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¡Emergencia recesiva!

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La pandemia causada por el COVID-19 es la segunda que declara la OMS en lo que va de este siglo XXI; la de abril de 2009 se declaró por la Influenza H1N1. Tienen en común que coincidieron con fases críticas del ciclo económico, del que no se habló entonces, ni se habla ahora del actual por la psicosis de salud creada.

El problema que representa el COVID-19 para la salud pública es serio, pero no dejan de sorprender los efectos de “crack” en la producción, el comercio, el consumo, el turismo y el transporte globales que tienen las medidas que se han tomado para contenerlo.

No es verdad que el virus o los precios del petróleo tengan la culpa del quiebre de la economía global; ésta ya venía arrastrando grandes capacidades productivas ociosas que llevaban a una recesión o, al menos, a una depresión; era también evidente que los mercados bursátiles estaban inundados de una liquidez inmensa, causante de burbujas especulativas que pronto iban a reventar.

Sin embargo, las medidas que se han tomado para contener el contagio del nuevo coronavirus, le ponen un freno sin precedentes a la economía real y a los valores bursátiles, lo que no sólo hace inevitable una recesión, sino que será una muy profunda.

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Imagen: La Hoguera.

La recesión significa que estará a prueba extrema la competitividad de cada empresa y de cada banco de todos los países. Las menos eficientes se depreciarán y desaparecerán, y las que no puedan pagar sus deudas pondrán en crisis al sistema financiero. Al final habrá menos firmas productivas, más conglomerados y mercados oligopólicos.

De la crisis de 2008-2009, que se originó al reventar las burbujas especulativas de los bonos chatarra, se dijo que fue la más grave desde el “crack” de 1929; la que está iniciando será peor y durará mientras desaparecen, por quiebra o depreciación, los altos niveles de capacidad productiva ociosa –Ford, GM y Fiat Chrysler cerrarán su producción en Estados Unidos por culpa del virus… y de que sus ventas vienen cayendo desde 2017 y bajaron 4% más en 2019–.

La economía mexicana, carente de capacidad tecnológica propia y de un sistema bancario al servicio de los sectores productivos, tiene una gran dependencia de la actividad de empresas estadounidenses que operan en su país y en México en ramas como la automotriz y algunas otras.

Entre ese tipo de empresas, la consultora fiscal y de seguros internacional PwC encuestó a los responsables financieros acerca del impacto que podían prever en sus negocios de la pandemia del nuevo coronavirus.

El 54% consideró que les afecta significativamente; el 58% estimó que tendrá una reducción en sus ingresos y utilidades, y lo más grave, el 62% declaró que afrontará la situación reduciendo costos, y 32% difiriendo o cancelando planes de inversión.

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Ilustración: El Economista.

Por su parte, el empresariado nacional no se ha visto entusiasmado con la 4T para llevar a cabo grandes planes de inversión; los hacen, como el plan nacional de infraestructura, pero no los concretan, y tienen décadas de mantener una muy baja tasa de formación bruta de capital en la planta productiva. 

La emergencia recesiva es ineludible como proceso global de depreciación y pérdidas de capital, que se acentuará en economías como la nuestra; en vez de sacarlo del país, habría que ponerlo a trabajar con un programa anticíclico que debería formular el gobierno.

Mucho depende de la capacidad financiera de la hacienda pública; cuando dice AMLO que habrá que bajar el gasto público ante la caída de los precios del petróleo, debería considerar el diferimiento de proyectos como el tren maya y la refinería de dos Bocas, porque además del programa contracíclico en apoyo de la movilización económica, habrá que fortalecer la operación eficiente del INSABI y asegurar su más amplia cobertura, lo que supone mucho más presupuesto. Ante la pandemia, lo mínimo es poder curar a quienes enfermen.


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Otra de las mentiras de Trump en Davos

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El talón de Aquiles de la economía mexicana es el comercio exterior de bienes y servicios, porque somos estructuralmente deficitarios: el valor de nuestras exportaciones es muy inferior al de lo que importamos, a excepción del comercio con Estados Unidos.

Mucho de lo que será el 2020 en materia económica, dependerá de las perspectivas globales y, sobre todo, del desempeño del vecino; Trump dijo en el Foro Económico de Davos que “Estados Unidos está en pleno boom económico, como no se ha visto nunca antes en el mundo”. Una más de sus grandes mentiras.

En una réplica inmediata al discurso de Trump, el Premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz, criticó su versión “totalmente errónea” y que evadiera el tema toral del cambio climático.

En lo que Trump tiene razón es en que las ganancias bursátiles están al alza; el grave problema estadounidense es que las utilidades que generan las actividades productivas van a la baja.

Donald Trump con Klaus Martin Schwab
Donald Trump con Klaus Martin Schwab, presidente ejecutivo y fundador del Foro Económico Mundial (Fotografía: CNN).

Para Goldman Sachs o BlackRock –corporaciones financieras– la perspectiva económica es optimista, mientras que los presidentes de las grandes empresas productivas de Estados Unidos, según encuestas, este 2020 tienen como su principal preocupación las señales de una recesión, tema que en 2019 les preocupaba en tercer lugar. 

Y es que, a pesar de los estímulos fiscales y de una mayor desregulación económica, meollo de la política económica de Trump, y de las tasas de interés muy bajas, el PIB estadounidense va a la baja; apenas creció 2.1% el último trimestre, contra el 2.4% anual promedio del segundo periodo de Barack Obama.

Duraron muy poco los estímulos fiscales a las inversiones productivas, porque lo que hicieron las corporaciones beneficiadas con la disminución de sus impuestos fue recomprar acciones por 800 mil millones de dólares en 2018. No por casualidad, esa millonada de dólares es casi igual al déficit fiscal de un billón de dólares del 2019, monto récord en tiempos de paz.

Trump tampoco ha controlado el endeudamiento externo, el cual ha crecido a razón de 500 mil millones de dólares cada uno de los dos primeros años de su administración, ni ha reducido el déficit comercial externo de Estados Unidos, a pesar de sus guerras y violaciones comerciales con otros países.

Joseph Stiglitz, Davos 2020
Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía 2001 (Fotografía: La Opinión).

El gobierno de Trump ha sido bueno para el 1% más rico y especialmente para el 0.1% de los estadounidenses, pero para nadie más. En un excelente artículo, dice Stiglitz que la marca de la administración es la incertidumbre, la volatilidad y la prevaricación, en vez de la confianza, la estabilidad y la equidad, tema este último sobre el que aporta datos alarmantes.

Por ejemplo, dice Stiglitz que la esperanza de vida al nacer en Estados Unidos se viene reduciendo, en parte porque Trump hizo que millones de estadounidenses perdieran la protección social o seguros médicos, y en parte por lo que el Premio Nobel de Economía, Angus Deaton, llama “muertes de desesperación”, causadas por alcoholismo, sobredosis de drogas y suicidios.

Si así va Estados Unidos en su política, en su sociedad y su economía, hagamos lo posible en México por sufrir menores consecuencias, construyendo un entendimiento político, mejorando el bienestar social y desarrollando capacidades productivas públicas y empresariales.

Tres visiones de la economía global en 2020: ¿Estamos aquí preparados?

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En México, el escenario económico del año que comienza, según lo que perfila una buena parte de los analistas y gestores de mercados y activos financieros, así como empresarios, es de incertidumbre o al menos de prudente contención, en el sentido de unas expectativas más favorables sobre lo que fue el 2019, pero no tanto como para dar por seguro un entorno radicalmente mejor en términos de condiciones para la inversión y el crecimiento. En cambio, para la economía global, en lo general y en particular desde la perspectiva de Estados Unidos, el panorama sí luce relativamente más promisorio, si bien no libre de debate en cuanto a qué tanto, ni mucho menos exento de riesgos.

Para calibrar lo que nos espera en materia económica en 2020, bien vale la pena salir un poco del ensimismamiento alrededor de los problemas internos y voltear a ver cómo se percibe el contexto global desde otras latitudes. Aquí presentamos una aproximación a la visión de algunas de las corporaciones financieras de mayor peso en el mundo, de acuerdo con las posturas que han explicitado y los reportes de prospectiva que vienen realizando desde fines del año pasado. Nos centramos en tres que bien pueden considerarse representativas e incorporamos algunos comentarios.

economia para mexico 2020
Imagen: El CEO.

¿Viento en popa?

Según el informe de perspectiva económica global de Morgan Stanley, publicado el 13 de diciembre, estaríamos ante “aguas más calmas hacia delante”. Destacan una disminución en las disputas comerciales que perturbaron el crecimiento económico en 2019, así como en las tensiones geopolíticas.

Ojalá fuera así. Sin embargo, la crisis por el asesinato de un alto mando militar iraní por parte de Estados Unidos, como estreno del 2020, parece contradecir esa visión optimista de cierre de año, claramente en línea con el excelente sprint final en Wall Street, impulsado con el acuerdo preliminar en la pugna comercial con China, que frenó la entrada en vigor de una nueva tanda de aranceles.

La cuestión es que el conflicto en Medio Oriente nos recordó que, en el mundo actual, como ocurre con el clima en la era del calentamiento global, no pueden descartarse las tormentas inesperadas, mucho menos de cara a las elecciones por la Casa Blanca, con cita para el próximo 3 de noviembre. Además, no es la única región ni el único frente geopolítico capaz de engendrar algún “cisne negro” o cuando menos volatilidad. Basta pensar que el 31 de enero, como cierre de año, Kim Jong-un declaró que Corea del Norte ya no se sentía obligada a cumplir con lo que llamó “una moratoria autoimpuesta de pruebas de armas nucleares”.

kim jong-un y armas nucleares
Fotografía: El Confidencial.

Como sea, según el análisis de Morgan Stanley, se presentan vientos favorables para lo que llama “un tercer mini ciclo de recuperación”, en el marco de la expansión global que se extiende por más de una década. Exponen que en este periodo largo de crecimiento ha habido constantes interrupciones que han mantenido a raya el riesgo de sobrecalentamiento. Ése sería el caso del 2019, con una desaceleración motivada en gran medida por el resurgimiento del proteccionismo comercial, tal como en 2011 se presentó el problema de la crisis de deuda europea y en 2014, la desaceleración de China.

La estimación es que hacia el cuarto trimestre de este año el mundo habrá tenido un crecimiento de 3.4%, que contrasta con el 2.9% para el mismo lapso del 2019. Detallan que la aportación predominante corresponderá a economías emergentes, si bien habría una relativa mejora en Europa, mientras que Estados Unidos continuará sentado sobre terreno firme.

No es un mal escenario para México, aunque hay que recordar que uno de los signos que más llamaron la atención del 2019 fue el desacoplamiento de la trayectoria de nuestra economía respecto del ciclo de la de nuestro vecino del norte. Desde los años 90 íbamos en línea y esa tendencia se rompió, con un crecimiento sólido de su parte y el estancamiento o ligera contracción en nuestro caso. Lo diferente, para el 2020, es que ese motor que concentra más de 80% de nuestras exportaciones iría ahora un poco más lento.

De acuerdo con la última encuesta a especialistas de Banco de México, este año creceríamos al 1.1%, lo cual no sólo está muy lejos del promedio mundial, sino por debajo de la estimación sobre la cual se construyó el Presupuesto de Egresos de la Federación, en 2 por ciento.

riesgos en economia global
Fotografía: Yancuic.

¿Recesión o no recesión?

El optimismo de Goldman Sachs es aún más enfático, desde el título de su Perspectiva Económica Global 2020, publicado antes, el 20 de noviembre: algo así como “una apertura en las nubes”. Según los economistas de su área de análisis, la desaceleración global, que comenzó a principios de 2018, está llegando a su fin y el crecimiento será del 3.4%, desde un 3.1% en 2019. Las causas: condiciones financieras más propicias, un apaciguamiento comercial entre Estados Unidos y China y la reducción de la incertidumbre del Brexit.

Desde la óptica de esta firma, el riesgo de una recesión global sigue siendo más limitado que lo que sugeriría la “curva plana de rendimiento” (cuando existe poca o nula diferencia entre los rendimientos de largo respecto a los de corto plazo) y la baja tasa de desempleo en Estados Unidos, “cuyo valor predictivo para la inflación y un ajuste monetario agresivo ha caído”. En este terreno también destacan la ausencia de déficits financieros importantes en el sector privado en casi todas las economías avanzadas.

Sobre la probabilidad de una recesión de la economía estadounidense en los próximos 12 meses, en esa proyección de Goldman Sachs se resalta que una encuesta reciente de Bloomberg mostró que el promedio entre los analistas era de 33%, pero sobre todo, que su propio modelo estadístico coloca el riesgo en un nivel aún más bajo, de 20 por ciento. Su argumentación es que se ha sobrestimado la relevancia de los factores arriba mencionados, en particular la curva invertida de tasas, que tanto preocupó a mediados del 2019 y que, desde su visión, en las condiciones actuales de los mercados tendería a ser mucho más frecuente y menos significativa que en el pasado.

Hay que tomar en cuenta que, hasta ahora, era prácticamente sabiduría convencional que uno de los anuncios de una eventual recesión era el que las tasas a corto plazo fueran mayores que aquellas que exigen privarse de liquidez por un mayor tiempo. Desde el punto de vista de los analistas de este banco de inversión, los cambios recientes en los mercados, en la economía, en la tecnología, serían tan profundos que alteraron esta ecuación.

Goldman sachs
Fotografía: Portafolio.

Nuevamente: esperemos que sea así. El problema es que no todo el mundo está de acuerdo. En particular, el sector corporativo empresarial parece no compartir esa seguridad que hay en varios agentes importantes del sector financiero. Apenas el 2 de enero, The Conference Board difundió una encuesta entre CEOs y ejecutivos de alto nivel de todo el mundo sobre los factores externos que más les preocupan para este año: por segundo año consecutivo, colocaron en primer lugar a una posible recesión y, en segundo lugar, a la incertidumbre comercial. Más aún, para los presidentes de empresa en Estados Unidos, la recesión pasó de ser la tercera mayor preocupación en el 2019 a la más importante, por encima de la ciberseguridad. 

¿Límites a prueba?

Finalmente, la visión de BlackRock, otro de los mayores administradores de activos del mundo, o más propiamente dicho, la prospectiva de su Instituto de Inversiones, es también optimista, perfilando un año sustantivamente mejor que lo que vimos en el 2019, pero con matices que sugieren tener prudencia.

En su perspectiva, el crecimiento debería ser mayor y, con ello, más limitados los riesgos de recesión, en un contexto más favorable para los instrumentos financieros. Sin embargo, acotan que la política de relajamiento monetario del banco central, que fue un pivote para los mercados en 2019, quedará atrás, además de que las amenazas inflacionarias podrían estar siendo subestimadas, lo mismo que el panorama de distensión comercial que entusiasmó a muchos en diciembre.  

mapa con monedas internacionales
Imagen: chappysworldblog.

En síntesis, este reporte asume una postura “modestamente pro-riesgo para el 2020”, pero sin echar campanas al vuelo: “Poderosas tendencias estructurales están poniendo a prueba los límites”, con capacidad disruptiva suficiente para alterar las circunstancias en el corto plazo y convertirse en directrices de mercado.

No hablan de cuestiones que sólo preocupen en el ámbito financiero, sino al común de las personas: los efectos de las desigualdades crecientes, movimientos populistas y lo que éstos pueden significar en términos de políticas de impuestos o regulaciones. Asimismo, el factor sustentabilidad, las fricciones comerciales e incluso una especie de ánimo de “desglobalización” en algunos sectores. Todo eso, más lo que implica un nivel de tasas de interés tan abajo que limita sobremanera la efectividad de las políticas monetarias.

Los analistas de BlackRock consideran que si en Estados Unidos se acabó el empuje por la vía de una postura expansiva de la Fed, cualquier impulso significativo en la zona euro tendría que provenir de políticas fiscales más agresivas, que no ven en el escenario. En contraste, los mercados emergentes aún tendrían margen para un estímulo monetario, sobre lo cual hay que señalar que así es visto por muchos economistas para el caso de México. El factor clave: que se mantenga el crecimiento.

Son tres visiones que presentan una perspectiva relativamente más despejada a lo que vimos en el mundo en el 2019. En México tenemos también nuestros propios problemas, riesgos y oportunidades. Hay que prestar atención. Ver hacia dentro no basta.

Economía mexicana, en la lucha por mantener la cabeza a flote

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Sin poder descartar el riesgo de hundimiento, la economía mexicana se mantiene con la cabeza a flote, reportando un marginal crecimiento trimestral y una contracción a tasa anual.

“Técnicamente no se pude decir que México está en recesión”, es el argumento y mejor defensa de los economistas de la cuarta transformación (4T). Pero los números no dan, al menos en las mediciones econométricas, para alcanzar el crecimiento que el presidente López Obrador promete.

Y es que, ante el marginal dinamismo registrado en los primeros tres trimestres de su sexenio, el arte de identificar y cuantificar las relaciones causales inherentes entre los fenómenos económicos no logra dar credibilidad a los “otros datos” del presidente, quien insiste en que “la economía va muy bien” y México crecerá a dos por ciento anual y cuatro por ciento al cierre de su sexenio.

En el más reciente reporte del comportamiento de la economía mexicana, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) indicó que para el tercer trimestre del 2019 el Producto Interno Bruto (PIB) no logró superar el estancamiento, con un dinamismo marginal del 0.1 por ciento, leve mejora desde el crecimiento cero reportado en el trimestre previo.

Las medidas de López Obrador para reactivar la economía desde los sectores menos favorecidos, incluye inversión pública en actividades agropecuarias. En el periodo de julio-septiembre, este sector creció 3.5 por ciento, mientras que el sector servicios – el de mayor aportación a la economía – mostró variación cero frente al periodo previo.

La incertidumbre es otro factor que ha golpeado a la inversión y la industria se ha visto severamente afectada por el cambio de ruta política. En el periodo de referencia la actividad industrial, estrechamente relacionada con el mercado estadounidense, decreció 0.1 por ciento.

El gobierno de López Obrador se ha mostrado un poco impaciente en cuanto a la renegociación del Tratado Comercial entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC). Para los economistas de la 4T, el que el Congreso estadounidense quite el freno al proceso es fundamental para inyectar certidumbre a los inversionistas, mientras tanto, refuerzan sus lazos con el gigante asiático.

En tasa anual, el panorama se ensombrece. La economía mexicana cayó 0.4 por ciento en el periodo de julio a septiembre, comparado con el mismo trimestre del 2018, baja no registrada desde el cuatro trimestre de 2009.

El descenso se le atribuye a la caída del 1.8 por ciento de la industria en México, animado por el nulo crecimiento de los servicios, que en este año sufrió de estragos en el sector turismo por complicaciones de sargazo en el Caribe Mexicano y los niveles de violencia en distintos puntos del país.

Con estos datos, el crecimiento económico en México se ha convertido en el gran debate y tema discrepante entre los especialistas de la ciencia económica y el presidente López Obrador.

La teoría se ha enfrentado con la ideología de un país prospero en dónde la prioridad está en apoyar primero a los pobres, la clase social olvidada y menos favorecida por las actividades económicas que han mantenido la macroeconomía, si no en pleno crecimiento, si en terapia intensiva estable.

 “Sé que vamos bien porque recorro el país y es lo que la gente me dice”  – López Obrador.

Parece que los analistas y el gobierno de López Obrador estuvieran jugando a las vencidas; pero, a pesar de los “otros datos” del presidente – que apuntan a que “México está feliz, feliz, feliz” – la realidad es que técnicamente México no crecerá al dos por ciento anual.

“Con el dato de 0.06% de crecimiento en el tercer trimestre que acaba de informar INEGI, el crecimiento promedio trimestral de los últimos seis trimestres es 0.02%, o redondeado a un decimal, es 0.0%.” Jonathan Heath, subgobernador del Banco de México.

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