Ocio

La soga

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Tantos años bajo el sol de Jalisco han dejado huellas en los rasgos de Diómedes. Su cara enseña lo que hay bajo la piel llena de arrugas, detrás de los ojos hundidos. Tiene la mirada de quien sabe encontrar veredas en las costillas de la tierra. Así lo hacía de joven, ahora sólo le queda buscar a lo lejos sombras que evoquen recuerdos.

—Háblame de cuando eras vaquero.
—Y ora, ¿qué soy? —pregunta antes de empezar su historia.

Cuando era casi un chiquillo, los hombres de la hacienda de Santa Úrsula me pidieron que los ayudara a buscar un toro bravo que andaba perdido en la sierra. Yo, muy orondo de poder ir con ellos, ni voltee pa’ atrás. Anduvimos todo el día entre el zacatal, sin encontrar nada, hasta que divisamos el zopiloterío.

—Esto me huele mal —dijo el mayordomo—, qué se me hace que lo andan rondando.

Nos acercamos a donde volaban los zopilotes y que vamos viendo al toro, todo destripado. Lo había matado un animal de uña que andaría por ahí, esperando que nos fuéramos para tragárselo en paz.

—Ni modo —le dijo el mayordomo al toro muerto—, hasta aquí llegaste.
—Vámonos —nos dijo luego a nosotros—, ya está pardeando. Hay que buscar un campo donde no nos llegue el hedor.

Nos apeamos en un llano y nos alistamos para pasar la noche. Estaba muy oscuro, nomás se veían las luciérnagas. Hicimos una fogata para espantar a los animales y yo me acosté algo retirado, después de acomodar mi montura. Se me cerraban los ojos, cuando oigo:

—Ya se durmió Diómedes. Traigan una soga.

soga
Imagen: Pinterest.

Me quedé tieso, respirando apenitas. ¿Será por lo de Juana? Pensé. Sentía el corazón en las costillas y un sudor frío. “Virgen de Talpa, si de veras eres tan milagrosa, aquí me lo vas a demostrar”, recé. Los vaqueros se alejaron a buscar la méndiga soga, y cuando nadie me veía, agarré a tientas un caballo y me vine de vuelta, sintiendo que me seguía el diablo. No sé ni cómo llegué, con la noche tan negra. Ya cerca del pueblo, esperé que clareara y entré haciéndome el disimulado. Estuve todo el día sin salir de la casa; cuando se me estaba pasando el susto, oigo a un hombre preguntar por mí. Ora sí me van a fregar, pensé. No sabía dónde esconderme, ya conoces el pueblo, no tiene ni árboles. Si llegaba al monte, ahí sí no iban a hallarme tan fácil. Me salí por la ventana sin hacer nadita de ruido y luego empecé a correr, pero el vaquero era espabilado y se fue tras de mí. La gente nomás pelaba los ojos. El hombre me alcanzó a un lado del templo, ya por llegar al cerro. No me cogió del pescuezo ni me zangoloteó ni nada. Nomás me torcía un brazo en la espalda. Así, doblado, le veía los zapatos y un pedazo de soga que se desató en el jaloneo.

—Te hacen falta unos chingadazos —me dijo—, ya me hiciste sudar. Si vuelves con tus tarugadas, no respondo.

Me soltó después de darme un buen apretón que me dejó el brazo entumido. Se me había ido la sangre a la cabeza y estaba mareado. Sentí coraje con Juana. Tanto borlote por tan poquito…

—Qué crees, que soy tu pendejo, o qué –volvió a enojarse el de Santa Úrsula. Y que me da una zarandeada. Yo ya me hacía colgado del árbol, con la lengua de fuera.
—¡Le juro por la santísima virgen de Talpa que no le hice nada a Juana!
Me soltó de golpe.
—Qué Juana ni qué Juana, te robaste mi caballo. ¿Así acostumbran aquí? ¿Salir corriendo a media noche en caballo ajeno?
—Cuando lo quieren colgar a uno…

Me miró un rato sin entender y soltó la carcajada. Yo no hallaba dónde meterme cuando supe que me iban a poner la canija soga alrededor, formando un círculo en la tierra, para que los animales de uña no se me arrimaran.

Como sucedía cuando Diómedes me contaba historias, había oscurecido sin que nos diéramos cuenta. Juana salió de la casa, encendió la luz del zaguán y se sentó con nosotros.

De la guerra, 3ª Parte

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Los inventos de la guerra, son parte de nuestra vida diaria

Hablábamos en la entrega anterior acerca de lo importante que es la esperanza para seguir adelante diseñando un mundo de armonía y de paz para los seres humanos. Mientras la inseguridad y la violencia se muestran descarnadas en el entorno mundial, y las mujeres siguen manifestándose contra un agresor, aparentemente invisible que las trata como objetos que puede romper, destruir, exterminar y desaparecer, tenemos que buscar asideros para la felicidad, la confianza y el anhelo de construir un mundo mejor para todos.

Por contradictorio que parezca, la necesidad de vencer al enemigo en la guerra es uno de los motivos que mayor desarrollo genera para la humanidad. Es a partir del miedo y del temor de ser aniquilados, lo que nos obliga a buscar el poder y el control sobre el otro –al que no conocemos y que consideramos un adversario, rival u oponente sin buscar alguna mediación ni interlocutorio que nos hermane–, que se generan inventos que luego podemos utilizar en la vida diaria para hacerla más cómoda y práctica, más funcional. Vamos a recorrer el listado que tenemos para compartir hoy:

Vidrio laminado
vidrio laminado

Este tipo de vidrio comenzó a usarse en artículos de orden “cotidiano” por ahí en 1937. En realidad, entrecomillamos lo cotidiano porque el uso que se le da es fundamentalmente en temas de seguridad para que los autos de lujo tengan vidrios antirrobo. La denominación de este artículo es vidrio indestructo porque es antigolpes y brinda alta seguridad por su cualidad irrompible. Producto de la posguerra de la Primera Guerra Mundial, hoy es habitual que se utilice en la fabricación de muchísimos modelos de automóviles del siglo XXI.

Jeep o vehículo todo terreno
jeep
Fotografía: Flickr.

Para los combates de la Segunda Guerra Mundial, el Ministerio de Defensa de los Estados Unidos identificó la necesidad de contar con un vehículo que permitiera a las tropas un avance más rápido, eficiente y que posibilitara el movimiento en cualquier tipo de terreno. Hoy en día, Jeep es una marca con una serie de modelos disponibles, que representa todo un estilo de vida. Han estado de moda, han sido tendencia y, hasta se han convertido en una especie de clásico. El hecho es que, aquellos individuos que jamás salen de la zona urbana en que habitan, viven su fantasía al estilo Indiana Jones, manejando un Jeep por las calles de cualquier gran ciudad del mundo. Nacidos a principios de los años 40 son presencia cotidiana en el mundo.

Lentes de sol

gafas de sol
Fotografía: Pinterest.

Populares, inicialmente en los Estados Unidos por ahí de la década de los 60, los lentes de sol han sido y son parte imprescindible del vestuario de glamorosos, playeros, hippitecas –no sé–, y de una gran variedad de estereotipos de personajes y caracteres. La imagen de Audrey Hepburn con unas hermosas gafas obscuras y una bella mascada en torno al rostro, o la de John Lennon y Yoko Ono con sus lentes de bolita, o también de los deportistas del automovilismo utilizando este tipo de lentes es parte del imaginario del lujo y la vida sofisticada de las celebridades. Tienen, por supuesto, una aplicación funcional asociada a la protección de los ojos ante el ataque de los rayos UV, de hecho, cuando se fabricaron durante la Segunda Guerra Mundial, fue con el propósito de proteger a los pilotos militares de la luz del sol cuando tenían que volar, ya que se quejaban de náuseas y dolor de cabeza por la falta de protección de los rayos solares. Ante esta necesidad expresa, la compañía canadiense Bausch & Lomb ideó unas gafas polarizadas a las que, posteriormente, Ray Ban agregó el efecto antibrillo. Muchas cosas han sucedido desde entonces, sin embargo, ésta marca sigue siendo líder en la fabricación de lentes y productos de cuidado ocular y el uso de las gafas obscuras se ha popularizado enormemente.

Bolsas de té

bolsas de te
Fotografía: Sempertea.

Por último, vamos a abordar el tema de las pequeñas y prácticamente imperceptibles, bolsitas de té. Antes de que estas bolsas simplificaran la preparación de bebidas e infusiones, era necesario tener las hierbas, limpiarlas lavarlas, separar las ramas y cualquier otra parte de la planta que no sirve para preparar un tecito. Dejaron de ser necesarios los infusores metálicos que eran utilizados hasta antes de la producción masiva de bolsas de té que pueden ahora conseguirse en un supermercado. Contar con la bolsa facilitaba el consumo de esta bebida para los soldados ingleses habituados a su consumo. Llevar al campo de batalla la planta desecada y el infusor resultaba imposible. En cambio, las bolsitas podían llevarse a cualquier lado, posibilitando la bebida de manera muy sencilla y desechando la bolsa. Quién nos iba a decir que en la actualidad se pondría de moda volver a la planta, ponerla a secar en casa en tu propia alacena o cocina y que, en algunos países europeos pueden pedirte que, para desechar una bolsita de té, separes cada uno de sus componentes es decir, la grapa, el hilo, la bolsa, el cartón que identifica marca y tipo de té y el contenido de la bolsa deben desecharse por separado por el tipo de material y la necesidad de reinsertarlo en una economía sustentable e, idealmente, circular.


Hasta aquí algunos ejemplos de lo que la guerra nos ha dejado. Será posible que en una cultura de paz seamos capaces de seguir generando este desarrollo. Sin duda alguna, si recorremos algunas de las publicaciones que hemos generado en esta saga del Ayer, hoy y mañana, podemos ver cómo esta capacidad de inventar, de crear y concretar productos, artículos y servicios, forman parte de una característica humana que se mantiene en permanente búsqueda de satisfactores que redunden en una mejor calidad de vida. Por el momento, tenemos algunos otros ejemplos de los que hablaremos en una última entrega de éste tema que da para más.  

Ve y dilo en la montaña

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Leo en Tiempo de morir, el estrujante testimonio sobre el motín de la cárcel de Attica de 1971, el pasaje del huracanado encuentro de Tom Wicker con James Baldwin. Wicker, rubio y waspiano, confiesa casi llorando a Baldwin, negro y revolucionario, que gustoso daría su piel blanca a cambio del talento literario de su amigo.

Wicker era el reconocido jefe de la corresponsalía en Washington del New York Times. Se movía en los círculos intelectuales, políticos y económicos de la capital del imperio. Sus columnas eran lectura obligada de la clase dominante. Nadie olvidaba que, durante cuatro horas del viernes 22 de noviembre de 1963, sus despachos fueron las únicas noticias del atentado a Kennedy en Dallas.

Vivía en una gran casa, sus hijos estaban en los mejores colegios… pero se sentía fracasado: sus aspiraciones literarias quedaron en seis novelas que no cambiaron el mundo. Padecía sobrepeso y estaba divorciándose. En la tarde del 10 de septiembre de 1971, después del almuerzo en un exclusivo club privado, recibió la noticia de que los presos amotinados en Attica lo querían como testigo de las negociaciones con las autoridades; y de esa experiencia nació Tiempo de morir, quizá el motivo de la discusión con Baldwin.

En una próxima entrega de JdO hablaré de ese libro que es, con La sombra del caudillo de Guzmán, Gandhi de Fischer, Estrella roja sobre China de Snow y otros, un brillante ejemplo del periodismo puesto al servicio de la historia. Pero hoy es un pretexto para traer a escena al gran autor con quien Wicker discutía acaloradamente aquella noche: James Arthur Baldwin.

James Arthur Baldwin
Fotografía: Milenio.

Nació en el barrio negro neoyorquino de Harlem en 1924, en plena depresión. Hijo de un predicador fanático y autoritario, y de una mujer cuya ocupación principal era echar hijos al mundo, Baldwin se convirtió en la voz literaria de los negros estadounidenses en el fragor de la lucha civil de los sesenta. Su amor por los libros era tan grande como el odio a su padre. En Apuntes de un hijo de la tierra, uno de sus más conocidos ensayos, nos presenta desde el primer párrafo una brutal introducción a su vida:

El 29 de julio de 1943 mi padre murió. El mismo día, unas horas después, nació el último de sus hijos. Durante el mes anterior, mientras esperábamos el desenlace de estos acontecimientos, había tenido lugar en Detroit una de las más sangrientas revueltas raciales del siglo. Unas cuantas horas después del funeral de mi padre, con    sus restos en la capilla, un motín racial se desató en Harlem […] Ese día cumplí 19 años. Lo llevamos al cementerio entre gritos de injusticia, anarquía, descontento y odio. Me parecía que Dios mismo había orquestado, para conmemorar el fin de la vida de mi padre, el más sostenido y brutalmente disonante de los sucesos.

Resulta por lo menos asombroso, después de esta descarnada confesión, saber que Baldwin siguió los pasos del finado y que adolescente aún fue consagrado como ministro y predicador en la iglesia Fireside de Harlem, barrio que habría de convertirse en el centro literario e intelectual de la comunidad negra yanqui y escenario de violentas manifestaciones durante el movimiento proderechos civiles del siglo pasado.

Quizá una explicación sea que el predicador era en realidad su padrastro, pues James fue hijo ilegítimo. Otra, que las misteriosas tensiones en la relación padre-hijo se manifiestan en conductas de complejidad insondable. Sea como fuere, en el púlpito Baldwin encontró su verdadera vocación, la literaria, aunque ese encuentro no sería de inmediato.

En uno de sus numerosos ensayos, casi todos preñados de biografía, asentó que sus tres años en el ministerio lo convirtieron en escritor porque vivió expuesto a la desesperación y simultánea belleza de la grey a su cargo. Creo que a Baldwin le sucedió lo que al novelista indio R. K. Narayan, quien no soportaba la vista desde su ventana pues sabía que no podría recuperar las millones de historias que desde ahí veía. Y pensándolo bien, ¿no es lo que pasa a los periodistas, escritores y otros creadores que andan por la vida con los ojos abiertos?

Baldwin dejó los hábitos y transitó por una serie de empleos antes de establecerse en Greenwich Village y comenzar su vida de escritor. Ahí sobrevivió publicando reseñas de libros en el New York Times y en 1948 conoció a Richard Wright, quien le procuró una beca para viajar a Francia y a Suiza.

James Arthur Baldwin
Fotografía: Cultura Colectiva.

En 1953 aparece su primera novela, Ve y dilo en la montaña, en la que resalta el fuerte acento adquirido en sus años de predicador y que lo consagró como el más sobresaliente escritor sobre la condición de los negros en Estados Unidos. La siguiente, El cuarto de Giovanni (1956), es una historia de amor homosexual. Apuntes de un hijo de la tierra (1955) y Nadie sabe mi nombre (1961) son libros de ensayos y memorias de su juventud. Baldwin es autor además de Otro país (1962), La próxima vez el fuego (1963), Blues para míster Charlie (1964), Dime cuánto hace que se fue el tren (1968), Sin nombre en la calle (1972) y los ensayos agrupados en El costo de admisión (1985), entre otros títulos.

El tratamiento de temas a partir de su homosexualidad hizo a Baldwin blanco de acerbas críticas desde los mismos círculos que se beneficiaron con su aporte intelectual y militancia por los derechos de la minoría negra. Eldrige Cleaver, el notorio “pantera negra”, lo acusó de exhibir en su obra un “doloroso y total odio hacia los negros”.

“Supongo”, respondería el autor, “que todo escritor siente que el mundo en el que nació es nada menos que una conspiración contra el cultivo de su talento”.

El 22 de agosto de 1963 tuvo lugar la jornada de Washington en la que Martin Luther King pronunciara la portentosa oración que habría de convertirse en el programa de la lucha contra la discriminación racial en Estados Unidos y el resto del mundo. “Tengo un sueño”, exclamó King ante la multitud que abarrotó el parque llamado Mall, “de que mis cuatro pequeños hijos un día habitarán un país en el que no se les juzgue por el color de su piel, sino por la entereza de su carácter”.

James Arthur Baldwin
Portada: Time Magazine.

Baldwin estuvo en la aglomeración aquel jueves estival. A principio de los sesenta había regresado de su autoexilio para incorporarse a la lucha al lado de King, sin dejar de buscarse a sí mismo. Producto de varias minorías (negro, pobre, homosexual, periodista y escritor) decidió que además de su participación intelectual debía ensuciarse las manos como militante. Viajó extensamente por las regiones de mayor discriminación racial. Producto de ese tiempo fueron Apuntes de un hijo de la tierra y La próxima vez el fuego.

Aparentemente esa época de su vida también fue amarga y llegó a la conclusión de que las cosas cambiarían sólo por la vía de la violencia. Después del asesinato de Martin Luther King y de Malcolm X, regresó al extranjero en donde no sólo pudo cultivar una mejor perspectiva de su existencia, sino que encontró una solitaria libertad para su oficio de escritor. “Una vez inmerso en otra civilización –escribió– “te obligas a examinar la propia”.

En la nación vecina aún hoy se viven las consecuencias de la integración forzosa de razas negras vía el tráfico de esclavos. James Baldwin fue producto de ese encuentro forzado y doloroso, como lo fue King, como lo fueron y son millones de negros estadounidenses. Vivió además, como apunto arriba, el peso de su pertenencia simultánea a un abanico de minorías en un contexto social, recordemos, que en comparación con el tiempo actual era asfixiante y aniquilante.

James Baldwin nos dejó una estampa de su niñez en Harlem: “Sabía que era negro, desde luego, pero también sabía que era inteligente. Ignoraba cómo utilizaría mi inteligencia, incluso si pudiese aplicarla, pero era lo único que poseía”.

Al terminar de redactar estas líneas, por una extraña asociación de ideas recuerdo la novela de Harper Lee, Para matar un ruiseñor, y me pregunto si, guardadas las distancias y circunstancias, James Baldwin podría ser considerado el Atticus Finch de los derechos civiles negros.

Juego de ojos.

Jesús Blancornelas, in memoriam

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El sábado pasado se cumplieron 13 años de la muerte de uno de los grandes periodistas mexicanos, Chucho Blancornelas.

Desde comienzos de los setenta, Jesús fue una presencia permanente en mi vida y lo seguirá siendo. Durante años nos vimos con regularidad, en las oficinas de Zeta en Tijuana o en encuentros en muchas ciudades. Una tarde sabatina en mi casa iluminó el camino de un grupo de jóvenes reporteros. Creo que siempre le preocupó que no fuera yo, desde su punto de vista, un periodista de tiempo completo: tal era su afecto por mi.

Era bajo de estatura, con mirada de duende y dueño de un enorme valor personal y profesional. Cuando fue víctima del ataque de unos sicarios y quedó malherido, por su mente nunca pasó la idea de tirar la pluma. Fue el único periodista que poco después del crimen entrevistó a Mario Aburto, el asesino de Luis Donaldo Colosio, en la prisión de Almoloya.

Pero cuando tuvo una información sobre el magnicidio que a primera vista parecía una exclusiva mundial y comprobó que tenía inconsistencias, no la publicó. “Prefiero perder una nota que perder credibilidad”, me dijo por teléfono desde Tijuana, en una lección que jamás olvidaré. Aquella noticia que resultó falsa estuvo en la primera plana de todos los periódicos, pero no en Zeta. Ni uno de los diarios que la recogieron, hasta donde sé, aceptó su error ni ofreció disculpas a los lectores. Aurea mediocritas.

No voy a dejar pasar el aniversario luctuoso de mi querido amigo sin recordarlo. En su memoria, comparto con los lectores lo que escribí en Juego de ojos el 13 de mayo de 1977 bajo el título “Zeta, Blancornelas, libertad de prensa”. A mi parecer, este texto dibuja de cuerpo completo a este enorme reportero.

Blancornelas y Aburto.
Jesús Blancornelas entrevistando a Mario Aburto (Fotografía: Cultura Colectiva).

(13 de mayo de 1977)

La tentación de citar a Martin Niemöller de memoria es más fuerte que el peligro de equivocarme: …un día vinieron por los socialistas, y como yo no soy socialista, no dije nada. Luego apresaron a los comunistas, y como yo no soy comunista, guardé silencio. Otro día vinieron por los homosexuales, y como yo no soy homosexual, miré hacia otro lado… Hoy vinieron por mi… y ya nada puedo hacer…

Sin ser textual, la espléndida imagen es un golpe en el corazón y en el intelecto: el silencio es el mejor abono para el autoritarismo. Los enemigos de las libertades sólo pueden existir cuando quienes deben gritar vuelven la vista a lontananza, alzan los hombros y piensan que ése no es asunto suyo. Igual podrían estar cavando su propia tumba.

En el contexto de los avances que la libertad de expresión ha tenido, brotan de vez en vez, como chispas que buscaran combustible, hechos que a todos nos deben poner en guardia. Un reportero despedido por lanzar a la autoridad preguntas incómodas; una cuenta publicitaria cancelada horas de antes de la transmisión de un reportaje sobre la vida poco edificante de un dignatario de la iglesia; un edil que ordena el retiro de revistas de los puestos… o el director de la más influyente publicación de la frontera norte a quien se quiere involucrar en un asesinato ante el asombro e indignación de los ciudadanos.

El periódico es Zeta –uno de los medios en donde semanalmente aparece esta columna– y el periodista es Jesús Blancornelas. En el más reciente intento por silenciar a este profesional de la comunicación, los habitantes de Tijuana han atestiguado cómo un brutal hecho criminal –el asesinato de dos personas– pretende ser utilizado como ariete en contra de Blancornelas y su casa editorial.

El caso ha tenido amplio eco en la prensa nacional e internacional, por el olor a censura e intento de reprimir la libertad de expresión que tiene el asunto, pero desde mi punto de vista debiera ser analizado y discutido también por los lectores. ¿Qué hacer para alertar a ese ciudadano que, como en el poema de Niemöller, da la espalda cuando otros, embozados o no, declaran abierta la temporada de caza de periodistas? ¿Cómo hacerle comprender que esas agresiones son contra él mismo y pueden dañarlo más pronto que tarde? Los periodistas no somos policías y no podemos, ni debemos, aliviar de su responsabilidad a las autoridades encargadas de la investigación –autoridades que, por cierto, pertenecen a un partido que se ha pasado años denunciando la ineficacia y la corrupción en los cuerpos policiacos bajo el partido en el poder–. Lo único que podemos hacer es no renunciar a nuestro derecho a la palabra. E insistir ante usted, lector, que este asunto le concierne directamente.

 Blancornelas
Fotografía: Por Esto!

Por ejemplo el colega Joel Simon, quien en el número mayo-junio del Columbia Journalism Review, una de las más reconocidas publicaciones especializadas en medios, publica el artículo cuyas partes centrales reproduzco y que explica al lector del otro lado de la frontera los pormenores de este intento por silenciar a Zeta.

Durante los 36 años de una carrera profesional como uno de los principales editores y periodistas de una de las ciudades más turbulentas en cuanto a noticias, J. Jesús Blancornelas ha experimentado el asesinato de un colega, la clausura de su periódico por oscuros líderes sindicales, y todas las copias de una edición periodística denunciatoria confiscadas por el gobierno.
Pero nada podría haberlo preparado para los sucesos del 9 de abril, cuando su ex asesor legal y su ex contador fueron asesinados a la salida de un restaurante de Tijuana. Recientemente Blancornelas había demandado al contador Héctor Navarro, acusándolo de un fraude por cientos de miles de dólares. Después del homicidio, la viuda de Navarro responsabilizó públicamente a Blancornelas de haber ordenado el crimen (…).

Como tenaz editor de uno de los periódicos más combativos de México, Blancornelas ha hecho bastantes enemigos. Al paso de los años, mientras otros periódicos locales reproducían boletines y alimentaban el oficialismo, Zeta investigaba el narcotráfico, el tráfico de ilegales y la corrupción de las autoridades –dando incluso nombres (…)–.

Las autoridades dicen que piensan citar a Blancornelas para declarar, pero no lo consideran un sospechoso. Dos de los periódicos que acusan del crimen a Blancornelas son propiedad de sus enemigos políticos: El Heraldo, que es de un empresario a quien Blancornelas acusa de haber ordenado la muerte de su socio y columnista de Zeta,Héctor Félix, en 1988, y El Mexicano, a cargo del líder del sindicato, controlado por el gobierno, que clausuró la primera publicación de Blancornelas en 1979 (…).

Las muertes ya han tenido un efecto profundo en la prensa mexicana. A pesar de un avance dramático en la manera en que se hace periodismo en los medios mexicanos (…), los señalamientos y recriminaciones en los diarios tijuanenses demuestran que para algunos la prensa sigue siendo un vehículo para atacar a los enemigos políticos. Y los crímenes, por sí mismos, reflejan un clima de creciente violencia que provoca miedo en mucha gente, incluyendo a los periodistas”.

Amén.

Juego de ojos.

¿Sabes qué ruta tomar para un mejor futuro?

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En medio de tanta incertidumbre, sumando diariamente marchas y una tormenta de noticias negativas, ¿sabemos hacia dónde vamos?

Hoy nuestros miedos están más presentes que nunca. Pareciera que viviéramos como hace miles de años donde requeríamos estar atentos todo el tiempo al ataque de un depredador. Siempre en modo de supervivencia. Nuestro cerebro está preparado para ello. Inclusive usamos muy bien ese recurso humano programado por nuestros ancestros.

El reto que hoy tenemos es darnos cuenta de que lo estamos utilizando para enfrentar, en la mayoría de las veces, preocupaciones del futuro que han sido creadas por nosotros mismos. Situaciones que aún no suceden y por las que no vale la pena generar estrés extra en nuestro cuerpo, sobre todo si no estamos en verdadero peligro o frente a un “león”.

superviviencia.
Ilustración: João Fazenda.

El mundo entero está en un proceso de evolución de la consciencia. La problemática que existe acerca del rechazo al sistema, creado por nosotros mismos, está controlando la agenda transnacional. No cabe duda de que el camino de nuestro descubrimiento como seres humanos ha sido la lucha por los derechos que alguna vez se nos arrebataron. Al final se resume en un solo tema: la libertad.

Es momento de hacer consciencia de que esta evolución no durará unos cuantos años. Estamos hablando de un ciclo largo que nos traerá los aprendizajes necesarios para reconfigurarnos como seres humanos. Pareciera que hemos hecho algunas cosas para mejorar nuestro entorno de convivencia humana, sin embargo, muchas de ellas han sido para “curar” la herida del momento y mantenernos igual.

La oportunidad está en asumir de forma consciente nuestra realidad. Entre más la rechacemos, más nos cegaremos a ver la salida. “Si seguimos haciendo lo mismo, obtendremos el mismo resultado”. ¿Cuántas veces hemos escuchado esta frase sin hacer nada?

Empecemos rompiendo nuestros paradigmas y costumbres que nos impiden evolucionar la consciencia. Nuestros antepasados tuvieron que romper con la creencia de que la tierra era el centro del universo ¿Qué nos toca a nosotros dejar de creer? Posiblemente no lo sabremos hoy, pero sí podemos observar qué está sucediendo de forma global para llegar a descubrirlo.

Construir un futuro.
Ilustración: João Fazenda.

Existe una lucha por los derechos de los niños, las mujeres, los campesinos, por la paz, por el hambre, por los oprimidos, e inclusive por el derecho a la atención de los enfermos. Estamos luchando por algo que nosotros creamos y que nosotros mismos podemos resolver entre todos.

Para cambiar la ruta de nuestro futuro, hay que entrar en acción y no quedarnos como espectadores de nuestra película. Asumamos todo lo que sucede desde un observador consciente y sin juicios, para dejar de ver culpables y entonces poder ver soluciones.

En autoreferencia preguntémonos: ¿Qué tanta atención le pongo a los niños y al futuro que les estamos dejando? ¿Cómo veo o enjuicio la lucha de la mujer o de los grupos de minoría? ¿Hago algo por las personas que trabajan en el campo? ¿Estoy sumando paz o en constante guerra enjuiciándolo todo? ¿Me ocupo de cuidar las plantas y animales? ¿Cuido y respeto el lugar donde transcurre mi vida?

No importa cuántas respuestas positivas tengamos hasta este momento, lo importante es cuántas tendremos de aquí en adelante. La decisión es individual. ¿Por dónde vas a empezar para cambiar la ruta de nuestro futuro?

De la guerra, 2ª Parte

Lectura: 4 minutos
La industria militar se vuelve tecnología cotidiana

Si consideramos que la historia se manifiesta a partir de la expresión de un mecanismo de “selección natural” entre los grupos humanos “más aptos” estamos avalando que la parte más animal de nuestra esencia es la que rige nuestro actuar en el devenir de los tiempos. La lucha por la paz, la bondad, la generosidad, la inocencia y la solidaridad no son valores  reconocidos, ni se promueven de forma real. Las polarizaciones religiosas, ideológicas, políticas preservan un sistema en el que la capacidad para sobrevivir se convierte en un asunto de poder económico que, más allá de gobiernos o justicia social o equidad en el acceso, se impone con una ambición que segrega cada vez más.

Las causas de la guerra las hemos explorado en la entrega anterior, ahora lo que quiero revisar es la evolución de la forma de hacer la guerra y algunos beneficios que se han desprendido a partir de la invención científica aplicada en artilugios de guerra. Vamos a ver, en principio, la evolución de las culturas nos ha llevado desde el uso de rocas, hondas y contacto físico directo, a las diferentes formaciones de infantería que utilizaban espadas, arco y flecha, armas de corto alcance como puñales o cuchillos para el combate cuerpo a cuerpo, hasta los ataques nucleares o biológicos a distancia para el exterminio a distancia, es decir, sin que los ejércitos se vean en la necesidad de un enfrentamiento directo y personal.

Guerra.
Ilustración: Variety Magazine.

Por supuesto, fue a partir de la Revolución Industrial la que marcó el mayor cambio en la forma de hacer la guerra. La producción en masa vuelve a ser la causante de una diversificación en las maneras, herramientas y hasta procedimientos para combatir al enemigo. Sabemos entonces cómo se modifican los elementos para la lucha, por lo tanto, hoy vamos a destacar que la industria militar aporta muchos beneficios que terminan por tener una aplicación positiva en la vida cotidiana de muchas personas que están en condición de tener acceso a estos satisfactores.

Es así que en la era moderna las innovaciones militares han sido parte de la carrera por la competencia tecnológica. La mayoría de los avances han sido creados por las culturas más belicosas como Estados Unidos y Alemania, a partir de la Segunda Guerra Mundial y durante la Guerra Fría. En ese momento histórico, los gastos del mundo en guerra se enfocaron a la creación de tecnologías que, aunque pueda parecer paradójico, hoy usamos como objetos cotidianos, por ejemplo:

Sistema de navegación GPS

El Global Positioning System es un sistema generado a partir de una necesidad militar estratégica para localizar la posición del enemigo en tiempo real. Hoy lo usamos de manera cotidiana en cualquier parte del mundo, ya que permite una ubicación bastante precisa de objetos, personas y lugares. Este sistema se inventó en el Departamento de Defensa de los Estados Unidos en 1964 y funciona a través de la sincronización satelital que cubre todo el planeta. En 1967 el GPS inició su uso comercial. Ofrece ventajas que consisten en el ahorro de tiempo en la ubicación en un espacio, además es económico y práctico. Lo que no podemos perder de vista es que nació como una brújula multiusos para los bombardeos selectivos que realizaban los Estados Unidos durante la Guerra del Golfo Pérsico y en la actual de Siria.

GPS.
Fotografía: Boredpanda.
Microondas

Calentar una sopa en el microondas o prender el televisor con un control remoto son actividades que hoy en día no generan asombro alguno, sin embargo, para aquellos que teníamos que levantarnos de la silla para cambiar un canal o encender el aparato es un beneficio importante. Estas funciones se realizan ya que las ondas electromagnéticas operan bajo un espectro de frecuencia utilizado en la radiodifusión y las telecomunicaciones. Incluso, esta tecnología de microondas es usada por radares con el fin de generar información meteorológica. Pero, ¿cuál es su origen? La tecnología de los radares nació en 1946 con el propósito de tener un localizador de tanques y de maquinaria de guerra. A partir de ahí, todo fue resignificar los usos y agregar elementos, por ejemplo, el diseño de una caja metálica con una abertura para introducir comida –ya sea para calentarla o cocerla, a través de la energía almacenada en un microondas–, modificó para siempre, si no la forma de cocinar, sí la de acelerar los tiempos en la preparación de alimentos para su consumo.

Radares.
Fotografía: Loomislab.
Ultrasonido

Monitorear embarazos, valorar lesiones, dar seguimiento a la evolución o involución de tumores sólidos en diferentes momentos del diagnóstico y/o de tratamientos médicos utilizando el ultrasonido, es una posibilidad que se generó a partir de un invento de la Primera Guerra Mundial. Buscando la forma de protegerse de la amenaza submarina de los alemanes, se utilizaron unos artefactos denominados hidrófonos, que captaban las turbulencias generadas por los submarinos y permitían ubicar la posición de los enemigos. Hoy su uso y aplicación está asociado, sobre todo, a situaciones de cuidado de la salud, lo que, desde mi perspectiva representa un gran avance para la humanidad.

Submarino.
Fotografía: Pinterest.

Como estos ejemplos de inventos, resignificados para su uso diario, existen muchos otros que continuaremos revisando en la siguiente entrega, porque considero que identificar estas aplicaciones positivas de la tecnología de guerra resulta interesante, atractivo y esperanzador. Ante la guerra y su destrucción, lo único que nos rescata es justamente la esperanza, es esa expectativa de que podremos volver a confiar en que lo cotidiano suceda en un ambiente armonioso y pacífico. Sigamos identificando las ganancias de las pérdidas, es decir, la posibilidad de transformar algo utilizado para el mal, en un objeto usado para el bien, para la preservación de la especie.  

Formas de ideologizar

Lectura: 4 minutos

En el fondo, la ideología tiene un poder de persuasión indiscutible. El discurso ideológico amenaza anestesiar nuestra mente, confundir la curiosidad, distorsionar la percepción de los hechos, de las cosas, de los acontecimientos.
Paulo Freire.

En la búsqueda de la verdad, todos creemos tener la razón. Por eso tantas filosofías, ideologías, pensamientos, adoctrinamientos, religiones y conductas sociales. Muchas veces creemos que, porque hemos leído algo o conocido algunas cosas y lugares; que, por nuestra experiencia de vida, por la relación con personas –quizás– famosas, con eso y otras actividades adicionales, es suficiente para decir cuál es la verdad.

Y en nuestra vivencia cotidiana, cada persona tiene su propia visión y esa visión representa su verdad, porque eso es lo que vive. Y cuando la supuesta verdad coincide con situaciones similares a las de otras personas, entonces se hace una verdad colectiva. Y así es que se constituyen, por ejemplo, partidos políticos, sociedades, asociaciones, organismos, grupos, colegios, centros, gremios y colectivos que buscan intereses comunes, su beneficio y satisfacción.

Esta conexión sucede con el otro, en tanto éste piense como aquel, generándose una cuasi empatía. A la larga esto tiende a estropearse cuando la conexión fraternal se pierde. Por lo regular la creencia y convicción de una idea se arraiga cuando brota otra posición, ahí se revela el cambio de intereses y no necesariamente un acuerdo común, sino que emerge la verdadera inclinación; el enfoque subyacente o individualista.

Ajedrez.
Ilustración: OPEN.

Para mantener ese interés común se sostiene el factor referencial, que es sostener como verdadero lo que al otro le interesa, de tal manera se trabaja en ese objetivo para producir la conquista de su mente. Esto es lo que se llama ideologización.

Una vez agrupados en el mismo canal, llega la otra fase; la formación mediante círculos de estudios donde se autovalidan y secundan porque leen los mismos libros, reciben la misma información, se comunican entre sí; sociológicamente se entienden. Una forma simple de expresarlo es que se “enamoran”, y como es normal entre enamorados, se cuentan sus penas, dolores, carencias, proyectos, propósitos para justificar sus acciones. Así es en los grupos de formación religiosa, cultural, política, social y en clubes cívicos.

De esta manera, se entra con todo a conquistar los pensamientos a partir de las necesidades. Por supuesto que en esta misión no se pierde el discurso popular; por el contrario, mientras más se pueden sostener públicamente los discursos abrazadores, se masifica la postura generando más adeptos de forma sistemática. Asimismo, validan sus posturas o sus creencias.

Las creencias son –precisamente– el cimiento sustancial que alimenta la verdad que sostienen. Verdades que cuando se confrontan con otras se generan las posturas radicales (la que defiende un criterio por encima de cualquier circunstancia), o la postura advenediza (la que se defiende por relación empática, por tradición o por costumbre).

No obstante, lo que se considera como una verdad social genera criterios encontrados entre grupos antagónicos que viven en el mismo lugar. En los pueblos (o lugares pequeños), por ejemplo, hay criterios diferentes acerca de lo mismo.

Imponer ideologia.
Ilustración: Thibault.

Algunos de estos factores obedecen a la capacidad de recursos económicos y financieros, otro al nivel de educación; donde es usual que quien más tiene y quien más preparado esté, se dice dueño de la verdad. De manera que, una persona con más recursos y más preparación académica impone su verdad ante quien no tiene muchos recursos financieros y tiene poca o ninguna educación académica.

En un abanico de escenarios, a partir de este esquema, es que se promueven las ideologías. Es decir, lo que uno cree, lo promueve y lo siembra en los demás, con la intención principal de que los demás sigan el patrón con el fin de mantener o modificar el sistema social, económico, político o cultural existente. Utilizando este esquema simple de sembrar en la mente los pensamientos que a cada quien le conviene difundir, los interesados se enquistan en grupos que representan sectores sociales y luego con ello presentan los discursos o programas políticos con el fin de producir (en longitud y profundidad) el efecto de interés en el que envuelven a quien se deje.

En otras palabras, la ideología es una ruta de capitalización de ideas de unas personas sobre otras para lograr un fin aludiendo que es para el bien colectivo.

De esta manera, otra vez, América Latina está en manos de todo tipo de farsantes. De derecha y de izquierda. Ya hemos tenido de las dos aguas y los apuros siguen. No hay soluciones que duren mucho porque los mismos que las proponen, incluso las imponen con su poder legal o son medidas tipo parches.

Ambas partes juran fórmulas nobles, beneficiosas, sanas, pero con el tiempo la verdad se impone. Los “ideológicos” de uno y otro partido aluden al discurso reiterado de: “Aquel es peor que nosotros, hay que elegir al menos malo”.

En ambos casos, todos defienden lo que creen. Y esto, muchas veces, sino de forma regular, los lleva a considerar, además de sus creencias, que quien no profesa lo que ellos creen, los demás son una partida de ignorantes, tontos, estúpidos. Convencidos piensan de quienes los adversan que no merecen nada y los marginan, “es que no se dan cuenta que están mal”; incluso los agreden. Así nace la cultura del odio.

¿Le suena eso?

¿Quién llenará La México?

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Después de que las raquetas de tenis, encabezadas por Roger Federer, provocaron un lleno en La México, su ruedo (como lo prometió su administración) estuvo listo para la cuarta corrida de la temporada.

Y la pregunta inicial surge después de que en 2016, José Tomás en mano a mano con Joselito Adame, con toros de Los Encinos, provocó una expectativa similar a la que el tenista suizo lo hiciera, como en su época el “RatónMacías, Julio César Chávez o Vicente Fernández en actividades distintas al toreo, retacaron al Embudo de Insurgentes.

Lo que llamó la atención a los taurinos es recordar que en la primera parte de los noventa del siglo pasado, y preponderantemente con toreros mexicanos como sustento, David Silveti y Jorge Gutiérrez con la presencia de entre otros, Eloy Cavazos, Miguel Espinosa Armillita, Mariano Ramos, Manolo Mejía y, desde luego, la participación de toreros españoles como “El Niño de la Capea”, José María Manzanares y Enrique Ponce, los llenos en festejos taurinos eran frecuentes y poseer un derecho de apartado, un tesoro.

Y no pretendo transitar por toda esa parte de la historia de La México, pero al relance dar una idea, recuerdo un festejo mano a mano en 1990 –entre los entonces novilleros– Mario del Olmo y Arturo Gilio, que prácticamente agotó el boletaje, por referirme a una tarde en concreto.

Arturo Gilio, torero
Arturo Gilio Hamdan, torero, ganadero y empresario mexicano (Fotografía: Noticieros Grem).

Desde luego en tiempos recientes, las dos tardes anteriores de la Guadalupana, el 12 de diciembre, la primera de ellas a beneficio de los damnificados del sismo de 2017 y la del año pasado, sin llegar al lleno rondaron 35 mil asistentes y esperamos que este año, la reaparición de la ganadería de Begoña con Sergio Flores, Roca Rey y Luis David, convoquen a una gran entrada.

Lo que resulta muy claro es que en algunos eventos especiales, el público –más allá de los recalcitrantes taurinos– se apunta con entusiasmo a lo que acontezca en La México, emblema de la ciudad, pero que ya es complicado provocarlo siempre en las corridas de toros a lo largo de más de un trimestre, por el cambio de hábitos diarios de una sociedad en que vivimos a la velocidad del rayo y con muchas alternativas de trabajo y ocio, que ya no permite ser consuetudinarios a ningún espectáculo.

Desde luego habrá otras muchas razones, pero en esencia, lo último explica lo complejo que es hoy ser empresario taurino.

Y bien, en el cuarto festejo los toros de De la Mora, ofrecieron posibilidades de triunfo en los turnos primero, cuarto y sexto; dieron menos cualidades en los demás con el resultado que Juan Pablo y Ginés, estuvieron entonados, y Diego sin suerte en el sorteo.

Con gran temple en la muleta en el primero, Juan Pablo Sánchez logró momentos muy brillantes y el remate de la suerte suprema le valió un trofeo.

Cartel La Mexico.
Imagen: @LaPlazaMexico.

En su segundo estuvo en el mismo tono, con condiciones de lidia distintas a su primero, con mayor acometividad y su premio fue la vuelta al ruedo, cuando hubo petición mayoritaria por parte del público que protestó el que el juez no lo tomó en cuenta.

Con el sexto toro, “Ojos Míos”, Ginés Marín destiló imaginación, quietud y desparpajo en una faena que hizo vibrar al cónclave capitalino que tuvo una gran conexión con lo realizado en el ruedo por el jerezano, nuevamente el juez de plaza, Enrique Braun, no tomó en cuenta la petición mayoritaria y el público homenajeó al torero con una vuelta al ruedo, triunfal.

Silveti, como siempre, destiló voluntad y desafortunadamente, su segundo toro le propinó un golpazo del cual esperemos se recupere pronto, el sorteo, en esta ocasión, no le fue propicio.

Así las cosas, nos encaminamos ya a la quinta corrida de la temporada, con un cartel en el que se presencia la confirmación del sevillano Pablo Aguado –torero que rayó a gran altura en Europa–, de manos del torero español más querido por la afición capitalina, el valenciano Enrique Ponce, y del lado mexicano estarán las actuaciones de Fabián Barba –poco asiduo a estos carteles– y de Joselito Adame, ambos de Aguascalientes, con los toros de Reyes Huerta. Presagio de que seguramente se elevará el nivel de la asistencia. Dios mediante, por ahí nos saludamos.