feminismo

Sí somos guerreras

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En un informe publicado por el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA, por sus siglas en inglés), señala que las enfermedades afectan de manera diferente a hombres y mujeres, las pandemias hacen más grandes las desigualdades que existen para mujeres y niñas.

Durante una crisis, las mujeres y niñas pueden encontrarse en mayor riesgo de sufrir violencia de pareja y otros tipos de violencia doméstica debido a un aumento de la tensión en el hogar.

Las mujeres son las encargadas principales de las labores domésticas y de crianza y en confinamiento las exigencias en esos dos rubros aumentaron dramáticamente, además del trabajo formal o informal que sabemos que las mujeres también realizan y del cual ahora mismo se encuentran realizando en sus hogares.

En el sector salud son la mayoría, sabemos que hay más enfermeras que enfermeros y que son las que están cuidando en la primera línea, se calcula que el 67% de la fuerza del trabajo sanitario mundial corresponde a mujeres.

somos guerreras
Ilustración: The Atlantic.

Las mujeres queremos cambiar el mundo en el que vivimos, hace unos meses, el 8 de marzo, marchamos por un mundo más igualitario, gritando basta a la violencia de género, unidas, apoyándonos, sintiéndonos más fuertes y con esperanza de ser escuchadas.

El 9 de marzo hicimos paro nacional, “Un día sin nosotras” y queríamos seguir haciendo más cosas, ver los frutos de nuestro esfuerzo pero llegó la pandemia por el COVID-19  y la atención se fue a otro lado.

¿Y qué hicimos nosotras? Lo que sabemos mejor hacer, ser solidarias, cuidadoras, juntamos a nuestros hijos y familias, organizamos nuestras casas, acomodamos espacios, cocinamos, contamos cuentos, hicimos tarea, abrazamos a los que lloran, combatimos el miedo, hasta hicimos tapabocas.

Y no nos dimos cuenta, no lo vimos venir, que junto a la pandemia del coronavirus nacía otra pandemia, la de la violencia familiar que está dejando más víctimas que el COVID-19, las llamadas de ayuda y denuncias han aumentado un 40%.

La tensión generada por el encierro, la incertidumbre, el problema económico y el miedo a morir hace que las mujeres y niñas sean blanco fácil de violencia, los hombres se desquitan con ellas, las tienen a la mano, están vulnerables.

violencia en la cuarentena
Ilustración: Aiden Locke.

En México los feminicidios se mantienen a la alza, crecieron 1.6% en el primer trimestre del 2020. Se registraron 244 mujeres asesinadas.

Según la organización “Marea verde”, desde la entrada de la pandemia a mediados de marzo hasta el 24 de abril, se habían reportado 210 asesinatos a mujeres, así que el número es mayor.

Lo que más me llama la atención es la falta de conciencia, de solidaridad, la falta de respeto y lo fácil que es para algunos hombres lastimar a sus parejas, madres e hijas.

No se valora el trabajo de las mujeres, no se valora su persona, se considera propiedad de los hombres y creen que pueden hacer con ellas lo que ellos deseen. Sé que el problema es más profundo y que también tiene que ver con la forma en que las mujeres nos hemos parado frente a ellos, las ideas que nosotros hemos introyectado, las creencias y mandatos que creemos como reales y no nos frenamos a cuestionar.

Todos tenemos que cambiar, todos tenemos que madurar, frenarnos, pensar, construir un mundo y una forma de vivir para relacionarnos diferente.

confinamiento de mujeres
Ilustración: Andrea Gendusa.

Tenemos que entender como mujeres que nadie tiene derecho a lastimarnos, que tenemos que luchar por tener las mismas oportunidades y los mismos derechos, que sólo por el hecho de haber nacido ya merecemos respeto, que casarse con alguien no le da derecho a decidir sobre mis pensamientos y mi vida.

Los hombres tienen que saber que no son dueños de nadie, que no por ser hombres mandan y deciden, que las mujeres no están a su servicio ni para cumplir sus caprichos ni para su placer.

Venimos a este mundo a crecer, a convertirnos en la mejor versión que podamos de nosotros mismos, es un trabajo interior, profundo, individual, de conciencia, paciencia y constancia.

Te invito a reflexionar en este tema y a que cada vez seamos más los que buscamos, queremos y trabajamos por un mundo mejor.

Esto es para ti… que siempre estás del otro lado leyéndome.


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El grito luminoso

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La misoginia, la falocracia, los privilegios que se obtienen sólo por haber nacido hombres, por fin son señalados como patologías sociales. Es un grito luminoso y auténtico a la necedad de deslegitimar al movimiento femenino y acusarlo de ser “en contra del gobierno”, sólo porque el gobierno se niega a evolucionar, a aceptar que la falocracia ya terminó. La responsabilidad de todas nosotras es no detenernos y continuar, denunciar que las diferencias existen y son en nuestra contra: ganamos menos en las empresas, en comparación con los hombres con puestos similares a los nuestros, recibimos menos oportunidades de crecimiento. Las labores del hogar y la familia continúan menospreciadas, aunque sean parte fundamental de la construcción social. Los servicios de salud y anticoncepción deben ser universales, gratuitos y desde la adolescencia. El aborto debe ser despenalizado en todo el país y en todas las circunstancias.

La violencia, el uso de la fuerza y los asesinatos de mujeres son la gran y definitiva manifestación de poder que ha mantenido esta sociedad durante siglos, el Estado lo niega y lo minimiza, por eso tenemos que seguir diciéndolo. La violencia busca el sometimiento, busca la reducción y debilidad de las mujeres, el miedo no es únicamente a morir, es en todos los terrenos, es a exigir un mejor sueldo, mejores prestaciones, y a merecer respeto. No vivimos un entorno igualitario, lo que se haga en política, el reparto de puestos y curules, no soluciona las deficiencias que seguimos padeciendo, ni nos convence y mucho menos con la sumisión oportunista y descarada de las beneficiadas del poder.

hombres necios
Ilustración: NBC News.

La huelga general de mujeres demostró qué grande es nuestra ausencia, y lo más grave es que denunció con ese vacío y ese silencio que los hombres son mayoría, en los periódicos los lugares vacíos eran menos de la cuarta parte de las columnas, y a pesar de que se paralizaron sucursales bancarias, la realidad es que no hay equidad. En el arte es evidente, son menos las mujeres que los hombres, y las mujeres de edad madura que llegan a la pintura las adjetivan de “señora que pinta”, como si “señora” fuera un insulto, quitarse esa etiqueta despectiva es muy difícil, y aún con mucho talento la tienen que soportar.

El cambio deberá continuar desde la sociedad, si el Estado se queda rezagado de esta evolución no tendrá la capacidad de detenerla, porque ya hemos llegado a un punto en que la omisión es violencia. Minimizar la violencia y hacerse las víctimas no les va a funcionar, el Estado ha cometido un error formidable, se ha negado a participar de una revolución social, anquilosado en su discurso se niega a entender los signos de los tiempos. La vanguardia es civil, es nuestra, de las mujeres que han levantado la voz, que lo han demostrado desde sus familias, trabajos y existencias, y de los hombres que lo han apoyado, a partir de nosotros vendrá el cambio. No hemos ganado, hemos comenzado, por fin, se abre espacio a la justicia.


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El pensamiento católico sobre la dignidad y la vocación de la mujer

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La interpretación de la Iglesia de algunos textos bíblicos y de su tradición milenaria (el aggiornamento), reconoce la aportación insustituible y la influencia de la mujer en el mundo contemporáneo, a tal grado, que la hace representante y arquetipo de todo el género humano, descubre en Dios cualidades femeninas, reconoce la igualdad esencial entre hombre y mujer en el matrimonio, así como los derechos de la mujer, incluyendo el de su desarrollo profesional, sin oponerlo y sin menospreciar su primordial trabajo en el hogar familiar y en la educación de la prole, derivado de su rol exclusivo en la maternidad.

Se sea o no creyente de la trascendencia de la vida, y se sea o no practicante de alguna religión, puede interesar al lector conocer o profundizar en la visión que la Iglesia Católica tiene sobre la dignidad y la vocación de la mujer, especialmente en estos momentos en que todos nos inquietamos ante la magnitud de los feminicidios que ocurren en el mundo entero y en nuestro país en particular.

mujer torturada
“El martirio de Santa Águeda”, Sebastiano del Piombo (1520).

Aunque la Iglesia ha producido una enorme cantidad de documentos sobre el tema, el documento principal de la época moderna es la Carta Apostólica Mulieris Dignitatem de Juan Pablo II, precisamente sobre la dignidad y la vocación de la mujer, publicada en 1988. Se trata de la continuación de los documentos del Concilio Vaticano II que reconocían ya la influencia, el peso y el poder alcanzados por la mujer en el mundo y la ayuda que pueden dar a que la humanidad no decaiga.

El principio bíblico en el que se funda esa visión es el que señala que “creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, varón y mujer los creó” –el humanum integrum conforme al cual los dos sexos constituyen lo humano–.  El texto reconoce la igualdad esencial entre el hombre y la mujer desde el punto de vista de su humanidad. Se trata de la compañera de la vida con la que el hombre se puede unir como esposa, llegando a ser una sola carne y abandonando por esto a su padre y a su madre. El hecho de que el ser humano, creado como hombre y mujer sea imagen de Dios, significa que hombre y mujer son creados como unidad de los dos en su común humanidad, existen recíprocamente el uno para el otro, para la ayuda recíproca y complementaria, desde las diferencias que existen entre ellos.

Aunque Dios es espíritu y no posee en sí mismo cualidades masculinas ni femeninas, en el lenguaje bíblico se encuentran comparaciones que atribuyen a Dios cualidades masculinas y también femeninas. En efecto, al referirse al supuesto abandono de Yahveh, se utiliza las siguientes analogías femeninas “¿acaso olvida una mujer a su niño de pecho, sin compadecerse del hijo de sus entrañas?”, y “como uno a quien su madre lo consuela, así yo os consolaré”, se trata del amor femenino de la madre como característica de Dios. 

primera mujer y primer hombre
“Adán y Eva”, grabado de Durero (1504).

La descripción bíblica del pecado original en el Génesis, independientemente de la distribución de papeles entre Adán y Eva, es pecado del hombre, creado por Dios varón y mujer, esto es de nuestros progenitores. Con claridad meridiana en la Carta Apostólica se sustenta la igualdad entre hombre y mujer en el matrimonio y que “la mujer no puede convertirse en objeto de dominio y de posesión masculina”, como algunos textos antiguos señalan. Se reconoce que en nuestro tiempo la cuestión de los “derechos de la mujer” ha adquirido un nuevo significado y se acepta la justa oposición de la mujer frente a lo que expresan las palabras bíblicas en torno al matrimonio de “él te dominará”, pero se señala que esto no puede conducir a la masculinización de las mujeres, pues perderían su riqueza esencial, ya que los recursos personales de la feminidad no son menores que los recursos de la masculinidad, son sólo diferentes.  

Cristo fue ante sus contemporáneos el promotor de la dignidad de la mujer, pues era cercano a ellas, a grado tal que los fariseos lo acusaban por recibir a pecadoras y permitirles ungir sus pies con aceite perfumado. En el Evangelio aparecen gran número de mujeres de diversa edad y condición, incluso pecadoras públicas y adúlteras. Ante la mujer sorprendida en adulterio, Jesús parece cuestionar a los acusadores: “¿no es quizás también y, sobre todo, la confirmación de vuestras transgresiones, de vuestra injusticia masculina, de vuestros abusos?”, Jesús también protege la dignidad de la mujer al decir al hombre, en el Sermón de la Montaña, “todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón”.

En cuanto a las mujeres cercanas a Jesús, se recuerda a aquellas que estaban a sus pies en la cruz, su madre, la hermana de su madre y María Magdalena, quienes mostraron una fidelidad más fuerte que los apóstoles. También fueron mujeres las primeras en llegar al sepulcro a constatar la resurrección, todo lo cual pone de manifiesto la importancia que la tradición dio a la mujer desde los primeros tiempos.

mujer con manto de jesus
“Santa Verónica”, Hans Memling (1475).

Con su potencial maternidad, la mujer es la que paga directamente por ese común engendrar, que absorbe las energías de su cuerpo y alma, por lo que el hombre contrae una deuda con ella. El hombre se encuentra siempre fuera del proceso de gestación y nacimiento del niño y debe conocer su propia paternidad a través de la madre. La mujer como madre y como primera educadora del hombre tiene precedencia específica sobre el hombre. El paradigma bíblico de la mujer culmina en la maternidad de la Madre de Dios y se materializa en la Carta a los Efesios al decir “maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella”, “el que ama a su mujer se ama a sí mismo”.

En la Conclusión de la Carta Apostólica, la Iglesia da gracias por todas las mujeres, al genio femenino de todos los tiempos, tanto por las que velan por el ser humano en la familia y por las consagradas a Dios en su virginidad, como por las que trabajan profesionalmente, cargadas de gran responsabilidad social.

Como se podrá apreciar, no coincide con el pensamiento católico, aquél que use, abuse, se aproveche, denigre o maltrate a una mujer. Ahora todos tenemos la oportunidad de construir juntos una cultura renovada de la igual dignidad de la mujer y del hombre, aplicada en todos aquellos aspectos familiares, religiosos y sociales. Ojalá no la desaprovechemos.


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El Día después de la marcha y el Paro Nacional

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El parteaguas que será el Paro Nacional de este 9 de marzo dependerá de nosotros, las ciudadanas y los ciudadanos. No fue sólo un asunto de protesta, menos de cuantificar pérdidas económicas por su ausencia, se trató de un antes y un después en las condiciones sociales, laborales y de convivencia que deben garantizar seguridad y tranquilidad a millones de mujeres, adolescentes y niñas mexicanas.

Pero lograrlo requiere un esfuerzo desde los hogares para revertir la descomposición social que han provocado años de desigualdad, discriminación, falta de oportunidades y deterioro del tejido comunitario. Restaurarnos como sociedad es una tarea que no nada más le corresponde al gobierno y, me atrevo a escribir, nos compete a nosotros.

Porque muchas mujeres se presentaron el lunes a trabajar porque no había otra forma de llevar un ingreso a sus hogares. Dudo que alguna de ellas no hubiera compartido el ideal y los motivos del paro, simplemente su situación económica y social se los impidió.

mujeres en paro
Ilustración: Pikara Magazine.

Mientras no reduzcamos la brecha salarial entre hombres y mujeres, abramos los espacios para que cualquier persona pueda acceder a un mejor puesto de trabajo, condenemos el acoso y el desprecio al desempeño de las mujeres en oficinas, públicas y privadas, no podremos evitar que miles de ellas tengan que elegir entre para o conseguir el sustento para sus familias.

Durante los últimos días hemos podido conocer historias heroicas de mujeres que luchan a brazo partido para sacar adelante sus hogares en medio de la violencia y la inseguridad; sin embargo, ésa es la constante para miles de mujeres a lo largo de años en los que el país les ha dado la espalda.

Ahora tenemos una nueva oportunidad para brindar un piso parejo a ellas y a cualquier otra persona que desee progresar de manera honesta y digna en una nación que ha premiado los privilegios, las palancas y los intereses de grupo, antes que a las y los ciudadanos de a pie.

Ninguna economía de éxito ha logrado prosperidad sin incluir a las mujeres, mucho menos una en la que son mayoría como la nuestra; de equilibrar las desigualdades cotidianas depende que tengamos más negocios, empresas y corporaciones en las que ellas lleven el timón.

Si lo logramos, lo ocurrido el domingo y el lunes será definitivo en la historia de México y nos impulsará, pero si seguimos por el mismo camino, corremos un enorme riesgo de traicionarnos como comunidad y como sociedad.

Éste es el momento de construir un tejido social distinto, más fuerte, fundamentado en el respeto, la equidad, la educación, la solidaridad y la empatía, que sea el primer frente para evitar que alguien considere que puede acosar, ofender o discriminar a una mujer, sólo por el simple hecho de serlo.

paro 8m
Ilustración: Laura Pérez.

Esa educación tendrá que dirigirse a nosotros los hombres, principalmente, para que entendamos por fin que no hay ningún espacio para la agresión, ni para la violencia en contra de una mujer. Si se nos inculca desde pequeños y lo adoptamos lo más pronto posible ahora que somos adultos, las generaciones que vienen detrás tendrán, sin duda, una vida mejor.

Y ése es el objetivo, creo, de mamás, papás y abuelos: dejar un legado de cosas buenas para nuestros hijos y nietos; hábitos, comportamientos y normas sociales que nos permitan a todos, mujeres y hombres, convivir con dignidad.

Por varias generaciones ya, hemos anhelado un México de “primer mundo”, semejante a las naciones que consideramos más desarrolladas en ingresos, derechos, condiciones de vida. No obstante, parece que perdimos la brújula hacia esa dirección cuando olvidamos que para obtener un país así, necesitamos enfocarnos en las personas, en las mujeres, en los hombres, en las adolescentes, en los jóvenes, en las niñas y en los niños que merecen ese futuro.

Estamos en el día después de un momento histórico, trabajemos para que sea el primer día de una época distinta y mejor.


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Nuevo Feminismo en México

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En la historia de la humanidad han existido grandes episodios, fruto de robustos movimientos, que han llevado al progreso de la especie humana. El principio de igualdad alcanzado en el siglo XVIII y el reconocimiento de los derechos civiles de los afroestadounideses reconocido a principios del siglo XX, sólo por citar dos ejemplos, no se dieron de la noche a la mañana, tuvieron que transcurrir muchos años en medio de muertes, pleitos, negociaciones y más. 

Son triunfos de la raza humana, logros que, como partos, vienen acompañados de esfuerzo y dolor.

Nos acercamos sin duda a un momento importante en la historia de México, la revaloración o valoración justa de la mujer.

Son las mexicanas que se han volteado a ver y nos están diciendo a gritos, “queremos seguridad, respeto, no estamos recibiendo el trato que merecemos”.  

Cuando en México la sensación de inseguridad de las mujeres pasa en sólo cinco años, de 74.7% a 82.1%, y ellas se sienten inseguras en lugares públicos y privados: cajero automático en vía pública (87.4%), transporte público (74.2%), calle (72.9%), carretera (69.5%), mercado (65.5%), parques (62.1%), automóvil (48.9%), escuela (39.2%), trabajo (36.2%) y casa (26.7%), es que algo está mal y debe cambiar.

No hablo de las feministas radicales de la historia que de ninguna manera representan a la mujer mexicana –Kate Miller, que abogó sobre la libre expresión de la sexualidad de los niños con los adultos; de Shulamith Firestone, quien se pronunció porque los padres pierdan la patria potestad en beneficio del Estado y por los derechos sexuales de los niños; Andrea Dworkin que llegó a afirmar que todo coito heterosexual es una violación; o de Monique Wittig, promotora del lesbianismo. Hablamos de millones de mexicanas que estos días piden un nuevo modo de relación con el hombre y con la sociedad.

Un ejemplo actual y válido, #UnDiaPorTodas, un movimiento plural e incluyente, compuesto por mujeres que se han decidido por la vía pacífica y del diálogo ser protagonistas en la construcción de una nueva relación con la sociedad y que exige hoy a las autoridades:

feminismo unido
Ilustración: Kris Noelle.

1. Alto a la impunidad, con penas más severas a violadores, asesinos y secuestradores, mediante procesos de justicia confiables en un Estado de Derecho sólido.
2. Leyes que permitan la participación de la mujer en todos los ámbitos sin confrontaciones y al mismo tiempo sin limitaciones.
3. Centros de alojamiento, acompañamiento y capacitación laboral para mujeres violentadas o en situación vulnerable.
4. Apoyo real y marco jurídico integral de protección para las madres solteras, madres trabajadoras y mujeres embarazadas, que les permita desenvolverse en el ámbito laboral de manera equitativa y segura.
5. Que la protección de la mujer incluya la protección legal plena a la vida humana en todas sus etapas, antes y después de nacer, sin discriminar estas vidas por su grado de desarrollo o por su salud o su origen.

Bienvenido este nuevo feminismo al que se han sumado cientos de miles de mujeres de toda la geografía nacional, representantes de más de 1,000 asociaciones de la sociedad civil, tales como Poder Sonora, USEM, Empresas por la Familia, Coalición Mujer, Red de Mujeres, sólo por citar algunas.


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La ilusión de Scherezada y la realidad del 9 de marzo

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Cuando se publique esto será 9 de marzo del 2020 y espero que las calles estén vacías, ojalá que México sea testigo del “women power”, que el paro convocado por las mujeres sea exitoso y que en consecuencia los mexicanos, particularmente nosotros los varones, nos demos cuenta del valor (y lo valioso) de nuestras mujeres: de nuestras hijas, esposas, madres, amigas, jefas o directoras e inclusive desconocidas, con quienes nos topamos en la calle.

Anhelo que a partir de este lunes podamos festejar el advenimiento de unas relaciones simétricas entre hombres y mujeres. Deseo que los varones de este país, entendamos que las mujeres tienen todo el derecho a vivir en paz, a decidir qué quieren ser y como quieren lograrlo.

Espero que entendamos que somos un equipo, que entendamos que la expresión: “detrás de un gran hombre, hay una gran mujer” es falsa, que lo que existe es la posibilidad de, tomados de la mano y hombro con hombro, mujeres y hombres, construir un país mejor, una mejor sociedad y un mejor futuro para nosotros y para nuestros hijos y nietos.

La situación general de violencia en nuestro país es vergonzosa y, específicamente, la violencia contra las mujeres, sólo exhibe las canalladas de muchos varones que se sienten amenazados por los espacios y privilegios que están perdiendo.

Scherezada empoderada
Ilustración: Rachel Levit Ruiz

Por un lado, deseo que no haya más violencia en contra de las mujeres, pero por el otro, advierto a mis congéneres varones, que ellas no se van a detener, de seguir golpeándolas o matándolas –lo que espero ya no suceda–, ellas apretarán el paso rumbo a esa autonomía, a la que sin duda tienen y siempre tuvieron derecho. Apretarán el paso, y como en muchas ocasiones, nos demostrarán lo equivocados que estábamos y lo estúpidos que hemos sido durante siglos.

Efectivamente, durante siglos las mujeres han dependido de los varones, pero eso ya se acabó, hoy vivimos, aunque a muchos les pese, en una sociedad en donde la mujer participa activamente, en donde la mujer asume posiciones políticas e ideológicas. En concreto, una sociedad en donde la mujer decide su destino.

Entendamos de una vez que Scherezada está muerta o, peor aún, nunca existió y sólo fue parte de un cuento. Ya no hay ni debe haber más Scherezadas, no podemos permitir que existan mujeres amenazadas de muerte cada día y que, como Scherezada, deban inventar un cuento cada noche, para salvar su vida.

Nos guste o no a los varones, o a la iglesia, o al Estado, o a quién sea, las mujeres han tomado una fuerza incontenible y con ella se han y nos han demostrado sus múltiples dotes, como esposas o compañeras, como empresarias, como investigadoras, en concreto, como ciudadanas de pleno derecho.

mansplaining
Ilustración: La Bioguia.

Recuerdo cuando dábamos por válida la siguiente expresión: la mujer debe entender la diferencia entre “libertad y libertinaje”, lo que en realidad implicaba una posición pseudo-moral con la que independientemente de cualquier cosa, las mujeres siempre y sin excepción, resultaban ser las culpables de todo. Eran culpables por usar una falda corta (muy corta), eran culpables por usar esos labiales rojo carmesí, por usar ropa entallada o, pecado capital, por sentarse y cruzar las piernas lo que exhibía su belleza.

Las hemos culpado de todo, de abrir las piernas sin usar métodos anticonceptivos, de provocar a los hombres –quienes cual débiles seres, no podemos tener autocontrol–.

Son culpables de no escuchar, de no obedecer, de cuestionar el statu quo, de responder, de tener autonomía, de ser –o pretender ser– independientes. Lo que nos duele, lo que nos molesta tal parece es que, ellas jamás debieron pensar, reflexionar, decidir.

Pero si ello fuera cierto, deberíamos quejarnos porque entonces ellas jamás debieron existir.

En este contexto, la pregunta obligada es: ¿Realmente es eso lo que queremos, mis queridos congéneres varones?

Me atrevo a aventurar la respuesta, y ésta, estoy seguro, es negativa.


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9M: Desmemoria e inmovilización de las mujeres

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Cedo hoy mi columna “Palimpsestos culturales” a Ana Ortiz. Escuchemos la voz de una mujer activista, de una antropóloga joven, Maestra en Estudios Mesoamericanos y Profesora en la Escuela Nacional de Antropología. Hay más voces, pero leer a Ana Ortiz es meternos a la mirada de una militante, marxista, feminista y, que me consta, conoce México en sus entrañas. Su voz es otra voz. Callemos los hombres, muchas mujeres desearán discutir con Ana. Gracias por aceptar escribir en este espacio.


Por Ana Ortiz S.R.

Desde hace algunos días, las conversaciones que he escuchado, los mensajes en mis chats y las noticias que he pescado, han estado inundados de invitaciones, consignas y proclamas hacia un solo sentido: “El nueve nadie se mueve” que va acompañado por el complemento #Un día sin nosotras. En general, en los espacios que frecuento se respira un ambiente de entusiasmo y de explosión organizativa en torno a ese día; con mi pesimismo y “sospechosismo” característico, inmediatamente me llevan a pensar en una llamarada de petate.

Al preguntarle a mis alumnas, a mis compañeras, a mis amigas, a las mujeres a mi alrededor qué piensan y qué van a hacer, encontré dos actitudes generales, una que podría denominar simplemente como la participación entusiasta –ya mencionada–, y otra que denotaba en sus respuestas confusión e incomodidad, revueltas con una dosis de desconfianza y vergüenza, de no poder dar una respuesta definitiva y contundente en este ambiente movido por una legítima indignación. Yo también me sentía así. Pero ¿por qué?

mujeres en accion
Ilustración: Clémence Gouy.

En un momento de iluminación y recurriendo a mis conocimientos históricos, políticos y antropológicos para tratar de analizar la cuestión, un pensamiento me inundó. Me quedé atónita mientras pensaba “¡Nuestras abuelas y bisabuelas se han de estar revolcando en sus tumbas!”. Esta iniciativa que prendió como yesca en la sociedad clasemediera mexicana es una regresión a lo más retrógrado del sistema patriarcal, y está cumpliendo a la perfección con el mandato más refinado e inasible, la absorción del patriarcado en las venas y en las entrañas mismas de las mujeres para perpetuarse. Ahora, y como ha sucedido a lo largo de la historia, somos nosotras mismas las que nos ponemos los grilletes y aceitamos el mecanismo de pensamiento y reproducción machista, no solamente criando machos e impidiendo los vínculos reales de sororidad y solidaridad femenina. Al reflexionar sobre “El nueve nadie se mueve”, lo que me saltó a la mente inmediatamente fue la extra recalcitrante frase machista, “Las mujeres como las escopetas: cargadas y detrás de la puerta”.

¡¿Cómo puede ser que a lo que esté invitando una gran mayoría de mujeres, muchas enmarcadas en organizaciones y grupos feministas, sea a quedarnos quietas y calladas en nuestras casas, incluso cancelando la comunicación mediante medios electrónicos?! ¿Qué hay más desvinculante e inmovilizante que eso?, perdón pero es cagarse en los cientos de luchas históricas, en los cientos de miles de mujeres reprimidas, incluso muertas por luchar y exigir un lugar digno en nuestra sociedad, en nuestro mundo; y no sólo eso, en los millones –sí, aún son millones– de mujeres que hoy no pueden salir de sus casas, ni ir a la escuela, ni a un trabajo, ni al médico, ni juntarse con amigas, o las que luchan todos los días para salir del ámbito doméstico…

Reconozco e intento sumarme a los esfuerzos por hacer un movimiento que involucre a muchos sectores de la sociedad con reclamos y exigencias tan legítimas como las que se plantean como motor del paro, pero justamente por eso la propuesta no puede ser guardarnos y callarnos. Teóricas feministas como Silvia Federici y Rita Segato resaltan la creación de vínculos como el germen creativo y la virtud de los movimientos feministas. Este paro precisamente apunta a lo contrario, al aislamiento. Una cosa es un paro activo, creativo, con acciones unitarias o dislocadas, que realmente confronte y ponga en un predicamento al poder, y otra cosa es irnos a guardar, a callar y a aislarnos por nuestra propia iniciativa y además con la venia del esposo, del patrón, del rector, de los curas y ministros misóginos, violadores y pederastas.

#Un día sin nosotras sólo plantea la ausencia de nosotras con nosotras mismas, el sistema imperante ha intentado invisibilizarnos por siglos siendo que somos parte medular de la sociedad. No nos van a ver en los ámbitos públicos, ¡qué novedad! El patriarcado lo aplaude: menos molestias con las intrínsecamente revoltosas, con las mitoteras, con las sangronas que manchan con su inmundicia.

mujeres en lucha
Ilustración: Vea Vaquero.

Como dice Rita Segato: Lo que nos dice que estamos llegando a destino es la reacción de los que nos odian. La reacción violenta de los de siempre es la medida de lo que estamos avanzando. ¿No nos dice nada que empresas, gobiernos, instituciones educativas, televisoras, partidos políticos, entre otros, den su beneplácito disfrazado de apoyo para que todas nos quedemos en casa? Un texto muy esclarecedor de la feminista Laura Mora Cabello de Alba dice: En definitiva, patriarcado, capitalismo y democracia están en profunda relación, siendo el primero el sustento sobre el que se asientan el sistema económico dominante y la forma política e institucional de convivencia del presente. No esperemos que sea legítima la preocupación y el “apoyo” de los pilares del sistema.

Yo no pienso que hay que postergar la lucha de género para cuando triunfe la revolución, esas luchas deben ir a la par, puesto que no se pueden separar patriarcado y capitalismo; Clara Zetkin y Rosa Luxemburgo lo supieron. Como militante de izquierda he visto cercanamente cómo el patriarcado y el ejercicio patriarcal del poder descomponen y quitan congruencia y probidad a los proyectos políticos más nobles, carcomiéndolos desde dentro. Así como no hay una sola lucha revolucionaria tampoco hay un solo feminismo. Descalificar a aquellas que no hagan paro el 9 de marzo, así como a los esfuerzos reales hechos por muy pocos varones para cuestionar y destruir el patriarcado, únicamente nos lleva a un maniqueísmo que raya en fascismo. No les enseño a mis hijas a odiar a los hombres, les enseño a ser feministas críticas que luchen contra la opresión y la injusticia en su más amplio aspecto.

Ese lunes 9, antes de ir a dar clases, las voy a llevar a la escuela y muy especialmente ese día les voy a explicar que, gracias a la lucha de mujeres valientes, hoy tenemos ese derecho entre muchos otros, y que deben aprender para seguir luchando.


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El enemigo del pueblo

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El tema de las mujeres, el asunto de las mujeres, la huelga de las mujeres, la furia de las mujeres, las protestas de las mujeres… ¿Es un problema únicamente de nosotras? ¿Qué no es evidente que estamos todas y todos involucrados? Con benevolencia nos dicen desde la cumbre del poder “la causa de las mujeres es una causa justa”. ¿Es nada más nuestra? Este problema se va a resolver hasta que sea de toda la sociedad, un problema de mujeres y hombres y de todas las clases sociales. La diferencia no sólo viene de los hombres, viene de las mismas mujeres, las que dicen que ellas nunca han vivido ninguna situación de maltrato físico o verbal, las que dicen que nunca han sido marginadas.

La contradicción es más flagrante cuando hay asuntos en los que no solamente opinan, sino que hasta legislan, y dejan de ser exclusivamente nuestros, como es nuestro cuerpo, que se considera una propiedad social. Entonces el cuerpo de la mujer es de las Cámaras de diputados y senadores, es de las religiones, es del marido, es de los chismosos, es de los proxenetas, es de los que insultan en la calle, menos de ella, menos de la que lo padece, lo mantiene, de la que nació mujer. En esas circunstancias todos los poderes opinan y ejercen, y en el momento de defenderlo, ahí estamos solas, cada quién con su minúscula fuerza, cada una sin la solidaridad de nadie, ni de la familia, y menos de una pareja, que al final puede ser un asesino.

cuerpo de las mujeres
Ilustración: Katherine Staggs.

El cuerpo de la mujer es de las feministas y puritanas, que critican y criminalizan la belleza, que discriminan a las mujeres que deciden estar orgullosas de ser como son. Nuestro cuerpo es del racismo, que decide quién es más bella. Nuestro cuerpo es de la medicina y la farmacéutica que utiliza los métodos más atrasados en investigación para tratar nuestras enfermedades, porque nos consideran reemplazables y que aportamos menos a la economía. Las mujeres debemos dejar de ser una propiedad social, es grotesco lo que sucede, si asesinan a una mujer es “culpa del neoliberalismo”, y si una mujer aborta es culpa de ella y la encarcelan. Si está embarazada es porque “no se cuidó”, y si la golpean es porque se “portó mal”. Si tiene éxito es porque se acuesta con alguien, y si está histérica porque nadie “se la coge”.

Esos juicios nunca los recibe un hombre, porque su estatus no se cuestiona en la sociedad, tiene pleno derecho de existir y de actuar, las mujeres nos vemos obligadas a justificarnos ante la estructura social. El sentimiento de culpa es parte de nuestra educación, desde el mito del “nido vacío”, hasta el de las madres que trabajan o las que no trabajan, la culpa casi es genética. Nuestro cuerpo no es propiedad de la sociedad, no es el enemigo del pueblo, ni del gobierno, ni de ningún partido político, somos seres humanos, y la “causa de las mujeres” es una causa humana. La incomprensión de esto, tan esencial, es inhumano.


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