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El grito del inconsciente colectivo

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¿Desde dónde festejamos la Independencia de México? ¿Hasta dónde el orgullo se convierte en una máscara para borrar el semblante de la libertad que no tenemos? Son las preguntas que este 15 de septiembre me venían a la cabeza y que dejé pasar para no influir en las respuestas. No sé cuál es la respuesta correcta, lo que sí sé es que estamos viviendo un momento en donde todo está cambiando a nuestro alrededor y pareciera que sólo unos pocos están dispuestos a fluir con ello.

Desde hace ya varios años descubrí que existe una gran diferencia entre sentir orgullo por ser mexicano y amar a México. Esto me hizo reflexionar y dejar de ver esta fecha como algo que festejar desde el orgullo. Parte de mi decisión está basada en lo que aprendí de la Neurociencia en donde, con ensayos científicos, se demuestra que el sentimiento de orgullo genera una energía muy baja en nuestro cuerpo la cual te abre a ser influenciado fácilmente. Por otro lado cabe destacar que el amor es la energía más alta que te abre a poder conectarte con todo y fluir.

amar a Mexico
Imagen: El Heraldo.

Sumado a esto y al investigar sobre nuevos documentos que han salido de la historia de México –fuentes como la UNAM hasta historiadores serios que hoy lo comparten–, observé que no concuerdan con la narrativa que nos contaron, ya que gran parte de lo compartido e instalado como cultura en nuestro país, fue escrito por los que tuvieron el poder y decidieron relatar lo que les convenía en ese momento. Ellos tuvieron la libertad de decidir e indicarnos quién era el traidor y quién no. Inclusive modificaron partes de la historia con el fin de hacer sentir orgullo a la gente y de ahí partir para tener el control. Nada más real que lo ejemplificado en la película “La ley de Herodes”.

El enfoque innecesario en recordar una y otra vez el orgullo de ser un país libre gracias a esa lucha por la Independencia nos mantiene encadenados. Es como querer sentir lo que vivieron nuestros antepasados sin darnos cuenta de que no es necesario que nosotros lo experimentemos una y otra vez. Esto lo tenemos instalado en el inconsciente colectivo y es por ello que constantemente buscamos “iconos de orgullo” (como la selección de futbol o a los mexicanos de éxito) fuera de nuestro país. El reto individual de todo esto es vivirlo lejos del orgullo y cerca del amor por México, sólo así puedo amar al mexicano que triunfa y reconocer que lo único que me está recordando es que yo también soy libre de triunfar.

¿Qué queremos gritar los mexicanos? ¿De qué queremos liberarnos? De la incertidumbre, del miedo, de los problemas económicos, de la inseguridad, de la pobreza, del maltrato a la mujer y a los niños, de los que quieren controlarnos, finalmente la lista puede ser interminable. Por lo tanto, ¿Realmente somos libres o queremos ser libres? ¿Queremos seguir viviendo en un país donde rige el control, la separación y la desconexión?

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Imagen: Cherry.

Es momento de cambiar el grito de “Viva México” por “Amo a México” y de ahí hacerlo realidad. Construir un nuevo escenario para nuestro país no es posible lograrlo desde el orgullo sino desde el amor. No es un amor romántico, es un verdadero estado de nuestro ser que nos permite conscientemente respetar la tierra en la que vivimos y a todos los seres en que ella habitan. Es abrazar a México porque nos une como región y nos da la oportunidad de vivir en comunidad y crecer haciéndonos fuertes entre todos. Es saber que si uno falla en lo individual es porque estamos fallando en lo colectivo. Es momento de dejar de decir “esto está mal” o “lo hacen mal” y ponernos a desarrollar un nuevo recurso que nos permita cambiarlo.

Todo esto es una forma de amar a México y de festejar la unión, la tierra y el valor humano que sumamos todos los que habitamos este país; teniendo esto en cuenta, podemos creer que la libertad y la certeza de un mejor futuro es alcanzable para todos. Si alguien piensa que no se puede, es que vive en el paradigma del pasado. El reto es iniciar en coherencia con uno mismo para sumar poco a poco en colectivo y así llegar al inicio de una verdadera transformación… Es momento de preguntarnos: ¿desde dónde sería mejor gritar nuestra independencia?, ¿desde el orgullo o el amor?


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Para decir México

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Decir México, me pregunto, ¿será como el personaje de la novela de Luis Arturo Ramos, quien salido de la madre patria rumbo a la América y a la mitad de la mar océano se pregunta en qué momento dejará de decir Méjico, con jota, para comenzar a decir México, con equis?

México, lo mexicano, son vocablos que salpican nuestra conversación pero a los que muy raramente damos más que una referencia geográfica: nacimos al sur del Bravo, crecimos en suelo azteca y esperamos que un día nos cubra “esta tierra que es tierra de hombres cabales”.

¿Cuántos de nosotros vamos por la vida con la conciencia de que estamos construyendo un país y que este país se llama México? ¿Pensamos a México como parte de nuestra vida? ¿Es México sólo una abstracción, un trozo del planeta, el lugar en donde nos tocó vivir? 

México, para decirlo en términos de un patriotismo que hoy la clase política parece juzgar démodé, debiera ser un ideal que nos enlace y nos ponga en comunión con un sentido de la vida. Ser mexicano no es mejor que ser chino, indonesio, boliviano o ruandés. Pero ser mexicano debiera ser reconocernos como una unidad.

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Imagen: Gonzalo Facello.

Debiéramos convertir la palabra “México” en sinónimo de una comunidad en donde el sufrimiento de doce millones de compatriotas que viven en la más abyecta miseria nos duela tanto como la desgracia de un ser querido.

Cada niño sin escuela, cada campesino sin tierra, cada obrero sin trabajo, cada mujer ultrajada, cada joven sin futuro, cada padre de familia sin esperanzas, cada voz silenciada por el autoritarismo, cada episodio manchado de impunidad, están presentes cuando decimos México… lo mismo que cada logro, que cada triunfo, que cada paso que damos al futuro.

Debemos superar la esquizofrenia de varios méxicos –con minúscula– que nos parcelan en estadios en donde unos tienen todo o más que todo, otros lo suficiente, y aquellos, la mayoría, desahogan sus vidas en la marginación y en la penuria.

Cuántas veces decimos México sin pensar, sin sentir. Sin alegría o dolor. A la idea de concordia debemos enlazar un concepto manido y poco reflexionado: tolerancia. El término se usa mucho, especialmente en política, pero se queda en un nivel muy elemental, como en el de soportar al otro aunque tenga diferencias con mi punto de vista o mi visión del mundo.

La tolerancia es un concepto más complejo, que incluye un proceso de recomposición de mi propio punto de vista para colocar en un cierto lugar las diferencias que tengo con el otro.

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Foto: Jonathan Ramos.

Creo que nos hemos quedado en un nivel de debate muy elemental: acepto –porque la ley así lo determina y no por otra cosa– que otro piense diferente. Pero mi cosmovisión no lo admite y en el momento que sea oportuno intentaré arrebatarle esa opción de ser, de tener un lugar, para que sólo haya otros que comulguen conmigo.

La tolerancia, nos dice Amos Oz, implica también compromiso. Tolerancia no es hacer concesiones, pero tampoco es indiferencia. Para ser tolerante es necesario conocer al otro. Es el respeto mutuo mediante el entendimiento mutuo. El miedo y la ignorancia son los motores de la intolerancia.

La tolerancia consiste en la armonía en la diferencia. No sólo es un deber moral, sino además una exigencia política y jurídica. Es la virtud indiscutible de la democracia. La intolerancia conduce directamente al totalitarismo. Una sociedad plural descansa en el reconocimiento de las diferencias, de la diversidad de las costumbres y formas de vida.

Al decir México, debiéramos abrir los ojos y el corazón al momento que vive la nación. Nos horrorizamos con las imágenes en el noticiario y las narraciones de los diarios, pero somos autistas para lo que no nos afecta directamente.

No pensamos, como lo advirtiera Martin Niemöller, que la inacción frente al mal pavimenta su camino a nuestra puerta. Todos recordamos la última línea de aquel su doloroso verso:

“Y entonces vinieron por mí… pero ya no había nadie que alzara la voz”.

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Foto: El Siglo de Torreón.

“¿Qué puedo yo hacer?”, se preguntan mujeres, hombres y jóvenes. La respuesta es casi siempre: “¡Nada!” Mas si pensáramos a México como un cuerpo, como una totalidad, como una idea superior, llegaríamos a la certeza de que, al ser parte de un todo, nuestra acción individual adquiere sentido, fuerza, peso específico.

En su libro Cómo curar a un fanático, Amos Oz nos dice:

Creo que si una persona atestigua una gran tragedia –digamos que un incendio– siempre tiene tres opciones. La primera: echar a correr lo más rápido posible, ponerse a salvo y dejar que ardan los más lentos, los débiles y los inútiles. La segunda: escribir una colérica carta al editor de su diario preferido y exigir la destitución de todos los responsables de la tragedia; o en su defecto, convocar a una manifestación. La tercera: conseguir una cubeta de agua y arrojarla al fuego; en caso de que no se tenga una cubeta, buscar un vaso; en ausencia de uno, utilizar una cucharita –todo mundo tiene una cucharita–.

Sí –dice Oz–, cierto que una cucharita es pequeña y que el incendio es enorme… pero somos millones, y todos tenemos una cucharita. Quisiera fundar la Orden de la Cucharita. Quisiera que aquellos que comparten mi visión –no la de echarse a correr, o escribir cartas, sino la de utilizar una cucharita– salieran a la calle con el distintivo de una cucharita en la solapa, para que nos reconozcamos quienes estamos en el mismo movimiento, en la misma fraternidad, en la misma orden, la Orden de la Cucharita.

La suma de las pequeñas voluntades y acciones es lo único capaz de poner remedio a los más grandes males. En el caso de México, esos males se llaman pobreza, desigualdad, injusticia, impunidad y, desde todos los rincones de la polis, una creciente intolerancia.

Este 27 de septiembre, 199° Aniversario de la consumación de nuestra Independencia, pensemos en que más que nunca necesitamos nuestra propia orden de la cucharita.

Juego de ojos.

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La idea y hora de México

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Hace unos días preparé una provocación a manera de charla con un grupo de amigos con quienes suelo reunirme con frecuencia desde hace 25 años, de una vez por mes, en casa de alguno de nosotros y que, debido a la pandemia y el concomitante confinamiento, la frecuencia aumentó a una vez por semana.

El tema de mi plática fue La idea de México y sus diferentes maneras de percibirse. Para mi generación de baby boomers, todos mayores de 65 años, la historia de México fue más o menos clara hasta la llegada de ésa que llaman los estudiosos, la transición fallida en el 2000. Aparecieron allí algunos nuevos viejos próceres cuyas gestas hasta hoy, no han quedado suficientemente claras ya sea por el uso militante que de ellas se ha hecho o porque carecen de los méritos necesarios. Unas cuantas farolas pintadas de azul, nuevos actores en la corrupción y pocos resultados.

La condición de reclusión y las nuevas normas de la profilaxis social han provocado otras flexiones y hecho que el presente se convierta en un dinamo de pensamiento, aglutinando pasado y futuro en una reflexión para el aquí y el ahora. La interpretación de las cosas del país se ha alambicado. Por una parte, el discurso político oficial con que desayunamos y merendamos en el continuum AMLO-López-Gatell, los encontrados grupos de interés que animan el circo con sus interpretaciones, los seminarios en línea, las formaciones, e incluso las reuniones de trabajo en casa, dan cada vez menos lugar al “accidente” del encuentro casual y fortuito que solía hacer brotar lo necesario a una dinámica social enriquecida por la improbabilidad. Anquilosada en esta realidad, la sociedad se vive como esa serie de esferas de la que hablan los filósofos que dominan la modernidad sapiente, donde se contempla profilácticamente el mundo y que no se toca.

Por esta razón, pienso que es importante volver a explorar ese contexto envolvente, físico, material, discursivo, que llamamos país para desde allí animar una posible toma de posición para un devenir compartido que, llevado a la conciencia primero, y luego a la acción, dé lugar a la autocrítica primero y a una serie de conductas conciliatorias aglutinantes y mejor orientadas con relación a la revuelta e inacabada sociedad en que nos movemos.

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Fotografía: Revista Mensaje.

Reconozcamos primero la dicotomía como lo sugiere con elocuencia Miguel Sabido, en las visiones del país entre de las repúblicas india y criolla que coinciden en el territorio y observemos cómo se colocan frente al hecho que:

1. La idea de México es reciente.
2. La idea de México es variable.
3. La idea de México puede haber sido una falsa buena idea.
4. La mejor idea de México está por elaborarse.

México: una idea reciente

Gastón García Cantú, y más recientemente Emilio Cárdenas, han sustantivado la reflexión y agregado valor a esta materia que nace muy probablemente con el trabajo de Francisco Javier Clavijero, el jesuita mexicano expulsado por la bula de 1767 y quien escribe en Italia su Storia Antica del Messico. Clavijero da forma a esa idea que fragua pocos años después de su muerte (Boloña en 1787), entre criollos y mestizos de la Nueva España para quienes la Ilustración y las Revoluciones norteamericana y francesa resultaron un factor de inflamación.

Los primeros años coloniales en la península Yucatán y los valles del altiplano central, son años premexicanos. Los pueblos originarios en lucha facilitan la dominación: los caciques del príncipe Totol-Xiu, en el caso de Yucatán, y los tlaxcaltecas en el valle de Anáhuac, facilitan el establecimiento de un dominio colonial clásico.

En 1994 me sentí por primera vez ante la necesidad de cuestionar mi etnicidad. ¿Sería yo un criollo?, ¿un indio? El levantamiento de Chiapas me puso a pensar en un país que no estaba terminado y la necesidad de un diálogo conciliatorio entre las dos repúblicas sugeridas por Sabido, para procurarse una idea compartida de porvenir.

Caí en cuenta de que la libertad es un mito dinámico, adaptable a múltiples interpretaciones. La libertad por la que se abogaba en los años independentistas fue acaparada por unos cuantos que la entendieron como liberación del yugo español buscando dar en el fondo una vuelta de tuerca en favor de los criollos.

Emilio Cárdenas sugiere que es Fray Servando Teresa de Mier, quien más claramente expresa ante los trastornos de la monarquía española dominada por Napoleón, la posibilidad de libertad para los pueblos de la Nueva España. Este fraile regiomontano nos ofrece una interesante numeralia, señalando con base en las estadísticas de Humboldt que debían ser alrededor de 10 millones de personas mexicanas y unos 40 mil europeos en el territorio, al momento de la Independencia. Con el potencial minero, agrícola, marítimo y humano del país, beneficiar a los 40 mil del trabajo de los 10 millones restantes, resultaba un reto poderoso y sobre todo redituable. Se trataba, consciente o inconscientemente, de una libertad para obtener mayor riqueza en favor de los menos.

Lo apabullante de los números hizo, sin embargo, que se diera una fértil veta de reflexiones en que los otros, “el otro” mayoritario, fuera tomándose cada vez más en consideración desde la perspectiva de una segunda clave, la igualdad.

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Fragmento de “Retablo de la Independencia”, Juan O’Gorman (1960-1961).

La Constitución de 1824 habla poco de igualdad, se trataba principalmente de alcanzar una libertad de España, el problema entonces pendulaba entre centralismo y federalismo, es decir, quienes buscaban una libertad en la determinación de las regiones y estados, y quienes querían un poder central que emulara el poder de la Corona en el nuevo país independiente.

La noción de igualdad se acentúa en la Constitución de 1857. Aparece un reconocimiento a la igualdad de las personas facilitada por la laicidad, ya que en la Constitución de 1824 la igualdad estaba determinada sólo por la posibilidad de todos los individuos para ser bautizados. Después de este periodo, los conservadores quisieron retrotraer la validez de la Constitución del 1824, asunto que queda manifiesto en la vuelta del Imperio en 1864, con la segunda Intervención francesa.

Más tarde la historia de México de Lucas Alamán, ingeniero y guanajuatense, a caballo entre los siglos XVIII y XIX, bañado en el espíritu de la Revolución industrial, fincaba sus análisis en el potencial de ésta y auguraba para el país un futuro próspero. Gabino Barreda, el médico que se formó con Augusto Comte, trajo la visión positiva francesa de su maestro, libertad, como medio, el orden como base y el progreso como fin. Funda la preparatoria nacional y aporta algunas luces a la construcción de la nación mexicana. Barreda tuvo un discípulo brillante, Justo Sierra, quien asume la responsabilidad de la educación nacional hasta presentarle a Díaz su renuncia en el propio barco de la Hamburg-American Line que llevaría al dictador primero al Havre y luego a París, el Ypiranga. Es Sierra Méndez quien lanzó en una sesión del congreso, aquél lema extraordinario: La Primera educación es la educación mental.

En la más atrabancada que peripatética construcción del país, Alfonso Reyes tiene pasajes bellísimos, sus reflexiones en el Paseo de la Castellana en Madrid, imaginando el México que deseaba, su visión de Anáhuac hace gozar la fauna, la flora y el lenguaje que describe con singular maestría, haciendo caer en conciencia de la belleza de una mexicanidad posible.

Vasconcelos nos lega la energía de una mente lúcida, valiente, entregada, apasionada, tristemente perdida en su última etapa monástica y ultracatólica. Su trabajo en la educación es comprometido e ingenuo a la vez. Su concepto de raza cósmica es inspirador y ha trascendido como sabemos, pero de manera sólo lapidaria. Ama España y el coraje de los conquistadores, pero admira por igual las gestas de los héroes prehispánicos y la dignidad de las figuras en el momento del contacto. Admite mayor grandeza en Cortés a quien reconoce más cercanía con los mexicanos que el propio Cuauhtémoc.

 Luis Cabrera, civilista y constitucionalista, apunta la falta de programa de la revolución y critica la militarización del gobierno del Partido Nacional Revolucionario. Recuerda la forma de cuerno de la abundancia y sugiere la responsabilidad de su manejo desde la Presidencia del Congreso.

En esta continuidad supralógica, la última gran figura aglutinadora del pensamiento de la mexicanidad es Daniel Cosío Villegas, quien supo integrar la historia al rigor analítico de las ciencias sociales y encuentra vectores que procurados a la reflexión contribuyen a la factura del país. Es sin duda el padre del análisis del presidencialismo.

Jose Vasconcelos
José Vasconcelos Calderón, abogado, político, educador y filósofo mexicano (Fotografía: Wikimedia).

La idea de México es variable

Los movimientos ateneístas, mexicanistas, de los contemporáneos, en la primera mitad del siglo pasado, anuncian las querellas por venir. Se despliegan a partir de los 60, en figuras más cercanas como Paz, Fuentes, Monsiváis, que toman posiciones y se resuelven en las fuerzas que les constituyen. Algunos toman la vía del distanciamiento echando tierra de por medio (Ramón Fernández), otros van y vuelven (Paz, Fuentes), otros permanecen en sus barrios (Monsiváis). Nace el debate entre intelectuales orgánicos y radicales libres. Sheridan, Aguilar Camín, José María y Rafael Pérez Gay, Roger Bartra, Rolando Cordera, Enrique Krauze, José Woldenberg y Juan Villoro, entre otros.

El siglo XXI inaugura un nuevo género de personajes influenciadores, líderes de opinión, dueños de la comentocracia que van desde los tenedores de concesiones y cancerberos de la información, hasta los enfants terribles de la finanza que contribuyen cada día más a restarle personalidad y definición a las empresas para convertirlas en bancos de desarrollo, cantando por lo general al tenor de los mandatos de la inversión pública. Allí juegan empresarios inflados por el salinismo fin de siècle y los irreverentes jóvenes sin vocación de empresa y con afán de dinero, cuyo ensalzado lenguaje de sabiduría callejera les permite ir lejos en sus expresiones desbocadas que seducen a la ideología dominante y orientan a México con base en sus intereses, entre otros, el de hacer del país un mercado acomodaticio y sin identidad.

La elección de Morena y del presidente López Obrador no sorprendió, algunos círculos expresaron improbables opiniones favorables a la Cuarta Transformación que hoy, a 18 meses de oficina y 24 de gobierno, una Cuarta Transformación que comienza a percibirse que viene un poco apretada al país.

 El lenguaje presidencial que puede entenderse en el marco de una retórica del poder, suena hueco en la voz de funcionarios que, al tratar de emular lo dicho por el líder, condenan el discurso a una teosofía y al puesto en un trono imperial.

La presidencia unipersonal es un problema de muchos que han pasado por ella y particularmente de quienes pudiendo tener voz no la usan. Los intelectuales están agazapados y muchos mandatados por quienes les tienen controlada la nómina desde la academia, desde la empresa o desde el gobierno.

A la libertad de expresión le hace falta formación, presencia de nuevos actores, igualdad de posiciones de partida, valores, sentido, rumbo. Las partes hoy en conflicto son en el territorio de la nación igualmente iconoclastas. Gobierno y gobernanza adolecen de una falta de crítica fresca, inteligente, escuchada, eficaz.

Los escasos 12 meses que distan de la próxima elección o lo son de una radical, comprometida, conjugada, incluyente y sustanciada orientación con programa, o lo serán para cavar la zanja del país que ya no podrá ser.

México ¿para qué?, ¿por qué?, ¿con qué sentido? La partición es para muchos ya, como lo han demostrado algunos gobernadores y otros legisladores locales y federales, el mejor escenario. De hecho, lo ha sido desde mediados del siglo XIX en que pese a las intenciones de algunos aquí en el territorio, el Congreso de Estados Unidos votó en contra de la anexión de México y optó por el ominoso Tratado McLane-Ocampo.

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Ilustración: Política Tlaxcala.

La idea de México: ¿una falsa buena idea?

¿Tiene la empresa, el empresariado, las iniciativas privadas, una idea de México? ¿La tienen los intelectuales?, ¿los economistas?, ¿los científicos?, ¿las organizaciones sociales?, ¿las etnias? No las hemos escuchado. ¿Cuándo y dónde la han expresado? Una idea para hacerse eficaz debe ser acompañada de una buena ingeniería que asuma la complejidad del proceso. Las ideas sueltas suelen ser ideítas o idiotas por descoordinadas. Las ideas de cabildo, sin diálogo abierto, son todas falsas buenas ideas.

Si se desea un país, debe concebirse un ideal de la persona humana desarrollada en ese país. Los mexicanos estamos disgustados porque la historia se quiere contar con base en intereses angulares dejando de lado la narrativa que implica a la persona y su desenvolvimiento. Si no hay narrativa unificada es porque hay diferencias, desigualdades que lastiman e intereses, y que anquilosan. El mexicano, cuyo proyecto existió por momentos, está en vías de extinción, hoy se favorece el regionalismo, la identidad ideológica, el proteccionismo mercantil, la etnia o el gremio de pertenencia, la preferencia sexual o la identidad religiosa. La idea de México no es una falsa buena idea, es una buena idea, truncada.

Gracias a los esfuerzos de Alejandra Moreno Toscano, por ejemplo, acaba de reeditarse en versión facsimilar el Libellus de medicinalibus indorum herbis. La historia del documento es igualmente interesante que su contenido.

El Imperial Colegio de la Santa Cruz de Santiago de Tlatelolco, abrió sus puertas en el año 1935, menos de 15 años después de consumada la Conquista de Tenochtitlán con una aportación de mil pesos de mina para el sostenimiento de la educación de los naturales. ¡Oh sorpresa! En pocos años esos “naturales” habían sobrepasado a sus instructores y aquel sitio se había convertido en uno de los centros de mayor producción intelectual y artística en el mundo. No sólo los formados hablaban mejor latín que los conquistadores y tan buen castellano como ellos, sino que dominaban otras lenguas, la propia y la hablada en la región con quienes convivían, y tenían intercambios de carácter científico, astrológico, económico.

Aquellos naturales generosos con sus conocimientos, solían enseñar a sus instructores originales el valor de la herbolaria, de la química de ciertos pigmentos, su retórica que permitió a Fray Pedro de Gante, el hijo “natural” también de Maximiliano el Emperador, del entonces Sacro Imperio Romano, escribir alabanzas a los santos cristianos en el tono de las expresiones usadas para celebrar a las deidades en los antiguo cultos. El Colegio Imperial, después de brillantes 30 años de prolija existencia, debió disminuir su importancia y subvenciones cuando comenzó a argüirse ante la corte del rey Felipe II, ya que la formación de los indios era peligrosa y podría conducir a apostasías.

Una educación ciertamente vertical en el origen, que dada la calidad del alumnado hubo de hacerse horizontal, también para que los maestros aprendieran de sus pupilos, como lo testimonian Torquemada y Sahagún. Los alumnos de formación trilingüe seguían la estructura del nuevo Calmécac que sumaba el riguroso programa del Trivium y Quadrivium, donde se estudiaba retórica, gramática y lógica en el primero, así como aritmética, geometría, álgebra y música para el segundo. Latín, náhuatl y castellano eran las leguas de rigor en esta escuela imperial que en corto tiempo dio origen a buen número de los más famosos códices, que en aquel período fueron la forma de perpetuar algo del conocimiento de las culturas dominadas por el fuego de las armas.

Pero indio que habla latín no tiene buen fin (¿o era india?) y fue pronto que los callaron de modo que la cédula de Carlos V con la que fue creado, los mil pesos de mina con que subvencionaba para mantener de modo modesto pero digno, la enseñanza de los indios, llega al fracaso. El colegio subsiste, pero la enseñanza pasa a ser de menor importancia.

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Ilustración: @brownpride.

Esa pérdida parece haber marcado todo el curso de la educación en México, desde entonces condenada a ser una educación menor, distinta a la que debía ofrecerse a los novohispanos y criollos. El colegio de Tlatelolco continuó, pero muy disminuido después de las envestidas de sus enemigos, celosos del aprendizaje de estas hibridadas élites cuyo mestizaje cultural proveyó de tan ricos frutos.

Es esa situación de abandono espiritual, educativo y cultural que ha pauperizado intelectual, moral y físicamente a la población y la que ha prevalecido durante 500 años. Para concebir un mejor México es importante hacer este reconocimiento a la falta mayor que se cometió y que tan influyente fue en los años coloniales.

La prospectiva de México orienta reflexiones fuertes. Si queremos un país, ¿para qué lo queremos? Desde un punto de vista acomodaticio México ha representado el mejor de los mundos para el desarrollo de algunas industrias y de algunos intereses. Hoy el país es un mercado interno similar al de España con más o menos el mismo poder adquisitivo si consideramos que el 50% de la población económicamente activa produce el 97% del PIB. Es decir, que de los más o menos 11 mil dólares por individuo por año, del PIB per cápita, debemos en realidad contar 11 mil más por ser ese 50% quien produce la casi totalidad del PIB. De esta suerte, México es desde la perspectiva global, un mercado de 60 millones de personas con un poder adquisitivo de 22 mil dólares, poco abajo de los españoles.

Pero antes del futuro está la idea de ese futuro.

La idea de México por construirse

Movámonos a otra referencia. Hoy, frente a unas elecciones inminentes en el 2021, ante las sacudidas a los órganos electorales, caros pero eficaces, queda tomar el sartén del país por el mango y promover un ejercicio comprometido en donde florezcan y se debatan intenciones expresadas con libertad y compartidas con responsabilidad.

La Cuarta Transformación demuestra cada día de qué materia está hecha, su lenguaje es eficiente pero débil y divisivo, su capacidad de intelección limitada por sus actores obnubilados por la interpretación ideológica.  El modelo unipersonal de gobernar no es moderno, aflora frustraciones sin resolverlas, no es pareja en la forma de medir, los datos son en ocasiones mandatados, el equipo de gobierno, salvo un par de excepciones, es deficiente porque no tiene independencia de juicio.

Una ingeniería de México es importante si se quiere y sí se quiere. Se quiere porque esta cornucopia es de oportunidades, porque el crecimiento del mercado interno reclama inclusión, porque en el cambio de nuestras actitudes está el embrión de resultado. Sí, se trata de una gran inversión, la inversión de una generación que pueda animarse a esta reconversión.

Esta ingeniería necesita de verdaderos socionautas que sepan tomar riesgos (la confianza y la inversión lo son), personas que sepan surfear las altas marejadas y se sensibilicen a su variedad. Requiere de personas que sepan observar crítica y participativamente sus entornos de desarrollo desde las ópticas económica e industrial, educativa técnica y científica, política y social, artística y cultural, sostenible e incluyente, india y criolla. Se requiere una plataforma independiente, más socializada que pueda expresar resultados de indicadores claros y sensibles. Se requiere de una acción digna y representativa para actuar en los órganos de gobierno. Se debe ganar espacios electorales y espacios para la transformación social. Se requiere desde luego de una mediáticación atenta para la amplificación de los mensajes y seguimiento, para que las acciones trasciendan en resultados. Ése es un reto para todos en el actuar cotidiano y en las próximas elecciones.


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El gringo y lo gringo

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No hay otra manera de decirlo: su problema es que nació gringo y sigue siendo un gringo.

Por favor no se me malinterprete. No hay xenofobia en este juicio. No puede haberla de parte de alguien por cuyas venas corre sangre negra (Camerún), árabe (Andalucía), vikinga (Islandia), teutona (Magdeburgo), mexica (Culhuacán) y trazos de origen tan alejado como Niuatoputapu, una pequeña isla del Pacífico Sur, que ni mi madre pudo explicar cómo fue que se colaron en la familia.

Aclarado esto, sostengo que El Gringo reveló su verdadera naturaleza cuando fue exhibido –no por primera vez– como un tipo mendaz y tramposo, un pendenciero de navaja y nudillera. No puede ser de otra manera. En su ADN lleva los mismos genes que su paisano el presidente con nombre de osito, aquel que urbi et orbi proclamó la superioridad gringa sobre todos los pueblos prietos. Y en la espalda soporta la pesada carga que tan certeramente describió Kipling; permítaseme citarla en el idioma de El Gringo: The white man’s burden. Por lo demás, su actual reyerta puede ser descrita con otra cita yanqui: You and me against the world!

Realmente siento pena por él. La expatriación, voluntaria o no, siempre es dolorosa. Lejos está El Gringo del temple de un Conrad, que nacido polaco se construyó a sí mismo como uno de los grandes novelistas en lengua inglesa… aunque como bien dijera Chinua Achebe, nunca perdió la veta racista.

Si trasterrados de alta estatura moral e intelectual vivieron con gran dolor su calvario, imagino el sufrimiento de El Gringo, que ni se ha integrado aquí ni puede volver allá ni es persona de alta estatura moral e intelectual. Pero no tiene la culpa el gringo, sino el que lo hizo pariente.

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Ilustración: Vince Chui.

En un artículo juguetonamente titulado “El mexicano indomable” en Harper’s de junio de 1937, el hoy olvidado historiador Hubert Herring explicó lo que todo gringo sabe de los mexicanos: “Son bandidos, andan empistolados, hacen el amor a la luz de la luna, comen comida muy picosa y echan tragos muy fuertes; son flojos, son comunistas, son ateos, viven en chozas de adobe y tocan la guitarra el día entero. Y algo más que todo gringo nace sabiendo: que está por encima de cualquier mexicano”.

Este pasaje viene como anillo al dedo para explicar la rabieta de nuestro personaje. Llegó como Julio César a sus atezadas Galias, veni, vidi, vici… pero a diferencia de “la Reina de Bitinia”, los pollos sagrados le salieron respondones.

Pero me estoy desviando. En realidad mi intención no era hablar de El Gringo, personaje que me da flojera, sino de lo gringo, en vísperas del encuentro a orillas del Potomac entre los presidentes a quienes separa el Río Bravo.

Estos mandatarios son personalidades que parecen encaminadas a una relación geológica: los cambios tectónicos de su carácter, la potencia de géiser de sus argumentaciones, la voluntad volcánica que exhalan para modelar el futuro, las colocan en la misma dimensión. Esperemos que su encuentro no se deslave en un archipiélago menor de temperamentos políticos.

Aunque mi querido y respetado amigo G.B. me reprende cuando cree detectar en mis escritos el síndrome del jamaicón, me es imposible hoy no citar algunos pasajes históricos que nuestra clase política bien haría en tomar en cuenta en el trato con los vecinos. Digo esto a riesgo de dar otro machucón a la manida sentencia de Santayana.

México ha sido visto por Estados Unidos como patio trasero, amortiguador y dique protector de su frontera sur, fuente de materias primas, mercado para sus productos o territorio anexable.

gringo en mexico
Ilustración: Alex Green.

Los liberales mexicanos del siglo XIX admiraron la gesta fundadora del vecino país, pero nunca perdieron de vista que el gigante que ante Dios postrado declaró la igualdad de todos los hombres y proclamó como derechos universales la libertad y la búsqueda de la felicidad, es un gran peligro para nosotros.

Desde la pluma de Fray Servando hasta la de Silva Herzog, pasando por las de José María Luis Mora, José Manuel Zozaya y un batallón de pensadores liberales, tan caros en la actual hagiografía política, leemos admoniciones y advertencias sobre el riesgo en que nos coloca vivir frontera de por medio con la potencia imperial.

Zozaya, el enviado extraordinario y plenipotenciario de Iturbide en Estados Unidos, reportó desde su misión el 26 de diciembre de 1822: “La soberbia de estos republicanos no les permite vernos como iguales sino como inferiores; su envanecimiento se extiende en mi juicio a creer que su Capital lo será de todas las Américas”.

Como en El Gringo de nuestra historia, la conducta de “estos republicanos” estaba grabada en su ADN colonial. Ya en 1798 Rufus King y John Trumbull cocinaron un complot con el general venezolano Francisco de Miranda, para que George Washington liberara a México y promulgara una Constitución “de pureza semejante a la británica, a cargo de los herederos de Moctezuma”. Mas el “Padre de la patria” declinó el honor y todo quedó en un sueño guajiro.

Hubert Herring ridiculizó a sus compatriotas, pero algunos se tomaban muy en serio tal “superioridad”, como Samuel Flagg Bemis, profesor de Yale, dos veces premio Pulitzer, Premio Nacional del Libro y presidente de la Sociedad Histórica, quien a los cuatro vientos urgía apropiarse de la valiosa bodega de recursos naturales llamada México, país al que Estados Unidos dispensaba, en su augusta opinión, “una tolerancia galiléica”.

mexico patio trasero
Ilustración: Quartz.

Bemis sólo seguía la escuela inaugurada por King y Trumbull y continuada por una pléyade de personeros del imperialismo yanqui, algunos grandes y otros pequeños, pero igual de nocivos, como el teniente coronel Edward Davis, agregado militar en la embajada gringa, quien el 31 de diciembre de 1926 cursó “Un conciso repaso del año 1926 en México”, en donde sin rubor dijo:

[…] es natural que el hombre blanco sea visto con algo de antipatía, pero si los mexicanos alguna vez tuvieran la bendición de una intervención y administración [yanqui] el supuesto odio encarnizado hacia los [yanquis] se disolvería en una farsa superficial […] El año ha comprobado que México tiene escasa, si alguna, esperanza de convertirse en un miembro autosuficiente y respetado de la comunidad de naciones, a menos que reciba del exterior algo que nunca ha tenido: una capacitación radical en autogobierno combinada con educación para las masas y un adecuado desarrollo económico.

Un curso rápido para mejor entender el carácter de “estos republicanos”, como dijera Zozaya, está en el recién aparecido libro de John Bolton, ex asesor de seguridad nacional de Estados Unidos, un texto a la vez escalofriante y divertido: La habitación en donde sucedió: una memoria de la Casa Blanca.

Bolton es un modelo de laboratorio del ADN imperial. Posee un doctorado en derecho y cita con soltura a Tucídides, a Aristóteles y a Homero, pero al mismo tiempo exhibe la penosa condición, casi canina, de ver el mundo en blanco y negro: acá los defensores de Occidente, allá la amenaza a la civilización.

Harían bien nuestros funcionarios en no perder de vista este rasgo que parece común a la clase política que hoy anida en los pantanos que el suegro de Yared iba a drenar y también entre los del otro bando que se dice demócrata.

Considero mi deber llamar la atención de nuestro enviado especial a cómo Bolton caracteriza la relación del actual gobierno con nuestro país: “El vigor administrativo en dependencias clave se consume en disputas sobre cómo financiar el muro mexicano de Trump. Esto ha sido el pozo de chapopote de esta administración…”, en alusión a las charcas de La Brea en donde hace 50 mil años perecieron los poderosos mastodontes que enseñoreaban la comarca.

Interesante reflexión aplicada a las actuales circunstancias: he aquí una vulnerabilidad del mastodonte republicano cuyo manejo daría una ventaja táctica al mexicano en su encuentro tectónico con su par gringo.

Esto lo digo en el desierto, porque desde luego nadie me hará caso.

Juego de ojos.

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Fallarle a México no es opción

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Presidente López Obrador, por favor deje de dividir a México, ya ganó usted las elecciones, es su gobierno, su administración que en las acciones contribuye a definir el tono del país. Somos un país donde triunfó una idea del liberalismo, lo asumimos y aceptamos, estamos dispuestos a desarrollar la gramática de su proyecto, abandone el señalar cada mañana el conmigo o contra mí.

Los mexicanos no debemos y no queremos estar contra usted, le sabemos una circunstancia, tal vez necesaria pero absolutamente pasajera como todo poder en la tierra. Para algunos, reconozcámoslo, su política es encomiable y fuerte, cuenta hoy usted con el respaldo del 60% de la población, el porcentaje de gente más modesta, por cierto, la lastimada por abusos sociales, industriales y políticos, la enojada por la injusticia institucional y factual que no deja de prevalecer.

El optimismo incluyente es una fuerza necesaria a la creación de algo que hace mucha falta a su modelo de gobernanza. No haga de la rabia, presidente, un valor esencial, eso muestra su debilidad y en ocasiones sus limitaciones estructurales y su falta de destrezas negociadoras.

El modelo de comunicación, que usted inventó, tiene muchas virtudes, una que reconozco con sinceridad es haber ganado la batalla del ritmo de la comunicación. No ya la prisa de los medios sino la ponderación y la serenidad con que las ideas fluyen y se hacen claras, la búsqueda constante de la forma más sencilla para expresar las ideas. Hasta allí todo es positivo, comenzamos a sentirnos incómodos cuando abusa de las fórmulas engañosas y las metáforas forzadas; porque es mentira presidente que, si no se engaña a nadie y no se traiciona, se impide el COVID-19, es falso que un detente nos protege de los males… Estas formulaciones constituyen un delito de abuso a la conciencia de los mexicanos más sencillos. Porque usted es un adulto y está abusando la conciencia de una sociedad que por razones históricas está formativamente anquilosada en formas atávicas del animismo.

proteger a mexico
Ilustración: Víctor Solís.

Le invito en consecuencia presidente a meditar más sus intervenciones, la espontaneidad eficaz es la que más se practica, así de cierto y así de paradójico.  Coméntelo con Epigmenio y Verónica, con Julio, con Beatriz, que son sus voceros más representativos, porque a Jesús le come la presión del cotidiano y el mañanero apuro. Ellos que hablan “castilla” en su entorno, son a quienes, con otros improbables, sus hijos quizá, algún secretario con arrestos, Esteban, Marcelo, que no deben hacerle otra concesión que la del respeto al padre los unos, y al jefe de la nación los otros, acerque las voces que saben interpretar la lógica de sus verbalizaciones. Hable con quien le haga menos concesiones, flaco favor le hacen los corifeos. Porque su palabra está haciendo daño al modo en que la historia le referirá. Los historiadores habrán de depurar el lenguaje y le van a pasar la factura.

Usted tiene la experiencia de un luchador social, pero comparte la interpretación de la mexicanidad con muchos millones de personas, sus coetáneos que ya nos se chupan el dedo, sienten que se les acaba el tiempo como a usted se le acaba el sexenio y todos los días piensan en su legado, como usted… haga del suyo uno de verdad, y la verdad se arma de formas de decir bien las cosas.

¿Quiénes tienen una idea de México? Hay formas de dar respuesta a eso, puede decir por ejemplo que hay una idea de México en cada mexicano, pero usted sabe que se estaría equivocando. Hay menos ideas de México que mexicanos, muchos grupos étnicos, no se piensan mexicanos por lo menos no en primera instancia, tampoco los yucatecos, o los neoleoneses, ellos se dicen primero regios o yucatecos; también puede decir que la idea de México es la Cuarta Transformación, pero ni usted se ha tomado la molestia de explicarla ni los argumentos que de ella se conocen tienen la consistencia lógica, filosófica y epistemológica necesaria a una propuesta de país. Hay una idea mercadológica de México y es bastante clara, ésa es la que fluctúa entre los 8 y los 12 mil dólares del PIB per cápita que producimos según el sexenio y los avatares y circunstancias del entorno, pero está limitada al 50% de las personas que participan en la activación del PIB.

Hay una idea histórica de México, la que emana de la Independencia, por ejemplo, pero es criolla y canta las loas del rey de España. Iturbide crea una república europea en México, los años Santa Anna, son los que juegan a los conservadores y liberales que usted refiere. Los jacobinos y los monárquicos, ambos europeizantes. ¿Cómo contamos la cisión, la enajenación del territorio nacional, los acuerdos secretos y colaterales al McLane Ocampo? La Reforma azuza el anticlericalismo, el empoderamiento de una nueva clase política sustentada en el apoyo norteamericano, antieuropeo y antifrancés que los conservadores monárquicos habían instituido con la traída de Maximiliano. El pragmatismo que siguió a la Reforma produjo algunos frutos, leyes y sistemas que llegaron hasta la Revolución y más allá de ella. Entiendo que su juarismo viene de esta lectura.

sentido de la mexicanidad
Ilustración: Saner.

En materia educativa la reforma parece ser uno de los períodos de más luces y llegó hasta la Revolución. La institucionalización priista trajo al país paz y prosperidad hasta que la comodidad del poder encunó los abusos y la corrupción sin límites. La ineficacia panista había quedado demostrada con los años de la transición fallida y la vuelta del priismo peñanietista fue tan ferozmente corrupta como efectiva en la satisfacción de las reformas estructurales, y la apertura a un desarrollo aun más desigual que contribuyó para aumentar el encono.

Escuchamos con triste frecuencia la eventualidad de unos Estados Desunidos Mexicanos; los gobernadores se alían contra usted, véalos, sienta su peso, los industriales actúan por su cuenta y le hacen a usted su cuento y sus cuentas, los intelectuales están acogiéndose a quien les patrocine, la opinión pública está plagada de posverdad. Presidente, están pintando las calles para sus visitas, los relojes se están acordando a la hora que usted decide… Cuidado… le están mintiendo…

Morena lo construimos todos, lo eligió la molestia social. La desigualdad se hizo intolerable, la voracidad de algunas empresas ya no sorprendía sino insultaba con su paso de un quehacer a otro. Cero espíritus de empresa; el país y sus industriales en su mayoría se comportaban como banca del Estado, pasar de la minería a la infraestructura o de las telecomunicaciones a la energía se hizo (y se sigue haciendo) práctica común, ya no se sabía con quién se trataba, si con un medio de comunicación o si con un vendedor de plataformas petroleras. Todos se hicieron constructores de aeropuertos, distribuidores de energías alternativas, todos veletas, pocos empresarios, cero innovaciones, ¿para qué formar a las personas si los negocios cambian tanto? Eso entristeció al país y lo movió a elegir a un luchador social que pintaba para dar nueva inteligencia, luces y orden a las cosas.

Pero el resultado es triste. No vemos inteligencia sino abuso del lenguaje, del tiempo y de la razón. Conmigo o contra mi, no es ya una divisa del buen gobierno. Todos con usted irrenunciablemente si queremos seguir viviendo en una democracia y en país, pero a cambio le exigimos respeto al disenso, a la crítica, al intercambio lógico y al diálogo, respeto también a la diferencia de pensamiento y de acción.

protestas en mexico
Ilustración: Nexos.

¿Por qué no se propone presidente, en estos próximos cuatro años de gobierno, el construir un imaginario colectivo?, una meta común para todos, ¿por qué no se orienta a dividir menos y sumar más?, quizá así alcancemos a exponenciar nuestro potencial ontológico. Hay sensibilidad y hay materia, falta gestión y disposición. No se vaya con la práctica de la presidencia imperial, los funcionarios deben tener claro su mandato y luego operarlo, deles voz. No se deje alabar presidente, eso está creando ideología y la ideología es el cemento de la sociedad, es lo que la hace rígida.

Los mexicanos tenemos un potencial ontológico sí, somos humanidad en potencia, aquí se han dado mestizajes y luces, hemos sido centro del mundo, nuestro nombre se escribe con equis y por aquí se cruzan todos los caminos, aprovechemos para construirnos. Usted tiene carisma y todos quieren dialogar con usted, pero no lo haga desde la autarquía porque todos los seres somos limitados y somos miopes para observarnos, tampoco resuelva en lo oscurito, ni favorezca por cosechar electoralmente. Si hay un triunfo para la 4T, ése aún no se vislumbra, y si lo hay estaría mucho más vinculado a las posibilidades de dialogar que a los hechos de la división cotidiana cantada en las mañaneras.

Las elecciones del 21 son su parteaguas, su antes y después. Olvide sus granjas y zahúrdas de opinión, sus amigos a sueldo, sus querellas de personalidad. Presidente, no nos arrebate a México, no lo haga un país triste y sin proyecto, sin caso…

¡Salud!


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México Alacrán

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Rayuela, de Cortázar, tiene dos capítulos más largos en promedio, el 23 dedicado a Madame Berthe Trépat, y el 28, en cuya página 208 de la edición especial del Congreso Internacional de la lengua española (CILE, Córdoba, Argentina 2018) puede leerse el siguiente anatema: el alacrán clavándose el aguijón, harto de ser un alacrán, pero necesitado de alacranidad para acabar con el alacrán […]. Encuentro allí la motivación para esta nota.

Imposible evitar pensar en México al que tras la lectura de esa idea vi figura de alacrán peinado, con sus dos penínsulas del norte caídas, la del golfo, en Florida, y la mexicana de Baja California; no como la yucateca, erguida y mirando hacia arriba. La forma alacrán se evidencia tan sólo con pensarla y extenderla a las cortazarianas consecuencias.

mapa mexico alacran

El capítulo 28 contiene una disertación, irrigada de mate, caña y café, entre un grupo de amigos, artistas, escritores, pintores, diletantes, filósofos, salpicada por la más profunda elocuencia de Lucía, Maga, que con base en puntualizaciones preclaras lleva a todos hacia un territorio de realidad ineludible.

En México, detrás de las nutridas disertaciones de médicos, politólogos, de los economistas, frailes, pastores, periodistas, influenciadores de las redes, filósofos, intelectuales, líderes empresariales y sindicales, se resiente la falta de contundencia de Maga para entender, a la luz de una realidad compartida, la complejidad sugerida por la comentocracia.

Debe reconocerse en conciencia, que las intervenciones presidenciales han dejado a dieciocho meses de gobierno un retrogusto de divisionismo cada vez más patético. La emergencia COVID-19 no ha hecho sino acentuar rupturas que lo son cada vez más de lenguaje, forma y estilo. 

En la reciente obra de Thomas PikettyCapital e ideología, Editorial Seuil, sept, 2019 se recuerda los trabajos del especialista del siglo XVII y profundo conocedor de la mexicanidad en ese período, Serge Gruzinski, quien señala la fácil victoria de los españoles en aquellas tierras premexicanas diezmadas por enfermedades traídas de Europa y por el establecimiento de un régimen de desigualdades cuyas consecuencias se viven aún.

Thomas Piketty
Thomas Piketty, economista francés.

La primera década del siglo XVII hizo de México –señala el autor de Les Quatre Parties du Monde, Éditions de La Martinière, 2004– el corazón multicultural del imperio español: monedas acuñadas en este territorio y de uso común tanto en Asia como en Europa y África, productos y personas de cuatro continentes contribuyendo al primer ejercicio de mestizaje global en el planeta, perfectamente ilustrado por la pintura de castas y sus saltapatraces, cambujos, coyotes, indios, chinos y chamizos, entre otros. Fue hasta antes de la Independencia, relativamente fácil para el aficionado, describir con soltura los tipos humanos, producto de la actividad de reproducción animada por variados grupos de africanos, aborígenes americanos, europeos judíos, mozárabes o caucásicos, chinos y orientales de todas latitudes y que dieron lugar a una hibridación hasta ahora sin par.

Sigue siendo hoy, esta mezcla absoluta, sujeto de finas formas de discriminación que este país ha sabido perversamente acentuar bajo diversas circunstancias y que llevan hoy de manera simplista a la división bien mexicana entre fifiato y chairismo. Por esta razón nuestra nota se inspira de la idea expresada por Cortázar, a propósito del alacrán. México se está clavando de nuevo un aguijón; lo hace por estar harto de ser el alacrán que ha sido. Los fifís hablarían de un país relativamente ignorante y retrasado, y los chairos apuntarían, abusado y lleno de marginaciones. México, sin embargo, está necesitado de esa alacranidad, si no de la división, sí del diálogo a que mueve, para acabar con el alacrán que lo fustiga.

Por esa razón proponemos una reflexión sobre cierta mexicanidad posible. Lo hacemos porque la mexicanidad es dinámica y las ideas que hoy inspiran a México están animadas de nuevos factores.

1. Necesitamos un México razonado, pensar México para hacer un mejor país; la crisis es una oportunidad para repensar la nación, sus metas, sus compromisos, su integridad también.

2. México es generoso porque nos da existencia, porque desde su territorio ofrece alteridades que obligan a dialogar y comprender, a empatías y emociones conjugadas. México ofrece una gran cantidad de referentes fuertes que si los hacemos comunes definirian la Nación de todos.

3. México es abundante porque no se agota, más lo conocemos y más crece, abunda en él una humanidad plural. Si bien la historia ha hecho insensibles sus extremos (fifís vs. Amlovers), asumirlos implica la expresión productiva, comprometida, de la voluntad de ser mejores.

fifis
Ilustración: El Universal.

4. México es distinto y distinguido porque hay diferencias, porque internamente somos diversos y al mismo tiempo nos reconocemos, y si nos atendemos llegaremos quizá a sentirnos distinguidos con esas diferencias. México en este sentido necesita un esfuerzo para  entender el Ser de lo que es y avanzar a lo que ha sido en su versión mejor.

5. México tiene orgullo, debemos reaprender a mirarnos. Del casi olvido de los valores al que ha orillado el malestar extendido y de los referentes comunes que parecen hoy secuestrados, puede renacer el orgullo de una identidad plural en que podemos reconocernos.

6. México es caliente porque está atento, porque sabe reaccionar, porque es bravío y porque puede dialogar cuando se le otorgan las condiciones. México sabe trabajar con el calor y trabajar en él, creando su propia sombra para protegerse. Mira su pueblo al sol y está chapeado como sus personas de la montaña y sus pescadores que vuelven por la mañana. Como los estudiantes a quienes emociona el conocimiento y un día, un día se chapearan también –no perdamos la resperanza– sus políticos, con la emoción de lo logrado.

7. México es húmedo también, le  mojan sus costas, sus ríos y sus lagos. Sus arroyos y cenotes humedecen la piel que mojan también las presas que sus personas de ingenio han construido. México es húmedo porque ama y endiosa a la lluvia, es húmedo porque joven aún, aunque se haya echado unos años a cuestas. Nacemos humedos todos y los viejos se secan, México tiene la oportunidad de su juventud.

8. México es fuerte porque resiste, pero aún no se ha probado en su persistencia. Ya ha aguantado todas las ideologías, todo el espectro político. Ahora México debe ser fuerte para creer en sí y porque puede crear una idea del ser, del ser mejor, del ser mexicano. México será fuerte cuando asuma una energía compartida que habrá de construir. Aún no se ha probado en su persistencia, ha tenido que aguantar y resistir. Ahora toca crecer como sociedad, para salir y mostrar… México quiere mostrar. Porque hay cosas que le duelen y a las que se ha sobrepuesto. Empeñar una generación es el reto, una bastará.

mexicanidad
Ilustración: Milenio.

9. México está solo, solo, nadie hoy le acompaña, por eso debemos apapacharlo, cuidarlo, quererlo y ser con él. Los mexicanos debemos mexicanizarnos. México es moreno, es indio, es negro y es blanco también. Aquí, sin embargo, nos exponemos todos al mismo sol. Durante muchos años México ha estado secuestrado por sus propios males, su mal industria y su mal gobierno, su mala sociedad que distancia y que divide. Hay mucho daño hecho, hay mucho que perdonar para sobreponerse. Si queremos país, tengámoslo. México dejará de estar solo cuando comencemos a generar fratrías, solidaridades, curiosidades y comprensiones que hasta hoy han sido improbables.

10. México es añoso, porque no nos cocinamos al primer hervor, en México el arroz ya se coció: porque como decía Nezahualcóyotl, como pintura nos fuimos borrando porque no para siempre aquí, sólo un poco aquí… porque las piedras son viejas, y los cerros también. Las miradas los han envejecido y les han dado nombre. México tiene los años del olvido que nos cuesta trabajo ver porque está lleno de sombras. Han pasado hartos años y hartos cambios, y hartas historias se han contado y allí, desde el hartazgo, se están haciendo las madejas con las que ahora hay que tejer. México está harto de estar harto y por eso los mexicanos lo tenemos que levantar. México es, desde luego, más que sus gobiernos que siguen debatiéndose entre fascismos y populismos, todos igualmente autócratas.

Nos hace falta en México absorber el veneno que seguimos generado y avanzar hacia el país mejor de un nuevo sol. Bad times are good times to develop new attitudes…


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