Opinión

¿En qué se han convertido las izquierdas políticas?

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Platicando con unos estudiantes, me decían que el actual gobierno representaba la izquierda en México. Sin embargo, criticaban que la izquierda tenía pretensiones equivocadas.

Me pusieron como ejemplo de capitalismo a Noruega o Finlandia y yo les discutía que, en todo caso, esos países (sé que no es así), resultaban ser mucho más de izquierda que el nuestro, allá se ha alcanzado un estado de bienestar al que todos deberíamos aspirar.

En esos países, la educación, y yo que diría “la buena educación”, es universal y gratuita, igual que la salud. Uno de ellos me habló del manifiesto comunista de Marx, argumentando que jamás se ha logrado.

Les explicaba que para todo fin práctico (advirtiendo que no soy experto en el tema) nuestras generaciones, la mía y la de mis estudiantes, no hemos podido ver en realidad ningún país latinoamericano en donde la izquierda haya florecido para bien de sus habitantes.

La referencia primera y obligada es Cuba, en su época mi padre creyó sinceramente que el experimento cubano sería un éxito, pero murió antes de ver el desenlace –para mí fatal–, del castrismo cubano.

izquierda cuba
Imagen: Alberto Caudillo.

Castro, junto con El Che Guevara, parecían al principio unos libertadores, pero al paso de los años la Revolución cubana devino, como de todos es sabido, en una dictadura.

El libertario se convirtió en dictador y lo que parecía una revolución, terminó en un gobierno déspota y autoritario que, durante años mantuvo un cerco en torno a sus propios ciudadanos, prohibiéndoles cualquier manifestación en contra del régimen.

Recuerdo que en mi adolescencia surgió fuertemente el nombre de otro “libertador”, Daniel Ortega, quien al igual que lo hizo Castro, luchó contra Flugencio Batista; Ortega lo hizo oponiéndose al régimen de Anastasio Somoza.

Cabe señalar que, en ambos casos, tanto el cubano como el nicaragüense, antes de las revoluciones de izquierda existían historias patéticas, escritas por otros dictadores que habían oprimido por años, tanto a cubanos como a nicaragüenses. El hartazgo de la población fue, en gran medida, lo que facilitó tanto a Castro como a Ortega iniciar sus movimientos “revolucionarios”.

No hay duda de que las cosas debían cambiar en ambos países, pero es evidente que a la postre, tal y como lo deja claro la historia, ambos usaron el argumento del socialismo/leninismo, el argumento de la “izquierda libertadora”, pero lo usaron para sus propios fines e intereses.

Hoy en Cuba gobierna el hermano de Fidel después de que él lo hiciera casi por 50 años. Cabe decir que Fidel entregó el mando a su hermano, sólo cuando sus condiciones de salud, derivadas de su vejez, así lo exigieron. En este contexto, desde el 2008 la isla es gobernada por Raúl Castro. O, dicho de otra forma, desde 1959 la isla es gobernada por los Castro.

Igual pasa con Daniel Ortega quien mediante diversas formas se ha eternizado en el poder haciendo incluso vicepresidenta a su esposa Rosario Murillo.

En concreto, ya que mi intención no es dar cátedra del socialismo ni mucho menos, lo que yo le argumentaba a mi estudiante es que, en realidad, si tomamos los ejemplos latinoamericanos, Cuba, Nicaragua, Bolivia, Venezuela, etcétera, lo que queda claro es que jamás hemos visto un gobierno socialista.

latinoamerica izquierda
Imagen: Política Exterior.

Lo que hemos visto son personajes como Castro, Ortega, Hugo Chávez, ahora Nicolás Maduro o Evo Morales que, bajo el argumento del socialismo, bajo el argumento de defender a los pobres, lo que han hecho es intentar y en algunos casos lograr, eternizarse en el poder. Son personajes que, en mi opinión, han usado el argumento del marxismo/leninismo pero para sus propios y obscuros fines.

Concluí diciendo que es en este contexto latinoamericano el socialismo jamás ha existido. Han sido populistas autoritarios con ínfulas dictatoriales, quienes usando el argumento de la “izquierda” han terminado siendo opresores de sus pueblos.

Algo muy parecido a lo que sucede en nuestro país, en donde presumiblemente el gobierno actual se dice de izquierda, pero no abandera las verdaderas causas populares.

Aquí en mi país, la historia se repite, atrás del actual gobierno hubo gobiernos malísimos, existió lo que Vargas Llosa denominó como la “dictadura perfecta”, un sistema no de líder único, pero sí de partido único. Esos antecedentes, al igual que en los ejemplos antes expuestos, son los que dieron pie a que el actual gobierno pudiera llegar.

No me parece pues, que MORENA represente ninguna ideología de izquierda, MORENA es en realidad un movimiento coyuntural, basado en el hartazgo de una sociedad, cansada de las decisiones de los gobiernos anteriores.

Creo que la opinión de Vargas Llosa fue, vista en retrospectiva, muy acertada, y ahora, aún con el cambio, México sigue siendo una dictadura perfecta, entendiendo por dictador la definición dada por la Real Academia de la Lengua Española, que a la letra dice: “En la época moderna, persona que se arroga o recibe todos los poderes políticos y, apoyada en la fuerza, los ejerce sin limitación jurídica”.

“México es la dictadura perfecta. La dictadura perfecta no es el comunismo. No es la URSS. No es Fidel Castro. La dictadura perfecta es México” (Vargas Llosa).

Sí, un loco

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“Esto sólo lo pudo haber pintado un loco”, y sólo lo pudo haber visto y sentido un loco, ése el que está caminado solo en un puente, el que se toma la cara entre las manos y aúlla. La voz reverbera en anaranjados, azules, amarillos, grises, verdes, ondulantes, no se detiene, un aullido largo, doloroso, que nadie escucha. Estaba melancólico, palabra divina que los psiquiatras cambiaron por la bastarda y acomodaticia “depresión”.

Melancólico, es más que triste, más que solo, más que una incontrolable sensación de insatisfacción que carcome la voz y la expulsa, así, en ondulaciones amargas y azules. Munch escribió con lápiz una frase, unas palabras, en la esquina izquierda de su pintura, de su eterno alarido, dijo que lo pintó un loco, y ese loco es él, en la contra esquina de su firma trazada en rojo, E. Munch, 1893, ocultar y declarar, abajo firma el artista, arriba afirma el alma. Qué impudicia haber mostrado ese escrito, qué violación tecnológica, dejen los secretos en la paz de la oscuridad.

El grito de Edvard Munch
“El grito” de Edvard Munch, 1893, Galería Nacional de Noruega, Oslo.

El artista, el dibujante, el hombre abandonado en un puente, lugar de tránsito, entre la cordura y la demencia, entre la muerte y la eternidad. El ocaso vomita un cielo rojo, se desangra, y estallan las venas del ser que grita, la voz brota y nada dice, no hay palabras, no existen. La boca aullante, para escuchar su propia voz, para saber que está ahí, se abre desorbitada, es un túnel, es un abismo. En el extremo del puente dos siluetas indiferentes, dan la espalda, caminan, no escuchan, ese grito es sordo, no ven los colores que emana, no ven esas ondulaciones que son el alma, esas oleadas que marcan y marcan y marcan, una vez, otra vez, cubren el paisaje, trastornan el sonido. El grito sigue gutural, profundo, mueve el agua fría, y es una piedra que rompe el espejo, mueve el puente y es viento que arranca árboles. Munch estaba loco, él lo dijo, y dijo verdad, por eso tuvo la lucidez de pintarlo, es “el autorretrato de su alma”, es la descripción más clara de la condición humana: estamos solos, y ningún grito será escuchado.

Miedo de llevar en la sangre la locura, miedo de que los doctores lo juzgaran, miedo de pintar, grita, miedo de arrojarse desde ese puente, al agua que lo espera para tragárselo. “Es mi autorretrato” escribió, es nuestro autorretrato, el de todos, el de la tristeza, el del vacío. No hay pastillas, no hay medicinas, no hay doctores, nada cura ese grito, nada lo calla, porque nadie lo escucha. Al que grita un día lo “curaron” y su pintura cambió, imágenes “felices”, curaron el estremecimiento, la angustia, la pelea, pintura sin revelaciones, sin pasiones. El Grito se quedó ahí, en el puente, la reverberación eterna, expansiva, cada ocaso, nunca cruzaremos ese puente, jamás conoceremos la otra orilla, la vida se queda ahí, sin retorno.

Fenomenología de la vida: subjetividad en carne viva

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El filósofo y fenomenólogo francés Michel Henry nació en 1922 en Vietnam, pero su familia volvió a París en 1929 donde él completó una maestría en 1943 con una tesis sobre Spinoza, al tiempo que se unía a los maquis de la Resistencia antifascista con el seudónimo de “Kant”. Al acabar la guerra consiguió una plaza como filósofo en el CNRS para publicar en los años 60 una disertación doctoral de 1000 páginas bajo el título de “Filosofía y fenomenología del cuerpo. Ensayo de una ontología biraniana” en referencia al pionero de la filosofía del yo, Maine de Biran. Consiguió una plaza en la Universidad de Montpellier, donde permaneció hasta su muerte en 1982. Además de filosofía, publicó varias novelas.

Michel Henry
Michel Henry hacia 1965.

A lo largo de su extenso trabajo ajustó las doctrinas de Husserl, el padre de la fenomenología, y de Heidegger, uno de sus exponentes más célebres y debatidos. Esta fenomenología clásica ponía énfasis en la intencionalidad, la característica de los actos mentales de ser acerca de algo: aquello que la persona percibe, siente, piensa, imagina, recuerda, sueña, desea o realiza. La fenomenología de la vida cultivada por Henry considera la intencionalidad como una propiedad de la conciencia enraizada en algo más fundamental que indistintamente denomina afectividad, pathos o vida. Ese fundamento previo es una afectividad inmanente y propia de la vida; un tema afín al que en la actualidad se analiza bajo el rubro de autoconciencia mínima y que repasamos en las últimas entregas de esta columna.

Henry consideró que buena parte de la filosofía tradicional se funda en las apariencias o fenómenos conscientes, es decir, en la manera como los objetos ocurren o aparecen en la mente humana. Sostuvo que el fenomenólogo “clásico” se aboca a estudiar cómo es que acontece esta apariencia y se aboca a estudiar algo “exterior” a la conciencia misma: su orientación hacia un objeto, su intencionalidad. La cuestión esencial que intriga y motiva al pensador francés es qué hace posible a la intencionalidad, lo cual concierne a la estructura misma de la conciencia. ¿Cuál es la naturaleza de ese núcleo de conciencia? Su respuesta es directa e inequívoca: la vida misma. La subjetividad humana está enraizada en la vida que es común a todos los seres vivos y los trasciende como su condición inmanente. Lejos de apoyar un idealismo que la considera como evidencia de un espíritu inmaterial, la subjetividad tiene su base concreta en la vitalidad del cuerpo porque la vida es condición de posibilidad de cualquier experiencia.

vida François-Pierre-Gontier de Biran
François-Pierre-Gontier de Biran (Maine de Biran), 1766-1824.

Como Maine de Biran, Henry considera decisiva la apercepción directa e inmediata que constituye la experiencia básica y elemental de un cuerpo viviente. El cuerpo no es un instrumento del yo o de la subjetividad, ni la acción o la conducta sólo un medio por el cual el yo accede al mundo, sino que la subjetividad se identifica con ese sentir fundamental del ser viviente, una forma primaria de sufrimiento y gozo que concibe como pathos. El término pathos se refiere una experiencia que no puede dejar de sentirse, porque la vida no escapa de sí misma. A partir de esta base de subjetividad viviente se origina todo fenómeno consciente e intencional. Así, a diferencia de los fenomenólogos iniciales, Henry basa la intencionalidad de la conciencia en este proceso vital e inmanente de afectividad esencial, lo cual plantea una duplicidad entre un núcleo de la conciencia y las apariciones en forma de contenidos mentales. La afectividad inmanente sería la vida misma como una forma de ipseidad o autoafección que se manifiesta en el poder de la subjetividad y de la agencia. En una entrevista, Henry lo expresó de esta forma:

… aquello que soy en el fondo de mí mismo, mi vida, es algo en sí ajeno a este horizonte de visibilidad del mundo. Mi vida, tal como la experimento originalmente en mí mismo, jamás es un objeto, jamás es susceptible de ser vista en el “mundo”. Su esencia consiste precisamente en el hecho de experimentarse inmediatamente a sí misma, sin distancia, en una “auto-afección” en sentido original.

La conciencia es entonces fruto del despliegue y la evolución de la vida misma, una propiedad que Henry denomina auto-accroissement (auto-incremento), análoga a la autopoiesis que he propuesto en una sección anterior como fundamento o requisito biológico de la autoconciencia. La vida se constituye por su movimiento inherente y su actividad de crecimiento. Vivir es experimentarse a sí mismo y la naturaleza de la subjetividad es la inmanencia trascendental de la vida. Esto atañe de manera central a la corporalidad, al hecho de que la autoconciencia está encarnada en un cuerpo vivo porque éste se experimenta a sí mismo de manera inmediata. Es justo decir “yo soy mi cuerpo” si con esto se implica la vida del cuerpo, esa vida que constituye la identidad diacrónica, el trayecto vital de cada persona en el tiempo.

Fenomenologia de la vida
Portadas de las traducciones al español de “Fenomenología de la vida” y “Encarnación” de Michel Henry.

Henry se adelanta por décadas a la reciente tesis de la simulación situada de Vittorio Gallese cuando afirma que el objetivo fundamental de la danza no es escenificar una historia, sino expresar movimientos para que el espectador los sienta en carne propia de la misma manera que una pintura hace sentir en el espectador fuerzas motrices y afectivas que están larvadas en su interior. Coincide con el pintor Kandinsky: todo arte tiene el efecto de intensificar la vida porque expresa y afecta a la interioridad viviente.

El ser humano no se da la existencia a sí mismo ni la mantiene por sí mismo, es la vida que se mantiene a sí misma a través de cada ser humano. De esta manera, Henry explica la necesidad humana de actuar, de ejercer el poder de la subjetividad. Considera que la idea fundamental de Marx es profundamente cierta: la relación del ser humano con el mundo es una relación práctica; sólo la vida manifestada a través de los individuos posee el poder, la fuerza y la eficiencia para transformar al mundo y adecuarlo a sus necesidades mediante el trabajo. Esto determina la estructura de producción y de consumo de toda sociedad.

Henry caracteriza la “búsqueda de uno mismo” como algo típico de la modernidad y argumenta que esta tendencia sin rumbo o éxito posibles sólo puede ser rebasada mediante el “abandonarse a sí mismo en la vida”, olvidarse del ego que se cuida y se acrecienta a sí mismo en el mundo para descubrir algo esencial y relegado: la vida misma y el amor que despliega al mantenerse y expresarse. Este reconocimiento escapa a toda intencionalidad, es decir, a toda representación mental, y sólo puede conseguirse a través de una mudanza de la acción y la praxis hacia la misericordia y la compasión. La búsqueda de uno mismo, característica de la modernidad, paradójicamente sólo puede lograrse mediante la renuncia de uno mismo.

libros filosofia
Portadas de las traducciones al español de “Ver lo invisible. Acerca de Kandinsky” y “La fenomenlogía radical, la cuestión de Dios y el problema de mal” de Michel Henry.

Coincidió con Kierkegaard en considerar que el yo aparente de la subjetividad humana no es su propio fundamento, sino la vida que no escapa de sí misma y que implica una liga entre cada ser vivo y la vida absoluta. La religión (re-ligare) es el ámbito donde se actúa la autotransformación de la vida, la expresión subjetiva de esa propiedad y su reciprocidad entre los vivientes, algo que no se conoce racionalmente o por el pensamiento, sino por sentir directamente la vida misma. En sus últimas obras, Henry encontró en la enseñanza de Cristo una correspondencia con sus conceptos de afectividad inmanente y de entrega a la vida. En su visión, el cristianismo llama Dios a la vida, llama Padre a su feraz proceso de autogeneración y llama Hijo al ser viviente surgido por la autogeneración de la vida, donde se cumple su ipseidad o mismidad fenomenológica. La fenomenología de Michel Henry implica valorar y comprender a la vida como el verdadero ser de la persona, más que su relación con los objetos del mundo.

¿Nos estamos comunicando bien?

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Esta semana tuve la oportunidad de dar un taller virtual para un grupo de ejecutivos en el estado mexicano de Nuevo León. Repasamos y reflexionamos el tema de la buena comunicación y quise compartir con ustedes algunos de estos conceptos que siempre es bueno tenerlos presentes.

Para este taller usé básicamente los aprendizajes de un taller que yo tomé en línea a través de la plataforma de LinkedIn Learning sobre los fundamentos de la comunicación de Tatiana Kolovou y Brenda Bailey-Hughes, que de manera muy práctica nos llevamos a los temas centrales de la buena comunicación.

Según estas dos autoras, los cuatro componentes fundamentales de la comunicación son las personas, el mensaje, el contexto y la escucha activa. En este sentido, me gusta pensar que todos y cada uno de nosotros somos libres de pensar que hay más o menos elementos para considerar un buen proceso de comunicación y no tener que cernirnos a una metodología o teoría que es inamovible.

En cuanto a las personas todo se reduce a un emisor y uno o varios receptores. Por lo que hace al mensaje, hay típicamente tres elementos que tenemos que considerar: las palabras, lo que dices; el tono que usas para decirlas; y el lenguaje corporal. Y aquí sí que han cambiado mucho las cosas. El psicólogo alemán radicado en Estados Unidos, Albert Mehrabian, desarrolló su muy famosa teoría sobre la importancia del lenguaje corporal a finales de los años ochenta y en ella decía que entre estos tres elementos las palabras significaban el 7%, mientras que la voz, considerando el tono, volumen y entonación, eran el 38%, y el lenguaje corporal, es decir, gestos, postura, mirada, etc., eran el 55%.

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Imagen: Antonio Sortino.

Si bien hay autores, expertos, psicólogos, que siguen pensando que los porcentajes se siguen distribuyendo más o menos de la misma manera, hay autores más actuales que dicen que estos porcentajes han cambiado; uno de ellos es Joe Navarro, un experto cubanoamericano con el que tuve la oportunidad de interactuar en un evento del instituto de empresas en Miami hace algunos años, con muchísima experiencia como productos de miles de entrevistas a posibles y confesos criminales identificados por el FBI, que dice que hay que saber “leer” de mejor manera estos tres elementos. Navarro tiene escritos una docena de libros sobre el tema y lo recomiendo ampliamente como un buen referente para leer y entender lo último en esta materia.

La pandemia nos ha obligado a trabajar mucho en comprender y leer de mejor manera a las personas con las que interactuamos, ya que muchas veces sólo lo hemos hecho a través de correos, WhatsApp, WeChat, llamadas telefónicas y en el mejor escenario por videoconferencia. ¿Cómo les ha ido a ustedes con esta situación?

En relación al mensaje, las autoras hacen algunas precisiones que son muy importantes de tomar en cuenta, recomiendan que antes de emitir un mensaje tengamos muy claro ¿cuál es el objetivo del mismo?, ¿queremos pedir algo, exigir algo, solicitamos una colaboración, es un mensaje informativo, de persuasión? Y es muy importante tener claro esto, porque esto es lo que debería definir el tono del mensaje, las palabras que usaremos para transmitir el mensaje y obviamente el medio que deberemos usar para transmitirlas. El efecto de un correo no es el mismo que el de una llamada o el de un WhatsApp a decir de las autoras.

El tercer elemento es el contexto, que tiene que ver con el lugar, el momento, y la relación que tengo con mi o mis receptores. Cuántas veces hemos oído o dicho, “ese comentario está fuera de lugar”, y claro que influye mucho cuanto conozco o cuanto me conocen los receptores de mi mensaje. Es obvio que entre menos me conozcan tendré que trabajar más en el “rapport”, es decir, en usar esta técnica de crear una conexión y ser empático con mis audiencias y hacer mucho más “pacing”, entrar al ritmo o paso de las personas con las que me estoy comunicando para que mi mensaje, mis palabras, logren el objetivo esperado.

Y cuando hablamos de contexto tenemos que pensar mucho en los “ruidos” que se pueden presentar al tener una comunicación. Podemos decir lo mismo a la misma persona en dos días diferentes y el mensaje puede ser recibido de forma muy diferente. El típico que algunos ejecutivos le pregunten a la asistente del director general o cabeza de función “¿de que ánimo anda el jefe/jefa?”. Porque sabemos que de eso dependerá la respuesta que obtendremos para decirle o pedirle algo. Y no es que las palabras o el mensaje estén mal, lo que puede estar mal es el momento y/o el lugar en el que decimos las cosas.

El cuarto elemento de la comunicación según Kolovou y Bailey-Hughes es la escucha activa y ellas entienden este concepto como una forma de escuchar de forma empática, es decir, no sólo escuchar con los oídos, sino con el corazón, es ponerse en el lugar de el/la interlocutor(a). Ya lo he dicho en otros artículos y es fundamento de mi filosofía y metodología hazlosencillo, hay que tratar a los demás como ellos quieren ser tratados y aquí aplica perfectamente la idea. Si yo quiero que mis interlocutores hagan algo a partir de lo que les voy a decir, es muy importante que me pueda poner en su lugar y entonces preparar el mensaje en esa lógica. Digo y uso las palabras que ellos quisieran escuchar.

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Imagen: Benedetto Cristofani.

Ellas dicen que la escucha activa es atender con el oído, la vista y el corazón, que obviamente consideres los elementos no verbales, que busques conectarte. Si logras hacer esto, tu mensaje llegará de forma más natural y será más poderoso, por lo que tus interlocutores lo recibirán de mejor manera y actuarán en consecuencia.

Las autoras señalan que es muy importante considerar dos temas al momento de dar un mensaje, y obviamente también aplican cuando recibimos uno, que todo mensaje provocará que pensemos, sintamos y actuemos. Por eso es crucial que al momento que preparemos un mensaje tenemos que imaginar qué pensarán, qué sentirán y cómo van actuar los receptores de nuestro mensaje. Me parece que un excelente ejemplo de esto es el discurso incendiario a sus seguidores del entonces presidente Donald Trump el 6 de enero de este año y que provocó el ataque al capitolio. Trump, un manipulador de gente poco preparada como lo refleja la información de quienes votaron por él en las pasadas elecciones, sabía perfectamente cómo pensaban, qué sentían y seguramente cómo actuarían sus seguidores con su mensaje y logro el resultado esperado por él.

El segundo tema es que al momento de recibir y/o dar un mensaje siempre hay filtros mentales que hay que considerar: niveles de conocimiento del tema, preocupaciones personales y nociones preconcebidas. Las personas recibirán el mensaje –en buena medida– a partir de estos tres elementos y por eso es responsabilidad de quien emite el mensaje de asegurarse que los receptores se encuentren en el “mood” para que éste penetre. La música, la ambientación, los videos, el medio usado para la presentación, el uso del “storytelling”, la empatía y mensajes subliminales que se mandan antes y durante un concierto, de un discurso, por ejemplo, son fundamentales para lograr esto.

¿Estás usando los medios correctos para dar tus mensajes?, ¿estás logrando los resultados esperados? Sólo como ejemplo te digo que diariamente se envían 246 mil millones de correos y los tuyos son parte de esta abrumadora cifra. ¿Estás usando de forma adecuada tus correos, tu WhatsApp, tus videoconferencias, tus reuniones de Zoom, Teams o la plataforma que uses?, ¿te estás comunicando de la manera correcta con los distintos rectores que tienes?

La humanidad del Derecho

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En México, el estudio del Derecho es de corte formalista: se busca entender la realidad jurídica por medio de interpretaciones normativas, teorías y modelos, en lugar de un acercamiento por estudios empíricos o sociológicos. El estudio de las leyes se centra en la lógica o el diseño de las mismas en contraste con un marco teórico, una serie de principios, la interpretación que les dan diversas autoridades o los criterios sobre las mismas que generan los tribunales. Es a esto a lo que Roscoe Pound denominaba “Law in the books” o “El Derecho en los libros”.[1]

Poca atención le presta el gremio a lo que Pound llama “Law in action”, “El Derecho en acción”, y que se centra en la trascendencia de la aplicación del derecho fuera de los precedentes creados y a las consecuencias jurídicas, políticas y sociales de las normas y su aplicación. En este tipo de estudios, se encuentra el realismo jurídico y el empirismo socio-jurídico, cuya corriente más prevalente es la del Law and Society (Derecho y Sociedad).[2]

Como programa práctico, el Law and Society tiene un punto de partida: la experiencia de la población y los individuos que constituyen las instituciones, pues los problemas genuinos surgen de la experiencia práctica. Donde el formalismo jurídico estudia el Derecho de adentro hacia afuera, el Law and Society lo hace del exterior al centro.[3] Estas ideas son importantes, toda vez que mientras el formalismo jurídico suele centrarse al contenido del Derecho, el realismo jurídico y el Law and Society se preocupan más por cuestiones como su aplicación y los sujetos beneficiados y afectados por el mismo.

Cuando dentro del formalismo jurídico se arraigan ciertas ideas y se transmiten de generación en generación sin ser cuestionadas, se da lugar a diversos entendimientos que los abogados abrazamos casi como un dogma de fe. A continuación, pondré ejemplos atenientes a los Estados Unidos de América.

humanidad del derecho
Imagen: Francesco Bongiorni.

Una de las ideas más prevalentes fue que el Rule of Law (o Estado de Derecho) implicaba la aplicación de precedentes y principios establecidos a casos y que gozaban de generalidad y universalidad, sin que mediara la posibilidad de que los jueces establecieran políticas públicas o pudieran actuar políticamente. Es decir, el Poder Judicial tiene la función de mero aplicador del Derecho.

Esta noción fue duramente atacada en los años 20 y 30 por el realismo jurídico norteamericano[4] y, posteriormente, de los años 70 en adelante, por el Law and Society. De este movimiento, uno de los grandes exponentes sobre cortes fue Martin Shapiro, además del libro Judicial Policy Making and the Modern State, de Feeley y Rubin, un clásico del estudio de comportamiento judicial.

En un simpático artículo titulado “Judges as Liars” (“Los Jueces como Mentirosos”), Shapiro señala que, cuando las decisiones de un sistema judicial tienen capacidad de establecer precedente, los jueces tienen capacidad de crear políticas públicas y, por ende, existe una tensión entre esto y la idea del Estado de Derecho concebido como la aplicación mecánica de legislación preexistente. De forma tal que, cuando los jueces niegan que tienen la capacidad de crear el Derecho, éstos mienten.[5]

El realismo jurídico tuvo también sus dogmas: ellos buscaban establecer una distinción clara entre la moralidad y el derecho; es decir, entre lo que es y debe ser. Lo anterior les generó duras críticas por autores del movimiento del legal process, como lo fue Lon Fuller, quien en su clásico The Morality of Law argumentaba que dentro de la norma jurídica y su aplicación existe una moralidad intrínseca. 

El Derecho no puede ser neutral ni en su aplicación ni en su formulación, ni pueden existir principios universales a la organización social de la humanidad. Esto se debe en parte a que vivimos en un Universo donde la energía no se crea ni se destruye, existe la entropía y, por lo tanto, lo infinito, aunque es conceptualizable, no puede existir en la realidad. Los seres humanos somos finitos y subjetivos, no universales e infinitos, y, por lo tanto, tendremos factores cognitivos, sociales y morales que permearán en la forma en como decidimos y aplicamos nuestras reglas.

reglas del derecho
Imagen: Sara Wong.

Existen estudios empíricos que han demostrado que los jueces no pueden separarse de su biología y en sus decisiones pueden mediar factores subjetivos como el cansancio y el hambre, que permiten, por momentos, decisiones más duras. Asimismo, existen sesgos cognitivos como el anclaje, creencias arraigadas y otros factores.[6]

El Derecho, como idea abstracta y valor filosófico, puede comprender todas las posibles formas en cómo una sociedad puede organizarse a sí misma. Sin embargo, la formulación de reglas y su aplicación—y, en sí, cualquier actividad jurídica—es humana y en ella median nuestra biología, nuestra moralidad y nuestras convenciones sociales. Si esto no fuera así, no existiría la lucha por la paridad de género, el lenguaje neutro y la conciencia de que las normas históricamente han sido diseñadas de hombres para hombres.

Somos humanos; nuestro Derecho también lo es. Esto no solamente es una ponderación filosófica, sino que también es un ejercicio cotidiano que tiene una gran trascendencia histórica y social.


Notas:
[1] Phillip Selznick, “Jurisprudence and Social Policy: Aspirations and Perspectives”, California Law Review, Vol. 68, No. 12. Berkeley, 1980.
[2] Idem.
[3] Idem.
[4] Similar en metas al escandinavo, diferente en métodos.
[5] Martin Shapiro, “Judges as Liars”, Harvard Journal of Law and Public Policy, vol. 17, 1994.
[6] BBC, ¿Justicia ciega? Los curiosos experimentos que muestran cómo los sesgos afectan a los jueces.

Al rescate del agua y territorio

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Nuestro país no tiene una historia económica con la que pueda presumir gran eficiencia en comparación con otras naciones; políticamente deja aún más que desear y la pobreza de 60 por ciento de la población no habla bien de un orden social que alguna vez haya sido ejemplar.

En lo que México puede tener ventajas es en la cosmovisión autóctona relacionada con el manejo del agua y del territorio. Ahí hay técnicas útiles para enfrentar lo ineludible: la emergencia climática que para muchos mexicanos pobres es también sanitaria y alimentaria.

Sucede que ayer 11 de marzo tuvo lugar el seminario “Hidrotecnologías ancestrales de América Latina y el Caribe como respuesta a la emergencia climática, sanitaria y alimentaria”, al que convocaron varias instituciones internacionales, entre ellas el Programa Hidrológico Intergubernamental de la UNESCO; México está representado en el evento por la asociación civil Alternativas y Procesos de Participación Social, que opera en la mixteca poblana y oaxaqueña desde Tehuacán.

La convocatoria de la UNESCO es para conocer experiencias de éxito en la exploración de tecnologías ancestrales basadas en la naturaleza, y su actualización a nuestra época, con la finalidad de encontrar soluciones de las que puedan apropiarse ciudades y poblaciones cuyo problema eje es la escasez de agua.

falta de agua
Imagen: Studio Warburton.

La mitad de la República mexicana la constituyen condiciones áridas y semiáridas, en las que la escasez de agua es el mayor problema de sus habitantes, y origen de otros como la mala alimentación, la falta de ocupación e ingresos, y la pobreza.

Ante esos problemas, de por sí graves, que el cambio climático tiende a empeorar para millones de personas en el planeta, en México hay experiencias replicables de acciones organizadas de la población para regenerar cuencas, mejorar la fertilidad de las parcelas y combinar cultivos para enfrentar la crisis alimentaria.

Alternativas y Procesos de Participación Social fue seleccionada por la UNESCO para presentar su narración de experiencia de décadas, denominada “Agua para Siempre y Sistema Alimentario de Amaranto en Milpa del Grupo Cooperativo Quali en México”.

Esa asociación civil fue fundada hace 41 años en Tehuacán por Raúl Hernández Garciadiego y por su esposa, Gisela Herrerías Guerra, y juntos han promovido desde entonces dos grandes procesos que se complementan: Agua para Siempre, que recuperó la visión ancestral de manejo de escurrimientos de agua de lluvia dentro de la cuenca, consistente en hacer terrazas en las pendientes cerriles para tener estancamientos de tierra y agua, enriquecidos para el cultivo, así como canales para almacenamiento en represas, jagüeyes y ollas de agua que recargan los acuíferos.

rescate del agua
Imagen: Adara Sánchez Anguiano.

El otro proceso ha sido la recuperación del amaranto para incorporarlo a la milpa y enriquecer la dieta cotidiana con la combinación ancestral de maíz, frijol y amaranto, además, por supuesto, de otros alimentos nutritivos y sabrosos.

La combinación de ambos procesos, lograda con la visión de sostenibilidad social, ambiental, económica y cultural con la que trabajan 200 colaboradores de múltiples disciplinas en Alternativas, ha coadyuvado en sacar de la pobreza a casi 250 mil personas durante más de cuatro décadas. Por eso la FAO reconoció a Agua para Siempre y al Sistema Alimentario del Grupo Cooperativo Quali como la mejor Iniciativa Innovadora y Escalable de América Latina y el Caribe en 2018.

El seminario de ayer, auspiciado por la UNESCO, parte de la urgencia de entender y replicar las dinámicas autóctonas del manejo del agua, que sean capaces de generar fenómenos económicos y sociales favorables a la regeneración ambiental y a una mayor seguridad alimentaria en zonas áridas y semiáridas del país. México tiene mucho qué rescatar en cultura relacionada con la naturaleza, para desarrollar soluciones colectivas a la escasez de agua en el campo que será cada vez mayor.

El buen pastor

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A principios de 1923, un periodista gringo que era director del News and Observer de Raleigh, Carolina del Norte, veterano político demócrata, vicepresidente de la Liga Antiimperialista y puntual observador de las relaciones yanquis con el agitado vecino del sur que llevaba a cuestas el nombre bíblico de Josephus Daniels, denunció en una editorial:

“Este país ha esperado demasiado para reconocer a México. Obregón es el mejor presidente que México ha tenido. Si no fuera por el petróleo, hace mucho que México hubiera sido reconocido”.

Cuando tiempo después Washington decidió normalizar las relaciones diplomáticas con el vecino del sur, escribió:

“La poderosa República del norte debiera estar lista para ayudar al débil vecino del sur, que ha llegado a su actual situación a través de difíciles circunstancias”.

Que un liberal jeffersoniano abierto al panamericanismo y poco amigo de los grandes trusts petroleros se expresara así no era de llamar la atención. Pero Daniels no era un periodista o político cualquiera. Como secretario de la Armada en el gobierno de Woodrow Wilson en 1914 había firmado las órdenes para el bombardeo de Veracruz y la ocupación de la plaza, formalmente en represalia por un “incidente” entre marinos gringos y federales mexicanos en Tampico, pero en realidad un episodio más de la disputa por el petróleo mexicano.

Josephus Daniels
Josephus Daniels, ex Secretario de la Armada de los Estados Unidos (Imagen: NavyMil.)

Su segundo de a bordo en la Armada en aquellos años, Franklin Delano Roosevelt, llegaría a ser el trigésimo segundo presidente de Estados Unidos, de 1933 a 1945, y tendría que pilotar a su país por la Segunda Guerra Mundial y sortear uno de los momentos más espinosos en la relación siempre delicada con México: la expropiación petrolera de 1938.

En su discurso inaugural el 4 de marzo de 1933, Roosevelt explicó así el sentido de su política exterior:

“En lo que toca a la política mundial, empeñaré a esta nación en la política del buen vecino: el buen vecino que por sobre todo se respeta a sí mismo y, porque lo hace, respeta los derechos de los demás. El vecino que respeta sus obligaciones y respeta la inviolabilidad de sus acuerdos en y con un mundo de vecinos”.

Realmente no hay en esta declaración una definición política, sino más bien la vaga expresión de un buen propósito. ¿Qué se entiende por “una relación de buenos vecinos”? Con su vecino, durante cien años, México había librado una guerra desigual, perdido la tercera parte de su territorio y suscrito, con el cañón de una pistola amartillada apuntándole a la nuca, el Tratado de Guadalupe Hidalgo, “vergüenza y deshonra de los mexicanos”, entre otros episodios de abusos del fuerte hacia el débil.

Roosevelt asumió la presidencia en tiempos difíciles, a caballo entre la crisis económica de 1929 y el comienzo de la Segunda Guerra Mundial. Su biografía no era precisamente la de un pacifista y panamericanista. Pero era un hombre inteligente y un político experimentado que pulsaba la necesidad de enmendar y elevar el nivel de las relaciones con América Latina, particularmente con un México que se reconstruía después de una dolorosa revolución.

Para esa tarea se sirvió de su antiguo jefe, a quien nombró embajador extraordinario y plenipotenciario ante los Estados Unidos Mexicanos el 13 de marzo, diez días después de instalarse en la Casa Blanca.

Con un país resquebrajado, un Congreso en campaña contra el vecino del sur y un conflicto europeo que amenazaba mundializarse, Roosevelt mandó a la embajada en el Valle de Anáhuac a un representante personal, alguien en quien confiaba y no a un diplomático de carrera convencido de la inevitabilidad del “destino manifiesto”.

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Franklin D. Roosevelt, 32° presidente de los Estados Unidos (Imagen: Britannica).

Esta decisión surgió de una profunda desconfianza hacia el personal del Departamento de Estado. Consideraba que muchos de los hombres que ocupaban puestos políticos eran aristócratas, productos de escuelas exclusivas de una sociedad snob, o bien, imitadores de las clases acomodadas.

La cercanía con Roosevelt permitió a Daniels una poco común capacidad de maniobra y en más de una ocasión desestimó instrucciones directas para presionar al gobierno de México. En el Departamento de Estado se resignaron a que el jefe de la representación en México no fuera un empleado al que se le pudiera exigir el mecánico cumplimiento de instrucciones. Se quejaban de que en México debían lidiar con un gobierno respondón “y con nuestro embajador”.

El 7 de marzo de 1933 Washington informó al gobierno de México de su intención de nombrar a Daniels. El 8, el secretario de Relaciones Exteriores, Dr. José María Puig Casauranc, notificó el consentimiento: 24 horas para otorgar el plácet, velocidad inusitada para un gobierno resentido con el gran vecino y que apenas unos meses antes había negado el permiso a un agregado naval a la embajada de Estados Unidos porque había sido uno de los oficiales de las fuerzas invasoras en Veracruz.

La diplomacia mexicana se vio atrapada entre ofender al presidente del poderoso país del norte y la posibilidad, por remota que pareciera, de que la “política del buen vecino” se instrumentara para sanear una relación herida entre las dos naciones.

Hay indicios de que el presidente Abelardo Rodríguez aceptó de mala gana. El 29 de marzo confió a un amigo que “México se había visto obligado en contra de su voluntad a aceptar el nombramiento de Daniels”.

La reacción de la prensa mexicana, como era de esperarse, no fue de cordial bienvenida. El pueblo tampoco recibió con agrado la noticia. El 24 de marzo la Embajada en la Ciudad de México fue apedreada y hubo manifestaciones de estudiantes. En Monterrey se dieron movilizaciones. Incluso la comunidad empresarial gringa en México recibió con desagrado el nombramiento.

Franklin D Roosevelt y Josephus Daniels
De izquierda a derecha: Franklin D Roosevelt y Josephus Daniels (Imagen: Southern Spaces).

El semanario Omega de la capital de la República reflejó el sentir del momento: “El Embajador Daniels lleva sobre los hombros el peso de la ocupación de Veracruz. La memoria de ese inicuo atentado contra nuestra soberanía ocasionará que el nuevo enviado encuentre una helada atmósfera entre nosotros”.

En realidad, si bien Daniels no era un experto en asuntos de México (y no hablaba español), tampoco era ajeno a la situación del país en donde representaría durante nueve años a su gobierno.

En este contexto asumió la embajada de su país. Pese a los desfavorables augurios iniciales en torno a su nombramiento, logró, al cabo de nueve años, distinguirse como el mejor Embajador de Estados Unidos en México.

Los vientos de guerra que azotaban el mundo contribuyeron al éxito de la expropiación y minaron los intentos de las empresas por aniquilar al gobierno cardenista, aunque el conflicto avivó la belicosidad de un Departamento de Estado amamantado en la doctrina del gran garrote parida en 1902 por el presidente Theodore “Teddy” Roosevelt.

Pero la cordura y el buen juicio prevalecieron. Según el embajador Daniels, en esta guerra de nervios instigada desde las oficinas de las petroleras en Londres y Nueva York, “dos funcionarios públicos conservaron la cabeza mientras muchos otros la perdían a su alrededor: Franklin Roosevelt en la Casa Blanca, autor de la doctrina del buen vecino, y Josephus Daniels, el delegado de esa doctrina en la República Mexicana”.

Este periodista y diplomático cuyo paso por México haríamos bien en recordar, describió en sus memorias el impacto que le causó la movilización popular desatada por la expropiación. En un pasaje de Diplomático en mangas de camisa en donde no oculta su admiración por el cardenismo, Daniels apunta: “fue como si hubiera llegado el día de la liberación”.

Juego de ojos.

Reflexiones sobre la pandemia con Roberto Sánchez Mejorada

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En opinión de Roberto Sánchez Mejorada, Chief Mission Officer de Qualfon, empresa de talla mundial, líder en el manejo de call centers, con más de catorce mil empleados ubicados en distintas partes del mundo, la humanidad está experimentando actualmente una verdadera guerra que nos ha puesto de cabeza, en la que hay un importante número de “caídos”, a grado tal que casi todos alrededor del mundo tenemos a algún ser querido muerto a causa de la pandemia. El enemigo en esta guerra es el miedo y la ignorancia, porque todos le tememos al otro, tanto porque nos puede contagiar, como porque lo podemos contagiar nosotros, y porque nadie sabe nada definitivo y todos tenemos opiniones, aún contradictorias, sobre las formas en que nos contagiamos, en que nos podemos proteger y en que nos podemos curar, las cuales difundimos personalmente y mediante las redes sociales a nuestra disposición, todo lo cual se vuelve una locura.

Roberto señala que en esta guerra, como en todas las guerras, está presente la posibilidad de morir. La vida se pone en riesgo de una manera más evidente. De allí el miedo y a veces el pánico. Pero la muerte es buena maestra de la vida y eso nos ha enseñado a que la vida es pasajera y pasa rápido, por lo que hay que vivirla con gratitud y plenitud, sabiendo que la vida después de la muerte es la definitiva y a la que hay que prepararse haciendo el bien sin cesar. Se trata de la primera pandemia en el mundo en la que la humanidad lleva cuenta detallada de los muertos y de los enfermos en tiempo real, la cual también está expuesta a ser objeto de manipulaciones por parte de los gobiernos y de las fake news, lo que dificulta llegar a conclusiones definitivas sobre el buen o mal manejo de la pandemia por parte de los diversos gobiernos del mundo. En México, a las cifras gubernamentales nadie les da crédito.

roberto sanchez pandemia
Roberto Sánchez Mejorada y Antonio Prida.

Desde luego hay muchas enseñanzas positivas que aprender, derivadas de esta guerra, tales como haber aprendido a vivir y a trabajar en confinamiento, lo cual ha facilitado aprender más unos de otros y estar en casa con la familia, habiendo puesto en pausa el frenesí de los viajes en el que algunos estábamos inmersos. También hemos tenido que aprender a separarnos de algunos de nuestros familiares y amigos, incluso frente a la muerte, sin podernos despedir de ellos, y aprendimos a llevar a cabo reuniones familiares, funerales, bodas y otras actividades fundamentales de la vida, por vía electrónica remota, todo lo cual nos ha hecho más fuertes y nos ha enseñado a vivir con obstáculos y limitaciones graves. Sorprende la fortaleza y la resiliencia que ha logrado la humanidad en su conjunto. Hay positivos hábitos que hemos adoptado en materia de higiene, algunos de los cuales deberemos mantener cuando volvamos a la normalidad de antes, tales como el constante lavado de manos y la práctica de quedarse en casa cuando se está enfermo. 

Desde luego la humanidad ha enfrentado también graves aspectos negativos con motivo de la pandemia, principalmente esa separación humana de las familias y los amigos, especialmente el abandono de los adultos mayores, provocado por ese miedo que unos a otros nos tenemos y sin duda nos hace falta el contacto físico que se ha perdido. Quienes como Roberto y yo mismo somos producto de la generación del temblor de 1985, no podemos ignorar la falta de solidaridad general que la actual pandemia ha provocado, que evitó que todos saliéramos a la calle a ir por el otro, tal como lo hicimos de manera ejemplar en aquel terremoto y en los que le siguieron. Aunque al cuidarnos a nosotros mismos y al cuidar a los otros, protegemos a los otros y a nosotros mismos, esta pandemia no será recordada por la solidaridad de los unos con los otros.

Entre las enseñanzas derivadas de la crisis del coronavirus, no podemos olvidar que también hemos aprendido a conocernos, ya que nunca antes habíamos tenido la conciencia de saber si pertenecemos al grupo más aprensivo de la sociedad, o si somos razonable o completamente liberales en lo que al temor de la pandemia se refiere, actitud que desde luego se ve influida por los lugares en los que vivimos, ya que quienes lo hacemos en centros de alta concentración poblacional como la Ciudad de México, solemos ser más precavidos que quienes provienen de lugares menos poblados. También contribuyen a generar psicosis y miedo, o bien tranquilidad y paz, los parientes y amigos que frecuentamos, más o menos preocupados por el contagio y, a su vez, nos generan mayor aprensión quienes han perdido a seres queridos y nos generan mayor confianza y menos aprensión quienes no han padecido circunstancias graves o bien se han recuperado de éstas.

Sánchez Mejorada nos comenta que Qualfon es una organización afortunada, pues al inicio de la pandemia se fijaron con claridad las siguientes dos prioridades complementarias y no contradictorias: brindar seguridad máxima a los trabajadores de la empresa y conservar todas las fuentes de trabajo, para lo cual resultaba indispensable seguir trabajando, para poder continuar prestando sus servicios a su clientela y poder seguir facturando. Para ello establecieron una estrategia que facilitó que los trabajadores se llevaran las computadoras de la empresa a sus respectivos domicilios, de manera ordenada pero rápida, para permitir el trabajo remoto masivo. Observamos que esta adecuada política empresarial desafortunadamente no se ha visto reflejada por ningún gobierno del mundo.

En efecto, aunque las sociedades del mundo aprendieron a trabajar y estudiar desde casa, estas importantes actividades no fueron fomentadas con políticas públicas eficaces en ningún país del mundo. No vimos la baja de precios de las computadoras o de los servicios de internet, ni la mejora de la infraestructura de ancho de banda o de fibra óptica en los países. En nuestra opinión, los gobiernos del mundo desaprovecharon esta gran oportunidad que les hubiera permitido fortalecer sus infraestructuras conforme a la era digital que se vive, la cual desde luego fue aprovechada por sociedades enteras, pero más por méritos individuales y de la sociedad civil organizada. Faltó ver subsidios y el otorgamiento de créditos blandos, así como la cooperación solidaria entre esa sociedad civil organizada y los gobiernos, faltaron, pues, en el mundo, políticas públicas para el financiamiento de la tecnología.

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Roberto Sánchez Mejorada y Faye Mutya en Filipinas.

En materia de valores humanos, la pandemia ha hecho visible la valentía y la resistencia humana que ha dado prueba, una vez más, de que la humanidad es invencible. Tal como ésta se ha levantado de las cenizas de las dos grandes guerras y de multitud de otras guerras y atrocidades, nuestras sociedades han encontrado la forma de salir adelante, las cuales han echado mano de una solidaridad invisible, en donde familias y redes de amigos se han echado la mano y se han hecho presentes a través de los medios electrónicos. Como nunca antes la fe se ha demostrado a través de canales religiosos en redes, en seminarios virtuales y aún en misas, en meditaciones y en peregrinaciones digitales. Hemos sido testigos de la digitalización de la espiritualidad.

Si bien la pandemia nos recluyó en casa, provocó la actividad física al aire libre, lo que ha repercutido en una mayor convivencia vecinal y reencuentro del ser humano con la naturaleza. Ha sorprendido la forma en la que los científicos del mundo han cooperado entre sí para encontrar la salida a través de las vacunas, lo que más pronto que tarde facilitará la inmunidad de rebaño a la que todos aspiramos. Pronto quedará demostrado que la capacidad de manufactura de las vacunas es prácticamente infinita. La obtención y distribución de las vacunas pondrá nuevamente al descubierto a los gobiernos que actúen más o menos de manera eficiente, y mostrará las fortalezas o debilidades de los servicios públicos de salud y los sistemas de prevención alrededor del mundo.

Para la Historia quedarán las prácticas de acaparamiento de vacunas por parte de algunos gobiernos del mundo y su falta de solidaridad al cerrar sus fronteras, pese a su excesiva capacidad hospitalaria. El posible criminal manejo político de las vacunas hará que especialmente los mexicanos pongamos lupa en el gobierno, a fin de evitar que se detenga el calendario de vacunación para hacerlo compatible con el calendario electoral. De la comparación ningún gobierno podrá salvarse.