Washington

Lo que vi en Washington (Parte II)

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Washington, la capital de los Estados Unidos de América, ha dejado atrás sus peores días, o todo mundo lo esperamos. El intento de golpe de Estado, la toma del Congreso, o lo que haya sido, quedará en la historia reciente de Estados Unidos como el momento más comprometido de su democracia, de la institucionalidad, y de su historia política de muchos, muchos años.

¿Qué vi en Washington? Una ciudad tomada por más de 30,000 personas de las muy variadas instituciones de seguridad de Estados Unidos, era obvia la presencia de la Guardia Nacional, de las policías locales, del Servicio Secreto, de la CIA, del FBI, muchos, muchísimos uniformados, pero también muchos que no lo estaban. Calles bloqueadas con camiones de la Guardia Nacional, patrullas de las policías, otras camionetas “casi siempre de color negro y con vidrios polarizados” que no tenían logotipo en sus puertas, y hasta camiones de carga usados típicamente en construcción. Cientos, sino es que miles de metros lineales de rejas de diversos altos, de dos y hasta tres metros, y en algunos lugares estratégicos, bardas de concreto de las que se usan para dividir los carriles en un sentido y el otro en buenas carreteras.

Las limitaciones para transitar eran muy superiores si lo hacías en auto, motocicleta y hasta bicicleta, que si lo hacías a pie. El día 19 de enero, que fui a checar el terreno y ver qué posibilidades tenía de ser acreditado como periodista, gracias a una carta que tenía de El Semanario/Voces de México, pude caminar cerca de 20 kilómetros alrededor del “Mall” y ver y entender lo que estaba sucediendo.

Se cerraron muchísimas calles a las que no había ningún acceso, como puentes que comunican la ciudad con Virginia, en otras había controles muy estrictos, y en otros un poco más laxos. Había decenas de carpas donde operaban centros de control y/o abastecimiento en las mismas calles o bien en hoteles, o en lugares públicos como la arena del centro de Washington.

En la tarde del 20, ya terminado el evento de toma de posesión del presidente y la vicepresidenta, le comenté a un agente que llevaba una placa en un Starbucks, que deberían ya sentirse tranquilos de que no había sucedido nada y simplemente me dijo “yes, so far” (Si, hasta ahora). Y es que la seguridad se quedó con el operativo completo hasta el día 22 a primera hora, e iría reduciéndose poco a poco hasta llegar a la situación que se considere conveniente.

El férreo operativo de seguridad implicó el cierre, ya de por sí restringido por las medidas para prevenir los contagios por COVID, de museos, restaurantes, parques, plazas públicas, centros culturales, etc. etc.

Un ejemplo de las medidas restrictivas implicó que se prohibió volar a los tres aeropuertos que sirven a la ciudad con armas de cualquier tipo y la posibilidad de que las autoridades aeroportuarias o quien correspondiera te pudiera pedir tus papeles y revisar tus maletas. Yo volé de México a Atlanta y de ahí al aeropuerto Dulles (IAD) y todos y cada uno de los pasajeros, incluyendo la tripulación, tuvimos que presentar un documento oficial para identificarnos y se hizo una revisión aleatoria de maletas que irían arriba en el avión.

En mi colaboración anterior señalé que existe la posibilidad de que el EXpresidente Trump, busque lanzarse en el 2024 como candidato independiente, como en su momento lo hizo el empresario texano Ross Perot, o bien, crear su propio partido político, o hasta quererse apropiar del partido republicano… De Trump se puede esperar todo.

Trump deja, sin lugar a duda, un país profundamente dividido, y para su desgracia y beneplácito de muchos de los que no lo quisimos nunca, el tema del 6 de enero en el Capitolio y su mal actuar, antes, durante y después del mismo, hizo que algunos de sus seguidores o simpatizantes dejarán de serlo, o al menos, dejarlo de ser a ciegas. Esto incluye a personajes de la política norteamericana de alto rango entre los senadores, congresistas, y gobernadores, al igual que a ciertos medios de comunicación y donantes del partido republicano y del propio Trump. Algunos de ellos, inclusive, lo han manifestado abiertamente. La base trumpista está y seguirá por mucho tiempo, me temo, pero obviamente se encuentra dañada y podría desgastarse rápidamente.

El juicio político al presidente Trump iniciará el 18 de febrero y todavía es una moneda al aire lo que sucederá, en adición al impeachment, Trump estará sujeto a otros dos o tres procesos que lo podrían alejar de la política para siempre… sería maravilloso que esto sucediera. En casi todos los casos se requiere de dos terceras partes de los votos de los senadores y, como se sabe, hoy, después de las costosísimas (se sabe que entre los cuatro candidatos se gastaron más de 800 millones de dólares) elecciones del 5 de enero de este año en el estado de Georgia, donde ganaron las dos sillas candidatos del partido demócrata, el Senado tiene 50 senadores de cada partido, aunque la mayoría demócrata, por uno de los tantos asegunes de las normas o leyes de la democracia americana.

De las muchas acciones que implementó Trump, desde medidas para combatir el cambio climático, los derechos de la comunidad LGBTTTIQA, la presencia de Estados Unidos en organismos de la ONU, migración, y otras tantas, afortunadamente podrán corregirse con la misma velocidad con la que él las implementó, al tratarse de órdenes ejecutivas. De hecho, el presidente Biden ya ha desechado una veintena de las decenas de “órdenes” que Trump impuso en su gobierno. Desde parar la obra del muro con México e iniciar una investigación profunda sobre cómo se dieron los contratos a esas constructoras. Estoy 100% convencido de que habrá muchos fraudes, malos manejos, corrupción, desvíos de recursos y otros “asuntos” en esos contratos, hasta el derecho de las personas transgénero de ser parte de las fuerzas armadas.

Pero Biden es un viejo lobo de mar de la política americana y no gobernará por medio de órdenes ejecutivas, con ellas sólo quiere acabar con el triste legado de Trump. Biden buscará con sus habilidades y capacidades hacer cambios en las leyes para que los cambios sean permanentes.

Lo que es un hecho es que Trump tiene hoy menos apoyos políticos, menos presencia en los medios tradicionales de comunicación, muchas limitaciones en redes sociales, y el alejamiento de fuertes e importantes donantes, lo que hará más difícil cualquiera de sus pretensiones y, por el otro lado, tendrá que superar muchos obstáculos legales no sólo los relacionados con el juicio político o su imposibilidad de volver a la política; sino por sus múltiples problemas fiscales, y otros procesos que se alargaron durante su mandato, gracias a los oficios de los líderes de las cámaras y a jueces y fiscales a modo.

Pero no soy iluso y también sé que Trump tiene gente que lo apoya ciegamente y políticos que le deben favores o le tienen terror, y por ello es difícil saber qué pasará, al menos en el corto y mediano plazos. Yo espero que termine en la cárcel, que es donde debió estar desde hace mucho o quizás en un hospital psiquiátrico, donde también tendría cabida.


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Remueven a dos solados encargados de la seguridad en juramentación de Biden

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La mañana de este martes se informó que dos miembros de la Guardia Nacional fueron removidos de sus funciones de seguridad para la toma de posesión de Joe Biden.

El motivo de la decisión, según un funcionario del Pentágono, se dio porque describieron que ambos militares formaron parte de grupos extremistas de derecha.

Ni el funcionario que proporcionó la información ni el portavoz del Ejército estadounidense ofrecieron más detalles sobre la investigación o si pudiese haber otros que puedan ser removidos. 

El Buró Federal de Investigaciones (FBI) desde hace una semana está ayudando en la investigación de los 25 mil soldados que estarán a cargo de la seguridad durante la investidura de Biden.

También el Pentágono ha intensificado sus intentos de erradicar la supremacía blanca, extremismos raciales, y cualquier otra manifestación de extrema derecha dentro de su institución.

Bajo este mismo contexto, el líder de la mayoría del Senado, el republicano Mitchell McConnell responsabilizó al presidente Trump del asalto al Capitolio el pasado 6 de enero

Seguridad máxima en Washington D.C

Remueven a dos solados que custodiarían la juramentación de Biden
Fotografía: AP

Esta situación mantiene las alarmas encendidas en torno a la seguridad en la ceremonia de juramentación. Este hecho se une a otros, que se han presentado las últimas semanas desde la irrupción al Capitolio, derivan en una intensificación de la seguridad en la capital de Estados Unidos. 

El viernes pasado fue detenido un hombre que pretendía pasar por el punto de control, instalado a las afueras del Capitolio, con credenciales falsas. A este, le encontraron armas y cientos de cartuchos de munición en el camión que se trasladaba

El domingo, en 5 estados hubo movilizaciones de personas armadas en frente de los congresos locales, los manifestantes llevaban consignas en favor de Donald Trump y de la portación de armas

De acuerdo con información del New York Times, el Departamento de Defensa está considerando monitorear las publicaciones en redes sociales de los militares a cargo de la seguridad en esta ceremonia, así como empezó a ocurrir en muchas empresas durante el 2020 para combatir el racismo. 

Insurrectos en Washington. La democracia y la verdad a prueba en México

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Sucedió lo impensable, el discurso incendiario convocando a la defensa del voto para impedir la certificación de su adversario como cuadragésimo sexto presidente del país de los justos, tuvo resonancia y respuesta.

El asalto a la sede del congreso norteamericano en Washington transmitido en tiempo real al mundo entero se observaba con incredulidad, una abierta rebelión estaba en marcha en el icónico recinto, alentada desde el mismísimo Poder Ejecutivo de Estados Unidos.

Las escenas de la irrupción multitudinaria y violenta de los simpatizantes del aún actual presidente, los atuendos bizarros y las consignas exhibidas y coreadas poco difieren de las de algún filme hollywoodesco en los que algún villano amenaza la libertad, la democracia y la justicia, en las que el héroe suele ser, curiosamente, el propio presidente.

impensable toma de capitolio
Imagen: The New York Times.

La gestión de Donald Trump ha sido desde su inicio, ahora que el término está de moda, “atípica” en muchos sentidos, pero particularmente por la heterodoxia de su “personal estilo de gobernar”, que no admite negativas ni contradicciones a sus deseos y objetivos. Todo lo que se oponga es, simplemente, desechable.

La arrogancia y la obstinación por mantenerse en el poder, en principio enarbolando la comisión de un fraude en su contra y, derivado de ello, la convocatoria a la defensa de su victoria mediante la movilización enardecida de las masas, carece de precedentes en la historia moderna de nuestro vecino y más importante socio comercial, a quien nos une, indefectiblemente, geografía, historia y porvenir.

Lo impensable fue posible y es de pronóstico reservado lo que aún se verá en la situación interna. El país del norte ha sido tocado por la flecha envenenada de la polarización, el racismo y la intolerancia, llegando a extremos antes no vistos (terrorismo doméstico, según ha declarado el propio presidente electo).

Es necesario considerar el carácter impredecible de quien todavía ostenta el mando y quien, si no aparece en el camino algún impedimento legal, tendrá una larga semana y media para continuar maquinando acciones radicales. Tampoco puede dejarse de lado la capacidad de presión y los intereses de quien dejará en breve la casa blanca.

Para él y sus más extremistas seguidores, quizá este capítulo no se ha cerrado, pero las enseñanzas de “una atípica gobernación” en el país que se sigue erigiendo como el paladín de la libertad, el inventor del federalismo y el defensor de la democracia, deben ser analizadas, aprendidas y extrapoladas, explícitamente cuando un solo hombre, a pesar de la sólida estructura legal e institucional, puede convertirse, con el voto y la manipulación ciudadana, en el autócrata más inconsciente y tiránico.

impensable toma de capitolio
Imagen: The New York Times.

Donald Trump lo advirtió desde su llegada al poder, nadie se llame sorprendido. No faltaron voces de desconfianza. Se manejó la incapacidad mental pero el aparato lo neutralizó. Se recurrió a la ilegalidad de procedimientos y facultades, pero todo se resolvió por las facultades y la “Seguridad nacional”. Durante cuatro largos años el país de los valientes acudió a los valores de una gran nación, al engaño y la manipulación, al discurso del pasado, donde todo estuvo mal, apostando a la esperanza de un futuro más promisorio.

Mucho nos deja de enseñanza lo sucedido en un país tan sólido legal y filosóficamente cimentado en sus principios, que, aunque usted no lo crea, fueron la inspiración de nuestra prostituida Constitución, no sólo porque lo impensable fue posible, sino porque lo pensable es el futuro posible y el escenario no deseable de nuestro indeseable 2021.

Es sólo un pensamiento golondrino. ¿Acaso Trump le hizo caso a AMLO?

Pero desde luego Biden no permitirá la ocupación del capitolio ni desalojará Reforma con una multimillonaria mochada.

Quienes han elegido el camino del engaño, la manipulación y la mentira deben sentirse aludidos por la realidad.

Es una recomendación inocua para una inteligencia inocua. Pero Don Porfirio la advirtió: no hay que soltar al tigre.

La desigualdad, la ignorancia y la pobreza siempre claman justicia.


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La visita presidencial no es lo que importa

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Empecemos definiendo nuestra posición por medio de la siguiente pregunta: ¿Estás contento con los resultados de la visita presidencial a Estados Unidos o estás en contra y descalificándola?

Al final, lo que sí sucedió de nuevo fue el fortalecimiento de la polarización de los mexicanos. ¿Acaso sabemos todo lo que hubo detrás de esta visita? ¿Realmente podemos dejarnos llevar por nuestras emociones de acuerdo a una postura polarizada?

Las redes sociales se han encargado de mostrarnos el encanto y desencanto de los polos. Esa polarización fue la que generó las emociones radicales para hacer más grandes los éxitos ante los ojos de los seguidores o los errores ante los adversarios.

La historia a estas reacciones se empezó a escribir con antelación. Los detractores del presidente de México advertían los errores o descortesías del mandatario estadounidense y los que estaban a favor buscaban adivinar la importancia de su visita. Por supuesto que nadie sabía realmente lo que sucedería. La agenda oculta no es para todos.

visita presidencial
Ilustración: Rosario Lucas.

Todo aquel que ejecutó juicios, adivinanzas, comentarios polarizados, o simplemente dedicó tiempo a lo que dijo la gente y medios más allá de sólo enterarse, cayó en el juego de distracción sin valor alguno. De entrada, no sabemos ni sabremos lo que sucedió ahí. Es más, nunca hemos conocido la historia completa de lo que sucede en una visita de un presidente de México a Estados Unidos. Con mayor razón ahora, cuando las redes sociales pueden transformar cualquier dato en nota de éxito y fracaso al mismo tiempo.

Algunos podrán descifrar los intereses que están a la vista, observando los tiempos que se viven en la política de ambos países. Inclusive pueden declarar que hubo intereses de ambas partes ya sean políticos o empresariales, pero no podrán precisar el intercambio más allá de los bates de beisbol. Eso siempre quedará en resguardo de unos cuantos, así que de nada sirven las suposiciones sin fundamento real. Todo esfuerzo extra no genera ningún resultado ya que al final así hemos construido la política en México. La política donde se cree que los acuerdos son de amigos y no de líderes que representan al Estado.

Mas allá de nuestro lente polarizado veamos la cena y a sus invitados. Se vivió una dinámica integrada por declaraciones de algunos de los liderazgos empresariales más importantes del mundo, en donde se afirmó la intención de invertir en México. Lo valioso es que estos líderes representan a empresas públicas que no pueden hacer declaraciones fuera de contexto y por lo tanto son reales. Éste es un ejemplo claro de cómo podemos observar algo que sí sucedió a la vista de todos de una forma centrada, sin polarizarlo al hacerlo plausible o verlo con simbolismos para sacarlo del contexto con el que se dio.

Cuando nos polarizamos lo que vemos está diseñado por nuestro contexto personal. Nuestro ego impulsado por las creencias, paradigmas, miedos y sobre todo deseos, los cuales nos muestran el lugar que ocupamos en el juicio de cualquiera de los dos lados, y no lo que realmente somos. Lo importante de esto es que ninguno de los polos está mal, simplemente están ejecutando su lente por el que ven la vida de acuerdo a su pasado y deseos del futuro.

sociedad polarizada
Ilustración: Davide Bonazzi.

¿Dónde está la oportunidad para todos? Empezar a observar las situaciones desde el centro, ya que sólo desde ahí se puede atender mejor la realidad y dejar el pasado en su lugar para descubrir algo nuevo que es posible llevar a cabo con lo que está sucediendo ahora.

Podemos seguir perdiendo el tiempo polarizados en discusiones y en guerra de redes sociales, o podemos ver qué se puede construir o aprovechar de lo que ya sucedió y que no podemos cambiar. No se trata de ganar desde un polo, sino que gane México con algún punto de valor que se haya sostenido en las reuniones bilaterales políticas y empresariales. Seguro hay un grupo muy pequeño de mexicanos que tiene una lectura más profunda y que aprovechará para sus propios intereses, pero eso por igual no cambiará nada de lo que ya sucedió.

El presidente Andrés Manuel López Obrador ya fue a Estados Unidos, ya aduló al presidente Donald Trump y Joe Biden ya lo registró, pero no pasará nada como hasta ahora no ha sucedido por eventos similares en el pasado. Serán cartas que tal vez se tendrán que jugar en el futuro como en cualquier relación y hasta ahí. Es momento de enfocarnos en México, en la gran crisis que viene creciendo y que impactará a todas las clases sociales. Ahora sí tendremos que lidiar todos con lo que está ocurriendo sin esperar a que alguien lo resuelva. Esta bola de nieve sí nos debe interesar en vez de distraernos con nuestra polarización. ¿Cuánto tiempo le has dedicado a resolver lo que verdaderamente importa?


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Dilemas y desafíos del viaje de AMLO a Washington

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La visita de AMLO a Trump no parece tener ventaja alguna para México y sí muchos inconvenientes. Ahí está el dilema y el desafío. ¿Puede convertirse en oportunidad un encuentro bajo presión de un presidente mexicano que no se interesa por la política exterior con el presidente del país más poderoso del mundo, amenazado en su reelección por sus actitudes racistas y recientes fracasos frente a la pandemia? Ahí está el detalle, diría Cantinflas.

La visita ha sido atinadamente criticada por diplomáticos, políticos e internacionalistas mexicanos y también de Estados Unidos.

La mayoría de los mexicanos –comenzando por el ex-canciller Bernardo Sepúlveda–considera con razón que Trump nos ha humillado, mal tratado y usado desde su primera campaña política a la presidencia y que se corre el riesgo de mayores denigraciones. No ve ventajas y en cambio muchos agravios y riesgos.

Los críticos estadounidenses, ya sea en el flanco político, diplomático, académico o de defensa de derechos humanos y del caucus hispánico, particularmente aquellos afines al Partido Demócrata, ven el encuentro como innecesario, poco afortunado y una señal inevitable de apoyo a Trump, a pesar de que AMLO declare que él no va con fines políticos, sino para celebrar la firma del T-MEC y agradecer los apoyos en la pandemia.

trump y amlo
Imagen: The New York Times.

Viaje voluntario o cita obligada, la visita de trabajo es inoportuna pues ocurre en Washington (no en la frontera entre ambos países), en un momento de gran incertidumbre política en Estados Unidos, de recrudecimiento de la crisis sanitaria y económica. Difícil momento para diálogos reflexivos, encuentros entre diversos actores políticos, económicos y sociales y compromisos trascendentes de beneficio para los dos países.

Pero particularmente porque, a cuatro meses de las elecciones en Estados Unidos, lo único que resulta claro es el propósito de Trump en usar la presencia del presidente de México para conseguir votos de mexicano-norteamericanos en búsqueda de su reelección, que está en desventaja cada vez más notoria frente a su contrincante demócrata.  

El equipo político de Biden, quien va 15 puntos arriba en las encuestas, no ve con buenos ojos el viaje de AMLO. En la visita de trabajo no se prevén reuniones con líderes o legisladores demócratas, el Congreso o el Caucus Hispánico. No está prevista hasta ahora reunión con representantes de las comunidades mexicanas o con los “Dreamers” –jóvenes mexicanos nacidos en Estados Unidos– que recientemente vieron confirmada favorablemente por la Suprema Corte de Justicia la legislación de Obama que permite su estancia en ese país, aunque no cuenten con la ciudadanía estadounidense.

El T-MEC, motivo de la visita, ya entró en vigor el jueves pasado y el encuentro –al que finalmente no asistirá Trudeau por dignas razones– no ofrece ganancia alguna para México. Sí muchos riesgos: exigencias de cumplimiento de disposiciones laborales; interés en que México compre granos transgénicos; reclamaciones de inversionistas estadounidenses del sector de infraestructura energética y otros asuntos más. Lighthizer, el Jefe de Negociaciones Comerciales de Trump ha destacado en fechas recientes que hay asuntos pendientes post-firma del T-MEC con México y Canadá.  México también tiene sus cuitas.

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Ilustración: Victor Solís.

El problema con Estados Unidos –decía Rodolfo Cruz Miramontes, experto del “cuarto de al lado” desde antes del TLCAN– es que, siguiendo el “dictum” beisbolero de Yogi Berra: “el juego nunca termina hasta que termina”, y en el caso de negociaciones comerciales y de inversiones, cuando ya creíste haber cerrado un acuerdo, siempre hay la posibilidad de que te saquen de la manga una bola rápida, una ley de 1885 o de 1921 para imponer una restricción, si así conviene a sus intereses políticos o económicos.

  Esperemos que no surjan en esta visita. No lo acompañan legisladores mexicanos, ni empresarios involucrados con el T-MEC, ni expertos para asesorarlo y expresar nuestras correspondientes posiciones y reclamaciones atendiendo al interés nacional y a la posible evolución de las economías en un futuro previsible. Sólo, de última hora, magnates tradicionales mexicanos de los medios, el comercio y las finanzas han sido invitados a la cena oficial. 

Juan González, experimentado consejero de Biden, quien es considerado por muchos observadores en Washington como clave en asuntos latinoamericanos en una futura Casa Blanca demócrata, declaró al Dallas Morning News (28-6-20) que “arreglar las declinantes economías de ambos países requiere algo más que un acuerdo comercial”, y “tristemente ninguno de los dos líderes ha estado a la altura del desafío”. Al mismo tiempo expresó sus esperanzas porque AMLO “busque a Nancy Pelosi, quien merece el verdadero crédito de haber logrado un mejor acuerdo final”.

Este punto es importante. En virtud de la acción de los congresistas demócratas, el T-MEC,  ya aprobado por el Congreso mexicano y firmado por AMLO, fue enmendado en el Congreso de Estados Unidos para dar cabida a las exigencias laborales de los sindicatos, y también para eliminar diversas concesiones problemáticas, entre otras,  en materia de propiedad industrial, que afectaban a los consumidores  estadounidenses, mexicanos y canadienses, deseosos de contar con bienes y servicios a precios más bajos, en particular, medicamentos genéricos.   

amlo washington
Ilustración: Daryl Cagle.

Irónicamente, hace una semana el Congreso mexicano vulneró una parte de esa ventana de oportunidad, al autorizar disposiciones en materia de derechos de autor y una parte del texto propuesto por los intereses de las grandes empresas farmacéuticas –la llamada cláusula de vinculación– que  obligará  a los innovadores mexicanos a trámites farragosos frente al Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial al vencimiento de los 20 años de una patente; y  pueden llevar a rezagos de varios años para introducir medicamentos genéricos; condición que no exigen los europeos y otros países que dan prioridad a estimular la competencia y reducir drásticamente los precios. Nunca se escuchó a los empresarios y expertos mexicanos, ni al COFEPRIS. México se auto-impuso una obligación que puede costar 40 mil millones de pesos anuales al erario y a los mexicanos.      

Quizás no está todo perdido en la visita. AMLO podría aprovechar la oportunidad para plantear y conseguir compromisos en temas urgentes para México en materia de continuidad de inversiones, trasiego de armas, ayuda a combatir crimen organizado mexicano y corrupción, y un mejor tratamiento a indocumentados mexicanos en tiempos de pandemia; y sobre todo podría intentar convencer a Trump y a Estados Unidos de la necesidad de recuperar la visión integral de desarrollo de América del Norte con beneficios para los tres países más allá del T-MEC: inversiones convergentes en infraestructura física, trabajadores migratorios, atención a la salud,  la educación y el bienestar social de ciudadanos de los tres países, desarrollo sustentable de la zona fronteriza, usando el desperdiciado NADBANK; tarea frustrada desde la entrada en vigor del TLCAN.

En principio, claro está, no se ven buenas posibilidades de tener éxito en esta materia, menos con el presidente de “America First”. Sin embargo, podría recordársele a Trump que una visión integral que beneficie a los tres países y eventualmente a Centroamérica en el mundo post-coronavirus, puede ser políticamente rentable.

En conclusión, son evidentes muchos costos y riesgos de la visita y no se observan beneficios; pero reconociendo que la decisión está tomada de acudir a la cita, esperemos que se lleve una estrategia muy concreta de corto y mediano plazo, y una “carta bien fundada” de aspiraciones y demandas mexicanas, quien quita y en el balance del entorno pueden obtenerse algunos beneficios y no sólo costos. La foto es importante en ambos casos; pero el futuro que viene todavía más.


*Este artículo fue publicado por primera vez en el periódico El Financiero el 6 de julio de 2020.


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