memoria histórica

Cierre del Instituto Patria: contestaciones a un lector anónimo

Lectura: 5 minutos

Contrario a lo que suelo hacer ante escritos anónimos, en esta ocasión daré puntual contestación a las agudas interrogantes que me hizo un lector que no se quiso identificar, cuyo texto aparece en la sección de comentarios de El Semanario, a las 10:53 a.m. del día de su publicación el pasado 11 de septiembre. Trataré de explicarle por qué no rodaron cabezas de jesuitas ante el engaño perpetrado para cerrar nuestro colegio y cómo fue que un grupo faccioso de ellos se apoderó de un millonario fondo creado por los padres de familia para la educación de sus hijos y del producto de la venta del fabuloso terreno en el que estaba construido, en el lugar donde hoy yace el Palacio de los Palacios en Polanco.

En efecto, mi lector anónimo me pregunta por qué no hubo una revolución entre las filas jesuitas con motivo de los engaños realizados por el entonces Provincial de los Jesuitas en México, Enrique Gutiérrez Martín del Campo y sus seguidores, al Padre General Pedro Arrupe, el famoso Papa Negro con sede en Roma, a quien se le informó falsamente que los directivos y padres de familia del Instituto Patria estaban convencidos de la conveniencia de su cierre.

Me parece que solamente los padres Fernando Suárez (Q.E.P.D.), entonces director de primaria, y Sergio Arturo Gómez Vargas, entonces prefecto de disciplina de primaria, dieron la batalla a fondo y hasta el final en la defensa del Patria. El resto de los jesuitas a final de cuentas terminaron alineándose con la decisión del Padre Provincial en México, en un mal entendido concepto del voto de obediencia. Cuando dos años después de la decisión del cierre se anunció la visita del padre Arrupe a México para otros motivos, el grupo de alrededor de 10 jesuitas entonces disidentes al cierre del Patria, intentó reunirse con él para compartirle la verdadera realidad de la posición de los directivos y padres de familia del Instituto, en ejercicio de su derecho de objetar una decisión del Padre Provincial, siguiendo la tradición del propio San Ignacio de Loyola respecto del voto de obediencia. Desafortunadamente dicha entrevista fue bloqueada y nunca se pudo realizar. Solamente les mandó decir que “estuvieran tranquilos, pues él estaba enterado de todo”.  Sin embargo, muchos años después, Arrupe reconoció en Roma a un conocido exalumno del Patria que había sido engañado.

instituto patria
El Rector José Luis Estrada.

El padre Fernando Suárez, quien luego del cierre se fue algunos años a trabajar en Radio Vaticano, pudo darse cuenta de que, en efecto, se había mal informado al Padre General para provocar el cierre. Por otro lado, se sabe que el padre mexicano Manuel Aceves Araiza, entonces asistente del Padre General para Latinoamérica, tergiversó la información sobre la realidad auténtica del cierre del Patria. Al padre José Ortuño Jaime (Q.E.P.D.), entonces Rector del Instituto Patria, también se le ocultó al invitarlo a ocupar dicho cargo, que en unos años el Colegio se cerraría.

Desde luego los padres de familia del Instituto Patria también dieron la batalla por la defensa de su permanencia. Entre ellos destacó la activa participación del ingeniero Eduardo Cuevas Núñez, hijo de Eduardo Cuevas Lascuráin, quien había donado el terreno de la Avenida Moliere 222 para la construcción del Colegio Patria y de los destacados abogados Iñigo Laviada Arrigunaga y Fernando García Correa, llegándose incluso a considerar entregar su manejo a otra orden religiosa.

La actuación del ingeniero Cuevas Núñez provocó que el 1° de febrero de 1972, la Compañía de Jesús emitiera formalmente una opinión “que en conciencia y después de haber encomendado este asunto a Dios”, les pareció expresar sobre la voluntad del señor Cuevas Lascuráin al hacer la donación del terreno, documento al que me referiré en una nueva colaboración en este mismo espacio.

estudiantes patria
El Rector José Luis Estrada con alumnos en 1967.

Por otro lado, según expliqué en mi artículo anterior, el padre José Luis Estrada, en 1966, cuando era todavía Rector del Instituto Patria, creó un importante fondo denominado “Fomento Cultural, A.C.” con el propósito de reducir el precio de las colegiaturas de los alumnos, que facilitara la mezcla social efectiva de su alumnado. Dicho fondo fue integrado por donativos personales y con recursos provenientes de eventos sociales y musicales que incluyeron zarzuelas en las que participaron artistas de la talla de Plácido Domingo y sus padres, en cuyos programas expresamente se señalaba que el donativo “pasará íntegro para esta sublime empresa de dar la mejor educación a nuestros hijos”.

Según una carta fechada en Guadalajara el 28 de marzo de 1976, dirigida por el propio padre Estrada a algunos miembros del órgano de dirección del mencionado fondo, las actividades del mismo deberían ser “tanto en su función administrativa como en sus propósitos, completamente independiente de la Compañía de Jesús y del propio Instituto Patria”.

Cuando el padre Estrada fue removido de su cargo de Rector del Instituto Patria, para dar entrada al padre Ortuño, aquél solicitó quedarse a cargo del mencionado fondo, pero su petición no fue atendida y fue enviado al Seminario de Montezuma. Entonces quedó como Presidente del Comité Directivo de dicho fondo Guillermo Lombera, quien en palabras del propio José Luis Estrada “fue el contribuyente más constante y más leal… Labor digna de encomio, de reconocimiento…”.

Lo que estaba en juego según la propia carta de 1976, eran las entregas forzadas que el señor Lombera tuvo que realizar por 1’175,000.00 pesos de entonces. En adición al reconocimiento expreso de Estrada respecto de la actitud del señor Lombera “de defender el remanente del fondo de Fomento Cultural”, los padres Suárez y Gómez Vargas también le reconocieron su enorme fortaleza y valentía, las cuales para infortunio de todos los donantes, no fue suficiente y el fondo quedó despojado de hasta el último de sus recursos, para destinarlos, tal como en el caso del producto de la venta del terreno de la Avenida Moliere, esquina con Horacio, para fines completamente distintos a los expresados por sus donantes. 

En mi próxima colaboración me referiré a la “opinión, que en conciencia y después de haber encomendado este asunto a Dios” emitió la comisión ad-hoc creada por los jesuitas, “con la anuencia del R.P. Provincial de la Provincia Mexicana de la Compañía de Jesús, Enrique Gutiérrez Martín del Campo, previa consulta hecha al M.R.P. General Pedro Arrupe”, la cual fue desatendida por aquél.

Como es mi costumbre, quedaré atento a los comentarios e informaciones que me quieran compartir quienes participaron en estos hechos, o quienes cuenten con informaciones complementarias para compartirlos con mis lectores.


También te puede interesar: A cincuenta años del cierre del Instituto Patria.

Asesinato del General Arnulfo R. Gómez

Lectura: 10 minutos

La Historia Oficial de México, en muchas ocasiones
es muy mentirosa, ridícula y tan absurda
que exalta al inepto, al corrupto y al asesino.
Arnulfo R. Gómez García.

El pasado 23 de junio se cumplieron 97 años de la postulación del General de División Arnulfo R. Gómez como Candidato a la Presidencia de la República por el Partido Nacional Antirreeleccionista para 1928.

Al respecto, me permito comentar que en el número 101 del mes de diciembre de 2016, la Revista Relatos e Historia en México que dirige la Doctora María Nieves Noriega de Autrey, publicó un muy interesante artículo de la Lic. Rosa Albina Garavito, en el cual se habla del asesinato de mi abuelo, el General de División, Arnulfo R. Gómez

Por considerarlo de interés a continuación envío la nota que elaboré con algunos comentarios, precisiones y más detalles de ese pasaje deleznable de la Historia de México que, desgraciadamente, no fueron publicados completamente en esa prestigiada Revista debido a falta de espacio en su sección Cartas a la Redacción.  

Conviene señalar que parte de la información que utilizo en esta nota y otras que he elaborado en los tres años más reciente, es resultado de la apertura mostrada por la SEDENA para acceder a sus archivos y sacar la historia de sus expedientes, lo que ha permitido conocer detalles verdaderos más allá de la Historia Oficial de México, misma que yo he definido más realistamente señalando que La Historia Oficial de México, en muchas ocasiones es muy mentirosa, ridícula y tan absurda que exalta al inepto, al corrupto y al asesino y que, sin duda, es enteramente aplicable a tres individuos a los cuales hago referencia en esta nota: Alvaro Obregón, Plutarco Elías Calles y Joaquín Amaro.


Carta dirigida a la Doctora María Nieves Noriega de Autrey, directora de la Revista Relatos e Historias en México

Respetada Doctora Noriega de Autrey:

Por medio de la presente la felicito por la muy interesante información que contiene su revista Relatos e Historias en México.

Me permito comentarle que el artículo de la Lic. Rosa Albina Garavito, en el número 101, nos aporta una serie de datos muy interesante sobre su abuelo, Don Abundio Elías Lucero, así como de su tío, Plutarco Elías Calles a quien, como dice la Lic. Garavito, Don Abundio le decía “El Loco Plutarco”. 

Conviene señalar que Álvaro Obregón, “su amigo”, era más preciso, crítico y cruel con Calles, pues lo consideraba un ser pusilánime, timorato y agachón, motivo por el cual lo motejaba como “Mi Teniente Correlón” y, además lo bautizó como “Plutarco Elías Corres”; asimismo, quiero hacer la aclaración sobre una imprecisión y que la Lic. Garavito Elías refiere como la visita de Doña Chonita (Encarnación Elías) a su tío Plutarco, para pedir clemencia a favor de su esposo, el General de División Arnulfo R. Gómez.

Dicha visita no se realizó debido a lo que a continuación narro, pero también es preciso señalar que, si esa visita se hubiera realizado, nada hubiera cambiado pues el que mandaba en el periodo 1924-1928 era Obregón, y Calles era simplemente su pelele, una figura decorativa sometida totalmente a los deseos de Obregón.

Desde principios del año 1927, la familia del General Gómez había sido enviada a Estados Unidos a fin de sustraerla de los peligros que podría presentar la contienda electoral al enfrentarse a Álvaro Obregón, un individuo que durante su gestión como presidente de la República, entre 1920-1924, se ganó la reputación de egocéntrico, frívolo, ambicioso, corrupto, cínico, perverso, traicionero y asesino, características que confirmó durante el periodo 1924-1928 en que a través de Calles ejercía el poder y estableció un régimen de terror que la Historia Oficial de México se ha encargado de ocultar y distorsionar.

En la realidad Alvaro Obregón, Plutarco Elías Calles y Joaquín Amaro crearon el prototipo del funcionario corrupto de la burocracia mexicana y, lo peor, es que este arquetipo se convirtió en un paradigma para numerosas personas que ingresaron a la Administración Pública Mexicana a partir de 1920, es decir, desde que esos personajes dirigieron al país, por eso la calificación de México como uno de los países más corruptos del mundo, actualmente; por eso también, la imagen tan deteriorada del Ejército Nacional Mexicano, que durante largo tiempo ha tenido que arrastrar la pésima fama que le crearon Obregón, Calles y Amaro, sin que al momento haya sido posible borrarla totalmente.

Amaro, queriendo crear un mito “novelesco y amable” sobre esta asociación delictuosa señaló en alguna ocasión que ellos eran Los Tres Mosqueteros, a lo cual Vox Pópuli respondió que parecía que Amaro aparte de tonto, era sordo pues lo que realmente les decían era “Los Tres Más Rateros”.

Antes de iniciar su campaña electoral, el General Gómez decidió visitar a su familia en Estados Unidos y, por insistencia de Plutarco Elías Calles quien estaba obedeciendo las órdenes de Obregón, a su paso por Sonora se vio obligado a  reunirse con Obregón, reunión en la cual no se llegó a acuerdo alguno con respecto al deseo de Obregón y Calles de que renunciara a proseguir con la defensa del principio de Sufragio Efectivo No Reelección, para lo cual le ofrecían designarlo Gobernador del Territorio de Baja California, según palabras de Calles: “Olvídate de la democracia y esas cosas, te ofrecemos ser Gobernador de Baja California, te puedes hacer millonario, tan rico como Abelardo [Abelardo L. Rodríguez] ”, ofrecimiento que el General Gómez rechazó señalando que él se había involucrado en la lucha armada por sus principios democráticos, por su compromiso con la sociedad y no para hacerse rico.

Conviene señalar que Abelardo L. Rodríguez se había convertido en un ente inmensamente rico por la corrupción que lo caracterizó y que fue el tema principal de la investigación y serie histórica de televisión realizada por History Channel bajo el título “Embajadores de la Mafia”, y en la que hacen un largo reportaje de la corrupta gestión de Abelardo L. Rodríguez como Gobernador y Presidente de la República, apoyado, dirigido y solapado por Calles. Esta investigación señala que Abelardo, quien también se convirtió en un pelele –en este caso de Calles–, fue el primer presidente mafioso al ser uno de los iniciadores de la mafia latinoamericana relacionado con la siembra de amapola, el juego, el tráfico de alcohol y de drogas, y para ello permitió e impulsó la construcción de casinos de la mafia norteamericana, él mismo llegó a tener uno de los casinos más importante en Baja California con el nombre de Agua Caliente.

De la reunión con Obregón, el General Gómez salió envenenado y fue gracias a un médico chino en Los Ángeles que el General se salvó de morir, sin embargo, su organismo quedó seriamente dañado, motivo por el cual durante la campaña electoral que realizó, mostró serios problemas de salud, independientemente de que en ese periodo fue objeto de otros atentados contra su vida.

Doña Chonita llegó a México casi una semana después del fusilamiento del General Gómez ya que, como he señalado, residía temporalmente en Los Ángeles y, antes de desplazarse a México en ferrocarril, en un viaje de más de tres días, tuvo que hacer arreglos para dejar a sus hijos Arnulfo y Aida Gómez Elías en un internado en esa ciudad.

familia gomez
Encarnación Elías de Gómez con sus hijos Arnulfo y Aida.

Por estas circunstancias, el día 6 de Noviembre, el funeral del General Gómez fue organizado por el Coronel Guillermo Rosas Flores, su Secretario Particular, y por el Presidente del Partido Nacional Antirreeleccionista, el General Vito Alessio Robles quien, muy valientemente y exponiéndose a las represalias y violencia que caracterizó a México durante el periodo 1920/1928 –en que Obregón mandaba, Calles obedecía y Amaro asesinaba– realizó el velorio en su domicilio de la quinta calle de Chihuahua 107, en la Colonia Roma, lugar en donde se reunió una multitud de aproximadamente 30,000 personas para presentar sus respetos al General Gómez y que, en cortejo fúnebre que se realizó a pie hasta el Panteón Francés de La Piedad, sumó a más de 50,000 personas.

El General Alessio Robles, como Presidente del Partido Nacional Antirreeleccionista expresó en la oración fúnebre dedicada al General Arnulfo R. Gómez:

El alma joven de un viejo luchador levanta el vuelo. Un paladín de los ideales revolucionarios ha muerto.
Descansa en paz; nosotros te ofrecemos seguir empeñados en la lucha de principios…
El general Gómez ha caído; pero el antirreeleccionismo sigue vigorosamente en pie… es un ideal que se destaca por encima de los hombres.
Los crímenes, las bastardas ambiciones y las situaciones bochornosas sirven de mortaja a sus autores. Los principios son la aureola de quienes sucumben por ellos.

Ya en México, Doña Chonita no pudo alojarse en su casa ubicada en la calle de Arquitectos 107 (hoy Miguel Schulz), Col. San Rafael, debido a que la misma había sido saqueada por órdenes de Obregón, por un contingente de funcionarios y soldados comandados por el Lic. Fernando Torreblanca quien, después de haber sido Secretario Particular de Obregón, le fue impuesto a Calles como Secretario Particular para dominarlo totalmente (y después fue impuesto por Calles a Emilio Portes Gil). También se dice que Obregón presionó a Calles para que “aceptara” a Torreblanca como su yerno, casándolo con su hija Hortensia.

boda
Boda de Fernando Torreblanca y Hortensia Elías con la presencia de Alvaro Obregón asegurándose de que sus deseos fueran cumplidos.

Por esas circunstancias, durante su permanencia en México, Doña Chonita se hospedó en la casa del Coronel Paulino Fontes Ruiz, amigo y partidario del General Gómez, quien había sido Director de los Ferrocarriles de México y Secretario Particular del Presidente Venustiano Carranza, lugar a donde acudieron numerosas personalidades a presentar su pésame, incluyendo a la más famosa vedette de esa época, María Conesa “La Gatita Blanca”, admiradora y partidaria del General Gómez, a pesar de que en ese momento era querida del General José Alvarez, Jefe del Estado Mayor del dizque “presidente” Plutarco Elías Calles.

Conviene señalar que en el colmo del cinismo y desvergüenza, el Lic. Fernando Torreblanca, posteriormente alardeaba y presumía de que usaba las mancuernillas del General Gómez, mismas que había robado durante este acto de rapiña totalmente deleznable y, durante el cual robaron todos sus objetos, enseres y archivos personales.

Incluyendo la información que el General Gómez había recopilado y procesado para publicar un tercer libro sobre la milicia mexicana con el título de Historia Militar de México, mismo que era un complemento del libro El Centinela (1924) que fue mejor conocido como Manual del Ordenanza) y de Estudios Militares (1926); después de un viaje de estudios que realizó a West Point, a Fort Benning y Fort Riley en Estados Unidos y a los principales centros de estudios e instalaciones militares en Europa y el Norte de África, mismo a través del cual hacía una serie de propuestas para la reestructuración e institucionalización del Ejército Nacional Mexicano –algunas de las cuales Amaro se apropió y presentó “como ideas suyas” y entre las cuales se incluye la idea que el General Gómez considero básica y fundamental para el desarrollo del Instituto Armado: la creación de la Escuela Superior de Guerra que, el General Arnulfo R. Gómez, propuso el 15 de enero de 1926, junto con una serie de otras 26 ideas para crear un Ejército Nacional Mexicano sólido, moderno y eficiente que cumpliera adecuadamente con su función sustantiva, así como con funciones que iban más allá de la milicia y que incluía aspectos sociales, económicos y políticos–.

Debido a los actos de rapiña arriba descritos, prácticamente, la familia del General Gómez carece de recuerdos físicos de su muy querido antepasado ya que sólo se rescataron algunas fotos, su bigotera, tres monedas que estaban dentro del estuche de su bigotera, sus polainas de campaña y algunos otros documentos que habían quedado en poder del Coronel Guillermo Rosas Flores y del Coronel Fernando López Portillo Horn, ambos sus Secretarios Particulares.

Conviene señalar que el Coronel Rosas Flores, consciente de que Doña Chonita no llegaría a tiempo para el sepelio del General Gómez, le cortó un mechón mismo que obra en mi poder.

Importante es señalar que Doña Chonita nunca quiso regresar a México, se quedó a vivir en Los Ángeles y fundó el Restaurante El Carmen, que se convirtió en un exitoso restaurante de alto nivel que entre sus clientes regulares contaba a personajes como D.W. Griffith, Cecil B. DeMille, Boris Karloff, Ricardo Montalban, Nat King Cole, Loretta Young, Diego Rivera, Busby Berkeley, Mario Lanza, Vincent Price y al muy joven John Wayne, quien se dirigía a Doña Chonita como “Mamá”. En el siguiente anexo, incluyo el menú de The Original EL CARMEN CAFE mismo que contiene una breve reseña referente a los primeros 50 años de su existencia, señalando que fue inaugurado el 15 de septiembre de 1929, un mes antes de que estallara la crisis del “stock market” y la Gran Depresión; y que a pesar de esos tiempos difíciles, siempre se mantuvo como un restaurante con gran afluencia de comensales que inclusive, frecuentemente hacían cola para conseguir una mesa.

Arnulfo Gómez Elías, hijo mayor del General Gómez, tampoco quiso regresar a México pues no concebía la idea de que hubiera un país en el que toda clase de delitos, abusos e injusticias fuese lo normal y que los transgresores quedaran impunes, además de que los convirtieran en héroes como sucedió con Obregón, Calles y Amaro, cuando realmente son una vergüenza y deshonra para el Ejército Nacional y para México.

Arnulfo, después de estudiar la carrera de abogado en Estados Unidos, fue miembro destacado del Cuerpo Diplomático de ese país, habiendo sido Jefe de Misión en Chile, Argentina y Portugal, así como Asesor del Secretario de Estado de la Unión Americana.

Su hermana, Aida Gómez Elías se convirtió en Maestra de Letras Inglesas y regresó a México a principios de los años 50, habiendo fundado el Instituto Boston, de Educación Primaria, y la Escuela Secundaria General Arnulfo R. Gómez, misma que estaba clasificada en el lugar 173 de un total de 1,342 escuelas en el Distrito Federal. Aida Gómez Elías se casó con el hijo del Coronel Paulino Fontes Ruiz y Angelita Buelna: Paulino Fontes Buelna.

Finalmente, me permito comentar que Eliseo Cid de León, quien aparece como donador del paliacate que utilizaron para vendarle los ojos a mi abuelo al fusilarlo y que forma parte de la colección de objetos exhibida en el Museo Alessio Robles de Saltillo, Coahuila, era Mayor del Ejército Mexicano y fue la persona que recibió su cuerpo en la ciudad de Jalapa, habiendo sido el encargado de acompañarlo en su traslado por ferrocarril hasta la ciudad de México.

Importante es hacer notar que el General Gómez llevaba en los brazos unos soportes para ajustar las mangas del saco que vestía cuando lo fusilaron, motivo por el cual algunos escritores e historiadores erróneamente hablan de que el General Gómez fue atado a un poste para sostenerlo durante su fusilamiento, lo cuales es totalmente incorrecto, pues a pesar de estar seriamente enfermo y de que se estremecía por la fiebre que lo aquejaba, valientemente se situó ante el paredón y el pelotón de fusilamiento, y en la foto que se presenta a continuación se puede notar la ausencia del supuesto poste al que algunos han señalado que lo ataron.

general gomez
Fusilamiento del Gral. Arnulfo R. Gómez.

En mi próximo artículo presentaré detalles del asesinato de mi abuelo, el General Arnulfo R. Gómez que fue disfrazado de fusilamiento después de un juicio sumario totalmente irregular, en el que no se le permitió declarar debido a que lo retuvieron en el tren que lo condujo de Teocelo a Coatepec y, por tanto, no estuvo presente en su juicio.


También te puede interesar: Evolución de la Balanza Comercial enero-mayo de 2020.

La lección del Cerro de Las Campanas

Lectura: 6 minutos

Se cumplieron 153 años del fusilamiento de Maximiliano de Habsburgo y los generales Miguel Miramón y Tomás Mejía en el Cerro de las Campanas en Querétaro, con lo que llegó a su fin el trágico Segundo Imperio Mexicano.

Pero todavía andan por ahí clericales atolondrados y morriños mascullando que fue un asesinato. No fue así. El trío fue apresado en combate y presentado ante un Consejo de Guerra que lo condenó al paredón conforme a una ley vigente, la del 25 de enero de 1862.

Con esta medida, el presidente Benito Juárez consolidó la República y anunció al mundo que México no toleraría jamás un gobierno impuesto desde el extranjero.

El episodio de lesa majestad del 19 de junio de 1867 infartó a las casas reales europeas. Al día de hoy, sus menguadas descendencias, de la mano con las sobras de nuestra aristocracia criolla, sufragan misas para que el Altísimo mantenga a Juárez ardiendo en el averno por aquel crimen y por la puñalada trapera de las Leyes de Reforma.

El capítulo del Cerro de Las Campanas también atrajo la atención de personajes de otra talla. Guissepe Garibaldi y Víctor Hugo abogaron por la vida del príncipe austríaco. El pintor Édouard Manet llevó al lienzo el episodio en una serie de tres cuadros que enfurecieron a Napoleón III, el pequeño, pues el pelotón de fusilamiento aparece con el uniforme de las tropas imperiales, en perspicaz alusión al verdadero responsable de la muerte del fallido emperador.

ejecución de maximiliano de habsburgo
“El fusilamiento de Maximiliano”, Édouard Manet (1867).

El gran Víctor Hugo redactó una espléndida homilía que fue recibida al día siguiente de la ejecución, por lo que nunca sabremos cuál habría sido su peso en el ánimo del de Guelatao. Más que una curiosidad historiográfica, la misiva arroja luz sobre este episodio fundacional de la República y permite escudriñar el significado y las consecuencias de una odisea como la de Juárez.

Es un texto preñado de mensajes que bien haría en escuchar –y atender– nuestra clase política. En particular la que se ve a sí misma en ropaje de estadista.

He aquí la epístola:


Juárez: Usted ha igualado a John Brown. La América actual tiene dos héroes, John Brown y usted. John Brown por quien la esclavitud ha muerto; usted, por quien la libertad vive. México se ha salvado por un principio y por un hombre. El principio es la República, el hombre, es usted.

Por lo demás, la suerte de todos los atentados monárquicos es terminar abortando. Toda usurpación empieza por Puebla y termina por Querétaro. En 1863, Europa se abalanzó contra América. Dos monarquías atacaron su democracia; una con un príncipe, otra con un ejército; el ejército llevó al príncipe. Entonces el mundo vio este espectáculo: por un lado, un ejército, el más aguerrido de Europa, teniendo como apoyo una flota tan poderosa en el mar como lo es él en tierra, teniendo como recursos todo el dinero de Francia, con un reclutamiento siempre renovado, un ejército bien dirigido, victorioso en África, en Crimea, en Italia, en China, valientemente fanático de su bandera, dueño de una gran cantidad de caballos, artillería y municiones formidables. Del otro lado, Juárez.

Por un lado, dos imperios; por otro, un hombre. Un hombre con otro puñado de hombres. Un hombre perseguido de ciudad en ciudad, de pueblo en pueblo, de bosque en bosque, en la mira de los infames fusiles de los consejos de guerra, acosado, errante, refundido en las cavernas como una bestia salvaje, aislado en el desierto, por cuya cabeza se paga una recompensa. Teniendo por generales algunos desesperados, por soldados algunos harapientos. Sin dinero, sin pan, sin pólvora, sin cañones. Los arbustos por ciudadelas. Aquí la usurpación, llamada legitimidad, allá el derecho, llamado bandido. La usurpación, casco bien puesto y espada en mano, aplaudida por los obispos, empujando ante sí y arrastrando detrás de sí todas las legiones de la fuerza. El derecho, solo y desnudo. Usted, el derecho, aceptó el combate. La batalla de uno contra todos duró cinco años. A falta de hombres, usted usó como proyectiles las cosas. El clima, terrible, vino en su ayuda; tuvo usted por ayudante al sol. Tuvo por defensores los lagos infranqueables, los torrentes llenos de caimanes, los pantanos, llenos de fiebre, las malezas mórbidas, el vómito prieto de las tierras calientes, las soledades de sal, las vastas arenas sin agua y sin hierba donde los caballos mueren de sed y de hambre, la gran planicie severa de Anáhuac que se cuida con su desnudez, como Castilla, las planicies con abismos, siempre trémulas por el temblor de los volcanes, desde el de Colima hasta el Nevado de Toluca; usted pidió ayuda a sus barreras naturales, la aspereza de las cordilleras, los altos diques basálticos, las colosales rocas de pórfido. Usted llevó a cabo una guerra de gigantes, combatiendo a golpes de montaña.

benito juarez
“Benito Pablo Juárez García”, Jorge González Camarena, 1968 (Fuente: Chicago History Museum).

Y un día, después de cinco años de humo, de polvo, y de ceguera, la nube se disipó y vimos a los dos imperios caer, no más monarquía, no más ejército, nada sino la enormidad de la usurpación en ruinas, y sobre estos escombros, un hombre de pie, Juárez, y, al lado de este hombre, la libertad.

Usted hizo tal cosa, Juárez, y es grande. Lo que le queda por hacer es más grande aún. Escuche, ciudadano presidente de la República mexicana. Acaba usted de vencer a las monarquías con la democracia. Usted les mostró el poder de ésta; muéstreles ahora su belleza. Después del rayo, muestre la aurora. Al cesarismo que masacra, muéstrele la República que deja vivir. A las monarquías que usurpan y exterminan, muéstreles el pueblo que reina y se modera. A los bárbaros, muéstreles la civilización. A los déspotas, los principios.

Dé a los reyes, frente al pueblo, la humillación del deslumbramiento. Acábelos mediante la piedad. Los principios se afirman, sobre todo, brindando protección a nuestro enemigo. La grandeza de los principios está en ignorar. Los hombres no tienen nombre ante los principios, los hombres son el Hombre. Los principios no conocen sino a sí mismos. En su estupidez augusta no saben sino esto: la vida humana es inviolable.

¡Oh, venerable imparcialidad de la verdad! El derecho sin discernimiento, ocupado solamente en ser derecho. ¡Qué belleza! Es importante que sea frente a aquellos que legalmente habrían merecido la muerte, cuando abjuremos de esta vía de hecho. La más bella caída del cadalso se hace delante del culpable.

¡Que el violador de principios sea salvaguardado por un principio! ¡Que tenga esa felicidad y esa vergüenza! Que el violador del derecho sea cobijado por el derecho. Despojándolo de su falsa inviolabilidad, la inviolabilidad real, pondrá usted al desnudo la verdadera, la inviolabilidad humana. Que quede estupefacto al ver que del lado por el cual él es sagrado, es el mismo por el cual no es emperador. Que este príncipe, que no se sabía hombre, aprenda que hay en él una miseria, el príncipe, y una majestad, el hombre. Nunca se presentó una oportunidad tan magnífica como ésta. ¿Se atreverán a matar a Berezowski en presencia de Maximiliano sano y salvo? Uno quiso matar a un rey, el otro, a una nación. Juárez, haga dar a la civilización ese paso inmenso. Juárez, abolid sobre toda la tierra la pena de muerte. Que el mundo vea esta cosa prodigiosa: la república tiene en su poder a su asesino, un emperador; en el momento de arrollarlo, se da cuenta de que es un hombre, lo suelta y le dice: Eres del pueblo como los demás.

Vete.

ejecucion maximiliano
“Emperor Maximilien before his execution”, Jean-Paul Laurens (1882).

Ésa será, Juárez, su segunda victoria. La primera, vencer a la usurpación, es soberbia; la segunda, perdonar al usurpador, será sublime. Sí, a esos reyes cuyas prisiones están repletas, cuyos cadalsos están oxidados de asesinatos, a esos reyes de caza, de exilios, de presidios y de Siberia, a los que tienen a Polonia, a Irlanda, a La Habana, a Creta, a esos príncipes obedecidos por los jueces, a esos jueces obedecidos por los verdugos, a esos verdugos obedecidos por la muerte, a esos emperadores que tan fácilmente mandan cortar una cabeza, ¡muéstreles cómo se salva la cabeza de un emperador!

Por encima de todos los códigos monárquicos de los que caen gotas de sangre, abra la ley de la luz, y, en medio de la página más santa del libro supremo, que se vea el dedo de la República posado sobre esta orden de Dios: No matarás. Estas dos palabras contienen el deber. Usted cumplirá ese deber.

El usurpador será perdonado y el liberador no ha podido serlo, lástima. Hace dos años, el 2 de diciembre de 1859, tomé la palabra en nombre de la democracia, y pedí a Estados Unidos la vida de John Brown. No la obtuve. Hoy pido a México la vida de Maximiliano. ¿La obtendré? Sí. Y si tal vez en estos momentos ya ha sido cumplida mi petición, Maximiliano le deberá la vida a Juárez. ¿Y el castigo?, preguntarán. El castigo, helo aquí: Maximiliano vivirá “por la gracia de la República”.


Juego de ojos.

También te puede interesar: En el México Insurgente.

En el México Insurgente

Lectura: 6 minutos

Para quienes somos hijos de un mundo en donde a los héroes se les mira con un dejo burlón y se quiere reprimir más que imitar a los diferentes, la biografía de John Silas Reed puede resultar tan abrumadora como un largometraje pasado a alta velocidad en donde las imágenes se persiguen unas a otras hasta marearnos.

Jack, como le llamaban sus amigos, murió hace cien años, 72 horas antes de cumplir 33, al otro lado del mundo, honrado por las banderas de una nación que no era la suya. Fue testigo de dos de las primeras revoluciones del siglo y su obra explicó a la humanidad los significados más profundos de esos eventos. La Revolución mexicana y la Revolución de Octubre en mucho se explicaron en el mundo gracias a las páginas de ese gringo desgarbado.

A una edad en la que la mayoría de los hombres apenas comienza a pulsar el posible rumbo de su vida, John ya era una leyenda. Y cuando su agitada existencia expiró en un hospital moscovita y la noticia recorrió el mundo, en su patria hubo tantas muestras de alivio como de dolor.

No sabemos en qué clase de hombre se hubiera convertido de haber vivido otros veinte o treinta años. Tal vez Jack, aclamado como el mejor periodista de su tiempo a los 26 años, y un consumado escritor y activista político a los 32 –se dice que Kipling admitió que los artículos de Reed lo hicieron “ver” a México– también consumó la hazaña de morir a tiempo.

John Silas Reed
Fotografía: Wikimedia.

La tarde del sábado 23 de octubre de 1920 en la gran Plaza Roja moscovita las banderas ondeaban en la bruma cuando la enorme procesión hizo su arribo procedente del Templo del Trabajo a los acordes de una marcha fúnebre. El retumbar de las botas sobre las lozas dio un toque de nostalgia a la ceremonia. Testigos mudos eran la muralla, las 19 torres y las catedrales de la Asunción, del Arcángel y de la Anunciación.

John Reed había muerto de tifoidea unos días antes, y la procesión llevaba sus restos al corazón de los pueblos soviéticos, con los honores debidos a un héroe del proletariado.

Cuando el féretro fue depositado en el muro del Kremlin bajo una manta roja en la que grandes caracteres dorados proclamaban “Los dirigentes mueren, pero las causas permanecen”, las banderas fueron colocadas a media asta y el aire retumbó con descargas de fusil que se diluyeron en un apesadumbrado silencio.

Jack nació el 22 de octubre de 1887 en el seno de una familia acomodada y conservadora de Portland, Oregón, y fue bautizado en la iglesia Episcopal. Vivió la vida protegida de un niño enfermizo en la casa de los abuelos maternos, una mansión señorial con un enorme parque en donde había una terraza rodeada en tres lados por higueras con luces de gas ocultas en la corteza. “En el verano se colocaba un toldo y la gente bailaba a la luz que parecía salir de entre los árboles”, recordaba Reed en su ensayo autobiográfico Casi treinta años.

Aunque la madre de Reed se veía a sí misma como una “rebelde” y fue de las primeras mujeres que fumaron en público, despreciaba a las clases trabajadoras, a los extranjeros y a los radicales. Años después, siendo una viuda pobre, llegó al extremo de rechazar dinero de Jack porque no quería ser mantenida por un hijo prosoviético.

Durante sus años de estudiante Jack comprendió que no estaba destinado a regresar a Portland y que el éxito económico no le atraía. Era de una naturaleza distinta y no seguiría los pasos de su padre, aunque ello le hiciera sentir culpable. Concluidos sus estudios viajo a Europa y de regreso, a los 23 años, encontró trabajo en la revista neoyorquina America y en otras publicaciones. John Reed, periodista y escritor, estaba a punto de dejar su huella en el mundo.

John Reed
Fotografía: Semanario Voz.

Cuando Jack cruzó la frontera de Texas a Chihuahua, una tarde a finales de 1913 y trepó al tejado de la oficina de correos de Presidio para dar su primer vistazo a México, ya llevaba la doble fama de periodista y luchador social.

Su trabajo en la revista radical The Masses, sus actividades en los círculos socialistas y bohemios, su personalidad explosiva e impredecible y sus reportajes sobre la gran huelga de Patterson, Nueva Jersey –donde pudo disfrutar de la hospitalidad de la prisión local– le habían dado una fuerte reputación a los 26 años.

Fue comisionado por la revista Metropolitan y el diario World para cubrir la Revolución mexicana, en particular las andanzas de Francisco Villa, cuyas operaciones en las cercanías de la frontera estadounidense lo habían convertido en noticia de primera plana.

Años después Reed diría que México fue el lugar en donde se encontró a sí mismo. Este gringo torpe, explosivo, lúcido, valeroso y cálido, no sólo escribió artículos sobre México que dieron a lectores y gobierno de su país elementos que matizaron la percepción sobre el conflicto en México. Sus narraciones sobre Francisco Villa, a quien trató y admiró profundamente, elevaron la figura del revolucionario de bandido a héroe ante la opinión pública al norte de la frontera. Reed logró transmitir al mundo los más profundos sentimientos de un pueblo en armas.

John se insertó en las vidas de los hombres y mujeres revolucionarios para ver el conflicto desde su punto de vista. Tomó partido por los hombres para poder experimentar por sí mismo la promesa del nuevo amanecer que la sangrienta guerra traería a México: una nación libre en donde no habría clases marginadas, ejército opresor, dictadores o iglesia al servicio de los poderosos.

pancho villa
Fotografía: Texas Public Radio.

En su ensayo El legendario John Reed, Walter Lippmann escribió:

El público se percató de que podía vivir lo que John Reed vio, tocó y sintió. La variedad de sus impresiones y el color y fuentes de sus escritos parecían interminables. Los artículos que mandó de la frontera mexicana eran tan apasionados como el desierto mexicano y la revolución villista… Comenzó a atrapar a sus lectores, sumergiéndolos en oleadas de un panorama maravilloso de tierra y cielo.
Reed quería a los mexicanos que conoció tal como ellos eran. Bebía con ellos, marchaba y arriesgaba la vida a su lado… No era demasiado presumido, o demasiado cauto o demasiado perezoso. Los mexicanos eran para él seres de carne y hueso… No los juzgaba. Se identificó con la lucha y lo que vio fue gradualmente mezclándose con sus esperanzas. Y siempre que sus simpatías coincidían con los hechos, Reed era estupendo.

En las páginas de México Insurgente el libro que recogió sus artículos mexicanos– el periodismo y la literatura se disputan el espacio, cada uno dando al otro un escenario admirable. Esta pugna profunda se complementa con el mensaje de Reed, en ocasiones directo y en otras entre líneas. He aquí a un hombre que llegó a los desiertos luminosos de un país llamado México para reafirmar sus propias convicciones revolucionarias entre hombres andrajosos, iletrados, pobremente armados, indisciplinados y libres, cuyo instinto más que una ideología les decía que las armas eran el único medio posible de transformar la situación en que unos pocos vivían explotando a los más.

No es una exageración decir que el John Reed que regresó a Estados Unidos en abril de 1914 no era ya el mismo que vio por primera vez a México desde el tejado de la oficina de correos de Presidio. En México Reed perfeccionó las herramientas para su gran obra, Los diez días que conmovieron al mundo, un relato que el propio Vladimir Ilych Ulyanov, “Lenin”, prologó al considerarlo uno de los mejores sobre la Revolución de Octubre, con la esperanza de que fuera leído por los trabajadores del mundo.

Juego de ojos.

También te puede interesar: Actualidad de Watergate.

Kingo Nonaka, el médico casual de Madero

Lectura: 8 minutos

Con su hermano mayor y un tío salió a los dieciséis años de su querido Japón. Tras meses de travesía llegó a Salina Cruz, Oaxaca, para trabajar en el campo. Oaxaca no le funcionó y decidió caminar durante tres meses por las vías de tren hasta Ciudad Juárez, Chihuahua, de donde quería saltar al otro lado. Sin embargo las cosas se complicaron y terminó de mil usos en un hospital, donde a puro buen ojo aprendió el oficio de menear el bisturí. Después cayó la Revolución, y como había más heridos que doctores, le tuvo que entrar de cirujano, trabajando jornadas de dieciséis horas, hasta que un día pidió permiso para descansar en casa de un compadre. Mientras descansaba se soltó una balacera y entre los balazos llegó alguien cargando a un herido; lo curó sin miramientos y después se enteró que era nada menos que don Francisco I. Madero.

Se cayeron bien y se sumó a sus filas. Después se fue con Villa tres años, quien lo ascendió a capitán y lo nombró jefe del batallón de salud. Cansado del trote revolucionario regresó a Ciudad Juárez a ser director del hospital que lo vio crecer. Se casó y después de cinco hijos se mudó a Tijuana buscando nuevos horizontes. En “Tiyei” (TJ) primero fue barbero, después comerciante y de pasada se convirtió en el primer fotógrafo en documentar la historia de la ciudad y su gente por más de dos décadas, inmortalizando con sus cromos el lado “blanco” de Tijuana. Con la Segunda Guerra Mundial tuvo que irse a la capital, donde fue de los fundadores del Instituto Nacional de Cardiología; y así un largo etcétera, hasta que murió en 1977.

Así fue la maravillosa vida del japonés Kingo Nonaka, naturalizado mexicano y bautizado como José Genaro Kingo Nonaka.

Hacia finales del siglo XIX el gobierno de Díaz promovió leyes y facilidades para que tanto mexicanos como extranjeros colonizaran las remotas tierras del país. Fue así que, en 1888, México se convirtió en el primer país occidental en firmar un tratado con un país asiático, Japón.

 A los hijos del Sol Naciente les cayó de perlucas la invitación, pues entonces sus cuatro islas comenzaban a sobrepoblarse: cuando Benito Juárez murió, en 1872, México contaba con nueve millones de habitantes, mientras Japón –cinco veces más chico que México–, tenía treinta millones (de los conejos después hablamos).

fotografo nonaka
Fotografía: Kingo Nonaka (Archivo Histórico y la Sociedad de Historia de Tijuana).

En México prácticamente no se sabía nada de los japoneses, ya que estuvieron literalmente aislados del mundo por mucho tiempo. Los primeros mexicanos en visitar formalmente la tierra de los samuráis, fue una curiosa expedición de astrónomos y científicos, encabezada por el científico jalapeño José Francisco Díaz de Covarrubias, que en 1874 se aventuraron hasta allá con la finalidad de observar el tránsito del planeta Venus frente al Sol (de la travesía después hablamos). En sus memorias de viaje, Díaz de Covarrubias escribió de los japoneses: “Son casi siempre afables, corteses, valientes y dóciles para aceptar todo género de cultura, mientras que en los chinos raras veces se encuentran cualidades semejantes”.

Kingo Nonaka nació en Fukuoka, al noroeste del país, en 1889. En busca de mejores oportunidades, Kingo, su hermano mayor y su tío se unieron a la migración japonesa a México. Venían ilusionados y con muchos planes. Desgraciadamente el hermano enfermó de gravedad y lo bajaron del barco en Hawái.

En diciembre de 1906, Kingo y su tío llegaron a Salina Cruz, Oaxaca. A los cuatro días ya estaban macheteando de sol a sol en Santa Lucrecia, un cañaveral donde también trabajaban más de mil japoneses junto a quinientos mexicanos. Otro mal golpe del destino cayó sobre Kingo cuando al mes su querido tío murió de paludismo. Pronto en Oaxaca las cosas se volvieron insoportables y Kingo, junto con varios compatriotas, decidieron emigrar a Estados Unidos, vía Ciudad Juárez, que entonces era la ciudad con el mayor número de japoneses en el país. Según censos de la época, entre 1895 y 1909, había ocho mil quinientos de ellos.

Después de caminar dos mil seiscientos kilómetros por las vías del tren, Kingo llegó a la ciudad fronteriza. Como no era tan fácil la cruzada, muchos de los compatriotas se desesperanzaron y desistieron. Kingo siguió necio, pero sin un peso y sin hablar nada del idioma las cosas se pusieron extremas. Haciendo señas vivía de limosna y dormía en la banca de un parque frente a la iglesia. Siendo bajito de estatura y más flaco que pantorrilla de canario, parecía un niño harapiento y abandonado a la buena de Dios.

Fue cuando apareció su ángel de la guarda, en la figura de Bibiana Cardón, una señora que iba a misa todos los días y que se lo llevó a su casa. La familia Cardón, de posición acomodada, lo adoptó con cariño, le enseñaron el idioma, lo bautizaron y pronto José Genaro Kingo Nonaka comenzó a trabajar en el negocio familiar, que era un gran almacén de forrajes para ganado y semillas.

Por supuesto, con la Revolución los pillastres malnacidos saquearon y quemaron el almacén de los Cardón y todo se fue al traste. Viendo que José no se hallaba, la señora Cardón se lo llevó al Hospital Civil y Militar de Ciudad Juárez, donde era jefa de enfermeras. Ahí comenzó a trabajar de “jardinero”, sin sueldo. A los tres meses pasó a encargarse de la limpieza de ciertas áreas del hospital, con un sueldo de 7 pesos. Un año después ganaba 25 pesotes; su trabajo, dice él mismo en sus memorias, “consistía en llevar medicinas a los enfermos, material de curación a los enfermeros o enfermeras, hacer curaciones sencillas y poco tiempo después, curaciones más complicadas. Al año recibí el nombramiento de enfermero de primera categoría; exactamente el 2 de diciembre de 1910, el día que cumplí 21 años de edad, con un salario de 75.00 pesos al mes y haciendo solemnemente el juramento hipocrático”.

Con la Revolución a todo mecate, José Nonaka no le quedó otra más que entrarle a meter cuchillo a destajo: “(…) a falta de personal médico y de estar observando el trabajo de los cirujanos, aprendí como usar el bisturí. (Lo hacía) sin descansar, sin dormir o dormir unas horas, (…) razón que me obligó a pedir al doctor administrador del hospital un permiso de unos días para descansar; concediéndomelos, sin saber que ese permiso cambiaría el rumbo de mi vida.”

nonakawa
Fotografía: Archivo Histórico y la Sociedad de Historia de Tijuana.

La noche del 4 de marzo de 1911, el ejército de Madero llegó a Galeana, Chihuahua, para de ahí planear un ataque a Casas Grandes, precisamente donde Kingo Nonaka visitaba a su compadre y compatriota, Ricardo Nakamura. La casa de adobe era grande, aireada y estaba a pie de la plaza. El 6 de marzo Madero atacó el pueblo. La batalla duró más de cuatro horas, de la cual Madero salió perdiendo y herido. José Genaro cuenta el hecho:

Estábamos platicando largo rato, hasta que nos interrumpió un fuerte tiroteo acompañado de cañonazos y el estallido de granadas durante varias horas. Después, un poco de calma y silencio. (…) en la calle se escuchaba gente llorando, gritos, rezos (…).

“En eso estábamos cuando tocaron la puerta fuerte y con mucha insistencia, me asomé por la ventana y vi que eran los vestidos con sombrero tejano y que hablaban en voz alta. Abrió la puerta mi compadre y uno de ellos preguntó:

—¿Tienen alcohol o petróleo?, lo necesitamos para un herido.

Vi que traían a un señor herido de la mano derecha, me dirigí a él, que estaba sangrando abundantemente, le dije:

—Veo que viene herido y si usted gusta, yo lo curo, soy enfermero diplomado.

“Al examinarlo me di cuenta que no era una herida grave, que solamente fue el roce de una esquirla de granada la que produjo la herida. Hasta ese momento, yo no sabía quién era ese señor. Solamente me fijé que era una persona de baja estatura, bien vestido, con sombrero tipo tejano, polainas, con bigote y barba estilo francés, comúnmente llamada ‘piochita’. Cuando terminé de curarlo, me dio las gracias y quería pagarme con un billete de 10.00 dólares; yo me negué, argumentando que yo no cobraba por ese servicio, que era mi deber y me contestó:

—Tome el dinero, y además, usted, doctor, se viene con nosotros, y será nuestro doctor, así es que póngase su saco y su sombrero, vámonos.

“Volteé hacia la puerta y vi a los acompañantes del señor, uno llevaba el veliz de mi ropa y otro llevaba mi estuche médico, inmediatamente le dije:

—Señor, yo no puedo ir con ustedes porque estoy trabajando en el Hospital Civil y Militar de Ciudad Juárez, y si no me presento a trabajar, me tornaran como desertor y posiblemente, a la cárcel voy a parar.

Y el señor que curé me contestó:

—No te preocupes, yo respondo de ti.

Lo más curioso fue que no me preguntó mi nombre, ni de qué origen era o déjame ver tu pasaporte, solamente me dijo:

—Vámonos, la Patria necesita gente como usted, doctor.

Me despedí de mi compadre y de su familia y me llevaron hasta la colonia Juárez, que es de mormones. Al día siguiente supe que el señor que curé era el jefe revolucionario Francisco I. Madero, ¡vaya Sorpresa!”.

madero
Francisco I. Madero (Fotografía: Kingo Nonaka, Archivo Histórico y la Sociedad de Historia de Tijuana).

Así comenzaron las andanzas revolucionarias de este médico a palos. Participó en catorce batallas importantes, dos con Madero y doce con Villa. Cabe mencionar que por órdenes de Villa, Kingo Nonaka conformó el mejor servicio sanitario de la Revolución mexicana.

Ahora bien, la amistad entre José Genaro K. Nonaka y Francisco I. Madero tuvo una trascendencia importante. Esto lo documenta el licenciado Sergio González Gálvez, quien comenta que de alguna manera la amistad de Madero con Nonaka abrió la relación con el personal de la Legación japonesa en México:

“Un episodio no muy conocido de los vínculos entre Japón y México es la defensa que hizo el encargado de negocios de la Legación japonesa en México de la familia de Francisco I. Madero, a los que salvó de ser asesinados, como ocurrió con Madero. La valentía del encargado de negocios japonés, de nombre Kumaichi Horiguchi, llegó al grado de poner la bandera japonesa en la puerta para frenar la intromisión de las fuerzas del usurpador Huerta; de este modo, más de treinta personas, entre ellas la esposa del presidente Madero, sus padres y sus hermanas junto con sus hijos, en compañía de todos sus sirvientes, salvaron la vida por la intervención del citado diplomático japonés” [i]

¡Salchichas!, el espacio se me termina y se podrían escribir varios libros sobre José Genaro Kingo Nonaka, así que resumo:

Después de la Revolución, el capitán Kingo Nonaka regresó a trabajar al hospital de Ciudad Juárez, donde conoció a su esposa, la enfermera Petra García Ortega. En 1921 se mudaron con todo y cinco chilpayates a Tijuana. Tres años después, el presidente de la República, Plutarco Elías Calles, firmó su carta de naturalización como ciudadano mexicano.

fotografia kingo nonaka
Carro alegórico de la colonia japonesa en Tijuana, 1925 (Fotografía: Kingo Nonaka).

En Tijuana, y por azares del destino, comenzó a tomar fotografías de gente común y corriente. Esto gustó mucho y lo llevó a poner un estudito fotográfico que rápidamente se hizo famoso. Ya como fotógrafo profesional, el gobierno lo contrató para tomar fotografías de los detenidos y presos en la cárcel pública. Siendo policía y fotógrafo y siempre buscando superarse, estudió por correspondencia un diplomado en Fotografía, Dactiloscopia, Criminología Grafología, graduándose en 1933 del Institute of Applied Science, de Chicago:

“Entre 1923 y 1942, Nonaka tomó con su cámara Graflex cientos de imágenes de la Tijuana de los años veinte, treinta y principios de los cuarenta, en especial de las actividades cotidianas de sus habitantes. Por ello, este personaje japonés fue un pionero de la fotografía de la ciudad, ya que sus imágenes se han constituido en clásicas para conocer la Tijuana de ese periodo”, comenta José Gabriel Rivera Delgado.[ii] En 1934 creó una escuela mecánica automotriz para dar oportunidad de estudios a los jóvenes que andaban de malandros.

En 1942, en plena Segunda Guerra Mundial, se desató en México una fuerte segregación contra japoneses y alemanes. José Kingo Nonaka y familia tuvieron que mudarse a la Ciudad de México, donde fue uno de los fundadores del Instituto Nacional de Cardiología. También vivió en Monterrey donde siguió trabajando hasta su muerte, a los 88 años.


Notas:
[i] Sergio González Galván, “Eventos históricos de la relación México-Japón”, Revista Mexicana de Política Exterior, marzo-junio, 2009.
[ii] Genaro Nonaka García (comp.), Kingo Nonaka: Andanzas Revolucionarias, Editorial Artificios, Mexicali, BC, 2014.


También te puede interesar: Dime qué comes y te diré quién eres.

Aquilatemos con perspectiva histórica lo rescatable de la 4T

Lectura: 5 minutos

Para mi amigo Javier Quijano Baz, simpatizante de AMLO.

Analizada con perspectiva histórica, la sedicente Cuarta Transformación no es sino un eslabón más de nuestro devenir, la cual nos sacudió al hacer un certero diagnóstico de todo aquello que debemos cambiar, sin haber causado violencia política. Se le atravesó la pandemia, lo que ha puesto al descubierto las limitaciones del presidente por ser un líder social y no un estadista. Nuestro reto es aprovechar ese reinicio transformador para llevarlo a la construcción de un país más igualitario y justo, construcción que López Obrador es incapaz de llevar a cabo por su falta de habilidades para negociar y unificar, pero la sociedad mexicana en su conjunto sí. Veamos solamente algunos de los elementos positivos que la 4T ha puesto en juego.

Ausencia de violencia política

La toma pacífica de Los Pinos por Andrés Manuel equivale a la toma violenta del Palacio de Invierno por los bolcheviques. Los Pinos era uno de los símbolos del poder de la época priista y de nuestra inacabada transición a la democracia, tal como el Palacio de Invierno era el símbolo del poder monárquico. En ambos casos la pretensión es un cambio de régimen. En Rusia supuso el inicio de 70 años de comunismo y aquí está por verse si la necesaria sacudida logra remover las estructuras sociales que nos permita convertir a nuestro país –la décimo cuarta economía del mundo– en uno más igualitario y justo, o si en cambio nos pauperizamos.

No le pidamos peras al olmo, López Obrador es un luchador social y no un estadista, por lo que carece de la preparación y el talento para lograr esa titánica tarea que deberemos de realizarla todos. Conformémonos por ahora con que haya sido capaz de enarbolar las banderas de las luchas reales que debemos realizar: contra la corrupción y la impunidad y en favor de la justicia social, sin haber causado hasta ahora violencia política. AMLO no puede lograr la unidad nacional ni es capaz de negociar ni mostrar flexibilidad alguna en aras de lo razonable. Eso tocará realizarlo a otros. No hay que perder de vista que la Historia es un proceso evolutivo que nos obliga a encontrar mejores respuestas, cuando las de antes ya no alcanzan.

justicia en la 4t
Ilustración: Víctor Solís.
Politización social

Además del inicio de esta revolución pacífica que tomará el rumbo que los mexicanos queramos y no necesariamente el que el presidente tiene hoy en mente, le debemos a éste la reactivación de la vida pública a consecuencia de su expresión del hartazgo y del disgusto popular por las vías institucionales, logrando mayor participación en la discusión pública, especialmente de sectores de la población tradicionalmente marginados, lo que nos ha permitido a todos revaluar nuestros métodos de acción. Es así que vemos a los diversos gremios recobrando su identidad como animales políticos; ante la vorágine de acontecimientos que no da oportunidad de mantenerse en la indiferencia, vemos a los abogados interponiendo amparos, a los ingenieros opinando sobre el aeropuerto cancelado y los proyectos de infraestructura propuestos, a los médicos reinventándose para enfrentar el reto de la pandemia y a los periodistas y opinólogos teniendo que encontrar nuevas formas de permear en la sociedad, cuando su prestigio y la pantalla de TV ya no les alcanza.

Bienestar colectivo

También le debemos a AMLO haber visibilizado a quienes integran la base de nuestra pirámide social y que viven sin poder satisfacer las necesidades económicas básicas que la dignidad del ser humano reclama, así como el inicio del nuevo experimento de brindar apoyo económico directo a los más desfavorecidos para que activen la economía de abajo hacia arriba, ante el fracaso manifiesto de la experiencia contraria, consistente en haber apoyado durante años a los más favorecidos y a sus  empresas, con la esperanza de lograr la dispersión de los recursos hacia abajo.

El temido colapso económico no se ha dado durante esta transición al supuesto nuevo régimen, gracias a la disciplina fiscal y presupuestaria, al control del gasto público y a la negativa al endeudamiento, así como al diálogo constructivo que se ha logrado mantener con el Banco de México, respetándose su autonomía, todo lo cual ha logrado contener la inflación y que pese a la salida masiva de capitales, el tipo de cambio vaya regresando a sus cauces y con un balance comercial superavitario. Tenemos que reconocer que el gobierno previó correctamente que el sistema financiero del país se iba a estresar con motivo de la crisis de la pandemia y que tomó las medidas regulatorias adecuadas para que el sistema bancario pudiera ofrecer a su clientela la llamada “reestructura Covid”, reduciendo intereses y concediendo prórrogas, sin tenerlo que reflejar en su contabilidad como un problema de cobranza.

bienestar economico
Ilustración: Esmirna Barrera.
Ánimo magisterial

En el campo de la educación también podemos observar luces. Al gobierno le ha tocado capitalizar la propuesta de los maestros de echar abajo la reforma educativa, lo que ha permitido su cambio de ánimo motivado en la confianza en el presidente, que se ha materializado en un sorprendente ánimo de entrega y continuidad, quienes durante la pandemia han utilizado sus propios medios, y con espíritu de colaboración y sacrificio han evitado la suspensión de clases y los paros continuos a los que ya estábamos acostumbrados. Andrés Manuel ha sabido hablarles a los maestros en su mismo lenguaje lleno de simbolismos para lograr su entrega personal, imprescindible para salir adelante. También es encomiable la acogida que ha dado su gobierno al reclamo social de poner en primerísimo lugar la educación inicial a la primera infancia, la cual fue introducida por él en el Artículo 3º de nuestra Constitución.

Desacralizar el presidencialismo

Con su legítima ambición de encontrar su lugar en la Historia de México, López Obrador se dio a la tarea de destruir símbolos clave del presidencialismo que lo precedió, terminando con la rancia práctica de los honores al presidente a su arribo y partida de los eventos públicos y de colocar su fotografía en las oficinas de los burócratas, al mismo tiempo de licenciar a las guardias presidenciales que antes desplegaban el boato entorno a la figura presidencial. Esto, en adición a la austeridad y a la reducción de los salarios de los burócratas, así como a la sana distancia que el presidente ha mantenido respecto de su partido MORENA, han brindado a nuestra democracia un tono más republicano que no se puede despreciar.

Área de oportunidad

Aunque son muchos los aspectos negativos que la coyuntura presenta, México no se puede dar el lujo de desperdiciar la oportunidad histórica que Andrés Manuel López Obrador representa y que nos permite continuar la construcción de un país próspero, que incluya en el progreso a la vasta mayoría de nuestros compatriotas, hoy excluidos del bienestar y carentes de oportunidades. El reto inminente de la sociedad es encontrar los cauces que obliguen a ese luchador social a comportarse como estadista y así gobernar para todos los mexicanos, difícil tarea que solamente se puede lograr uniendo fuerzas.


También te puede interesar: La Corte evita una violación a la Constitución: Quizá evite otra.

Memoria personal, memoria colectiva, memoria histórica

Lectura: 6 minutos

La memoria histórica corresponde al conjunto de conocimientos que comparte una sociedad sobre su formación y se manifiesta de diversas maneras públicas, como la conmemoración de acciones, fechas y figuras señaladas. Los anales históricos, muchas veces teñidos de intensas emociones de identidad, se ventilan en la arena pública sometidos a exaltaciones, deformaciones u ocultamientos por parte de los círculos de poder y medios de opinión. Constituyen además temas comunes y candentes que las personas confrontan en referencia a los datos y criterios de otros, y la reflexión e interpretación de las circunstancias que supuestamente causaron los hechos. Lo que se juega en estos lances internos y externos es la veracidad y significación del pasado.

memoria colectiva
Portada del libro “La memoria colectiva” de Halbwachs y el funesto lema “A cada quien lo suyo” en la puerta del campo de concentración de Buchenwald, donde murió en 1945 (Fuente: Wikipedia).

El sociólogo francés Maurice Halbwachs, asesinado en el campo de concentración de Buchenwald en 1945, concibió a la memoria colectiva como el proceso de reconstrucción de su pasado por una sociedad determinada. A diferencia de la memoria histórica que sería la relación más difundida y oficial de hechos rescatados en diversas fuentes, la memoria colectiva se refiere a los recuerdos que un grupo social destaca y atesora, los cuales son compartidos, transmitidos y construidos por ese grupo humano en su conjunto y que suelen formar parte de su tradición. Como sucede con el engrama de los recuerdos episódicos y semánticos labrados en el cerebro individual, ocurre una extensión externa en los recuerdos de los otros y en las marcas de la memoria colectiva. Halbwachs propuso que la memoria colectiva estaría compuesta por una interacción entre las memorias individuales y los marcos sociales. Estos marcos son construcciones lógicas, representaciones de acontecimientos y de personajes localizados en el tiempo y espacio que permiten encuadrar una narración identitaria para una colectividad y sus miembros. Se podría decir que, así como la memoria personal –tanto la episódica como la semántica y la operativa– permite un auto-reconocimiento individual, la memoria colectiva permite a una sociedad reconocerse conjuntamente.

roger bartra
Portada de “Antropología del cerebro” de Roger Bartra y el autor.

En los últimos lustros el campo de la neurociencia social se ha interesado en las bases cerebrales de las relaciones intersubjetivas y de la memoria colectiva. En su medio se ha postulado que existen esquemas de memoria que conectan los engramas del cerebro con los eventos históricos que conforman la memoria colectiva, y que funcionan debido a similitudes en la codificación de información a nivel individual y social. La cognición individual tiene un asa externa que se modula y complementa de manera dinámica y adjunta con memoriales ubicados en el mundo y que incluyen libros, monumentos, crónicas, conmemoraciones y demás marcas públicas. Como lo ha sugerido y justificado el reconocido antropólogo mexicano Roger Bartra, se trata de una cognición distribuida porque involucra un acoplamiento interactivo entre recursos internos del cuerpo, en especial del cerebro y sus engramas de la memoria, con instancias externas de naturaleza simbólica que en conjunto integran una parte de la conciencia de sí. Ciertos datos y recuerdos significativos del individuo y las creencias más enraizadas de la colectividad son procesos con dos polos, uno íntimo y subjetivo que las personas atesoran como parte de su identidad, y otro colectivo conformado no sólo por las circunstancias ambientales y sociales que originan la experiencia, sino también por el conjunto de historias, nociones, valores, lugares, ideas, rituales, pautas de comportamiento y demás menesteres que conforman la cultura.

frente por la memoria
La memoria colectiva se manifiesta en ocasiones como movimientos sociales de personas que han compartido o padecido un suceso público soslayado o acallado por el grupo en el poder. En este cartel aparecen las madres de Plaza de Mayo que surgieron en los años de la represión política de Argentina. Ostentan el símbolo de la pañoleta blanca que las identifica en la memoria colectiva como madres de personas desaparecidas por la dictadura (Figura tomada de: Frente por la Memoria Colectiva).

Los datos y narraciones de la historia suelen acarrear una carga simbólica, imaginativa y afectiva que los convierte en parte importante de la cosmovisión personal y colectiva. Es así que los personajes históricos elegidos como héroes o villanos constituyen símbolos que forman parte de la identidad. Por otro lado, los criterios asumidos por una persona sobre su identidad o filiación política (“yo soy demócrata,” “yo soy anarquista,” “yo me considero conservador,” etc.) tienen referentes históricos (datos, personajes), fuentes ideológicas (teorías, doctrinas), datos de memoria colectiva (testimonios, diálogos, controversias) recuerdos y evaluaciones de la memoria personal (enseñanzas, confiabilidad y contexto de la fuente de información). En este sentido es interesante anotar que existen tendencias morales innatas que inclinan a las personas hacia un perfil progresista o conservador que se ven revestidas y afianzadas por las ideologías que se adoptan.

Es significativo advertir que, aparte de designar al sistema cognitivo de retención y recuperación de información, las palabras “memoria” y “memorial” se usan para referir a informes escritos en los que se expone información de algún suceso público. La labor de un cronista (literalmente “relator del tiempo”) es narrar los sucesos que presencia en el orden en el que sucedieron, y en su testimonio se conjuntan sus procesos subjetivos con eventos del entorno que dan como resultado un documento que puede cimentar historia. La memoria personal y subjetiva se enlaza de manera dinámica con la memoria colectiva y objetiva, de tal manera que la historia se basa en la investigación de los anales y documentos existentes con el objeto de reconstruir e interpretar el pasado. La historia no sólo es producto de la actividad de los historiadores, cronistas e instancias de autoridad, sino una vez configurada, difundida y enseñada, es fuente de memoria semántica, de conocimiento verosímil y finalmente de la cosmovisión para una comunidad humana y cada persona que la integra.

memoria de los 43
“Antimonumento por los 43”. Conmemoración pública no oficial en la Ciudad de México de la memoria colectiva concerniente a los 43 estudiantes desaparecidos en Ayotzinapa 2014, en oposición a la “verdad histórica” proclamada por el gobierno. La memoria colectiva tiene una correspondencia intensa con las memorias individuales de un sector lacerado de la población (Fuente: Wikipedia).

El conocimiento histórico socialmente sancionado tiene gran poder de convicción y constituye un ingrediente clave de la imagen e interpretación del mundo en una cultura determinada y para cada uno de sus individuos. Sin embargo, la sanción pública y la historia oficial de hechos pasados no son garantía de veracidad y toda persona inquisitiva aplica sus recursos de aprendizaje, verificación, reflexión y crítica para deslindar el conocimiento verdadero del falso y el valioso del intrascendente. Este juego entre la cognición social e individual constituye un proceso fundamental en la evolución de las personas, de las sociedades humanas y en último término de la especie.

Paul Ricoeur se refiere al tiempo vivido para aludir lo que viven los seres humanos en su cotidianidad o diario transcurrir. Este filósofo y hermeneuta francés plantea el papel de la narración y comunicación de la experiencia a través de la rememoración como un estrato elemental de la memoria. El ingreso de la  memoria narrada en la tradición y la historia constituye un segundo estrato aprehensible a través de un paradigma colectivo. Finalmente, el tercer estrato concierne a los humanos como la especie biológica que ha  trascendido miles de años e incide en la cultura por herencia y tradición. En este contexto vale la pena evocar el sentido del término “rememoración” en Walter Benjamin, pues concierne a la tarea común de la memoria personal, la colectiva y la histórica en la recreación de un pasado en un presente.

Concluyo: la memoria, tanto la personal como la social, además de codificar, evocar e interpretar información, llena un menester evolutivo: reconstruir el pasado para aprender de él y labrar un mejor futuro; recuperar el pasado para sedimentar y cristalizar el valor personal, el valor cultural y, en definitiva, el valor humano.


También te puede interesar: Autobiografía: un yo presente espía y relata a un yo pasado

El incidente de Tampico

Lectura: 5 minutos

Con este nombre se conoce el evento que llevó a la ocupación del puerto de Veracruz por la armada y marines yanquis el 21 de abril de 1914, un martes, hace 106 años.

El saldo de esa agresión fue de 19 gringos muertos y 71 heridos. En la defensa se perdieron 126 vidas, entre ellas las de jóvenes cadetes de la Academia Naval. Hubo 195 heridos.

Me parece oportuno recordar la fecha, que este año pasó desapercibida en el calendario cívico nacional, en beneficio de los ingenuos que creen que con los vecinos se pueden tener acuerdos razonables y civilizados. Lo dijo hasta el cansancio el hermano Dulles: Estados Unidos no tiene amigos, tiene intereses.

Hasta la primavera de 1914, Tampico estuvo a salvo de las hostilidades de la Revolución. El 5 de abril fuerzas revolucionarias atacaron a la guarnición federal estacionada en la ciudad y buques yanquis fondeados en el Golfo frente a la ciudad se aproximaron para evacuar a empleados de las compañías gringas.

El día 9, un esquife del USS Dolphin se internó en una zona restringida del puerto. El piquete de marinos fue detenido, interrogado durante media hora y liberado con la advertencia de no aventurarse de nuevo en la franja.

uss dolphin en tampico
Fotografía: Library Congress.

El incidente fue tan menor que debió olvidarse ahí mismo, pero se convirtió en un incidente internacional. El arrogante almirante de la flota, Henry T. Mayo, montó en cólera por el “insufrible insulto” a su bandera. Exigió castigo para los mexicanos y un “desagravio” de 21 cañonazos para Old Glory.

Las autoridades mexicanas se negaron terminantemente. La noticia llegó a Washington e incendió los ánimos. Desde la tribuna del Congreso un senador girtó: “¡Yo los haría saludar a la bandera aunque tuviésemos que reventar todo el lugar!”.

Washington ordenó a su flota del Atlántico, con los acorazados Kansas, New York y Florida al mando del buque insignia Wyoming y un nutrido convoy de logística y apoyo, poner proa al puerto de Veracruz. El martes 20 en Washington, algunos legisladores subieron a la tribuna del Congreso para exigir una declaración de guerra a México, moción que fue derrotada y sustituida por la de tomar Veracruz.

El ataque comenzó el 21 y en menos de 24 horas tres mil marines habían ocupado la ciudad.

¿Todo por la detención –legal, además de respetuosa, como se ha documentado– durante media hora, de una decena de marinos? ¿Perdieron la razón los diputados y senadores de la patria jeffersoniana? ¿Enloqueció el doctor en ciencias políticas, ex profesor y ex rector de la Universidad de Princeton, Woodrow Wilson, presidente de Estados Unidos?

woodrow wilson
Woodrow Wilson, ex presidente de Estados Unidos (Fotografía: Inside Hook).

Las preguntas sencillas, siguiendo el principio de la Navaja de Ockham, ayudan a comprender hechos a primera vista inexplicables. Y la tentación de releer a Dumas (padre) y retraducir su apotegma, es irresistible: “Cherchez le pétrole!”.

Las circunstancias del “incidente” de Tampico dan pie a suponer que fue un pretexto fabricado en la mejor tradición del militarismo que no osa decir su nombre, para justificar la toma del puerto.

Y como descubrieron los españoles en 1812, los franceses en 1830, Winfield Scott en 1847 y Maximiliano de Habsburgo en 1863, los jarochos no dan la bienvenida a invasores extranjeros y en 1914 tomaron las armas en defensa de la ciudad.

Sin previa declaración de guerra, cuarenta y un barcos comandados por el contralmirante Frank Friday Fletcher bombardearon el puerto de Veracruz aquel 21 de abril. A las once y media de la mañana los primeros yanquis iniciaron el desembarco.

Desde Washington se expidió una “justificación”: detener un cargamento de armas destinado al gobierno de Victoriano Huerta y favorecer a los carrancistas en su lucha libertaria. Wilson estaba tan seguro de que los jarochos recibirían con cánticos y flores a los marines que, está documentado, tuvo un desvanecimiento al enterarse de la carnicería.

marines en tampico
Fotografía: Center of International Maritime Security.

El ejército federal al mando del general huertista Gustavo Maas, evacuó la plaza, pero los alumnos de la Escuela Naval, alentados por el comodoro Manuel Azueta, organizaron la defensa. Improvisaron barricadas y cada cadete recibió 250 cartuchos. El fuego se generalizó a la una de la tarde.

La escuela fue bombardeada desde el barco Prairie y ametrallada desde lanchas. A las cinco, los invasores llegaron al centro de la ciudad y a las siete, la escuela fue evacuada ante el avance incontenible del enemigo.

Herido, el teniente José Azueta, de 19 años, enfrentó a los marines con una ametralladora. El cadete Virgilio Uribe recibió una bala que le destrozó el cráneo y murió instantáneamente. Hubo víctimas y civiles heroicos, entre ellos José Gómez Palacio y Cristóbal Martínez. Después de varias horas de combate, las fuerzas invasoras ocuparon completamente la ciudad. El contralmirante Fletcher decretó la ley marcial, intervino los servicios públicos y ocupó la aduana.

Al otro día, 22 de abril, los barcos San Francisco y Chester bombardearon nuevamente la escuela naval. Fletcher, enterado de que José Azueta agonizaba, envió a un médico. Pero el joven marino rechazó la ayuda. “¡Que se larguen esos perros, no quiero verlos!”, murmuró. Moriría el 10 de mayo siguiente.

Como quinta columna, ese mismo año de 1914 las compañías petroleras también lucharon contra el pueblo de México. En la zona petrolera de Tamaulipas y Veracruz, Manuel Peláez se alzó en armas, pagado por las empresas. Aunque negaron entonces y después haber financiado los alzamientos armados, la historia las pone en su lugar.

defensa de tampico
Fotografía: La brújula verde.

Tenemos el testimonio del general brigadier Smedley D. Butler, el yanqui más condecorado de todos los tiempos: “Pasé 33 años y cuatro meses en servicio militar activo y durante ese periodo la mayor parte del tiempo fui un golpeador de lujo al servicio de los grandes negocios, de Wall Street y de los banqueros. Para expresarlo brevemente, fui un mafioso, un gángster del capitalismo. Ayudé a que México, y en especial Tampico, fuera un lugar seguro para los intereses petroleros estadounidenses en 1914”.

Y está también el recuerdo del embajador gringo en México durante el cardenismo, Josephus Daniels: “En aquellos días durante la Primera Guerra Mundial, B.M. Baruch, entonces jefe de la Comisión de la Industria Militar, me dijo que algunos petroleros intentaron convencer a nuestro gobierno de que era necesario ocupar la parte de México en donde estaban localizados los grandes pozos petroleros”.

En 1914, hace escasos 106 años, el ejército invasor aguardaba impaciente la orden de avanzar al altiplano para de nuevo colocar a “Old Glory” en la astabandera del zócalo de la Ciudad de México.

Uno de los corresponsales de guerra describió así el ambiente en una carta fechada el 8 de mayo: “Hoy, cuando Wilson ordenó (sic) a Huerta no bloquear Tampico, lo que era un insulto a los negociadores y el acto de un rufián y cobarde, Y UNA (sic) declaración de guerra, todos ensillamos nuestras monturas para avanzar. Luego llegó la noticia de que Huerta no llevaría a cabo el bloqueo de Tampico. Es como vivir en una casa de locos. Todos tenemos la esperanza de que los negociadores se rehúsen a continuar las pláticas. Si tienen respeto por sí mismos, eso es lo que harán”.

Lo dijo el gran George Santayana y no seré yo quien se resista al cliché: quien no conoce la historia está condenado a repetir sus errores.

Servidos, señores.


También te puede interesar: Escribir en el apando.