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Moralidad mexicana: el diagnóstico de una sociedad

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El mexicano no es un sujeto sin moralidad. Existe una moralidad construida en el crisol de nuestra historia y nuestra circunstancia. La moralidad se forma en casa, en familia, sólo ahí puede trasmitirse eficazmente. Pronto llegará el día en que todos los mexicanos seamos familia y todo México, nuestro hogar.

Existe un cierto acuerdo social sobre el creciente deterioro en la población en su capacidad de diferenciar entre lo bueno y lo malo, entre lo correcto y lo incorrecto. En otras palabras, hay un claro diagnóstico sobre el deterioro moral de nuestra sociedad.

En estos días, vale la pena reflexionar en medio del puente Guadalupe-Reyes sobre esta realidad que nos confronta cada día cuando nos enteramos, por ejemplo, que a una persona con discapacidad le fue robada su silla de ruedas o sus muletas; cuando en un asalto el criminal no duda en golpear por igual a hombres, mujeres, niños o adultos mayores para lograr su propósito; cuando nos enteramos que un templo fue saqueado para vaciar sus depósitos de limosnas o sus obras de arte; o inclusive, que al Estado Mayor Presidencial (cuando existía) le fue robada la nómina de sus trabajadores;  para no hablar del cotidiano linchamiento y agravio de las fuerzas del orden que tratan de hacer cumplir la ley, en un país donde ésta es esencialmente letra muerta.

Esto me llevó a reflexionar sobre si ¿en verdad somos una sociedad carente de toda moralidad? Me parecía increíble; pero ¿cómo describir esa moralidad subyacente de tal manera que la gente la reconozca efectivamente como propia? Entonces llegó a mis manos un texto, de autor anónimo, que en la forma de “las palabras del abuelo” hacía total sentido con lo que quería confirmar y trasmitir. La moralidad mexicana contemporánea, es más o menos ésta:

Mira cabrón, pa’que dejes de andar jodido y jodiendo. Te voy a dar unos cuantos consejos para que vivas bien y no no’más sobrevivas. Mírame a mí, que me sigo riendo a pesar de tanta desgracia.

1. Agradece por todo. No te quejes. Dale gracias a Dios por todo, que sigues, que vives, mientras hay muchos otros que ya se los cargó la chingada.
2. Cuando puedas comer, come; cuando puedas dormir, duerme; cuando puedas disfrutar, disfruta; cuando puedas trabajar, trabaja; y si aún puedes echarte unos tragos, pos échatelos. Juega dominó; haz el amor; y chifla en la regadera.
3. Da gracias a Dios porque tienes salud. No te la pases quejando mijito. Altas y bajas siempre ha habido y siempre habrá.
4. Si en la noche no puedes dormir y estás vuelta y vuelta en la pinche cama, pos párate, ponte a hacer algo arregla un cajón, escribe una carta, ponte a leer. Si te quedas acostado con los ojos pelones vas a pensar puras pendejadas y lo peor es que después las haces, Si ya de por sí.
5. Los problemas grandotes que son del mundo y que salen en la tele, esos mijo, mándalos a la chingada, no los vas a arreglar tú. Luego ni les entiendes, no te hagas pendejo, deja que los que puedan los arreglen, pero tú, arregla lo que sí está en tus manos.
6. Si te dan, agarra todo; aprovéchalo, así sea un chingadazo, un beso o una pendejada. Porque no saben de qué forma te van a llegar, así que agarra y no te apendejes. ¡Ah!, pero eso sí. No agarres lo que no es tuyo. Cada quien tiene lo suyo, lo que se gana y lo que se merece.

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Ilustración: James Yang.


7. Lo que hagas hazlo con ganas. Y hazlo bien o no lo hagas. Y olvídate de las envidias. Tú a lo tuyo, porque nunca sabes cuándo vas a valer madre.
8. Cuídate de los cabrones y aléjate de los pendejos. Fíjate bien cómo son, porque hay un chingo. Conócelos bien. Para que nunca seas como ellos.
9. Ayuda y escucha a tus amigos.
10. No hables mal de nadie.
11. Sé orgulloso, pero no arrogante ni prepotente.
12. Sé humilde, pero no agachado.
13. Sé valiente, pero no imprudente.
14. Cuando ganes sonríe.
15. Cuando pierdas no armes un drama. Y si te da la gana llora, se vale, para que se te quite la impotencia, pero luego afánate en otra cosa.
16. Nunca te preocupes por lo que no tienes, por lo que no puedes comprar. Cuántos cabrones tienen todo y están en la cárcel o en el hospital, y son bien espantados e inseguros. Tú tienes algo más valioso que es tu gente, tu salud. Esos otros tendrán mucho, pero ¿sabes qué?, a la hora de la hora no tienen ni madre.
17. Manda a la chingada a la muerte, que sea ella la que se preocupe por no poder llevarte, no tú, porque tú de todos modos algún día te va a cargar la huesuda.
18. Mira mijo, “si la vida te da limones…”, pide tequila y sal. No te pongas a hacer limonadas.
19. Nunca te olvides que más vale el Diablo por viejo, que por Diablo.


EN PERSPECTIVA, tal parece que sí existe una “moralidad mexicana” funcional, forjada para resistir y subsistir en nuestro entorno sociocultural. Y es en la familia y la voz de las personas a las que más respetamos donde se puede trasmitir con eficacia. A esta moralidad agregaría dos elementos que, a mi juicio, no han cristalizado. El hecho de que todo México es nuestro hogar y todos los mexicanos somos familia.

¿O usted qué piensa, estimado lector?

Vivir en zoociedad

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En el mundo animal las reglas morales no existen, no existen entonces valores que presumiblemente deberían dominar el mundo humano. Un león, jamás se va a cuestionar sobre las consecuencias de sus actos, a él (o a ellas, porque son las leonas las principales proveedoras) no le importa si al matar una cebra ésta se encontraba alimentando a su cachorro. Sus actos son instintivos. De hecho está documentado cómo, cuando se impone un nuevo león alfa o dominante, el viejo león es desterrado y el nuevo líder mata a las crías que existan, algo le dice que no tienen su linaje, que no son sus hijos y por ello (aparentemente) los mata sin compasión e incluso se los come.

De estos actos “salvajes” no hay consecuencias morales, igual podríamos hablar de hienas o de orcas, son animales que al igual que los leones (o las leonas) tienen una sofisticada inteligencia y es por ello que atacan en grupo, lo que les da mejores oportunidades de éxito.

Insisto, podríamos hablar de múltiples depredadores animales llegando incluso a los buitres carroñeros, quienes al no poseer un sistema de valores morales, no se cuestionan sus actos. Así, los buitres no se sienten mal por ser carroñeros, por alimentarse de lo que los demás dejan, ellos sólo se alimentan y con ello subsisten, lo que a su vez les permite reproducirse y seguir existiendo en el mundo.

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Imagen: Flickr.

De hecho hay infinidad de especies que viven en sociedad, nuevamente los leones o los elefantes son un buen ejemplo de cómo cohabitan entre ellos bajo ciertas normas “sociales”.

Pero en realidad la intención de este artículo no es hablar del llamado “reino animal” sino del ser humano en sociedad, o mejor aún, del ser humano en zoociedad.

Me apena escribir esto, pero creo que hace mucho que ya no vivimos en sociedad, ahora vivimos en una zoociedad, y esto lo digo con el debido respeto al resto de los animales con quienes compartimos este mundo.

Percibo una polarización y una pérdida de valores fundamentales tal, que no podemos decir que vivimos en sociedad. El comportamiento de muchos de mis conciudadanos es tan salvaje y bestial que no me queda más que concluir que hace mucho quedó atrás la vida en sociedad para dar paso a la vida en zoociedad.

En principio leo en las noticias actos tan atroces que no suceden ni siquiera en el mundo zoo, en el mundo animal. Personas que son colgadas, hombres y mujeres no sólo asesinados sino incluso desmembrados como medio de mensaje entre bandas delincuenciales o entre éstas para con las autoridades. Estos actos son de barbarie pero los hemos ido naturalizando, los medios incluso contribuyen a su banalización.

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Imagen: Pinterest.

Cuando era pequeño existían ciertos periódicos o pseudoperiódicos dedicados a la nota roja, hoy cualquier medio parecería ante esos ojos de hace 40 años, un medio de nota roja. Recuerdo entre otros El Alacrán y El Alarma.

Esos periódicos, si bien se vendían abiertamente en los kioscos de la época, eran básicamente para adultos, hoy el propio internet es un medio de fácil, muy fácil acceso a ese tipo de noticias brutales.

Pero no sólo son las grandes noticias del narco, en la vida cotidiana también vivimos en zoociedad. Baste pararse en un crucero y ver con qué ligereza una cantidad impresionante de conciudadanos son capaces de pasarse en rojo. Al menos en mi ciudad (Monterrey) somos la mayoría de los regios unos cafres, unos depredadores del asfalto. Jóvenes y viejos, mujeres y hombres, vivimos en un mundo casi zoológico, en el que nada ni nadie nos importa.

Imágenes divinas para atacar la aporofobia

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Estamos en la época navideña en la cual se rememora el nacimiento de Jesucristo en el pesebre judío de Belén, y la Iglesia Metodista de Claremont en California no ha querido pasar desapercibida a través de un mensaje con alto grado de simbolismo, al instalar el fin de semana pasado, un “belén estadounidense” en su centro de culto; la peculiaridad del pesebre es que los integrantes de la Sagrada Familia estaban separados en jaulas individuales, a manera de denuncia contra la separación parental ejecutada en la era Trump. Desde la institución religiosa no obstante, afirman que esta representación “no lo vemos como algo político; lo vemos como un caso teológico”.

En un principio, creo que esta genuina y creativa iniciativa retrata de forma icónica la situación a la que se han venido enfrentando los indocumentados del sur de la frontera estadounidense, pero a la vez es una forma de denuncia que, pienso, tiene sus raíces en la falta de empatía con el dolor de “el otro” (pero sobre todo con aquel que generalmente no dispone de los recursos materiales para buscar otras alternativas de entrada al territorio norteamericano). Es tan importante este debate en todos los niveles de los estamentos sociales, que la Fundación para el Español Urgente (Fundéu) declaró en 2017 la aporofobia: “miedo al pobre” –término acuñado por la filósofa Adela Cortina–, como la palabra del año.  

Esto resulta innegable ante las acciones presentadas, como el denominado “tercer país seguro”, impulsado por Estados Unidos en las naciones del triángulo norte centroamericano, que se muestra como un claro ejemplo de que los sistemas de vida a los que hemos estado acostumbrados, han colapsado para algunos sectores humanos debido a factores tan diversos como la explosión demográfica, la violencia, el cambio climático y del “secuestro” de los estados de origen de los inmigrantes por parte de grupos corruptos, etcétera.

Pero también, es un indicativo de que la actual administración Trumpista ha mostrado una indeleble intolerancia hacia el fenómeno, pues desde sus comienzos en la Casa Blanca, se ha promovido la aplicación de diversas medidas para paliar la inmigración indocumentada, lo cual me da pautas para pensar en una suerte de lógica capitalista de prevalencia en la “selección” de los recursos humanos por sobre el derecho al trabajo –incrementado exponencialmente en la época de la generación millennial–.

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Fotografía: La Neta Neta!

Y que esto se agrava aún más debido a la evolutiva sustitución de las actividades y relaciones humanas afectivas por instrumentos tecnológicos, competencias profesionales para entrar al mercado de trabajo y la entronización actual de la Inteligencia Artificial, lo cual profundiza la brecha de los migrantes para acceder a dignas condiciones en su existencia.

En mi opinión, el fenómeno migratorio siempre ha existido debido a la imposibilidad humana de incrustar la equidad como una máxima de convivencia para prevenir el desarraigo. De manera tal que, a falta de esta, la necesidad de desplazamiento se convierte en un imperativo de supervivencia.

Considero por otra parte, que esta campaña que se gesta desde un recinto religioso debe dar pie a la comprensión intercultural sin distinción de ninguna naturaleza, lo cual tiene que ver con los derechos humanos, mismos que yo condensaría en dos de las “cuatro libertades” pronunciadas por el expresidente Franklin Roosevelt en 1941: “libertad de vivir sin penuria y libertad de vivir sin miedo”.

En conclusión, me atrevo a decir que esta situación sólo puede combatirse con la “apertura” de espacios geográficos alternativos que potencien el trabajo contra la desigualdad (en el caso hondureño por ejemplo, se acaba de implementar un programa gubernamental bilateral que permite contrataciones documentadas de trabajadores), pero también la idea de que el miedo genera exclusión y marginación como se ha podido observar con esta iniciativa de la iglesia norteamericana.  

P.D. En la su columna de opinión del 4 de enero de 2018 para El País, Milagros Pérez Oliva deja entrever que “para que el miedo se convierta en rechazo es preciso un proceso mental que anule la compasión y la empatía. Ese proceso lo proporciona la ideología y se activa cuando señala a los pobres como culpables de su pobreza”. De acuerdo a datos de la instancia cristiana, en los últimos tres años ha habido “mas de 5,500 niños separados de sus padres”.   

Una mirada a la economía mundana

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Debido a mis actividades, frecuentemente tengo la oportunidad de platicar con personas de diversa índole y actividades diferentes, con inteligencias varias, que aportan enfoques y perspectivas por demás interesantes. Es casi inevitable que los temas recaigan en la gestión del gobierno, en los eventos o declaraciones de personajes públicos o en la economía del país y este último punto con frases peculiares como “¿Qué tal te está yendo?”, “¿Cómo ves las cosas?”, de ahí se desencadenan conversaciones, confesiones y a veces catarsis.

Sin embargo, durante los últimos días esas preguntas las tomé más en serio y decidí averiguar en vez de preguntar “¿Qué tal le está yendo a las personas?”, “¿Cómo ven las cosas?”, y las respuestas fueron interesantes, dándome una perspectiva diferente a la que se conversa o que vemos en las noticias o redes sociales.

Empecé este ejercicio con uno de los personajes más interesantes y entrañables de esta ciudad, la persona que me corta el cabello. Buen conversador, enterado, receptor de muchos y diversos pensamientos vertidos por sus clientes, en síntesis, un pozo de opiniones e ideas. Me platicó que las personas están espaciando más el tiempo entre corte y corte, de tres semanas se van a cinco, de un mes a dos meses, además están perdiendo clientes que buscan opciones más baratas del servicio, aunque esto se compensa con otros que acuden a él y han abandonado a peluqueros más caros. Al comparar el año anterior contra este año, literalmente expresó: “estamos vendiendo menos que el año pasado”.

Visité un local donde venden unos “burritos” deliciosos, local bien acreditado y con clientela regular, las respuestas a las preguntas anteriores fueron: “sigo teniendo el mismo número de clientes, pero ahora gastan menos cada vez que vienen, el año pasado vendí más”.

Hice las mismas preguntas a una persona que se dedica a dar servicios gráficos,  expresando lo siguiente: “pues ahora estoy además vendiendo ropa para poder completar mis gastos, porque de esto no puedo vivir ya, el año pasado me fue muy bien, pero mis clientes están gastando menos en esto. Es lo primero que quitaron del presupuesto, porque ellos están vendiendo menos”.

En total fueron 10 personas de diferentes giros o negocios con las que platiqué y en términos generales todas las respuestas fueron similares, salvo un caso, todos ellos están ganando menos que el año pasado, la excepción fue un locatario de un mercado público que me dijo: “este año me está yendo muy bien, me cambiaron de local y como estoy en la entrada me compran a mi primero, ya no van hasta el fondo del mercado”.

Platiqué con seis personas que durante la segunda mitad del año pasado y este año perdieron sus empleos, los comentarios se dividieron en dos grupos:

~ Los que no han podido conseguir empleo, algunos tienen más de un año en la búsqueda, han reducido sus expectativas de contratación y están en la búsqueda de “lo que sea”, pero tampoco consiguen algo.

~ Los que han encontrado trabajo (dos casos), pero se contrataron por un sueldo y prestaciones menores a las del año pasado, se sienten agradecidos de tener un trabajo.

economia mundana
Imagen: Sin Embargo.

Estas pláticas en algunos casos estuvieron llenas de muchas emociones, añoranzas y coraje, pero sobre todo de un profundo sentimiento de no entender por qué estaban pasando por esta situación, había en todos los casos culpas y culpables.

Las conclusiones son sencillas, las personas están percibiendo menos dinero este año que el año pasado y ese dinero les está costando más trabajo obtenerlo, por supuesto, están gastando menos, y las tarjetas de crédito se han vuelto hasta donde alcanzó el límite, una ayuda para subsistir. En la mayoría de los casos ese recurso está agotado por falta de pago.

La otra fuente de apoyo es la familia, se afianzan los lazos, se recurre a los ahorros, a los padres, a los hermanos, entre todos se enfrenta el problema. Tenemos la gran fortuna de ser una sociedad donde la familia sigue siendo el eje sobre el cual se construye.

Entiendo y tengo perfectamente claro que este ejercicio no tiene, ni con mucho, los elementos para considerarse un estudio formal, ni pretendo que lo sea. Sólo recopilo opiniones de un microcosmos de esta ciudad.

Al comentar estos hallazgos con diversas personas, surgieron comentarios como: “las crisis son momentos de oportunidad”, “si se hubieran preparado para el cambio”, “es un proceso cíclico”, “ya vendrán tiempos mejores”, etc., múltiples comentarios similares. Pero la realidad es que las personas están ganando menos que el año pasado y que se están ajustando el cinturón.

Comentaba que hubo mención de culpas y culpables, que se daban muchas soluciones por hacer o se señalaba lo que no se había hecho aún y estaba pendiente para salir adelante, pero evidentemente el problema es mucho más profundo y no tenemos como sociedad acceso a la información necesaria para poder dar opiniones sobre la forma de hacer las cosas para ayudar a estas personas en sus problemas.

Son muchos los elementos y personajes que participan en el problema y, por tanto, son muchos quienes tienen que aportar en la solución. No hay un responsable único, no hay soluciones mágicas. Se espera que las personas que tienen la influencia, fuerza, información y posición para tomar las decisiones adecuadas, lo hagan con el conocimiento, inteligencia y buena voluntad para que como nación salgamos adelante.

Al final de todo este ejercicio, sólo me quedo con una idea: Si las personas no ven una mejora en su bienestar y seguridad en su vida, no podemos pensar que las cosas están bien.

¿Qué es el Estado Abierto?

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Ya no es suficiente la “representación” de los partidos políticos en los congresos, las debilidades del sistema democrático moderno han propiciado la necesidad de estar más cerca de las autoridades, tanto para vigilarlas, como para exigirles cuentas y colaborar en la toma de decisiones.

Los órganos autónomos que velan por el derecho de acceso a la información, la protección de datos personales y la transparencia que debe regir en una democracia, están impulsando una agenda que contempla el diseño de políticas encaminadas a favorecer la nueva gobernanza, dentro de las que se encuentra el denominado Estado Abierto.

Para referir a ese modelo, es pertinente comentar que, allá por el año 2011, el entonces presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, Barack Obama, convocó a la integración de un grupo de especialistas para que dieran vida al proyecto de Gobierno Abierto (GA). En torno a esa pretensión, se creó una alianza conformada por diversas naciones, dentro de las que se encontraba la nuestra, encabezada por el otrora Instituto Federal de Transparencia y Acceso a la Información Pública (IFAI). El GA significaba un compromiso atractivo para endogenizar en los aparatos administrativos los principios de transparencia, rendición de cuentas, participación y colaboración ciudadana.

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Ilustración: Florencia Capella.

Tiempo después, mentes comprometidas con el fortalecimiento democrático trabajaron para expandir los principios del GA hacia otros sectores del Estado, como es el caso de los parlamentos y los órganos judiciales, por lo que se empezó a referir al Parlamento Abierto (PA) y la Justicia Abierta (JA). Asimismo, el discurso aperturista alcanzó a los órganos constitucionales autónomos y a otras esferas de carácter público.

En ese sentido, la evolución del GA derivó en la configuración de un esquema más amplio e integrador al que se conoce como Estado Abierto (EA), el cual puede definirse como la “Voluntad formalmente expresada por parte de gobiernos, parlamentos, cortes de justicia, organismos de control público u otras instituciones estatales o paraestatales de promover la apertura de sus repositorios de datos, el acceso ciudadano a la información, la participación social en las distintas fases del ciclo de las políticas públicas, la rendición de cuentas y, en general, el control de la gestión pública por parte de la ciudadanía” (Oszlak, 2013).

A partir de lo anterior, es obligatorio precisar algunos aspectos con la intención de facilitar una respuesta a la interrogante que intitula este texto. En primer lugar ¿qué es el Estado?, me parece que para el asunto que nos ocupa, hay que ir más allá de una perspectiva estrictamente centrada en el conjunto de instituciones administrativas, legislativas, judiciales y demás entes creados bajo el mandato de ley para ejecutar alguna función, atribución o encomienda a nombre y a favor de la sociedad. Debemos referir a él como una totalidad; es decir, como una construcción artificial cohesionadora, en la que decidimos someternos a un sistema jurídico que regula las relaciones sociales, y dentro de las que se encuentran aquellas que definen la manera de elegir a quienes ocuparán cargos de elección popular.

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Imagen: cl.usembassy.gov

Entonces, referir al Estado con esa amplitud permite iluminar que, a lado de las autoridades, también estamos nosotros, quienes, sin tener algún cargo público, tenemos la enorme responsabilidad de colaborar en la preservación y desarrollo de la construcción que creamos libre y voluntariamente.

Ahora bien, si al concepto Estado, le adjuntamos lo Abierto como acción y no sólo como adjetivo, hay que delinear los principios que sostienen el nuevo paradigma, con la finalidad de profundizar en su contenido y objetivos.

Por lo que respecta a la transparencia, se trata del ambiente en el que se debe desarrollar el sistema político que impera en el Estado –la democracia, en el caso de México–, así contamos con leyes que obligan a las autoridades a que publiquen toda la información que corresponde al ejercicio de sus funciones y al ejercicio del gasto. Además, se adhiere a la transparencia, la relevancia de vigilar a las instituciones a través de la información que generan, y la cual es posible solicitar a través del ejercicio del derecho humano de acceso a la información pública.

Respecto a la rendición de cuentas, en términos generales, es la misma que aplicamos en algunas actividades del ámbito privado; por ejemplo, cuando preguntamos a algún miembro de la familia en qué se gastó los recursos destinados a un fin particular o por qué no fue posible alcanzar alguna meta escolar. Implica la oportunidad de que, con la información que surgió de la transparencia adoptemos la responsabilidad de cuestionar a las autoridades cualquier acto que hayan ejecutado, y de ser necesario, acusarlos ante las instancias correspondientes para que valoren la imposición de sanciones.

regar estado
Ilustración: Patricio Betteo.

En cuanto a la participación y colaboración, estamos frente a dos instrumentos que favorecen la cercanía con aquellos que están en el servicio público, pues éstos deben facilitar la entrada a la toma de decisiones, por ejemplo, si algún congreso local discute una ley que afectará a las pueblos y comunidades originarias o a personas adultas mayores, deben implementar los medios suficientes para que los integrantes de tales grupos expresen su sentir. Si los congresos se comprometen con esas acciones, estarán observando el principio de participación; pero si, además, se comprometen a incluir en la ley las aportaciones de las personas afectadas estarán observando el principio de colaboración.

Para que funcione el EA, deben prevalecer dos cuestiones primordiales, por un lado, las autoridades deben cumplir con los principios en comento de manera comprometida y real, pues las críticas a diversas acciones han ido encaminadas a la simulación, tal y como ha ocurrido en los supuestos esquemas de participación y colaboración para elegir a miembros de órganos constitucionales autónomos. Pero también, los demás, debemos activar nuestra capacidad de incidencia, revisar las páginas de Internet, solicitar información, preguntar, cuestionar, exigir inclusión y acceso a las discusiones. El trabajo en conjunto será la única manera de movilizar el engranaje estatal que requiere cambios ad hoc a los problemas contemporáneos.

En suma, el EA es una política encaminada a relacionar de manera diferente a los integrantes del Estado, donde se atenúa la jerarquización y desaparece el autoritarismo de antaño, siendo así que representantes y representados, servidores públicos y personas, nos hallamos en un mismo piso, por lo que, en él, se hacen efectivos los principios que rigen esa innovación, de tal manera que posibilitan un trabajo incluyente y de colaboración para decidir lo mejor para el bien común. 


Referencias:
Oszlak, Oscar (2017). La noción de Estado Abierto en el contexto de América Latina y el Caribe. CEPAL.  

Resbalan economía y sociedades

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Los datos duros del contexto económico internacional para ver las perspectivas de crecimiento global –mismo del que se anticipa una recesión general–, dan cuenta inequívoca de que se viene desacelerando el crecimiento de las 15 economías más grandes: Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Japón y el Reino Unido no logran, desde hace décadas, bajarse de la resbaladilla.

Si en la década entre 1960 y 1969 esas economías tuvieron un crecimiento anual promedio de 5.1 por ciento, se conformaron con un 3.8 por ciento entre 1970 y 1979, después con un 2.7 por ciento en la década siguiente; 2.3 por ciento de 1990 a 1999, apenas un 1.4 por ciento del 2000 al 2009 y finalmente un 1.2 por ciento en esta segunda década del siglo XXI (Miguel y Tomás Peñaloza, Nexos, noviembre 2019).

No hay un sólo efecto favorable de esta desaceleración mundial, ni siquiera ha disminuido la emisión de gases de efecto invernadero a la atmósfera; en cambio, las repercusiones sociales, económicas y políticas tienen al mundo agitado, desconcertado, crispado, desconfiado. El neoliberalismo barrió con cualquier certeza, tanto colectiva como familiar.

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Ilustración: Entonointeligente.

Las protestas que hemos visto, lo mismo en Bolivia que en Chile, Colombia o en Francia, aunque tienen consignas diferentes, comparten hartazgo y urgencia social por recuperar certezas de que se puede volver a una mejor calidad de vida con una buena educación y formación intelectual, trabajando con esfuerzo y honradez.

Con el argumento de mejorar la competitividad, desde Alemania y Estados Unidos hasta Francia e Italia, bajaron los salarios y se hicieron recortes a programas sociales; la promesa fue que un mayor crecimiento económico derramaría beneficios a todos.

En la lógica de una economía de mercado, es obvio que la contención salarial y empobrecimiento de programas sociales reduciría los niveles de vida, que traducido a lenguaje económico, quiere decir menor demanda de los consumidores, y por tanto, menores inversiones productivas que estarán más concentradas en grupos oligopólicos, industriales y de mercado.

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Ilustración: Pinterest.

Mientras eso ocurría en la industria y el comercio, el capital financiero plenamente desregulado fue ganando predominio al ofrecer mayor rentabilidad por especular que por producir. Trillones de dólares que no tienen oportunidades de inversión en la economía real productiva, circulan por los mercados financieros en búsqueda de la rentabilidad que ofrece la compra-venta especulativa de títulos de deuda o accionarios.

La democracia liberal tampoco se ha visto favorecida en estas cuatro décadas de neoliberalismo. La globalización desplazó al Estado-nación y lo dejó incapacitado para corregir los desequilibrios del mercado, mientras que la solidaridad social perdió ante la apología del individualismo.

El planteamiento de los problemas debe contener la vía de su solución. El modelo neoliberal no da más, pero la restauración del Estado, la regulación de los mercados y del sentido de convivencia social sin abismos de desigualdad, inequidad e injusticias no acierta, todavía, a configurar un nuevo contrato social acorde a las transformaciones en curso y junto con la tecnológica por delante, que harán del siglo XXI algo único.

Evitar la división a toda costa

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Las palabras, como los objetos, pueden lanzarse para hacer daño y su impacto tiende a ser difícil de calcular; tal vez de ahí venga la famosa frase popular: “eres dueño de tus silencios y esclavo de tus palabras”.

Este final del año valdría la pena que evaluáramos lo que dijimos y cuáles fueron nuestros objetivos al hacerlo. Ya fuera en redes sociales (arena actual de la discordia) o de viva voz, creo que es importante revisar si nuestras palabras eran resultados del análisis, los argumentos, la información sustentada o simplemente la reacción al mensaje, uno de cientos, que no llegó por la mañana al teléfono celular.

Porque éste ha sido, sin duda, un año de ruido debido a los cambios que ha generado la entrada de un nuevo gobierno que, guste o no, es un parteaguas en la historia reciente del país.

Desde la aparición de las mañaneras como productora de noticias, mensajes, postulados, ataques, memes y escándalos de media hora, hasta el avance de proyectos nacionales de infraestructura que mantienen la esperanza de un repunte económico en el segundo año de esta administración, éste fue un primer ejercicio de gobierno en el que casi nadie se ha quedado sin dar su opinión.

Pero las opiniones sin sustento pueden provocar una división todavía más profunda de la que arrastramos desde, al menos, 2006. No quiero decir que cuidemos nuestras palabras –en una democracia es lo último que se recomienda–, sin embargo, sí somos responsables como ciudadanos de la manera en que construimos, con dichos y con hechos, la nación que aspiramos ser.

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Ilustración: John Holcroft.

Apenas este domingo, dos versiones de una misma historia convergieron en el aniversario del primer año de gobierno. Una, llena de pesimismo alimentado en ocasiones por percepciones, y otra, triunfalista a pesar de que todavía hay varios pendientes. En ambos lados, personas comunes que buscan, en el fondo, un país mejor para vivir.

Entonces, ¿cómo llegamos a esta batalla diaria por tener la razón, olvidándonos que somos una sola sociedad? Una explicación es la enorme brecha de desigualdad que vivimos, no es nueva, y es un pesado lastre que arrastramos desde hace medio siglo.

Si hay alguna duda, sólo revisemos los resultados de la prueba PISA para 2018, que nos confirma el terrible último lugar en desempeño escolar entre los países de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos). Dicha prueba lleva dos décadas de llevarse a cabo y los avances en México son mínimos. Un rasgo sobresale, sin embargo, en cada ejercicio: quienes tienen mejores resultados son los mismos que cuentan con mayores oportunidades económicas y de desarrollo.

En el espejismo de crecer, aunque no hubiera desarrollo humano palpable, le apostamos (apostaron, diría) a engrosar los indicadores macroeconómicos, mantener la inflación baja y ofrecer mano de obra competitiva (y barata) que, en conjunto, empujarían a que las escuelas, los hospitales y los servicios públicos mejoraran por añadidura.

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Imagen: Pinterest.

No contábamos con la corrupción, la falta de un Estado de Derecho y la impunidad que traen consigo las administraciones que deciden vigilar lo primero sin prestarle mucha atención a lo segundo.

Tuvimos avances, no puede discutirse, pero se quedaron cortos frente a la politiquería, los grupos de interés y el capitalismo de cuates que campeó con pocos obstáculos desde el cambio de partido, curiosamente, también hace casi 20 años.

Hoy en esta sacudida, apoyada por una mayoría cansada de la violencia y de los otros males, tenemos una oportunidad de manifestarnos y de contribuir, hasta con la oposición, a generar soluciones, a participar activamente y a organizarnos como una ciudadanía que puede tener sus diferencias, pero debe coincidir en la meta de sacar adelante a un país que ha desperdiciado demasiadas coyunturas favorables.

La apuesta el año entrante debe ser por construir los puentes y las coincidencias que hoy nos hacen falta, porque todos cabemos en México. Quienes aseguran lo contrario, azuzan para dividirnos hasta que nos desconozcamos, y si algo nos ha enseñado nuestra historia, es que esos momentos se vuelven la pesadilla que siempre quisimos evitar. No lo permitamos.

Códigos sociales y avalancha antisistema

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Los últimos meses de 2019 han sido marcados por violentas manifestaciones antisistema en diversas localidades latinoamericanas, desde Chile, pasando por Colombia, otra “hecha al lado” del expresidente Evo Morales, la crispación social hondureña debido a la exigencia de amplias capas poblacionales que exigen la salida del “presidente” en funciones, hasta México, con una progresiva y acelerada pérdida de confianza pública en la gestión federal-estatal de la seguridad ciudadana (desatada de una u otra forma con el crimen contra la familia Le Barón en el extremo norte de la república norteamericana).

Lo primero que me viene a la mente al observar la realidad en la que nos estamos “acostumbrando” los ciudadanos de nuestros países –y digo esto por la constante mediatización de estas “nuevas” insurgencias sociales–, es que los modelos políticos de gestión de los estados-naciones en nuestra región han actuado mediante una lógica de mediano alcance en la comprensión de las realidades que nos afectan. Pero, además, el problema de la anteposición de los compromisos particulares con segmentos “cercanos” al poder, obviando de una u otra forma la ingente necesidad de activar (lo que yo podría denominar “centrales de prevención vs desafección del virus de la calamidad social”), y digo, valga la aclaración “calamidad social” porque es patente que desde el momento en que se generan brotes de protesta como los que estamos viendo, significa que las cosas no necesariamente andan bien (como lo pregonan a los cuatro vientos los instrumentos propagandísticos de los administradores de la actividad pública). De hecho, lo constatamos con rebeliones contra líneas políticas gubernamentales adscritos a discursos ideológicos de derecha e izquierda, lo cual debe servir para rediseñar los mecanismos de diálogo (y la posibilidad de una traducción genuina a la práctica de los mismos).  

Protesta en Chile
Fotografía: Entorno Inteligente.

Ahora bien, hay factores que coadyuvan a que estas rebeliones de las masas tengan un mayor efecto que en otros territorios. Pongo para este caso el ejemplo Bolivia-Honduras, dos de los países más pobres de la región, mientras que en el primero el desgaste de “legitimidad”, diría yo de la “marca” socialismo del siglo XXI, ha pasado factura al exlíder de la república andina –lo que podría atribuirse a un mayor protagonismo de los nuevos y emergentes actores de esa realidad, es decir, los jóvenes con conciencia social y un mayor nivel de escolaridad y cultura global de los cambios contemporáneos–. En la nación hondureña los “fallidos” intentos por lograr “apartar” de su cargo a Juan Orlando Hernández, –reelecto de forma cuestionada– no han dado frutos, pienso que debido a las persistentes distensiones dentro de los propios órganos opositores que van en contravía “natural” al objetivo preciso de lograr una amalgama uniforme social movilizada para alcanzar tal propósito, pero además por la denostada apatía en la integración común a la búsqueda de objetivos mancomunados.

En definitiva, pienso que el advenimiento de respetables niveles de igualdad y competitividad de nuestros países, pasa por la apertura e inclusión de nuevos cuadros sociopolíticos en los que se incluyan nuevas figuras en la materia. Esto consecuentemente atrae una idea concreta de democracia en tanto no son los mismos líderes que se han “embriagado” de las canonjías del sistema quienes detentan el poder. Ahora bien, hay que preparar entonces una especie de “anticuerpos”, para que aquellos que intentan buscar el cambio, caigan en el mismo círculo, lo cual inevitablemente no hace más que perpetuar la desesperanza. 

Bolivia.
Fotografía: El Universal.

P.D. Datos del año pasado, proporcionados por la Corporación Turca de Radio y Television (TRT), con base a cifras de la Agencia Anadolu (AA), fundamentado al mismo tiempo en datos del OPHI de la Universidad de Oxford y el PNUD-refieren que Guatemala, Bolivia y Honduras (con el 29%, 20.45%, y 19.49%, respectivamente, son los países más desfavorecidos de la zona, según la medición del Índice de Pobreza Multidimensional). Al respecto, en entrevista a BBC News Mundo y mediatizada a mediados de mes por parte del experto economista venezolano Moisés Naim –afincado en Washington–, ha dejado entrever que actualmente, hay más latinoamericanos fuera de la pobreza que nunca antes, quienes son “gente más educada, más curiosa, más desconfiada y escéptica de su gobierno, más intolerantes con la desigualdad y la corrupción, que están viendo cómo le hacen para sobrevivir como clase media”.