neurociencia

Atención plena en la meditación budista y la neurociencia

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En los últimos lustros se ha difundido ampliamente el concepto inglés de mindfulness, traducido como plenitud mental o como atención plena. Por ser relevante a la autoconciencia y la introspección, es imperativo tratar aquí el trasfondo de esta noción proveniente de la antigua doctrina budista y de su abordaje actual por las ciencias. En su libro sobre el tema, el monje de Sri Lanka, Henepola Gunaratana, afirma que la plenitud mental ocurre siempre que observamos cualquier cosa en detalle y sin conceptos. Ahora bien, agrega que la concentración no es una capacidad habitual de la mente y varía mucho en la vida diaria. Cuando se practica en un régimen de meditación, involucra un esfuerzo de estar alerta para experimentar con toda presencia cuanto surge en la mente, sea percepciones, emociones, pensamientos, imágenes mentales, intenciones, preocupaciones y demás procesos, incluidos los arrobamientos y otros estados inusuales derivados de la práctica. Dado que se cultiva la observación clara, precisa y cabal de lo que acontece en la conciencia sin juicio ni prejuicio, la atención reflexiva es la herramienta propia de la introspección y la autoconciencia. El objeto primario de la meditación introspectiva es ampliar, fortalecer y profundizar esta capacidad.

Bhante
Portada de la biografía del Bhante (monje de la tradición Theravada del budismo) Gunaratana titulada “Viaje hacia la plenitud mental”.

El objetivo de la doctrina budista no es asunto de fe o revelación, sino la depuración de la mente mediante la aplicación de una atención sostenida y tonificada mediante técnicas de meditación. Es una doctrina empírica porque se fundamenta en la experiencia más que en la teoría, pero también previene que no cualquier experiencia es válida, sino la derivada de la práctica de la meditación introspectiva. Conforme se entrena y refina el instrumento del conocimiento es posible acceder progresivamente a realidades y verdades relevantes para vivir con plenitud y ética. Tal comprensión no es un conocimiento intelectual, sino una experiencia que se adquiere como resultado de una práctica sostenida, diligente y capaz.

La meditación o contemplación es un método riguroso por medio del cual una mente que se encuentra en un estado disperso, se enfoca. Consiste en aplicar un esfuerzo constante para estar presente y atender alguno, varios o a cualquier contenido de conciencia. Pero esto no se logra al emprender la práctica, pues la atención es indómita, se pierde y se dispersa. Es necesario recordar la tarea y redirigir la atención al objeto estipulado, que suele ser alguna sensación corporal tan simple y constante como la respiración, para posteriormente expandirse hacia las emociones, pensamientos y demás procesos mentales. Con la práctica se fortalece la atención deliberada y sostenida que hace posible una inspección más certera y una concentración más constante.

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Monje de la tradición Theravada del budismo practicando meditación introspectiva (Imagen: https://bit.ly/2rMl1WN).

La práctica de la meditación tradicional no es nada fácil pues implica un esfuerzo y una paciencia crecientes en condiciones a veces incómodas y fastidiosas, sobre todo en los largos retiros recomendados para poner en práctica la técnica y beneficiarse de sus posibilidades. Además, la técnica de la meditación facilita la emergencia de contenidos personales penosos y confusos en ese espacio amplificado que proporciona la autoconciencia. Los mismos temas y capas más profundas de conflicto resurgen una y otra vez sobre asuntos que parecían resueltos y archivados. La antigua tradición y diversas evidencias científicas recientes confirman que estas prácticas permiten el desenvolvimiento y, a veces, la resolución de conflictos. A diferencia de las técnicas psicoanalíticas, la meditación introspectiva instruye en no detenerse en los contenidos, emprender su interpretación o entretenerse en la vivencia afectiva. La disciplina consiste en regresar al objeto de la atención independientemente de que tan atractivos, dolorosos o interesantes resulten tales contenidos, los cuales deben ser experimentados con presencia, claridad y desapego. De esta forma, el proceso se desenvuelve en un ritmo que impone su propio desarrollo, permitiendo el surgimiento y desenredo de sus causas.

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Se suele sugerir el estado de calma y ecuanimidad resultante de la meditación introspectiva con figuras de pilas de piedras superpuestas en equilibrio (Imagen: https://bit.ly/2YJtlTt).

Cuando se practica de manera continuada y diligente, la concentración meditativa tiene importantes y profundos efectos cognitivos. El estar consciente momento a momento de la experiencia actual, aplicando una actitud alerta, relajada y sin prejuicios, conlleva a un avance en el ejercicio y el dominio de la autoconciencia. En efecto, el ejercicio permite la observación y la comprensión “directas” del objeto, al tiempo que auspicia calma y ecuanimidad. Es un proceso estabilizador que a la postre puede habilitar momentos de absorción embelesada, referidos como samadhi. La propuesta existencial del budismo es muy penetrante, pues postula que una atención hábil, diligente y concentrada permite una comprensión creciente de la existencia y en consecuencia la liberación del sufrimiento intrínseco a ella. Este es el sendero de la sabiduría y el objetivo de la iluminación, pues esta depende del alumbramiento que proporciona una nueva mentalidad. Estos conceptos y métodos han hecho del budismo una doctrina atractiva no sólo para personas interesadas en fortalecer su acervo y sus facultades, sino también para la ciencia porque se ha generado evidencia diversa de los efectos psicológicos y cerebrales de la meditación a largo plazo.

En efecto, la meditación a largo plazo modifica la morfología cerebral de áreas clave para la autoconciencia (el polo frontal), la conciencia del cuerpo (corteza sensorial e ínsula), la consolidación de la memoria (hipocampo), la regulación emocional (cíngulo anterior, corteza orbitofrontal) y la comunicación interhemisférica (cuerpo calloso). Al ser comparados con principiantes o individuos que no meditan, los meditadores experimentados también presentan diferencias en varias regiones del cerebro involucradas en la valoración de estímulos externos, emociones y memorias, tales como la amígdala, como también una mayor independencia funcional del cíngulo anterior y de la corteza prefrontal. La conectividad cerebral está mas integrada en meditadores experimentados en relación con los novatos, lo cual facilita el intercambio de información entre diferentes áreas del cerebro y puede explicar la mejoría reportada en la cognición.

Jon Kabat-Zinn
Jon Kabat-Zinn y su libro sobre la atención plena en castellano.

Si bien la meditación produce cambios significativos de orden fisiológico, cerebral, conductual y psicológico, queda mucho camino para comprender los mecanismos involucrados. Uno de los estudiosos más activos y entusiastas de las técnicas de la atención plena es el médico neoyorquino Jon Kabat-Zinn, nacido en 1944 y a quien se debe una estupenda metáfora: “no puedes parar las olas, pero puedes aprender a surfear”. Acaba de publicar un audaz artículo donde vaticina un renacimiento causado por la mejor comprensión de la mente, el self y la corporalidad, cuyo sostén sería la difusión de la práctica y el estudio científico de las técnicas y efectos de la atención plena. A pesar de que las prácticas introspectivas formales redundan en un beneficio tanto personal como social y cultural, en nuestro tiempo tan sombrío éste avance de la autoconciencia se antoja muy difícil. Volveremos sobre esto.

La introspección depurada, técnica de la fenomenología

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Abordaremos ahora a la introspección desde la perspectiva de una orientación filosófica muy particular que, con el nombre de fenomenología, se desarrolló en Alemania y Francia, a fines del siglo XIX y principios del XX. Esta escuela de pensamiento afirmó la posibilidad de explorar la conciencia mediante un riguroso método de análisis que su propio fundador, Edmund Husserl (1859-1938), intentó distinguir de la psicología académica y de la técnica de la introspección utilizada en esa época en el laboratorio de Wundt, quien fue su maestro en la etapa formativa.

En las ciencias cognitivas actuales ocurre una revaloración del enfoque planteado por la fenomenología para estudiar la conciencia y la autoconciencia que se basa precisamente en sus requerimientos introspectivos. En efecto, el estudio de la experiencia interna no puede evadir la introspección y Husserl concedió que era indispensable, pero razonó que la introspección sólo podría afirmar eventos individuales y privados, en tanto que él pretendía aproximarse a verdades universales sobre la vida mental. En un amplio análsis de este asunto, Christopher Gutland argumenta en 2018 que la fenomenología, lejos de oponerse a la introspección, intenta refinarla para hacerla sistemática o incluso científica. Por su evidente relevancia a la autoconciencia, a continuación resumiré y comentaré este tema.

Edmund Husserl.
Edmund Husserl, el promotor de la fenomenología, hacia 1910. (tomada de Wikimedia).

El término de introspección evoca de entrada y por etimología la inspección que un sujeto lleva a cabo de su mundo interno, literalmente un “mirar hacia dentro”. Esta metáfora conjetura a la mente como un espacio, una morada en la que se puede dirigir una linterna que corresponde a la luz de la atención. Husserl reafirmó que la experiencia siempre le ocurre a un sujeto de manera particular y privada, lo cual constituye su carácter subjetivo; aquello relativo a un sujeto. Mediante la introspección se conocen los procesos mentales no como postulados, inferencias, deducciones o hipótesis, sino de forma directa e intuitiva. De igual forma, la introspección genera conocimientos, juicios o creencias acerca de los procesos o eventos que ocurren en la propia mente.

Husserl asume tres principios para fundamentar su fenomenología: (1) la existencia de leyes implícitas que gobiernan los estados y procesos conscientes de todos los seres humanos, (2) esos estados y procesos le ocurren a un sujeto y (3) estas condiciones pueden ser detectadas y analizadas por una introspección sistemática. En referencia a esta última premisa, Husserl establece un requerimiento técnico necesario para que la introspección se convierta en un instrumento apto para revelar leyes universales. El método demanda que el observador se pueda distanciar de consideraciones sobre lo que es el objeto y poner sus creencias sobre el mundo “entre paréntesis,” un procedimiento que bautiza como epoché o epojé (del griego ἐποχή: suspensión del juicio). Se trata de adoptar un punto de vista extenso y profundo para considerar el objeto y el proceso de la auto-observación. No es que el sujeto se olvide de sus creencias sobre los objetos de su experiencia y sobre la conformación del mundo, sino de localizarlas para tenerlas presentes y así deslindarlas de las observaciones. De esta manera, la epojé consiste en tomar consciencia de los elementos que condicionan la observación, factores de los que el sujeto usualmente no se percata o no toma en cuenta, pero que determinan las formas y los contenidos de la conciencia. Con la práctica en la epojé, el fenomenólogo entrenado podrá no sólo aparcar o poner entre paréntesis sucesivamente al objeto, a la totalidad de sus procesos mentales o incluso a toda su concepción del mundo, lo cual desemboca en lo que llama fenomenología trascendental.

El Pensador.
Detalle de “El pensador” de Rodin. La actitud evoca un estado de introspección deliberada.

Aunque la fenomenología de Husserl asume que mediante la introspección no es posible observar y reportar todo lo que ocurre en la conciencia, afirma que la introspección metódica y sistemática permite detectar las condiciones en las que ocurren los fenómenos conscientes. El fenomenólogo desea y pretende experimentar sus procesos concientes de una manera más clara, precisa y detallada para lo cual no sólo debe percatarse de los objetos que ocurren en su mente, sino de las condiciones que hacen esto posible, por ejemplo del papel que juegan el tiempo, el espacio o la causalidad. Este requerimiento plantea dos condiciones a la auto-observación: la dirección deliberada de la atención y la reflexión consciente. Ambas condiciones requieren de autoconciencia, pues la introspección no es un estado habitual de la mente, sino una forma peculiar de detección. En este punto parece existir una coincidencia entre la epojé de la fenomenología y la contemplación del “objeto desnudo” de la tradición budista, es especial del zen. El concepto budista de sunyata significa literalmente el vacío o la vacuidad de una percepción que se alcanza sin los prejuicios, creencias o nociones que normalmente se ligan al objeto. En tales condiciones se percibe lo que está allí, tal y como está dado. No se trata de una representación mental, sino más precisamente de una presentación directa en la mente. La re-presentación, en todo caso, ocurre al recrear la imagen del objeto con los ojos cerrados o al evocarlo en la memoria, como lo indica el prefijo re-. En suma: la epojé es una puerta de entrada a las cosas, una deliberada contención de las creencias y conceptos para penetrar en significados nuevos y más auténticos.

Verdad y falsedad.
El artículo de Jorge Romero Gil sobre la epojé se ilustra con esta escultura que representa a la verdad y la falsedad, una alegoría de la actitud mental que al aparcar los juicios y opiniones desentraña la naturaleza de los objetos y de los procesos de la propia mente por una introspección sistemática (fotografía de Iza Bella: https://bit.ly/2s4zcpX).

Un elemento de la experiencia subjetiva desafía una comprensión cabal por parte de la neurociencia: el quale mental (plural: qualia); el cómo se siente ver un color, escuchar un timbre, intuir un significado, sentir un dolor o una emoción. Conocer y entender el fundamento físico y neurológico de las cualidades mentales conscientes sería, ni más ni menos, que resolver la dualidad entre “las cosas mismas” y sus “apariencias” que Kant bautizó respectivamente como noúmeno y fenómeno. Este último es precisamente el término que adoptó la fenomenología como el objetivo central de su investigación. Si la introspección es la detección de cómo se presentan los contenidos en la conciencia, según Kant esto sería todo lo que podemos saber del objeto, pues su naturtaleza real permanecerá siempre oculta a la mente y al conocimiento. Husserl, en cambio, propone que el mundo realmente se presenta en los fenómenos mentales, aunque estos varían mucho de acuerdo a cómo son experimentados. Como acabamos de ver, una introspección sistemática se supone capaz de detectar no sólo la apariencia de un objeto, sino las condiciones, circunstancias y marcos en los que ocurre. Esto último sólo sería posible mediante la aplicación de una atención dirigida y sostenida, de una reflexión deliberada y, en suma, de una epojé que puede llegar a ser trascendental. En este estado de introspección, será posible alcanzar a la cosa misma –o sea percibir su verdadera naturaleza– mediante una “reducción” de la descripción de un objeto a la experiencia exacta de ese objeto.

Labyrinth of the mind
“Labyrinth of the mind”, óleo de Erik Pevernagie (100 x 100 cm).

En suma, la fenomenología inicial de Husserl requiere una introspección entrenada y elaborada que pone a la conciencia y sus características como el objetivo de la investigación. Veremos a continuación cómo evolucionó la introspección en la fenomenología del siglo XX, en especial en el existencialismo, y cómo se valora actualmente por la neurofenomenología o el método narrativo para determinar si puede emplearse para el estudio científico de la autoconciencia, en especial de sus caracterísitcas cognitivas y sus fundamentos neurológicos.

Introspección: definiciones, mecanismos, posibilidades

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La conciencia de sí, que en estos escritos identificamos como autoconciencia, se ha tomado históricamente como una especie de “mirada interior” de la que disponen los seres humanos para observar, identificar y evaluar lo que ocurre en su propia mente. La única forma de ejercer esta capacidad es mediante la introspección, y tanto en este como los siguientes ensayos, exploraremos sus características, las posibilidades de analizarla con recursos de la ciencia y sus implicaciones para los seres humanos. Para ubicar mejor el tema de la introspección, empecemos con un ejemplo ilustrativo; un fragmento del periodista y escritor español Juan José Millás, publicado en mayo de 2019 en El País, y el cual constituye un ejemplo de la capacidad introspectiva por la cual se detectan y expresan los eventos que surgen y suceden en la propia conciencia:

Me acuerdo, sin venir a qué, de la revolución cubana. Voy en el autobús, por ejemplo, observando los tristes edificios de la periferia de Madrid, y de súbito me viene a la memoria la revolución cubana. Vigílate, me digo. Me vigilo, espío mi cerebro para descubrir qué rayos ha desatado esa memoria sin hallar nada que lo justifique. Rarezas de la masa encefálica, pienso, que creemos que es nuestra, aunque tiene zonas que no nos pertenecen.

Autoconciencia.
La facultad de introspección sugiere que el sujeto es capaz de voltear hacia sí mismo y explorar el interior de su mente y su cerebro. Esta dicotomía es equívoca y puede ser evitada con la idea de que existe una función reflexiva del propio sistema mente-cerebro.

Un momento clave de este proceso de auto-observación es ese “vigílate, me digo” pues expresa de manera inequívoca la aparición de un proceso reflexivo, lo que comúnmente se concibe como un yo capaz de observar su propia mente. El “me digo” consiste en la utilización especular del pronombre en primera persona “yo”, de tal manera que en la conciencia ocurre un curioso desdoblamiento entre dos instancias propias y privadas, una es un yo lingüístico que se dirige al propio sujeto, que se toma como si fuera otra entidad. Como veremos con mayor detenimiento, el hablarse a sí mismo es un recurso característico de los hablantes humanos. Volvamos al texto de Millás: ¿en qué consiste este “espiar mi propio cerebro”? Es una imagen significativa porque implica la emergencia de un observador capaz de voltear hacia el mecanismo o al órgano que se asume responsable de la cognición, que muchas veces opera de manera espontánea y automática, como es el recuerdo de la revolución cubana. El narrador de este parlamento asume varias nociones propias de su época cultural y científica. Una es que todo contenido mental debe tener un estímulo desencadenante en el medio y que intenta ubicar sin mayor éxito en personas y objetos alrededor. También asume que el cerebro es el órgano de la cognición y que al tomar autoconciencia el narrador genera y asume una identidad más propia, equivalente al sí mismo (para traducir el self en inglés) y que supuestamente puede someter al propio cerebro a escrutinio.

Capacidad de escritura.
La auto-manifestación implica la capacidad de detectar los propios contenidos mentales y expresarlos en palabras (Figura: https://bit.ly/2NO1vS1).

Finalmente, Millás sugiere gráficamente que “hay zonas de la masa encefálica que no nos pertenecen,” lo cual implicaría que la autoconciencia está localizada en algunas regiones del seso y que otras andan por su lado sin el control de las primeras. Hay en esto último un modelo implícito del aparato mental que el narrador da por válido, pero que es cuestionable en varios puntos, en especial la dicotomía entre un observador con el que se identifica personalmente y los contenidos que surgen y cursan por sí mismos en su mente. En épocas pasadas un auto-explorador podría realizar un esfuerzo similar atribuyendo a su “alma” lo que Millás atribuye al observador de su cerebro. Estas ideas pueden suponerse como metáforas, pues no es necesario asumir un self como un ente cartesiano que pueda inspeccionar a su cerebro, aunque sí puede concebirse una función cerebral de mayor jerarquía capaz de escrutar otras funciones del mismo órgano, como veremos ahora.

Desde un punto de vista fenomenológico, la conciencia consiste en un flujo de funciones mentales explícitas tales como percibir, sentir, pensar, creer, imaginar, soñar, recordar, desear, pretender, atender, actuar y otras tantas. Tales actividades y experiencias subjetivas están usualmente dotadas de un contenido, aquello que se percibe, piensa, cree, etc. Ocasionalmente, como ocurre en la narración de Millás, surge un observador o un yo con el que el sujeto se identifica. Para evitar la falacia del homúnculo –la idea de que hay una instancia observadora de las propias actividades mentales o cerebrales– el observador de la propia mente puede considerarse un punto de vista reflexivo conformado por la operación de un vector de atención que opera sobre los contenidos de la mente. Bajo este marco, la introspección consiste en la capacidad perspicaz y reflexiva de la mente para observar e identificar sus condiciones, contenidos y dinámicas; o bien, de manera aún más verosímil, la habilidad de los individuos humanos para observar y reconocer sus estados o procesos mentales y albergar pensamientos sobre sí mismos.

Karl Jaspers
Karl Jaspers hacia 1913, cuando escribió sobre la introspección en su libro clásico Psicopatología (Imagen tomada de Wikipedia).

Esta propiedad de introspección ha sido analizada en el pasado por varios filósofos e investigadores de la mente. Uno de los más meticulosos y certeros fue el psiquiatra y filósofo existencialista Karl Jaspers en su clásico texto de psicopatología de 1913. Jaspers distinguió tres niveles o facetas de la introspección. Llama a la primera auto-observación y esta ocurre cuando el sujeto está consciente de sus propios procesos mentales. La segunda instancia es el auto-entendimiento, cuando el sujeto no sólo observa, sino también interpreta lo que pasa en su mente. Finalmente, la auto-manifestación acontece cuando el sujeto logra expresar los contenidos de estas operaciones, usualmente mediante el lenguaje sea verbal o escrito. Iremos abordando cada una de estas propiedades fundamentales de la mente autoconsciente y para empezar vale la pena considerar a la auto-observación de la propia mente. ¿Cómo opera esta extraordinaria capacidad?

Hacia finales del siglo XX varios filósofos de la cognición y del lenguaje abordaron esta cuestión. William Lycan sostuvo que la introspección involucra la operación de un monitor o un dispositivo de auto-escrutinio cognitivo y David Rosenthal argumentó que estar consciente de un estado mental consiste en disfrutar un pensamiento de nivel superior sobre ese estado. Si conjuntamos estas dos propuestas en una teoría de la auto-observación es posible explicar la aparente división entre un contenido mental y un observador como la operación de un factor o un procedimiento de auto-escrutinio, consistente en una organización cognitiva de mayor jerarquía. En consecuencia, la introspección es un estado mental encubierto, avanzado y privilegiado, y no el acceso misterioso de un yo trascendental y etéreo a los contenidos mentales.

Other theories.
Portada de la colección de artículos sobre las teorías de alta jerarquía sobre la conciencia y la conciencia de sí en un libro editado por Rocco Gennaro en 2008.

La capacidad humana de hacer introspección y reportar verbalmente los contenidos y los estados conscientes permite la auto-manifestación y con ella la comunicación de estados y contenidos mentales entre los seres humanos. En este sentido debemos tomar a estas capacidades como potencialmente fidedignas para expresar lo que ocurre en la mente, en especial si se utiliza un procedimiento estricto de introspección. Como veremos pronto, los métodos narrativos para estudiar a los informes en primera persona de los propios procesos conscientes sacan provecho de la capacidad humana para producir dichas expresiones verbales de observaciones y reportes introspectivos. Aunque por el momento parezca una idea de neurociencia ficción, se puede vislumbrar una posible neurofenomenología de la introspección basada en grabaciones de informes verbales producidos por personas entrenadas en realizar introspección durante la adquisición de imágenes funcionales de su cerebro.

El libre albedrío, compatible con el determinismo cerebral

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Desde la década de los años 70, el investigador estadounidense Benjamin Libet llevó a cabo ingeniosos y sistemáticos experimentos neurofisiológicos en relación al movimiento voluntario en humanos sanos. Sus resultados suelen considerarse evidencias contra el libre albedrío, porque antes de que el sujeto haya tomado la decisión de mover un dedo, se registra un potencial eléctrico en la corteza premotora de su cerebro. Como este potencial “preparatorio” se inicia 500 milisegundos antes de la acción y 300 antes de la decisión, se concluye que la libertad de acción es un espejismo, una falsa sensación de libertad en la conciencia humana.

Libet.
Experimento de Libet. El suejto mueve un dedo cuando decide y el investigador registra en su electroencefalograma (EEG) un potencial preparatorio (readiness potential) antes de que el sujeto tome de decisión de mover el dedo, movimiento que registra por electromiografía (EMG). El momento de la decisión se determina porque el sujeto lo precisa cuando lo siente mirando un segundero ante sus ojos (Will) (Imagen: https://bit.ly/2NvWsWg)

Si bien los experimentos de Libet fueron muy relevantes por abordar un problema filosófico y existencial de primera magnitud de manera empírica, no prueban que el libre albedrío sea inoperante o inexistente. Por una parte el diseño del experimento involucra el movimiento de un dedo en una situación artificial distinta a la experiencia habitual de los humanos y por otra no se realizó una medida directa del momento de la decisión, sino que los sujetos lo determinaron al observar la manecilla de un reloj diseñado especialmente. Su testimonio puede ser inexacto en el rango de los milisegundos. La interpretación fisiológica más sencilla del experimento es que el incremento del disparo en un grupo creciente de neuronas de las zonas del lóbulo frontal que se registra como el potencial preparatorio es precisamente el responsable de generar el movimiento del dedo. Sin embargo no hay evidencia de que el potencial por sí solo sea la causa del movimiento del dedo. Un experimento del mismo tipo fue realizado años después con imágenes cerebrales obtenidas por resonancia magnética funcional antes, durante y después que los sujetos decidieran apretar un botón con la mano derecha o con la izquierda y refirieran el momento de la decisión observando letras que cambiaban cada 500 milisegundos. Los neurofisiólogos registraron eventos cerebrales desde 5 segundos antes de que los sujetos tomaran la decisión y pudieron incluso predecir cuál mano se iba a usar.

John Dylan-Haynes.
Experimento del grupo de John Dylan-Haynes (2006). El sujeto elige el momento de apretar un botón con su mano derecha o izquierda. En la gráfica derecha aparece el momento en que aprieta el botón (Button press), el momento previo en el que siente que toma la decisión (línea roja) y antes de ese la capacidad de predecir acertadamente cuál botón va a apretar por el registro de actividad cerebral (izquierda). ¿Quiere esto decir que no hay libre albedrío? Chun Siong Soon, Marcel Brass, Hans-Jochen Heinze & John-Dylan Haynes Unconscious determinants of free decisions in the human brain. Nature Neuroscience April 13th, 2008.

Este experimento refleja la operación de una red de neuronas que prepara o antecede una decisión, tiempo antes de que esta se haga consciente. Otro experimento involucró la estimulación de zonas cerebrales en pacientes conscientes durante neurocirugías realizadas con anestésicos locales. Al estimular la corteza parietal los pacientes sintieron el deseo o el impulso de mover partes de su cuerpo, pero no lo hicieron; en cambio, la estimulación de la corteza frontal premotora produjo un movimiento sin conciencia de haberlo realizado. Por el momento se puede concluir que existen una serie de eventos cerebrales inconscientes y preparatorios a la toma de la decisión, pero no que tales eventos sean la causa única, suficiente y necesaria para que ésta ocurra o para que se produzca el movimiento solicitado. Es decir: no está claro si la actividad cerebral previa al movimiento voluntario refleja o no el proceso temporal de la decisión de actuar.

Sin entrar en los intrincados detalles de la acalorada, extensa y ancestral discusión científica, filosófica y teológica sobre la realidad del libre albedrío se plantean varias alternativas. Dos se refieren al determinismo: o bien todos los eventos del mundo están estipulados por secuencias de causas y efectos, o bien existe indeterminación en algunos casos. Las otras dos se refieren al libre albedrío, sea que existe o no. Quienes suscriben una causalidad universal y por ello eliminan el libre albedrío, optan por un determinismo fuerte. Por el contrario, quienes consideran que la causalidad física no opera en todos los casos, como sucede a nivel subatómico, y con esa base sostienen la humana autonomía de acción, eligen una libertad indeterminada o acausal. Otros más sostenemos que es deseable y posible armonizar el determinismo causal y la libertad de acción por dos razones poderosas. La primera es que todos los eventos de la realidad a partir del nivel atómico parecen estar sujetos a una ley de causa y efecto, y la segunda es que la responsabilidad moral y legal de toda persona proviene de que verdaderamente haya sido capaz de elegir entre alternativas y llevar a cabo sus acciones con propósito. Como veremos ahora, esta es la postura más verosímil para la ciencia y, desde luego, para las humanidades, la ley y la ética.

Cerebro y libertad.
Portada del dos libros sobre el determinismo, la libertad y el cerebro de un antropólogo (Roger Bartra) y un neurocientífico (Joaquín Fuster).

Siendo muy joven, William James, el pionero de la psicología científica moderna, ponderó en abril de 1870 las opciones entre el determinismo y el libre albedrío moral y astutamente declaró lo siguiente: “Mi primer acto de libre albedrío será creer en el libre albedrío”. Unos lustros más tarde, el propio James intentó reconciliar el determinismo fisiológico con el libre albedrío razonando que la voluntad sentida no puede surgir de la nada, sino que se debe estar determinada por otros procesos fisiológicos. El reconocido filósofo de la mente Daniel Dennett también defiende que el libre albedrío existe en un mundo causalmente determinado permitiendo a los humanos actuar muchas veces de maneras impredecibles o imprevisibles.

A finales de los años 70, en uno de mis primeros trabajos teóricos sobre la conciencia y el problema mente cuerpo, elaboré un argumento para apoyar una compatibilidad que armonice el determinismo neurofisiológico con la libertad de elección, tal y como la experimentamos en la vida diaria. Actualizo y formalizo el argumento de esta manera: (1) La voluntad es un fenómeno mental que se ejerce en un estado de autoconciencia, pues durante la conciencia habitual de la vigilia opera un determinismo estímulo-respuesta  bastante automático. (2) Como todo estado de conciencia, la voluntad debe tener un correlato nervioso que involucra, entre otras, a zonas frontales premotoras y parietales del cerebro. (3) Esa red neuronal implicada en la autoconciencia y la voluntad se activa por ciertas causas funcionales, como los procesos cerebrales de motivación y los preparatorios; además, una vez activa, esa misma red tiene consecuencias igualmente fisiológicas, como son los procesos cerebrales del control motor que desembocan y modulan los actos deliberados. Por lo tanto: la libertad de acción o “libre albedrío” es un evento psicofísico real y efectivo que precisa un determinismo neurológico de causas y efectos. El argumento rechaza la tesis determinista de que un mundo causal es incompatible con la libertad de elección y de acción, así como también la tesis de que el libre albedrío implica una violación a la causalidad determinista del resto de la naturaleza. Desde luego, quedaría por averiguar el correlato cerebral preciso de la selección y la decisión, un reto experimental formidable.

Determinismo.
Las tres posiciones respecto al determinismo y la libertad. Si ambos se consideran verdaderos se opta por el compatibilismo. Si no puede haber libertad porque todo está causalmente determinado se opta por el determinismo duro y si el detrminismo es falso se opta por el libertarianismo.

En suma: una decisión, un deseo o una creencia conscientes tienen aspectos neurológicos de alta jerarquía y capacidad para inducir comportamientos y acciones. Estas funciones ejecutivas requieren la participación del lóbulo frontal humano, controlan la conducta voluntaria y están ligadas a la conciencia de libertad de decisión y de acción. La libertad es un fenómeno psicofísico causado y consecuente que se experimenta y se ejerce en un estado de autoconciencia. Se trata de una capacidad de autoregulación deliberada y, en la medida que se ejerce, dispone a los humanos como gestores y responsables de sus actos. Dado que no es posible conocer el grado de autoconciencia con el que un sujeto ejecuta una acción benéfica u ofensiva, su valoración ética, moral o legal por necesidad depende de las condiciones ostensibles en las que tal acción se ejecuta.