Todos decimos perseguir la felicidad en nuestras vidas; sin embargo, como la definimos varía frecuentemente de una persona a otra, entre las culturas y las generaciones. Por eso, es importante reflexionar sobre ello, ahora que este año 2020 finalmente apunta hacia su cierre.
La Sociedad Mexicana de Estudios de Calidad de Vida y el Colegio de Ciencias Políticas y Administración Pública de la Universidad Iberoamericana, a través de su Observatorio de Políticas Públicas y Procesos Electorales, profundizan en el tema analizando el reporte “Global Happiness 2020”, realizado por la empresa Ipsos entre cerca de 20 mil encuestados de 24 países (Alemania, Argentina, Arabia Saudita, Bélgica, Brasil, Canadá, Chile, China, Corea del Sur, España, Estados Unidos, Francia, Hungría, India, Italia, Japón, México, Países Bajos, Perú, Polonia, Reino Unido, Sudáfrica, Suecia, y Turquía). Ambas organizaciones coinciden en que “la felicidad”, justamente por su ambigüedad conceptual, no es un buen parámetro para medir lo que en el marco de los “Estudios del Bienestar” se conoce como “satisfacción por la vida”, “bienestar subjetivo” o “bienestar percibido”.
Y el asunto de la conceptualización no es menor, porque de ello depende la posibilidad objetiva de medirlo con seriedad y en esa medida de mejorarlo ajustando nuestro estilo de vida, las políticas de nuestras organizaciones, y las políticas públicas de nuestras sociedades.
Porque con la riqueza de matices que nos ofrece el idioma español, ciertamente no es lo mismo “ser”, que “estar”, o “sentirse”, sea esto “feliz” o “satisfecho”. De hecho, como puede verse desde el constructivismo filosófico y psicológico, la realidad no existe como tal, sino es una percepción basada en experiencias previas, conceptos y esquemas mentales adquiridos. Y ahí es donde está la oportunidad. Con educación y entrenamiento es mucho más factible modelar nuestra manera de interpretar y valorar los satisfactores con los que efectivamente contamos, que modificar el entorno objetivo para obtener aquello de lo que carecemos o incrementarlo.
Lo anterior, de ninguna manera debe entenderse como una actitud conformista ante la vida. Por el contrario, es una recomendación práctica para incrementar tu autopercepción de bienestar, en tanto continúas luchando por mejorar ciertos aspectos que te gustaría mejorar o incrementar.
El estudio “Global Happiness 2020” revela algunas áreas clave que a través de los países, culturas, razas y clases sociales son promotores de bienestar, y a las que en consecuencia deberíamos canalizar principalmente nuestros recursos y esfuerzos, como los siguientes:
Cambios en los niveles de felicidad
Resulta interesante conocer cómo se ha comportado a nivel mundial la felicidad, reconociendo al 2020 como un año particularmente difícil por la situación de salud pública y su impacto en la economía. Para nuestra sorpresa, en comparación con el año pasado, cayó solo un punto porcentual del 64% al 63%.
Interesante también resulta los cambios que ha experimentado a nivel país, aumentando cinco puntos o más en cinco países (China, Malasia, Turquía, Rusia, y Argentina); y disminuyendo cinco puntos o más en 12 países (Perú, Chile, México e India).
El líder de la felicidad en 2020 es China, donde el 93% dice estar feliz, seguido de los Países Bajos con el 87% y Arabia Saudita con el 80%.
Llama la atención la contracción en países como Canadá y Australia, líderes del año pasado en felicidad, los cuales registran una caída notable este año: Canadá con 78% (baja ocho puntos) cayendo así al cuarto lugar en empate con Francia (baja dos puntos) y Australia con 77% (baja nueve puntos) cayendo al sexto lugar.
La encuesta también muestra significativas disminuciones en los niveles de felicidad en países como Perú (26 puntos menos que el año pasado a 32%), Chile (15 puntos a 35%) y México (13 puntos a 46%).
EN PERSPECTIVA, ya podemos dejar de lado el mito de que México es un país de gente feliz, y afrontar el hecho de que no sólo no lo estamos haciendo bien como sociedad, sino que cada vez lo hacemos peor. Y observe muy bien esto estimado lector, tres de las principales fuentes de la felicidad (relación de pareja, relación con los hijos, y dotar de significado a nuestras vidas) no son en forma alguna responsabilidad del gobierno. Son producto de la relación con los seres queridos de nuestro primer círculo social (la familia) y de un proceso de comprensión de nosotros mismos y nuestro papel en el mundo. A esto último le llamaría espiritualidad con sentido.
¿Sorprendido por los resultados? ¿Usted qué opina estimado lector?
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