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Epidemia y Pandemia

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Vivimos en estos tiempos en el mundo (y nuestro país desgraciadamente no es la excepción) momentos difíciles debido al COVID 19 (SARS-CoV-2) que ha provocado estragos de proporciones inusitadas en los más diversos ámbitos, no sólo en el de la salud pública, sino en el económico, político y en la dimensión cotidiana de todas las personas.

Acontecimientos epidémicos y pandémicos como el que hoy por hoy nos aquejan globalmente han sido una constante en la evolución de la humanidad, hechos que en ocasiones ocurren con una frecuencia para algunos, hasta apocalíptica. (En efecto, hay quien ha hecho notar, pre-científicamente, que las pandemias suelen ocurrir más o menos, cada cien años). Pensemos, por ejemplo, en la peste negra que asoló a Europa entre 1347 y 1353, la epidemia más mortífera, quizá, de la que se tenga noticia, y que se calcula ocasionó la muerte por lo menos de 75 millones de personas, sólo en el continente europeo.

En el caso de México, las epidemias han estado presentes, y muy singularmente tras el contacto con los europeos, hecho explicable por ser los extranjeros portadores de patógenos para los que los naturales de estas latitudes carecían de inmunidad o defensa. Estas enfermedades las llamaban en náhuatl cocoliztli, que significa “enfermedad”, o “pestilencia”. Huey cocoliztli sería, así: “gran enfermedad”.

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Enfermos de viruelas Códice Telleriano-Remensis (BNF, Ms. Mexicain 385), f. 45v (detalle).

Una “gran enfermedad” como ésta tuvo lugar en plena conquista de México. Pánfilo de Narváez, quien venía desde Cuba para someter a Hernán Cortés, traía entre sus huestes a un negro de nombre Francisco Eguía. Sometidas, a la postre, las fuerzas de Narváez, Eguía pasaría al lado de Cortés. Pero Eguía era portador de la viruela negra, así que él la esparciría por primera vez en tierras continentales. Bernal Díaz del Castillo, refiere el hecho en el capítulo CXXIV de su Historia verdadera de la Conquista de la Nueva España.

Incluso después de la derrota infligida por los mexicas a Cortés y sus tropas, cuando éstos escapaban de Tenochtitlan, la célebre Noche Triste del 30 de junio de 1520, la viruela se había esparcido ominosamente, lo que bien refiere el cap. 29 del libro 12 del Códice florentino, es obra que hoy conocemos como Historia general de las cosas de la nueva España, debida a Fray Bernardino de Sahagún y sus colaboradores indígenas. Ahí se consigna esta huey cocoliztli, totomonaliztli, “gran peste, enfermedad general” y los estragos que causó. Aquí un célebre pasaje de aquella crónica, en la versión del náhuatl de Ángel Ma. Garibay:

Una enfermedad general. Comenzó en Tepeílhuitl. Sobre nosotros se extendió: gran destruidora de gente. Algunos bien los cubrió, por todas partes (de su cuerpo) se extendió. En la cara, en la cabeza, en el pecho, etcétera. Era muy destructora enfermedad. Muchas gentes murieron de ella. Ya nadie podía andar, no más estaban acostados, tendidos en su cama. No podía nadie moverse, no podía volver el cuello, no podía hacer movimientos de cuerpo; no podía acostarse cara abajo, ni acostarse sobre la espalda, ni moverse de un lado a otro. Y cuando se movían algo, daban de gritos. (Códice florentino, XII, 29 en: Visión de los vencidos [1989]: 201).

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Códice Telleriano-Remensis (BNF, Ms. Mexicain 385), f. 44v.

Epidemias como ésta continuarían asolando a la población indígena de la ulteriormente denominada Nueva España, como el célebre cocoliztli de 1544-1545, de cuya consecuente mortandad da cuenta el códice mencionado en su f. 46v. La glosa del comentarista español sólo acertó a describir el dibujo como: “vuo vna gran mortandad entre los yndios [sic]”.

Pero este tipo de epidemias no sólo causaban estragos entre los indígenas; también entre toda la población. Baste recordar la tristemente célebre epidemia de matlazáhuatl (que aparentemente se trató de tifus), la cual se abatió sobre la Nueva España entre 1736 y 1739. El escritor novohispano Cayetano de Cabrera y Quintero le dedica su vasta obra Escudo de Armas de México (1746).

La enfermedad se originó en un obraje de lo que hoy es Tacuba, expandiéndose de tal manera que narra el cronista que “ardían à los últimos meses del año, primeros de la plaga, el Real, y demas Hospitales de México; y se abrasaban en enfermos en que herbian unos, y otros. [sic]” (Cabrera y Quintero, Escudo de Armas [1746]p. 37).

tablon virreinal

Ni santos ni distintas advocaciones de la Virgen María a quienes se invocó buscando el remedio de esta epidemia, logró conjurarla. Toda la población de la ciudad de México se encomendó especialmente a la Virgen de Guadalupe como a su escudo de protección. Este hecho derivó en que a la Guadalupana se la jurase patrona principal de la ciudad de México, en 1737. Y ese entusiasmo y empuje propiciaría que fuese luego proclamada, en 1754, patrona de toda la Nueva España.

Es decir, un hecho fundacional y genuinamente identitario como lo fue esta jura (un hecho histórico 55 años anterior a que en estas tierras se hablase de independencia), tuvo lugar debido… ¡a una epidemia! Ojalá que esta pandemia que ha ocasionado el exagerado fallecimiento oficialmente de más de 76,000 mexicanos, la pérdida de millones de empleos y el cierre y quiebra de miles de negocios, logre un rasgo de identidad para realizar con imaginación el esfuerzo necesario para trabajar por un destino común.


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Dispositivo Nacional de Emergencia para erradicar la mosca del Mediterráneo

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La Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural activó el Dispositivo Nacional de Emergencia de Sanidad Vegetal (DNE), con la finalidad de erradicar un brote de mosca del Mediterráneo Ceratitis capitata (Wiedemann) que se presentó en el territorio de Chiapas, y evitar su diseminación a otras entidades del país.

A partir de la publicación del dispositivo, el Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria (Senasica) fortalece las acciones obligatorias de control y erradicación de las entradas transitorias de la plaga en un área radial de 7.2 kilómetros alrededor del brote.

En la erradicación de la plaga, el Senasica aplica métodos de control químico, mecánico y biológico, mediante la aspersión de cebos selectivos en forma terrestre y aérea; recolección y destrucción de los frutos en el área cuarentenada y liberación de moscas estériles en forma aérea hasta lograr la erradicación de la plaga.

Para combatir a la mosca, a través de aspersiones terrestres y aéreas, el Senasica utiliza spinosad, producto autorizado para la producción de alimentos orgánicos y es amigable con el medio ambiente y la salud humana y de los animales.

De igual manera, activa el control de movilización de productos vegetales hospedantes de la mosca que sean originarios, empacados, almacenados o que transiten por el área cuarentenada que consta de 35 municipios, en un sector de 7.2 kilómetros.

Con el propósito de prevenir la dispersión de la mosca del Mediterráneo no pueden salir del área cuarentenada los siguientes frutos: manzana, chabacano, cereza, dátil, berenjena, higo, uva, toronja, lima, mango, naranja, aceituna, papaya, durazno, chile, persimón, ciruela, granada, tomate, tuna, pera, nectarina, pepino, café cereza, guayaba, chirimoya, mandarina, naranja agria, pomelo, calamondin, cidra, litchi, manzana rosa, kaki, níspero, macadamia, anonas colorada y blanca, caimito, membrillo, tejocote, zapote, carambola, kiwi, melón, aguacate, frambuesa, zapote blanco o matasano, chicozapote, limón mandarina y almendra, entre otros.

La dependencia de Agricultura, en coadyuvancia con los Organismos Auxiliares de Sanidad Vegetal y el Gobierno de Chiapas, instaló 13 Puntos de Verificación Interna (PVI) para el confinamiento de la plaga: Las Rosas, Quija, La Trinitaria, Huixtla, Pujilitic, Revolución Mexicana, Paraíso, Cinco Cerros, Malpasito, Nachig, Chactoj, Catazajá y Puerto Cate.

Asimismo, se inspeccionan los transportes públicos de pasajeros y de carga; así como los vehículos particulares, para verificar que no transporten frutos susceptibles a estar afectados por la plaga. Los bolsos, paquetes y morrales que lleven consigo todas las personas que ingresen a México por Chiapas serán inspeccionados y, en caso de que los oficiales del Senasica encuentren frutos hospedantes de la mosca del Mediterráneo, serán retenidos y destruidos.

La mosca del Mediterráneo es una de las plagas no nativas de más alto poder destructivo de la hortofruticultura.

México es considerado país libre desde  hace más de 30 años, estatus ratificado el 6 de septiembre de 2018, por lo cual, el Senasica opera el trampeo preventivo contra moscas exóticas de la fruta en el marco del Sistema Nacional de Vigilancia Epidemiológica Fitosanitaria, en apego a los estándares establecidos a nivel internacional.

La emisión de la declaratoria y mantenimiento de la zona libre impacta positivamente a los agricultores del país, que cultivan en más de 1.9 millones de hectáreas los principales productos hortofrutícolas hospedantes de la plaga, como aguacate, café, calabacita, chile verde, durazno, guayaba, mango, manzana, melón, naranja, papaya, pepino, tomate rojo y uva, con una producción anual de 21 millones de toneladas y un valor comercial estimado en 128 mil 680 millones de pesos.

La peste

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Entre febrero y julio de 1348, Eduardo III celebró su victoria contra los franceses y la toma de Calais con torneos de caballería a lo largo y ancho de Inglaterra. La realeza competía para deslumbrarse entre sí e impresionar a la gleba que se desgañitaba de admiración y aullaba de placer por las viandas, las bebidas y el desfile de atuendos a cuál más espectacular. Un cronista de la época describió ajuares confeccionados con tres kilos y medio de oro de Chipre, tres kilos de seda escarlata y tres mil laminillas de oro.

Como consignó un cronista a propósito de festejos semejantes, “avia dentro tanta abundancia de coetes y fuego que no pareçía realmente sino fuerça que la entravan los enemigos, tan grandes eran los truenos y tan espesos los coetes que subían por el aire con grandísimo estruendo de atanbores y tronpetas en toda aquella plaça”.

Unos meses después, en abril de 1349, más de la mitad de los miles que se habían congregado para glorificar las proezas militares del Rey, yacían en fosas comunes o desbordaban los cementerios, mientras que multitudes abarrotaban los templos y nutrían las procesiones que rogaban la clemencia y protección del Altísimo ante la guadaña de la peste que arrasaba al país sin distingo de edad, sexo o clase social.

 Las verbenas imperiales fueron el caldo de contagio de la pandemia bautizada “muerte negra”, lo mismo que las turbas en los santuarios y en las peregrinaciones. Las pulgas portadoras de la bacteria tomada de ratas probablemente infectadas en Asia y transportadas en barcos a Europa en 1347, no tenían que brincar lejos para saciar su hambre y propagar la plaga.

victimas de la peste
Ilustración: Leonard Dupon.

Eduardo III probablemente sabía de la peste que ya entonces asolaba a Italia. El arzobispo de Canterbury alertó a los curatos sobre “la pestilencia e infección que amenazan al mundo”. Pero ni el monarca ni su corte ni la alta clerecía iban a tener el mal gusto de privar al populacho de su pan y circo.

La alucinante jornada de hace setecientos años que describe el historiador Richard Barber, es sólo uno de cientos de episodios letales que ha capeado nuestra especie desde su aparición en la tierra.

Justiniano vio descompuesto su imperio por la pandemia del 541. Los conquistadores trajeron consigo enfermedades que diezmaron a las poblaciones del Nuevo Mundo.

En su Decamerón, Bocaccio describió escenas de la peste: “Cuando todas las sepulturas quedaron llenas, se excavaron enormes fosas alrededor de las iglesias en donde los muertos eran colocados por cientos como si se almacenaran en la sentina de un barco, unos sobre otros”. Y, nos dice el sienés Agnolo di Tura, “tantos murieron que todos creían llegado el fin del mundo”.

En 1606 la peste azotó de nuevo a Inglaterra. En Londres, los moribundos eran acuartelados con sus familias y se expidió un decreto para cerrar los teatros, los burdeles y los corrales de peleas de osos. Shakespeare escribió sonetos sobre la plaga.

ilustracion de la peste
Ilustración medieval sobre la peste negra.

Además de las guerras y de los abismos económicos, incontables olas de enfermedad han amenazado a la humanidad a lo largo de la historia. A principios del siglo pasado, “El jinete pálido”, la gripe española, cobró alrededor de 100 millones de vidas, la mayor matanza desde la peste negra del medievo y cambió la historia del mundo. En nuestros días el Ébola, el SARS, el SIDA, el H1N1 y el COVID-19, entre otras pandemias, son espadas sobre el cuello del hombre y cambiaron la sociedad de formas que apenas comenzamos a comprender.

Espanto, miedo, terror, desolación, desesperanza… los adjetivos son tantos como las amenazas. Pero lo cierto es que hay un patrón en estos capítulos: siempre los hemos sobrevivido, pero nunca hemos salido iguales: a la plaga siempre ha seguido el peligro mayor de la desigualdad, la opresión, el control y la pérdida de las libertades.

Cuando las poblaciones se recuperaron después de las plagas de Justiniano, la peste negra y las pandemias americanas, el historiador de Stanford Walter Scheidel nos hace notar que siempre la consecuencia fue una mayor concentración de riqueza y poder en las élites y la pauperización de las masas. “Los registros históricos demuestran que en la Edad Media las élites no cedieron terreno ni bajo la presión de las pandemias […] En otras regiones la represión fue el sello del día; desde Prusia y Polonia hasta Rusia, los nobles se coludieron para llevar a la servidumbre a las masas y monopolizar la fuerza de trabajo. […] Más al sur, los mamelucos de Egipto […] organizaron un frente común para conservar el dominio de la tierra y continuar explotando al campesinado”.

En el actual peligro no se puede perder de vista que acecha una amenaza mayor, de la que ya alertan algunas voces: para mantener la unidad frente al amago de coronavirus, estamos cediendo libertades que el autoritarismo rampante de la era está controlando y difícilmente cederá pasada la emergencia.

policia coronavirus
Ilustración: Lucas Varela.

Se centraliza el control de los movimientos individuales, se pide la adecuación de las leyes y el aumento de los poderes ejecutivos, se fortalece la autoridad de las fuerzas militares y policiacas, se pide el control del tesoro público para una burocracia autoritaria y se adecuan otras medidas que juzgamos “razonables” ante la magnitud de la amenaza.

Mas no debemos perder de vista que en el horizonte se avizora el rostro de una plaga más letal, la del autoritarismo, el control social y la represión. En un artículo en el Financial Times el pasado 19 de marzo, Yuval Noah Harari hace una advertencia que no debe pasar desapercibida:

“Por primera vez en la historia, hoy los gobiernos tienen la capacidad de monitorear a toda su población al mismo tiempo y en tiempo real, dispositivo que ni la KGB soviética consiguió en un solo día. Los gobiernos de hoy lo consiguen con sensores omnipresentes y poderosos algoritmos, tal como lo demostró China, al monitorear a la población a través de los celulares y las cámaras de reconocimiento facial. La pregunta es si los datos de sus reacciones serán luego empleados políticamente para saber cómo responden las emociones del electorado a ciertos estímulos: en otras palabras, para manipular a grandes masas”.

Vaya, hasta Herr Professor Henry Kissinger, quien detenta un rosario de virtudes más largo que la Cuaresma, entre ellas autoritario, déspota, arbitrario, opresor, cacique intelectual y otras más, está preocupado. Y esto, por lo menos para mi, es motivo de susto.

opresion pendemia
Ilustración: Blower.

En su columna del 3 de abril en el Wall Street Journal titulada “La epidemia de coronavirus alterará el orden mundial para siempre”, este sujeto que recibió el Premio Nobel de la Paz después de haber organizado el golpe en Chile, el asesinato de Allende y el encumbramiento de Pinochet, entre otras faenas de ingeniería social, advierte:

“Ningún país, ni siquiera Estados Unidos, puede en un esfuerzo puramente nacional superar el virus. Abordar las necesidades del momento debe, en última instancia, combinarse con visión y programas de colaboración global. Si no podemos hacer ambas cosas a la vez, enfrentaremos lo peor de cada una.

La leyenda fundadora del gobierno moderno es una ciudad amurallada protegida por poderosos gobernantes, a veces despóticos, otras veces benevolentes, pero siempre lo suficientemente fuertes como para proteger a las personas de un enemigo externo. Los pensadores de la Ilustración reformularon este concepto, argumentando que el propósito del Estado legítimo es satisfacer las necesidades fundamentales de las personas: seguridad, orden, bienestar económico y justicia. Las personas no pueden asegurarse esos beneficios por sí mismas. La pandemia ha provocado un anacronismo, un renacimiento de la ciudad amurallada en una época en que la prosperidad depende del comercio mundial y el movimiento de personas. Las democracias del mundo necesitan defender y sostener los valores de la Ilustración. Un retiro global del equilibrio del poder con legitimidad hará que el contrato social se desintegre tanto a nivel nacional como internacional. Sin embargo, esta cuestión milenaria de legitimidad y poder no puede resolverse en simultáneo con el esfuerzo por superar la pandemia”.

Amén.

Juego de ojos.

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