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Epidemia y Pandemia

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Vivimos en estos tiempos en el mundo (y nuestro país desgraciadamente no es la excepción) momentos difíciles debido al COVID 19 (SARS-CoV-2) que ha provocado estragos de proporciones inusitadas en los más diversos ámbitos, no sólo en el de la salud pública, sino en el económico, político y en la dimensión cotidiana de todas las personas.

Acontecimientos epidémicos y pandémicos como el que hoy por hoy nos aquejan globalmente han sido una constante en la evolución de la humanidad, hechos que en ocasiones ocurren con una frecuencia para algunos, hasta apocalíptica. (En efecto, hay quien ha hecho notar, pre-científicamente, que las pandemias suelen ocurrir más o menos, cada cien años). Pensemos, por ejemplo, en la peste negra que asoló a Europa entre 1347 y 1353, la epidemia más mortífera, quizá, de la que se tenga noticia, y que se calcula ocasionó la muerte por lo menos de 75 millones de personas, sólo en el continente europeo.

En el caso de México, las epidemias han estado presentes, y muy singularmente tras el contacto con los europeos, hecho explicable por ser los extranjeros portadores de patógenos para los que los naturales de estas latitudes carecían de inmunidad o defensa. Estas enfermedades las llamaban en náhuatl cocoliztli, que significa “enfermedad”, o “pestilencia”. Huey cocoliztli sería, así: “gran enfermedad”.

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Enfermos de viruelas Códice Telleriano-Remensis (BNF, Ms. Mexicain 385), f. 45v (detalle).

Una “gran enfermedad” como ésta tuvo lugar en plena conquista de México. Pánfilo de Narváez, quien venía desde Cuba para someter a Hernán Cortés, traía entre sus huestes a un negro de nombre Francisco Eguía. Sometidas, a la postre, las fuerzas de Narváez, Eguía pasaría al lado de Cortés. Pero Eguía era portador de la viruela negra, así que él la esparciría por primera vez en tierras continentales. Bernal Díaz del Castillo, refiere el hecho en el capítulo CXXIV de su Historia verdadera de la Conquista de la Nueva España.

Incluso después de la derrota infligida por los mexicas a Cortés y sus tropas, cuando éstos escapaban de Tenochtitlan, la célebre Noche Triste del 30 de junio de 1520, la viruela se había esparcido ominosamente, lo que bien refiere el cap. 29 del libro 12 del Códice florentino, es obra que hoy conocemos como Historia general de las cosas de la nueva España, debida a Fray Bernardino de Sahagún y sus colaboradores indígenas. Ahí se consigna esta huey cocoliztli, totomonaliztli, “gran peste, enfermedad general” y los estragos que causó. Aquí un célebre pasaje de aquella crónica, en la versión del náhuatl de Ángel Ma. Garibay:

Una enfermedad general. Comenzó en Tepeílhuitl. Sobre nosotros se extendió: gran destruidora de gente. Algunos bien los cubrió, por todas partes (de su cuerpo) se extendió. En la cara, en la cabeza, en el pecho, etcétera. Era muy destructora enfermedad. Muchas gentes murieron de ella. Ya nadie podía andar, no más estaban acostados, tendidos en su cama. No podía nadie moverse, no podía volver el cuello, no podía hacer movimientos de cuerpo; no podía acostarse cara abajo, ni acostarse sobre la espalda, ni moverse de un lado a otro. Y cuando se movían algo, daban de gritos. (Códice florentino, XII, 29 en: Visión de los vencidos [1989]: 201).

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Códice Telleriano-Remensis (BNF, Ms. Mexicain 385), f. 44v.

Epidemias como ésta continuarían asolando a la población indígena de la ulteriormente denominada Nueva España, como el célebre cocoliztli de 1544-1545, de cuya consecuente mortandad da cuenta el códice mencionado en su f. 46v. La glosa del comentarista español sólo acertó a describir el dibujo como: “vuo vna gran mortandad entre los yndios [sic]”.

Pero este tipo de epidemias no sólo causaban estragos entre los indígenas; también entre toda la población. Baste recordar la tristemente célebre epidemia de matlazáhuatl (que aparentemente se trató de tifus), la cual se abatió sobre la Nueva España entre 1736 y 1739. El escritor novohispano Cayetano de Cabrera y Quintero le dedica su vasta obra Escudo de Armas de México (1746).

La enfermedad se originó en un obraje de lo que hoy es Tacuba, expandiéndose de tal manera que narra el cronista que “ardían à los últimos meses del año, primeros de la plaga, el Real, y demas Hospitales de México; y se abrasaban en enfermos en que herbian unos, y otros. [sic]” (Cabrera y Quintero, Escudo de Armas [1746]p. 37).

tablon virreinal

Ni santos ni distintas advocaciones de la Virgen María a quienes se invocó buscando el remedio de esta epidemia, logró conjurarla. Toda la población de la ciudad de México se encomendó especialmente a la Virgen de Guadalupe como a su escudo de protección. Este hecho derivó en que a la Guadalupana se la jurase patrona principal de la ciudad de México, en 1737. Y ese entusiasmo y empuje propiciaría que fuese luego proclamada, en 1754, patrona de toda la Nueva España.

Es decir, un hecho fundacional y genuinamente identitario como lo fue esta jura (un hecho histórico 55 años anterior a que en estas tierras se hablase de independencia), tuvo lugar debido… ¡a una epidemia! Ojalá que esta pandemia que ha ocasionado el exagerado fallecimiento oficialmente de más de 76,000 mexicanos, la pérdida de millones de empleos y el cierre y quiebra de miles de negocios, logre un rasgo de identidad para realizar con imaginación el esfuerzo necesario para trabajar por un destino común.


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Sindemia inminente: Covid-19+influenza

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El término sindemia comienza a escucharse con más frecuencia en el día a día, no es un suceso nuevo ya que ha ocurrido en diversas ocasiones a lo largo de la historia de la humanidad.

La teoría de las sindemias la define como: “Cuando dos o más epidemias coexisten en contextos temporales o geográficos particulares debido a condiciones sociales nocivas”;1 o una sinergia de las epidemias, porque co-ocurren en el tiempo y el lugar, interactúan entre sí para producir secuelas complejas y comparten impulsores sociales subyacentes comunes,2 por ejemplo, las epidemias de VIH y tuberculosis,1 y actualmente la sindemia mundial de obesidad, desnutrición y cambio climático.2

¿Viviremos una sindemia en los próximos meses? Sí, sin duda.

 ¿Qué epidemias tendremos? Seguiremos con la evolución de la pandemia de COVID-19 y además la epidemia anual de influenza estacional en el hemisferio norte.  

sindemia global
Imagen: El Periódico.

Entre estas dos enfermedades respiratorias, sus similitudes y diferencias son considerables. Podemos comenzar citando el gran reto que supone el diagnóstico diferencial derivado de los síntomas que presentan ambas enfermedades. Si bien la COVID-19 nos tiene ante la expectativa de encontrar una vacuna y tratamiento, la influenza cuenta con tratamientos y vacunas efectivas; y ambas convergen sobre las ventajas que trae el diagnóstico y atención temprana, por su mejor pronóstico.

En el caso de influenza, aunque contamos con una vacuna, no cabe duda de que veremos la enfermedad debido a dos factores fundamentales, la resistencia a vacunarse y la producción limitada. No podremos cubrir a todas las personas como lo recomienda la Asociación Mexicana de Vacunología3 y el CDC de Estados Unidos.4

La ONU y la OMS advierten que la demanda de vacunas contra la influenza entre los países del hemisferio norte, ante la llegada de la temporada de invierno, es mayor a la producción. También nos informa que, afortunadamente, este año ha habido “mínimos históricos” de la influenza en el hemisferio sur, atribuyéndolos a las medidas de protección del COVID-19.5 Ante tal panorama, surge la siguiente pregunta: ¿qué pasará en los países hemisferio norte?

sindemia en el mundo
Imagen: Observatorio Regional de Tuberculosis de las Américas.

La sindemia es inminente, pero no podemos dimensionar su gravedad. Por ejemplo, en México el gobierno federal informó que se adquirieron 35.3 millones de vacunas de influenza6 que se aplicarán a nivel público, y tendremos menos de 300 mil a nivel privado. Con el objetivo del gobierno de vacunar únicamente a poblaciones vulnerables y bajo el supuesto de lograr que se apliquen todas las vacunas, sólo el 29% (de un total de 127.2 millones de personas)7 estaría inmunizada contra influenza, lo cual da como resultado a 89 millones de personas, aproximadamente, que serían susceptibles a esta enfermedad.

Teniendo presentes estos datos, debemos de estar preparados para atender ambas enfermedades en todos los grupos de edad. Por ello, tenemos que darles la capacidad a los trabajadores de la salud de diferenciar esas y otras enfermedades, por medio de procesos de capacitación efectivos, brindándoles el equipamiento tecnológico necesario para poder salvar vidas y evitar gastos innecesarios.

covid-19, vacuna
Imagen: The New York Times.

Sabemos que las interacciones entre epidemias amplifican la carga de la enfermedad y que los planificadores de salud pública pueden (o no) intervenir de manera efectiva para mitigar esta carga. Sólo nos queda esperar a que, en esta ocasión, se maneje de manera efectiva con estrategias y acciones de salud pública que estén sustentadas en la ciencia y en la evidencia para evitar un mayor número de muertes.

No podemos olvidar que todos somos responsables de nuestra salud y la de las personas cercanas. Con acciones simples, pero contundentes, como vacunarnos, usar cubrebocas, realizar las medidas de higiene y acudir a recibir atención médica temprana, podemos hacer que esta sindemia tenga un menor impacto que el pronosticado.


Referencias:
Tsai, A.C., Mendenhall, E., Trostle, J.A., Kawachi, I., “Co-occurring epidemics, syndemics, and population health”. The Lancet. 2017;389 (10072): 978.982.

Swinburn, B.A., Kraak, V.I., Allender, S., Atkins, V.J., Baker, P.I., Bogard, J.R., et al. “The Global Syndemic of Obesity, Undernutrition, and Climate Change: The Lancet Commission report”. The Lancet. 2019; 393 (10173), 791-846.

Alianza por la Vacunación. Influenza: Vacuna. [Internet]. [Consultado el 27 Sep 2020]. Disponible en: https://vacunacion.org/influenza-vacuna.html

CDC. Quién necesita la vacuna contra la influenza y cuándo. [Internet]. [Consultado el 27 Sep. 2020]. Disponible en: https://espanol.cdc.gov/flu/prevent/vaccinations.htm

Noticias ONU. La OMS alerta de una posible escasez mundial de vacunas contra la gripe. [Internet]. [Consultado el 27 Sep. 2020]. Disponible en: https://news.un.org/es/story/2020/09/1481302

Rodríguez Calva, P. “Vacuna contra la influenza está lista: López-Gatell”. Excelsior 31/08/2020 22:08. [Internet]. [Consultado el 27 Sep. 2020]. Disponible en: https://www.excelsior.com.mx/nacional/vacuna-contra-la-influenza-esta-lista-lopez-gatell/1403060

CONAPO. Proyecciones de la Población de México y de las Entidades Federativas, 2016-2050. [Internet]. [Consultado el 27 Sep. 2020]. Disponible en: https://datos.gob.mx/busca/dataset/proyecciones-de-la-poblacion-de-mexico-y-de-las-entidades-federativas-2016-2050


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La peste

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Entre febrero y julio de 1348, Eduardo III celebró su victoria contra los franceses y la toma de Calais con torneos de caballería a lo largo y ancho de Inglaterra. La realeza competía para deslumbrarse entre sí e impresionar a la gleba que se desgañitaba de admiración y aullaba de placer por las viandas, las bebidas y el desfile de atuendos a cuál más espectacular. Un cronista de la época describió ajuares confeccionados con tres kilos y medio de oro de Chipre, tres kilos de seda escarlata y tres mil laminillas de oro.

Como consignó un cronista a propósito de festejos semejantes, “avia dentro tanta abundancia de coetes y fuego que no pareçía realmente sino fuerça que la entravan los enemigos, tan grandes eran los truenos y tan espesos los coetes que subían por el aire con grandísimo estruendo de atanbores y tronpetas en toda aquella plaça”.

Unos meses después, en abril de 1349, más de la mitad de los miles que se habían congregado para glorificar las proezas militares del Rey, yacían en fosas comunes o desbordaban los cementerios, mientras que multitudes abarrotaban los templos y nutrían las procesiones que rogaban la clemencia y protección del Altísimo ante la guadaña de la peste que arrasaba al país sin distingo de edad, sexo o clase social.

 Las verbenas imperiales fueron el caldo de contagio de la pandemia bautizada “muerte negra”, lo mismo que las turbas en los santuarios y en las peregrinaciones. Las pulgas portadoras de la bacteria tomada de ratas probablemente infectadas en Asia y transportadas en barcos a Europa en 1347, no tenían que brincar lejos para saciar su hambre y propagar la plaga.

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Ilustración: Leonard Dupon.

Eduardo III probablemente sabía de la peste que ya entonces asolaba a Italia. El arzobispo de Canterbury alertó a los curatos sobre “la pestilencia e infección que amenazan al mundo”. Pero ni el monarca ni su corte ni la alta clerecía iban a tener el mal gusto de privar al populacho de su pan y circo.

La alucinante jornada de hace setecientos años que describe el historiador Richard Barber, es sólo uno de cientos de episodios letales que ha capeado nuestra especie desde su aparición en la tierra.

Justiniano vio descompuesto su imperio por la pandemia del 541. Los conquistadores trajeron consigo enfermedades que diezmaron a las poblaciones del Nuevo Mundo.

En su Decamerón, Bocaccio describió escenas de la peste: “Cuando todas las sepulturas quedaron llenas, se excavaron enormes fosas alrededor de las iglesias en donde los muertos eran colocados por cientos como si se almacenaran en la sentina de un barco, unos sobre otros”. Y, nos dice el sienés Agnolo di Tura, “tantos murieron que todos creían llegado el fin del mundo”.

En 1606 la peste azotó de nuevo a Inglaterra. En Londres, los moribundos eran acuartelados con sus familias y se expidió un decreto para cerrar los teatros, los burdeles y los corrales de peleas de osos. Shakespeare escribió sonetos sobre la plaga.

ilustracion de la peste
Ilustración medieval sobre la peste negra.

Además de las guerras y de los abismos económicos, incontables olas de enfermedad han amenazado a la humanidad a lo largo de la historia. A principios del siglo pasado, “El jinete pálido”, la gripe española, cobró alrededor de 100 millones de vidas, la mayor matanza desde la peste negra del medievo y cambió la historia del mundo. En nuestros días el Ébola, el SARS, el SIDA, el H1N1 y el COVID-19, entre otras pandemias, son espadas sobre el cuello del hombre y cambiaron la sociedad de formas que apenas comenzamos a comprender.

Espanto, miedo, terror, desolación, desesperanza… los adjetivos son tantos como las amenazas. Pero lo cierto es que hay un patrón en estos capítulos: siempre los hemos sobrevivido, pero nunca hemos salido iguales: a la plaga siempre ha seguido el peligro mayor de la desigualdad, la opresión, el control y la pérdida de las libertades.

Cuando las poblaciones se recuperaron después de las plagas de Justiniano, la peste negra y las pandemias americanas, el historiador de Stanford Walter Scheidel nos hace notar que siempre la consecuencia fue una mayor concentración de riqueza y poder en las élites y la pauperización de las masas. “Los registros históricos demuestran que en la Edad Media las élites no cedieron terreno ni bajo la presión de las pandemias […] En otras regiones la represión fue el sello del día; desde Prusia y Polonia hasta Rusia, los nobles se coludieron para llevar a la servidumbre a las masas y monopolizar la fuerza de trabajo. […] Más al sur, los mamelucos de Egipto […] organizaron un frente común para conservar el dominio de la tierra y continuar explotando al campesinado”.

En el actual peligro no se puede perder de vista que acecha una amenaza mayor, de la que ya alertan algunas voces: para mantener la unidad frente al amago de coronavirus, estamos cediendo libertades que el autoritarismo rampante de la era está controlando y difícilmente cederá pasada la emergencia.

policia coronavirus
Ilustración: Lucas Varela.

Se centraliza el control de los movimientos individuales, se pide la adecuación de las leyes y el aumento de los poderes ejecutivos, se fortalece la autoridad de las fuerzas militares y policiacas, se pide el control del tesoro público para una burocracia autoritaria y se adecuan otras medidas que juzgamos “razonables” ante la magnitud de la amenaza.

Mas no debemos perder de vista que en el horizonte se avizora el rostro de una plaga más letal, la del autoritarismo, el control social y la represión. En un artículo en el Financial Times el pasado 19 de marzo, Yuval Noah Harari hace una advertencia que no debe pasar desapercibida:

“Por primera vez en la historia, hoy los gobiernos tienen la capacidad de monitorear a toda su población al mismo tiempo y en tiempo real, dispositivo que ni la KGB soviética consiguió en un solo día. Los gobiernos de hoy lo consiguen con sensores omnipresentes y poderosos algoritmos, tal como lo demostró China, al monitorear a la población a través de los celulares y las cámaras de reconocimiento facial. La pregunta es si los datos de sus reacciones serán luego empleados políticamente para saber cómo responden las emociones del electorado a ciertos estímulos: en otras palabras, para manipular a grandes masas”.

Vaya, hasta Herr Professor Henry Kissinger, quien detenta un rosario de virtudes más largo que la Cuaresma, entre ellas autoritario, déspota, arbitrario, opresor, cacique intelectual y otras más, está preocupado. Y esto, por lo menos para mi, es motivo de susto.

opresion pendemia
Ilustración: Blower.

En su columna del 3 de abril en el Wall Street Journal titulada “La epidemia de coronavirus alterará el orden mundial para siempre”, este sujeto que recibió el Premio Nobel de la Paz después de haber organizado el golpe en Chile, el asesinato de Allende y el encumbramiento de Pinochet, entre otras faenas de ingeniería social, advierte:

“Ningún país, ni siquiera Estados Unidos, puede en un esfuerzo puramente nacional superar el virus. Abordar las necesidades del momento debe, en última instancia, combinarse con visión y programas de colaboración global. Si no podemos hacer ambas cosas a la vez, enfrentaremos lo peor de cada una.

La leyenda fundadora del gobierno moderno es una ciudad amurallada protegida por poderosos gobernantes, a veces despóticos, otras veces benevolentes, pero siempre lo suficientemente fuertes como para proteger a las personas de un enemigo externo. Los pensadores de la Ilustración reformularon este concepto, argumentando que el propósito del Estado legítimo es satisfacer las necesidades fundamentales de las personas: seguridad, orden, bienestar económico y justicia. Las personas no pueden asegurarse esos beneficios por sí mismas. La pandemia ha provocado un anacronismo, un renacimiento de la ciudad amurallada en una época en que la prosperidad depende del comercio mundial y el movimiento de personas. Las democracias del mundo necesitan defender y sostener los valores de la Ilustración. Un retiro global del equilibrio del poder con legitimidad hará que el contrato social se desintegre tanto a nivel nacional como internacional. Sin embargo, esta cuestión milenaria de legitimidad y poder no puede resolverse en simultáneo con el esfuerzo por superar la pandemia”.

Amén.

Juego de ojos.

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4 de septiembre, el fin de la pandemia en México

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Fin de la pandemia en México podría ser el 4 de septiembre

Estudio científico de la Universidad de Singapur estima que el fin de la pandemia en México podrías ser el 4 de septiembre, con pico máximo en junio.

Científicos de la Universidad de Tecnología y Diseño de Singapur diseñaron un modelo con el que han calculado las posibles fechas del fin de la pandemia del coronavirus en distintos países del mundo, incluido México y otros países de Latinoamérica.

Los investigadores han creado un modelo que analiza datos proporcionados por diferentes estados y la dinámica de la propagación del covid-19 para estimar las curvas del ciclo de vida de la pandemia y predecir cuándo podría terminar en los distintos países.

Sin embargo, los científicos enfatizan que el estudio tiene únicamente fines educativos y de investigación, por lo que puede contener errores y advierten contra el exceso de optimismo que podrían generar algunas de estas fechas. Según la actualización de sus datos del pasado domingo, la pandemia puede acabar en el mundo en torno el 1 de diciembre.

Fin de la pandemia en México y América Latina

Los especialistas estiman que en el caso de México la pandemia puede llegar a su pico de nuevos casos a primeros de mayo, alcanzándose a mediados de junio el 99 por ciento de los casos esperados. El modelo predice que para el 4 de septiembre terminará la epidemia en este país.

Según los cálculos de los científicos, el 30 de junio Argentina habrá alcanzado el 97 por ciento de los casos de contagio esperados, el 23 de julio el 99 por ciento de los mismos, mientras que el 24 de octubre el brote de coronavirus terminaría por completo.

Por su parte, en Chile el 99 por ciento de los casos esperados de infección se alcanzará el 1 de julio y se espera que la pandemia llegue a su fin el 2 de octubre.

En Bolivia la pandemia llegará a su pico a mediados de mayo, mientras que el 99 % de los casos de contagio esperados serán identificados el 25 de julio. El modelo estima que para el 26 de septiembre terminará la pandemia.

En lo que se refiere a Brasil, el pronóstico de los científicos estima que la pandemia terminará el 23 de agosto, mientras que en Colombia tocará a su fin el 26 de octubre, tras registrar su pico de casos a primeros de mayo.

En cuanto a los países más afectados del mundo por la pandemia, las estimaciones de científicos estiman que ésta concluirá alrededor del 9 de septiembre en Estados Unidos, del 31 de agosto en Italia, del 2 de agosto en España y del 9 de agosto en Francia.

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Fase 3 en México

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Lo que se tiene que saber de la fase 3 en México

En esta fase 3 en México se intensifican algunas medidas sanitarias, como extender hasta el 30 de mayo el confinamiento voluntario de la población.

También se suspenden todas las actividades laborales no esenciales y se mantiene la suspensión de actividades en espacios públicos como parques, plazas comerciales, playas o centros deportivos y religiosos.

Todas las escuelas siguen cerradas al menos hasta finales de mayo. En su lugar se imparten clases virtuales, por internet o televisión en algunos casos.

El gobierno federal descarta endurecer las medidas para obligar a que las personas permanezcan en sus casas, como decretaron las autoridades de tres estados del país.

Tampoco se aplicarán toques de queda asegura el presidente Andrés Manuel López Obrador. “Todo es por convencimiento, nada por la fuerza, todo por la razón y el derecho”, argumenta.

Pero en la fase 3 no se contempla, al menos inicialmente, suspender todas las actividades.

“Si pretendiéramos hacer medidas de control absoluto tendríamos que mantener al país completamente congelado”, insiste López-Gatell.

“Evidentemente llevaría al colapso de la sociedad, aquí o en cualquier parte del mundo, o tendríamos que mantener las medidas de restricción hasta el 2022”.

Tampoco se contempla aplicar sanciones o usar a la policía para obligar a las personas a mantenerse en sus casas, como sucede en otros países.

Es un tema polémico en México pues algunas autoridades como los gobernadores de Jalisco y Michoacán decretaron, desde el lunes, esta clase de medidas.

Según el subsecretario López-Gatell lo más importante es mantener las acciones de distanciamiento social.

“No debemos caer en distractores, puede haber elementos muy visibles como la coerción al ciudadano. Pero las acciones ya están definidas para que no se movilicen”.

Llegó la fase 3 de epidemia a México

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Inicia la fase 3 de epidemia en México ¿Qué significa?

Con 8 mil 772 casos confirmados de coronavirus COVID-19 en todo el país y 712 fallecimientos por la pandemia, el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, finalmente declaró el inicio de la fase 3 de epidemia en México.

El anuncio fue realizado durante la conferencia matutina del martes 21 de abril en Palacio Nacional. Hugo López-Gatell señaló que esta fase se caracteriza por que se registrará un mayor número de casos confirmados que requieran hospitalización y llamó a mantener vigente la Jornada de Sana Distancia y minimizar la movilidad en todo el país.

“En resumen, hoy queremos dar por iniciada la Fase 3 de la epidemia de COVID-19, recordando que estamos en la fase de ascenso rápido, donde se acumularán un gran número de casos, de contagios, de hospitalizaciones, pero que debemos seguir la Jornada Nacional de Sana Distancia para que estos sean los mínimos posibles”, dijo en conferencia de prensa.

La Fase 3 es declarada a casi un mes de la entrada de la Fase 2, hecho que ocurrió el 24 de marzo.

También llamó a regionalizar la intensidad de las medidas de mitigación, segmentar la movilidad en el territorio nacional y mantener después del 30 de mayo la protección a grupos con mayor riesgo de complicarse y fallecer a causa de la enfermedad.

“Queda en manos de la Secretaría de Salud emitir los lineamientos para hacer operativas estas disposiciones y tiene la responsabilidad de hacer cumplir aplicando las distintas modalidades administrativas que garanticen que las medidas de mitigación se cumplan, habiendo dicho esto por lo que hoy damos por iniciada la Fase 3”, precisó.

Entre las medidas incluidas en la Fase 3 están la cuarentena generalizada de la población, así como la suspensión de cualquier tipo de actividad en centros de trabajo que presenten brotes del padecimiento.

Según los cálculos de la Secretaría de Salud, en el mejor de los escenarios alrededor de 0.5 por ciento de la población de México se vería afectada por el COVID-19, es decir, alrededor de 600 mil personas, mientras que en el peor de los casos, esta cifra podría llegar a un millón 200 mil personas, es decir, el 1 por ciento.

El especialista en Medicina Interna había adelantado que México entraría en la Fase 3 de la epidemia del nuevo coronavirus una vez se detectara una propagación epidémica y consideró que si no se hubiesen aplicado estas medidas durante el mes de abril, el país habría vivido “un escenario devastador” y aseguró que la expansión de la enfermedad se ha comportado “tal como lo hemos contemplado”.

“En cualquiera de los casos, la Fase 3 es inevitable. La epidemia no se va a parar, lo hemos dicho muy claramente. No se va a parar. Es imposible detener súbitamente una epidemia con un virus tan transmisible como es el virus SARS-CoV-2”, dijo entonces.

¿Qué significa que de inicio la Fase 3 de epidemia?

López-Gatell subrayó que la declaratoria de la nueva fase deja en claro “las atribuciones y el marco de competencia de la autoridad sanitaria federal”, es decir, el presidente de la República, el Consejo de Salubridad General y el secretario de Salud.

Agregó que con este anuncio, las autoridades sanitarias estatales no pueden aplicar medidas que sean menos rigurosas que las impuestas por la autoridad federal.

“Los estados tiene la obligación de hacerlas cumplir y utilizar los mecanismos que les corresponden para que estas medidas ocurran”, dijo.

El subsecretario remarcó que las medidas de la Jornada Nacional de Sana Distancia, que corresponden a esta fase, ya habían sido adelantadas en la Fase 2. Entre ellas están:

-Suspensión de actividades que no sean consideradas como esenciales.

El subsecretario subrayó que aquellas empresas que no entren dentro de esta clasificación deben parar sus actividades de inmediato.

-La suspensión temporal de actividades presenciales en el sistema educativo.

-La interrupción temporal de las congregaciones en el espacio público, es decir, cines, teatros, plazas.

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De óperas y epidemias, la historia se repite

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No es la primera vez en la historia que a los mexicanos nos importa un pepinillo las indicaciones que se nos dan para combatir una epidemia, o que el gobierno esconda los estragos de ésta para “no alarmar” –o porque simplemente no sabe ni por dónde le está lloviendo–, mientras un megalómano con ínfulas de mesías y cachete flojo lleva al país de bandazo en bandazo en busca de una transformación que jamás va a suceder.

Justamente lo mismo que estamos viviendo sucedió a mitades del siglo XIX, más preciso en 1854. En ese entonces la epidemia era el cólera, cuyo brote se encarnizó porque la gente ni el gobierno le dieron importancia hasta ver el reguero de muertos.

El loco delirante en turno con humos mesiánicos era Antonio López de Santa Anna, quien acababa de regresar de su exilio colombiano para reelegirse por quinientava ocasión diciendo: No quiero que la historia diga que cuando me llamaron a hacer la felicidad de mi pueblo fui indiferente a su destino. Y en tanto el país era un hervidero de chapulines en comal con miles de desmanes por todo el país y una bancarrota de campeonato, el Gran Seductor, como lo llamó Justo Sierra, se adjudicó el nada tímido sueldo de sesenta mil pesos anuales –Maximiliano no llegó a ganar más de cuarenta mil–, se autonombró Alteza Serenísima y entre sus muchas travesuras impuso un impuesto sobre puertas y ventanas y otro por zaguanes, cocheras y puertas de tiendas en el centro de ciudad.

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“Ball at the Opera”, Eugene Charles Francois Gerard.

Pero vamos por partes. Después de la peste, el cólera fue la epidemia que más cobró vidas durante el siglo XIX. La primera pandemia sucedió en India, hacia 1817, y de ahí viajó ligera al mundo matando un aproximado de 10 millones de personas. La razón de su letalidad era que se podía pasar a formar parte de la sección Calacas en tan sólo un par de horas a causa de la deshidratación producida por los terribles vómitos y la diarrea.

Para principios de 1830 ya la teníamos en Tampico, de ahí a San Luis Potosí y luego a Guanajuato. En julio de ese año Querétaro ya estaba infestado y en la capital el 6 de agosto murió la primera víctima. A la semana siguiente se dieron las fiestas de Santa María La Redonda, a la que toda la gente asistió: dos días después se sepultaron en menos de veinticuatro horas 1,200 finaditos. El escritor Guillermo Prieto describió el suceso:

 Lo que dejó imborrable impresión en mi espíritu, fue la terrible invasión del cólera en aquel año. Las calles silenciosas y desiertas en que resonaban a distancia los pasos precipitados de alguno que corría en pos de auxilios; las banderolas amarillas, negras y blancas que servían de aviso de la enfermedad, de médicos, sacerdotes y casas de caridad; las boticas apretadas de gente; los templos con las puertas abiertas de par en par con mil luces en los altares, la gente arrodillada con los brazos y derramando lágrimas… A gran distancia el chirrido lúgubre de carros que atravesaban llenos de cadáveres… todo eso se reproduce hoy en mi memoria con colores vivísimos y me hace estremecer.

Así fue que 1833 quedó marcado en México como el año del cólera; muchos creyeron que el remedio a todos los males era la desaparición del mal gobierno, cosa que en parte era cierta, pero no sucedió. Los muertos ascendieron a 14 mil.

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Ilustración: Leilani Bustamante.

El cólera continuó haciendo de las suyas, hasta 1854 que volvió a pegar fuerte. Se dice que el origen del brote fueron las exhumaciones de cadáveres que se hicieron en el panteón de San Dieguito, el cual cuatro años antes había sido hecho para precisamente enterrar a los muertos de esta enfermedad. Entonces las tumbas eran regadas con una mezcla de cloruro de cal, sosa y agua, o con otra de sal común, manganeso, ácido sulfúrico y agua” para que no se regara el “miasma colérico, pero dado el rápido crecimiento de la ciudad se quiso ocupar el espacio.

Ahora bien, ese año sucedió un fenómeno social sui generis, sobre todo entre la clase media y la fifí: pese a que se conocía la existencia y riesgo de la epidemia la gente no se supo estar quieta en casa y salió muchas noches para atender la obsesión reinante, lo que entonces era el grito de la moda: la ópera. Pongo ejemplo: el mejor teatro de la ciudad era el que se llamaba, obvio, Teatro Santa Anna. Además de ser de lujo, tenía la notable capacidad para 2,395 personas, o sea el 1% de la población capitalina, que entonces rayaba en los 200 mil. Pues nada, pese a la epidemia galopante en todo el país, la inseguridad política y la violencia, se representaron durante la temporada (cuatro meses) ¡ochenta funciones! abarrotadas. Para comparar: una de las más movidas temporadas de la Compañía Nacional de Ópera, la de 2018, tuvo veintiocho presentaciones en todo el año. Pero a mediados del XIX la operamanía era cosa seria: las nada baratas localidades eran previamente vendidas y la cartelera mostraba cantantes y músicos europeos y nacionales de primerísimo nivel, compitiendo en calidad con las principales ciudades de Europa. Por ejemplo, aquí estuvo muchos años tocando el talentoso contrabajista y director Giovanni Bottesini, que más tarde dirigió, a instancias del propio Verdi, el estreno de Aída en el Cairo.

La obsesión por la ópera respondía a dos razones, como lo explica Luis de Pablo Hammeken en su República de la Música –Ópera, política y sociedad en el México del siglo XIX; 2018–: La primera era que presenciar funciones de ópera con regularidad era un elemento clave para refinar el gusto de la población, para civilizarla. La segunda consistía en que, una vez que se había alcanzado cierto grado de civilización, la población de una ciudad tenía que asistir a la ópera o al teatro para demostrar que efectivamente era civilizada.

Esto le daba a la ópera un enorme valor simbólico, pero también monetario: para el empresario México era una mina de oro, pues ningún lugar de América pagaba mejor las representaciones. Por eso, cuando en 1854 se suscitó el “enfrentamiento” entre dos compañías de ópera con primerísimos cantantes y músicos, aquello fue una revolución.

epidemia y opera
Ilustración: Caixa Forum.

Una compañía era de René Masson y la otra de Pedro Carvajal, ambos empresarios de diente feroz y afilado, quienes ofrecían dos óperas a la semana, ¡una locura! Por lo mismo a los periódicos les valía un pepinillo hablar del cólera o de las tremendas guerras civiles: la mayor parte de las páginas estaban dedicadas al espectáculo.

A esto agreguémosle que a la nueva reinona, Dolores Tosta, Doloritas, segunda esposa de Santa Anna y treinta y cinco años menor que él, era fanática de la ópera, y para sentirse en París o Viena convenció a su viejo que apadrinara varias compañías, entre ellas la de Masson, a la que le dio dinero para que trajera al país nada menos que a la soprano alemana Henriette Sontag, condesa de Rossi, mujer de gran belleza y elegancia, considerada por muchos la mejor cantante de su tiempo, una diva excepcional a la que el mismísimo Teatro de su Majestad de Londres pagaba 17 mil libras por temporada. Años antes esta cantante había estrenado la 9ª Sinfonía de un tal Beethoven, un tanto sordo.

Nacida en 1805, en Koblenz, Alemania, Henriette (Enriqueta) pertenecía a una familia de actores. Delicada y frágil, mostró talento precoz debutando como solista a los quince años. El famoso compositor de óperas, como El Barbero de Sevilla, Gioachino Rossini, dijo de ella: “Es la voz más pura de soprano que jamás he escuchado”. No tardó la Sontag en ser una estrella consagrada en los escenarios de París, Londres y Berlín, admirada por príncipes y reyes. En 1828 se casó discretamente, pues no tenía título nobiliario, con el Conde Carlo de Rossi, embajador de Cerdeña. Abandonó los escenarios para llevar una vida de esposa de diplomático, hasta que el conde quedose sin chamba y el jilguero tuvo que regresar a cantar sin haber perdido sus magníficas cualidades histriónicas.

Cuestión de imaginarse cuando se publicó que vendría a México la Sontag, quien llegó a mediados de abril de 1854 y fue recibida como rockstar al entrar a la capital en una carroza tirada por seis inquietos jamelgos.

El paso de la diva por México fue brillante. No sólo le dio al espectáculo un toque mágico y único, sino inclusive participó en el estreno de nuestro Himno Nacional, el 18 de mayo de 1854, en el Teatro Santa Anna, cantando a dúo con el estelar tenor Gaspar Pozzolini.

 colera
Ilustración: British University.

Mientras tanto los periódicos recibieron órdenes de no decir nada acerca de la epidemia: “La ciudad toda quiso a su vez mirar con desdén el peligro”, cuenta un cronista de la época. Fue así como, a mediados de junio, mientras descansaba en una casa de campo en el apacible Tlalpan, Enriqueta Sontag se sintió mal y mandó a cancelar su presentación de ese día: el maldito bicho de moda la había alcanzado.

Enrique de Olavarría y Ferrari escribe en su Reseña Histórica del Teatro en México (1961): Por orden del gobierno, por demás exagerado en su prohibición de que se hablase de casos de cólera, se quiso hacer creer que la artista no lo padecía ni estaba siquiera grave: más ambas cosas eran de la mayor falsedad, y por más que hicieron los médicos extranjeros y nacionales llamados cerca del lecho de la interesante enferma, Enriqueta Sontag, dejó de existir a las tres de la tarde del sábado 17 de junio.

Tenía cuarenta y nueve años. La noticia rompió rápidamente y el duelo no se hizo esperar a nivel mundial. Las pompas fúnebres fueron atendidas por cientos de gentes y se dice que años después sólo el funeral de Benito Juárez sobrepasó en fastuosidad al de la artista.

Pero, como Hammeken apunta, la exuberancia con que la sociedad mexicana expresó su dolor por el deceso de la Sontag sugiere algo más que el duelo por la muerte de un artista, aunque fuera una artista realmente genial. Más bien se detecta cierto sentimiento de fracaso colectivo, incluso de culpabilidad nacional.

No era para menos: por desinformación y ocultamiento de la verdad de algo tan peligroso como una epidemia se le dejó a la célebre artista contraer una enfermedad que además era símbolo de pobreza. No sólo se despojó al mundo de una gloria musical, sino que quedó en evidencia internacional que, después de todo, la sociedad mexicana no era ni tan avanzada, ni tan civilizada como tanto cacareaba.

1854 quedó marcado por una epidemia devastadora, la muerte de una estrella mundial, el estreno del Himno Nacional y la rápida caída del chalado en turno (Santa Anna) que hartó tanto a sus amigos como a sus enemigos y hasta lo que pasaban por ahí. Ojalá esto último se repita ahora.


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El coronavirus la epidemia. La desinformación la verdadera pandemia

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La primera víctima de la guerra es la verdad.
Esquilo.

El brote epidémico del nuevo coronavirus 2019-nCoV en una provincia de China, ha generado una alarma internacional de vertiginosa expansión que compite en relevancia con la atemorizante propagación del virus que se ha venido difundiendo abundantemente en medios y redes sociales, no necesariamente con veracidad y prudencia.

La detección de esta nueva amenaza a la salud nos tomó por sorpresa. La difusión del paulatino incremento de casos, primero en China y más tarde en algunos otros países produjeron reacciones inmediatas de terror ante la carencia de conocimiento sobre el nuevo germen. La velocidad de las comunicaciones inundó todo tipo de medios con información vaga o difusa, que ha contribuido a una especie de sobredimensionamiento de la real emergencia sanitaria que, sin restar importancia al tema, puede motivar la exageración y la psicosis colectiva, por desconocimiento, simple diversión de los internautas y youtubers o por intenciones específicas de desinformación.

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Imagen: Slashgear.

Las acciones inmediatas de contención de la enfermedad para evitar su expansión son evidentes: aislamiento de las zonas en que el contagio ha sido detectado, construcción de hospitales, investigación biológica a todo vapor, cancelación de vuelos y viajes, detección de potenciales transmisores, cuarentenas y otras medidas preventivas. Pero tales medidas, también han dado aliento a la manipulación informativa y a la especulación que puede conllevar efectos más nocivos que los que se pretende contener, en los ambientes, ya no sólo de la salud, sino particularmente en el político, económico y social.

La abundante difusión de rumores y noticias falsas en torno al coronavirus y los efectos que pueden tener en el ánimo de la sociedad y en los propios gobiernos a nivel global, obliga a dimensionar objetivamente la magnitud del problema y tomar medidas preventivas y activas basadas en información certera, corroborada y con orientación científica.

Con esta visión y reconociendo que “La difusión de rumores e informaciones inexactas es un fenómeno real con el que hay que lidiar desde el principio”, Sylvie Briand, directora del área de preparación para urgencias infecciosas de la Organización Mundial de la Salud, ha actualizado las cifras sobre los casos detectados, alrededor del globo hasta hace un par de días, contabilizando 20,603, de los cuales 20,471 se ubicarían en China, con el registro de 425 decesos. Un fallecimiento más se registró en Filipinas y otro en Hong Kong. En el resto del mundo, según la información de la OMS, se identificaron casos de contagio en 23 países, sin estar incluido alguno en Latinoamérica ni África.

pandemia mediatica
Imagen: Shutterstock.

Desde luego que la expansión del contagio es posible, pero los datos revelados por Briand colocan en una dimensión menos caótica la realidad de la que califica como una epidemia y no una pandemia como se ha difundido, sin pretender, desde luego, banalizar la seriedad del asunto.

Vista de este modo, parece que la real pandemia está en los medios y particularmente en las inquietas, expansivas y no pocas veces irreverentes redes sociales, a través de las cuales, eso sí, se viraliza cualquier tema, con suma velocidad y no siempre con prudencia y responsabilidad.

La mejor manera de lograr una comprensión razonable y adoptar las medidas propias para evitar que el contagio se expanda a niveles alarmantes es la información objetiva y la difusión de las recomendaciones pertinentes por parte de las entidades expertas.


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