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Inteligencia espiritual, necesidades espirituales y vida espiritual

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¿Qué relación puede tener la vida espiritual con la llamada inteligencia espiritual o trascendente y las necesidades espirituales?

Para explicar lo anterior es necesario partir del hecho que el ser humano, a diferencia de los animales, es capaz de preguntas, operaciones y movimientos que sólo se dan en su especie y que le permiten vivir intencionalmente en el mundo. Esto le libera no sólo de los condicionamientos del instinto, sino también le permiten superar los límites propios de su historia gracias a la inteligencia espiritual.

La inteligencia espiritual es absolutamente independiente de cualquier religión, aunque no por eso las niega. En ese sentido, es importante reconocer que las religiones son una forma sistematizada y comunitaria alrededor de una creencia específica. Es decir, toda religión gira en torno de un mismo universo conceptual en el cual se comparten ideas de origen, sentido y dirección de la vida humana que generan identidad, orientación y certeza. Estas características existen en toda vida espiritual, aun cuando sus conceptos no se compartan necesariamente con otros o se mantengan al margen de una divinidad o divinidades determinadas.

necesidad espiritual
Imagen: La Mente es Maravillosa.

Así, tanto la vida espiritual como la inteligencia espiritual son propias de hombres y mujeres, independientemente de las condiciones internas y externas de las personas y de las condicionantes del entorno, es un aspecto universalmente existente en el interior humano que necesita ser desarrollado y que se manifiesta como un anhelo, aun cuando no se sea del todo consciente, de integrar a la persona consigo misma, con su entorno y con algo más que queda en el misterio.

Las necesidades espirituales, por su lado, son un conjunto de deseos ajenos al cuerpo, las emociones y la mente, aun cuando se encuentren estrechamente relacionadas con ellas. En condiciones normales emergen sutilmente a lo largo de toda la vida y su satisfacción es más profunda y de mayor duración que la complacencia de las fisiológicas o las psicológicas. En momentos límite de la existencia se manifiestan con mayor intensidad dada la vulnerabilidad humana frente al fracaso, la limitación física, la enfermedad terminal y el dolor demandando vehementemente una vía que resuelva la situación junto con el miedo, la angustia y la incertidumbre que acompaña dichos momentos.

Las necesidades espirituales responden a aspectos fundamentales de la experiencia humana como es el sentido de la vida, la integración de la propia identidad, la vinculación con todo lo existente, el reconocimiento de un orden mayor que dirige todo, la aceptación de la realidad, la reconciliación con uno mismo, con la propia historia y con les demás.

inteligencia espiritualidad
Imagen: Pinterest.

La satisfacción de las necesidades espirituales, el desarrollo de la inteligencia espiritual y la vida espiritual están íntimamente ligadas a dos sencillas prácticas: el silencio y la contemplación. Ambas presentes de manera natural en los menores de edad y que la dinámica de este tiempo perturba, oculta y modifica. En efecto, frente al mundo sobre-estimulado en el cual habita una parte importante de la población y las exigencias extremas para hacerle frente, el silencio y la contemplación aparecen como pérdida de tiempo o generan ansiedad ante la quietud. Sin embargo, superar las falsas creencias que las desacreditan, así como resistir la incomodidad de un inicio, descubren un espacio sin espacio, un tiempo sin tiempo que se abre a la eternidad y en donde se experimenta la plenitud.


*Este texto surgió gracias a la inspiración del libro de Francesc Torralba. Inteligencia espiritual. España: Plataforma, 2019.


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Gracias Maite por la inspiración que provocaste en nuestra conversación.

Todas las tradiciones religiosas y espirituales del mundo plantean una explicación con relación a la existencia del ser humano en el mundo. Las respuestas que proponen no son un argumento más, determinan el sentido y la dirección con la cual sus seguidores enfrentan la vida cotidiana.

De las diferentes propuestas se pueden distinguir dos grandes tendencias: una que considera la vida como un proceso de evolución y otra como un espacio de encuentro.

Entender la vida como un proceso de evolución implica considerar todas y cada una de las situaciones de la vida como una prueba a superar, como una habilidad o situación a aprender para tener oportunidad de seguir hacia un nivel superior. Esta situación supone un determinismo previo ajeno a la voluntad de la persona, pues hay algo o alguien que ha decidido que es momento de pasar al nivel correspondiente, o bien, un conocimiento previo de la persona antes de encarnarse que decide cuáles son las situaciones a dominar durante su vida.

Entender la vida como un proceso de evolución es comprender la existencia como escuelita, con la misma presión y exigencia de un programa académico. Es asumir y aceptar las más dramáticas situaciones de la vida como algo necesario o merecido, lo cual no deja de tener un cierto aspecto macabro y cruel.

entender la vida
Imagen: Xuwtong Wang.

Entender la vida como un proceso de evolución es pensar en un menú previamente definido con los tiempos y los platillos determinados por alguien más frente al cual la única opción en todo caso es rechazar el platillo sin que haya un sustituto que lo reemplace.

Comprender la vida como un espacio de encuentro significa abrir la propia existencia para conocer, experimentar y disfrutar cada uno de los momentos que se presentan entre el nacimiento y la muerte. Es aceptar que el devenir se construye por la combinación de múltiples causas y voluntades. Es reconocer que en la vida siempre aparecen situaciones nunca antes experimentadas, algunas de ellas adversas y complicadas. Es descubrir que siempre hay herramientas internas y condiciones externas que permiten superar cualquier evento, por difícil o dramático que sea.

Comprender la vida como un espacio de encuentro es experimentarla con la apertura, el gusto y el asombro de las vacaciones. Donde el espíritu está abierto a la novedad que proporciona lo desconocido y que se desea conocer. Es poner entre paréntesis los prejuicios y acudir a la flexibilidad para adaptarse a cualquier situación que se presente. Es aceptar las contrariedades de la vida con la disposición de encontrarle el mejor ángulo e impedir que rompa la paz y la armonía interna.

Comprender la vida como un espacio de encuentro es pensar en un bufet lleno de platillos, entre los cuales escoger. Es afinar la capacidad de elección para no confundirse con la impresión que da la vista o el primer acercamiento y desarrollar mejores criterios de elección. Es perfeccionar la capacidad de mirar lo más posible antes de elegir para medir el mayor número de variables y evitar decepciones o sorpresas desagradables.

Sea como escuelita o de vacaciones, lo importante es descubrir cuál es la más conveniente para cada quien, en cuál puede desarrollar mejor sus potencialidades, cuál le hace más feliz y mejor persona, con cuál deja un mundo mejor.


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Hablar de Dios sin hablar de Dios

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Para algunos sectores de la sociedad hablar de Dios es una prohibición porque crecen en una época donde negarlo era el concepto preponderante. Efectivamente, más allá de las experiencias y reflexiones, las argumentaciones del entorno influyen en los conceptos que se comparten comunitariamente.

Ciertamente, la negación de la existencia de Dios no es un dato de los últimos siglos. Desde la antigüedad hubo quienes cuestionaron su existencia, como también la insistencia de otros en afirmar su realidad. Ambos extremos tienen sus razones de ser. El escucharlos y profundizar en ellos permite de suyo la expansión de la consciencia, como capacidad de darse cuenta, y de la conciencia, como herramienta valorativa de la realidad.

Se puede decir que la negación de Dios en ciertos tiempos corresponde más bien a la comprensión de su misterio que se hace en las diferentes épocas y regiones; en ese sentido, el rechazo no corresponde precisamente a Dios, sino al discurso y la institucionalización que lo contiene, es decir, a las estructuras sapienciales, éticas y celebrativas propias de las religiones.

hablar de dios
Imagen: Skander Khlif.

Sin embargo, eso que llamamos Dios se encuentra mucho más allá de cualquier definición, estructura o sistema que pretenda abarcarlo total y definitivamente, por ello, separar el Misterio que da origen, sustento y sentido a la realidad de la idea institucionalizada provoca deserciones religiosas, pero no necesariamente carencia o alejamiento de experiencia espiritual.

En efecto, la realidad está rodeada de algo que le da fundamento, cohesión y sentido a toda la existencia. Fluir en ella es aceptar el origen, alimentarse de él, tomar lo nutritivo y eliminar el resto, integrar en sí mismo aquello que se es, con luces y sombras, con capacidades y limitaciones, con aciertos y errores para armonizar el propio ser sin engaños, ni falsas expectativas, es aceptar el futuro dirigiendo la vida en aquella dirección que de vida en plenitud porque se entrega la vida para que otros la tengan.

Esta realidad espiritual, buscada, reconocida y experimentada, que subyace en la experiencia de todo ser humano, necesita ocupar un lugar específico en la vida de cada persona para generar los frutos que posee y que benefician por igual a quien los recibe como a quien los aporta.

camino de dios
Imagen: Tijana D.

Así, el sentido más profundo de este misterio se encuentra en la cohesión que hace de todo lo existente, en esa articulación que va más allá de las individualidades, en la regeneración constante, en la armonía que suscita, en la belleza que provoca. En toda la creación esto funciona mecánicamente, como respondiendo a un programa pre-establecido que la observación y el conocimiento humano va descubriendo paulatinamente. Así se descifra que la existencia particular sólo cobra sentido en la medida que existe para el entorno.

En el caso de las personas, la capacidad de vinculación, el reconocimiento tanto del otro como de lo otro y el papel que se ocupa en el orden cósmico no son el producto de un programa al que se está condicionado, sino el resultado de decisiones y acciones que pasan por la intención y la voluntad.

El alcance de esta capacidad se manifiesta desde formas muy sutiles hasta las más grandes y heroicas manifestaciones, la tarea conjunta de todas ellas sostiene y hace más llevadera la existencia propia y ajena, por ello, más allá de la creencia religiosa que se tenga, el efecto de este misterio en la vida cotidiana de una persona evoca, provoca y convoca; se percibe, su ejemplo inspira, su modelo contagia y sobre todo abre el horizonte a la esperanza personal y comunitaria.


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La creación, el ser humano y el tiempo

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Una de las grandes preguntas de la humanidad tiene que ver con la existencia misma. ¿Cuál es el origen del mundo? ¿Cómo se originó la vida? ¿Para qué existe el ser humano? Éstas preguntas recorren la historia de la humanidad y se encuentran aún vigentes.

Para responderlas, las culturas primitivas emplearon mitos vinculados a sus tradiciones religiosas ancestrales, luego, la ciencia se ha dedicado a buscar la respuesta al origen de lo creado por medio de ciertas teorías. Así, cada una de las afirmaciones tiene consecuencias en la forma de entender la vida, las relaciones y la propia existencia.

Independientemente de las múltiples explicaciones que hay al tema, tomo dos específicamente provenientes de tradiciones antiguas: la primera del mundo sumerio, la segunda de la tradición judía por la influencia del cristianismo en el mundo occidental al cual pertenecemos en su mayoría los lectores de El Semanario.[1]

De la zona mesopotámica, entre el Tigris y el Éufrates, provienen los relatos escritos más antiguos encontrados hasta el momento. De ellos, el poema de Atrahasis, es el mito que habla de la creación del ser humano. En esta narración los dioses de la tierra Igigu, agotados por la dura tarea de hacer los ríos y las montañas, se rebelan contra su soberano, el dios Enlil, quien junto con Anu, el monarca de los dioses del cielo, y Enki, rey de los dioses del inframundo, deciden crear al ser humano para que realice las tareas correspondientes a los insurrectos y así resolver la situación.

Esta narración, muy anterior a la bíblica, fue conocida en todo el cercano Medio Oriente Antiguo y seguramente influyó en la comprensión hebrea. Sin embargo, para el pueblo de la Alianza, la relación con su Dios, Yahvé, era de otro orden. Si bien en la Biblia se encuentran dos relatos de creación, en ninguno de los dos el origen está condicionado a la esclavitud. Por el contrario, Dios crea simultáneamente al hombre y a la mujer en el primero de ellos, en el segundo, hace al hombre primero y de su costilla forma a la mujer; en ambos, Dios entrega el mundo a sus criaturas para que lo dominen y sometan, pero también para que lo cuiden y lo disfruten.

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Imagen: Houston Hanna.

Dominar y someter se suele interpretar como abuso y opresión, pero también se puede entender como dirección y organización. Sin lo creado no existe la humanidad. Su dependencia de todo lo no humano es absoluta e indispensable para su existencia y por ello necesita cuidarla y entablar una relación que le permita seguir subsistiendo para continuar recreando la vida común.

Ciertamente todo es diferente entre sí, pero las personas reconocen una diferencia mayor que les permite relacionarse de una forma distinta, abierta a la novedad, no repetitiva ni predictiva como en todo lo demás; una capacidad que también facilita descubrir el funcionamiento cíclico del mundo que sirve para cambiar lo periódico por espiral y combinarlo con la historicidad humana.

En efecto, aunque se regrese recurrentemente a un mismo punto, al iniciar un día, un mes, un año; la posibilidad de enfrentarlo y relacionarse con él siempre está abierta a la novedad, a emprenderla como carga o reto, con desaliento o ánimo, con pusilanimidad o valor, con pesimismo u optimismo, con desconfianza o imaginación, con desconsuelo o esperanza.

Estamos en las vísperas de iniciar un año, que trae sus desafíos, sus incertidumbres, sus amenazas, pero también la certeza que la vida sigue, que la fraternidad nos hermana, que la solidaridad nos impulsa a todos, que la responsabilidad mutua nos mueve a entablar dinámicas favorables para todos y que la consciencia y la conciencia nos acompañan para ver, reflexionar y elegir. Hoy tenemos la posibilidad de encarar este nuevo año con decisiones que construyan paz, armonía y esperanza personal y comunitaria.

Termino con una cita que encontré en el texto de Atrahasis provenientes de Nuestros Ancestros: “No hay decisiones buenas y malas, sólo hay decisiones y somos esclavos de ellas”.

 “Feliz Año Nuevo”.


Notas:
[1] El cristianismo permeó la cultura occidental independientemente de la postura religiosa, ateo o agnóstica de cada quien.


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Cerrando ciclos

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El caminante espiritual. si bien sabe que la vida es un sendero que se disfruta mientras se recorre, también reconoce que su existencia es como una cadena que se va formando con los eslabones que corresponden a los diferentes eventos, situaciones y ciclos que experimenta.

Toda cadena es tan fuerte como su eslabón más débil. Por ello, es fundamental cuidar de cerrar bien cada uno de los eslabones; sin apegos, por formidables que hayan sido las personas y los momentos pasados y sin aversiones por justificados que estén esos sentimientos para construir una personalidad sólida, satisfactoria, plena y abierta para hacer de nuestra existencia una experiencia valga la pena ser vivida.

Cada uno de los eslabones que conforman la subsistencia, son parte irrenunciable de la historia de cada persona, que necesitan ser bien cerrados para poder engarzar los siguientes y hacer funcional su ser. No hay eslabones buenos ni malos, sólo son. Aun cuando se les puede clasificar como afortunados o desafortunados, ninguno de ellos es absoluto ni eterno y a todos se les puede encontrar orientaciones positivas de la misma manera que todos tienen aspectos oscuros.

cerrar un ciclo
Imagen: Brian Rea.

En efecto, todo evento, por dramático, difícil o doloroso que haya sido, tiene particularidades luminosas que empujan la vida a más y mejor. Encontrar su luz y caminar por los senderos que alumbran enriquece y fortalece la vida. De igual forma, toda situación por bella, satisfactoria o gozosa que se haya experimentado tiene matices oscuros que atrapan e impiden continuar el camino.

Reconocer las representaciones positivas de los acontecimientos experimentados como dolorosos y las perspectivas negativas de los eventos placenteros son un primer paso para fortalecer la cadena de la vida, el segundo es dejarlos donde se encuentran, en el pasado.

Cerrar cada evento implica aceptar la participación personal en el mismo, reconocer la trascendencia que tuvo en la propia vida, saber agradecer, aceptar la necesidad de perdonar y soltar para seguir el camino ligero de equipaje.

cerrar ciclos
Imagen: Sam Nagel.

Cerrar implica abrir el corazón y la propia vida a lo novedoso, con la experiencia que ha dejado el pasado, con la certeza de las propias habilidades desarrolladas, con la esperanza que cada naciente día es una nueva oportunidad para experimentar la profundidad del devenir.

Estamos al inicio del último mes del año, un año atípico para el mundo entero, que ha presentado retos, pérdidas y adaptaciones. Un año que ha sacado a la luz la verdad oculta de todos nosotros: los miedos, la rigidez, la indiferencia, la solidaridad, las fortalezas, la creatividad, el ingenio y la voluntad de persistir. Un año difícil en todos los sentidos que ha exigido de un esfuerzo mayor y que literalmente nos ha robado el aire. Pero también ha sido un año que ha permitido sacar habilidades y fortalezas ocultas en las profundidades de nuestras personas, cualidades que descansaban tranquilamente pues sus servicios no habían sido necesarios. Las hemos visto, las hemos reconocido y ahora sabemos que podemos hacer uso de ellas para continuar nuestro sendero.

Es tiempo de recapitular y asumir lo ocurrido para cerrar el eslabón del 2020 y con mayor consciencia disponernos a enfrentar el futuro que se nos avecina con la certeza y la confianza de que todo lo que necesitamos para seguir ya lo tenemos, en todo caso, sólo nos hace falta buscarlo y sacarlo a flote para continuar.


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La apertura y la confianza en el camino espiritual

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Todo ser humano adulto, independientemente de su edad, cuenta con una interpretación de la realidad que le da cohesión y estructura a su existencia, una explicación coherente de su historia, así como un sentido y dirección para su vida. Si bien, gracias a ésta funciona en el mundo, tiende a rigidizarla como solución única con lo cual se autolimita e impide la expansión de su propia consciencia. Es decir, su configuración sólo puede ser preliminar y, por lo mismo, temporal, pues siempre surgen nuevos elementos que posibilitan la reestructuración para darle mayor profundidad, fortaleza, sabiduría, sentido y paz.

En efecto, la existencia siempre es procesual e interdependiente, estas características empujan la historia y la responsabilidad tanto personal como comunitaria y son el núcleo que mueven el siempre más del ser humano, esa eterna y sutil insatisfacción que acciona el destino de todos.

Aceptar el movimiento y la interrelación que implica la existencia permite reconocer también que ya se cuenta con los elementos necesarios para hacerle frente: apertura y confianza. Ambos existentes en todo ser humano como condición de posibilidad, pero que requieren ser desarrollados y fortalecidos para una mejor calidad de vida.

camino espiritual
Imagen: Samuel Castaño.

La apertura está íntimamente ligada a la percepción que va más allá de los cinco sentidos tradicionalmente aceptados. La apertura permite reconocer que siempre hay más, que cada nuevo elemento encontrado en el camino se puede contemplar, aceptar su existencia, analizar su pertinencia en la propia historia, integrarlo a la vida o dejarlo en el camino sin necesidad de destruirlo o cargarlo a la fuerza. La apertura enriquece la subsistencia, permite el crecimiento y lleva a la sabiduría.

La apertura requiere ejercitar la percepción, callar el juicio característico del propio ego y la inmediatez típica de este tiempo; necesita de atención plena para apreciar el mayor número de detalles del entorno para reconocer cómo se manifiesta la alteridad y contemplar al mismo tiempo qué sucede al interior del observador para descubrir quién se es y quién se quiere ser.

La apertura obliga a soltar certezas y a renunciar a un mundo de acuerdo con las propias expectativas para aceptar la realidad y descubrir en ella toda la variedad, lucidez y sabiduría que encierra. Dar un salto al vacío para adentrarse en el misterio mismo de la vida y gozar de la aventura de existir. Sin embargo, para lograrlo requiere de su eterna y fiel compañera: la confianza.

apertura y confianza
Imagen: Livia Falcaru.

La confianza contiene el natural miedo a lo desconocido y al futuro, sobre todo cuando las certezas construidas por el propio esfuerzo se derrumban frente a los vaivenes del devenir, cuando la enfermedad irrumpe en la propia existencia, cuando las pérdidas afectivas hieren el corazón y los materiales el bolsillo, cuando el horizonte se torna obscuro y a simple vista no se percibe la luz.

La confianza necesita de sus aliadas, la distancia y la paciencia, pues sabe que alejarse le permite una mejor perspectiva para alcanzar ángulos imperceptibles en la cercanía, descubrir el mayor número de variables que afectan una misma situación, así como advertir los elementos propios de la situación ajenos a la persona misma. De igual forma, reconoce que el tiempo siempre transforma todo, la intensidad disminuye, el dolor sana, la pérdida se acepta y se aprende a vivir con lo que queda y con lo que se encuentra en el camino, pues en la vida nada se pierde y todo renace en formas novedosas y oportunidades emergentes.

Así, el camino espiritual lejos de ser una meta a la que se llega, es un camino que se transita como viajero que quiere desentrañar sus misterios y como peregrino que humildemente agradece el milagro de existir.


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Los principios espirituales de la existencia: movimiento, adaptación y servicio

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A diferencia del resto de la creación y hasta donde sabemos, los seres humanos somos la única especie que se da cuenta de su existencia y que elige hacia dónde dirigir su destino. Este conocimiento y esta libertad se puede ejercer en el mismo sentido que fluye toda la vida o tomar múltiples destinos opuestos con las respectivas consecuencias en las personas y el entorno.

En efecto, el instinto que domina el comportamiento animal y que garantiza sus respuestas a lo largo de su existencia es prácticamente inexistente en las personas. Éstas requieren resolver el reto de la existencia por medio de sus elecciones, aun cuando sean inconscientes o pretenda no ejercer la posibilidad, pues no elegir de suyo es una opción.

Orientar correctamente las decisiones personales no se encuentra necesariamente en el terreno que lo bueno o lo mejor implica, pues esto cae en la subjetividad y ésta puede equivocarse, sino dirigirlas en el mismo sentido que corre el resto de lo creado. Por ello, para encauzar adecuadamente la propia vida es necesario contemplar la totalidad del universo, desde la más mínima partícula hasta el macrocosmos para reconocer la sabiduría que encierra e iluminar el criterio.

macrocosmos
Imagen: Anjali Mudra.

Al contemplar el sentido en que corre la vida se descubren tres características que conviene observar, analizar, comprender y aplicar en la propia vida para fluir en la misma dirección. Estas constantes siempre presentes son: movimiento, adaptación y servicio.

Movimiento

El movimiento es el principio de la existencia misma. Todo está en marcha, con meneos múltiples, internos y externos, individuales y comunitarios, intencionales e inconscientes. Incluso aquello que percibimos inmóvil está constituido por átomos cuya característica es el giro de sus electrones alrededor del núcleo; de hecho, estamos tan adaptados a este flujo que muchos de ellos ni siquiera los percibimos como la rotación y la traslación de la tierra, el circular de la sangre o la actividad al interior de las células.

El movimiento interno, asegura la auto-regulación y la existencia individual como la rotación de la tierra o la circulación de la sangre; por su parte, el movimiento externo mantiene la existencia del sistema como la traslación terráquea y la interacción humana con el entorno.

movimiento
Imagen: Yuko.

Adaptación

La adaptación es la condición indispensable para la supervivencia. Efectivamente, el universo, siempre en movimiento enfrenta frecuentemente variables inesperadas, fenómenos violentos que lastiman el equilibrio, agresiones que alteran el orden, afecciones que impiden el flujo cotidiano. Cuando esto sucede, tanto los individuos como los conjuntos requieren adaptarse para mantener su existencia individual y comunitaria, para sostenerse en la vibración que garantiza fluir en el sentido correcto.

La subsistencia depende de la adaptación. En efecto, adecuarse a las circunstancias que presenta el devenir, sin perder el sentido y la dirección es la condición que garantiza no solo la permanencia en la vida, sino una existencia apropiada a las condiciones, satisfactoria y, en términos humanos: feliz.

adaptacion y movimiento
Imagen: Jonny Ruzzo.

Servicio

Todo lo creado está imposibilitado para subsistir por sí mismo. Requiere de lo otro para mantener su equilibrio, es decir, para alimentarse, crecer, desarrollarse, existir. Nada está para sí mismo, acaece para que la totalidad del sistema funcione. En este sentido la existencia de suyo es un proceso espiritual, es un acto de trascendencia, es una práctica eterna de servicio. En el caso del ser humano, asumir la propia vida de acuerdo con esta característica requiere de una intencionalidad debidamente analizada, comprendida, ejercida, revisada y corregida cuando el caso así lo requiera.

Vivir para dar vida requiere aportar solamente aquello que el entorno y lxs otrxs necesitan para existir, ni más ni menos, sin entorpecer su propio proceso, sin negar las necesidades propias, con una mirada ampliada que vea el conjunto, los antecedentes y las consecuencias; sin culpa, miedo, ni apego, pero sí con responsabilidad.

El camino de crecimiento espiritual supone vibrar en armonía con la sabiduría del universo, fluir en su misma dirección y gozar de la experiencia.


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La paz interior

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El ser humano para existir necesita satisfacer sus necesidades. El no solventar algunas de ellas pone en peligro su existencia como la carencia de alimento, otras, más sutiles, sólo afectan la calidad de vida que experimenta. En algunos casos se llega a adaptar a esta escasez, consigue resolver su supervivencia e incluso llega a considerar que así es y así se queda, pero en otros, se revela y lucha hasta encontrar la forma de mejorar sus condiciones.

Entre las múltiples necesidades que el ser humano requiere satisfacer para existir está la paz interior, condición indispensable para una auténtica vida de calidad; de aquí la importancia de definir en qué consiste y cómo se logra.

La paz interior es un estado de la persona posible de alcanzar por todo ser humano independiente de las circunstancias externas y que genera una profunda calidad de vida. La paz interior se cultiva intencionalmente y, por lo mismo, conviene reconocer qué prácticas y comportamientos contribuyen para su desarrollo. A continuación, están algunas de ellas:

en busca de la paz interior
Imagen: D. Sum.

∙ Vivir en el presente. Dedicar gran parte del día al pasado y/o al futuro, aun cuando estén asociados con tiempos venturosos, impide la adaptación al presente y a encontrar en éste razones de sentido, esperanza y felicidad.
Aceptar las condiciones ineludibles de la vida. En efecto, la vida implica retos y adversidades con las cuales hay que lidiar en un momento dado. La paz interior no proviene de la ausencia de conflictos, pérdidas o fatalidades, sino de la certeza de que sólo son temporales y que siempre se tienen los recursos necesarios para salir adelante.
Disminuir en la medida de lo posible el ritmo de vida. La obsesión actual lleva a las personas a intentar vivir rápida e intensamente, además, el impulso de satisfacer las demandas materiales genera pesadas jornadas y multiplicidad de actividades. Por ello es fundamental destinar tiempo libre para contemplar y gozar la existencia.
Soltar la obsesión por lo superfluo y efímero. Esto no significa renunciar a lo material, sino sólo no depender de él para atesorar en la vida aquello que el tiempo no corroe ni el ladrón hurta.

paz interior
Imagen: María Paiz.

∙ Renunciar al control de la conducta de los otros. Los demás, por cercanos que sean, sólo son lo que son, tienen sus propias historias y perspectivas de la vida. Aceptar su identidad tal y como es una significativa medida para encontrar formas sanas de relación en la que no se dañe ni se tolere la agresión.
Perdonar las heridas del pasado. No se trata simplemente de negar las heridas ni tampoco dejarlas pasar; lo pertinente es reconocer la propia vulnerabilidad ante ciertas circunstancias, la potencialidad de otros para herir y la necesidad de desarrollar criterios y habilidades concretas para evitar daños futuros tanto de las mismas personas que dañaron en el pasado como de futuros agresores.
Gozar el bien y el éxito ajeno. El verdadero bienestar proviene del bien común, que no significa solamente condiciones justas de existencia, implica también disfrutar la ventura de otros como si fuera propia para evitar la envidia y aumentar las posibilidades de alegrarse.
Compasión por uno mismo. Es decir, desarrollar la capacidad de disminuir la auto-exigencia y el perfeccionismo para reconocer y aceptar las propias limitaciones con un discernimiento claro que permita esforzarse solamente por aquello que vale la pena, empleando los pequeños logros como motivadores para continuar en esa misma línea.
La práctica de la meditación grupal o individual como práctica concreta que ayuda a concretar todos los puntos anteriores.

Encontrar, mantener e incrementar la paz interior son medidas efectivas para desarrollar una existencia gratificante y dirigir el propio devenir hacia una vida que valga la pena ser vivida.


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