguro que el estudio no significa que hay razones menos importantes que otras, simplemente que la realidad y los números señalan que existe un riesgo enorme de morir por una falta de cuidado de nuestro corazón o por algún tipo de cáncer, antes de por un accidente o abuso de sustancias, en promedio.

Esta subestimación generalizada podría coincidir con nuestros hábitos alimenticios, nuestra tendencia al sedentarismo y hasta la manera en que pensamos que nos relajamos, dormimos y descansamos. No por nada, México pelea los primeros lugares mundiales de obesidad, falta de ejercicio y consumo de calorías por habitante.

En un rango de 15 a 49 años, el cáncer es la primera causa de muerte, seguido de enfermedades del corazón y del suicidio. No obstante, la mayoría de los encuestados no relacionan a ese segmento de edades con esos padecimientos y se preocupa mucho más por la pérdida de vidas que resulta de la violencia, el VIH o una sobredosis de alguna droga –que en el caso de México no es menor en lo que toca a los homicidios o al uso de algún estupefaciente–.

salud en mexico
Ilustración: Cecilia Martínez.

Esta percepción hace, por increíble que se lea, que las personas no consideren alarmante el número de decesos anuales por cáncer y por afecciones cardiacas, lo que en sí se traduce en una sociedad que no ve ambas causas y por ello no toma medidas comunitarias para corregirlas.

Empatar la percepción que tenemos sobre nuestros problemas, con la realidad de los mismos, es indispensable para corregir y mejorar. No hacerlo es vivir con una venda en los ojos y tapones en los oídos.

En el ranking, México ocupa los lugares de media tabla –sitio 16 de 32 en general– y el denominador común de esa desinformación nace en lo que vemos diariamente en los medios de comunicación y en las redes sociales, lo que nos conduce a llegar a conclusiones que coinciden con nuestras propias explicaciones sobre las principales causas de decesos en nuestro país.

Aunque hay ciertos consensos en nuestra percepción, que se moldea de la información que recibimos todo el tiempo, quienes sufren de una enfermedad o pierden a un ser querido por suicidio, son menos propensos a especular o a suponer sobre el lugar que ocupan en las causas que provocan una muerte. Es decir, tenemos una opinión, más o menos general que coincide con la de la mayoría, hasta que sufrimos en carne propia algún padecimiento o tragedia, ahí hacemos tristemente conexión con la dura realidad.

Ahora que nos enfrentamos a vivir en medio de la pandemia, a la espera de una vacuna, y con un mar de datos parciales, cifras puestas en duda y una desconfianza abierta hacia muchas instituciones, vale la pena estudiar, reflexionar, analizar y pensar en la información que nos llega y en la que compartimos. Todos tenemos derecho a emitir nuestra opinión, es la base de la libertad de expresión, pero no sin antes investigar un poco, documentarnos lo más que podamos, y teniendo la certeza de que estamos haciendo lo necesario para ayudar a mejorar a la sociedad a la que pertenecemos. De lo contrario viviremos siempre de espejismo en espejismo.

¿Cuántos de nuestros líderes y políticos harían lo mismo?


También te puede interesar: Y ahora qué sigue para México.