literatura

El alarido de la libertad

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Aunque de la obra de Henry Miller los Trópicos han sido mis novelas favoritas, Los libros en mi vida ejerce en mí una gran fascinación, como sin duda sucede a todos los adictos a la lectura que se acercan a ese libro.

Los libros en mi vida es un texto de una belleza extraña porque hace las veces de confesionario de las lecturas de mayor influencia en este autor. Miller no defiende sus preferencias literarias, sólo las presenta. Es como una larga reseña de lecturas a las que no califica sino explica cómo las percibió, cómo las sintió, con cuáles se quedó y por qué.

Se trata de un libro impresionista: en eso radica su valor y quizá también su excepcionalidad, pues no me es claro el por qué un lector empedernido como lo fue Miller llevara un registro –que no selección– tan acucioso de sus lecturas.

Afirma Miller en esta obra: “El libro que yace inane en un anaquel es munición desperdiciada. Los libros deben mantenerse en constante circulación como el dinero. ¡Prestad y tomad prestado ambas cosas: libros y dinero! Pero especialmente libros, porque los libros representan infinitamente más que el dinero. El libro no sólo es un amigo sino que sirve para hacernos conquistar amigos. El libro enriquece al que se apodera de él con toda el alma, pero enriquece tres veces más al que lo analiza”.

los libros en mi vida

A lo largo del texto van apareciendo reflexiones sobre la lectura, la educación o el proceso de aprendizaje. Reflexiones profundas e impactantes que hacen de este volumen una obra de lectura y relectura. Miller retoma en algún pasaje de Los libros en mi vida una frase de Goethe que me parece reveladora del tipo de lector que fue: “Leyendo no aprendemos nada, nos convertimos en algo”. La lectura no como un ejercicio erudito sino como una forma de vivir.

Miller afirmaba que no corregía nada… sin embargo, su estilo fluido y cuidado, desde mi punto de vista, no sugiere esto de ninguna manera.

El coloso de Marusi que narra su estancia en Grecia, a donde fue invitado por su amigo y admirador, Lawrence Durrell; Primavera negra –que narra su infancia–y otros, como Locas por Harry, Un domingo después de la guerra o El ojo cosmogónico, me parecen los ejercicios literarios en los que Miller se aplicó más a la técnica.

En toda la obra de Miller lo que prevalece es el espíritu libérrimo que lo singularizó y su gran devoción a la vida en su mejor sentido. Me confieso un rendido admirador de su obra quizá con excepción de su último libro, Querida Brenda: las cartas de amor de Henry Miller a Brenda Venus. Parece que en esta obra del ocaso de su vida, el tiempo, ese verdugo implacable, le cobró facturas que son evidentes tanto en la calidad literaria como, lógicamente, en su vitalidad, minada por los años y por la enfermedad.

Querida Brenda no fue escrito precisamente como un libro: fueron cartas que Miller dirigió a la actriz Brenda Venus, en quien encontró un rayo de luz y un aliento de vida cerca de su final, en junio de 1980, cuando tenía 89 años. Siempre he albergado dudas acerca de si Miller hubiese sumado esta relación epistolar a su obra propiamente dicha.

Henry Valentine Miller
Imagen: Pinterest.

El sello de la obra de Henry Miller es un carácter autobiográfico. Creo que en realidad lo que hacía era contar la historia de muchos que tropezaban con él en la vida. El tono narrativo de sus novelas le permitía incluir descripciones sumamente prolijas incluso de los personajes más incidentales. Quizá ésta es una de las razones que nos hacen percibir tanta vida y tanta diversidad en sus libros. Gustavo Sainz, otro lector rendido de Miller, afirmaba que la literatura nos da la oportunidad de vivir vidas que nunca viviremos. La obra de Miller nos ofrece, en ese sentido, un asombroso abanico humano.

Además de su admiración por la libertad, el amor y el placer, Miller fue un devoto de la amistad. Gran cantidad de pasajes en su vida y una parte importante de su producción están signados por la relación con los muchos amigos que fue cosechando a lo largo de su existencia.

En el estudio de la obra de Miller son muy importantes Lawrence Durrell y Alfred Perlés, éste con el libro señero Mi amigo Henry Miller y aquél con su labor de apoyo en la producción editorial de su obra, así como los artículos que sobre la obra de Miller publicó en diarios y revistas. Durrell dijo que “El lugar de Miller estará entre esas torres anormales de la creación, como Whitman y Blake, que nos han dejado no sólo obras de arte, sino un corpus de ideas que explican e influyen todo un tipo de cultura”.

Alfred Perlés incluye en su libro una pormenorizada relación de las obras de Miller en orden cronológico (hasta 1974), en la que se puede apreciar que en sentido estricto Trópico de Cáncer no fue la primera novela, sino This Gentile World, también conocida como Crazy Cock, novela que terminó en 1929 y que permaneció inédita hasta 1991 cuando se publicó en inglés prologada por Erica Jong (al siguiente año apareció la versión en español).

Sin embargo, el propio Miller reconocía como primera novela a Trópico de Cáncer porque fue el libro con el que supo que era escritor. Entre los hispanoparlantes estudiosos de su obra destaca el ensayo de Juan García Ponce, “Radiografía de Henry Miller”, que se incluyó a manera de prólogo en la edición en español de Primavera negra, publicada por la editorial Rueda en 1974.

Henry Valentine Miller
Imagen: Mundo Flaneur.

Leamos a Miller con alegría y aprendamos a mirarnos sin temores. Declaró este escritor:

“Si soy inhumano es porque mi mundo ha sobrepasado sus límites humanos, porque ser humano parece algo pobre, lastimoso, miserable, limitado por los sentidos, restringido por preceptos morales y códigos, definido por trivialidades e ismos […].

Quiero un mundo de hombres y mujeres […] de ríos que te lleven a algún lugar, no ríos que sean leyendas, sino ríos que te pongan en contacto con otros hombres y mujeres, con la arquitectura, la religión, las plantas, los animales: ríos que tengan barcos y en los que los hombres se ahoguen, no se ahoguen en el mito y la leyenda y los libros y el polvo del pasado, sino en el tiempo, el espacio y la historia. […]

Puede que estemos condenados, que no haya esperanza para nosotros, para ninguno de nosotros, pero, si es así, ¡lancemos un último alarido agónico, espeluznante, un chillido de desafío, un grito de guerra! ¡Al diablo las lamentaciones! ¡Al diablo las elegías y las endechas! ¡Al diablo las biografías y las historias, las bibliotecas y los museos! Que los muertos se coman a los muertos.

Bailemos los vivos al borde del cráter, una última danza agónica. ¡Pero una auténtica danza auténtica!”.

Amén.

Juego de ojos.

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El corredor de la muerte del general Peca

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La sala de conferencias de uno de los más elegantes hoteles de la ciudad estaba llena, salvo por un asiento vacío, y con las puertas cerradas. Desde una de sus ventanas se divisaba el parlamento; lugar maldito de los asistentes a la reunión. Todos los participantes eran oficiales de alta graduación del ejército del aire. Había más zopilotes en los uniformes que en todos los zoológicos de la nación. Nadie hablaba. Ni siquiera se oían los saludos coloquiales entre compañeros de armas, pues la hora era seria. Finalmente, el general Peca, el de mayor graduación, se acercó al atril ayudado de su bastón. Su frente pintaba un ralo mechón blanco y su mano temblaba fruto de una larga vida de celebraciones etílicas.

—En estas horas oscuras para nuestra patria, en que un gobierno traidor  quiere destruir el legado de nuestro amado líder, quiero dirigirme a ustedes, mis queridos compañeros de armas para explicarles mi pensamiento y lo que debemos hacer. La hora de los partidos políticos ha pasado. Hablan mucho pero sólo consiguen llevarnos al caos. Ni siquiera aquellos bien intencionados consiguen solucionar de manera definitiva los problemas de este país. Tan solo consiguen darle estabilidad económica y poco más. Ni siquiera se atreven a combatir las mentiras ideológicas de la izquierda, pues tal es el miedo que tienen a perder votos. Sí, los representantes de la derecha, por mucha simpatía que podamos tenerles, son unos cobardes. Y como es normal, nuestros enemigos han olido ese miedo y se han crecido. Desde que murió nuestro amado caudillo, este país ha pasado varias crisis económicas y se ha convertido en Sodoma y Gomorra.

general peca
“The Old Soldier”, Kyffin Williams (1951).

Pornografía, prostitución, homosexualidad y transgenerismo han aflorado aquí. Han tergiversado la historia de nuestro país para hacernos pasar por los malos de la película, cuando lo único que hicimos fue salvar a la patria del caos judeo-masónico-comunista. Por cierto, nuestros enemigos de antaño eran despreciables, pero gente seria y comprometida con sus ideales. No como estos payasos marxistas-bolivarianos de ahora que tan sólo buscan el poder por el poder y tan sólo usan la ideología para arrastrar a las masas de borregos. Pero todo eso se podría remediar con una buena gestión económica y una educación responsable en los valores de la patria, así como con centros sanitarios para curar a esos pervertidos sexuales. Sin embargo, lo que no tiene arreglo; lo que no tiene marcha atrás…

En ese momento, el general Peca se vio acometido por una fuerte tos que interrumpió durante varios minutos su discurso. De hecho, tuvo que hacer acopio de toda su fuerza para mantenerse en pie con la ayuda del atril y, una vez que se hubo sentido mejor, sacó un pañuelo donde aún tosió unas cuantas veces. Una vez recuperado de su tos y tras garantizarle a sus compañeros de promoción que sólo era un constipado y no coronavirus, visto el pánico que les entró a los que estaban más cerca, continuó con su alegato.

—Decía que lo que no tiene marcha atrás, es la ruptura del país. Compañeros, otra vez la patria nos necesita, pero esta vez debemos de asegurarnos de completar la tarea de nuestro amado líder. Tenemos que matar a todo aquel que no piense como nosotros. 30 millones de personas.

—Pero, señor –interpeló un joven oficial–, los votantes de los partidos rojos y regionalistas no suman más de 20 millones. ¿No pensará ejecutar a los nuestros o a menores de edad?

—Usted siempre fue bueno con los números Gutiérrez. En efecto, quedan 10 millones. Pero estése tranquilo. No pienso matar a ningún votante de la derecha ni a los infantes. Y eso que a los del partido naranja les gusta jugar a dos bandas, pero incluso con ellos seré clemente. No, compañeros. Los 10 millones faltantes saldrán de esas masas de cobardes y vagos que no se atreven a acercarse a las urnas. En el fondo prefiero a los idiotas que votan a nuestros enemigos. Al menos creen en algo, aunque están equivocados. En cambio, los abstencionistas, con su total desidia, son cómplices de nuestros enemigos, aunque ellos se crean liberados de ideologías y religiones. En realidad, esa gentuza no hace más que negarles los votos a nuestros simpatizantes con los que poder ganar las elecciones.

junta militar
Imagen: Javier Muñoz.

Y, se haga como se haga, nunca se podrá evitar, en un sistema democrático, que esas rémoras existan. Por eso, hay que acabar también con ellos. Sé que lo que les pido no es fácil, pero les pido que piensen en nuestra nación como un enfermo con la pierna gangrenada. Si queremos salvarla hay que extirpar, por muy dolorosa que sea la experiencia. Les dejaremos unos minutos para reflexionar antes de emitir su voto. Ésta es la  única democracia que nos podemos permitir en este país; la castrense.

Todo el mundo se quedó en silencio, compungido ante la gravedad de las acusaciones y el doloroso remedio que tenían que aplicar. Las caras de los asistentes parecían de mármol. Habían jurado lealtad a la patria y había llegado la hora de cumplimentar el juramento.

Varios ruidos al mismo tiempo los sacaron de sus ensoñaciones. Eran las ventanas y las puertas rotas por donde entraban miembros uniformados.

 —¡Policía! ¡Levanten las manos! Quedan detenidos por confabulación contra el orden establecido y rebelión.

Fue entonces que los militares reunidos mostraron su verdadero carácter. El general Peca se cagó en sus pantalones, mientras que la mayoría alegaba que habían sido llevados con engaños y que desconocían de qué trataría la reunión. Incluso unos cuantos lloraban y suplicaban de rodillas que no los fusilaran.

Desde la puerta del salón, el teniente Miranda, que había abandonado su asiento al principio de la sesión para alertar a las autoridades, veía disgustado a sus compañeros de promoción al tiempo que pensaba “Y estos eran los valientes que querían entregar su vida por la patria. ¡Qué vergüenza!”.


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El príncipe de La onda

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Si tuviera que definir con una palabra a este escritor tendría que afirmar que fue un experimentador. Desde el inicio de su carrera de escritor, Gustavo Sainz se lanzó a la búsqueda de nuevas formas literarias.

Gazapo (1965) su primera novela, apareció cuando frisaba el cuarto de siglo. Compartió varios elementos de la corriente llamada de la onda o juvenilismo: el retrato de la sociedad mexicana con personajes jóvenes, humor e irreverencia.

Y fue, quizá junto con Salvador Elizondo, de los escritores pertenecientes a la época que más experimentaron con la técnica.

Gazapo sería una novela tradicional de jóvenes si no fuera por los puntos de vista narrativos que se hacen presentes a través de la grabadora de audio y el teléfono, y que se convierten en una especie de narrador omnisciente que, en lugar de conducir al lector por la trama, sólo establecen guiños que se deben descifrar, por el constante flashback de las grabaciones.

En 1966, Sainz escribió su Autobiografía en la colección “Nuevos escritores mexicanos del Siglo XX presentados por sí mismos” que promovió Emmanuel Carballo. Los escritores de la onda parecen compartir la característica de haber sido escritores precoces, y se beneficiaron de coincidir con una generación anterior receptiva al trabajo de los escritores jóvenes, a la que pertenecen tanto Carballo como Arreola y Leñero, que impulsó a quienes mostraban trabajos prometedores. Fue el caso, entre otros, de Sainz, José Agustín y Gerardo de la Torre.

gazapo

Algunos títulos de la colección de Autobiografías hoy se perciben como historias anecdóticas, pues a los 25 o 26 años, generalmente con un solo libro publicado, hay poco que contar en la trayectoria como escritor, pero sí muchas y divertidas anécdotas por las que transitaron los escritores jóvenes de la época. O bien, hechos que informan sobre el ambiente literario de los sesenta, pues la colección incluyó las historias de Sainz, José Agustín, Monsiváis, Elizondo, Parménides García Saldaña, Juan García Ponce, Juan Vicente Melo, Tomás Mojarro, Vicente Leñero, José de la Colina, Homero Aridjis, José Emilio Pacheco, Sergio Pitol y Marco Antonio Montes de Oca.

Así, la Autobiografía fue realmente el segundo libro de Sainz, quien fue nombrado director literario en la editorial Joaquín Mortiz cuando contaba apenas 20 años, cargo que ocupó durante una década. Después, de 1970 a 1980 ocupó el mismo puesto en la Editorial Grijalbo.

En Obsesivos días circulares (1969), un narrador cuenta una historia al mismo tiempo que lee el Ulises de Joyce, en una narración poblada de citas y referencias a la cultura, un interesante conjunto de fragmentos que recogen hechos, ideas alrededor de un hecho, parlamentos de diferentes personajes. Esta superposición le da a la novela un ritmo narrativo peculiar no exento de humor, en donde resulta muy visible el regodeo en la técnica narrativa.

La elaboración del trabajo novelístico de Sainz se nota incluso en los períodos que hay entre sus títulos. La princesa del Palacio de Hierro, su tercera novela, apareció en 1974 y obtuvo el Premio Xavier Villaurrutia. Ésta es una de mis preferidas porque está tan bien contada, tan bien manejada en lo narrativo, que emana una gran frescura y la técnica pasa prácticamente desapercibida.

La técnica consiste en hacer hablar a la protagonista incesantemente, de hecho es la única narradora de la novela. En la presentación del libro asemejan a esta protagonista con una nueva Scherezada, cuya vida depende de la atención que logra de sus oyentes.

Elena Poniatowska y Gustavo Sainz
Elena Poniatowska entrevistando a Gustavo Sainz (Foto: Nuevo Gráfico).

Esta moderna princesa, que da título a la novela porque durante algún tiempo trabaja como dependienta en la tienda departamental El Palacio de Hierro, retrata a la alta burguesía mexicana joven de la época: sus amores, sus hábitos de diversión, la frivolidad, el ambiente político; con un gran desenfado y gracia: la gran mayoría de las situaciones son llevadas al extremo porque se narran con exageración. Muchas veces se criticó esta novela porque se decía que lo único que había hecho Sainz era transcribir la vida que una joven de la alta burguesía le había contado.

Está de más decir que los largos períodos entre la aparición de sus novelas también se explican porque los escritores en México se tienen que echar a cuesta chambas adicionales para obtener ingresos y no morir de hambre en el intento. Recuerdo que Sainz confesaba divertido que se “solapeaba” los libros que reseñaba semanalmente en la revista Claudia, aunque reconocía que era una delicia tener un empleo cuya actividad consistía en leer.

Años más tarde, este hombre de maneras apacibles combinaría su tarea de escritor con la de servidor público y profesor universitario. Antiguos alumnos de Gustavo Sainz en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales me cuentan que cuando era jefe del departamento de Literatura del Instituto Nacional de Bellas Artes les hacían un descuento en la librería y lo mejor era comprar los que Sainz llevaba a clase porque eran los que él asignaba como lectura.

Varias generaciones leyeron así a William Faulkner, John Dos Passos, E.L. Doctorow, Henry Miller e Isaac Bashevis Singer, entre otros novelistas estadounidenses. Sainz tenía además una arraigada costumbre en esos años de profesor: vestía de traje y corbata cuando aplicaba examen a sus alumnos. Y confiaba, con la enigmática sonrisa que lo caracterizó, que alguien le encontraba parecido con Dostoievski… una de las escasas cosas que decía sobre sí mismo, pues insinuaba que lo sucedido después de la Autobiografía no se podía contar.

Después de La Princesa vino Compadre Lobo (1975), que sería la primera novela de un mexicano escrita en una computadora… prestada por la IBM. Sainz fue un temprano entusiasta de la tecnología informática. En esta cuarta novela se ocupa de una clase más popular: la estrategia narrativa es menos novedosa, pero trabaja con eficiencia el mundo de un grupo social más desprotegido económicamente.

Gustavo Sainz
Foto: El Universal.

A continuación de estas cuatro novelas que fueron las que le dieron un sitio en la literatura mexicana, publicó más de una decena. Fantasmas Aztecas (1982)y Paseo en trapecio (1985) fueron las dos primeras que escribió después de cambiar su residencia a Estados Unidos, por razones que sólo entendería quien ha vivido en México y padecido su política. En ellas es notable su decisión de mantener y trabajar la mexicanidad de su producción anterior. De hecho, ésta es una característica de la obra de Sainz, pues él mismo afirmó que estar lejos no lo alejó de México.

La experimentación fue una constante en su obra. La muchacha que tenía la culpa de todo (1995) es una novela contada a base de preguntas. Quiero escribir pero me sale espuma (1997) es la escritura que se mira a sí misma, la mirada al acto de escribir, personificada en un escritor, quizá él mismo, que no encuentra su novela y que debe cumplir con la entrega de una a cambio de una beca recibida.

En Muchacho en llamas (1987) volvió a usar múltiples voces narrativas en recortes de periódicos, páginas de un diario personal, anuncios radiofónicos y subrayados de libros: Sainz siempre defendió esta lectura personal. Afirmaba que los subrayados de un texto se convierten en la lectura única e intransferible de quien los hace.

Cada novela de Sainz, desde Gazapo, pasando por las que he mencionado y A la salud de la serpiente (1991), Retablo de inmoderaciones y heresiarcas (1992), Salto de tigre blanco (1996) hasta A troche y moche (2002) que le valió el Premio México-Québec en 2003, se asemeja a la definición que Salvador Elizondo ha hecho de la novela ideal como aquella que “revela un arduo juego del espíritu y la escritura”.

Quizá no sea tan conocido que Gustavo fue también personaje literario. José Agustín lo introdujo en Ciudades desiertas y Roberto Bolaños en Los detectives salvajes. Murió poco antes de cumplir 75 años en Bloomington, Indiana, en cuya universidad impartía clases. Parte de su obra fue traducida al inglés, francés, italiano, búlgaro, rumano y polaco.

Juego de ojos.

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Un nuevo libro de Leonardo Padura

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Recientemente ha aparecido un nuevo libro de Leonardo Padura, Como polvo en el viento. Desde hace años soy un admirador de Padura, de siempre, considero que maneja el lenguaje de manera extraordinaria, es un creador de ficción, de una ficción particular que le permite describir la realidad de manera no sólo clara sino diáfana; pareciera que tiene dos vertientes literarias, una la de sus novelas policíacas, siempre con el investigador Mario Conde como personaje central y su vertiente novelística en la que destacan Los herejes y el Hombre que amaba a los perros.

En más de una ocasión varios amigos lectores criticaban la fuerza con la que defendía la importancia de Padura como escritor, el colmo vino cuando apareció una crítica demoledora en una sección de crítica literaria en Letras Libres, que coincidió con una mía, en una sección de la Revista Medicina Interna de México en la que se hacen recomendaciones de lectura, ambas sobre Los herejes. Yo ensalzaba la novela y recomendaba ampliamente su lectura, y en Letras Libres la deshacían; lo que aprovechaban mis cercanos amigos lectores para hacerme ver mi error. Afortunadamente en 2015 le otorgaron a Leonardo Padura el Premio Princesa (antes Príncipe) de Asturias y para mayor INRI, poco después se le otorgó el grado de Doctor Honoris Causa por la UNAM, y desde entonces no he recibido más reclamos por mi admiración hacia Padura.

libro padura

Como polvo en el viento es una novela de largo aliento, es cierto que al principio parece muy larga (669 pp.), pero conforme uno avanza en la lectura, deja de serlo; el manejo del idioma es muy acertado, en espera de la opinión de algún crítico que nos haga notar que los sustantivos y las metáforas es inadecuada. Desde luego la trama de la novela es espléndida y el análisis de los personajes es muy acertado, al final nos hace conocer profundamente a la mayoría de ellos; pero al final nos deja incertidumbre en alguno de los personajes, quizá intencionadamente. La novela se desarrolla en el llamado “periodo especial”, época que se inicia cuando las ayudas soviéticas a Cuba se ven drásticamente disminuidas, surgiendo una etapa de graves restricciones económicas que además arrastró dolorosas consecuencias sociales y anímicas para los cubanos. Al parecer, la denominación de “periodo especial” surge del propio gobierno, se extendió durante mucho tiempo, no tuvo un final oficial y es posible que se extienda hasta la actualidad. 

Los personajes de la novela tienen orígenes variopintos desde el punto de vista pre-revolucionario, revolucionario y del ya larguísimo gobierno postrevolucionario, se conocen de mucho tiempo atrás cuando menos desde el preuniversitario (una mezcla entre secundaria y preparatoria) y al inicio de la novela todos han terminado los estudios profesionales y tienen un trabajo que no les alcanza para vivir y sobre todo para tener esperanza, se autodenominan clan y se reúnen en una casa del barrio de Fontanar que, aunque no muy antiguo, ahora se desenvuelve entre la miseria, el abandono y la lejanía.

regreso a itaca

En realidad, la novela se desencadena en Miami entre un exilado de primera generación y una de segunda generación y toda la novela transcurre entre la casa de Fontanar y diferentes sitios donde los miembros del grupo han ido a parar a Barcelona, Madrid, el sur de Francia, Puerto Rico, Buenos Aires y por supuesto Hialeah en Miami. Hasta ahí han ido a parar poco a poco muchos de los miembros del clan, todos han partido después de huir de Cuba o de trampear para conseguir salir del régimen revolucionario, al final sólo quedan dos miembros del grupo en Fontanar, pero todos se encuentran atados a través de la añoranza, el recuerdo y la melancolía. Todos han tenido que salir al exilio por la falta de esperanza, por la falta de oportunidades profesionales y principalmente por la pobreza de la vida en Cuba.

La endogamia que existe en el grupo puede resultar poco realista, pero sirve perfectamente a la ficción y conseguir un retrato perfectamente delineado de la vida en Cuba y de los exiliados cubanos diseminados por todo el mundo. Todo escrito por un hombre que conoce perfectamente Cuba y ha vivido tanto en el extranjero que ha observado exiliado con todo detenimiento. Quizá uno de los momentos estrujantes de la narración sucede cuando con motivo del fallecimiento de un miembro del clan se reúnen en Fontanar, y en una plática entre los sobrevivientes se hacen notar las enormes diferencias entre los cubanos, de dentro y fuera, que hacen muy difícil una solución.

Ya he hecho patente mi admiración por la obra literaria de Padura, pero esto no evita que cada nueva publicación me sorprenda. Me admira que pueda escribir obras tan profundamente críticas sobre la vida en Cuba. Padura sale y entra de la isla libremente, recibe premios notables en el extranjero y sus obras no están totalmente proscritas. Aunque Como polvo al viento es una profundamente crítica a los logros de la revolución cubana, no es la primera vez que lo hace, en la serie policíaca que tiene como protagonista a Mario Conde, hace una descripción rotunda de la vida en Cuba, fiel a la definición que una buena novela policíaca tiene que describir, no solamente la situación de misterio, sino que además debe describir a la sociedad en que se desarrolla. Padura lo consigue, hago notar que estas novelas suceden en etapas previas al “periodo especial”, varias poco después de la participación cubana en el conflicto de Angola.

libro padura

Padura, además de su faceta como escritor de novelas y ensayos, se ha movido en el periodismo y como escritor de guiones cinematográficos, Regreso a Ítaca es primero una película, que después se convierte en Aquello estaba deseando ocurrir. En ellas nos hace otro relato despiadado de la vida de los cubanos. En alguna ocasión comentaba que por escritos más mesurados Cabrera Infante tuvo que salir de Cuba para no volver nunca, el gobierno cubano intenta ahora comprar su obra, su viuda se niega terminantemente; tanto Lezama Lima como Heberto Padilla fueron apresados y devastados, en cambio Padura entra y sale de Cuba libremente, hay algo que se me escapa.


Lecturas recomendadas:
Leonardo Padura. Como polvo al viento. Tusquets. México. 2020. 669 pp.
Enrique Macari. “Historia, literatura y banalidad. Leonardo Padura. Herejes”. Letras Libres. Número 181: 13 de enero 2014.
Manuel Ramiro H. “Rincón del Internista. Leonardo Padura, Los Herejes”. Revista Medicina Interna de México. 2014; 30 (1) 116-117.
Leonardo Padura. Herejes. Tusquets. México. 2013: 516 pp.
Regreso a Itaca. Película completa en español. Youtube.com
Leonardo Padura. Regreso a Ítaca. Tusquets, México. 2016: 202 pp.
Leonardo Padura. Aquello que estaba deseando ocurrir. Tusquets, México. 2015: 260 pp.


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La inmutabilidad británica en las novelas de J.G. Farrell

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El escritor británico James Gordon Farrell decía que lo más interesante que le había pasado en la vida era el declive del Imperio británico. Sus novelas reflejan este interés. Disturbios, ganadora del Man Booker Perdido, habla de la Guerra de Independencia Irlandesa. La trama transcurre en un imponente hotel derruido, metáfora del imperio en decadencia. Mientras afuera el pueblo irlandés se rebela contra la Corona británica, en el hotel Majestic las raíces invaden los cimientos, las tuberías estallan, los techos se derrumban y las habitaciones están cada vez más sucias. Ya nadie cambia las sábanas antes impecables; la comida se ha vuelto apenas comestible y las excentricidades del dueño aumentan cada día. Afuera, los disturbios se incrementan por segundos. Adentro, los huéspedes se empeñan en vivir como si nada hubiera cambiado. Se arreglan para cenar, platican de banalidades y juegan a las cartas, haciendo caso omiso de los gatos que han invadido el bar. En medio de las turbulencias, son un ejemplo de civilización. Los bárbaros son los otros, esos irlandeses belicosos que deberían estar agradecidos con quienes intentan educarlos. La ironía de Farrell es tan sutil que en ocasiones el lector duda si en verdad piensa lo anterior.

James Gordon Farrell
James Gordon Farrell (Fotografía: National Portrait Gallery).

Al igual que en Disturbios, en El sitio de Krishnapur las críticas de Farrell son elegantes, incluso cariñosas, lo que no significa falta de agudeza. Sus personajes están llenos de prejuicios acumulados durante generaciones. Se sienten superiores y no dudan en emitir comentarios condescendientes sobre cualquiera que sea distinto. En menor o mayor grado, cada uno de ellos lleva el racismo grabado en los genes. Puesto de esta manera, cualquiera pensaría que son odiosos. El don de Farrell radica en cómo los va dibujando. Intransigentes, excéntricos o sensibles, son seres humanos complejos. En su obra no encontraremos a los “buenos” y a los “malos” ni leeremos historias de odio a individuos o de enaltecimiento a los pueblos subyugados. El peso de sus críticas al colonialismo se debe a esta capacidad de diferenciar entre personas y país. Puede estar en contra de las invasiones y, al mismo tiempo, ver a las personas en su totalidad, con las limitaciones impuestas por la rigidez de una educación de la que no resulta fácil liberarse.

El sitio de Krishnapur nos muestra a un grupo de gente llevada al límite durante un encierro forzoso. Vemos a las mujeres enflacar y perder los dientes, sus vestidos convertidos en harapos; a los hombres sin fuerza para empuñar un arma. Lo único que conservan es esa educación obsesiva a la que se aferran para sobrevivir, como otros se aferrarían a un dios. La forma en que Farrell se mantiene fiel a cada uno de ellos, en que los sigue y los pone a actuar en situaciones trágicas o realmente divertidas, sería suficiente para hacer de sus novelas obras maestras. Pero el autor británico no se conforma con esto. Cuando creemos que todo está resuelto, hay una fina vuelta de tuerca. Es en las últimas líneas en donde el planteamiento cobra mayor fuerza. Si tuviéramos duda de la postura de Farrell frente a las conquistas de su pueblo, ahí nos quedaría clara.

Salman Rushdie opina que, de no haber muerto tan joven, sin duda Farrell hubiera sido uno de los más grandes escritores en lengua inglesa. Yo creo que lo fue. Sus historias siguen siendo un punto de referencia que nos permite acercarnos al pueblo británico desde el carácter de su gente y, al mismo tiempo, disfrutar de una lectura divertida, ingeniosa y crítica.


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El Premio Nobel de Literatura 2020

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Aunque el premio fue otorgado desde el día 9 de octubre, me atrevo a escribir sobre éste hasta ahora porque no había yo leído nada de la ganadora. Hasta que no conseguí hacerme de uno de sus libros y leerlo, me atrevo a escribir una nota, siempre desde el punto de vista de un lector. La literatura es una de las artes más complejas, desde luego se necesita un escritor, un artista, que escriba la obra, pero también en la actualidad se necesita un empresario particular que apueste por publicar la obra, el editor, que además tiene que hacer varias labores, publicarlo, difundirlo y hacerlo llegar al lector, que es el eslabón final de la cadena. Si alguno de los actores falla o no está la literatura, no existe; por supuesto, sin el artista o el autor, el proceso no se inicia; pero sin el editor no se lleva a cabo; y, claro, sin el lector la literatura no tendría sentido, él es el motivo fundamental del autor y de las editoriales, y es quien finalmente califica la obra.

Gerardo Australia en este mismo periódico, El Semanario Sin Límites, publicó ya una nota al respecto, con sus conocimientos, su ironía y sentido del humor consigue una crítica muy inteligente. Yo lo haré defendiendo mi punto de vista del lector y del lector en español. Existe una forma de desprecio por parte de los expertos en literatura por los lectores, como si no fuéramos capaces de apreciar el valor de una obra, como si lo que nos gusta no tiene necesariamente valor y lo que no nos gusta lo tiene. Como si no pudiéramos apreciar la belleza, la trascendencia de una obra literaria y sólo otros pudieran hacerlo. Leer no es una tarea fácil, desde luego resulta una actividad enriquecedora poder leer uno o dos libros a la semana; para el común de los mortales significa una inversión considerable de entusiasmo y tiempo, es decir, se pueden leer entre 50 a 100 libros por año, dejando además algún espacio para releer algunas obras. Por tanto, la opinión de la mayoría de los lectores puede o debe ser tomada en cuenta para, en casos como éste, otorgar preseas tan importantes como el Premio Nobel.

¿Cómo hacerlo? Viendo la cantidad de lectores que tiene un autor.

nobel literatura
Imagen: Infobae.

Louise Glück es una poetisa norteamericana que ha escrito nueve o diez libros, y que le han otorgado algunos premios importantes por su obra en Estados Unidos. La editorial Pretextos ha publicado siete de sus libros traducidos al español. Pretextos es una editorial ejemplar porque apuesta por grandes escritores, aunque no sean necesariamente muy conocidos, lo cual es una tarea loable. Una vez que se otorgó el premio de este año, creo que, en tono de broma, la editorial manifestó que había vendido más libros en 15 minutos que durante los siete años anteriores. Puede ser que éste sea un valor del Premio Nobel, darnos a conocer e invitar a leer a los lectores comunes y corrientes, autores que no conocíamos.

Leí Ararat publicado en 2008, y que conseguí en una librería de viejo; Glück es una poetisa poderosa, con una escritura no muy complicada, no muy difícil de leer, se desprende constantemente tristeza y dolor que siempre reflejan una intensa vida profunda y reflexiva; la belleza está escondida detrás de mucho dolor. No es una indiscreción comentar que a Louise no le ha ido bien, está relatado en muchas reseñas y por ella misma, se sintió muy rechazada por su madre después del fallecimiento de su hermana mayor; sufrió anorexia nerviosa durante muchos años y estuvo muy mal, el resto de su vida al parecer tampoco ha sido fácil.

Desde luego habrá que esperar a que Pretextos pueda distribuir los otros seis libros que tiene publicados en español y tengamos la oportunidad de leer y conocer a Louise Glück, oportunidad que nos brinda el Premio Nobel y que sin el cual no nos hubiéramos acercado a esta autora.

Louise Gluck premio nobel
Louise Elisabeth Glück, poeta estadounidense, galardonada del Premio Nobel de Literatura (Fotografía: El Mundo).

El español es la segunda o tercera lengua más difundida en nuestro planeta, no sé si tiene la misma jerarquía en importancia, como lenguaje científico no, pero sí es cierto que hay muchos, cientos de miles que hablamos, leemos y nos expresamos en español. En los 120 años de existencia de la presea se han premiado a los siguientes escritores en español:

1904 José Echegaray
1922 Jacinto Benavente
1945 Gabriela Mistral
1956 Juan Ramón Jiménez
1967 Miguel Ángel Asturias
1971 Pablo Neruda
1977 Vicente Aleixandre
1982 Gabriel García Márquez
1989 Camilo José Cela
1990 Octavio Paz
2010 Mario Vargas Llosa

Cuantitativamente menos del 10%, que frente a los hispanohablantes tiene un gran desnivel. Por supuesto que muchos de los recipiendarios tienen los suficientes méritos para haberlo logrado, pero no todos. José Echegaray fue un personaje muy interesante, diverso, polifacético; ingeniero de caminos, matemático, funcionario gubernamental y escritor de obras de teatro que en su época tuvieron mucho éxito; ahora nadie las recuerda ni puede hacerlo porque no se encuentran, pero quizá lo grave es que cuando le otorgaron el Premio estaban en plenitud Benito Pérez Galdós y Emilia Pardo Bazán, escritores de largo aliento, profundidad, prolíficos, y muy reconocidos, se los pudieron dar a ambos simultáneamente, ex aequo o al alimón, con lo que seguramente hubieran estado agradecidos. Vivía aún Leopoldo Alas “Clarín”, filólogo, crítico literario y autor de La Regenta, una de las tres obras cumbre de la literatura sobre la infidelidad femenina.

literatos mexicanos
De izquierda a derecha: Juan Rulfo, Javier Marías, Benito Pérez Galdós y Emilia Pardo Bazán.

Se han quedado en el camino grandes figuras como Juan Rulfo, Jorge Luis Borges, Miguel Delibes, Carlos Fuentes, entre otros; Juan Rulfo con Miguel Ángel Asturias fueron los creadores, los iniciadores del realismo mágico, la obra de Rulfo menos amplia pero igual o más importante que la de Asturias. Por qué premiar a Neruda estando pendiente Borges no tiene una explicación sencilla; por qué premiar a Cela y no a Delibes tampoco es comprensible. Delibes fue un escritor de mayor diversidad, periodista, escritor de ficción, relator de viajes y de caza, quizá por esto prefirieron a Cela, aunque después de que le otorgaron el Premio vivió en el escándalo literario hasta que murió. Pienso también, por qué dejar a Fuentes fuera del Premio, muchas veces mencionado entre los candidatos para recibirlo, con una obra tan amplia, con varias de sus novelas con una fuerza que ha pervivido ya por muchos años, con ensayos muy valiosos, con una fama importante y gran aceptación entre sus muchos lectores, manifestada, entre otras cosas, por las muchas ediciones de sus obras y su inclusión en diversas colecciones, tampoco es fácil explicarlo.

Me parece impropio que premios tan importantes se otorguen por razones de género, de nacionalidad, de idioma, de tendencia política. Pero si necesitaban que fuera mujer estaba Rosa Montero, escritora valiente, diversa, una gran periodista; sus ensayos son notables, su ficción maravillosa e incluso ha experimentado la ciencia ficción (faceta que menos me gusta de su obra). Javier Marías es otro escritor en español cuya obra ha sido variada y destacada, es además un traductor muy exitoso, y sobresale también su faceta como docente y divulgador. Y para no hablar sólo de los escritores en español menciono a Haruki Murakami, japonés eterno mencionado en las ternas y que ojalá no pasen los años sin que reciba el Premio Nobel.

Asimismo, espero que ser un escritor leído y aceptado por los lectores no sea una causa para descartar a un candidato al Premio Nobel de Literatura. No estar de acuerdo en a quién se le otorga puede ser una muestra de soberbia porque me parece que no se toma en cuenta a los lectores, eslabón final de la literatura.


Lecturas recomendadas:
—Haruki Murakami y Seiji Ozawa. Música, sólo música. Tusquets. México. 2020.
—Louise Glück. Ararat. Pretextos. Madrid. 2008.
—Mario Vargas Llosa. Medio siglo con Borges. Alfaguara. México. 2020.
—Rosa Montero. La buena suerte. Alfaguara. México. 2020.


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De caminos, grupos e identidades

Lectura: 4 minutos

El mundo parece huérfano de aspiraciones. La descomposición social que se expresa en violencia, discriminación, asesinatos, racismo, desempleo, migración forzada, enfrentamiento partidista, ambición política, sexismo, homofobia y muchos otros desencantos colectivos, ha tenido un efecto colateral: una ausencia de propuestas y tendencias culturales.

Esta ausencia es más acusada en la literatura, pues el signo de nuestros tiempos ha sido la imagen, acompañada del florecimiento de productos visuales de todo tipo –no sólo artísticos–. Hace tiempo que la publicidad ejerce un relevante dominio en este terreno.

Esto no quiere decir que la producción literaria se haya detenido, simplemente se hizo más individual. Parece que los creadores dejaron de reconocerse como grupo, que el desencanto los venció y que aquel continente de colectividad artística que fue el sello de otros tiempos dejó de tener sentido.

Este fenómeno tiene consecuencias no sólo en el acto creativo sino también en los lectores y en las lecturas. Es así como lo percibo.

escritores del boom latinoamericano
Imagen: Pinterest.

En la literatura latinoamericana la última tendencia reconocible fue el boom, hace sesenta años, en cuyas obras se percibían con nitidez determinadas circunstancias del contexto social y político que animaban la creación.

Estos elementos aparecían con distinto énfasis en los autores del movimiento, pero la fuerza de los vínculos los perfilaba como un conjunto. Así, se puede identificar en los autores del boom la construcción de un discurso narrativo propio, pero una respuesta contestataria a la cultura hegemónica: un proyecto estético que rescataba los rasgos de la identidad nacional de cada nación y se convertía en la mirada, no de un autor, sino de un grupo en la transición hacia la modernidad de las distintas sociedades latinoamericanas.

La efervescencia política y social de la época, cuando el mundo se agitaba en la polarización de las ideologías de izquierda y de derecha, cuando unos se ilusionaban con la posibilidad de un mundo socialista mientras otros apostaban por el progreso capitalista, tuvo a muchos escritores que explícita o implícitamente tomaron partido por una opción política, simplemente porque era difícil entonces mantenerse al margen del encendido debate. ¿Recuerda el lector la obra de Neruda Incitación al nixonicidio y alabanza de la revolución cubana?

Esta circunstancia explica el surgimiento prácticamente paralelo del boom latinoamericano y de la generación beat en Estados Unidos. Kerouac, Burroughs, Ginsberg y Corso daban forma estética a la necesidad de confrontar los valores que la sociedad capitalista imponía, lo mismo que en América Latina el fuerte arraigo colombiano de García Márquez y el cosmopolitismo de Fuentes, Vargas Llosa y Cortázar se fundía con sus raíces más autóctonas para producir algunas de las novelas más extraordinarias y memorables de la creación humana en esta parte del mundo, mientras que en el continente que Conrad llamó negro otra legión de escritores, entre ellos Chinua Achebe y Ngũgĩ wa Thiong’o, transitaban por el mismo camino.

escritores de la generacion beat
Escritores de la Generación Beat (Imagen: Zelda).

Las propuestas de los escritores beat que ayer resultaban todo un desafío a los cánones sociales, hoy parecen pálidos arrebatos adolescentes. Incluso las posturas más radicales en torno al consumo de estupefacientes como vehículo para alcanzar la cima creativa no son nada comparadas con el actual enorme consumo de drogas sin ningún fin artístico o utilitario.

Las imágenes vertiginosas que se suceden en la novela En el camino, tanto como una de las más trepidantes piezas beboperas de Charlie Parker, que describen los viajes alucinantes y sin sentido de los protagonistas, son el símbolo de la vida demencial y al mismo tiempo desolada que producen las orgías, el alcohol, la mariguana y otras drogas.

En el camino y Almuerzo desnudo son al mismo tiempo refocilación y denuncia, “las cabezas de ángel abrasadas por la antigua conexión celestial al dínamo estrellado de la maquinaria de la noche, quienes pobres y andrajosos y con ojos cavernosos y altos se levantaron fumando en la oscuridad sobrenatural” describía descarnadamente Ginsberg en su famosísimo Aullido.

Oliveira es el símbolo rayueliano de la estupefacción de una generación que no encuentra su identidad y sale a buscarla en ultramar, pero que arrastra en la búsqueda a la Maga que es como el abrevadero tosco y sabio del origen, con una apariencia falsa de ignorancia.

literarios
Imagen: Mariana Rio.

La historia de los Buendía narrada con hechos tumultuosos que se atropellan y llegan a confundir al lector, hurga con historias inverosímiles la vida alucinante de una ruralidad mezclada con fantasía que remite y obliga al reconocimiento de los más recónditos espacios de la identidad no sólo colombiana sino latinoamericana, espacios en los que se vieron retratados millones de habitantes de América Latina y que, por ello, se volvieron tan universales que deslumbraron al mundo.

Ixca Cienfuegos es misterio y verdad a la luz del día, es signo y símbolo, es mundial y mexicanísimo, por ello se hermanó fácilmente con sus pares para formar una comunidad de personajes que parecían vomitados de la impostergable necesidad de tener un sello propio, una identidad.

Es posible que haya muchas causas a la ausencia de movimientos literarios tan cimbradores para multitudes como los de estos dos grupos de escritores. Unas razones estarán en el ámbito artístico, pero estoy convencido de que la mayor parte de ellas pertenece al curso que ha tomado nuestra vida en sociedad, donde, desde mi punto de vista, priva el desencanto, un desencanto que ha impedido la comunión artística que enriqueció la vida de generaciones anteriores.

Juego de ojos.

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El mismo viento

Lectura: 3 minutos

 ¿Se habrán dado cuenta que era el mismo viento? ¿Traería el viento la información a todos? Sería un viento traducido ante cada roce que lo transformaría en otro viento, pero el mismo viento como Las mil y una noches. Cuando Marina sintió el viento que le traía el olor a lluvia desde las afueras de la ciudad, en la oscuridad abierta de su patio de noche, también lo sintió Federico, entrando por la ventana de su living y trayéndole ese olor desde la infancia. Y ese mismo viento que no sabía de exclusividades entró hasta los pies por las hendijas de los respiradores del comedor de Martina y le lengüeteó levemente los pies.

volar al viento
Imagen: Lily Etta.

Y cómo no había celos que lo frenara o se lo apropiara, y nadie podía agarrar al viento, el mismo viento les llevó el olor a la lluvia que se aproximaba, ese olor a tierra mojada, a los chicos del campamento en la otra punta de la ciudad. De repente, en ese momento también apareció en la terraza y en la mente de Raúl; él mismo de pequeño olía ese viento en el patio de su abuela, así que éste coló hasta el pasado de Raúl. Incluso Julieta, quien se encontraba volviendo a su casa, se puso a pensar si tal viento más adelante seguiría llevando el olor a tierra mojada de la tormenta como lo recordaba desde su infancia; ése era el mismo viento que llegaba hasta el futuro de Julieta.

Y desde ahí volvía porque que no sabía de propiedades ni nadie lo cercaba alrededor con un corral, era el mismo viento, el que entró por la ventana del colectivo y las narices de los pasajeros y les recorrió el cuerpo; enseguida salió por las palabras, porque en ese momento se pusieron a hablar del olor a tierra mojada y de la tormenta. Y en lo alto de su terraza mirando el foco, tranquilo en la paz de la bajada de actividad del día, el mismo viento que tampoco se alquilaba ni obedecía a instrucciones, le llevó a Rubén las viejas tormentas que venían siempre en esta época y movió el foco sin lámpara levemente.

tormenta
Imagen: Kati Närhi.

El mismo viento que jamás fue y será de ninguna internacional, ni tampoco nunca se iba a poder estatizar, que agarró a la abuela y la nieta regando las plantas, se les metió en los oídos, haciendo un leve ruido, luego salió por sus bocas porque se pusieron a hablar de éste, y así sacaron puras palabras de viento. Después volvió a entrar por la nariz y enseguida vino el olor a tierra mojada, de nuevo salió por la nariz porque lo que respiraron, lo sacaron y se los volvió a meter por los ojos; señalando a los lejos vieron la tormenta que ya llovía en las afueras de la ciudad y se acercaba suave.  

El viento se les quedó un rato en el tacto, porque estuvo pasándoles por el cuerpo sutilmente como una vestimenta invisible de la naturaleza.

Ninguno se dio cuenta en la ciudad que por un momento compartieron el mismo viento, el mismo aroma, la misma tranquilidad y los mismos recuerdos, porque les llegó a todos simultáneamente como tantas veces. Quizás –eso lo decía un anciano, quien observaba el viento en su carpa en el parque de la ciudad–, eran hermanos del viento.


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