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La agenda 2030 de la ONU y la preservación del medio ambiente

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Poco antes de la suscripción del Acuerdo Climático de París de 2015, se aprobó la Agenda 2030 de Naciones Unidas que consta de 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y 169 metas.

Los Objetivos de Desarrollo Sostenible van desde poner fin a la pobreza, lograr erradicar el hambre, y comprenden la salud y el bienestar; educación de calidad; igualdad de género; agua limpia y saneamiento; energía asequible y no contaminante; trabajo decente y crecimiento económico; industria, innovación e infraestructura; reducción de las desigualdades; ciudades y comunidades sostenibles; producción y consumo responsables; acción por el clima; vida submarina; vida de ecosistemas terrestres; paz, justicia e instituciones sólidas y alianzas para lograr los objetivos.

ODS
Imagen: ExpokNews.

Se trata de salvar el planeta, nuestro hogar común, para que todos vivamos mejor, procurando que nadie se quede atrás. Esto es, de erradicar la pobreza y el hambre, así como reducir drásticamente las desigualdades. Sin embargo, de los aspectos declarativos a la implementación de los 17 ODS, hay un buen número de dificultades y contradicciones. La declaración sobre la Agenda 2030 sostiene que: contemplemos un mundo en el que el desarrollo y la aplicación de las tecnologías respeten el clima y la biodiversidad y sean resilientes; un mundo en el que la humanidad viva en armonía con la naturaleza y se protejan la flora y fauna silvestres y otras especies de seres vivos.

Para ello es necesario revisar que los ODS armonicen entre sí. Entre los 17 ODS hay tres de carácter ambiental: el objetivo 13 habla de combatir el Cambio Climático; el 14, conservar y usar de manera sostenible los océanos; y el 15, proteger y promover el uso sostenible de los ecosistemas terrestres, luchar contra la desertificación, la degradación de las tierras y la pérdida de la biodiversidad. Así, de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030, los ODS del 1 al 11, son de carácter socioeconómico. El ODS 12 se ocupa del consumo y la producción sostenibles y del 13 al 15 son objetivos medioambientales. El ODS 16 trata sobre la paz, la justicia e instituciones fuertes y el 17 de las alianzas durante el proceso.

Sin embargo, la Agenda 2030 no reconoce que si la consecución de los once objetivos sociales y económicos se basa en estrategias de crecimiento convencionales, esto implicaría que es prácticamente imposible aunque sólo sea de forma parcial reducir la velocidad del calentamiento global, detener la sobrepesca en los océanos o la degradación de la tierra así como la pérdida de la biodiversidad. Esto es, si no hay cambios importantes en la forma en la que se define o supervisa la economía, existen enormes contradicciones entre los ODS socioeconómicos y los ambientales. Tanto los países ricos como los países pobres contaminan el ambiente y degradan la naturaleza, por muy diferentes motivos, Chancel y Piketty observaron que los tres millones de estadounidenses más ricos producen per cápita una media al año de 318 toneladas de emisiones de CO2 mientras que la media mundial por persona ronda las 6 toneladas. Piketty agrega que el 1 por ciento de los estadounidenses más ricos produce alrededor del 2.5 por ciento de los gases de efecto invernadero mundiales. Además, el 10 por ciento de los hogares más ricos del mundo contribuye con el 45 por ciento de las emisiones totales. Para Piketty los hábitos que se deben cambiar son principalmente los de los ricos. Por otra parte, en forma por demás entendible, los países en vías de desarrollo priorizan los ODS socioeconómicos: la erradicación de la pobreza, la seguridad alimentaria, la salud, la educación y el empleo, lo cual es realmente muy positivo. Sin embargo, multipliquemos este esfuerzo por casi 7,700 millones de personas actuales; los 9,000 millones en menos de veinte años y los quizás 11,200 millones de personas que existan hacia finales del siglo XXI. En suma, estas nobles metas hay que lograrlas sin degradar el medio ambiente.

Sobrepoblación.
Ilustración Ángel Boligán.

Desde una perspectiva declarativa, la ONU conviene que los 17 ODS deben ser considerados como una entidad indivisible. Pero incluso entre los objetivos socioeconómicos (del 1 al 11) hay importantes contradicciones. Arjen Hoekstra señala que alcanzar la seguridad alimentaria (objetivo 2) entra en conflicto con la disponibilidad de suficiente agua para todas la personas. En suma, los objetivos relacionados con el bienestar de la población dependen de un uso muy cuidadoso de los recursos naturales.

En un estudio reciente Jeffrey Sachs presenta una evaluación cuantitativa de la consecución de los ODS. Los diez países que más han avanzado en la instrumentación de los ODS son europeos: Suecia, Dinamarca, Noruega, Finlandia, Suiza, Alemania, Austria, Holanda, Islandia y el Reino Unido. En tanto que Estados Unidos ocupa el lugar 25, China el 76 y la India el 110. Los últimos diez países son casi todos de África.

ODS
Imagen: Freepik.

En las consideraciones de Sachs, se señala que los países con mejores puntuaciones en los ODS están estrechamente vinculados con el crecimiento convencional que incluye huellas ecológicas desmesuradas. La huella ecológica de un país, estimada anualmente por Global Footprint Network mide el área necesaria para producir los bienes y servicios que consume la población. Este valor es mucho mayor para los países con un elevado nivel de vida. Sachs muestra una paradoja oculta: si todos los países alcanzarán los once o doce ODS socioeconómicos, es de esperar que la huella ecológica promedio asciende de 4 a 10 hectáreas por persona. Esto quiere decir que para los casi 7,700 millones de personas actuales necesitaríamos entre dos y cinco planetas del tamaño de la Tierra.

Otro dato muy preocupante es el Día de la Deuda Ecológica, esto es, el día a partir del cual el consumo de recursos naturales excede la capacidad de la Tierra para regenerar dichos recursos ese mismo año. En 1970, ese día se situaba todavía a finales de diciembre; en 2007, fue el 2 de agosto y se espera que para 2030 se adelante a junio. En suma, del análisis sobre la Agenda 2030 se infiere que el planeta no puede permitirse perseguir por separado estos 17 ODS. Para abordar los objetivos socio-económicos y político-ecológicos en su conjunto, es indispensable diseñar una política coherente. Esto conlleva a revisar a fondo los planteamientos del desarrollo tecnológico, económico y político a nivel mundial.

Qué está pasando en Latinoamérica

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Los latinoamericanos vivimos, quizá desde hace muchos años, momentos muy difíciles: entre la inestabilidad social, política, económica, quizá cultural –e incluso–, posiblemente racial; todo esto se encuentra establecido, desde hace muchos años, en nuestro subcontinente, quizá desde siempre, pero está claramente destacada en la segunda mitad del siglo pasado y lo que ha transcurrido del actual. Los comentarios de este escrito los hago porque son muchas las noticias que nos agobian –o que me agobian–, en este momento. Lo que sucede en Chile, lo que acontece en Bolivia, lo que parece estarse gestando en Ecuador, la inestabilidad del Perú, lo que no sucede en Venezuela ni en Nicaragua ni en Cuba, los recientes resultados de las elecciones en Argentina; aunado a las declaraciones de nuestro presidente, Andrés Manuel López Obrador, que denunció hace sólo un par de días, que se gesta un golpe de Estado en México; por si todo esto fuera poco, leí este fin de semana Tiempos Recios, la más reciente obra de Mario Vargas Llosa.

Tiempos Recios.
Mario Vargas Llosa, escritor peruano.

En ella, el Premio Nobel Peruano con su proverbial maestría y mezclando la ficción con la realidad, nos narra los acontecimientos que en Guatemala sucedieron en los años 50 y 60, que derrocaron y establecieron regímenes con la participación de fuerzas locales, americanas –tanto privadas como gubernamentales–, y destaca la participación dominicana.

No es un libro fácil, tiene contrapuntos de todo tipo que exigen una atención precisa en la lectura; varias conclusiones pueden establecerse, a mi la más importante me parece que es que todavía los guatemaltecos no se reponen de los acontecimientos y no han logrado una mediana estabilidad. Al final del libro, dos personajes que veníamos considerando como ficticios –si bien son un sostén fundamental de la narrativa–, los narra como personajes reales al momento de realizar una entrevista final; la entrevista destaca el fracaso extendido de la intervención americana, gubernamental y privada, en Guatemala y cómo se extendió en el tiempo y en el espacio.

¿Por qué los latinoamericanos no conseguimos despegar? Si excluimos a Uruguay y Paraguay, los demás países que conformamos el subcontinente no conseguimos una estabilidad que permita a los habitantes una vida mejor. La respuesta no es fácil y las que habían venido desarrollándose, con los acontecimientos actuales puede que hayan caído desbaratadas.

Me atrevo a comentarles una experiencia personal, hace unos años tuve la suerte de participar, durante un Congreso Mundial de Medicina Interna, en un simposium sobre el desarrollo de la especialidad y me di cuenta que los europeos habían logrado construir un sistema en el que el estudio de la especialidad, los sistemas de certificación y recertificación, permitían que un internista austriaco pudiera ejercer en España o que un Francés lo hiciera en Alemania, a pesar de las enormes diferencias idiomáticas y culturales. Poco después asistí a un simposium de SOLAMI, la Sociedad Latinoamericana de Medicina Interna, y al final quedó claro que eso no puede suceder entre nosotros, a pesar de las enormes similitudes idiomáticas culturales y probablemente epidemiológicas.

Por qué Argentina, de ser una potencia económica y cultural a mediados del siglo XX, ha pasado a ser un país con una crisis económica permanente con una inflación enorme, que ha hecho crecer la pobreza, la deuda del país y ha permitido la decadencia del bienestar de sus habitantes. Pero lo que es difícil de explicar, es que el peronismo continúe siendo una filosofía política vigente. No queda claro si el peronismo o justicialismo es una corriente de izquierda o liberal o no, lo que queda claro es que la mayoría de los gobernantes elegidos por este partido han acabado envueltos en escándalos de corrupción; lo que no ha impedido que, el Presidente y la Vicepresidente electos, hayan triunfado a pesar de haber formado parte previamente de gobiernos acusados de deshonestidad.

Lo que sucede en Chile es aun más difícil de explicar, si bien tiene la dificultad de un mestizaje incompleto, lo mismo que muchos otros países de la zona, después de haber sobrevivido a una dictadura militar y librarse de ella de una manera bastante pacífica, surgieron gobiernos democráticos, los últimos cuatro en una alternancia entre la social democracia de la presidenta Bachelet (por cierto de formación médico y de especialidad pediatra), y la derecha moderada –quizá neoliberal– de Piñera. Primero fue electa Bachelet, al término de su periodo, fue elegido Piñera, al terminar él, se reeligió nuevamente Bachelet, y así sucesivamente.

Piñera y Bachelet.
Izquierda: Sebastían Piñera, derecha: Michelle Bachelet.

En estos años de vaivén, aconteció un fenómeno económico y social con repercusiones culturales, educativas e incluso sanitarias; pasó a tener el mayor ingreso per cápita de la zona, por supuesto, esto acarreó a varios éxitos educativos y la mejoría en indicadores de salud, con un abatimiento notable de la mortalidad materna, de la mortalidad infantil y el incremento en la esperanza de vida, a su vez, se mostró un deceso de los índices de pobreza. Pero está claro que esto no ha resultado suficiente, porque un incremento menor en el precio del transporte público ocasionó una respuesta inusitada, masiva y violenta que tiene en crisis al gobierno –que a pesar de haber hecho la derogación del incremento y cambios en el gabinete presidencial–, no han cedido y se avizora que el gobierno de Piñera pueda caer.

Se esgrime que la constitución no se ha modificado y que sigue siendo la misma del periodo dictatorial, que la riqueza no ha sido distribuida adecuadamente; pero además, me parece que existen dos explicaciones más: que las redes sociales son capaces de desencadenar respuestas que desemboquen en golpe de estado y que las reelecciones nunca son buenas. Piñera había tenido un desempeño excelente en su primer periodo y ahora vive una crisis que probablemente no superará.

En Bolivia sucede una crisis sociopolítica muy grave. El presidente Evo Morales consiguió presentarse a las elecciones para intentar conseguir su quinto periodo consecutivo, para ello, derogó leyes y reglamentos que se lo impedían y ganó una primera vuelta con una diferencia mayor al 10 % sobre su más cercano competidor, todo dentro de un ambiente de escándalo e inconformidad que no le han permitido validar plenamente su triunfo. En este momento los votos para las elecciones se encuentran siendo escrutados por organismos internacionales. Al final, Evo Morales será investido como presidente, independientemente de las inconformidades y los escándalos. En sus principios, el presidente Morales consiguió grandes éxitos económicos y políticos con enormes repercusiones positivas en la distribución de la riqueza y la disminución de la pobreza, lo que le fue acarreando una popularidad avasalladora, sin embargo, a lo largo de tantos años, también se fueron creando opositores e inconformes que no fueron escuchados. Bolivia se encuentra sumida en una crisis por empeñarse en permanecer en el poder.

Presidentes de Perú.

Perú había conseguido en los últimos años grandes logros cambiando considerablemente sus condiciones económicas, pero de un momento a otro todo se vino abajo. Los presidentes que habían encabezado los gobiernos exitosos, fueron acusados de corrupción grave; uno se suicidó poco antes de ser detenido, otro está detenido en los Estados Unidos en espera de ser extraditado para ser juzgado en su país; otro fue destituido de su cargo y está siendo juzgado; el que detenta el poder, lucha con enemigos interiores que disputan el poder… Nuestro resultado es una inestabilidad paralizante.

Evo y Maduro.
Evo Morales junto con Nicolás Maduro.

En Ecuador algo de lo mismo ocurre después de numerosos éxitos del nuevo gobierno, pues el retiro del subsidio a los combustibles desencadenó una respuesta popular que mantiene al país en un tris.

Lo que no sucede en Latinoamérica también resulta alarmante, pues en Venezuela, tras los terribles resultados del gobierno bolivariano encabezado por Maduro (opresor e insensible), se gestó una respuesta de oposición encabezado por Guaidó y Capriles que tuvieron grandes apoyos internacionales y dentro de Venezuela. Se estuvo a punto de suscitarse un cambio de régimen, que al final se fue diluyendo y está a punto de fracasar. Al final no pasará nada, y el gobierno bolivariano continuará marcando los destinos de Venezuela.

Lo de Nicaragua también llama la atención después de una revolución que termina con una dictadura de manera sonora y muy difundida. Daniel Ortega es electo como presidente y ejerce de 1985 a 1990; tras él, le siguen otros políticos de diversos orígenes e ideologías,  pero Nicaragua camina en vías democráticas hasta que Ortega logra su segundo periodo, y desde entonces permanece en el poder. La cuarta reelección la consigue en 2017, y para mayor escándalo, coloca a su cónyuge como vicepresidente, todo entre acciones de corrupción, de tiranía, de represión y de deterioro de la vida de los nicaragüenses y no pasa nada.

Daniel Ortega.
Daniel Ortega, presidente de Nicaragua.

Menos pasa aún en Cuba, la Revolución lleva instaurada 60 años y ha soportado no sólo su fracaso como régimen político, si no las intenciones de sus adversarios y la caída de sus amigos. Tras la Revolución, un altísimo porcentaje de los cubanos ha tenido que emigrar y lo sigue haciendo, pero los Castro han soportado todo y parecen haber encontrado un heredero que parece capaz de continuar la misión, como muestra de los soportes internacionales recientemente adquiridos, basta comentar que recientemente el presidente cubano fue recibido en México, muy cordialmente como siempre –y en unos días recibirá la visita del rey de España, quien durante su visita inaugurará una exposición pictórica formada con obras que provienen nada menos que del Museo del Prado–. Estoy seguro que la pronta liberación de un centenar de presos políticos, lo hace como muestra de buena voluntad y deseos de cambio (como siempre lo ha hecho), lo que será destacado por sus simpatizantes. Total, que no pasa nada y la Revolución seguirá hacia adelante o hacia atrás, sin cambios.

El golpe de Estado anunciado por nuestro Presidente, espero que haya sido anunciado de manera metafórica o pensando en utilizarlo con fines publicitarios; intentando con ello, preterir los enormes problemas que nos (le) agobian. Si bien algún sector del ejército ha mostrado públicamente su inconformidad, lo ha hecho abiertamente y de forma mesurada; lo acontecido en Sinaloa, siendo muy grave, no parece haber ocasionado fisuras en la lealtad tradicional del Ejército Mexicano. Las redes sociales son incontrolables e ingobernables, pero me parece que de momento no significan una amenaza.

Lecturas recomendadas:

Mario Vargas Losa. Tiempos recios. Alfaguara. México. 2019

Héctor Aguilar Camín Chile: el estallido interno. Milenio. 30-X-2019.

¿Qué sucede en la política de Perú? ¿Por qué la actual crisis? https://www.voanoticias.com/a/la-crisis-de-peru-en-preguntas-y-respuestas/5107281.html

Martín Hopenhayn. Chile: entre madrugar y despertar. Nexos. 5-X-2019.

Cecilia Barria. Crisis en Ecuador: 4 razones que explican la crisis que llevó a Lenín Moreno a decretar el “paquetazo” que desató las protestas. https://www.bbc.com/mundo/noticias-49978717

https://es.wikipedia.org/wiki/Anexo:Gobernantes_de_Nicaragua

https://es.wikipedia.org/wiki/Peronismo.

Fernando Molina. El sector más duro de la oposición a Evo Morales toma las riendas de las protestas en Bolivia. El País. 4-X-2019. https://elpais.com/internacional/2019/11/03/america/1572799438_418002.html

Terrorismo y Narcotráfico

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Nos han acostumbrado a entender el “terrorismo”, como aquel fenómeno de actos violentos, en general de baja intensidad, experimentado por los países europeos, Estados Unidos e Israel, a manos de sus grupos opositores, generalmente adscritos a la fe islámica.

Sin embargo, para comenzar, hemos de establecer que el “terrorismo” es un término que ha venido evolucionando a lo largo de la historia, y que, –en su sentido más puro, como lo define la Real Academia de la Lengua Española–, se refiere a éste como:

Actuación criminal de bandas organizadas, que, reiteradamente y por lo común, de modo indiscriminado, pretende crear alarma social con fines políticos [1]

Lavado de dinero.
Fotografía: NotiAmerica.

Dicho lo anterior, hay que hacer notar que parte del cuestionamiento para la tipificación del narcotráfico como delito de terrorismo, radica en la motivación y fines de esta táctica de guerra. No obstante, cabe mencionar que el Código Penal Federal Mexicano[2], en su Artículo 139 tipifica al “terrorismo” como:

A quien utilizando sustancias tóxicas, armas químicas, biológicas o similares, material radioactivo, material nuclear, combustible nuclear, mineral radioactivo, fuente de radiación o instrumentos que emitan radiaciones, explosivos o armas de fuego, o por incendio, inundación o por cualquier otro medio violento, intencionalmente realice actos en contra de bienes o servicios, ya sea públicos o privados, o bien, en contra de la integridad física, emocional o la vida de las personas, que produzcan alarma, temor o terror en la población o en un grupo o sector de ella, para atentar contra la seguridad nacional o presionar a la autoridad o a un particular, u obligar a éste para que tome una determinación.

A su vez, hace la siguiente mención:

Se impondrá pena de prisión de quince a cuarenta años y cuatrocientos a mil doscientos días de multa, sin perjuicio de las penas que correspondan por otros delitos que resulten.

Las sanciones a que se refiere el primer párrafo de este artículo se aumentarán en una mitad, cuando, además:

  1. El delito sea cometido en contra de un bien inmueble de acceso público;
  2. Se genere un daño o perjuicio a la economía nacional, o
  3. En la comisión del delito se detengan en calidad de rehén a una persona.
Acribillados.
Fotografía: La Portada Canadá.

Consistente a lo anterior, tenemos que el Código Penal Federal en México, señala en el Artículo 193, lo siguiente[3]:

Se consideran narcóticos a los estupefacientes, psicotrópicos y demás sustancias o vegetales que determinen la Ley General de Salud, los convenios y tratados internacionales de observancia obligatoria en México y los que señalen las demás disposiciones legales aplicables en la materia.

Para los efectos de este capítulo, son punibles las conductas que se relacionan con los estupefacientes, psicotrópicos y demás sustancias previstos en los artículos 237, 245, fracciones I, II, y III y 248 de la Ley General de Salud, que constituyen un problema grave para la salud pública.

Establecido lo anterior, podemos sin lugar a dudas sostener que en México los ciudadanos que cometen “Delitos Contra la Salud”, incurren también de manera regular en la comisión del delito de “Terrorismo”. Ya sea para intimidar a otros particulares (carteles competidores, empresarios de distinta índole o ciudadanos comunes), o frente a la misma autoridad gubernamental en todos sus niveles y ramas, con la finalidad de influir en sus decisiones. Ejemplo de ello fue, como lo describe el diario Debate, lo siguiente:

El pasado 17 de octubre, soldados mexicanos retuvieron a Ovidio Guzmán en un domicilio de Culiacán, lo que desató una ola de violencia en toda la ciudad, donde grupos de sicarios provocaron tiroteos con armas de alto calibre e incendios, y liberaron a una cincuentena de presos de un penal.

Ovidio Guzmán.
Ovidio Guzmán, hijo del Chapo Guzmán.

Al verse superado por la situación, el Gobierno de México tomó la decisión de soltar al hijo del Chapo bajo el argumento de que así se podía proteger la vida de los ciudadanos de Culiacán.

Lo anterior, es sin duda un acto de terrorismo, un hecho vergonzoso para el Estado y la Nación mexicana en su conjunto, al haber sido obligado el presidente de México a dar la orden de liberación de un presunto criminal, sin mediar procedimiento legal alguno.

EN PERSPECTIVA, estimado lector, sólo puedo agregar que la actividad del crimen organizado en general, y de manera pública y flagrante en hechos recientes, corresponde cabalmente al tipo de delito denominado “Terrorismo”. Esto al lograr efectivamente someter a oponentes y a la autoridad gubernamental a sus deseos, mediante acciones violentas e intimidatorias. Entonces, me pregunto ¿Por qué no llamar las cosas por su nombre?, ¿Usted, estimado lector, tiene alguna teoría?


Notas:

[1] Real Academia Española. (2019). Terrorismo. 19 de octubre de 2019, de Real Academia Española Sitio web: https://bit.ly/2NNa66f

[2] H. Congreso de la Unión, México. (14 de agosto de 1931. Última actualización 12 de abril de 2019.). Código Penal Federal. 19 de octubre de 2019, de Cámara de Diputados, México Sitio web: https://bit.ly/2Cis1fN

[3] H. Congreso de la Unión, México. (14 de agosto de 1931. Última actualización 12 de abril de 2019.). Código Penal Federal. 19 de octubre de 2019, de Cámara de Diputados, México Sitio web: https://bit.ly/34EoCUy

Culiacán, Sinaloa… ¿y ahora qué?

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Estaba escribiendo un largo artículo analizando las propuestas de regulación para el nuevo etiquetado en alimentos procesados, cuando de pronto me quedé sin ideas. La relevancia del tema se desvaneció cuando empecé a recibir información, videos y comentarios sobre los sucesos del pasado jueves en Sinaloa. Me quedé expectante, esperando saber qué explicaba los hechos, y más aún, qué pasaría con los presuntos capos detenidos.

Las escenas de camiones incendiados, de armas letales manejadas por civiles, de extrañas escenas de convivencia entre soldados y civiles armados, me puso en alerta. A pesar de que nuestra capacidad de asombro en temas de violencia ha sido neutralizada progresivamente por la constante exposición a situaciones de extrema violencia, éstas, rebasaban los límites.

Nadie culpa al actual gobierno de la situación imperante. Todos sabemos que es una herencia de décadas enteras de corrupción, negligencia y complicidad de gobiernos de todos los niveles con el crimen organizado, y que cualquier solución requiere tiempo, estrategia, inteligencia, recursos y determinación. Lo que asusta son las decisiones atropelladas, ingenuas o inexistentes que parecen propiciar la agonía definitiva del estado de derecho en nuestro país.

Liberar a un criminal horas después de ser detenido ante las amenazas de ataques a la población civil, evidenciando al mismo tiempo las enormes carencias de organización, estrategia y armamento de nuestros soldados, es absolutamente perturbador. Y al correr de las horas, escuchar las explicaciones de parte de las autoridades alegando la falacia de evitar el “mal mayor”, quita el aliento.

¿Puede haber mal mayor que rendirse ante la delincuencia? El monopolio de la violencia, postulado del Estado como orden coactivo de la conducta, nos fue arrebatado, ¿cuándo?, seguramente desde hace mucho tiempo, pero el jueves pasado se hizo burdamente manifiesto. A esto ya lo podemos denominar como insurrección. Ésta es, posiblemente, la jornada de mayor violencia en nuestro país desde la Revolución, o que sólo compite con la matanza de Tlatelolco.

He revisado todas las columnas periodísticas que tuve a mi alcance sobre el tema y parece haber una coincidencia plena en que el operativo fue improvisado e ingenuo. Hay algunas discrepancias sobre lo que se debió o no hacer una vez que la violencia estaba desatada. Son más quienes opinan que bajo ningún escenario se debió soltar a Ovidio Guzmán, aún a costa de vidas de civiles. La escena, transportada a la delincuencia común, es mirar a un gobierno pagar rescates para resolver un secuestro.

Llevamos años, muchos años, diciendo y oyendo que basta ya de omisiones con la delincuencia. ¡NO más! Pero no sólo no hay avances, la situación, mes con mes, se agrava hasta niveles brutales. La búsqueda de soluciones nos convoca a todos, no es suficiente con seguir enjuiciando a los torpes o a los omisos, necesitamos un plan de rescate, un programa de reconstrucción y muchos líderes que los conduzcan.

Ojalá el gobierno federal reconozca que con mercadotecnia o justificaciones no se evitarán más fosas clandestinas; ojalá la sociedad entienda que con “memes” únicamente encubrimos con humor una realidad asfixiante. Como primer paso debemos exigir al gobierno que, contra las viejas costumbres arraigadas, nos hablen con la verdad.

¿Qué tan muertos estamos los vivos hoy?

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Imagina que un ser humano, que vivió hace 100 años, apareciera en medio de un lugar concurrido de personas el día de hoy ¿Qué observaría? ¿De qué se asombraría?

Sin duda le asombrarían las estructuras, los edificios, los colores, los autos y todo lo que tuviera que ver con la tecnología. Sin embargo descubriría como las personas están ensimismados viendo constantemente un aparato en sus manos, casi sin hablar con otros y embebidos en ese pequeño cuadrito con luces. En un restaurante, en la fila del cine, en la calle caminando, sentados en la plaza, la mayoría de las personas desconectadas de lo que sucede a su alrededor. Podría decirse que una especie de zombies acaparó el planeta Tierra.

La mayoría creemos que disfrutamos el tiempo que estamos frente a un celular, sin embargo lo que estamos haciendo es distraernos de lo importante que es VIVIR. Llenos de conceptos, chistes, chismes, tristezas y alegrías por lo que vemos, estamos creando una realidad de acuerdo a lo que cada momento nos comunican nuestros aparatos móviles. Las redes sociales se han convertido en el mejor panteón de muertos-vivos. No se diga Twitter, que se transformó de un medio informativo a un campo de guerra social. Y no se trata de criticar las redes sociales, si no de cómo nos hemos relacionado con ellas desvirtuando el fin original de las mismas.

Vivimos frente a un gran reto de conciencia para la sostenibilidad de la vida de los seres que hoy habitamos en este planeta. Sin embargo, constantemente nos distraemos luchando entre la razón y el juicio, por lo que nos «empodera» el ego. Esto sólo nos convierte en carceleros de nuestra propia libertad para disfrutar cada instante.

La muerte ha sido en todas las culturas, y a través de la historia, un evento que invita a la reflexión, a rituales, ceremonias, a la búsqueda de respuestas que causa temor, admiración e incertidumbre. Hoy la psicología nos comparte cómo la mayoría de nuestros temores vienen del miedo a morir, y no nos damos cuenta de que –por estar siempre distraídos–, lo que estamos haciendo es perder la oportunidad de vivir.

Epicuro, filósofo perteneciente a la época helenística, presentó en su ética una visión racional acerca de la muerte, criticando por ello el carácter irracional con que es vista por la mayoría de los hombres. En uno de sus escritos propone: “Acostúmbrate a pensar que la muerte no es nada para nosotros. Porque todo bien y todo mal residen en la sensación, y la muerte es privación del sentir”.

Es sabido que nadie en este mundo puede sobrevivir a la muerte biológica; todos los hombres por su carácter finito deben terminar en algún momento con el sustrato vital, pero ello no implica que se deba vivir –mientras se tenga sensación–, con la duda y el temor a la muerte. La vida está en cada lugar del cuerpo y desaparecerá en la misma medida con él. La vida se siente en cada instante.

Hoy tenemos la oportunidad de observarnos en autoreferencia para conciliar la muerte en vida. Darle el verdadero honor a los que ya murieron físicamente, al disfrutar de nuestras vidas sin importar el cómo las estemos viviendo en este momento. No hay vidas buenas o malas, sino vidas conscientes e inconscientes.

Es momento de dejar a un lado nuestro disfraz de zombie y ponernos a vivir la experiencia de estar presentes ante todo lo que somos como seres humanos. Estamos llenos de potenciales que están dormidos por creer que la felicidad está afuera de nosotros. Sintámonos vivos para salir de nuestra muerte inconsciente. Este día de muertos hay que preguntarnos en lo individual ¿Estoy realmente viviendo con todo mi ser y sin miedo esta vida o la estoy desperdiciando en modo zombie?

LA CALAVERITA:

Sin querer poco a poco, los zombies se fueron creando,
haciendo una guerra inconsciente pues el ego iba ganando.
Estaba la Muerte ausente hasta que llegó el celular.
Ella se trepó a la redes y se llevó a todos en la ciudad.

Querida Parca te pedimos, danos otra oportunidad,
queremos hacernos conscientes y cada momento observar.
Reírnos, hablar, poder vernos y quizás hasta cantar,
que al hacernos autoreferentes siempre podemos ganar.

Días de muertos

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La muerte tiene una especial y añeja relación con la cultura nacional que se expresa cotidianamente en su folclor, en los rituales religiosos, en su comicidad y en sus conflictivos intercambios sociales.

El culto a la Parca tiene múltiples connotaciones que funden nuestro pasado precolombino con las tradiciones importadas durante la colonia y se traducen en nuevas expresiones que hoy trascienden las fronteras y son recibidas en otras geografías con extrañeza e incomprensión, aunque innegablemente con gran curiosidad, como algo surrealista o macabro.

A la tradición de los altares, las catrinas de Posadas, las pernoctas familiares en los cementerios, se suman ahora desfiles alegóricos, muestras pictóricas, espectáculos y parques de diversiones con temáticas alusivas a la temporada de los santos difuntos. Los mexicanísimos días de muertos parecen recuperar, paulatinamente, su espacio original que en décadas pasadas fue invadido silenciosamente por el importado Halloween, desplazando a la ancestral calaverita.

De una celebración religiosa popular, de reflexión, remembranza y culto a los que ya han partido, a quienes se ofrenda aquello que más gustaron en vida, se ha transformado en una fiesta periódica donde hacen gala el jocoso ingenio, la escenografía y la diversión.

Pero no todo es altar con cempasúchil, mole, tequila y pachanga en honor de los difuntos. La cultura de la muerte en México tiene, paradójicamente, una expresión terriblemente real, que aterra y sobrecoge, que dista diametral y dolorosamente de la tradición festiva de nuestra raza. La violencia que se desparrama desde hace más de una década en prácticamente todo el territorio nacional (incluido el corazón estratégico del país), nos ubica como uno de los lugares más peligrosos del planeta, en el que se suceden cotidianamente espectáculos macabros que evidencian una crueldad y un barbarismo inusitados y dan cuenta del nivel de vulnerabilidad y riesgo a que está expuesta la sociedad de la decimoquinta economía del mundo.

Según datos del INEGI, en los últimos 10 años (2009-2018) se registraron más de 255,000 homicidios, a los que deben sumarse, tentativamente, los miles de desaparecidos, de los cuales no hay datos certeros, así como la cifra negra que se antoja amplísima. Los datos oficiales son espeluznantes, sólo comparables con situaciones de conflicto bélico, escenarios de guerra en los que el empleo de armas e implementos diseñados para la destrucción del enemigo se estiman naturales, pero que en un país que se asume en paz, resultan dramáticamente preocupantes.

Escenas dantescas, cuerpos mutilados, cadáveres colgados, tumbas clandestinas multitudinarias descubiertas, asesinatos difundidos en redes sociales, forman parte de una cotidianidad a la que parece nos vamos ajustando como costumbre. El asombro y la indignación ante estas circunstancias es cada día menor.

La Santa Muerte se ha incorporado, informalmente claro, al santoral y su culto se extiende y consolida como característico de un segmento social identificado con la violencia y el crimen. Se ha dado personalidad a una condición inherente al ciclo natural de la vida y se ha erigido como una santa patrona protectora que va adquiriendo gran popularidad.

La fijación del mexicano por la muerte parece estar en su ADN, desde el Mictlán fusionado con el cristiano paraíso. En su evolución, el culto es ya no solo ritual, conmemoración o remembranza, la sociedad de hoy vive estrechamente conectada con la muerte, con la real, la cotidiana, la física, resultado de la crítica situación ante el crimen que parece no tener freno, limitación ni humanidad.

La ferocidad con que se expresan los delincuentes con hechos de sangre y fuego, haciendo amplia difusión de su crueldad, a manera de propaganda, raya en actos de terror, que también tienen alcance global en medios.

En fin, gran paradoja: por una parte, nuestras tradiciones, entre festejos y conmemoraciones a los muertos y por la otra una situación cotidiana de muerte, amenazante y caótica, que nos enfrenta, un día sí y otro también, a una realidad macabra.

¿Muerto Al-Baghdadi, acabará el odio a Occidente?

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En su lucha contra el terrorismo, los sucesivos presidentes estadounidenses han impuesto la norma de borrar todo rastro físico de sus más perseguidos objetivos internacionales. Así sucedió con el dirigente del grupo radical Estado Islámico (EI), Abu Bakr al-Baghdadi, luego que Donald John Trump anunciara: “Ayer en la noche los Estados Unidos hicieron justicia con el líder terrorista número uno. Abu Bakr al-Baghdadi está muerto”.

No se mostró el cuerpo (ni de los tres hijos que estarían con él), ni se avaló la transparencia de los hechos. Ahora, y sólo por la versión del Pentágono, respiran con alivio sus aliados.

Triunfalista y casi obsceno, el magnate estadounidense describió el fin del adversario: Acabó su vida “gimiendo, llorando y gritando hasta el final” de un túnel sin salida, donde accionó los explosivos de su chaleco para evitar ser capturado al estar acorralado por las Fuerzas Especiales.

Sin proporcionar cifras de las bajas de la parte contraria y con el usual lenguaje simplista e imperialista, Trump sentenció: “Era un hombre enfermo y depravado y ahora se ha ido. No hubo pérdidas nuestras, sólo un perro”.

Pero, ¿muerto el hombre más perseguido por la superpotencia militar mundial, se acabó el extremismo y repudio a la intervención de Occidente en Levante? En la lógica antiterrorista que Washington impuso al mundo tras el 11-S, se calificó al Estado Islámico como el grupo más violento y con mayor poder e influencia en Irak y Siria,  luego de que Al-Baghdadi –a la sazón de sólo 43 años– declarara su califato en 2014.

Desde entonces ese grupo explotó el petróleo sirio, expulsó a los kurdos del noreste, amagó la estabilidad regional y desafió rotundamente a Estados Unidos y sus aliados. Ante ese desafío, Washington lideró una Coalición Internacional –que por cinco años, y tras miles de fallidos ataques aéreos–, fue destinada a perseguir combatir y detener a Al-Baghdadi… Hasta la noche del 26 de octubre.

Extraña que unos días después de que Trump ordenase a sus tropas retirarse del este de Siria (donde por largo tiempo operaron con los kurdo-sirios), justo en el punto geográfico opuesto (en Barisha, Idlib al noroeste) ocurriese la operación que condujo a la autoinmolación de Al-Baghdadi.

Todo parece indicar que el magnate estadounidense quiso dar un teatral golpe de efecto antes de salir con las manos vacías de Siria. Su antecesor, Barack Obama, no logró capturar al líder del EI ni alcanzar su otro objetivo: expulsar del gobierno al presidente Bashar al-Ásad.

Y aunque en su campaña presidencial Donald Trump criticó las operaciones militares de Obama, ya en la Casa Blanca no escatimó fuerza ni recursos para asestar golpes tanto al EI como a Al-Ásad. Pero también, con resultados infructuosos.

Hoy, el gobernante sirio aparece más fortalecido, sus fuerzas vuelven a los espacios que le disputaron el Estado Islámico y la Coalición Internacional, gracias al respaldo de Rusia que se alza exitoso como actor indispensable en ese juego geoestratégico.

En cuanto al grupo extremista, nada garantiza que deje de existir, advierte Sam Heller del think tank International Crisis Group. Pese al golpe devastador que para esa organización representa la muerte de Al-Baghdadi, llama la atención que no ha reivindicado la desaparición de su líder, no ha lanzado amenazas a los causantes de ese hecho, y ya se habla de un sucesor.También vale la pena recordar que el EI aún dispone de cuantiosos recursos financieros.

Escéptico, el ministerio de Defensa ruso pidió “pruebas directas” de la desaparición del islamista y de la operación del Pentágono. Indicó que no había detectado ataques aéreos de Estados Unidos ni de la Coalición Internacional en la zona.

Dos días después, el Kremlin mostraba el giro diplomático de Vladímir Putin al declarar que, “si se corrobora esa liquidación, sería un importante aporte” de Trump al combate antiterrorista.

Al saltar a los titulares de la prensa mundial, Al-Baghdadi tendría unos 43 años. Desde una remota mezquita de Mosul, en Irak, proclamó un califato sobre un amplio territorio al frente del Estado Islámico. Los servicios de inteligencia occidentales le atribuyeron la capacidad de crear una red que reclutó a miles de militantes en un centenar de países.

Años después, ese personaje sería perseguido en un túnel por un perro de raza belga malinois –la misma de “Cairo”, el perro que usó el Ejército estadounidense en la «Operación Lanza de Neptuno» que abatió a Osama bin Laden–. Trump lo llama “mi K-9”, pues su identidad y sexo “son información clasificada según el Pentágono”, criticó The New York Times. Algunos afirman que se trata de una perra entrenada en busca y detección de explosivos, minas y drogas, y ya se recupera de sus heridas, explicó nada menos que el jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, Mark Milley.

Vandalismo con causa

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Más excitante que el sexo, tan adictivo como las drogas, visible y contagioso, el vandalismo es la diversión urbana de moda. Patrocinado por los gobiernos de grandes capitales, en sociedad con los especialistas de la industria del entretenimiento, se inauguró el primer parque temático vandálico Destroyer Park. Los visitantes recibirán a la entrada dos latas de pintura en aerosol, un pasamontaña o un pañuelo para cubrirse el rostro, un garrote y si pagan el pase Platino Plus, una bomba molotov y lo más importante: podrán elegir entre distintas consignas para motivar a sus grupos de choque y divertirse destruyendo. Los que deseen darle el international touch, pueden comprar un chaleco amarillo.

En las consignas a elegir están los temas álgidos en las redes: anarquismo, reivindicación de luchas, feminismo, libertad, boletos gratis para el cine, y lo que vaya apareciendo. Sociólogos de masas asesoran a los visitantes de que en este parque todos son víctimas inocentes, y ejerzan sus derechos despedazando lo que esté en su marcha al éxtasis del caos. En la entrada del Destroyer Park hay un gran letrero que anuncia: “No vamos a reprimir a nadie”, es la regla principal de este gran juego que ofrece nuevas experiencias. En el interior está la escenografía completa de una ciudad para quemar y romper con automóviles y patrullas, escaparates, monumentos, esculturas, paradas de autobús, semáforos, una universidad, todo a disposición de los grupos de vándalos que descargarán su furia reivindicando la consigna elegida.

Alentar el vandalismo es un excelente placebo político-social, con un poco de diversión la sociedad se siente “poderosa y visible”, “descargan su enojo”, y el gobierno conserva el poder presumiendo de tolerante y democrático, en este juego todos ganan. Sin ejercer proselitismo, no importa que el visitante no tenga idea qué es el anarquismo o la lucha de clases, o la consigan que grite, la finalidad es pasarla bien en la impunidad de desahogar sus instintos en condiciones de libertad, pasando por encima de la civilidad ahora considerada represora. Los participantes pueden dejar su grupo y unirse a otro con distintas consignas, la solidaridad camaleónica y oportuna es parte de los derechos del vandalismo, eso le da dinamismo al recorrido y les permite hacer amigos.

Los gobiernos que disfrazan la complicidad con buenas intenciones democráticas, usan el Destroyer Park para incentivar la nueva ideología de la irresponsabilidad, la impunidad y empatizar con los votantes, saben que cada vándalo es un voto. En la sociedad de la no-culpa, de la no-responsabilidad, el adversario ejerce un dominio represor que el vándalo repudia y debe ser atacado, está representado por todo lo inmóvil, lo que se interponga entre el vándalo y su marcha, desde la Torre Eiffel hasta el Ángel de la Independencia. En perspectiva del éxito del Destroyer Park los gobiernos darán boletos gratis para grupos, y se otorgarán becas a los guías que organicen visitas masivas. La diversión también es un Derecho Humano.