La tierra de los espejos

De lo urgente a lo importante

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Existen diversas causas a través de las cuales se puede iniciar una psicoterapia. En muchos casos la existencia de situaciones de crisis de diverso origen (de pareja, familiar, laboral, existencial); la aparición de síntomas psíquicos (ansiedad, angustia, irritabilidad, baja de deseo sexual); trastornos psicológicos o psiquiátricos (de personalidad, depresión, fobias, crisis de pánico) o la búsqueda de un espacio de reflexión, crecimiento y autoconocimiento son los motivos por los que se puede comenzar un proceso psicoterapéutico.

Ahora bien, al iniciar una psicoterapia se debe tener en cuenta que ésta es una disciplina, algunos lo consideramos un arte, que centra su labor en la psique o mente de un individuo, un lugar que no ocupa un espacio físico definido en nuestro cerebro, sino que, más bien, debe entenderse como el conjunto de funciones que dan origen a nuestra naturaleza racional, reflexiva, emotiva y creativa, tanto a nivel consciente como inconsciente. Es decir, se trabaja en un plano “intangible”, en un campo al que se accede por el lenguaje, se define por éste y, en buena medida, se trata o cura a través del mismo. Digámoslo de una vez: a nivel mental y, por ende, emocional y relacional, estamos hechos de palabras. El lenguaje nos constituye en lo que somos.

psicoterapia verbal
Imagen: Dan Bejar.

La psicoterapia accede a la mente a través del lenguaje verbal y no verbal. No trata a un cuerpo, ni a un órgano enfermo, no intenta descifrar a un número de documento de identidad, ni a un apellido; se trabaja con la historia y la memoria de un ser único e irrepetible. Esta unicidad implicará que el ejercicio terapéutico no será nunca igual.  Cada mujer, hombre, niño o niña, cada pareja, cada familia son universos distintos. Por lo tanto, sistematizar u homogeneizar los procesos por los que se transitará a lo largo de un tiempo psicoterapéutico puede llegar a ser absurdo.

Sin embargo, individual, social y económicamente se le exige a pacientes y psicoterapeutas resultados rápidos, eficaces, simples y baratos. Se pretende situar al trabajo analítico en una lógica que a todas luces resulta inadecuada pues, por ejemplo, no se puede tratar un cálculo renal en el mismo plano que a una depresión originada en la muerte de un ser querido. Siendo ambos experiencias muy dolorosas, el diagnóstico, tratamiento y eventuales consecuencias de estos comprenden planos absolutamente diferentes, imposibles de comparar o equiparar. No se trata aquí de establecer competencias entre la mirada médica y la aproximación psicoterapéutica; ambas por lo demás suelen complementarse y pueden trabajar juntas, pero situarlas en un quehacer similar suele producir una serie de dificultades totalmente evitables y previsibles.

psicoterapia
Imagen: Ilaria Urbinati.

Hoy por hoy, la medicina occidental centra su labor básicamente en el plano paliativo, realizando una labor muy significativa en el tratamiento y eventual cura de múltiples patologías. Es indudable que en el plano preventivo y educativo la medicina también ha venido experimentando cambios y avances importantes. Sin embargo, resulta innegable que su trabajo se centra en lo urgente, en lo inmediato, en la extinción de los síntomas y las causas asociadas a una enfermedad en particular e idealmente en la cura definitiva de ésta.

La psicoterapia por otra parte no posee ese espíritu cortafuego, muy por el contrario; sin dejar de lado la cura como meta, su labor se orienta en lo importante, en lo mediato, en la comprensión del origen del síntoma, del sufrimiento, del malestar. De lo urgente a lo importante; ésa es la invitación de la psicoterapia, focalizarse en lo profundo, atravesar el síntoma, verlo como lo que éste es: una señal. Las señales pequeñas o grandes son sólo reflejos de nudos más intrincados. Desatarlos es el desafío.  Desanudarlos con valentía, compasión, amor y paciencia es lo importante.

La praxis psíquica es ante todo una oportunidad de aprendizaje y comprensión. Hacer ese viaje, no siempre sencillo y rectilíneo, supone una aventura que bien vale la pena ser vivida. El premio no es poca cosa: la autonomía, la independencia emocional.


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¡Vota! En defensa de la democracia

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Las democracias del mundo tienen una capacidad aterradora de autofagocitarse. Hoy, en cada continente, el mejor sistema de imperfección política, el que mayor bienestar ha traído a la humanidad; el que tantas veces descuidamos y ninguneamos cuando lo tenemos y tan profundamente anhelamos y lloramos cuando lo perdemos, está en serio peligro. De extrema derecha a extrema izquierda; el populismo, sea nacionalista, anarquista, regionalista, fascista, religioso, ecologista, comunista, étnico o reformista, amenaza con destruirlo todo.

A veces olvidamos lo sencillo que es perder la democracia y lo tremendamente difícil que es recuperarla. Los latinoamericanos, en particular, sabemos muy bien lo que esto significa. Buena parte del siglo XX nos la pasamos de horror en horror, de dictadura en dictadura; incluso hoy aún quedan entre nosotros regímenes totalitarios y claramente antidemocráticos. Sin memoria se cometen siempre los mismos errores y, sin embargo, pareciera que la tozudez puede más y estamos cada vez más cerca de desaprender todo lo que, con tanto dolor, entendimos en el pasado. Esto es, que las sociedades que progresan y se fortalecen son aquellas que discuten, negocian y llegan a grandes acuerdos; que no excluyen, que celebran la diferencias que coexisten en ellas y que son capaces de hacer de la política un instrumento, que aunque imperfecto, es capaz de darle brújula, orden y sentido a los anhelos de nuestros países.

marcha a vota
Imagen: Clara Selina.

El progreso y la justicia se escriben con diálogo, generosidad, esfuerzo y responsabilidad. El bienestar ciudadano se construye generando riqueza; la historia así nos lo ha enseñado, los países pobres no pueden garantizar seriamente ningún derecho social. Por ello, el rol fundamental del Estado, además de ordenar y administrar la vida en sociedad, debe garantizar que existan condiciones básicas para que el desarrollo económico, científico, tecnológico y cultural sea posible en nuestros países, en el marco de una alianza público-privada virtuosa, con reglas justas y claras y con mirada de largo plazo. Así también, los empresarios y grupos económicos deben entender su rol en el desarrollo colectivo de las naciones, que al no hacerlo sabotean su propio crecimiento y estabilidad en el tiempo.

Por otra parte, hoy más que nunca es necesario que la clase política sea capaz de ponerle límites a las expectativas de sus electores, explicando a la ciudadanía que las grandes transformaciones sociales se hacen con planificación, tiempo y recursos concretos. No se trata de acotar los sueños y anhelos de progreso de nuestros pueblos, al contrario, se trata de asumir la responsabilidad histórica de conducir con seriedad esas transformaciones; no hacerlo, inevitablemente continuará horadando los cimientos de la confianza y la fe pública en el sistema representativo y en la democracia.

Desde luego, científicos, artistas e intelectuales también están llamados a contribuir al buen cuidado del debate y al diálogo ciudadano. Su labor es fundamental: dotarnos de ideas e imaginación para afrontar los grandes desafíos que tenemos frente a nosotros; advertirnos y cuidarnos de los discursos fáciles del populismo; enseñarnos el valor del rigor intelectual y darle “oxígeno” al debate político-empresarial que tantas veces se toma la agenda impidiendo analizar con perspectiva las verdaderas prioridades para el desarrollo y el progreso humano, así como el cuidado de nuestro planeta.

vota por la democracia
Imagen: The Guardian.

Entonces, ¿qué hacer? ¿Cómo puedes tú, lector de esta columna, hacer también tu parte para mejorar y perfeccionar aquellos aspectos de tu sociedad que consideras deben cambiarse? La respuesta es simple: ¡vota!

Cada elección es la oportunidad de mejorar lo ya hecho.  Incluso si crees que te equivocaste la última vez, ¡vota! Si tu candidato te decepcionó, ¡vota! Si crees que todos los políticos son iguales, ¡vota! Si crees que la democracia es imperfecta, ¡vota! Si piensas que nada va a cambiar, ¡vota! Si tienes sueños, ¡vota! Si no crees en las utopías, ¡vota! Si crees en el Estado, ¡vota! Si crees en el Mercado, ¡vota!  En cada elección, local o nacional, en cada plebiscito: ¡vota!

Las naciones que no entienden la noción de reciprocidad social terminan actuando como adolescentes, es decir, con un enorme derroche de energía, grandes dosis de narcisismo y pulsiones cortoplacistas. El voto, el acto de votar es la posibilidad de que un país se haga adulto. No es casualidad que el derecho al mismo sea, en la mayoría de los casos, a contar de los 18 años. En la frontera de la adolescencia los seres humanos nos transformamos en ciudadanos. Entonces, cuida tu derecho a elegir, cuida tu derecho a equivocarte, cuida tu voto. Cada vez que puedas, ¡vota! No importa si no compartimos la misma visión de mundo, no importa si no estás de acuerdo conmigo, ¡vota! Hazte responsable de tu lugar en la historia. Cuida la democracia.


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Cuentas pendientes

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¿Cuántas cuentas por cobrar tiene usted? y más importante aún, ¿cuántas deudas pendientes tiene? Probablemente, si lo evalúa desde el punto de vista financiero, no le costará demasiado llegar una cifra concreta. Sin embargo, si ampliamos la definición y vamos más allá de lo meramente monetario, las cosas pueden sorprenderle.

Las deudas son obligaciones contraídas con y por instituciones o personas. El espectro de éstas es diverso, yendo desde criterios meramente económicos hasta ámbitos morales y afectivos. Podemos deber dinero, pero también sueños, expectativas, esperanzas, ilusiones, promesas, compromisos y hasta tiempo. Se nos adeuda, pero también adeudamos. Podemos estar en falta con entidades económicas, al igual que con personas conocidas, amigos, familiares, pareja e hijos. 

El Estado adeuda a sus ciudadanos cuando no es capaz de responder a las soluciones que políticos, burócratas y funcionarios públicos prometen en cada campaña electoral o en la formulación de esperanzas de una modernización del Estado que ayude a contar con mejores servicios de salud o educación de calidad. La empresa privada adeuda a los consumidores cuando la oferta publicitaria es engañosa o incompleta. 

cuentas del estado
Imagen: Philip Lindeman.

Nos debemos a nosotros mismos mayor responsabilidad al asumir una tarea que nos entusiasma, pero que no dimensionamos en su verdadera magnitud, para posteriormente, buscar todo tipo de salidas para abandonarla. Comenzamos a incumplir nuestra lista de intenciones de año nuevo en cuanto abrimos los ojos el primero de enero. Tenemos una larga lista de obligaciones con nuestro cuerpo: kilos que bajar, ejercicio que hacer y horas por dormir.

La lista es larga; el viaje que nos prometimos hacer, las redes sociales que íbamos a cerrar, la relación de pareja malsana que queremos terminar desde hace tanto tiempo, dejar de fumar, dedicarle más tiempo al ocio, darnos permiso para “perder el tiempo” y gozar más la vida. Y así como el inventario de cuentas pendientes es vasto, son proporcionales también las justificaciones de los incumplimientos. 

Cada frustración, cada decepción con otros y con nosotros mismo engrosa, con dolor y hasta rabia, la lista de cuentas por cobrar, con, además, reproche y culpa. ¿Qué hacer entonces?, ¿indultar e indultarnos?, ¿“hacer la pérdida” y seguir con nuestras vidas para volver a endeudarnos?, ¿condonar lo que se nos debe y volver a confiar?

Cuando vivíamos en tiempos más nítidos, más sencillos de definir, con bordes morales más predecibles, las cuentas por cobrar o por pagar eran más fáciles de delimitar y asumir. Las personales eran perdonadas, convenientemente, de cuando en cuando; el mismo Oskar Schindler bien lo decía “lo que todos necesitamos es un buen médico, un cura comprensivo y un contador listo”. Las deudas sociales, gubernamentales o empresariales, las asumía el sistema con absoluciones apropiadamente elaboradas en base a supuestos políticos, actos de la naturaleza o designios divinos. Borrón y cuenta nueva, era una norma tácita que balanceaba deudas y acreencias a todo nivel.

deudas
Imagen: James Heimer.

Pero las cosas ya no son lo que eran, y está bien que así sea. Hoy la inmediatez, las redes sociales y el mayor poder de los consumidores –sean estos de bienes materiales, servicios o incluso afectos– no dejan espacio para respuestas generalistas o cortoplacistas. La demanda de justicia y reparación alcanza nuevos significantes, la tarea, por lo tanto, no es sencilla. Ya no se trata de ofertar y luego ofrecer disculpas sin mayor explicación. Sociedades e individuos no se conforman con discursos o justificaciones que echan mano a la explicación de la explicación de lo ocurrido. No, hoy los deudores esperan compensaciones y soluciones concretas. 

Benjamín Franklin decía que lo único seguro en la vida eran “death and taxes” (la muerte y los impuestos), hoy habría que agregar deudas. Lo único seguro en la vida son la muerte, los impuestos y que debemos, nos deben y nos debemos. Entonces, nos es mala idea tomarnos más en serio lo que prometemos y dudar, razonablemente, de las ofertas que se nos hacen; acotar las ilusiones y andar más livianos de deudas y expectativas frustradas. 


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La (in)utilidad de las conspiraciones

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Los tiempos de incertidumbre, inevitablemente, abren las puertas a la imaginación.  Y en ese espacio, la creatividad hace lo habitual: les cree a las percepciones sensoriales del sujeto, asume como verdad cierta sus emociones y articula análisis y respuestas en función de sus expectativas; las que, a su vez, se basan en sus experiencias pasadas y en impulsos libidinales que, aunque legítimos, ponen siempre en primer lugar la propia satisfacción. 

Entonces, cuando toda la búsqueda de contestaciones se pone al servicio de lo psicológicamente esperado, dejando de lado toda capacidad crítica, asumiendo como cierto lo que a priori se considera como probable, se deja de estar en un escenario racional. La reflexión se traslada a un plano predominantemente emotivo y las creencias se refuerzan echando mano a cualquier teoría que refuerce los prejuicios instalados en la mente y en el discurso del individuo.

¿Es reprochable esperar respuestas basadas en la propia experiencia?, ¿es objetable construir soluciones a partir de parámetros personales?, ¿es cuestionable elaborar discursos funcionales a la agenda propia?; desde luego que no. Es más, es del todo legítimo defender posiciones políticas, principios, utopías y los valores culturales de las sociedades con las cuales nos sentimos identificados. 

vigilancia, conspiraciones
Imagen: Capitan Swing.

El problema es otro. Lo complejo, y hasta peligroso, es cuando la estrategia elegida para enfrentar situaciones límites a nivel personal, cambios de ciclo históricos o grandes crisis socioeconómicas y políticas, echa a mano, no al análisis profundo, a la confrontación de ideas o al debate intelectual, sino que construye teorías amenazantes y agendas conspirativas para evitar la construcción de un discurso propio y la responsabilidad que ello conlleva. 

Las teorías conspirativas son, ante todo, actos de holgazanería intelectual. La comodidad de la generalización, la acusación a la bandada y la impugnación irresponsable de ideas y conductas ajenas, sin evaluar contextos, entender los parámetros filosóficos y culturales que las sustentan y, en particular, escuchar con atención y respeto los fundamentos lógicos de quien las plantea, no hace más que ajustar, aquello que criticamos y condenamos, a nuestra propia conveniencia.

Hace más de sesenta años John Rawls planteó la noción de justicia como equidad. Su noción de justicia, basada en el principio de libertad y en el principio de la justicia social, hoy adquieren, en el mundo entero, una vigencia enorme. Pero una cosa es el velo de la ignorancia propuesto por este filósofo, que opera como un ejercicio ecuánime que busca encontrar principios de justicia mutuamente aceptables y, en definitiva, reciprocidad en la relaciones sociales y personales, y otra cosa muy distinta, es la construcción mañosa y ramplona de tesis oportunistas que lejos de fomentar el disenso, el diálogo asociado a éste y la construcción de grandes acuerdos, optan por posiciones en apariencia altruistas, pero que en el fondo sólo esconden conveniencia y narcisismo.

mentira, conspiraciones
Imagen: Rewisor.

¿Habrá algo más capitalista que el arcoíris desiderativo de una persona? ¿Habrá algo más comunista que la renuncia a la responsabilidad individual de un sujeto cuando busca refugio en instituciones y doctrinas para resolver sus problemas materiales y existenciales? Probablemente no, por ello, no estaría de más, que, de vez en cuando, dudáramos de nosotros mismos, de la facilidad con la que emitimos juicios, de la forma en que siempre buscamos zonas de confort que permiten reforzar todo aquello que consideramos normal, correcto y hasta justo. Que nos atreviéramos a salirnos de la conveniencia que otorga la noción de complot, la lógica del gran hermano y nos lanzáramos en la búsqueda de conocimiento y lenguaje que le dieran verdadero sentido a estos tiempos de incertidumbre y enormes oportunidades.


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Psicología médica

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Desde las últimas décadas del siglo XX, la salud mental fue evolucionando y transformando, de manera importante, su rol en el ámbito médico-hospitalario. Fue así como una nueva manera de entender a las enfermedades somáticas hizo que psicólogos y psiquiatras extendieran su intervención al tratamiento integral de patologías, tales como el cáncer, el sida, el lupus, la diabetes y la esclerosis múltiple. Una nueva visión integral del proceso salud-enfermedad, donde los factores biológicos interaccionan con los psicológicos, sociales y medioambientales, hizo que surgieran múltiples aproximaciones terapéuticas para el apoyo multidisciplinario de pacientes con enfermedades médicas complejas.

Prueba de la importancia de esta nueva forma de abordar la salud, fue la aparición paulatina, pero sostenida, a partir de los década de los 70, de diferentes disciplinas como la Medicina Comportamental, la Salud Comportamental, la Psicooncología y finalmente, la Psicología Médica. Todas estas especialidades centraron la aplicación de los conocimientos de la psicología sobre el comportamiento humano a los contextos médicos, poniendo énfasis en el cuidado integral del paciente y en el mejoramiento de su calidad de vida, más allá de los pronósticos estadísticos de la enfermedad de base tratada.

Con poblaciones cuyas expectativas de vida crecen en forma significativa año a año, las causas de muerte han ido variando en el tiempo. Más allá de la actual pandemia por Covid-19, es evidente que, en los últimos treinta años, se ha producido un descenso enorme en las tasas de mortalidad por enfermedades infecciosas, pero al mismo tiempo ha ocurrido un incremento exponencial de patologías como cáncer, enfermedades coronarias, obesidad, diabetes, etc. Si se analiza, desde el punto de vista etiológico y evolutivo, la causalidad de esta progresión, queda claro que, en gran medida, la mayoría de las dolencias que afectan a la humanidad están relacionadas con el comportamiento y estilos de vida de la población, antes que agentes patógenos.

depresion y pandemia
Imagen: Sasha Seraia.

Por otra parte, los avances de la medicina han conllevado una serie de repercusiones en la práctica de la misma. Con anterioridad al desarrollo de fármacos eficaces, la figura del médico, y anteriormente la del curandero, basaba buena parte de su intervención, en la empatía, la compasión y la transmisión de sentimientos de esperanza hacia los enfermos. En muchos casos, esa praxis psicológica primaria constituía, con pocas excepciones, la única terapia que los cuidadores de la salud pudieron ofrecer durante cientos de años a los enfermos. Sin embargo, los avances científicos del siglo XX hicieron que se olvidaran estos importantes aspectos de la relación médico-paciente, y que ésta, junto con los aspectos psicológicos de la enfermedad, se desatendiera enormemente.

Todavía mayor fue la pérdida de esta perspectiva cuando a principios del siglo XX se inició lo que se denomina “medicina especializada”, que provocó que los estudiantes de medicina fueran instruidos en el tratamiento de enfermedades concernientes a determinados sistemas u órganos corporales, con poca o ninguna integración de conocimientos que facilitase la atención integral del paciente.

En otras palabras, esta especialización, junto con la posibilidad de mejores y más completos diagnósticos y tratamientos, fue acompañada de una pérdida en la utilización de aquellos elementos terapéuticos asociados con el conocimiento y la compresión del paciente como ser humano multidimensional. De este modo, factores familiares, económicos, ocupacionales, culturales y de personalidad, fueron completamente ignorados durante la mayor parte del siglo pasado, dominando una visión unicausalista de la enfermedad, a la que se dio en llamar “teoría del germen infeccioso”, según la cual, la condición necesaria y suficiente para el desarrollo de una enfermedad era la presencia de un agente patógeno.

sentados en sillas, rojo, aislamiento
Ilustración: Damián Lluvero (Forbes).

Sin embargo, el nuevo panorama epidemiológico ha traído consigo la reconsideración de esos otros factores implicados en la salud humana, propiciando así la aparición de una nueva comprensión de la enfermedad como un fenómeno plurideterminado, en el que los factores biológicos, conductuales y ambientales (físicos y sociales) cobran una gran importancia.

Ello no se debe únicamente a la comprensión de elementos asociados al desarrollo de las principales enfermedades del mundo moderno, sino también al cambio en los objetivos que la práctica médica se plantea con respecto al tratamiento de dichos trastornos. El objetivo, en la mayoría de las ocasiones, ya no es la curación, sino que, por el contrario, en gran parte, de los trastornos crónicos (enfermedad de Crohn, fibromialgia, parkinson, alzheimer, etc.) lo que se persigue es el aumento en la calidad de vida del paciente. Este nuevo objetivo requiere del aporte de profesionales pertenecientes a diferentes disciplinas, que contemplen al paciente en su totalidad y atiendan las repercusiones que la enfermedad puede suponer para éste en diferentes contextos. Así, conceptos como estrategias de afrontamiento de la enfermedad o adhesión terapéutica, han ido cobrando cada vez más relevancia. Es así como, desde hace ya muchos años, la salud se entiende como “el estado de completo bienestar físico, mental y social y no la mera ausencia de enfermedad”.

psicologia medica
Imagen: Patrycja Podkościelny.

Debido a esto, la intervención psicológica actual no se reduce a ser exclusivamente clínica en el sentido tradicional, sino que contempla unos objetivos más amplios, abarcando también la prevención y la promoción del bienestar físico y mental. Se entiende, por lo tanto, que el individuo debe ser visto no como un ser aislado, sino como un sujeto inmerso en un contexto social, por lo que se refuerza el punto de vista de que los factores socioambientales desempeñan un papel fundamental en la génesis y evolución de una patología y la respuesta al tratamiento de la misma.

Con la inclusión de parámetros emocionales, en el tratamiento de las enfermedades médicas de características crónicas, una nueva manera de trabajar multidisciplinariamente se ha iniciado. El reconocimiento de la importancia de la salud mental en la vida de las personas sanas o enfermas, desde el punto de vista orgánico, ha abierto un nuevo ciclo en la historia de la medicina. La psicología médica constituye no sólo un enfoque revolucionario, sino que también señala el inicio del desarrollo de mejores herramientas de prevención y tratamiento de enfermedades crónicas. En definitiva, si vamos a vivir más, debemos, sobre todo, vivir mejor.


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No tengo pruebas, pero tampoco dudas

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El consumidor desencantado, el anarquista rebelde, la víctima de abusos de todo tipo, el conservador atemorizado con los cambios de los que es testigo, la feminista esperanzada con un nuevo orden social, el intelectual escéptico, el misógino militante, la joven vegana, el sujeto religioso que entiende que todo esto se trata de una “prueba de fe”, el político anunciando su voto que luego califica de error y pide disculpas, el empresario que piensa que siendo parte del tumulto será menos despreciado, el artista promocionando su última obra, rebeldes, proletarios, liberales, fascistas, antisemitas, comunistas, denunciantes de un Estado opresor, derechistas tratando de igualar abusos y horrores propios con los que ha cometido la izquierda a lo largo de la historia, humanistas llamando a la paz, francotiradores verbales de todo tipo, voyeristas y ecologistas varios; todos los transeúntes de las redes sociales sostienen sus discursos con lo que encuentran ahí. No hay nada más verídico que lo que es funcional al propio relato.

Si algo produce malestar qué mejor que validarlo y justificarlo. Y ¿dónde se encuentra la constatación “empírica” de lo que nos aqueja? En la plaza pública, desde luego. Instagram, Twitter, Facebook, la respuesta y el refuerzo a todas mis frustraciones, oprobios, maltratos e inconformidades las encuentro ahí. A mayor eco que tenga mi denuncia más certero creo a mi discurso. Otra cosa es que yo esté dispuesto a, en verdad, entender lo que me ha ocurrido, a contextualizarlo y a ver las distintas variables que convergen en mi malestar. Sin duda, “disparar a la bandada” es un antiguo recurso. “Todos los hombres son iguales”, “Todos los empresarios son abusadores”, “Los pobres lo son porque son flojos”. La generalización es un recurso mediocre que sólo da cuenta de la pobreza argumentativa y de la comodidad intelectual de quien la utiliza.

sociedad
Imagen: Lisk Feng.

El uso masivo de las RRSS ha producido un quiebre en la visibilización del malestar, en la lógica de la queja y en la búsqueda de la justicia. La precarización psicológica, debido a la inmediatez de la satisfacción de la demanda, entre muchas otras variables, ha provocado una búsqueda desenfrenada de respuestas inmediatas. Las redes sociales han frivolizado el malestar, instalando un discurso superficial, irreflexivo, cortoplacista y generalista. La denuncia como eslogan se ha instaurado, otorgándole combustible infinito a la frustración y transformándola en rabia colectiva, que se alimenta recursivamente en las plazas públicas de las redes sociales.

Históricamente, el malestar había sido una experiencia esencialmente individual, que se potenciaba en espacios comunitarios restringidos a unos pocos cientos de kilómetros alrededor del sujeto. Con la aparición de la prensa escrita, la radio, la televisión y la posterior masificación de las comunicaciones gracias a la aparición de internet, el mundo realmente se transformó en la aldea que McLuhan predijo. Por ejemplo, hoy si una experiencia frustrante en una escala de uno a diez es percibida en un grado seis o siete, el acceso al eco y a la validación empírica de la misma en las redes sociales la potencia de manera exponencial. La conciencia del malestar se hace mucho más tangible y, por lo tanto, la retroalimentación de éste resulta mucho más poderosa. La angustia se instala y así, rápidamente, pasamos de la habitación del malestar, a la UCI de la impotencia. La ira, entonces, ya no tiene sólo sus raíces en la experiencia personal; la percepción de estafa es colectiva. “Nos han engañado a todos.”

Los movimientos refundacionales declaran el fin de los privilegios, una suerte de utopía benévola de características anarquistas. Hay una posición profundamente infantil en todo esto. No lo decimos en forma peyorativa; como se sabe, el niño y el adolescente tienden a poner siempre la responsabilidad y la solución a sus problemas en el Otro. Una sociedad que no se toma en serio la política, no se toma en serio la vida.

redes sociales
Imagen: Drew Shannon.

El ethos refundacional que acompaña a los movimientos sociales contrasistémicos en América Latina y en el mundo, exige equidad vertical y equidad horizontal. Estos conceptos, provenientes de la economía y el derecho, apuntan a la no discriminación, a la igualdad de todos los ciudadanos ante la Ley (equidad horizontal), y a la distribución económica justa mediante un tratamiento tributario diferente (equidad vertical) para asemejar las condiciones basales de los individuos.

Aunque lo anterior parezca una concepción democrática y justa, el problema radica en que, hoy por hoy, la masa demandante no comprende ni está dispuesta a hacer el camino para lograr aquello.

Resulta mucho más sencillo apelar a la consigna generalista (justicia, igualdad, dignidad), a denunciar a diestra y siniestra a sujetos e instituciones presuntamente culpables, antes que detenerse a pensar, diseñar y construir soluciones que se hagan cargo no sólo de los legítimos malestares individuales, de las injusticias sociales, y de los abusos reiterados, sino que también enfrenten los grandes desafíos que la humanidad tiene por delante: la pandemia por COVID-19, los efectos políticos y económicos derivados de la misma, la crisis climática, la robotización, entre otros. En la lógica discursiva: no tengo pruebas, ni tampoco dudas, subyace, no sólo una posición narcisista, sino que también, una peligrosa puerta hacia la intolerancia, el populismo y el fascismo. En ella todos somos culpables hasta que se pruebe lo contrario.

indiferencia sociedad
Imagen: Behance.

Las redes sociales, la inmediatez y la superficialidad nos están impidiendo comprender la profunda transformación política, económica y cultural de estos días, el gran cambio de época del que somos protagonistas. Navegamos por un mar de precariedades políticas y económicas, donde también se han instalado profundas precariedades cívicas y psíquicas en nosotros. 

Sin duda, urge construir pronto una cartografía nueva, que nos permita enfrentar en forma propositiva y eficaz nuestros actuales tiempos convulsos y las enormes oportunidades que el magnífico siglo XXI nos ofrece.


P.D. Adaptación del capítulo, del mismo nombre, del libro “La revolución del malestar” del autor.


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El son de la amistad

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Llegué a México por primera vez a mediados de 1972 y, desde entonces, he visitado la puerta ancha de América Latina innumerables veces.  Y aunque nunca he tenido el privilegio de vivir allí, siempre la he considerado uno de los espacios fundamentales de mi memoria y de mis afectos. 

Mi primer viaje me llevó directamente al convento de San Jacinto, en San Ángel; en aquellos días las monjas ocupaban el primer piso del lugar y, la segunda planta la alquilaba José De Rokha, pintor chileno que, por entonces, ejercía como Agregado Cultural de mi país.  Durante los siguientes dos años, cada tres o cuatro meses, tuve el privilegio de lanzarme a la aventura de recorrer, después de cruzar las rejas del convento, las calles, colores y sabores de una ciudad-universo como no hay otro.  Yo era un niño entonces y el mundo un lugar muy distinto al que habitamos hoy; pero el asombro que experimenté en esas primeras visitas me acompaña hasta el día de hoy cada que regreso a ese lugar tan único y adorable, que me hace sentir siempre en casa.

barrio de San Angel
Barrio de San Ángel en la Ciudad de México (Fotografía: MxCity).

Aunque los queramos entrañablemente, nadie elige en verdad a sus padres, hijos, o familiares. La libertad para seleccionar nuestros afectos se da con otras personas fundamentales de nuestras vidas: nuestras parejas y nuestros amigos. 

Chile y México las dos puntas de Latinoamérica, dos pueblos tan distintos y, sin embargo, tan profundamente cercanos y compañeros de utopías, sueños, tormentas políticas y hasta terremotos. Desde la Sierra Madre, hasta la Cordillera de los Andes, poetas y pintores, pensadores y políticos, cineastas y músicos han construido de sur a norte y de norte a sur un camino de diálogo, colaboración, admiración recíproca y sobre todo cariño; como ése el que a lo largo de la vida comparten dos amigos de la escuela que, aun cuando dejan de verse, cada vez que se reencuentran, sin esfuerzo alguno, retoman la conversación y la complicidad.

En estos días de septiembre, México el 16 y Chile el 18, celebran su Independencia.  Nada más lejano a mí que los discursos nacionalistas, pero no puedo dejar de agradecer que estos dos viejos amigos se hayan graduado el mismo mes y el mismo año, allá por 1810. Desde entonces con sus diferentes ritmos, con sus contradicciones, tragedias, dolores, sueños y alegrías, estos dos pueblos se han acompañado en la construcción de un mejor continente para todos.

Mientras escribo estas líneas y mi cabeza va tatareando:

Negrita de mis pesares
Ojos de papel volando
A todos diles que sí
Pero no les digas cuando
Así me dijiste a mi
Por eso vivo penando

Espero que el tiempo vuele y mi lleve pronto de regreso a los sonidos y colores de las calles de mi otro hogar.


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El peso de las palabras

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Año 3,100 a.C., el escriba sumerio Gar Ama redacta un documento y, por primera vez en la historia del hombre, un autor firma un texto; en otras palabras, alguien se hace responsable de una idea. Con la aparición de la autoría, también surge la noción de responsabilidad; el contrato oral se plasma en un documento, el compromiso queda estampado, la voluntad adquiere una significación distinta. Una nueva era ha comenzado, un texto tiene una identidad detrás de sí. 

3,200 años después, el Evangelio de San Juan sostiene “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios”. La palabra ya no sólo tiene a un humano como autor; es mucho más que eso, es la creación misma. El lenguaje es un acto divino.

Siglo XX, han transcurrido 5000 años desde que Gar Ama le ha puesto identidad a un discurso. Freud primero y Lacan después, describen a la palabra vacía y la palabra plena como los polos de un continuum, en que la primera solamente circunscribe, casi al pasar, algo y la segunda significa, posee un peso específico. Describámoslo en forma sencilla, ante la pregunta —¿Tienes sueño?, la contestación —Sí, opera de un modo muy distinto que la respuesta que el acusado responde frente al juez, —¿Se declara usted inocente del delito del que se le acusa?, —Sí, contesta éste. Las palabras poseen sustancia.

poder de las paabras
Imagen: Klawe Rzeczy.

Desde la aparición de la firma, el lenguaje se hizo más poderoso que nunca. La rúbrica le otorga al autor fama, reconocimiento, distinción, pero también responsabilidad y, por lo tanto, la posibilidad de ser inculpado por ya, no sólo lo dicho en forma oral, sino lo declarado por escrito. 

En definitiva, toda la noción de legado va acompañada de reconocimiento identitario; porque existe el yo existe el y, por ende, existe el nosotros y también el ustedes.  Hacerse responsable de un texto, es hacerse consciente de un lugar en la historia. La firma vincula al conocimiento particular de un sujeto y a su creatividad, con la cadena de saber universal de la que forma parte. 

Nuestro mundo, como cíclicamente ocurre, se encuentra experimentando una sacudida –un terremoto, dirán algunos, un cataclismo, otros– enorme y, como es habitual, una vez que el tiempo haya transcurrido y hagamos el balance de lo vivido, sabremos cómo podríamos haber enfrentado de mejor forma nuestro plazo. 

poder de las palabras
Imagen: Edwin Murray.

En tanto la hora de los recuentos llega, bien podríamos hacernos cargo de nuestro lugar en la historia e intentar ponerle nuestra firma a nuestras acciones y decisiones. Es un acto que requiere de valentía, qué duda cabe. El ejercicio retrospectivo es siempre más sencillo y cómodo que el asumir el riesgo de vivir con mayor consciencia el presente, de utilizar más palabras plenas para actuar y, sobre todo, declarar a los cuatro vientos lo que se nos viene a la mente. No se trata de perder la espontaneidad, ni mucho menos la creatividad; por el contrario, nuestra era nos invita y desafía a entender que estamos frente a una nueva lógica y, por ello, requerimos también de códigos y lenguajes distintos para afrontarla. 

Es cierto, “somos un parpadeo de la historia”, pero dado que éste es nuestro instante en ella, bien vale la pena, encararla, hacernos responsables de nuestro momento, montarnos sobre nuestros miedos y zonas de confort, cabalgarlos, y hacer que nuestro tiempo haya valido la pena para cada uno de nosotros.


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