emociones

Empatía o resquebrajamiento

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Hace pocos días durante una conversación se mencionó la palabra “empatía”, como tantas otras que se suceden durante un diálogo no se aquilata pronto el peso individual de su significado.

La empatía es el sentimiento de identificación con algo o alguien, es la capacidad de identificarse y compartir los sentimientos.

Lo anterior es muy poderoso, implica involucramiento emocional para entender y compartir lo que siente, es algo complejo. Empatar las emociones implica una correlación y comunión no sencilla de establecer y si es difícil entre un par de individuos, ¿cuán más será en un grupo de personas? Pero, por encima de todo, ¿qué implicaciones tiene no ser empático como líder?

Establecer nexos emocionales positivos entre las personas y las sociedades es fundamental para la subsistencia y desarrollo de cualquier ente social, no podemos esperar que una persona se identifique con un proyecto o una idea si no tiene una implicación emocional positiva. Incluso, aun teniendo desventajas, si es emocionalmente relevante, se logrará el compromiso de involucramiento y participación constructiva.

empatia y trabajo
Imagen: Pinterest.

Las emociones negativas, por lo contrario, provocarán un riesgo relevante para las sociedades, las personas verán como una amenaza cualquier plan o proyecto y tratarán de que fracasen. Desviarán procesos y ejecutarán actos de deterioro al patrimonio o la seguridad de la institución, en forma discreta al principio y conforme vayan integrando adeptos, se presentarán conductas de rebeldía.

Provocar empatía no es un don de nacimiento, es una conducta aprendida que se fortalece con el éxito en la ejecución, se descubre en edades tempranas y conforme se va logrando alcanzar lo que se desea, madura y perfecciona. Los líderes empáticos entienden las necesidades de la gente y saben que tocando las fibras sensibles del miedo y la esperanza, son capaces de conseguir sus objetivos. Los grandes hombres en este proceso construyen, los mezquinos se aprovechan de la condición de las personas para su beneficio.

Podemos inferir que la empatía es algo muy poderoso en las manos adecuadas para guiar a las sociedades en un camino de evolución y felicidad, un estadista pensará más allá de él, visualizará qué pasará cuando no esté y cómo la sociedad puede avanzar por sí misma, tomará decisiones difíciles y entenderá sobre todo el riesgo en cada una de ellas. Esas personas trascienden, por lo que son capaces de bien hacer por sus semejantes.

Pero ¿qué pasa cuando la empatía se usa con fines perversos cuando la ignorancia prevalece, cuando el líder no escucha, cuando la visión no es correcta? ¡El resquebrajamiento! Las decisiones erráticas prevalecen, los caminos son confusos y la sociedad no entiende cómo actuar para contribuir al bienestar y crecimiento común. La percepción domina por encima de la razón, las personas se confrontan sobre asuntos que no tienen control o suficiente información, el miedo aparece, cada persona intenta salvaguardar su posición ante una amenaza no clara, pero no menos real.

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Imagen: BBC.

La esperanza se convierte en el hilo conductor del discurso y la gente se aferra a él ante el vacío que implica que no exista, alimentado por los sentimientos de cercanía y la empatía existente, ante esa falsa sensación de que el líder me comprende o entiende.

Al final la historia es diferente al estadista que construye sociedades, en el resquebrajamiento no hay construcción, queda desolación y se cosechan cenizas, los sobrevivientes tienen que redoblar esfuerzos para retomar los caminos que una vez fueron los cursos sobre los cuales se avanzaba.

Las sociedades debemos tener cuidado con aquellas voces que nos hablan de empatía, cuando lo único que se busca son las consecuciones personales, el riesgo que se tiene por no entender lo que pasa en nuestro entorno social, político, económico y de seguridad; estos no se pueden prever o imaginar.

Podemos saber dónde empieza el caos, pero no podemos predecir hasta dónde va a llegar y siempre se puede estar peor.


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¿Por qué lo digo yo?

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En cada historia hay tres verdades: la de una parte, la de la otra parte, y la verdad.

Muchas veces las cosas no son lo que parecen, otras veces son exactamente lo que parecen, y algunas otras son una mezcla.

Dos personas que estén en el mismo lugar, al mismo tiempo, y vean lo mismo que acaba de pasar, ¿pueden tener versiones distintas de lo que vieron? Y, de ser así, ¿las dos serían verdad, sólo una de ellas, o ninguna?

¿Qué es la verdad? ¿La verdad para quién o definida por quién?

La verdad es definida como la conexión entre lo que pensamos o sabemos con la realidad. Es decir, la relación entre lo que afirmamos con lo que se sabe, se siente, se piensa o se presume que existe.

Dicho de otra manera, la verdad es lo contrario a la mentira.

¿Podemos decir una mentira cuando estamos convencidos de estar diciendo la verdad?

Entonces, ¿existe la verdad o es relativa?


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Las emociones morales y sus fundamentos cerebrales

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Una de las mayores desgracias y oprobios de nuestro país es tener una de las más altas y ascendentes tasas de feminicidios del planeta. Se trata de una forma brutal de violación y asesinato que atropella y destruye a una persona por ser mujer. Al conocer casos particulares de este crimen es posible sentir vivamente muchas formas de emoción moral: compasión por la víctima, empatía con sus familiares, indignación y cólera hacia el perpetrador, desprecio a la mentalidad que lo fomenta, clamor de justicia a las autoridades supuestamente abocadas a prevenirlo y solucionarlo, condena a quienes solapan o atenúan los hechos, admiración y respeto por quienes investigan y denuncian, vergüenza y culpa por no hacer algo para remediarlos. Las emociones morales conforman fundamentos del conflicto social y político que se deriva no sólo de estos actos abominables, sino también de todo quebrantamiento de normas, valores y leyes morales que se consideran válidos.

feminicidio
El feminicidio constituye un quebrantamiento de normas morales de tal magnitud que suele evocar la mayoría de las emociones morales en quienes toman conciencia de las víctimas y las circunstancias en las que ocurre.

La empatía es un sentimiento fundamental para el desarrollo de comportamientos morales y éticos. Deriva de la alteridad, la noción que los demás seres humanos son otros yo y tienen estados mentales como los propios. Al motivar el cuidado por los otros, inhibiendo la agresión y facilitando la cooperación y la ayuda, la empatía condiciona aspectos importantes de la vida social y se considera una fuente crucial y ancestral del comportamiento moral y de la justicia. Además de la empatía, la compasión implica el deseo de ayudar a quien sufre y, cuando se identifica al causante del daño se suceden la indignación, el desprecio y la aspiración de remedio y justicia. Pueden también ocurrir otros tipos de emociones morales como son los sentimientos de admiración, gratitud o devoción a quienes muestran cualidades y conductas, así como la culpa, el pudor o la vergüenza en referencia a uno mismo cuando se siente que ha quebrantado o evadido una norma. Ahora bien, las emociones morales por sí mismas no son suficientes para integrar la conciencia moral, pues ésta requiere la incorporación de principios y valores que pueden ser aplicados en las acciones de protección y cuidado.

La edad de la empatia
Portada de “La edad de la empatía” de Frans de Waal, un estudio sobre los orígenes evolutivos de la empatía y otras emociones morales.

Gracias a múltiples estudios de imágenes cerebrales se han logrado visualizar ciertas áreas y procesos que subyacen a las percepciones, emociones, juicios y comportamientos morales. De estos estudios experimentales se desprende que la moralidad requiere de la participación de zonas y redes cerebrales de orden perceptivo, cognitivo y afectivo pues, como ocurre con prácticamente todos los sistemas de autoconsciencia, no hay un soporte neuronal único de las capacidades éticas y morales. Las investigaciones recientes reafirman la existencia de una red cerebral que responde a los dilemas morales y que este sistema está vinculado con los de identificación del sujeto con sus congéneres. También se ha encontrado que las cortezas orbital y ventromedial situadas en las zonas prefrontales del cerebro están implicadas en decisiones mortales con un fuerte contenido emocional. En algunos estudios sobre razonamientos o decisiones morales se ha detectado la participación de la parte anterior del cíngulo o la ínsula que se involucran durante estados de empatía.

Los estudios de las funciones cerebrales que ocurren durante las emociones morales tienen relevancia para precisarlas, pues revelan cuáles redes cerebrales se enganchan o se activan para cada una de ellas. Además, estos estudios no sólo ponen en evidencia los sustratos cerebrales de la cohesión social humana sino también los de sus contrapartes, las actitudes y comportamiento antisociales. En efecto, se ha encontrado que las redes neuronales implicadas en la empatía y la valoración moral presentan deficiencias en individuos con personalidades psicopáticas, quienes se caracterizan por tener poca o nula conciencia moral. Tanto la investigación como la teoría en la neurociencia social y la neuroética apoyan que la autoconciencia, en reciprocidad complementaria con la conciencia de otros, es un requisito indispensable de la moralidad y la ética.

libros sobre moralidad
Portada (izquierda) del libro sobre el cerebro moral acerca de los fundamentos neurobiológicos de la moralidad (2014), y (derecha) de otro volumen sobre el mito del cerebro moral (2016) que afirma lo que la moralidad implica pero no se limita a las funciones cerebrales ni se explica totalmente de esa manera. Trata este último sobre las propuestas de fomentar la moralidad mediante estimulación cerebral.

En un escrito de 2016 sobre el cerebro y la moralidad, el filósofo Jesse Prinz analizó y comentó los estudios de neuroimagen que muestran estructuras cerebrales que se activan y utilizan cuando las personas hacen juicios morales. A pesar de que Prinz aboga por un “sentimentalismo moral” en el sentido de que ciertas emociones se constituyen como juicios morales, propone que ambas, razones y emociones, intervienen en las decisiones morales humanas. El psicólogo social Jonathan Haidt, que ya hemos citado, ha recopilado experimentos propios y de colegas afines para proponer que gran parte del pensamiento político es un tipo de instinto moral envuelto o adornado por racionalización ideológica. Según esta tesis, cuando alguien dice que “el estado del bienestar es justo” o que “el aborto atenta contra la persona humana” está usando un lenguaje prestado para expresar sus actitudes viscerales orientadas a una o varias de las seis esferas morales: mal, justicia, lealtad, autoridad, libertad o santidad.

Si hemos de dar crédito a estas tesis, la identidad política no empieza con opciones ideológicas razonadas, sino con mutaciones genéticas y alambrados cerebrales de tal forma que la contienda política puede no ser tanto una batalla de ideas como una contienda darwinista. Pero ya hemos repetido que los intentos de reducir las capacidades sociales o mentales de los seres humanos a factores neuronales y estos a elementos genéticos es una forma sumaria de excluir las propiedades que emergen en cada nivel de organización de los organismos y sistemas naturales. No se puede dudar de la influencia que tienen los elementos genéticos y evolutivos en todas las manifestaciones de la vida humana, incluyendo la conducta ética y la ideología política, pero sabemos que estos fundamentos y tendencias que operan de abajo hacia arriba (desde las bases moleculares y celulares hasta la mentalidad y la conducta) se complementan con influencias inversas de arriba hacia abajo como los múltiples cambios cerebrales que condiciona la experiencia, el aprendizaje y el comportamiento.

adagio etico
Cartel sobre el adagio ético de la medicina “primero no dañar” (primum non nocere) (tomado de: EMS Solutions International).

Termino esta vista a las emociones morales recordando el principio de la ética médica primum non nocere, (lo primero es no dañar) atribuido a Hipócrates, pero mejor documentado como recomendación del médico inglés del siglo XVII, Thomas Sydenham. Si se toma literalmente, el principio sería en muchas ocasiones incompatible con la práctica médica que suele entrañar daño o sufrimiento, por lo que se ha reformulado como la necesidad de la medicina de evitar o paliar los efectos y secuelas indeseables derivadas de la práctica médica. Esto hace de la prudencia la virtud ética más necesaria del médico.

No habría conciencia moral o conducta ética si la persona humana no fuera capaz de entender que sus prójimos sufren y gozan, desean y se frustran, son libres o están sometidos. No sería posible sentir cuidado o responsabilidad por los demás sin un sentido de conexión y preocupación por otros seres sintientes y por los recursos necesarios para su vida y bienestar. Tampoco habría conciencia ética ni sentimientos morales sin la capacidad de observar, evaluar y modificar los propios estados mentales, pues la ética implica una conexión empática de la conciencia de sí con la conciencia del otro.


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Emocracy o el corazón por encima de la razón

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¡Basta de realidades, queremos promesas!
Anónimo.

El año pasado leí la curiosa historia de Volodimir Zelensky, un comediante famoso que se postuló a la presidencia de Ucrania y sorpresivamente ganó con más del 70% de los votos a su favor. Al intentar conocer más sobre la historia de este peculiar personaje, encontré que no es el único caso; de hecho, es una tendencia que tiene que ver con la emocracy o la emoción que despierta un candidato a cualquier cargo público en los votantes. Y no sólo puede aplicarse en las urnas, también lo están aplicando las empresas que buscan vender más productos y/o servicios.

Todo lo que conocemos o lo que conocíamos está cambiando. Eso ya lo sabemos y día a día intentamos ser más conscientes para adecuarnos a esta nueva vida que incluso antes de la pandemia ya se vislumbraba como una nueva realidad para los consumidores.

Antes era necesario vender con un argumento clave todo lo bueno de tus productos, los beneficios de contratar tus servicios, la calidad, el precio, etc. Hoy eso ya no es tan relevante, como la historia que hay detrás de la empresa que los vende, o lo que tuvo que hacer para llegar a tus manos.

emocracia
Imagen: Amit Bandre.

De hecho, es más probable que los consumidores compren a las empresas que desarrollan un vínculo personal con ellos. Así, hay exfutbolistas convertidos en gobernadores de estados y comediantes que son presidentes. Porque ante todo, hay un sentimiento que nos une: una historia de héroe que debe ser contada.

En la emocracia (emoción + democracia) se busca conquistar a los votantes con esas historias de hombres y mujeres que dedican su vida a todo, menos a la política. Con su buen sentido del humor, o con sus triunfos deportivos, la gente se ha volcado hacia ellos, por lo que reflejan, no por sus capacidades como estadistas. Ésa tendría que ser la respuesta del resurgimiento del populismo, o de los cómicos-presidentes.

El término también podría aplicarse cuando un producto o servicio sale al mercado, pero además de satisfacer las necesidades, busca “enganchar” al consumidor con la historia detrás de lo que está vendiendo. En este caso, es la liga emocional que une a la empresa con los consumidores.

La mercadotecnia lo ha dicho desde hace tiempo: el consumidor está cambiando alrededor del mundo. Hoy por hoy, la razón de un consumidor pasa a segundo término cuando la emoción de comprar o adquirir cualquier servicio tenga una escala de valores con los cuales se identifique. 

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Imagen: Linn Fritz.

El viaje del nuevo cliente

No es que no comprendamos el camino del consumidor actual. Es que cada vez se hace más complicado leer sus emociones, especialmente en tiempos como estos, donde todo se liga a la emoción de lo que vivimos. Hoy tenemos que aprender a entender cómo se toman las decisiones de los consumidores en los siguientes cuadrantes:

Decisiones racionales
Decisiones irracionales
Decisiones cognitivas
Decisiones emocionales

De hecho, algunos expertos definen que el proceso de venta que usualmente se seguía (Captar la atención -> interesado en el producto -> Toma de decisiones -> Compra) ha dejado de ser idéntico y predecible, porque hoy en día ya no se puede planear, ni establecer movimiento de acuerdo a las tendencias anuales. Ahora tenemos que hacer proyecciones por trimestre, o incluso, mensuales, dependiendo de lo que estemos viviendo y lo que estemos vendiendo. Escuchar en vivo a nuestros clientes o potenciales consumidores, lanzar al mercado la solución que buscan y aprender lo que salió bien y lo que no; para empezar de nuevo en el ciclo de la venta.

Ése será el nuevo ritmo en las empresas y tenemos que adaptarnos a ello: porque para esta nueva época ya no sólo tenemos que ser héroes, debemos aprender rápido, vender y volver a empezar.


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Relaciones afectivas: el apego y la demanda del amor

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En el contexto de las relaciones interpersonales destaca por su importancia la relación que un individuo establece con la o las personas que le son más próximas, significativas y queridas. El tema es de enorme amplitud y profundidad. Se trata del amor y sus facetas de apego, compromiso, entrega, pasión, sensualidad, celos, revancha y tantas otras manifestaciones del vínculo afectivo primordial. El inabarcable e insaciable tema ha sido de interés y ocupación permanente para todas las actividades creativas que van desde las ciencias relacionadas a la reproducción de la especie y la sexualidad humana, hasta un vasto sector de las artes universales y la música popular como el bolero, sin olvidar, desde luego, las teorías derivadas o afines al psicoanálisis.

Para los objetivos de un proyecto sobre autoconciencia como el presente será importante vislumbrar de qué manera la conciencia de sí interviene en el vínculo afectivo y es agitada por éste. Pero aún esta empresa resulta demasiado imprecisa y extensa, por lo que ahora sólo abordaré algunas facetas académicas de interés interdisciplinario. No pretendo trazar un paisaje general del tema del amor pues va mucho más allá de mi limitada perspectiva, aunque reviste una importancia existencial central en mi vida, como para la mayoría de los seres humanos.

relaciones afectivas apego
Portadas del libro sobre John Bowlby de Frank van der Horst y de la edición castellana sobre el apego por la editorial Paidós.

Empiezo por el apego primordial. La “teoría del apego” fue desarrollada por los años 60 por John Bowlby, un psicoanalista inglés interesado en la ciencia de la etología, quien se planteó la necesidad de estudiar algunas nociones freudianas y en kleinianas con técnicas de las ciencias de la conducta. Asumió el audaz reto de abordar algunos planteamientos psicoanalíticos como hipótesis de prueba y consideró que el caso más viable era la relación entre la madre y su bebé que fuera destacada como un evento clave del desarrollo humano por Freud y sus seguidores con base en inferencias derivadas de observaciones clínicas en adultos. Bowlby realizó registros sistemáticos de la relación madre-infante en ambientes relativamente controlados, como los de un pabellón pediátrico. Sus extensos estudios establecieron, entre otros hallazgos, la ansiedad de separación, el patente estrés que muestran los bebés privados por periodos prolongados de la presencia de su figura de seguridad, usualmente de la madre. Estos estudios se relacionaron con una célebre investigación realizada en macacos de laboratorio por Harry Harlow que consistió en separar experimentalmente a crías de sus madres, lo cual llevaba a conductas de estrés, agitación y finalmente a una manifestación de depresión y desesperanza que podían ser parcialmente neutralizadas con muñecos sustitutos de la madre. El tema de las conductas de apego y separación, así como sus consecuencias en el comportamiento, el funcionamiento neuroendócrino y la maduración nerviosa se convirtió en un amplio terreno de investigación psicobiológica.

Harry Harlow apego
Harry Harlow con uno de los macacos infantes separados de sus madres y apegados a una muñeca sustituta (fotografía tomada de: Twitter).

Bowlby desarrolló la teoría de que los seres humanos nacen con un sistema innato de apego cuya función es promover una proximidad entre el bebé y su guardián(a) que garantice su sobrevida, sobre todo en condiciones de necesidad y estrés. Los infantes se apegan a sus proveedores de cuidados como figuras primarias de adhesión y vínculo, pero estos últimos varían en su comportamiento hacia el infante, principalmente en el caso de los humanos. Si la figura proveedora de cuidado y afecto es segura y confiable, el vínculo establecido da seguridad al infante para enfrentar los retos del desarrollo, y más en el ámbito de las interacciones y relaciones interpersonales. Pero si la figura de apego es inconsistente o está ausente, los infantes desarrollan un apego inestable, lo cual deriva en problemas de vinculación afectiva. Más adelante aparecieron evidencias de que, en efecto, las cualidades de seguridad o inseguridad desarrolladas durante el apego afectan a las auto-representaciones e influyen en las relaciones afectivas de adolescentes y adultos. La manera como los individuos se vinculan con compañeros escolares, amistades, novios, parejas sentimentales o sexuales y eventualmente con sus propios hijos e hijas, está influida por los diferentes estilos de apego.

Los compromisos adquiridos por una persona forman parte de su red de creencias y de sus ligas con el mundo, en especial con el entorno social y cultural. Los compromisos explícitos son declaraciones sobre conductas y sentimientos continuados y dirigidos. La palabra compromiso evoca una intención recia, enfocada y duradera, usualmente acompañada de un propósito y un plan de acción, así como de una declaración verbal y formal sobre el vínculo que se propone establecer y se pacta explícitamente con una persona, ideología o creencia. Este tipo de declaraciones suelen estar cultural y ritualmente formalizadas, sea en forma de votos religiosos, juramentos civiles o promesas verbales directas. Sin embargo, en muchas ocasiones los involucrados rompen su compromiso o lo profieren sin plena convicción, como sucede de manera bastante frecuente en el matrimonio o en los votos religiosos de castidad o de obediencia. Es posible que, si bien el deseo y la intención son genuinos en el momento que los compromisos se profieren, quienes los toman desconocen los requisitos cognitivos y emocionales involucrados en la consecución de los objetivos que prometen.

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El matrimonio, compromiso ritual y ceremonial de múltiples culturas (fotografías tomadas de: Pxfuel).

Una de las necesidades primordiales de la mayoría de las personas es el tener relaciones íntimas que contribuyan a su existencia más plena. Decía Doris Lessing en El cuaderno dorado: “Todo el mundo piensa esto: ‘yo deseo que haya una sola persona con la que pueda hablar y que realmente me comprenda y sea amable conmigo.’ Esto es lo que la gente realmente quiere, si dicen la verdad.” Idealmente una relación satisfactoria implica la interacción de dos seres humanos independientes y maduros deseosos de compartir cariño, goce, cuidado y apoyo. Para que la relación sea viable en este sentido, parece indispensable que cada miembro de la pareja perciba con claridad al otro y renuncie a la expectativa de que éste satisfaga todos los objetivos de su propia vida. Sin embargo, la situación ideal es muy difícil de alcanzar y dista de ser una realidad para la mayoría de las parejas establecidas, cuyos integrantes deben practicar acomodos difíciles que requieren de autocrítica, adaptación del propio yo, negociación y buena voluntad. Esto hace de la relación de pareja y matrimonial un terreno de convivencia espinoso, pero que presenta oportunidades inéditas de crecimiento y maduración personal.

relaciones afectivas apego
Portadas de los libros del científico evolucionista Robin Dunbar y la escritora y Premio Nobel de Literatura Doris Lessing, sobre las dificultades, retos y oportunidades del amor de pareja.

El conocido biólogo evolucionista, primatólogo y neurocientífico social Robin Dunbar ha propuesto el valor evolutivo y adaptativo que tiene la pareja humana precisamente por las demandas que instituyeron las relaciones diádicas para la conciencia y la autoconciencia durante el desarrollo evolutivo del cerebro en los homínidos. En buena parte de su extensa obra, la citada Doris Lessing, Premio Nobel de Literatura, ha explorado el valor de esta ancestral convivencia y confrontación de poder, en la cual el hombre intenta detentar el mando, pero la mujer aventaja en perspicacia.


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Los pensamientos y la mente

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“Los pensamientos son a la mente lo que la alimentación al cuerpo”. En efecto, hoy en día se reconoce la importancia que la alimentación tiene en la salud física de la persona. Por ello, todos los expertos en salud: médicos, nutriólogos y entrenadores físicos insisten preferir en calidad y cantidad de ciertos alimentos, así como restringir o eliminar la ingesta de otros, situación que se agudiza ante la aparición de enfermedades crónicas.

De igual forma, la salud mental, en gran medida, depende de los pensamientos con los cuales se alimenta la mente y son los responsables de los sentimientos que se experimentan a lo largo de los días. De aquí la importancia de reflexionar un poco en este aspecto.

La mente humana, al igual que el corazón o la respiración, trabaja todo el tiempo. Por un lado, asimila la realidad que le rodea, por el otro, responde a los retos que implica la existencia y paralelamente a esto se encuentra pensando todo el tiempo.

enredo de pensamientos
Ilustración: Sakerinox.

Los pensamientos tienen orígenes múltiples, pueden surgir de informaciones externas a las cuales se les da cierto valor y/o credibilidad o de reflexiones individuales que surgen de la articulación de elementos percibidos e interpretaciones propias; en ambos casos pueden ser reales o fantasiosos, así como verdaderos o falsos y generan en la persona estados que repercuten en su calidad de vida.

Es así como la absoluta eficiencia de la mente se ve afectada por la incapacidad que tiene de identificar si el pensamiento que le llega es real o fantasioso; verdadero o falso. Una vez que le da cabida a un razonamiento, manda las instrucciones a los órganos correspondientes para que suelten o inhiban las sustancias pertinentes de acuerdo a la idea dominante como la adrenalina cuando se relaciona con el miedo, dopamina frente al amor, endorfina con la alegría, testosterona alrededor del enojo y la disminución de la serotonina en el caso de la tristeza.

En todos los casos, es el pensamiento y no la situación real, el responsable de este comportamiento bioquímico del cuerpo y, por lo tanto, del estado anímico de la persona. Si bien la mente es incapaz por sí misma de reconocer qué tipo de pensamiento le llega, la consciencia inmediata primero y la reflexiva después sí tienen la facultad de funcionar primero como observador y luego, si así se desea, como filtro para detener o dejar pasar los pensamientos.

pensamientos
Ilustración: Experience Life.

Indiscutiblemente éste es un tiempo que abre muchas interrogantes frente a las certezas, al orden establecido y al mundo construido. Es un tiempo que cuestiona y obliga a repensar las opciones personales y comunitarias. Tiempo saturado de información de todo tipo que genera diferentes estados en las poblaciones. Tiempo que se puede vivir con temor, angustia, recelo, enojo, indiferencia, aceptación, creatividad, amor, esperanza, etcétera; tiempo oportuno para contemplar y valorar la existencia; tiempo que permite observar si la atención se concentra en uno mismo o en pensar en aquellos que la pasan peor, tiempo dedicado a lamentar la afectación a la propia rutina o a encontrar muchas otras formas de estar, tiempo de dolor por la pérdida económica personal o que impulsa a compartir la propio con los más necesitados, tiempo de egoísmo o de solidaridad, tiempo de mirar con melancolía el pasado o con esperanza el futuro, tiempo que insiste en aferrase al pasado conocido o busca desprenderse para encontrar cielos nuevos y tierra nueva, tiempo que añora estar afuera o que impulsa a encontrar la propia intimidad, tiempo que busca evadir la propia identidad o que promueve descubrir el ser que somos y a saber estar con él.


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Esperanza, emociones y geopolítica

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Las culturas del miedo, la humillación y la esperanza están reconfigurando el mundo; de ahí que no sea posible comprender el comportamiento de las relaciones internacionales sin entender cómo funcionan las emociones de los actores globales. Las emociones son como el colesterol, las hay buenas y malas. La cuestión es encontrar el correcto equilibrio entre ambas. El miedo frente a la esperanza; la esperanza frente a la humillación; la humillación que lleva a la mera irracionalidad –y hasta a la violencia–, reflexionaba el investigador y académico Dominique Moïsi, a una década de haber publicado su estudio La Geopolítica de las Emociones.

Y es que, en el mundo actual hay más temor y humillación y menos esperanza que hace diez años. Eso confirma que, entre los grandes retos socioculturales del siglo actual, está planearnos si existe “la posibilidad de un contexto trasnacional, de crear referencias comunes y democráticas de convivencia”, como plantea Yolanda Onghena Duyvewaerdt, investigadora del Centro para Asuntos Internacionales de Barcelona.  

Porque es claro que cuando la política se conduce a través de las emociones, las razones se olvidan. Tal es el caso de Suecia, cuya política de asilo era de las más generosas; sólo en 2015 fue el país de la Unión Europea (UE) que acogió a más solicitantes de refugio (163 mil). Pero ahora la escalada derechista continental llegó al país nórdico y se opone a esa apertura.

geopolitica de las emociones.

Así, miles de refugiados y migrantes que esperan asilo en la frontera greco-turca, en vez de empatía recibieron frases como: “¡No vengan!”, “¡Suecia está llena!”, “¡Vamos a cerrar la frontera!”, del líder del partido Demócratas de Suecia (derecha), Jimmie Ákesson. Ese veto, escrito en inglés en volantes que él y su equipo repartieron en la ciudad turca de Edirne, retrata una emoción: total rechazo al otro.

La reacción inversa vino del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, quien declaró que su país mantiene abiertas sus fronteras con la UE, para que los refugiados crucen a territorio comunitario. “No detendremos a quienes deseen ir a Europa. Los alimentamos y vestimos por nueve años. Ahora, no los detenemos”.

En la historia humana el odio político ha enfilado contra ciertas etnias, culturas y religiones. Al antisemitismo rabioso siguió la fobia a los mexicanos, japoneses, latinoamericanos, alemanes, chinos e islámicos. Y tras el 9/11 la geopolítica de las emociones impactó en la política exterior e interna de potencias que usan de modo abusivo la otrorización; una emoción que nutre falsas percepciones de otras sociedades.

Esa exclusión etno-religiosa es un incentivo para el radicalismo. Al hablar contra el radicalismo islámico en Polonia, Donald Trump, afirmó: “Estoy en guerra con ellos” y esa declaración nutrió la hostilidad contra musulmanes y árabes.

En su estudio “Islam y Occidente: política de la fobia”, los internacionalistas Minhas Majeed Khan, Saadia Beg y Tasawar Baig, detallan que este siglo XXI heredó las malas relaciones entre el mundo musulmán y Occidente, con asuntos sin resolver de la Guerra Fría y un clima de pugna bajo la teoría del Choque de Civilizaciones de Huntington, donde se ve al islam como la mayor amenaza para la cultura y valores occidentales.

emociones encontradas

Algo es cierto: vivimos en la sociedad del riesgo global por amenazas y desastres que aparecen en nuestro horizonte. Del temor al terrorismo y al cambio climático se transitó a la aversión a la inmigración y xenofobia, y hoy les sigue la rusofobia, que el decano de la Facultad de Derecho de la Universidad de Niza Sophia, Robert Charvin, retrata así: Asistimos a una verdadera rusofobia mediática. Si creemos a esa campaña occidental, Rusia es prácticamente la encarnación del mal. Según esa narrativa, los rusos lograron que Trump fuera presidente y profundizaron la secesión de Cataluña. No importan las virtudes o defectos de su sistema; en ese discurso Rusia sigue siendo el enemigo a combatir, como en la era soviética.

Hoy, estrategas de la geopolítica de las emociones observan cómo millones de personas contienen su terror al COVID-19. Vieron que el 11 de marzo la Organización Mundial de la Salud declaró pandemia a esa enfermedad viral, pues la cifra de afectados fuera de China se multiplicó por 13 en dos semanas y alcanzó a 118,000 casos en 114 países –con 4,291 decesos–.

Es casi inevitable la manipulación política de esta situación y las fobias descritas. La forma como los Estados aborden esos “riesgos” describirá cómo se gobierna en la modernidad. Estar en riesgo es la condición humana de este siglo; lamentablemente, hoy la sociedad se ocupa cada vez más en debatir que en prevenir y gestionar los riesgos, lamenta el sociólogo alemán Ulrich Beck.


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