Espiritualidad Sin Fronteras

Inteligencia espiritual, necesidades espirituales y vida espiritual

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¿Qué relación puede tener la vida espiritual con la llamada inteligencia espiritual o trascendente y las necesidades espirituales?

Para explicar lo anterior es necesario partir del hecho que el ser humano, a diferencia de los animales, es capaz de preguntas, operaciones y movimientos que sólo se dan en su especie y que le permiten vivir intencionalmente en el mundo. Esto le libera no sólo de los condicionamientos del instinto, sino también le permiten superar los límites propios de su historia gracias a la inteligencia espiritual.

La inteligencia espiritual es absolutamente independiente de cualquier religión, aunque no por eso las niega. En ese sentido, es importante reconocer que las religiones son una forma sistematizada y comunitaria alrededor de una creencia específica. Es decir, toda religión gira en torno de un mismo universo conceptual en el cual se comparten ideas de origen, sentido y dirección de la vida humana que generan identidad, orientación y certeza. Estas características existen en toda vida espiritual, aun cuando sus conceptos no se compartan necesariamente con otros o se mantengan al margen de una divinidad o divinidades determinadas.

necesidad espiritual
Imagen: La Mente es Maravillosa.

Así, tanto la vida espiritual como la inteligencia espiritual son propias de hombres y mujeres, independientemente de las condiciones internas y externas de las personas y de las condicionantes del entorno, es un aspecto universalmente existente en el interior humano que necesita ser desarrollado y que se manifiesta como un anhelo, aun cuando no se sea del todo consciente, de integrar a la persona consigo misma, con su entorno y con algo más que queda en el misterio.

Las necesidades espirituales, por su lado, son un conjunto de deseos ajenos al cuerpo, las emociones y la mente, aun cuando se encuentren estrechamente relacionadas con ellas. En condiciones normales emergen sutilmente a lo largo de toda la vida y su satisfacción es más profunda y de mayor duración que la complacencia de las fisiológicas o las psicológicas. En momentos límite de la existencia se manifiestan con mayor intensidad dada la vulnerabilidad humana frente al fracaso, la limitación física, la enfermedad terminal y el dolor demandando vehementemente una vía que resuelva la situación junto con el miedo, la angustia y la incertidumbre que acompaña dichos momentos.

Las necesidades espirituales responden a aspectos fundamentales de la experiencia humana como es el sentido de la vida, la integración de la propia identidad, la vinculación con todo lo existente, el reconocimiento de un orden mayor que dirige todo, la aceptación de la realidad, la reconciliación con uno mismo, con la propia historia y con les demás.

inteligencia espiritualidad
Imagen: Pinterest.

La satisfacción de las necesidades espirituales, el desarrollo de la inteligencia espiritual y la vida espiritual están íntimamente ligadas a dos sencillas prácticas: el silencio y la contemplación. Ambas presentes de manera natural en los menores de edad y que la dinámica de este tiempo perturba, oculta y modifica. En efecto, frente al mundo sobre-estimulado en el cual habita una parte importante de la población y las exigencias extremas para hacerle frente, el silencio y la contemplación aparecen como pérdida de tiempo o generan ansiedad ante la quietud. Sin embargo, superar las falsas creencias que las desacreditan, así como resistir la incomodidad de un inicio, descubren un espacio sin espacio, un tiempo sin tiempo que se abre a la eternidad y en donde se experimenta la plenitud.


*Este texto surgió gracias a la inspiración del libro de Francesc Torralba. Inteligencia espiritual. España: Plataforma, 2019.


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Gracias Maite por la inspiración que provocaste en nuestra conversación.

Todas las tradiciones religiosas y espirituales del mundo plantean una explicación con relación a la existencia del ser humano en el mundo. Las respuestas que proponen no son un argumento más, determinan el sentido y la dirección con la cual sus seguidores enfrentan la vida cotidiana.

De las diferentes propuestas se pueden distinguir dos grandes tendencias: una que considera la vida como un proceso de evolución y otra como un espacio de encuentro.

Entender la vida como un proceso de evolución implica considerar todas y cada una de las situaciones de la vida como una prueba a superar, como una habilidad o situación a aprender para tener oportunidad de seguir hacia un nivel superior. Esta situación supone un determinismo previo ajeno a la voluntad de la persona, pues hay algo o alguien que ha decidido que es momento de pasar al nivel correspondiente, o bien, un conocimiento previo de la persona antes de encarnarse que decide cuáles son las situaciones a dominar durante su vida.

Entender la vida como un proceso de evolución es comprender la existencia como escuelita, con la misma presión y exigencia de un programa académico. Es asumir y aceptar las más dramáticas situaciones de la vida como algo necesario o merecido, lo cual no deja de tener un cierto aspecto macabro y cruel.

entender la vida
Imagen: Xuwtong Wang.

Entender la vida como un proceso de evolución es pensar en un menú previamente definido con los tiempos y los platillos determinados por alguien más frente al cual la única opción en todo caso es rechazar el platillo sin que haya un sustituto que lo reemplace.

Comprender la vida como un espacio de encuentro significa abrir la propia existencia para conocer, experimentar y disfrutar cada uno de los momentos que se presentan entre el nacimiento y la muerte. Es aceptar que el devenir se construye por la combinación de múltiples causas y voluntades. Es reconocer que en la vida siempre aparecen situaciones nunca antes experimentadas, algunas de ellas adversas y complicadas. Es descubrir que siempre hay herramientas internas y condiciones externas que permiten superar cualquier evento, por difícil o dramático que sea.

Comprender la vida como un espacio de encuentro es experimentarla con la apertura, el gusto y el asombro de las vacaciones. Donde el espíritu está abierto a la novedad que proporciona lo desconocido y que se desea conocer. Es poner entre paréntesis los prejuicios y acudir a la flexibilidad para adaptarse a cualquier situación que se presente. Es aceptar las contrariedades de la vida con la disposición de encontrarle el mejor ángulo e impedir que rompa la paz y la armonía interna.

Comprender la vida como un espacio de encuentro es pensar en un bufet lleno de platillos, entre los cuales escoger. Es afinar la capacidad de elección para no confundirse con la impresión que da la vista o el primer acercamiento y desarrollar mejores criterios de elección. Es perfeccionar la capacidad de mirar lo más posible antes de elegir para medir el mayor número de variables y evitar decepciones o sorpresas desagradables.

Sea como escuelita o de vacaciones, lo importante es descubrir cuál es la más conveniente para cada quien, en cuál puede desarrollar mejor sus potencialidades, cuál le hace más feliz y mejor persona, con cuál deja un mundo mejor.


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Para algunos sectores de la sociedad hablar de Dios es una prohibición porque crecen en una época donde negarlo era el concepto preponderante. Efectivamente, más allá de las experiencias y reflexiones, las argumentaciones del entorno influyen en los conceptos que se comparten comunitariamente.

Ciertamente, la negación de la existencia de Dios no es un dato de los últimos siglos. Desde la antigüedad hubo quienes cuestionaron su existencia, como también la insistencia de otros en afirmar su realidad. Ambos extremos tienen sus razones de ser. El escucharlos y profundizar en ellos permite de suyo la expansión de la consciencia, como capacidad de darse cuenta, y de la conciencia, como herramienta valorativa de la realidad.

Se puede decir que la negación de Dios en ciertos tiempos corresponde más bien a la comprensión de su misterio que se hace en las diferentes épocas y regiones; en ese sentido, el rechazo no corresponde precisamente a Dios, sino al discurso y la institucionalización que lo contiene, es decir, a las estructuras sapienciales, éticas y celebrativas propias de las religiones.

hablar de dios
Imagen: Skander Khlif.

Sin embargo, eso que llamamos Dios se encuentra mucho más allá de cualquier definición, estructura o sistema que pretenda abarcarlo total y definitivamente, por ello, separar el Misterio que da origen, sustento y sentido a la realidad de la idea institucionalizada provoca deserciones religiosas, pero no necesariamente carencia o alejamiento de experiencia espiritual.

En efecto, la realidad está rodeada de algo que le da fundamento, cohesión y sentido a toda la existencia. Fluir en ella es aceptar el origen, alimentarse de él, tomar lo nutritivo y eliminar el resto, integrar en sí mismo aquello que se es, con luces y sombras, con capacidades y limitaciones, con aciertos y errores para armonizar el propio ser sin engaños, ni falsas expectativas, es aceptar el futuro dirigiendo la vida en aquella dirección que de vida en plenitud porque se entrega la vida para que otros la tengan.

Esta realidad espiritual, buscada, reconocida y experimentada, que subyace en la experiencia de todo ser humano, necesita ocupar un lugar específico en la vida de cada persona para generar los frutos que posee y que benefician por igual a quien los recibe como a quien los aporta.

camino de dios
Imagen: Tijana D.

Así, el sentido más profundo de este misterio se encuentra en la cohesión que hace de todo lo existente, en esa articulación que va más allá de las individualidades, en la regeneración constante, en la armonía que suscita, en la belleza que provoca. En toda la creación esto funciona mecánicamente, como respondiendo a un programa pre-establecido que la observación y el conocimiento humano va descubriendo paulatinamente. Así se descifra que la existencia particular sólo cobra sentido en la medida que existe para el entorno.

En el caso de las personas, la capacidad de vinculación, el reconocimiento tanto del otro como de lo otro y el papel que se ocupa en el orden cósmico no son el producto de un programa al que se está condicionado, sino el resultado de decisiones y acciones que pasan por la intención y la voluntad.

El alcance de esta capacidad se manifiesta desde formas muy sutiles hasta las más grandes y heroicas manifestaciones, la tarea conjunta de todas ellas sostiene y hace más llevadera la existencia propia y ajena, por ello, más allá de la creencia religiosa que se tenga, el efecto de este misterio en la vida cotidiana de una persona evoca, provoca y convoca; se percibe, su ejemplo inspira, su modelo contagia y sobre todo abre el horizonte a la esperanza personal y comunitaria.


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Culpa versus responsabilidad

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La reflexión humana llevó a dividir el entorno y las circunstancias para estudiarlas y entenderlas mejor. Con esto el nivel de conocimiento avanzó considerablemente; sin embargo, esta extrema especialización alejó la comprensión integral de la realidad. En efecto, nada existe por y para sí mismo ni es ajeno a todo lo existente; por el contrario, todo está relacionado y la interdependencia es la característica ineludible de toda la creación.

De la misma manera, ninguna dimensión en el ser humano es independiente o ajena de las otras. Por ello, hablar de cualquier aspecto de la persona es también hablar de su dimensión espiritual y entender la existencia integralmente un factor fundamental para encontrar mejores condiciones de vida para todos y para todo.

La interrelación con todo se da en el límite de cada fenómeno el cual cumple simultáneamente dos funciones: separar y ser el medio de contacto. En esta frontera acontece la existencia, a veces de forma fluida otras conflictivamente, cuando esto sucede, es necesaria alguna condición que permita identificar y valorar la tensión en dicho borde para resolverlo adecuadamente.

Culpa y responsabilidad
Imagen: Andrea de Santis.

Esta condición de posibilidad es la culpa y su función, simplemente identificar la fricción para generar la conducta necesaria frente a cada situación. Así, inmediatamente después de la primera percepción del conflicto, la experiencia humana se encamina hacia una interpretación que se manifiesta disfuncionalmente, como sentimiento de culpa, o funcionalmente, como responsabilidad.

El sentimiento de culpa se concentra en el pasado con una sensación de victimización cuando se es el afectado o de preocupación por la propia imagen si es el agresor. Esta interpretación impide movilizar la existencia, proyecta la atención al pasado, donde nada se puede hacer e impide la proyección al futuro.

La responsabilidad, en cambio, mira la situación en tiempo real, visualiza el daño, propio o ajeno, busca la reparación, suelta la experiencia y se proyecta creativamente hacia el porvenir.

Culpar es una interpretación común y frecuente que se aprende en la cultura y que incluso algunas concepciones académicas fomentan; sin embargo, el resultado que da esta comprensión atrapa la existencia con resultados pobres y de escasa calidad. Muy al contrario, entender los acontecimientos con responsabilidad permite mirar mejor el presente, es un apoyo sólido para lanzar la existencia al futuro y proporciona mejores condiciones de existencia.

Culpa y responsabilidad
Imagen: Riz.

Culpar al destino, al pasado, o a otros por las condiciones de vida personal en un momento dado es considerar que se es un títere a expensas del destino y de los demás, genera autocompasión, paraliza la existencia, interrumpe el progreso y la tragedia domina el horizonte.

En cambio, responsabilizarse de la propia existencia empuja el destino de la persona en la dirección que desea con toda la realidad que le da reconocer las condiciones del medio ambiente, los recursos externos a los cuales puede recurrir, así como las herramientas internas con las que cuenta para hacer frente a la situación.

Responsabilizarse de la propia existencia es dirigir la vida en el sentido que se considera pertinente, del pasado aprende, pero se deja atrás para emplear toda la energía vital en construir un futuro atractivo de acuerdo a las propias expectativas.

Responsabilizarse de la propia existencia es reconocer que ningún evento, por dramático que sea, tiene la capacidad de suyo para detener y frustrar la vida mientras ésta se conserve. Asume que todo proyecto consume tiempo y recursos; requiere de esfuerzo, de constancia y a veces de flexibilidad para adaptarse a situaciones emergentes. Puede renunciar a proyectos concretos, pero nunca a la posibilidad de hacer de la vida una experiencia que valga la pena ser vivida.


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Sintonía y sincronización

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Uno de los grandes retos humanos es lidiar con la realidad exactamente como se manifiesta en los diferentes momentos de la vida. Esto se debe a dos circunstancias: la primera, tiene que ver con las expectativas que se tienen con relación a las diferentes personas y acontecimientos y la segunda, a la incapacidad por mantenerse en el presente y conectados integralmente con ese momento.

Ambas situaciones conviene revisarlas brevemente para descubrir cómo actúan en la propia existencia y, sobre todo, para establecer las estrategias pertinentes que permiten una mejor calidad de vida relacionadas con la sintonía y la sincronización como antídotos a los dos obstáculos antes expuestos.

Las expectativas con relación a las personas y las circunstancias condicionan la forma de percibir la realidad y al mismo tiempo impiden advertir y apreciar lo que acontece alrededor. Las expectativas provocan que si algo se presenta como se pensaba, el vínculo tiende a establecerse más con la fantasía que con la realidad y, si no lo hace, la conexión profunda con la manifestación es limitada o se distorsiona porque entra el enojo, el rechazo, la frustración y la queja.

frustracion
Imagen: Stella Caraman.

Las expectativas entorpecen la sintonía, es decir, la capacidad de adaptarse fácilmente al entorno tanto físico como social, integrarse a él y experimentarlo como una sola realidad con la cual se danza o se fluye como expresan algunas escuelas espirituales.

Por su lado, la incapacidad de mantenerse en el presente y con un solo fenómeno tiene su origen en la multiplicidad de manifestaciones reales o imaginarias que acontecen en un mismo momento aunadas a la capacidad cerebral de contemplar simultáneamente pasado y futuro. Esta condición, si bien da versatilidad y para efectos laborales puede ser muy eficiente, a nivel personal genera estrés y deteriora o limita la conexión total con un acontecimiento en un instante dado.

La incapacidad para mantenerse en el presente afecta la posibilidad para disfrutar plenamente la existencia, genera ruido interno, estrés, incomodidad, insatisfacción, aumenta la susceptibilidad, saca de la experiencia en tiempo, puede generar remordimientos y se convierte en el detonador que empuja al pasado o al futuro las siguientes experiencias.

La incapacidad por mantenerse en el presente y conectados integralmente con ese momento bloquea la sincronización impidiendo la relación plena y total.

sintonia y sincronizacion
Imagen: Muhammed Sajid.

La vivencia de la realidad desde la sintonía y la sincronización no es ajena al ser humano, sucede cuando algo realmente llega a atrapar y se expresa en términos de contemplación cuando se detiene el tiempo y el ruido interno al mirar simplemente el vaivén del mar o un atardecer, al abrazar a un bebé o al fundirse plenamente con otro ser humano en un encuentro erótico.

Si bien, seguir la vida desde las expectativas y la incapacidad de mantenerse en el presente bloquean y entorpecen la sintonía y la sincronización, reconocer y acentuar la importancia de estas dos prácticas contrarrestan los efectos negativos y empujan hacia una vivencia más satisfactoria, hacia una armonía integral, hacia una realidad más plena.

La sintonía funciona para contrarrestar las expectativas al adaptarse y la sincronización sirve para conectarse total y absolutamente con aquello que está sucediendo. La sintonía y la sincronización permiten asimilar las situaciones y las personas como son, sin pelear con su manifestación, sin permitir que atropellen la propia existencia y, al mismo tiempo, facilitan la concentración total del ser en sí mismo y de su vinculación con lo otro en una misma realidad que reconoce la pertenencia a algo mayor que incluye a todos los seres, animados e inanimados que produce plenitud.

La sintonía y la sincronización identifican y asumen que siempre se está en el lugar correcto, en el momento justo y con las personas perfectas.


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Una de las grandes preguntas de la humanidad tiene que ver con la existencia misma. ¿Cuál es el origen del mundo? ¿Cómo se originó la vida? ¿Para qué existe el ser humano? Éstas preguntas recorren la historia de la humanidad y se encuentran aún vigentes.

Para responderlas, las culturas primitivas emplearon mitos vinculados a sus tradiciones religiosas ancestrales, luego, la ciencia se ha dedicado a buscar la respuesta al origen de lo creado por medio de ciertas teorías. Así, cada una de las afirmaciones tiene consecuencias en la forma de entender la vida, las relaciones y la propia existencia.

Independientemente de las múltiples explicaciones que hay al tema, tomo dos específicamente provenientes de tradiciones antiguas: la primera del mundo sumerio, la segunda de la tradición judía por la influencia del cristianismo en el mundo occidental al cual pertenecemos en su mayoría los lectores de El Semanario.[1]

De la zona mesopotámica, entre el Tigris y el Éufrates, provienen los relatos escritos más antiguos encontrados hasta el momento. De ellos, el poema de Atrahasis, es el mito que habla de la creación del ser humano. En esta narración los dioses de la tierra Igigu, agotados por la dura tarea de hacer los ríos y las montañas, se rebelan contra su soberano, el dios Enlil, quien junto con Anu, el monarca de los dioses del cielo, y Enki, rey de los dioses del inframundo, deciden crear al ser humano para que realice las tareas correspondientes a los insurrectos y así resolver la situación.

Esta narración, muy anterior a la bíblica, fue conocida en todo el cercano Medio Oriente Antiguo y seguramente influyó en la comprensión hebrea. Sin embargo, para el pueblo de la Alianza, la relación con su Dios, Yahvé, era de otro orden. Si bien en la Biblia se encuentran dos relatos de creación, en ninguno de los dos el origen está condicionado a la esclavitud. Por el contrario, Dios crea simultáneamente al hombre y a la mujer en el primero de ellos, en el segundo, hace al hombre primero y de su costilla forma a la mujer; en ambos, Dios entrega el mundo a sus criaturas para que lo dominen y sometan, pero también para que lo cuiden y lo disfruten.

creacion del hombre
Imagen: Houston Hanna.

Dominar y someter se suele interpretar como abuso y opresión, pero también se puede entender como dirección y organización. Sin lo creado no existe la humanidad. Su dependencia de todo lo no humano es absoluta e indispensable para su existencia y por ello necesita cuidarla y entablar una relación que le permita seguir subsistiendo para continuar recreando la vida común.

Ciertamente todo es diferente entre sí, pero las personas reconocen una diferencia mayor que les permite relacionarse de una forma distinta, abierta a la novedad, no repetitiva ni predictiva como en todo lo demás; una capacidad que también facilita descubrir el funcionamiento cíclico del mundo que sirve para cambiar lo periódico por espiral y combinarlo con la historicidad humana.

En efecto, aunque se regrese recurrentemente a un mismo punto, al iniciar un día, un mes, un año; la posibilidad de enfrentarlo y relacionarse con él siempre está abierta a la novedad, a emprenderla como carga o reto, con desaliento o ánimo, con pusilanimidad o valor, con pesimismo u optimismo, con desconfianza o imaginación, con desconsuelo o esperanza.

Estamos en las vísperas de iniciar un año, que trae sus desafíos, sus incertidumbres, sus amenazas, pero también la certeza que la vida sigue, que la fraternidad nos hermana, que la solidaridad nos impulsa a todos, que la responsabilidad mutua nos mueve a entablar dinámicas favorables para todos y que la consciencia y la conciencia nos acompañan para ver, reflexionar y elegir. Hoy tenemos la posibilidad de encarar este nuevo año con decisiones que construyan paz, armonía y esperanza personal y comunitaria.

Termino con una cita que encontré en el texto de Atrahasis provenientes de Nuestros Ancestros: “No hay decisiones buenas y malas, sólo hay decisiones y somos esclavos de ellas”.

 “Feliz Año Nuevo”.


Notas:
[1] El cristianismo permeó la cultura occidental independientemente de la postura religiosa, ateo o agnóstica de cada quien.


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Los seres humanos nos experimentamos arrojados a una existencia que necesitamos resolver sin el instinto propio de los animales, pero con una libertad por mucho mayor a la de ellos. Este gran don que nos acompaña es al mismo tiempo un desafío a nuestro propio bienestar.

En efecto, una parte de la vida nos vive, es decir, otros deciden el camino a seguir: los padres, la familia, la escuela, el trabajo, la sociedad en la que nos encontramos van indicando la ruta a seguir, la cual recorremos frecuentemente de forma automática, cumpliendo las expectativas que nuestro rol de género, de condición socioeconómica o religioso indican. Algunos maestros de espiritualidad llaman a esta forma de existir estar dormidos, porque sólo somos como títeres que se mueven sobre la banda de la vida, hacia donde sea que lleve.

Hay un estado intermedio en donde la persona empieza a tomar decisiones, ha pensado un mundo ideal, pero las situaciones y las personas deben cumplir con ciertas características para que funcione de acuerdo a sus esperanzas. En este caso, si bien la persona empieza a tomar decisiones y el control de su vida, aún se encuentra dormitando, pues pretende que el resto de la existencia se adecúe a sus expectativas. Esta condición es de máximo sufrimiento pues nunca se consigue que el mundo, los/as otros/as y LO OTRO se comporten y se presenten de acuerdo a sus criterios.

intencion
Imagen: JooHee Yoon.

Sin embargo, hay una tercera opción: despertar. En esta forma de enfrentar la vida se aprende a soltar el control externo para trabajar en la propia auto-regulación. El movimiento vital deja de estar en función de perspectivas externas, de la misma manera que tampoco pretende que nada se adapte a sus condiciones. En su interior hay una intención que le mueve, pero que no le condiciona. Descubre que su propia libertad sólo tiene sentido cuando las/os otros/as son libres de ser y manifestarse como son.

Entonces su vida toma dirección, con una intención clara y con un rumbo libre de expectativas, que acepta con facilidad el cambio de orientación que toman las situaciones, las cosas y las personas. Acepta que la realidad es simplemente lo que es y no lo que se quiere que sea. Donde la flexibilidad es una característica a desarrollar como virtud porque es el medio que permite adaptarse a los contratiempos que presenta la vida, aprende de ellos, toma lo bello y verdadero que tienen de sí y suelta la oscuridad que manifiestan.

La vida entonces se enfrenta con intención, pero sin expectativas porque la intención dirige, en cambio la expectativa condiciona; la intención abre a la novedad, la expectativa limita opciones; la iniciativa invita al descubrimiento, la expectativa cierra el horizonte a una sola posibilidad; la intención se relaciona con el entusiasmo, la expectativa con la frustración.

Cuando se despierta verdaderamente se mira, se reconoce, se acepta y se aprecia la vida, así precisamente como se presenta…

intencion y decisiones
Imagen: Jeannie Phan.

Con entusiasmo para descubrir la sorpresa que representa.
Con sensibilidad para percibir lo dado.
Con pasión para disfrutar la travesía.
Con claridad para identificar oportunidades.
Con fortaleza para superar las adversidades.
Con criterio para discernir lúcidamente.
Con agradecimiento por el regalo de la existencia.
Con respeto para aceptar la diferencia.
Con responsabilidad para cuidar el entorno y el propio ser.
Probándolo todo, soltando lo dañino, renunciando a lo innecesario y conservando lo bueno para vivir en armonía.

Despertar es aceptar el dolor que implica la subsistencia sin atarse al sufrimiento que provoca el apego, la aversión y la expectativa. Despertar es decidirse a vivir intencionalmente y gozar la experiencia el tiempo que dure.


En días pasados di una charla acerca de “Cerrar Ciclos” en donde una de las personas participantes resumió la postura hacia el futuro con el título que empleo para esta reflexión. No recuerdo su nombre, pero le estoy profundamente agradecida.


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El caminante espiritual. si bien sabe que la vida es un sendero que se disfruta mientras se recorre, también reconoce que su existencia es como una cadena que se va formando con los eslabones que corresponden a los diferentes eventos, situaciones y ciclos que experimenta.

Toda cadena es tan fuerte como su eslabón más débil. Por ello, es fundamental cuidar de cerrar bien cada uno de los eslabones; sin apegos, por formidables que hayan sido las personas y los momentos pasados y sin aversiones por justificados que estén esos sentimientos para construir una personalidad sólida, satisfactoria, plena y abierta para hacer de nuestra existencia una experiencia valga la pena ser vivida.

Cada uno de los eslabones que conforman la subsistencia, son parte irrenunciable de la historia de cada persona, que necesitan ser bien cerrados para poder engarzar los siguientes y hacer funcional su ser. No hay eslabones buenos ni malos, sólo son. Aun cuando se les puede clasificar como afortunados o desafortunados, ninguno de ellos es absoluto ni eterno y a todos se les puede encontrar orientaciones positivas de la misma manera que todos tienen aspectos oscuros.

cerrar un ciclo
Imagen: Brian Rea.

En efecto, todo evento, por dramático, difícil o doloroso que haya sido, tiene particularidades luminosas que empujan la vida a más y mejor. Encontrar su luz y caminar por los senderos que alumbran enriquece y fortalece la vida. De igual forma, toda situación por bella, satisfactoria o gozosa que se haya experimentado tiene matices oscuros que atrapan e impiden continuar el camino.

Reconocer las representaciones positivas de los acontecimientos experimentados como dolorosos y las perspectivas negativas de los eventos placenteros son un primer paso para fortalecer la cadena de la vida, el segundo es dejarlos donde se encuentran, en el pasado.

Cerrar cada evento implica aceptar la participación personal en el mismo, reconocer la trascendencia que tuvo en la propia vida, saber agradecer, aceptar la necesidad de perdonar y soltar para seguir el camino ligero de equipaje.

cerrar ciclos
Imagen: Sam Nagel.

Cerrar implica abrir el corazón y la propia vida a lo novedoso, con la experiencia que ha dejado el pasado, con la certeza de las propias habilidades desarrolladas, con la esperanza que cada naciente día es una nueva oportunidad para experimentar la profundidad del devenir.

Estamos al inicio del último mes del año, un año atípico para el mundo entero, que ha presentado retos, pérdidas y adaptaciones. Un año que ha sacado a la luz la verdad oculta de todos nosotros: los miedos, la rigidez, la indiferencia, la solidaridad, las fortalezas, la creatividad, el ingenio y la voluntad de persistir. Un año difícil en todos los sentidos que ha exigido de un esfuerzo mayor y que literalmente nos ha robado el aire. Pero también ha sido un año que ha permitido sacar habilidades y fortalezas ocultas en las profundidades de nuestras personas, cualidades que descansaban tranquilamente pues sus servicios no habían sido necesarios. Las hemos visto, las hemos reconocido y ahora sabemos que podemos hacer uso de ellas para continuar nuestro sendero.

Es tiempo de recapitular y asumir lo ocurrido para cerrar el eslabón del 2020 y con mayor consciencia disponernos a enfrentar el futuro que se nos avecina con la certeza y la confianza de que todo lo que necesitamos para seguir ya lo tenemos, en todo caso, sólo nos hace falta buscarlo y sacarlo a flote para continuar.


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