Seguramente como yo, todos tenemos diversos aparatos en nuestra casa o trabajo, hoy voy a hablar de la impresora de mi casa. Es marca Cannon y sumamente ineficiente, tanto que dejó de funcionar. Llamé a soporte técnico y lo primero que me hicieron ver es que ya había pasado la garantía de un año (esto apenas por un par de semanas). Me pidieron que oprimiera “x” botón junto con otro por cinco veces para así obtener un diagnóstico.
Me adelantaron que si después de dicho procedimiento el foquito naranja parpadeaba siete veces, el problema no lo podrían ellos resolver. Y oh sorpresa, el famoso foco naranja parpadeó 7 veces. El diagnóstico fatal fue, las almohadillas que captan la tinta en exceso están saturadas, es necesario que acuda al distribuidor más cercano. Amable y generosamente, me indicaron cuál era el “distribuidor más cercano” a mi domicilio.
Buscando en internet me di cuenta que tenía otro problema, estas impresoras están programadas para fallar después de “x” número de impresiones. En internet encontré la forma de reiniciar el contador para ponerlo en cero. Hecho lo anterior, siguiendo tutoriales de internet, me di a la tarea de limpiar las famosas almohadillas que supuestamente captan “los excesos” de tinta.
Mi primera sorpresa fue ver que la cantidad de tinta que tenía mi impresora es de uso casero y me atrevería a afirmar que la cantidad de tinta en las almohadillas era fácilmente una tercera parte de la tinta que he usado a lo largo de este año y dos semanas.
Mi primera reflexión (ciertamente sin los conocimientos técnicos puntuales) es que la impresora en cuestión está “programada” para desperdiciar una considerable cantidad de tinta, lo que conlleva a un consumo adicional de dicho producto.
Así, la impresora de la que hablo es, en mi opinión, sumamente ineficiente con el consumo (desperdicio diría yo) de la tinta, pero además está programada para presentar fallos después de un número determinado de impresiones. Esto encuadra claramente en el concepto de “obsolescencia programada”. Obsolescencia que está presente en múltiples aparatos de uso diario.
¿Se han dado cuenta cómo es que los teléfonos celulares fallan después de un determinado tiempo, o bien, después de una “actualización”? Lo que más me molesta de todo esto es que a nosotros, los ciudadanos, nos piden que hagamos algo por el planeta, que seamos “ecológicos” y, sin embargo, a las empresas esto para nada les importa.
Hasta donde sé, el único país que ha tomado medidas al respecto es Francia; ahí existe una asociación HOP (Halte à l’Obsolescence Programmé) [Alto a la Obsolescencia Programada] que presentó ante la Fiscalía de la República una denuncia acusando a los fabricantes de impresoras HP, Canon, Brother y Epson de programar sus productos para acortar deliberadamente la vida útil de los mismos.
En este contexto, Francia aprobó en 2015 la Ley de transición energética, en la que se establecen como delitos las prácticas de “obsolescencia programada”. Las sanciones pueden incluso llegar a pena de prisión, o bien, a elevadas multas de hasta 300,000 euros.
En fin, todo indica que es práctica común de la mayoría de las empresas tecnológicas, programar sus productos para determinar cuál es la vida útil de los mismos, aun y cuando en realidad, la vida útil podría der mucho mayor. Como vemos, la obsolescencia programada no es más que una medida para exprimir más al consumidor, medida de carácter económico que nada tiene de ecológica.
Dejo a mis lectores algunas ligas interesantes.
Primer documental sobre obsolescencia programada:
Documental sobre obsolescencia programada relacionado con Apple y el que fuera su producto estrella, el IPod:
Video de Pascal Durand eurodiputado del Parlamento Europeo que aborda este tema: