autoconciencia

La hermosura del rostro: el propio, el ajeno y el ideal

Lectura: 6 minutos

En la autoimagen corporal de una persona se distingue la apariencia de su rostro, la parte del cuerpo más expuesta a la vista de los otros. Además de los rasgos faciales individuales, tal apariencia entraña una valoración estética, uno de los atributos más relevantes de la conciencia de sí y que engendra consecuencias sustanciales sobre las actitudes, percepciones, experiencias y comportamientos sociales de la persona.

La valoración estética del rostro constituye una de las motivaciones más básicas y arcaicas de la especie humana porque soporta una gran carga simbólica: “el mal y el bien en la cara se ven”. Es así que desde Cicerón se supone que “el rostro es el espejo del alma” y a lo largo de la historia y lo ancho de la geografía ha ocurrido una equiparación entre la belleza y la bondad, o entre la fealdad y la maldad, que inunda mitos, narraciones o artes visuales y aún impacta la vida social. En efecto, se conoce que, independientemente de su bondad o inteligencia, las personas hermosas (del latín fermoso: bien formado), tienen mejores evaluaciones, desempeños y remuneraciones en la vida laboral. Para los actores y particularmente para las actrices, el atractivo físico es determinante de su contratación, publicidad y del éxito de las películas que protagonizan, además de convertirles en compendios de belleza y focos de admiración o aún adoración para ciertos miembros de la población, sobre todo los más jóvenes.

hermosura del rostro
La actriz Hedy Lamarr, considerada epítome de la belleza femenina, en 1944 (Wikipedia). El actor Marlon Brando hacia 1955, considerado epítome de belleza masculina. (Wikipedia).

Los incontables concursos de belleza, la profusión de cosméticos, o la creciente importancia de la cirugía plástica y la ortodoncia atestiguan el valor social que tienen la belleza del cuerpo y en especial del rostro. Sin embargo, esta sobrevaloración tiene fuertes detractores en algunos colectivos, académicos, feministas y religiosos. La polémica implica condiciones y consecuencias muy profundas para la autoconciencia porque la valoración del propio rostro, siempre graduada en comparación con la de otros y en referencia a ellos, impacta la imagen corporal, la actitud social y las interacciones del sujeto.

Un punto central y relevante en este tema es el modelo o estándar de belleza facial contra el que se compara la representación de un rostro, tanto el propio como el ajeno. En este sentido es ilustrativo examinar si, como afirmaron entre otros David Hume y Oscar Wilde, “la belleza está en el ojo del observador”. Este dicho proclama que la belleza no es un factor objetivo situado en el mundo externo, sino que es un hecho subjetivo prescrito por la valoración del observador. Si esta noción fuera verídica en el caso del rostro, estaría supeditada a un modelo asumido e implícito de belleza facial. Para puntualizar esto, es importante referir que desde Francis Galton en el siglo XIX se ha realizado una investigación muy extensa de los rasgos que se consideran atractivos en un rostro humano mediante técnicas fotográficas y computacionales.

Los rostros promedio se consideran más hermosos que los que les dieron origen y mientras más rostros se promedien más atractiva resulta el resultado. Ejemplos del prototipo femenino (izquierda), del prototipo masculino (centro) y del andrógino (derecha) (fotografías tomadas de: Plos One).

Los tres rasgos más estudiados y establecidos de belleza facial son el promedio, la simetría y el dimorfismo sexual. El promedio se refiere a que se califican como más atractivas las caras que resultan del mayor número de rostros equiparados. Este efecto se demuestra al realizar una síntesis de fotos reales en un rostro promedio o cara quimérica que elimina las diferencias individuales y conserva las generales. La simetría se refiere a la similitud que tienen la parte derecha e izquierda del rostro cuando se divide en dos mitades por la línea media. Al realizar caras compuestas de los dos lados derechos y de los dos izquierdos se hace patente que los rostros asimétricos son menos atractivos que los simétricos. El dimorfismo sexual consiste en las diferencias entre el rostro masculino y el femenino y que se revela en las caras quiméricas de hombres y mujeres. Si bien las caras promediadas resultan más atractivas que cualquiera de las iniciales y verídicas, la faz resultante resulta aún más atractiva si se exageran los atributos más femeninos o masculinos. Estos tres rasgos de belleza y atracción se han tomado como indicadores biológicos y en especial hormonales que se asocian a una mayor fertilidad, potencial reproductivo y de crianza. Es posible que existan otros factores adjuntos.

Einstein y Marilyn
Imágenes de Einstein y Marylin Monroe (originales arriba al centro) compuestas de dos mitades o hemifacies derechas (abajo a la izquierda) y dos mitades o hemifacies izquierdas (abajo derecha). Las mitades derechas resultan más parecidas al original y la diferencia expresa la asimetría del rostro, que es uno de los factores objetivos de su atractivo (tomadas de: Faraday).

Pero no todo es innato y genético en el modelo de rostro ideal, pues éste se modifica durante el crecimiento de acuerdo con la experiencia de cada individuo en relación al tipo de personas y rostros que encuentra en su vida y a los parámetros estéticos prevalentes de su cultura y que hoy en día se presentan profusamente en revistas de modas, anuncios comerciales, la televisión o las películas “románticas”. De esta manera, la exposición del individuo a su hábitat humano durante el desarrollo puede reforzar o corregir el modelo de rostro atractivo. En suma: la efigie ideal parece tener elementos universales e individuales que inclinan a cada persona hacia cierto prototipo de rostro como epítome de belleza, lo cual seguramente tiene consecuencias en el enamoramiento y la selección de pareja sexual o parental. Puede parecer una exageración y una simplificación decir, como lo afirmó Milan Kundera, que cuando uno está enamorado, está enamorado de un rostro, pero si bien La Bella se enamora de la personalidad de La Bestia, satisface que al final de la fábula se rompa el hechizo y ésta se convierta en un hermoso príncipe. Ambos resultan bellos… y buenos además.

El cotejo frecuente que hace una persona de su fisonomía en relación a la de los demás afecta la representación que tiene de sí misma: entre guapos uno se siente feo y entre feos, guapo. Algunas investigaciones han mostrado que si se les solicita a miembros de parejas de larga duración que seleccionen las fotos de múltiples rostros que les parezcan más atractivas, el promedio de ellos es similar al rostro de la pareja. Más aún: las personas eligen como más atractivos los rostros que se asemejan más a sí mismos. Esto implica una forma de homogamia que se expresa en el aforismo “like mate with like” (lo similar se aparea con lo similar) y que funciona en muchas especies animales, incluyendo en alguna medida a la humana. Los biólogos evolutivos han determinado que la consanguinidad humana juega un papel importante en la evolución porque cuando ésta es muy elevada, como en el caso de hermanos, o cuando es muy lejana, hay menos descendencia que cuando hay una consanguinidad moderada.

memoria del rostro
Fotografía (izquierda), autorretrato de memoria (centro) y autorretrato con espejo (derecha) de un estudiante de arte. En los dibujos se aprecia una exageración del tamaño de los ojos y labios así como una línea mandibular más estilizada (tomadas de: Research Gate).

Hay evidencia experimental de que la mayoría de las personas mantienen una imagen de su propia apariencia, en especial de su cara, más bella que la verídica, lo cual explicaría la creencia de que uno no es muy fotogénico, porque al verse en una foto considera que la imagen no le favorece ni le hace justicia. El reconocimiento de la propia cara es mejor cuando se compara con imágenes discretamente modificadas para exponerla con ojos más grandes, narices más pequeñas y apariencias más atractivas. Esto concuerda con las observaciones de que los autorretratos dibujados de memoria suelen ser más atractivos que las caras originales y verídicas, precisamente porque acentúan estos rasgos. La discrepancia entre los rasgos reales e idealizados implica que la representación del propio rostro es más atractiva que la verídica en la mayoría de las personas y probablemente redunda en un ego más aceptable y una mayor asertividad social. Y así, seguimos documentando que las personas tienden a concebir una imagen más seductora de sí y para sí. “Muy bien, míster DeMille, estoy lista para mi closeup.”

close up
“De acuerdo, señor DeMille, estoy lista para mi closeup.” Famosa frase de Norma Desmond (actuada por Gloria Swanson) en la película Sunset Boulevard (Billy Wilder, 1950). La imagen es un fotograma de la pose del personaje una vez que dice la frase (fotografía tomada de Wikimedia).

También te puede interesar: Cara a cara: fisonomía del semblante y rubor del rostro.

Yo-Tú: el Sí mismo, el Otro y la intersubjetividad

Lectura: 6 minutos

La ligadura entre la conciencia que un sujeto posee de sí mismo y la que tiene de los otros fue extensamente examinada durante el siglo XX en la tradición fenomenológica y existencial de la filosofía europea. Los términos de “otredad” o “alteridad” se aplicaron en esta escuela a la representación que una persona llega a adquirir sobre sus prójimos y que se manifiesta en las conductas que emprende y las relaciones que establece con ellos. En esta ocasión revisaremos a tres pensadores que aportaron reflexiones profundas e imprescindibles en referencia a la alteridad en relación con la autoconciencia; son ellos Martin Buber, Emmanuel Lévinas y Paul Ricoeur.

yo y tu
Portada del libro Yo y Tú de Martin Buber traducido al castellano (imagen tomada de Amazon).

El pensamiento humanista de Martin Buber (1878-1965) se ha denominado filosofía del diálogo o del yo-tú porque este filósofo y teólogo austriaco-israelí no concebía un yo separado, sino siempre en relación con el prójimo, con el tú. En Yo y tú, de 1923, Buber propuso que la alteridad presenta tres facetas: (1) el tú como persona concreta, la representación que un sujeto hace de otro, establecida fundamentalmente a través del diálogo, (2) el tú en referencia a los objetos que adquieren significancia para el sujeto, y (3) el Tú como deidad: la relación que establece un creyente con lo sagrado y con Dios, la otredad más radical. Estas formas de relación con el otro hacen que el yo nunca se encuentre sólo, aunque la persona pueda estar sin compañía en muchos momentos. La relación interpersonal se basa en una personificación del otro y para que se desarrollen los lazos y las acciones de comprensión, apoyo y compromiso es necesario que se establezca una confianza. De esta forma Buber establece una ética del amor basada en una relación auténtica entre personas y afirma que, cuando cumple con estos requisitos de mutualidad y confianza, la relación yo-tú es de hecho generadora del yo. Interpreto esta idea en el sentido de que la autoconciencia requiere de alteridad y mutualidad para alcanzar una disposición más acabada.

tiempo y el otro
El tiempo y el otro de Emmanuel Lévinas y el autor hacia 1975 (tomado de: Instituto de Filosofía).

Para el filósofo franco-lituano Emmanuel Lévinas (1906-1995) la alteridad no sólo involucra la atribución de estados mentales a los otros, sino también la aptitud y disposición para ponerse en el lugar del prójimo en una experiencia de empatía. Hay en este pensador una reflexión muy actual en términos de las ciencias cognitivas y es la que se refiere al rostro, porque la cara del prójimo se presenta como una forma específica y concreta de alteridad. Esto quiere decir que la cara manifiesta de manera contundente la identidad de alguien, no sólo por su presencia sino también como acto, porque la subjetividad o la interioridad del otro se manifiestan en su semblante, tanto en los rasgos que lo identifican, como por los gestos y las voces que manifiestan sus actitudes, emociones y otros estados internos. Lévinas califica de inmediatez a esta presencia cara a cara por la cual el otro se presenta de forma contundente, directa y real. La investigación contemporánea sobre la expresión de la emoción en el gesto facial y la voz otorgan una validez empírica a esa inmediatez. Por ejemplo, en una revisión original y convincente del 2012, Diana Sidtis y Jody Kreiman de la Universidad de Nueva York han demostrado que la voz humana constituye una encarnación del self en el contexto social porque la voz contribuye a la percepción, la expresión y el intercambio de estados subjetivos entre personas.

alteridad de si mismo
La alteridad se ha convertido en un tema de interés para diversas disiciplinas y manifestaciones de la cultura, como los estudios sobre el género, la raza, las clases sociales y los derechos humanos. Estos carteles sobre expresiones múltiples del rostro son del artista franco-canadiense Michel Desroches (tomado de: ArtMuseum).

Los analistas de Lévinas coinciden en calificar su postura ante la alteridad como una ética fundamental en el sentido de que el yo no sólo se define en similitud y oposición con el tú o con el otro, sino “para-con-el-otro”, en especial una vez establecido el vínculo. Lejos de situarse de manera lejana o pasiva, el sujeto responde ante su prójimo y, con ello, adquiere responsabilidad ante su presencia y su ser. La relación mutua entre dos agentes morales es el fundamento de una experiencia del otro que orilla a comportarse éticamente. Esta relación obligada no sólo se erige por la interacción entre las subjetividades de dos personas, sino por la red intersubjetiva de los sujetos que conviven en comunicación.

Por su parte, Paul Ricoeur (1913-2005) considera que el significado del ser, este término tan central como opaco y polémico de la metafísica, no implica una esencia separada y única de cada individuo (que en estos escritos suelo referir como el self), pues se gesta en relación obligada con el otro. Para este importante pensador francés, a quien he citado en varias secciones, el sentido de ser uno mismo como individuo único y diferente constituye la ipsiedad o mismidad, pero ésta implica a la otredad: uno no puede definirse sin otro. En su libro titulado “Sí mismo como otro” sostiene que, si bien la alteridad pertenece a la constitución ontológica de la ipsiedad, esta relación íntima del yo con el tú no se corrobora en el sentir, pues cada persona siente directamente su cuerpo, pero no el cuerpo del otro. Además, la persona puede reclamar la pertenencia y la responsabilidad de sus actos en el mundo, pero no de las acciones ajenas. En vista de esta dinámica corporal tan individual, ¿cómo afirmar que la identidad propia y la conciencia de los otros, es decir, la autoconciencia y la alteridad, se encuentran vinculadas de forma tan estrecha?

si mismo como otro
Portada de “Sí mismo como otro” de Paul Ricoeur, traducido al castellano, y el autor dibujado para Deviant Art.

Uno de los argumentos que ofrece Ricoeur al respecto se basa en el sufrimiento porque, si bien sufrir es subjetivo y personal, lo comparten los seres humanos de múltiples maneras, sea porque gran parte del sufrimiento humano es resultado de las acciones humanas, sea porque el sujeto siente dolor empático cuando ve a sus allegados sufrir o porque a través del dolor y del tacto en general, el cuerpo intercede y tercia entre la intimidad del yo y la exterioridad del mundo. Entonces, la relación necesaria del yo con el tú incluye a la corporalidad no en el sentido que yo sienta al cuerpo ajeno como el propio, sino que para llegar a conceptualizar y a sentir al otro debo tener una noción fuerte de la corporalidad ajena. Mi cuerpo es un cuerpo a los ojos de los otros y el de ellos es un cuerpo ante mis ojos: el cuerpo es naturaleza común de todos los seres humanos tejida en una red de intersubjetividad. La persona construye su identidad personal en el seno de una comunidad, la que, a su vez, le brinda su singularidad.

Por otro lado, Ricoeur afirma que el ego origina un alter ego definido como el sentir que los demás son otros como yo: el otro es alguien que, como yo, dice “yo”. Ocurre un apareamiento entre el ego y el alter ego para constituir la intersubjetividad, pues se requiere tener una idea de que algo propio se identifica y contrasta con el otro. Ésta sería la base de la ética como la concibe nuestro autor: un “vivir bien con y para otro en instituciones justas.” Asoma ya la relación que tiene la autoconciencia con la conciencia ajena y con la ética, sobre la que elaboraré en próximas colaboraciones.

Algunas investigaciones más recientes han abordado esta dualidad unificada del yo y el tú, o de la conciencia de sí y del otro. Por ejemplo, en infantes colocados ante el espejo y ante fotografías de otros infantes se ha estudiado y comprobado el rol de la cognición social en la adquisición del yo individual. La perspectiva de la cognición situada es particularmente compatible con la idea de que el ser individual (el self) se gesta por interacciones y relaciones interpersonales de diferenciación y participación.


También te puede interesar: El engaño táctico, las neuronas espejo y la segunda persona.

“Leer la mente”: inferir lo que otros piensan y sienten

Lectura: 6 minutos

Adivinar, inferir y comprender las emociones, creencias o intenciones de los demás es una capacidad de la cognición social muy desarrollada en los seres humanos. Recientemente en las ciencias cognitivas se conoce a esta facultad como “teoría de la mente”. El término puede parecer extraño pero tiene su razón de ser, porque, para poder colegir lo que otros piensan y sienten, el ser humano va conformando un sistema conceptual tácito sobre qué esperar de los demás y por medio del cual se les atribuyen estados mentales.

Se han debatido dos explicaciones de la capacidad humana para suponer y adjudicar estados mentales a los otros. Una de ellas se denomina “teoría-teoría” y asume que existe una disposición o representación psicológica supuestamente innata y basada en el sentido común que establece relaciones causales entre estímulos del entorno, estados mentales y comportamientos. La otra explicación se basa en la simulación y postula que la atribución de estados mentales a otros es producto de observar los recursos afectivos y cognitivos de uno mismo para explicar el comportamiento del prójimo sin la necesidad de una teoría tácita. El observador genera predicciones basadas en haber registrado y comprendido las apariencias, las actitudes, la conducta y la expresión verbal de uno mismo para entonces atribuirlas a los otros o, como dice el conocido dicho, para “ponerse en sus zapatos”. Esta experiencia es necesaria para predecir lo que el otro piensa o es probable que haga y para alcanzar la empatía –sentir lo que siente– y, como secuela, sentir compasión: el apremio de abolir su pena y desventura.

leer la mente
Portada del libro “Leer la mente. Un modelo integral de la pretensión, la conciencia de sí y la comprensión de otras mentes” de Shaun Nichols y Stephen Stich, en el que se subraya el papel de la imaginación para entender la mentalidad ajena. A la derecha Stephen Stich, filósofo de la mente y el conocimiento de la Universidad Rutgers.

La aproximación teórica y metodológica a la teoría de la mente difiere entre disciplinas. Por ejemplo, la neurociencia social está interesada en las zonas del cerebro involucradas o “encargadas” de la teoría de la mente, mientras que la psicología cognitiva y del desarrollo se preocupan por analizar cuándo y cómo se adquiere. En referencia a la neurociencia social, hay docenas de experimentos que analizan como se implementa en el cerebro la capacidad para atribuir estados mentales a los otros y a uno mismo. Si bien los diseños experimentales difieren en los procedimientos para evocar la atribución, los resultados tienen en común la activación de una red neuronal del cerebro que incluye a la corteza medial prefrontal, el cíngulo posterior, la unión temporo-parietal y la cicunvolución posterior del lóbulo temporal. Dado que estas áreas son requeridas en diversas actividades cognitivas, no está claro su rol específico en la teoría de la mente. Es factible que esta compleja función se logre por las interacciones de estas regiones con otros sistemas cerebrales, según las demandas de la tarea en proceso. Por ejemplo, observar experiencias de dolor físico en personas allegadas activa varias partes de la matriz del dolor en el cerebro del que observa lo cual implica que el sujeto siente verdadero dolor empático al ver sufrir a alguien cercano. Sin embargo, este resultado no favorece alguna de las dos opciones en disputa porque es compatible con ambas. La tendencia actual es la de considerar que hay componentes innatos y adquiridos en la capacidad de atribuir estados mentales a los otros y que esta tiene una relación estrecha con la conciencia de uno mismo, como veremos ahora.

redes neuronales
Redes neuronales involucradas en el entendimiento de otros. Áreas involucradas en la teoría de la mente en azul y la empatía en rojo. MPC, corteza prefrontal medial; ACC, corteza anterior del cíngulo; AI, ínsula anterior; SII, corteza somatosensorial secundaria; TP, polo temporal; STS, surco temporal superior; TPF, unión temporo-parietal (tomado de Tania Singer: Neuroniorganizzativi).

La capacidad para atribuir estados mentales a los demás tiene un vínculo necesario con la aptitud para reconocer los estados mentales propios, es decir, con la autoconciencia. En 1983 el prolífico psicólogo británico Nicholas Humphrey propuso que atribuir estados mentales y experiencias a otros durante la hominización fue uno de los orígenes de la autoconciencia. Esta capacidad hizo de aquellos lejanos ancestros “psicólogos naturales” en el sentido de que las capacidades de evaluación de la mente propia y la ajena fueron cada vez más necesarias para convivir, cooperar y trabajar en grupo. De esta manera, la autoconciencia se habría facilitado en circunstancias sociales cada vez más demandantes, un nicho cognitivo que favorecería ganancias encefálicas y del conocimiento de uno mismo. En su estilo claro y directo Humphrey lo pone de esta manera:

La solución que la Naturaleza dio a este problema (el de predecir el comportamiento ajeno) fue la de dar a cada miembro de la especie humana tanto la inclinación como el poder para usar la privilegiada representación de sí mismo como modelo de que se siente ser otra persona.

psicologo
El psicólogo británico Nicholas Humphrey hacia 2006 y su libro sobre el desarrollo de la mente humana en su traducción al español en el que argumenta sobre los seres humanos como “psicólogos naturales”.

La investigadora de la metacognición, Joëlle Proust, ha detallado que la práctica usual de una conversación entre dos personas constituye un ejemplo corriente y palmario de la manera como la conciencia de uno mismo y la del otro se entrelazan. En un diálogo usual cara a cara los agentes que interactúan toman el rol de hablantes y de escuchas alternadamente, aunque con frecuencia se interrumpen o a veces hablan al mismo tiempo. Para comunicarse y darse a entender, los interlocutores monitorean tanto sus propios procesos cognitivos como los de la otra persona y, al evaluar la expresión verbal y no verbal del otro, toman decisiones sobre la marcha sobre que decir, de que manera y cuándo hacerlo. Estas operaciones no se pueden emprender deliberadamente, pues el intercambio es muy rápido, de tal forma que las reglas de la conversación deben ser metacognitivas porque son normas implícitas de procedimiento y conformadas por certezas y estrategias seleccionadas y depuradas en la práctica cognitiva y en la práctica social.

Hay evidencias de que la autoreflexión y la adscripción de actividades mentales a otros involucran regiones distintas del cerebro; sin embargo son funciones fuertemente ligadas. Un grupo de psicoterapeutas cognitivos italianos ha encontrado que el grado de auto-reflexión y la memoria autobiográfica desarrollados por una persona influyen sobre su capacidad para inferir y conceptualizar el pensamiento y las emociones ajenas. Es muy posible que el inverso también funcione y que la capacidad de “leer la mente” ajena facilite la introspección.

volpi mente
El escritor y pensador mexicano Jorge Volpi y su libro de 2011, “Leer la mente. El cerebro y el arte de la ficción”.

La noción de leer la mente ajena (mindreading en inglés) ha sido objeto de atención y análisis no sólo para la ciencia. Hay evidencias de que la lectura de novelas y cuentos ficcionales que exploran la personalidad, el comportamiento y la vida mental de diversos personajes facilita las funciones de reflexión y de atribución de estados mentales. En su estupendo libro sobre “Leer la mente” de 2011, el escritor y pensador mexicano Jorge Volpi hace un vigoroso análisis del efecto que tiene leer ficción sobre la capacidad de reflexión del lector en referencia a sí mismo y a los demás. Leer ficción es una experiencia que coloca virtualmente al lector en la piel de diversos personajes y constituye un ejercicio literal de empatía, atribución y lectura de la mente ajena. Además, la revisión que realiza Volpi de estas facultades en términos cognoscitivos y de neurociencia es tan aguda como informada y pertinente para demostrar la enorme utilidad real que tiene el leer ficción. Dice el autor:

Leer una novela o un cuento no es una actividad inocua: desde el momento en que nuestras neuronas nos hacen reconocernos en los personajes de ficción –y apoderarnos así de sus conflictos, sus problemas, sus decisiones, su felicidad o su desgracia– comenzamos a ser otros.


También te puede interesar: El uno que somos todos: pronombre impersonal y número 1.

El uno que somos todos: pronombre impersonal y número 1

Lectura: 6 minutos

Uno busca lleno de esperanzas
el camino que los sueños
prometieron a sus ansias…

En este tango clásico de 1943, el admirable compositor porteño y “poeta del tango”, Enrique Santos Discépolo no sólo expresa una intensa vivencia personal, sino que la generaliza con el dramático pero indulgente pronombre Uno de su título, ese uno que se refiere a sí mismo y a los demás; a ese uno que somos todos. La amarga voz poética, que en mi imaginación retrospectiva resuena con el barítono timbre de Hugo del Carril, plantea la vida como una ardua y tenaz travesía en busca del amor, pero fatalmente condenada al fracaso, la desilusión y la soledad: “uno está tan sólo en su dolor/ uno está tan ciego en su penar”. Cincuenta años más tarde, en 1995, la ruptura fatal del corazón por la malograda pretensión amorosa fue desmentida –aunque supongo que no de forma deliberada y con menor trascendencia–, en otra canción titulada “Uno se cura”, cadencia tropical de Raulín Rosendo que marca la brecha de tiempo y estilo entre el desgarrado tango rioplatense y la bullanguera salsa dominicana, en la cual el pronombre impersonal afirma que uno ¡snif! padece y desfallece… pero sana.

Enrique Santos Discepolo
Enrique Santos Discépolo, el poeta del tango, compositor de Uno (1943). A la derecha su biografía titulada escuetamente Uno (Imágenes tomadas de: Iber Libro).

El significado de este pronombre impersonal implica una asimilación, porque el uno declarado se coloca en el lugar del otro implicado y surge para expresar creencias o experiencias con las que cualquiera estaría o debiera estar de acuerdo: uno debe aprender de sus errores; el criterio singular y personal del hablante como el plural y general de la gente. En el habla coloquial se emplea el uno para indicar a una persona cualquiera y esto se logra mediante un disfraz por demás inútil pues, en ese uno que profiere un hablante para referirse a sí mismo de manera despersonalizada, el yo brilla por su ausencia. El mismo pronombre se usa muchas veces como una alusión cortés e indirecta a uno mismo para evitar o encubrir el sentido usualmente presuntuoso del yo. Es una dilución e incorporación de la identidad propia en la multitud: yo como cualquiera, yo como tú. De esta forma el uno seguido del se impersonal (uno lucha y se desangra) permite al hablante generalizar su experiencia puntual o cualquier situación hipotética para hacer una deducción totalizadora que aplica a todos, o cuando menos menos al prototipo de la clase de gente a la que uno pertenece. Se usa uno como disfraz pronominal para indicar a la persona que habla, pero sin revelar cuál es su identidad, ni externar sus rasgos, excepto, significativamente, por el género. Aquí, la autorreferencia del pronombre se hace patente porque concuerda: cuando una mujer lo dice, lo estipula como una: ¡se entera una de cada cosa!

Por su tono generalizador, el pronombre indefinido es apto para formular refranes: uno nunca sabe; uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde. También se presta para concretar reflexiones, como ésta de Jaime Gil de Biedma: “Que la vida va en serio/ uno lo empieza a comprender más tarde”. Ahora bien, a diferencia del sentido generalizador del pronombre indefinido, en ciertos contextos lingüísticos y de conducta el uno puede ser exclusivamente auto-referencial y aludir sólo al hablante, como en mi caso particular sería esta frase: uno que nació en 1943 se ve impulsado a citar Uno, tango de ese mismo año.

Marie Rasson
Marie Rasson, lingüista experta en el uso del uno como pronombre indefinido.

Con base en un detallado análisis de discursos naturales en castellano, Marie Rasson, de la Universidad Católica de Lovaina, concluye que hay un continuo entre el sentido genérico y el sentido específico del uno. Esta investigadora del habla encuentra mayor frecuencia del uno pronominal en conversaciones cara a cara (uno a uno), en especial las que tienen mayor intersubjetividad que las más formales, lo cual confirma que es un recurso fundamentalmente oral e interactivo. De esta manera, en varios análisis de conversaciones recogidas ha quedado claro que el uno se usa mucho más en encuentros cara a cara que en medios escritos y, dentro de ellos, más en la ficción que en textos académicos, donde casi no aparece, excepto si un texto, como el presente, trata del pronombre uno. Es así que aparte del uso canónico del uno cuando se refiere solapadamente al “yo”, también puede designar al prototipo de sujetos en los que no está incluido el interlocutor, o bien en donde ambos, el hablante y el oyente están incluidos: uno debe ser consciente de lo que dice, ¿no crees? O bien: uno debe saber cuándo retirarse.

Marta León-Castro distingue dos objetivos del pronombre uno: el encumbrimiento y la generalización. En referencia al encubrimiento, el hablante puede buscar un acuerdo o aceptación por parte del interlocutor, o bien intenta proteger su imagen de posibles críticas y pasar desapercibido. En cambio, en la forma de generalización el hablante expresa una verdad con la que cualquiera puede identificarse, aunque a veces con un sesgo crítico o irónico: hoy en día una se viste como le da la gana. Un punto importante es que la referencia del uno no está dada exclusivamente por la gramática o la sintaxis de la frase que contenga al pronombre, sino se especifica por el contexto de factores fuera del discurso o extralingüísticos, propios de las circunstancias, las acciones y los elementos de la interacción y del entorno.

espejos
El pronombre yo del lenguaje funciona como la imagen de la persona ante un espejo; el pronombre uno como la imagen multiplicada entre dos espejos. La imagen de una persona reflejada en dos espejos se multiplica al infinito (Fotografía tomada de: Oye Borges).

Si bien todos los pronombres personales como yo, mí o mío son las marcas de lenguaje más alusivas a la subjetividad, el pronombre impersonal uno es quizás la marca lingüística más contundente de autoconciencia y alteridad intersubjetiva, porque al proferirla el hablante no sólo se refiere de manera indirecta e impersonal a sí mismo, sino que hace una alusión de dos bandas a sí mismo y mira su figura de soslayo, como si la viera de un espejo a otro. Uno es a la vez una voz autorreferencial porque se señala a sí misma y heterorreferencial porque refiere a los demás, como si hubiera en cada quien un principio común de la especie, o al menos de los miembros de la lengua en la que habla y de la cultura a la que habla. Esto es rigurosamente cierto en la medida que uno es un ejemplar de esta especie de criaturas bípedas, encefalizadas, capaz de comprender y vocear la unidad y variedad de sus miembros. En suma: Uno se refiere a sí mismo como visto por otro y ve al otro como uno mismo: “Cartabón y escuadra, uno sin otro no vale nada”.

uno
El número uno en su apariencia indoeuropea con serif, y la portada del documental de la BBC sobre su historia (la historia de uno) en la matemática (Imágenes tomadas de: Vimeo).

El pronombre personal indefinido uno procede directamente del latín clásico unus, el primer número natural, representado en la numeración indo-arábiga por un solitario glifo (“1”) rematado por un copete o serif, cuya apariencia erguida puede sugerir la verticalidad (postural) del ser humano. El numeral uno es el primer dígito de los números enteros y tiene por eso mismo las características de ser único y sin par, lo cual viene a coincidir con el concepto de persona como una entidad singular. La unidad conformada por el número uno es un elemento de identidad matemática porque cualquier número multiplicado por la unidad permanece sin cambio. Como se puede ver, la noción matemática del numeral uno y la noción lingüística del pronombre impersonal uno tienen un aroma cognitivo: un ser singular semejante a otros seres singulares de su clase. La matsemántica revela al uno pronombre y al uno numeral como conceptos gemelos que impregnan la noción que tiene la persona de sí misma y que colige en semejanza y diferencia con las demás.


También te puede interesar: Memoria personal, memoria colectiva, memoria histórica.

¿Estás presente o ausente en esta crisis?

Lectura: 3 minutos

Hoy la crisis por el COVID-19 nos encierra y separa físicamente y nos enfrenta a una decisión importante: ¿Me preocupa sólo de lo que tiene que ver conmigo o me abro también a lo de los demás?

Si la crisis del coronavirus nos ha enseñado algo, es que cada uno de nosotros, por separado y en conjunto, podemos cambiar el sistema en el cual vivimos. Hace apenas un par de meses veíamos al virus de Wuhan muy alejado de nuestra realidad y hoy lo tenemos enfrente. Esto nos muestra cómo es que todos estamos interconectados, por ello, actuar unidos nos puede abrir las posibilidades para cambiar el sistema.

En México apenas empezamos, así que nuestro mayor reto es que podamos construir un contra-sistema en donde juntos, gobierno y sociedad, tomemos consciencia de lo importante que es lo que estamos enfrentando. Si no entendemos esto, sería como correr con los ojos vendados.

ausentes para estar presentes
Ilustración: Monkc.

Es momento de disminuir la velocidad, hacer una pausa y quitarnos las vendas de los ojos para ver qué está pasando. Todos debemos compartir información de manera transparente y lejos de la polarización. Nuestra oportunidad es que avancemos juntos de manera más consciente y más intencional, para que los resultados positivos ante la crisis impacten colectivamente y por ende aprendamos.

Este momento de disrupción nos enfrenta a tomar una decisión que puede venir del ego o de la consciencia. Dependiendo de esto es que podríamos re-programar el sistema o quedarnos en donde mismo. Si viene del ego, nos enfocaremos a cerrarnos, alejarnos de los demás, y preocuparnos únicamente por nosotros mismos. Si viene de la consciencia, nos abriremos para avanzar hacia los demás, apoyar y consolar a quienes necesitan ayuda. Por lo tanto, aunque el distanciamiento social físico es necesario ahora, no significa que nuestra condición interior deba cerrarse.

Es momento de observarnos en autoreferencia para darnos cuenta en lo individual si estamos ausentes o presentes. No importa si en este momento la mayoría está ausente por enfrentar la crisis desde el miedo, enojo, ambición o nuestras reacciones inconscientes de supervivencia. Lo importante es hacerlo consciente para entonces asumir nuestro lugar y decidir pasar al estado presente.

sociedad ausente
Imagen: El Sol de México.

Hoy tenemos la oportunidad de reinventarnos y dejar atrás lo que se cae a pedazos de nuestro sistema. Será duro enfrentar lo que nos impacta a la humanidad en temas de dolor y angustia, sin embargo, esto podrá suceder de forma distinta si nos hacemos presentes. Durante este duro trayecto que sigue a caminar, hay que preguntarnos conscientemente ¿cómo es que queremos vivir y trabajar juntos el día de mañana?, ¿cómo podemos rediseñar nuestros sistemas de aprendizaje que integren la mente y al ser humano?, y ¿qué vamos a reconstruir en el planeta y para las próximas generaciones?

No cabe duda que la decisión que tomemos hoy comprometerá el futuro de la humanidad. Si seguimos ausentes continuamos con la des-humanización, si decidimos estar presentes nos re-humanizamos. Al final todo converge en un solo punto, empujar o restringir la evolución consciente del ser humano.

Para entender todo lo que está sucediendo y obtener una visión integral, es necesario detenernos, observar sin juicio y sin desasociar nada. Al hacerlo en autoreferencia podemos descubrir en dónde tenemos las posibilidades para estar presentes dentro de la fórmula de una sola humanidad.

Cada uno decide en qué momento integrarse a la ecuación para que ésta cambie el sistema en el que vivimos. El tiempo y resultado dependerá de la respuesta en lo individual al preguntarnos: “¿Decido estar presente o ausente en esta crisis?”.


También te puede interesar: “La Domus ausente”, extiende tiempo de exhibición.

Yo, tiempo y memoria: una trinidad furtiva y fenomenal

Lectura: 6 minutos

¿Cómo entendemos la relación entre el yo que persiste como identidad personal a lo largo de la vida, el yo que evoca y recrea un recuerdo de esa vida, y el yo que ordena y narra su autobiografía? ¿Son varios yoes o uno sólo? ¿Acaso son espejismos? Cualquier respuesta que se aventure implica necesariamente al tiempo, tanto a la flecha del tiempo objetivo del cosmos físico y del reloj, como al tiempo subjetivo que la persona percibe como el fluir de su conciencia y la fugacidad de su existir. Y cualquier respuesta concierne también a la memoria, una función no sólo ligada al tiempo, sino propiamente temporal. El yo, el tiempo y la memoria son facetas de un proceso enigmático que no podemos evadir.

memoria y tiempo
En el conocido lienzo surrealista de Salvador Dalí, “La persistencia de la memoria” (1931), que liga la memoria con el tiempo del reloj, puede colegirse la deformación del tiempo y de ciertos contenidos en la memoria, como la criatura en el suelo y los relojes derretidos que marcan tiempos escurridizos, en tanto otros, como la roca o la mesa, se conservan.

La compenetración entre el yo, el tiempo y la memoria surge en todos los niveles de análisis. Por ejemplo, el modelo cognitivo actual de la memoria de trabajo, la que opera en el tiempo presente para actuar en el mundo y gestionar todo tipo de tareas, implica una “central ejecutiva” dependiente del lóbulo frontal del cerebro, una facultad de la autoconciencia y de la voluntad que coordina a varias regiones cerebrales para acceder a los archivos de la memoria. Este modelo psicobiológico ayuda a comprender cómo una instancia o función cerebral ejecutiva puede acceder a la información almacenada en los sistemas de la memoria para actualizar y emplear múltiples datos en la solución de problemas, o para reflexionar sobre posibles escenarios y tomar decisiones adecuadas en muchos momentos.

El proceso vital de cada ser humano le permite articular una identidad personal coherente a lo largo del tiempo y que deriva de la continuidad de su cuerpo y su conciencia, de sus recuerdos y la narración que realiza de su propia historia. Esta continuidad relatada corresponde a lo que Paul Ricoeur llama ipsiedad, la sensación de ser la misma persona a lo largo del tiempo, la cual se complementa y refuerza por la alteridad: la percepción de los otros como otros yo, a la vez distintos y semejantes de uno mismo. Este self o ser fenoménico constituiría un común denominador para todas las formas de conciencia en las que un sujeto se percibe o se siente a sí mismo como una entidad particular que constituye su propio ser. Ahora bien, a pesar de la continuidad aparente, no se puede concluir que este ser fenoménico sea una esencia estable o inmutable, similar al tradicional concepto religioso de alma, sino, más apropiadamente, a un proceso que se define por su continuidad temporal, como una pieza musical se define por su secuencia sonora y, como acontece con la persona que la interpreta, conlleva aspectos físicos, conductuales, mentales y ambientales. La experiencia subjetiva de ser el mismo a lo largo del tiempo constituye una unidad espaciotemporal en la forma de un proceso pautado. Esta unidad a lo largo del tiempo tiene un fundamento somático porque el cuerpo humano mantiene una continuidad morfológica y funcional a pesar de que sufre cambios moleculares y celulares.

paul ricoeur
Paul Ricoeur hacia 1990.

Mark Rowlands, filósofo galés de la mente y de la ética, actualmente en la Universidad de Miami, publicó en 2011 un libro sobre el self y la memoria desde una perspectiva fenomenológica. El yo involucrado en la memoria no es tratado como una entidad metafísica, sino como una experiencia mental: la forma como los humanos sienten su propio ser como algo más que la suma de sus creencias, valores, actitudes, deseos o recuerdos. En el caso de la memoria episódica y autobiográfica, más que la evocación de actos, lugares y personajes, le parece fundamental el hecho mismo de recordar, porque el pasado se presenta en un nuevo marco de referencia: la persona recupera algo que vivió, pero bajo las circunstancias del presente y lo reconstruye e interpreta de acuerdo con ellas. Por otra parte, Rowlands propone una hipótesis psicosomática sugerente: si bien los recuerdos juegan un papel importante en la identidad personal, sostiene que la merma de la memoria episódica, como acontece en la enfermedad de Alzheimer, no elimina por completo la identidad personal porque estas memorias, que llama “rilkeanas,” se han incorporado a la persona y tienen consecuencias afectivas y comportamentales, aunque ya no tengan el contenido cognoscitivo de un recuerdo y se haya quebrantado su recuperación a la conciencia.

mark rowlands
El filósofo de la mente y de la ética Mark Rowlands. Portada de su libro sobre la memoria y el yo (self), y a la derecha en compañía de un lobo, pues es un experto sobre la mente animal y la ética hacia otras especies.

Vale la pena analizar la liga temporal de la memoria y la identidad personal en referencia al concepto de duración de Henri Bergson. Según este filósofo y Premio Nobel francés, el tiempo subjetivo no es una noción de movimiento o de cambio en los objetos que se perciben ni de causa y de historia detectadas por la razón, sino que es la intuición directa de un flujo irreversible: la sucesión de cambios y la duración de los eventos tal y como es experimentada. En otras palabras: dado que un proceso consciente es siempre una sucesión de estados particulares caracterizado por transformaciones fisiológicas y fenomenológicas, este desarrollo provee de una intuición directa de tiempo y duración. La experiencia mental no sólo es de cambios en el mundo o en el propio cuerpo, sino que es una experiencia cambiante en sí misma: una experiencia del tiempo. El yo duradero es un proceso que se conforma como una unidad que se mantiene en el tiempo.

proust
El célebre episodio de “La magdalena de Proust” no sólo implica que el sabor de una magdalena remite al narrador a un recuerdo de su infancia, sino también al yo que vivió esa experiencia (obtenido de: Continuidad de los Libros).

El politólogo argentino Gastón Souroujon argumenta que la relación entre la memoria y la identidad personal está planteada en la monumental novela En busca del tiempo perdido de Marcel Proust pues, en afinidad con el pensamiento de su contemporáneo Bergson, la narración implica a una pluralidad de yoes que escapan a la voluntad y se van sucediendo a lo largo de la vida de una persona. Esta idea coincide con la de Martin Conway de que existen entidades como esquemas, scripts, yoes imaginarios, valores y demás instancias cognoscitivas referentes a uno mismo que cambian con el tiempo. Se reviven estos yoes del pasado cuando ciertas sensaciones o estímulos sensoriales despiertan el recuerdo, como sucede de manera célebre con el sabor de la magdalena que remite al narrador a su infancia para resucitar la vivencia de un yo pasado. En cada recuerdo se recobra en tiempo presente un yo particular y efímero con una marca temporal que es central para definir la identidad personal. Tal identidad no sería una sucesión de yoes inconexos porque, de acuerdo a Souroujon, el tiempo perdido entre los recuerdos es recobrado mediante una reconstrucción narrativa de la identidad que dota de sentido y unidad a las sensaciones redescubiertas por la memoria. Proust vendría a ser un pionero de la idea de que la identidad personal es de índole narrativa y vendría a ser la historia de su vida que organiza el propio sujeto que la ha vivido.

El más conocido de los pensadores modernos que preconiza la naturaleza narrativa de la identidad personal es Paul Ricoeur, quien, en algún momento señala que si a alguien se le pregunta quién es, responde con historias de su vida. Y además agrega una propuesta ontológica: El tiempo narrado es como un puente tendido sobre el abismo que la especulación abre continuamente entre el tiempo fenomenológico y el tiempo cosmológico. Esta identidad narrativa del sujeto individual es indudable, pero no aclara la naturaleza de quien narra. La respuesta más razonable que podemos dar a este enigma es: la persona.


También te puede interesar: Memoria episódica: el yo revivido y el testimonio veraz.

Autorreflexión y reajuste del yo en tiempos precarios

Lectura: 5 minutos

En el acervo de labores que implican a la reflexión mental hay una que es propia de la autoconciencia, me refiero a la autorreflexión, la consideración que el sujeto hace sobre sí mismo, sobre sus características, sus acciones, sus dificultades o sus posibilidades. En una sección anterior me referí a la autorreflexión en referencia a las propiedades, perspectivas y obstáculos de la introspección; ahora la revisaré en su modalidad de discurso y diálogo interno para lidiar con situaciones novedosas, inciertas o complicadas y para resolver problemas. Esta forma de auto-reflexión suele acontecer en un formato de preguntas y respuestas, como cuál es el mejor curso de acción, cuáles pasos implica, cuáles alternativas admite o excluye y cuáles consecuencias puede tener. El sujeto reflexivo también se suele preguntar si el proyecto que valora es posible, cuál es su utilidad, que tan agradable o desagradable puede ser y, en especial, qué tan deseables, peligrosas, beneficiosas o dañinas pueden ser las rutas y las metas, tanto en términos personales como colectivos.

reflexion
Óleo titulado “Reflexión” de Alexander Rossi (1896).

En ocasiones ya no es necesario formular y responder estas dudas porque los objetos, hechos o situaciones que surgen son conocidos y el camino se toma de forma aparentemente automática o intuitiva, aunque está siempre fundamentado en la experiencia previa y un cálculo asumido de probabilidades. Pero en coyunturas novedosas o cruciales la persona conscientemente se cuestiona y reflexiona sobre posibilidades, cursos de acción y objetivos. Al tratar sobre estas características, Bernard Lonergan propone que la reflexión consiste en una actualización de la autoconciencia racional porque el sujeto es consciente de que está indagando, formulando, buscando y juzgando no sólo las circunstancias de la situación, sino sus propias motivaciones, inclinaciones y capacidades para poder decidir en consecuencia: “La autoconciencia racional exige conocer lo que nos proponemos hacer y las razones que tenemos para hacerlo.”

Carlos Castilla
El neuropsiquiatra español Carlos Castilla del Pino (1922-2009) reflexionando.

Por su parte, el neuropsiquiatra gaditano Carlos Castilla del Pino propuso que hay tres formas o tipos de reflexión: retrospectiva, prospectiva y actualizada. La reflexión retrospectiva reconsidera lo ya vivido, lo que se ha hecho, por qué se ha actuado así y las consecuencias que tuvo. Las actuaciones se evocan y se reflexiona sobre ellas con el objeto de aprender de la experiencia, sea para hacerlo mejor, para tomar otra ruta o para abstenerse de actuar. Es una operación deliberada que requiere de la memoria biográfica o episódica, pues en este caso el razonamiento opera sobre el recuerdo. Por otro lado, la reflexión anticipada o prospectiva permite al sujeto inferir lo que puede suceder y la situación en la que se puede encontrar. En este ejercicio no sólo opera el razonamiento verbal, sino formas activas de imaginación cuando la persona vislumbra un curso de acción, imagina otras viabilidades y compara sus trayectorias y posibles resultados como preludios a una decisión. Finalmente la reflexión actualizada ocurre al mismo tiempo que la acción, pues la persona advierte lo que está haciendo, percibe el efecto que tiene su actuación y controla o corrige su ejecución sobre la marcha.

autorreflexion de Anthony Giddens
Portada del libro de Anthony Giddens (nacido en 1938) sobre auto-identidad en la última etapa de la edad moderna. A la derecha el autor.

El sociólogo inglés y Premio Princesa de Asturias 2002, Anthony Giddens, afirma que el individuo de la sociedad moderna tiene mayores posibilidades de decidir qué persona quiere llegar a ser y de construir su propia historia de manera reflexiva. Esto es así porque las tradiciones se han debilitado y ya no tienen la tracción o el arrastre que hasta hace poco tenían. Esta modernidad reflexiva constituye una oportunidad precaria o de doble filo pues, por un lado, proporciona mayor libertad, pero, por el otro, mayor vulnerabilidad e incertidumbre: el yo se vuelve más frágil y la existencia más angustiosa. Son signos de una evolución posible pero nada segura. Giddens da este ejemplo a simple vista trivial:

(Cada decisión) …forma parte de un proceso dinámico de construcción del yo. La decisión de vestirse de tal o tal otra manera supone mirar a nuestro alrededor, informarnos sobre la moda, hacer elecciones… Todo eso forma parte de la naturaleza reflexiva del yo en las sociedades contemporáneas.

La investigación empírica sobre la autorreflexión se ha basado en pruebas que evalúan algunos de sus aspectos más accesibles y fundamentales. Por ejemplo, un instrumento se basa en presentar adjetivos o frases sobre características particulares a voluntarios y preguntarles si los conceptos los describen apropiadamente o no lo hacen. Para responder, el sujeto debe emprender una autorreflexión que implica el concepto de sí mismo. Este tipo de métodos ha permitido estudiar las zonas del cerebro involucradas en la tarea, y se ha encontrado que se activa un grupo de estructuras corticales de la línea media del encéfalo y que, cuando estas regiones sufren una lesión neurológica, los pacientes tienen problemas para evaluarse y sobreestiman sus capacidades y su ejecución. La corteza prefrontal medial, que hemos mencionado repetidamente en estas secciones sobre la autorreferencia, está involucrada en estas capacidades. En este caso, el concepto de sí mismo, que es una de las acepciones del término self, obra como un ancla que sesga la toma de decisiones y, como ocurre con todas las funciones que involucran a la autoconciencia, requiere de la intervención de la corteza prefrontal ventromedial. Existen también evidencias experimentales de la influencia que tiene el concepto de sí mismo sobre el profuso procesamiento de información que maniobra entre la percepción, la atención y la memoria.

Ubicacion de la corteza prefrontal
Ubicación de la corteza prefrontal medial, área clave para la autorreflexión. Se muestra la cara medial del hemisferio derecho del cerebro; hay otra región similar en el hemisferio izquierdo (Imagen: The Science of Psycotherapy).

Recientemente ha resurgido el importante dilema de si la reflexión conduce a tomar mejores decisiones. Algunos investigadores han planteado que no necesariamente encamina hacia decisiones adecuadas porque las personas expertas no se paran a reflexionar, sino que actúan por intuición, es decir, por una extensa experiencia previa ya incorporada en su sistema cognitivo y por un adiestramiento para hacer inferencias preconscientes. De hecho, la autoevaluación se suele enfrentar a sesgos y resistencias, pues los sujetos tienden a identificarse con el modelo asumido de sí mismos, que hemos denominado falso ego, y temen que sufra objeción o devaluación. No parece fácil decidir sobre esta alternativa en especial porque la reflexión varía en sus dimensiones, particularmente en la que se refiere a qué tan consciente es, lo cual es relevante en su eficiencia. No se trata de dos opciones incompatibles, ya que las personas en algunas circunstancias obran por intuición y, en otras, reflexionan y deliberan para decidir. Ambos procedimientos tienen márgenes de error y probabilidades de éxito de tal forma que será la prudencia la que defina el curso de acción.


También te puede interesar: El yo onírico, la cámara subjetiva y el sueño lúcido.

El yo onírico, la cámara subjetiva y el sueño lúcido

Lectura: 6 minutos

En alguna lectura averigüé que caer, perder el control de un vehículo, aparecer desnudo en público, enfrentar una prueba sin estar preparado o ser perseguido están entre los actos más referidos en los relatos de sueños. Además de generar sentimientos de angustia o peligro, el protagonista que vive la acción en este tipo de sueños es el propio soñador, pero claramente no su persona somática, sino una representación de sí mismo en el mundo soñado. Se trata del yo onírico e intentaré sondearlo, a sabiendas de su esquiva liviandad.

sueno de grete stern
Fotomontaje de Grete Stern publicado en la serie de ilustraciones de sueños narrados por las lectoras para la revista argentina Idilios en los años 50. Esta imagen ilustra la multiplicación de yoes en el relato de un sueño.

Entre los fenómenos más peculiares y sugerentes de los sueños están los absurdos quiméricos, pues en el orbe onírico suelen romperse o dislocarse no sólo leyes físicas de tiempo y espacio, causa y efecto o escala y perspectiva; también se trastorna la identidad personal. En efecto, las personas cercanas suelen aparecer diferentes de cómo se les reconoce en “la vida real” y el propio yo onírico dista de ser una entidad clara y estable. Esto se revela en muchos relatos de sueños, cuando la persona refiere que en su sueño era más joven o más vieja, mejor parecida o, al revés, deforme y repelente. En ocasiones quien relata un sueño asegura que era otra persona: ¡hace tiempo una hija mía soñó que “era” un monje chino! Además, a diferencia de la experiencia durante la vigilia, cuando el punto de vista usualmente está anclado en el cuerpo y en los actos de la persona, en el sueño el punto de vista es móvil y puede ubicarse en el yo onírico o bien verse a sí mismo desde fuera, como tomado por una cámara situada a distancia, o incluso tomar la perspectiva de otros.

dark passage
Una de las escenas más clásicas con cámara y punto de vista subjetivos fue Dark Passage (La senda tenebrosa de Delmer Davis, 1947). El protagonista (que eventualmente vemos es Humphrey Bogart) le enciende un cigarrillo a Laureen Bacall y la cámara se sitúa desde su punto de vista, de tal manera que la actriz simula que le mira a los ojos al mirar a la cámara.

Una de las maneras más útiles para mostrar el punto de vista tanto en la vigilia como en la ensoñación es el uso de la cámara subjetiva en el cine. Esto ha pasado cuando lo que se percibe en la pantalla pretende ser lo que ve y oye algún personaje de la película. La cámara subjetiva da al espectador la impresión de ser ese personaje o, mejor dicho, de ver desde su punto de vista. Ahora bien, en la mayoría de los sueños filmados vemos al que sueña como un personaje en la escena, mientras que en los relatos de sueños el punto de vista suele estar en su cuerpo del yo onírico, como sucede en la vigilia. En el sueño que da inicio a 8 ½, obra maestra de Federico Fellini realizada en 1961, la escena muestra acertadamente lo que ve el protagonista, quien se encuentra flotando en el aire como si fuera un papalote con una cuerda amarrada a su tobillo izquierdo, en tanto observa que alguien allá abajo en una playa sostiene el otro extremo de la cuerda. Ahora bien, a pesar de lo creativo y fascinante de estas escenas, tanto en la vigilia como en el sueño, la cámara subjetiva no captura bien la experiencia, ni siquiera la visión ocular, pues ésta se restringe a un rectángulo para ajustarse a la pantalla. La cámara subjetiva no alcanza a captar la experiencia multisensorial y mnemónica de quien tiene una vivencia intensa.

sueno Fellini
En la primera escena de 8 ½ de Fellini (1961) vemos lo que ve el yo onírico.

Es muy indicativo que al relatar un sueño las personas usen el tiempo imperfecto, (yo estaba en tal parte, yo era más joven, etc.) porque también se emplea al referir fantasías, en los juegos infantiles o en los cuentos de hadas (érase una vez; este era un rey, etc.). Cuando utiliza el tiempo imperfecto del indicativo, el enunciador hace un ajuste temporal, pues expresa una acción indeterminada o inacabada en el tiempo, como acontece con los tres verbos irregulares en este tiempo: yo era, yo iba, yo veía. El tiempo verbal imperfecto sugiere que el protagonista de la ensoñación, de la fantasía o del juego es otro yo, o mejor dicho, es una representación alterna en una mascarada de posibles identidades. Las actrices y actores consumados son expertos en adquirir y expresar otras identidades, como veremos más tarde.

En la mayoría de los sueños la acción figurada acontece fuera de la voluntad de quien sueña, pero en ocasiones éste se percata que está soñando, lo cual constituye un sueño lúcido. En las ciencias cognitivas se denomina sueño lúcido al darse cuenta o ser consciente sin despertar de que está uno soñando. Se trata de una facultad de la autoconciencia en el sentido de que la persona se hace consciente de lo que ocurre en su propia mente, lo cual lo habilita para reflexionar dentro del sueño o controlar el curso de la ensoñación.

Si bien el sueño lúcido es un fenómeno subjetivo, ha sido posible estudiarlo porque es una facultad que es posible entrenar y manifestar, como lo ha venido demostrando el psicofisiólogo Stephen LaBerge desde su tesis doctoral en la Universidad de Stanford en 1980. LaBerge y sus colaboradores han desarrollado una técnica para inducir sueños lúcidos, dicho método consiste en entrenar a los sujetos durante la vigilia a recordar momentos peculiares de sus sueños y hacer el propósito de reconocer ese tipo de instancias en sus sueños futuros para que se percaten que están soñando. De esta forma, logró que una serie de voluntarios no sólo puedan inducirse sueños lúcidos, sino que lo realicen en el laboratorio mientras se les registran señales corporales como el electroencefalograma y pueden emitir pistas de que saben que están soñando. Estas señales son acciones mínimas que no despiertan al sujeto y se emprenden como consecuencia de un entrenamiento previo y de un acuerdo con los investigadores.

Stephen LaBerge sueno
Portada del libro sobre sueños lúcidos de Stephen LaBerge y el autor a la derecha.

Este método ha permitido llevar a cabo experimentos en los cuales los sujetos informan sobre el sueño lúcido y sus contenidos al despertar. Por ejemplo, el sujeto hace ciertos movimientos oculares en algunos momentos relevantes de su ensoñación indicando que está experimentando un sueño conscientemente. Los movimientos oculares voluntarios durante el sueño se registran junto con los movimientos oculares espontáneos que ocurren durante esta fase del sueño y se distinguen de ellos por su morfología electrográfica. Al despertar los sujetos mencionan las experiencias oníricas conscientes que tuvieron durante cada uno de esos momentos, lo cual ha permitido demostrar de forma empírica y experimental que los sueños son experiencias reales y no falsos recuerdos.

A partir de estas evidencias se han multiplicado los estudios del cerebro en relación a la ensoñación lúcida y menciono ahora sólo algunos. En un trabajo se comparó el volumen de algunas áreas cerebrales mediante resonancia magnética en sujetos que, en un cuestionario ad hoc, reportaron muy alta frecuencia de sueños lúcidos en comparación con quienes reportaron una baja incidencia. Los primeros mostraron un mayor volumen de sustancia gris y mayor señalización en las áreas frontopolares, las zonas más anteriores del lóbulo frontal del cerebro que intervienen en el control del pensamiento. En un estudio más reciente fue posible obtener imágenes cerebrales de sujetos que se encuentran soñando lúcidamente, y los resultados preliminares apuntan a que las regiones prefrontales y parietales están involucradas.

Por otro lado, se ha observado que ciertas manipulaciones pueden aumentar la incidencia de sueños lúcidos y entre ellas destaca el uso de fármacos que incrementan la neurotransmisión a base de acetilcolina en el cerebro. Estos mismos fármacos favorecen ciertos aspectos de la memoria y se utilizan para frenar el deterioro en la enfermedad de Alzheimer. Las vías colinérgicas que utilizan acetilcolina en el el cerebro están implicadas en la motivación, la emoción, la memoria, el sueño, la demencia tipo Alzheimer y otras funciones que intervienen en la autoconciencia. Por esta razón se ha postulado que este abundante neurotransmisor excitatorio del cerebro puede jugar un papel en la integración del Self.


También te puede interesar: ¿Quién expresa el poema? El yo lírico y la voz poética.