socioeconomía

Empleo y Remuneración a la Baja

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El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) publicó el pasado 30 de octubre de 2020 los resultados de sus “Índices Globales de Personal y Remuneraciones de los Sectores Económicos” (IGPERSE), con cifras desestacionalizadas a agosto de 2020. ¿Dimensionas de qué tamaño es la crisis?

El Colegio de Ciencias Políticas y Administración Pública de la Universidad Iberoamericana, a través de su Observatorio de Políticas Públicas y Procesos Electorales, se dio a la tarea de analizar estas cifras y concluyó que, en un comparativo anual, los Índices Globales de Personal y Remuneraciones de los Sectores Económicos (IGPERSE), muestran una significativa contracción al integrarse con los resultados del “Índice Global de Personal Ocupado de los Sectores Económicos” (IGPOSE) con -5.4%; el “Índice Global de Remuneraciones de los Sectores Económicos” (IGRESE) con -7.1%; y el “Índice Global de Remuneraciones Medias Reales de los Sectores Económicos” (IGREMSE) con -1.9%.

Estamos en presencia no sólo de un fenómeno de pérdida de empleo sino de una pérdida creciente en las remuneraciones medias reales de los trabajadores en México.

¿Qué hacer en términos de políticas públicas? El Gobierno de México debe redireccionar la inversión pública orientándola a proyectos productivos e incentivos a las micro, pequeñas y medianas empresas que generen empleos formales; y sobre todo, reconciliarse con los inversionistas nacionales dándoles garantías e incentivos para invertir en México.

EN PERSPECTIVA, nuestro gobierno por su propio bien y del país en su conjunto, debe incrementar y dispersar el gasto público, así como impulsar el crédito hipotecario para inyectarle liquidez a la economía local. No olvidemos que la crisis sanitaria y económica es global, así que no debemos poner nuestras esperanzas en la inversión extranjera directa y en el envío de remezas, que sin duda seguirán llegando, pero serán insuficientes para revertir el deterioro del empleo y del ingreso, que como siempre está impactando en primera instancia a la clase media y a la población de más bajos ingresos.

Y tú estimado lector, ¿tienes una mejor idea? Mientras tanto, una recomendación: No esperes a que lleguen los nuevos empleos. Encuentra la manera de generar tus propios ingresos y liquida tus deudas. La recuperación puede tardar varios años.


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Inversiones chinas en México en 2020, ¿quién es responsable?

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Pareciera sorprender, a algunos hasta insultar, retomar el tema de China en plena crisis del COVID-19. Sin embargo existirá con certeza un “día después” de la crisis e, incluso, muy probablemente la posibilidad de que las actividades socioeconómicas “convivan” con el COVID-19 hasta que se encuentre una vacuna contra el coronavirus. La relación con China –la economía más grande del mundo desde 2014, medido en paridad de poder de compra según el Fondo Monetario Internacional– será fundamental para países como México: más allá de nuestra alta dependencia socioeconómica con Estados Unidos –y acrecentada con el recientemente negociado Tratado entre Canadá, Estados Unidos y México (TMEC)–, China no es una opción, sino que una necesidad a la que los sectores público, privado y académico deberán hacer frente, más allá de las (auto)presiones de la Administración Trump.

China es nuestro segundo socio comercial desde 2003; aquí trataremos con mayor detalle la enorme oportunidad que China representa en materia de Inversión Extranjera Directa (IED). En general, destaca que México no ha sabido aprovechar el potencial de inversión chino en México durante 1999-2019: la reciente información de la Secretaría de Economía (SE1 en su Informe Estadístico sobre la IED hasta 2019) refleja la atracción de que la IED china en México ha rotundamente fracasado en el siglo XXI. Para 1999-2019 la IED china acumuló 1,248 millones de dólares o el 0.22% de la IED total recibida por México en el mismo período y en 2019 cayó en -66%; incluso si contabilizamos a Hong Kong –resulta incomprensible por qué la SE distingue entre Hong Kong y la República Popular China en pleno siglo XXI, sin buscar generar dificultades diplomáticas–, la participación de China en 1999-2019 y en 2019 fue de 0.38% y 0.51%, es decir, significativamente por debajo del 1% de la IED que México ha recibido, y con una tendencia muy errática en la última década. La hasta hace un par de meses señalada diversificación de México, al menos en el rubro de la IED, no se ha logrado. Desde hace más de un lustro que China es la segunda fuente de la salida de IED global, sólo después de Estados Unidos.

inversiones china
Ilustración: Craig Stephens.

También hace apenas un par de semanas la Red Académica de América Latina y el Caribe (Red ALC-China) publicó su informe anual de la inversión china en América Latina 2020, con una metodología de registro de la IED diferente a la SE. En este caso la IED china, y con base en 90 transacciones durante 2000-2019, acumuló 7,924 millones de dólares, es decir, 6.3 veces más que lo registrado por la SE. Más allá de este detalle, llama la atención que la IED china en México en 2019 –de 853 millones de dólares– apenas representó el 31.21% de 2017, el máximo alcanzado. El Monitor de la Red ALC-China 2020 refleja, y a diferencia del resto de América Latina y el Caribe (ALC), que la IED china en México se caracteriza por inversiones en manufactura y servicios: Hutchinson Ports, JAC, Huawei, ZTE, Minth, Johnson Electronics y docenas de inversiones adicionales reflejan objetivos diferentes a la IED china en ALC, y particularmente en Brasil, Argentina, Chile y Perú.

No obstante las diferencias de registro anteriores, tanto la SE como el Monitor de la Red ALC-China coinciden en el fracaso de la atracción de IED china en México: las esperadas masivas inversiones chinas –como resultado de las tensiones con Estados Unidos desde 2018– no se han realizado en México, no obstante las expectativas de los sectores público y privado que esperaban “automáticas” masivas inversiones chinas –y estadounidenses– en México.

Lo anterior invita a cuestionar las (ilusas) expectativas de diversos sectores en México –la IED china caería como “maná del cielo” ante las diferencias con Estados Unidos– y a la falta de seriedad por parte de la SE y la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) en las últimas décadas y desde finales de 2018: no olvidemos que en 2020 México tiene la Presidencia del Foro CELAC-China y al día de hoy no existe un programa de objetivos y actividades público, más allá de fotos y eventos seguramente atractivos para los medios.

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Imagen: RMB.

Como se ha venido insistiendo en esta columna y en el Cechimex, es indispensable comprender las actividades de China desde una perspectiva de corto, mediano y largo plazo –qué bueno que sólo China, no ha sido el caso de Estados Unidos, sea un proveedor de cubrebocas, ventiladores y respiradores en el corto plazo ante las insistencias del Presidente de México, y, ahora sí, se logren intercambios con su contraparte, Xi Jinping–, pero el Ejecutivo, Legislativo, organismos empresariales y académicos, tienen la responsabilidad de ir más allá de cortoplacismos: existe una agenda estratégica México-China con docenas de propuestas a las que la SE y la SRE no han respondido y, mucho menos, a los intereses de China: permitir una “asociación estratégica integral” acordada en la última visita del presidente Xi Jinping a México en 2013, así como la membresía de México a la Iniciativa de la Franja y la Ruta y al Banco Asiático de Inversiones e Infraestructura, entre otros; las instituciones bilaterales han sido buenas para “los discursos, fotos y encuentros” –todos relevantes–, pero sin monitoreo y evaluación alguna de los resultados obtenidos por el momento, tampoco desde diciembre de 2018.

Volviendo al tema inicial, la IED china en México y el potencial de diversificación de México, ¿será posible?, ¿qué institución del Ejecutivo se interesará y hará responsable del tema? ¿Qué institución desde diciembre de 2018 es la encargada de la relación estratégica con China, puntualmente en el ámbito del fomento de la IED?

Seguir con cortoplacismos y malas informaciones que se le presentan al Presidente en México tendrán grandes costos socioeconómicos en el corto, mediano y largo plazo para México.


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México y China: ¿desincronizados en la emergencia del coronavirus?

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El 18 de marzo, por primera vez, China no presentó nuevos infectados locales por el coronavirus: las 34 nuevas personas infectadas fueron “externas” y el 20 de marzo las muertes en Italia por el COVID-19 ya fueron mayores en Italia que en China –aunque con la mitad de casos infectados–; México ese día todavía se encontraba en la Etapa 1 y, muy probablemente, pasaremos a la Etapa 2 en breve y posteriormente a la Etapa 3. En China los primeros casos de coronavirus se dieron a mediados de enero, se hicieron públicos a finales de enero; en México el primer caso fue el 27 de febrero de 2020. México se encuentra desincronizado con China –y con otros países como Estados Unidos– en materia del coronavirus en alrededor de unas seis semanas, ¿podemos aprender algo de la experiencia china?

En algunos aspectos la experiencia China es única: la omnipresencia del sector público en China y sus características políticas permitieron que durante varias semanas pusiera en cuarentena a 15 ciudades en la provincia de Hubei –de 60 millones de habitantes–, incluyendo a su capital Wuhan, de 11 millones de habitantes. Estas drásticas medidas son difícilmente imaginables fuera de China y en México; en el caso de China permitieron un relativamente rápido control de la epidemia –aunque con un alto grado de incertidumbre sobre sus costos y efectos a sus inicios–, tanto en la propia provincia de Hubei como en otros focos de infección. Lo anterior significa, entre otras cosas, que en la mayoría de los países –incluyendo México, pero también en Italia y Estados Unidos, por ejemplo–, el período de control del coronavirus será más prolongado: no de seis semanas, sino de varios meses, en el mejor de los casos; con la excepción de China, por el momento no existe otro país que hubiera logrado controlar o incluso disminuir los nuevos casos de infección, mucho menos de que no se dieran nuevos casos.

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Imagen: Gettyimages.

No obstante lo anterior, sí existe un grupo de aspectos que el resto de los países, incluyendo México, pudiera seriamente considerar. Por un lado, preparar significativamente a los respectivos sistemas de salud –con el apoyo activo del sector militar e incluso el privado, como en Estados Unidos– para atender la crisis de salud: hospitales, equipo, personal y demás debieran estar preparados a detalle para la contingencia prevista.

Por otro lado, la masiva realización de pruebas del coronavirus es fundamental –y una de la principales críticas a lo ocurrido en las primeras fases en Corea del Sur, Estados Unidos y América Latina–, donde sin prácticamente haber realizado pruebas, los aparentemente infectados por el coronavirus eran ínfimos (sic).

Tercero, la población –y ante la muy probable necesidad de realizar cuarentenas de poblaciones específicas con altos niveles de infección– requiere de una infraestructura y servicios que efectivamente permitan esta (auto)cuarentena: el suministro de alimentos y bebidas básicos a través de solicitudes y pagos digitales es crítico; bajos niveles de bancarización –ni hablar de acceso a infraestructura digital– “no ayudan”, ni hablar de las dificultades ante la práctica inexistencia de ahorros. Aquí el sector público pudiera jugar un papel relevante en el efectivo suministro a familias y hogares, e incluso poblaciones completas que requirieran de cierto grado de cuarentena en México.

Cuarto, China en los últimos 10 días se ha concentrado crecientemente en el control de las personas infectadas externas, es decir, que han viajado al extranjero; paradójicamente ciudades como Hong Kong recientemente iniciaron con la drástica medida de poner en cuarentena a todos los visitantes extranjeros, con excepción de los provenientes de Macao y Taiwán.

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Ilustración: Wksu.

Quinto, y último, la experiencia de China también refleja la importancia de prepararse ante el –ojalá pronto– escenario post-emergencia del coronavirus: desde hace varias semanas el sector público chino inicialmente se preocupó y concentró en la generación de una oferta productiva ante la generalizada cuarentena nacional y, particularmente en la provincia de Hubei, cientos de millones de personas que no se presentaron en sus diversos lugares de trabajo –en fábricas, el sector público y servicios, así como en escuelas, universidades, etc.–.

En la actualidad, sin embargo, la socioeconomía china se encuentra ante la paradoja de la falta de demanda generalizada: después de varias semanas del desplome en la demanda –en la primera quincena de febrero las ventas de autos habían caído en 92%, siendo China el principal productor y consumidor de autos globales–, la demanda ante la lenta normalización socioeconómica sigue siendo reducida. Esto debido a que durante enero-febrero 2020 las ventas de bienes y raíces cayeron en -40% y nuevos proyectos de construcción en -45%.

En otro contexto, y más cercano a México, el Secretario del Tesoro de Estados Unidos, Steven Mnuchin, no descartó una tasa de desempleo cercana al 20% en Estados Unidos como resultado del coronavirus y buscarán tomar diversas medidas ante estos dramáticos efectos.

Todos estos aspectos son aleccionadores para lo que sucederá, en un par de semanas, en México.


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EU-China: entre treguas comerciales y la profundización de la desvinculación

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Apenas este 15 de enero Estados Unidos y China acordaron una “tregua comercial” al menos hasta 2021: después de múltiples fricciones durante 2018-2019 ambos países acordaron un aparente “cese al fuego” en un documento de 94 cuartillas y con 8 capítulos sobre propiedad intelectual, transferencia de tecnología, comercio de alimentos y productos agrícolas, servicios financieros, políticas macroeconómicas y temas sobre el tipo de cambio y transparencia, incremento del comercio, evaluación bilateral y resolución de disputas y disposiciones.

Los compromisos por parte de China en el corto plazo serán significativos y particularmente en materia de incremento de sus importaciones de Estados Unidos, de 77,000 de dólares y de 123,300 millones de dólares para 2020 y 2021, respectivamente, y con objetivos anuales en productos agrícolas, manufacturados y servicios. Más allá de lo inverosímil de estos objetivos, el documento parte de los incrementos comerciales del año 2017 –año de las mayores exportaciones estadounidenses a China, siendo que desde entonces se desplomaron en casi un 20%, con lo que las exportaciones en productos agrícolas de 2019, por ejemplo, debiera aumentar en casi 400% hasta 2021–, la “tregua” no incluye explícitamente un grupo de temas que seguirán siendo de enorme relevancia bilateral inmediatamente y hasta 2021.

estados unidos y china
Imagen: Sintesity.

El documento no incluye el contexto general de la “competencia entre grandes potencias”: el proyecto de “globalización con características chinas” propuesto por el presidente Xi Jinping desde 2013 y bajo la Iniciativa de la Franja y la Ruta, en contraposición al proyecto estadounidense y occidental desde mediados del siglo XX.

Más allá del tema anterior y de largo plazo, Estados Unidos se seguirá reservando el derecho de tomar medidas unilaterales en al menos dos ámbitos, incluso en el corto plazo, además de hacerlo en caso de que China no cumpla con lo pactado anualmente en el acuerdo.

Por un lado, medidas en contra de empresas chinas con liderazgo tecnológico –varias docenas de empresas en un listado de monitoreo permanente (entity list) y con las que las empresas estadounidenses tienen serias restricciones y/o prohibición de proveeduría, destacando el caso de Huawei– y en múltiples sectores bajo el argumento de la seguridad nacional. La Administración Trump no sólo ha incrementado la presión sobre socios –por ejemplo en Noruega y Alemania– en contra de Huawei, sino que también ha iniciado medidas muy específicas por parte del Departamento de Defensa en el ámbito de las tierras raras y pequeños drones.

Las tierras raras –las cuales integran más de 35 minerales requeridos para la producción de productos electrónicos tan variados como las telecomunicaciones y aviones– son fabricados actualmente en más de un 70% por empresas chinas, seguidas de Australia y Estados Unidos e incluyen a minerales como el litio que son fundamentales para la fabricación de baterías de autos eléctricos, tecnología controlada de nueva cuenta por empresas China. En el caso de los drones pequeños –en Estados Unidos el mercado es controlado en casi un 80% por la empresa china DJI–, el propio Departamento de Defensa ha iniciado con varios programas para promover a los fabricantes estadounidenses y reducir la dependencia china.

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Imagen: Shutterstock.

En segunda instancia, la Administración Trump está seriamente considerando reducir el nivel del valor agregado de los productos sujetos a los controles de exportación según la legislación estadounidense: por el momento es de 25% y pudiera bajar al 10% o incluso menos, con el objeto de afectar directamente a los sectores que considera como sensibles a la apropiación tecnológica china y/o de seguridad nacional, puntualmente con el objetivo de afectar la cadena de proveeduría de Huawei vía terceros países (por ejemplo de empresas de Taiwán como TSMC).

Tanto Estados Unidos como China han iniciado con respectivos procesos de sustitución de importaciones de sus respectivas contrapartes: en el caso de China con la fabricación de productos sensibles importados desde Estados Unidos y otros países –por ejemplo de semiconductores que todavía no produce para la electrónica y telecomunicaciones, puntualmente para el caso de Huawei– y Estados Unidos de tierras raras y drones pequeños, entre otros.

Desde esta perspectiva no queda claro si la “tregua” es tal, o más bien se trata de la posibilidad de que ambos países tomen medidas para profundizar su respectiva independencia o desintegración (decoupling), aunque con certeza estamos viviendo una etapa del “comercio administrado” y muy lejano al libre comercio internacional de las últimas décadas.