Sistema Nacional Anticorrupción

¿Estamos condenados a ser y vivir en un país corrupto?

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Desde hace muchos años se han hecho esfuerzos formales tanto del lado del sector privado como del público para acabar o al menos reducir la corrupción y la falta de impunidad en México, pero los logros o avances son mínimos. ¿Podemos erradicar o reducir a la mínima expresión la corrupción y que ésta sea castigada?

Recuerdo en el lejano 1981 que la campaña del entonces candidato a la presidencia por el PRI, Miguel de la Madrid, enarbolaba como eje central de la misma el lema “Por la renovación moral de la sociedad” y, bueno, ya sabemos cómo empezó y terminó ese sexenio… dirían los clásicos “sin pena, ni gloria” y lamentablemente antes de Miguel de la Madrid tuvimos un gobierno profundamente incapaz y corrupto con López Portillo y le sucedió Salinas de Gortari que era capaz y también muy corrupto.

¿Se acuerdan cómo llegó Salinas al poder y quién lo ayudo? Por si su fuerte no es la historia, lo hizo, nada menos y nada más que el actual Director General de la CFE, el reconocido corrupto de Manuel Bartlett, el hombre de las 23 casas valuadas en más de 800 millones de pesos y las doce empresas de su propiedad junto con su pareja sentimental Julia Abdala y su hijo León Manuel.

Al presidente López Obrador le encanta hablar del combate a la corrupción y a la impunidad, pero sus acciones muestran muy poco de intención y de acción por combatirlas y acabarlas. Quizás habrá algunos cambios menores y eso es algo, pero estamos viendo actos de corrupción todos los días en el gobierno federal y en muchos gobiernos estatales y municipales emanados de Morena y obviamente de otros partidos políticos y de eso no se habla o se habla poco y tampoco se hace algo… la impunidad es brutal, frustrante. Léase el caso de Lozoya, por ejemplo.

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Imagen: Rendición de Cuentas.

¿Y entonces la guerra está perdida? ¡NO! Se han perdido muchas batallas, y se seguirán perdiendo, pero la guerra falta mucho por perderse. Tenemos muchas salidas y muchas acciones por hacer, independientemente de lo que el gobierno esté diciendo o haciendo.

Una excelente iniciativa que tienen todo el sustento teórico y práctico es sin lugar a duda “Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad” (MCCI) que dirige María Amparo Casar, una prestigiada académica y reconocida politóloga.

Me puse a hacer mi tarea y revisé muchos documentos que ha preparado MCCI y me han dejado con un muy grato sabor de boca y con la esperanza de que se pueden hacer muchas cosas desde el lado personal e institucionalmente desde el sector privado. Desde pequeñas acciones como tener una política corporativa de regalos y agradecimientos –y cuando digo corporativa, no estoy pensando sólo en las grandes empresas, sino en todas las empresas–, sin importar su tamaño, hasta tener una política integral anticorrupción o de integridad.

Desde el 2017, MCCI de la mano de la revista Expansión, Transparencia Mexicana y el USAID, ha hecho su informe de integridad corporativa 500, IC500, en la que se presentan resultados de las 500 empresas más grandes de México en materia de políticas anticorrupción. Si bien el informe no reporta el cumplimiento de las políticas de integridad o anticorrupción, y sólo evalúa la existencia y difusión (publicidad) de las políticas, es ya un avance, aunque los resultados aun así son todavía muy desalentadores. Se pueden consultar los resultados de los tres reportes existentes.

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Imagen: codigodelicias.com.

En el documento “México no está condenado a ser un país corrupto”, MCCI presenta lo que es y lo que quiere alcanzar, y nos propone sus herramientas o armas con objetivos concretos, como ellos las presentan, para poder reducir de manera sustantiva en el mediano o inclusive largo plazo la corrupción y acabar con la impunidad: Investigación aplicada, Investigación periodística, Litigio estratégico, Comunicación y Asuntos Internacionales y Movilización Social.

Este mismo documento, que de verdad recomiendo ampliamente su lectura, habla del cambio que MCCI quiere propiciar a través de la consolidación del Estado de derecho, a través de cinco pilares: un marco normativo y regulatorio que todos comprendamos y adoptemos; un sistema de justicia autónomo, confiable y eficaz; una gestión pública profesional, responsable y transparente; un sector privado que adopte y promueva altos estándares de integridad y mejores prácticas anticorrupción, y ciudadanos comprometidos, empoderados y organizados contra la corrupción y la impunidad.

En el “Círculo de la impunidad” que presenta MCCI se nos dice que hay sólo un 10.75% de probabilidad de que se denuncie un delito, un 7.22% de probabilidad de que se inicie una averiguación previa, un 2.95% de probabilidad de que la averiguación previa se resuelva y por ende el 97% de probabilidad de que no se resuelva la averiguación previa de un delito cometido. Y, por eso, hay tanta corrupción en México. Quienes cometen los actos de corrupción saben que tienen sólo un 3% de posibilidad de terminar en la cárcel y eso sí es un gran aliciente.

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Imagen: laparadoja.com.mx.

Me resulta casi imposible pensar que este gobierno que encabeza el presidente López Obrador pueda ser el gobierno que realmente vaya a cambiar a México en materia de combate a la corrupción y combate a la impunidad, con personajes como Bartlett, o Ricardo Monreal que fue señalado en muchas ocasiones como gobernador de Zacatecas y como delegado en la Cuauhtémoc en la Ciudad de México; al igual que la cabeza de la CONADE, Ana Guevara, quien ha sido acusada de fraude a la institución por decenas de millones de pesos y el presidente calla y la protege; o del video de Pio López Obrador recibiendo dinero de un operador y funcionario púbico del estado de Chiapas, gobernado entonces por un funesto personaje de la política mexicana como Manuel Velasco, que es otro protegido presidencial; de la secretaria Sandoval que recibió casas en donación por el gobierno de la Ciudad de México y otros “pecados”; y así me podría seguir todo este artículo y quizás por varios más. Cuando prácticamente el 80% de los contratos del gobierno se han entregado por asignación directa según la propia página del gobierno.

Puedo sonar soñador porque pienso que el presidente López Obrador no es corrupto, pero solapa a muchos cercanos que sí lo son y por eso aquí sí aplica el popular dicho de “tanto peca el que mata la vaca, como el que le agarra la pata.”

Creo que todos debemos hacer una autoevaluación de cómo andamos en estos rubros y con las posibilidades de reconocer que hemos hecho cosas incorrectas y estar dispuestos de no volverlas a cometer, aunque el precio de ello sea que los trámites sean más largos o inclusive más costosos, por sólo poner un ejemplo. Lo importante es empezar a actuar ya.

Espero que sea uno de los propósitos de todos y cada uno de nosotros para el año 2021. Así de sencillo “no seré nada corrupto”.


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¿Desterrar la corrupción y purificar la vida pública?

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A casi dos años de gobierno, es claro que el combate a la corrupción es más un comodín en la baraja retórica y de operación política presidencial que algo siquiera cercano a una lucha. Y no hablamos de operar alguna estrategia al respecto, pues no aparece nada de eso ni visos de que lo habrá, más allá de dichos: ya no hay corrupción porque se prohibió y no se tolera; se barre como las escaleras, desde arriba, donde ya no es lo mismo porque hay autoridad moral.

Lo que sí hay son suficientes contradicciones como para pensar que en esta trama no se cumplirá aquella sentencia, atribuida a Lincoln, de que “no puedes engañar a todos todo el tiempo”.

Sí hay corrupción cuando, por ejemplo, se decide tomar el dinero de fideicomisos y, de pasada, centralizar más el poder público, o siempre que se quiera imponer alguna decisión arbitrariamente, contra las resistencias que se interponen “porque no quieren perder sus privilegios”. Eso son resabios “de las administraciones pasadas”. No la hay cuando se acusa a celebridades o gente cercana del movimiento y gobierno de regeneración o quedan evidenciadas. Eso, nos dicen, es politiquería, y de quién más sino de los corruptos.

En la caverna platónica de La Mañanera o ante la Asamblea General de la ONU se habla una transformación para “purificar la “vida pública”. Claro, nada como la “renovación moral” del que sería el primer gobierno del “periodo neoliberal” de acuerdo con la historiografía de la nueva edición de la moralidad en el poder, mucho menos como la cacería de “peces gordos” del cuarto.

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Imagen: Nieto.

Mientras tanto, México empeoró en el indicador “Ausencia de corrupción” que mide el World Justice Project. En la edición 2020 de su Índice de Estado de Derecho, se ubicó en el lugar 121 de 128, versus el 102 de 113 en la edición anterior. Hace dos años, 90% de los países evaluados eran menos corruptos que el nuestro y ahora son el 94%. La calificación cayó de 0.31 a 0.27 (1 es fuerte adhesión al Estado de Derecho).

Entre las paradojas narrativas, en el segundo informe de gobierno se nos dijo que “ya se acabó la robadera de arriba”, aunque hay que seguir trabajando para desterrarla por completo. Como si ésta fuera un personaje que algún rey envió condenado al desierto. De cualquier modo, se presumió que gracias a que no se le permite, y por la “austeridad republicana”, ya se han ahorrado 560 mil millones de pesos.

No se han dado detalles de cómo se llega a esa cifra ni sabemos dónde está o en qué se gastó. Menos aún por qué el dinero sigue sin alcanzar y se tiene que despojar a fideicomisos para científicos o la protección a víctimas, a quienes se pide serenidad con otras paradojas de antología: es para la emergencia de salud, aunque se les entregará lo mismo; no había transparencia, pero no podemos decir cómo vamos a gastarlo ahora exactamente.

Los estudiosos de la ciencia política y de la administración pública hacen hincapié en que el combate a la corrupción es un tema de sistemas e instituciones efectivos de prevención y profesionalización burocrática, transparencia y rendición de cuentas, fiscalización, investigación y procuración de justicia contra la impunidad, y aquí cabe la participación ciudadana que empuja en esa dirección. Más que de moralización y voluntarismo: eso lo ha sabido, desde tiempos inmemoriales, quien quiera que haya reflexionado sobre la naturaleza humana.

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Imagen: Pinterest.

Cuando como nación tengamos voluntad y realismo para ir en ese sentido contra la corrupción, más de esfuerzos consistentes y de instituciones sólidas que de movimientos supuestamente regeneradores, entonces habrá un cambio. No redención, pero sí un México mejor.

Por lo pronto, aunque la corrupción es omnipresente en el discurso y la narrativa, no se aprecia ningún esfuerzo relevante de carácter institucional, más allá de reformas legales que aumentan penas a los delitos: populismo penal en el mejor de los casos; en el peor, de ejercicio antidemocrático del poder.

No hay programas de profesionalización y fortalecimiento institucional de prevención, control y procuración de justicia. El desarrollo del Sistema Nacional Anticorrupción está detenido y olvidado. Más que a combatir a la corrupción, parece que ha habido más prisa en atacar o controlar a organismos autónomos.

Han aumentado las compras directas o por invitación restringida, propicias a la discrecionalidad y la opacidad. Cerca de 80% de los contratos ha sido entregado por adjudicaciones directas, según Mexicanos contra la Corrupción.

Como en sexenios anteriores, la procuración de justicia ha estado marcada por la sombra del uso mediático y político. Inclusive de manera más burda que antes, como en el caso de la consulta pública para enjuiciar a expresidentes, en vez de promover denuncias puntuales si se sabe de algún delito específico, y ésta devenida en “esclarecimiento de las decisiones políticas tomadas en los años pasados” por el filtro editorial de la Suprema Corte.

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Imagen: Víctor Solís.

Lo mismo puede decirse del uso del fantasma de la corrupción para cancelar las obras del aeropuerto de Texcoco, sin que a la fecha se sepa de alguna denuncia o siquiera investigación.

Por si fuera poco, no han faltado escándalos de presuntos actos de corrupción de miembros prominentes del gobierno o gente muy cercana, inclusive acusaciones contra el pintoresco y paradójicamente denominado Instituto para Devolverle al Pueblo lo Robado.

¿Cómo se puede pretender “purificar la vida pública” corrompiendo el lenguaje y los conceptos así? Los países que han reducido la corrupción lo hicieron vía el fortalecimiento de la legalidad y las capacidades institucionales del Estado; no con cruzadas verbales por misiones etéreas. No existen datos objetivos para evaluar la efectividad de la demagogia contra la maldad; sí es evidente que la realidad sigue ahí, como el dinosaurio de Augusto Monterroso.

No se trata de cambiar la condición humana, sino de afianzar el Estado democrático de derecho.


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El combate a la corrupción como herramienta discursiva

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La corrupción es un tema persistente en el imaginario mexicano y, si le diéramos forma, diríamos que es como el Diablo: nos roba la oportunidad de ser felices, tiene la culpa de todo, está en todas partes, pero nunca sabemos bien dónde. Transparencia Internacional la define como “El abuso de un poder conferido para beneficio propio. La corrupción puede clasificarse en grande, trivial y política, dependiendo de la cantidad de dinero perdido y del sector donde ocurre”.[1] Para poder atacarla, es necesario saber bien qué es.

En el cuaderno de transparencia del INAI número 26 “Opacidad y corrupción: las huellas de la captura”, el doctor Mauricio Merino plantea dos formas de entender la corrupción:[2] a) una individualista, donde la falta de cualidades morales de una persona la vuelve corrupta; b) una burocrática, donde la corrupción se entiende como una serie de actos comprobados que violentaron reglas y éstos deben ser sujetos de una sanción y una reparación. Una tercera forma de entenderla, señala el autor, es contemplándola como una acción concertada que busca capturar distintos espacios de poder en las instituciones de gobierno para beneficio de un grupo de personas.

Una política anticorrupción busca, entonces, dificultar un esquema de captura institucional y lo hace por medio de un esquema de intercambio de información entre distintos entes y a través de un sistema institucional de archivos, sólido, que dé cauce a un cumplimiento de obligaciones de transparencia y a un caudal de información pública accesible al escrutinio ciudadano, además de un esquema para el seguimiento de los bienes, impuestos e intereses de los servidores públicos.

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Imagen: Xtrem Secure.

En la actual administración, se habla mucho sobre el combate a la corrupción y los costos que se ahorran cuando se abate;[3] sin embargo, no existe en los hechos una política coherente, pues hay un énfasis en una visión individualista. Esto puede demostrarse con la gestión que ha hecho el presidente de los testimonios de Emilio Lozoya en sus conferencias matutinas y al comentar un video donde se muestra a secretarios técnicos de senadores panistas de la LXIII Legislatura recibiendo dinero.

Para el presidente, combatir la corrupción es señalar al corrupto. Es decir, se entiende como un medio y no un fin, pues se usa como elemento discursivo que permite ejercer control político. Se atacan a panistas y priistas de la administración anterior, a razón de disminuir la credibilidad de dichos partidos en cara de las elecciones intermedias de 2021. Esto es, para buscar mantener la mayoría en la Cámara de Diputados, el presidente busca debilitar a partidos rivales por medio del golpeteo discursivo.

El combate a la corrupción permite establecer un discurso del bien contra el mal, donde el gobierno representa al “pueblo” y hace frente a los “corruptos”, sin definir quiénes son y por qué lo son;[4] al no definir estos campos, puede decirse que no se tolera la impunidad ni la corrupción, sin tener que explicar qué medidas en concreto respaldan esta afirmación. Es por eso que, en las mañanas, desde Palacio Nacional, se ondea un pañuelo.

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Imagen: sabersinfin.

En la práctica, no se han hecho cambios necesarios a las reglas de adquisición, además que han existido porcentajes de adjudicación directa similares o mayores a los de administraciones pasadas.[5] Asimismo, por austeridad se redujo el presupuesto del INAI y del Sistema Nacional Anticorrupción.[6] Además de lo anterior, teniendo una explosión de peticiones de acceso a la información, se ha tenido un aumento similar de declaraciones de inexistencia por parte del gobierno.[7]

Para contar con un combate efectivo a la corrupción, las distintas entidades gubernamentales y de interés público (como sindicatos y partidos) deben hacer pública información que permita rastrear sus actividades para comprobar su licitud; además, debe existir un intercambio de información entre las distintas entidades gubernamentales que vigilan el ejercicio del gasto público y el combate a la corrupción. 

Tener transparencia implica también una gestión archivística efectiva: un Sistema Institucional de Archivos que permita preservar los documentos relevantes de cualquier entidad pública, porque de ellos se nutre la información que se sube a los portales de transparencia y ésta puede ser consultada por periodistas, investigadores y contralores gubernamentales. 

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Imagen: Diario del Sureste.

En 2017, fui nombrado miembro y después electo presidente de la Comisión Nacional de Transparencia de Movimiento Ciudadano y me fue encomendada la tarea de renovarla y lograr alcanzar los estándares que señala la Ley. Desde mi experiencia, puedo decir que implementar la transparencia en una institución requiere romper con inercias administrativas y con una cultura que permea en todos los partidos y gobiernos (federales y locales) donde la información se entiende como propiedad personal, donde al ciudadano no se le debe nada y donde la transparencia es una carga, en vez de ser un deber.

El enfoque del presidente es luchar contra una nueva forma de hacer (bien) la función pública; estigmatizar no mejora las cosas, pero el trabajo preventivo sí. Se deben implementar la transparencia, la gestión archivística, el intercambio de información, la independencia de las contralorías y la persecución de infracciones y delitos con investigaciones robustas y llevadas a cabo de forma correcta, sin seguir criterios políticos, ni usarse para el golpeteo discursivo.

El combate a la corrupción no requiere medidas vistosas ni narrativas grandilocuentes, tampoco se puede lograr de un día a otro. Se requiere disciplina administrativa, mucha paciencia y un cambio de mentalidad; implica luchar contra inercias que existen desde años y esto se hace poco a poco, desde varios lados y de forma discreta. No es, quizás, un discurso que enamore, pero sí es algo que todos queremos y necesitamos.


Referencias:
[1] Transparency International, Corruptionary, https://www.transparency.org/glossary/term/corruption; traducción del autor.
[2] INAI, Cuaderno número 26 Opacidad y corrupción: las huellas de la captura, http://inicio.ifai.org.mx/PublicacionesComiteEditorial/CT26.pdf
[3] MVS Noticias, Austeridad y combate a corrupción permitirán alcanzar mayor crecimiento económico: AMLO, Austeridad y combate a corrupción permitirán alcanzar mayor crecimiento económico: AMLO
[4] Eje Central, Ayer les dijo derrotados, hoy AMLO manda a corruptos al psicólogo, http://www.ejecentral.com.mx/ayer-les-dijo-derrotados-hoy-amlo-manda-a-corruptos-al-psicologo/
[5] Animal Político, El gobierno de AMLO adjudica el 46% de la obra pública sin licitaciones abiertas, https://www.animalpolitico.com/2019/07/amlo-contratos-adjudicacion-directa-mcci/; Expansión, AMLO otorga el 74% de los contratos por adjudicación directa al igual que EPN y Calderónhttps://expansion.mx/empresas/2019/03/11/el-gobierno-de-amlo-adjudica-obra-publica-sin-licitaciones
[6] El Economista, En combate a la corrupción, recorte a dependencias, https://eleconomista.com.mx/politica/En-combate-a-corrupcion-recorte-a-dependencias-20181216-0079.html
[7] La Silla Rota, Advierte INAI brecha de información generada por AMLO y su documentaciónhttps://lasillarota.com/nacion/advierte-inai-brecha-entre-informacion-generada-por-amlo-y-su-documentacion-joel-salas-brechas-la-conquista-transparencia/314329


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