obesidad

Queda prohibida venta de comida chatarra cerca de escuelas

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El Senado de la República aprobó la reforma a la Ley General de Educación con la que queda prohibida la venta de comida chatarra cerca de las escuelas. Esto representa un gran avance en materia de prevención ante la incidencia de padecimientos como la diabetes, hipertensión y obesidad en el país

De manera unánime —con 109 votos a favor— la Cámara de Senadores aprobó las modificaciones de los párrafos tercero y quinto del artículo 75 del ya mencionado marco legal. En este sentido, la propuesta elaborada por Martí Batrés, senador del partido Movimiento Regeneración Nacional (Morena), manifiesta: 

“La prohibición de la venta de alimentos con bajo valor nutritivo y alto contenido calórico en las inmediaciones de los planteles escolares. Las autoridades fomentarán el expendio de alimentos saludables, de preferencia producidos en el barrio, vecindad o región de cada plantel”. 

Asimismo, de acuerdo con la modificación, las cooperativas de las instituciones educativas tendrán la obligación de fomentar estilos de vida saludables. Para ello requerirán agregar la comercialización de frutas y verduras, así como seguir las Normas Oficiales Mexicanas de la Secretaría de Salud. 

Por el momento, el proyecto será remitido a la Cámara Diputados a fin de que se discuta, modifique y en todo caso, se apruebe. No obstante, es conveniente mencionar la importancia de este tipo de acciones que bien podrían mejorar las condiciones de salud en el territorio. 

Senado aprueba reforma para prohibir comida chatarra cerca de las escuelas. Fuente: Cuartoscuro.

México ocupa 1er lugar el obesidad infantil 

De acuerdo con las Organizaciones Mundial de la Salud (OMS) y Panamericana de la Salud (OPS), México ocupa el primer lugar en obesidad infantil a nivel internacional. Mientras tanto, la población adulta mexicana ocupa el lugar dos en el padecimiento. 

Según la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT) 2018, 17. 5 por ciento de los niños y niñas entre 5 y 11 años en México, registran obesidad. A ello se le suma que el 18.1 por ciento tiene sobrepeso. 

Sobrepeso y obesidad en niños de 5 a 11 años: Fuente: INEGI

Del rango entre 12 y 19 años de edad, el 14. 6 por ciento padecen obesidad y el 23.8 sobrepeso. En dicha población, los estados que tienen mayores niveles en la problemática son Veracruz, Quintana Roo, Colima, Sonora y Tabasco.  

Sobrepeso en adolescentes entre 12 y 19 años. Fuente: INEGI

Los datos anteriores resultan alarmantes, debido a que exhiben la mala cultura alimenticia que México tiene desde su población más joven. En este sentido, la reforma aprobada por el Senado de la República significa uno de los primeros pasos para arrancar el problema de raíz.

Personas fallecidas por COVID-19 tenían comorbilidades 

El coronavirus dejó como aprendizaje la importancia del cuidado cotidiano a la salud. Tal situación especialmente, porque expuso a los ojos de todos, que lo que puede parecer “una gripita” tiene la capacidad de llevar a la muerte. De dicha forma, las personas con alguna comorbilidad tuvieron mayor riesgo de contagiarse y hasta perder la vida. 

Con base en los datos arrojados por la Secretaría de Salud, de las 171 mil 234 personas fallecidas por COVID-19 —al 11 de febrero del 2021 —, alrededor del  45. 47 por ciento, fueron víctimas de la hipertensión. Es decir, un padecimiento que se caracteriza por altos niveles en la presión arterial y que es más frecuente en personas con obesidad, que fuman, consumen mucha sal o son diabéticas. 

Defunciones por COVID-19 y comorbilidades. Fuente: Secretaría de Salud.

Y es entonces cuando viene la siguiente problemática: la diabetes. Según el registro de las autoridades sanitarias, del total de fallecimientos por el virus SARS-CoV-2, el 37. 72 por ciento ocurrió en pacientes con altos niveles de glucosa. 

No obstante, la diabetes es una enfermedad que puede prevenirse con diversas acciones. Entre las más importantes destacan un plan de alimentación saludable, ejercicio regular, no fumar y constante atención médica. 

Finalmente, el 22. 43 por ciento de las defunciones en la pandemia se dieron en mexicanos con obesidad.  Esa enfermedad que gracias a altos niveles de grasa corporal tiene la capacidad de aumentar el riesgo de afecciones más graves.

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Puras buenas intenciones

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Esta época decembrina nos tocará pasarla en casa de mis suegros, en Culiacán. Ante ello, mi madre optó por organizar una comida antes de nuestra partida y así aprovechar, con Susana Distancia y en petit comité, para festejar desde Thanksgiving hasta Año Nuevo –hubo pavo, jalea de arándanos, vino espumoso… pero ahora que me acuerdo me faltaron los romeritos…–.  A los invitados nos tocó llevar el postre y entre ellos estaban unas galletitas muy monas, eso sí, con su sellote negro que decía “exceso de azúcares” –lo bueno es que el pastel que llevamos no era procesado, sino la selliza que traería–.

El problema de alimentación en México es muy claro. Según la OCDE en su estudio “La Pesada Carga de la Obesidad: La Economía de la Prevención”, cerca del 73% de la población mexicana padece de sobrepeso. Además, la esperanza de vida del mexicano se reducirá en 4 años durante las próximas décadas por enfermedades relacionadas a la obesidad.

Pocos negarán que señalar a los alimentos cuyo consumo afecta a la salud es buena idea –seguro el que la pensó tenía buenas intenciones–. Mantener a la población bien informada sin duda es una tarea relevante del Estado. Sin embargo, como diría el refrán: “de buenas intenciones está empedrado el camino al infierno”. Y es que la implementación del programa del etiquetado que entró en vigor el pasado 1° de octubre, presenta muchas áreas de oportunidad, pues lejos de ayudar empeora el asunto. En vez de informar y llamar la atención sobre aquellos productos que son nocivos, acaba confundiendo y hasta desinformando. Mientras que una bolsa de papas fritas tiene un solo sello, una bolsa de granola baja en grasa y sin gluten ¡tiene dos! –los niños acabarán comiendo papas en vez de granola… sino es que gorditas de chicharrón de la tiendita–.

obesidad en mexico
Imagen: Nexos.

No se niega que haya productos con exceso de azúcar, grasas, sodio, etc. Ni tampoco el que haya que cambiar los hábitos de consumo del mexicano señalando a los excesos. Pero si todo se señala es como si nada se señalara. El problema de la alimentación en México no se encuentra en sí en un yogurt, o en una mermelada light, sino en que tomamos más refresco que agua llevándonos a los mexicanos a ser el principal consumidor de refrescos en el mundo por persona y a figurar entre los 10 países con mayor incidencia de diabetes –pero si un jugo de fruta presenta los mismos sellos que un refresco, pues no creo vaya a cambiar mucho la cosa–.  Además, dichos hábitos deben atacarse desde distintos frentes. Por ejemplo, el hábito señalado por un análisis del CESOP de la Cámara de Diputados que indica que en México 80% de las mujeres y 62.5% de los hombres no realizan ninguna actividad física, bien podría atacarse con más –o al menos algunas– canchas públicas en las cuales practicar algún deporte.

Desafortunadamente, un país no se construye a base de ocurrencias, de iniciativas aisladas, ni tampoco de puras buenas intenciones. Es justamente porque son buenas las intenciones, que reconocer la necesidad de realizar ajustes a las reglas y a la implementación del etiquetado sería lo sabio por parte de nuestro gobierno –y sabio para mí ponerme a hacer ejercicio en vez de comer tanta galletita–.


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Dimes y diretes de la nueva Norma de etiquetado

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Las modificaciones realizadas a la llamada norma NOM 051, la cual establece las especificaciones generales de etiquetado para alimentos y bebidas preenvasados que se comercializan en el país, representa el esfuerzo más significativo en la historia de esta clase de regulaciones, con el objetivo de trasladar al consumidor información clara sobre los riesgos de salud que cada producto pudiera representar.

La reforma se inserta en las acciones que desde hace varios años se iniciaron, como respuesta a la gravedad de las cifras que reportan índices elevados de obesidad y sobrepeso en el país, con particular incidencia en niños. Los cambios no se han limitado a la Norma Oficial Mexicana de etiquetado, sino que ha alcanzado a la ley de salud y los reglamentos que regulan la publicidad de esta clase de productos.

En general, parece existir consenso entre autoridades, expertos, instituciones académicas, asociaciones de consumidores e industria, respecto a la necesidad de hacer más clara la información nutrimental de los empaques, así como en la necesaria reformulación de productos. En lo que claramente no existe acuerdo es en los medios propuestos por la norma para estos fines, que están yendo aún más lejos que el modelo regulatorio seguido para su implementación, que es el modelo chileno.

etiquetado de alimentos
Imagen: Gatón.

Uno de los principales puntos de oposición deriva del empleo de los sellos preventivos que se aplicarán a las etiquetas frontales, que reducen su lenguaje a frases tan lacónicas como “exceso calorías”, “exceso azúcares”, “exceso grasas saturadas”, “exceso grasas trans”, “exceso sodio” y “contiene edulcorantes evitar en niños”, por considerar que los mismos no discriminan entre los que apenas pasan el límite, de aquellos que lo hacen sobradamente. Sobre este punto, otros sistemas empleados en el mundo ofrecen opciones en colores que son fácilmente entendidos por los consumidores. Dar el mismo tratamiento a productos tan disímbolos nutricionalmente como las sardinas y las galletas no puede justificarse, y a la larga, serán los propios consumidores los afectados por la “simplicidad” de la información que la nueva norma les ofrece.

Otro de los grandes temas de debate es la obligación propuesta por la norma de suspender el uso de personajes, dibujos, celebridades y otras formas promocionales, como presunto mecanismo para desincentivar su consumo, cuando exista obligación de aplicar uno o más sellos preventivos, lo que suena a censura previa que compromete la libertad de expresión. No es éste un tema menor, ya que los niveles de lealtad que una marca logra con sus consumidores, con el trabajo de muchos años, obliga a la empresa a mantener altos estándares de calidad.

Con la misma lógica, las restricciones mencionadas alcanzan ahora a la publicidad, por lo que el “Osito Bimbo” no sólo no estará en las etiquetas, sino que será también suprimido de la publicidad, es decir, pasará a las filas de las especies en extinción. Otra importante modificación, que sin duda tendrá un efecto disuasivo en inversión publicitaria, es la novedosa obligación de solicitar permiso previo de Cofepris –sí, la que ahora comanda Hugo López Gatell–, para hacer publicidad de estos productos en televisión, salas de cine, sitios de internet y redes sociales.

Las condiciones en que todo el proceso de conformación de estas reglas se ha gestado, ha sido de total desencuentro entre la iniciativa privada y los reguladores. Instalados en la visión del fanatismo, las autoridades han hecho cuanto está a su alcance para doblegar los intentos para alcanzar una regulación balanceada, que informe con veracidad, evitando que el nuevo etiquetado frontal se convierta en la letra escarlata. Lamentablemente, el ambiente de linchamiento se ha exacerbado en la distribución de responsabilidades por los escandalosos números de la pandemia en nuestro país.

etiquetado de alimentos
Imagen: Salud con Lupa.

Los efectos de la campaña de desprestigio empiezan a derivar hacia diversos Estados que han prohibido la venta de los productos a menores de edad, lo que verdaderamente raya en lo grotesco. ¿De verdad estamos dispuestos a asumir que un niño no pueda comprar un chocolate en la tienda de la esquina?

Así, México se está convirtiendo en el país con la regulación más prohibitiva y compulsiva en materia de etiquetado y publicidad de alimentos procesados, sin que las bases del sistema hagan sentido en una visión integral. En primera instancia, porque los sistemas binarios de bueno o malo (el uso sellos o prescindir de estos) han probado su ineficacia; en segunda instancia, porque no se promueve la adecuada dieta balanceada, esto es, se pueden lograr niveles óptimos de ingesta de nutrientes consumiendo el 100% de productos con sellos de este tipo; en tercer lugar, porque no se promueve el consumo de porciones pequeñas, sino que se les sanciona con sellos aunque no incluyan los niveles de riesgo que la norma sanciona. Finalmente, porque la diabetes y la obesidad requieren un enfoque multifactorial para su entendimiento y combate. ¿Y si prohibimos la venta de gasolina porque contamina?  

Además, si se extienden los mismos filtros de análisis a los alimentos que se expenden en puestos callejeros, en fondas, o en los propios hogares, los resultados no serían diversos. Casi todo lo que ingerimos llevaría sellos.

Todos entendemos que defender la salud es una prioridad social de la más alta estima, sin embargo, cuando la obligación impuesta pudiera tener un efecto positivo cuestionable o poco perceptible, causando grandes afectaciones, es cuando podemos empezar a hablar de desproporcionalidad e ineficacia de la norma.


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Productos chatarra, otra pandemia que amenaza a los mexicanos

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Siete de cada diez mexicanos que fallecieron por Covid-19, padecían enfermedades correlacionadas con la obesidad por la adicción al azúcar.

El mundo entero atraviesa una de las crisis sanitarias más alarmantes de la historia, pero nuestro México en particular, se enfrenta a otro tipo de amenaza. Cada año, más de medio millón de habitantes mueren a causa de la “pandemia de azúcar”, y es que en este país, la adicción más grande es el consumo de azúcares y ocasiona más muertes que la ingesta de alcohol o drogas.

El presidente de la Comisión de Hacienda y Crédito Púbico, Alejandro Armenta Mier, urgió a los productores de comida chatarra y bebidas azucaradas a que modifiquen las fórmulas de sus productos antes de la aprobación de la Ley de Ingresos, o de lo contrario, se mantendrá la propuesta tributaria para este tema.

“Eso se tiene que terminar y haber corresponsabilidad. Si no queremos pagar más impuestos los consumidores y los empresarios, que producen estos productos, se deben cambiar las fórmulas”, apuntó.

El Senador Armenta, indignado a nuestra realidad inobjetable, sostuvo que le tomarán la palabra al Presidente de la República y seguirán la recomendación que hizo para replantear a los productores de estos alimentos y bebidas, “a que nos presenten de aquí, a la aprobación de la Ley de Ingresos”, sus nuevas fórmulas para que sus productos no sigan siendo parte del problema de obesidad que ha traído una mortandad impresionante.

Indicó que las iniciativas que se han presentado sobre este asunto no se retirarán, pero sí serán replanteadas. No tendrá que ver con un propósito tributario, sino con uno de salud y de defender el derecho a la vida.


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Obesidad, sus riesgo ocultos

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Entre los problemas que acarrea la obesidad se encuentra una menor resistencia a las infecciones.

En México existen impuestos contra los denominados alimentos chatarras y las bebidas azucaradas pero aún así los índices de personas con problemas de obesidad son alarmantes, por lo que en un intento por concientizar a la población en general los riesgos que dicha condición física acarrea el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE) presentó un informe donde explica las consecuencias de tener sobrepeso.

Jetzamín Gutiérrez Muñoz, Directora de la Clínica de Especialidades “Churubusco”, declaró a Notimex, que la obesidad aumenta el riesgo de infecciones y es un factor que desencadena la formación de “súper bacterias” resistentes a antimicrobianos, en especial a los antibióticos, por su abuso y uso incorrecto.

Gutiérrez Muñoz explicó que cada kilo de más en el cuerpo humano significa mayores riesgos contra la salud y el exceso de grasa e índice de masa corporal (IMC) en personas obesas modifica el microbioma (bacterias naturales del cuerpo) y baja las defensas lo que incrementa la amenaza de infecciones.

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Añadió que las personas con peso excesivo están expuestas a dosis de antibiótico altas; por otra parte, el excedente de grasa provoca que estos fármacos no se asimilen de manera correcta e incluso algunos antibióticos por su propia bioquímica se depositan más en el tejido adiposo, lo cual favorece que las infecciones se tornen cada vez más complicadas.

“Necesitamos una sociedad consciente de que la prevención es el mejor antídoto contra las enfermedades; personas dispuestas a cambiar sus hábitos para mantener su salud y mejorarla, es decir hacer ejercicio todos los días, disminuir su peso, bajarle al consumo de grasas, a la ingesta de calorías, harinas y bebidas azucaradas, para llegar a un balance porque todo funciona mejor en un organismo que está en su peso ideal”, recomendó la especialista.

Advirtió que “cuando un paciente no se toma los medicamentos en dosis, horarios y duración indicados por su médico, abre una oportunidad para que alguna cepa de la bacteria se autorreplique, multiplique y transfiera genes de resistencia”.

Con información de Notimex.

No quitemos el dedo del renglón. La obesidad y el sobrepeso no son una elección personal

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En el marco del Día mundial contra la obesidad (12 de noviembre) y del Día mundial de la alimentación (16 de octubre), y en relación con el proceso regulatorio en el que actualmente en México se discute la modificación de una norma oficial sobre especificaciones generales de etiquetado para alimentos y bebidas no alcohólicas (NOM-051-SCFI/SSA1-2010), es importante que enfaticemos que la obesidad no es una elección personal. Tal como lo menciona un reporte de investigación de la Sociedad Psicológica Británica: “La gente tiene sobrepeso o se vuelve obesa como resultado de una combinación compleja de factores biológicos y psicológicos combinados con influencias sociales y ambientales” (Duarte, 2019). El que 1,900 millones de adultos en el mundo tengan sobrepeso y, de esos, más de 650 millones sean obesos[1] no es un problema individual. Es importante recalcar este asunto porque ese es el argumento que los representantes de la industria de alimentos ultraprocesados y bebidas azucaradas nos repiten día con día: que el consumidor tiene la responsabilidad y la “libertad” de decidir qué consumir.

¿Un consumidor libre?

Si bien es cierto que cuando acudimos a un supermercado o a la tienda de la esquina, nadie nos está apuntando con un arma para que compremos uno u otro producto; también es cierto que la publicidad suele actuar como un efectivo mecanismo para inducir al (sobre) consumo de determinados productos. Finalmente, esa es, según Lipovetsky (1998), la función de la publicidad: ser un espectáculo mediante el cual se atrae la atención y se mueve el ánimo del público consumidor, infundiéndole deleite, asombro u otros afectos. Además de la publicidad, hay otros factores que inciden sobre nuestras decisiones de consumo. Hay estudios que demuestran que “tanto la comida chatarra, como las drogas y el alcohol, tienen cualidades adictivas similares que afectan al cerebro y provocan efectos secundarios como la ansiedad, irritabilidad, dolores de cabeza e incluso depresión”, además de “síntomas de abstinencia físicos y psicológicos”. De igual forma, sustancias como el glutamato monosódico (una sal que potencia el sabor) “también es considerada una droga comestible” que se “encuentra en básicamente toda la comida chatarra”; y, si bien, aún existe controversia sobre el daño que esta sustancia pueda generar en el organismo, lo evidente es que hace que los alimentos sean “más agradables al paladar”, lo cual favorece su sobreconsumo (Campa, 2019).

Si a lo anterior le aunamos que la oferta que encontramos en las calles, en los centros de trabajo o en las tiendas está sobresaturada de estos productos, difícilmente podemos argumentar que los consumidores somos libres para decidir qué comprar en esos momentos de antojo e, incluso, como parte de nuestra dieta cotidiana. No es sorpresa decir que los anaqueles del supermercado están saturados de productos nocivos para la salud, poco saludables, y que, si queremos buscar alguna alternativa con mejores fórmulas, resulta mucho más cara o sencillamente no la encontramos. Así, cuando queremos comprar, por ejemplo, pan integral, difícilmente encontramos alguno que realmente contenga como principal ingrediente harina integral. Lo mismo ocurre con los cereales o los yogures que tanto se anuncian como un elemento saludable del desayuno de niños y adultos: simplemente no encontramos marcas comerciales que entre sus ingredientes no estén altos porcentajes de azúcares añadidos, sobre todo endulzados con jarabe de alta fructosa. En suma, incluso los productos que se anuncian como saludables, no lo son. Lo contradictorio es que productos como éstos son comercializados, incluso, con leyendas de recomendación por asociaciones profesionales de la salud (Magaña, 2019).

Niño chatarra.
Imagen: Pinterest.

La publicidad engañosa o que induce al sobreconsumo, además de la falta de información y la sobreoferta de productos con alto contenido en grasas, sales y azúcares son componentes de un ambiente obesogénico que impide que podamos hablar de un consumidor con libertad de elección. Este ambiente se complementa con pocos o nulos incentivos para cambiar los hábitos sedentarios, sobre todo en sociedades urbanas. Es así como podemos advertir que si queremos revertir las altas tasas de sobrepeso y obesidad debemos transformar este ambiente. Un paso para empezar a modificarlo es la regulación sobre el mercado: establecer reglas que, por una parte, incentiven la producción de alimentos sanos y, por la otra, disminuyan o transformen la oferta de aquellos productos que resultan nocivos para la salud de niños y adultos.

La regulación sobre el mercado para transformar ambientes obesogénicos

El pasado mes de octubre la Cámara de diputados y el Senado aprobaron la reforma a la Ley General de Salud para un nuevo rotulado de alimentos. Uno de los resultados de esta reforma legislativa se materializa en la modificación de la norma oficial mexicana de etiquetado de alimentos y bebidas no alcohólicas que, vigente desde 2010, se basa en el controvertido método GDA o Guías Diarias de Alimentación propuesto por la propia industria de alimentos para “informar” al consumidor sobre los valores nutrimentales de los productos. Cabe mencionar que existen diversos estudios sobre la dificultad para comprender este tipo de etiquetado, incluso, para estudiantes de nutrición (véase, por ejemplo, Stern, Tolentino y Barquera, 2011). Esta evidencia es compartida, seguramente, por usted: ¿Acaso la cantidad en miligramos o mililitros y su porcentaje basado en una dieta promedio de 2,000 o 2,500 calorías nos dicen algo a los consumidores a la hora de comprar y consumir? Deberíamos tener una calculadora en el supermercado y en nuestra mesa para ir sumando los porcentajes a fin de no sobrepasar el límite de calorías, grasas, azúcares y sodio recomendado por nutriólogos y por organismos como la Organización Mundial de la Salud (OMS). Esos números, en abstracto, no nos dicen mucho.

Es por ello que la nueva propuesta de etiquetado frontal basado en sellos octagonales en los que se advierte si el producto sobrepasa los límites de calorías, grasas saturadas y trans, sodio y azúcares parece ser una mejor opción para que los consumidores podamos decidir con información más clara. Con este nuevo etiquetado, además, se prohíbe que los productos sean “recomendados” por asociaciones de salud -hecho que, como mencioné antes, fomenta la desinformación-; además de que establece el uso de leyendas en productos con edulcorantes y cafeína, de los cuales se recomienda evitar en niños.

Este tipo de etiquetado se impulsó en Chile desde hace unos años y es el que recomienda la OMS como uno de los frentes para encarar la lucha contra el sobrepeso y la obesidad. Pero, así como ocurrió en aquel país sudamericano, en México la oposición de la industria no se ha hecho esperar. En los comentarios emitidos en la Consulta pública de la Comisión Nacional de Mejora Regulatoria -donde cualquier ciudadano puede plasmar una opinión sobre la modificación de las normas- encontramos, por ejemplo, oposición de la Asociación Nacional de Fabricantes de Chocolates, Dulces y Similares, así como del sector de alimentos de la Cámara Nacional de la Industria de Transformación. Las críticas alegan, entre otras cosas, falta de justificación legal para modificar la norma, falta evidencia que muestre por qué este tipo de etiquetado es mejor que otros (http://187.191.71.192/respuesta_texto_encuestas/4605); así como poca claridad al identificar el consumo de los productos ultraprocesados como el único factor que genera sobrepeso y obesidad (http://187.191.71.192/respuesta_texto_encuestas/4572). Pero, además de estas críticas, en esta consulta también encontramos voces de aprobación en torno a la norma. Consumidores, padres y madres de familia manifiestan su beneplácito por el hecho de que se brinde más información sobre los productos a fin de hacer mejores elecciones a la hora de comprar.

Pistola chatarra.
Imagen: Flickr.
Etiquetado de alimentos: uno de los componentes para cambiar la receta

Sin duda, cada uno de los comentarios, a favor y en contra, deben ser consideradas por la autoridad. Ello contribuirá a que el proceso esté apegado a la legalidad y que tenga legitimidad social. Si bien en un tema donde se atraviesan intereses tan diversos es difícil satisfacer a todas las partes involucradas, lo cierto es que la regulación debe procurar poner a dialogar las distintas voces (con sus propios intereses y necesidades) a fin de construir normas orientadas al bien colectivo. En esta discusión es preciso que cada parte asuma su responsabilidad y el costo que tiene generar alternativas para solucionar la problemática (obesidad, sobrepeso, malnutrición).

Nadie puede negar que esta epidemia es un problema complejo que tiene múltiples causas y, por tanto, múltiples acciones para remediarlo. El etiquetado, por sí mismo, no será la “varita mágica” para resolver el problema; debe ir acompañado de otras acciones y políticas públicas orientadas a diversificar la oferta con productos más saludables, así como con la promoción de una vida más activa. Pero, el etiquetado es una medida que, sí o sí, debían tomar las autoridades de nuestro país desde hace varios años.

Además, un etiquetado como éste, según muestran otros casos, incentiva (si se quiere, de manera negativa) a que la industria mejore sus fórmulas y ofrezcan productos menos nocivos. Esto es lo que ha pasado en el caso chileno. Con los años que ahí se ha implementado el etiquetado, algunas firmas han optado por hacer investigación y desarrollo para hacer que sus productos sean menos dañinos y, con ello, puedan ser comercializados sin los sellos de advertencia. Asimismo, esta medida ha fomentado la creación de startups que promueven productos más saludables.

En suma, el etiquetado es uno de los componentes que contribuyen a cambiar la receta al incentivar la oferta de productos más saludables y desincentivar el consumo de aquellos que son nocivos para la salud.

Fuentes consultadas

Campa, Omar (2019), “¿La comida chatarra realmente causa adicción? Suele ser rápida y económica pero también puede dañar la salud”, El Universal, 2 de mayo de 2019. Disponible en https://www.eluniversal.com.mx/menu/la-comida-chatarra-realmente-causa-adiccion

Duarte, Fernando (2019), “Día Mundial contra la Obesidad: 7 mitos que afectan nuestra ‘guerra contra los rollitos’”, BBC World Service, 11 octubre 2019. Disponible en https://www.bbc.com/mundo/noticias-50015117

Lipovetsky, Gilles (1998), El crepúsculo del deber. La ética indolora de los nuevos tiempos democráticos. Barcelona: Anagrama.

Magaña, Paulina (2019), “Radiografía de… Danonino sabor fresa”, El Poder del Consumidor, 4 noviembre 2019. Disponible en: https://elpoderdelconsumidor.org/2019/11/radiografia-de-danonino-sabor-fresa/


Notas:
[1] Cifras de 2016 según la Organización Mundial de la Salud.