La pluma ecléctica

Obsolescencia programada

Lectura: 3 minutos

Seguramente como yo, todos tenemos diversos aparatos en nuestra casa o trabajo, hoy voy a hablar de la impresora de mi casa. Es marca Cannon y sumamente ineficiente, tanto que dejó de funcionar. Llamé a soporte técnico y lo primero que me hicieron ver es que ya había pasado la garantía de un año (esto apenas por un par de semanas). Me pidieron que oprimiera “x” botón junto con otro por cinco veces para así obtener un diagnóstico.

Me adelantaron que si después de dicho procedimiento el foquito naranja parpadeaba siete veces, el problema no lo podrían ellos resolver. Y oh sorpresa, el famoso foco naranja parpadeó 7 veces. El diagnóstico fatal fue, las almohadillas que captan la tinta en exceso están saturadas, es necesario que acuda al distribuidor más cercano. Amable y generosamente, me indicaron cuál era el “distribuidor más cercano” a mi domicilio.

Buscando en internet me di cuenta que tenía otro problema, estas impresoras están programadas para fallar después de “x” número de impresiones. En internet encontré la forma de reiniciar el contador para ponerlo en cero. Hecho lo anterior, siguiendo tutoriales de internet, me di a la tarea de limpiar las famosas almohadillas que supuestamente captan “los excesos” de tinta.

Mi primera sorpresa fue ver que la cantidad de tinta que tenía mi impresora es de uso casero y me atrevería a afirmar que la cantidad de tinta en las almohadillas era fácilmente una tercera parte de la tinta que he usado a lo largo de este año y dos semanas.

Obsolencia.
Imagen: Radio Camacuá.

Mi primera reflexión (ciertamente sin los conocimientos técnicos puntuales) es que la impresora en cuestión está “programada” para desperdiciar una considerable cantidad de tinta, lo que conlleva a un consumo adicional de dicho producto.

Así, la impresora de la que hablo es, en mi opinión, sumamente ineficiente con el consumo (desperdicio diría yo) de la tinta, pero además está programada para presentar fallos después de un número determinado de impresiones. Esto encuadra claramente en el concepto de “obsolescencia programada”. Obsolescencia que está presente en múltiples aparatos de uso diario.

¿Se han dado cuenta cómo es que los teléfonos celulares fallan después de un determinado tiempo, o bien, después de una “actualización”? Lo que más me molesta de todo esto es que a nosotros, los ciudadanos, nos piden que hagamos algo por el planeta, que seamos “ecológicos” y, sin embargo, a las empresas esto para nada les importa.

Hasta donde sé, el único país que ha tomado medidas al respecto es Francia; ahí existe una asociación HOP (Halte à l’Obsolescence Programmé) [Alto a la Obsolescencia Programada] que presentó ante la Fiscalía de la República una denuncia acusando a los fabricantes de impresoras HP, Canon, Brother y Epson de programar sus productos para acortar deliberadamente la vida útil de los mismos.

HOP.
Imagen: Orélie.

En este contexto, Francia aprobó en 2015 la Ley de transición energética, en la que se establecen como delitos las prácticas de “obsolescencia programada”. Las sanciones pueden incluso llegar a pena de prisión, o bien, a elevadas multas de hasta 300,000 euros.

En fin, todo indica que es práctica común de la mayoría de las empresas tecnológicas, programar sus productos para determinar cuál es la vida útil de los mismos, aun y cuando en realidad, la vida útil podría der mucho mayor. Como vemos, la obsolescencia programada no es más que una medida para exprimir más al consumidor, medida de carácter económico que nada tiene de ecológica.

Dejo a mis lectores algunas ligas interesantes.

Primer documental sobre obsolescencia programada:

Documental sobre obsolescencia programada relacionado con Apple y el que fuera su producto estrella, el IPod:

Video de Pascal Durand eurodiputado del Parlamento Europeo que aborda este tema:

¿Tienen los animales no humanos derechos?

Lectura: 3 minutos

Para tratar de responder a la siguiente pregunta, debemos primeramente preguntarnos qué es el derecho, de dónde surge y cuál es su objetivo. Así, mi premisa de partida es que el derecho es un producto del ser humano, no es algo que exista per se en la naturaleza, surge de la necesidad de armonizar las relaciones entre los individuos y su objetivo (de manera general) es alcanzar la paz y la armonía en las relaciones sociales.

Pongamos como ejemplo a un náufrago en una isla en la que no existe nadie más que él mismo, en esta hipótesis ese individuo solitario no necesita de ninguna forma jurídica, es decir no necesita del derecho, porque al no haber nadie más, no corre riesgo que exista conflicto alguno; ojo, no digo que no necesite normas, pero sí afirmo que no necesita normas jurídicas. Si hipotéticamente, también, un día llegara a la misma isla otro náufrago, entonces ambos sí necesitarían de formas jurídicas, de reglas que les permitan la convivencia armoniosa o pacífica.

Ahora bien, en relación a nuestra pregunta original, ¿tienen los animales no humanos derechos? Mi premisa de partida, como ya lo adelanté, es que todo sistema jurídico pretende ordenar las relaciones entre individuos (o sujetos), lo que logra dotándolos de derechos (o facultades) pero también de obligaciones (o deberes).

Animal no humano.
Imagen: AnimaNaturalis

Este binomio derecho-obligación, responde a su vez a otra premisa, la capacidad de raciocinio, la capacidad de los sujetos constreñidos por la norma, para entender a) qué puedo exigir (como derecho) y b) a qué estoy obligado a hacer o no hacer (como deber o imposición).

Creo que desde el derecho podemos autoimponernos obligaciones para con los animales, es decir, ordenar a los sujetos cosas que deben o no hacer con las otras especies. Sin embargo, no veo cómo podríamos dotar de derechos a los animales (no humanos) si partiendo de la premisa original, no podemos dotarlos de obligaciones.

Espero que no se me mal interprete, mi razonamiento no implica suponer que los animales no humanos carecen absolutamente de valor (jurídico). También admito que el derecho parte de una idea (eventualmente cuestionable) antropocéntrica, en la que suponemos que lo humano tiene mucho más valor que lo no humano.

Ahora bien, ésta en realidad es una discusión vieja, que incluso ya tiene respuesta jurídica. Si bien cada vez escucho con mayor frecuencia hablar de los derechos de los animales no humanos, no escucho exigir derechos, por ejemplo, para las plantas o los insectos. Sin embargo, el gran desarrollo del derecho ecológico, que no supone que dotemos de derechos a los árboles, a los ríos o a los ecosistemas en general, sí genera no obstante, múltiples y variadas obligaciones para los humanos.

Derechos de los animales.
Fotografía: Cultura Colectiva.

Entonces, ciertamente que los humanos podemos tener y, de hecho ya tenemos, obligaciones para con otras especies, pero ello no significa que esas otras especies, tengan derechos tal cual.

Más complicado aún, pero guardando un cierto paralelismo, es que actualmente se discute sobre el estatus del embrión humano, el que en nuestra opinión no tiene derechos, sin que ello implique que no pueda ser un bien jurídicamente protegido. Tema, este último, que por razones de espacio ampliaré eventualmente en otra ocasión.

Después de todo lo dicho creo que la siguiente conclusión es obligada. Me parece que una buena defensa de los animales no debe pretender poner a estos en el centro, es nuestra obligación como seres racionales construir un mundo más justo y ético, lo que efectivamente podemos lograr desde el derecho. Es cierto que no podemos en una sociedad civilizada ignorar la existencia de todas las criaturas vivientes, es una cuestión de ética elemental que como adelantamos, puede ser promovida desde el derecho, sin que ello implique dotar de derechos a todas las criaturas vivientes.

¿De quién soy hijo?

Lectura: 4 minutos

Las implicaciones jurídicas o biojurídicas de la reproducción humana asistida no dejan de darnos sorpresas. Cada vez más, vemos y veremos nuevas complicaciones jurídicas derivadas de sucesos fácticos.

Históricamente hemos vinculado la paternidad o maternidad a elementos puramente biológicos, la excepción ha sido siempre y únicamente la adopción, en la que se asume una paternidad o una maternidad a partir de un elemento diferente al biológico, la voluntad.

El problema es que desde estas nuevas realidades (que a algunos pueden gustar y a otros no) el derecho se ha rezagado, se ha quedado con fórmulas que ya no dan respuesta, o peor aún, con fórmulas cuya respuesta resulta absurda.

Más allá de juicios morales, hoy es una realidad en México y en muchas partes del mundo, el matrimonio de parejas del mismo sexo. En nuestro país esta posibilidad ha sido reconocida inclusive por la Suprema Corte de Justicia de la Nación, y bajo esta tutela legal, diversas parejas del mismo sexo han formado nuevos arreglos familiares.

El problema es que aceptar (legalmente) el matrimonio entre personas del mismo sexo implica o debió implicar, analizar cuáles serían los efectos secundarios de tal aprobación, cosa que en lo general no se ha hecho. Se modificaron algunos códigos civiles en el apartado de matrimonio, definiendo a éste como la unión legítima de dos personas, omitiendo el viejo supuesto de que tendrían que ser de sexos opuestos.

Doble maternidad.
Fotografía: Pinterest.

Sin embargo, en la mayoría de los casos, no se modificó el resto de los contenidos de las leyes. Entonces, si bien el matrimonio puede suceder entre personas del mismo sexo, se ignoró, por ejemplo, el reconocimiento de la doble maternidad o paternidad.

Pongamos dos casos, uno hipotético y otro real. En el primero imaginemos a dos mujeres que se unen en matrimonio y consiguen material genético masculino para generar un embrión con el óvulo de una de ellas. Sin embargo, dicho embrión es implantado en el vientre de la otra mujer, es decir, de la que no aportó el óvulo. La pregunta obligada es: ¿quién es la madre?, ¿la que aportó su material genético o la que dio a luz al bebé? En el estado actual de las cosas, en la mayor parte de la legislación mexicana, se consideraría madre a la mujer que dio a luz, cuando biológicamente no tiene vinculación con el bebé.

El problema ya de por sí complicado, se agudiza si después de dar a luz estas mujeres decidieran divorciarse, ya que la que biológicamente no es madre, resulta que legalmente es la madre y a la inversa. Todo esto, insisto, por el descuido legislativo en la materia.

En la segunda hipótesis tenemos un caso real y actual. Se trata de Miguel Bosé y su pareja Ignacio Palau. Ambos tuvieron una relación de más de 26 años y en ese lapso mediante gestación sustituta procrearon cuatro hijos, dos con el material de Bosé y otros dos con material biológico de Palau. Los cuatro niños resultantes (Tadeo y Diego –de Bosé– y Telmo e Ivo –de Palau–) se criaron como hermanos y convivieron tanto con Bosé como Palau como sus padres.

Ahora bien, igual que sucede con parejas heterosexuales, la relación entre Bosé y Palau, por las causas que sea, llegó a su fin. El problema en este caso es en dónde quedan los niños, qué es lo que se debe hacer.

Bosé y sus hijos.
Miguel Bosé con Ignacio Palau y sus hijos (Fotografía: Diario de Pontevedra).

Si partimos del elemento biológico, dos de ellos son hijos de Bosé y dos de Palau, pero insistimos en que se criaron juntos como hermanos. En casos como éste, nadie en su sano juicio diría pues dos con uno y dos con el otro. La pregunta vuelve a ser pertinente, ¿es sólo el elemento biológico el que debe predominar o existen otros factores que deban considerarse?

De nueva cuenta, creo que la biología actualmente es un elemento a considerar, pero no es ni debe ser el único o el más relevante. Recordemos que gracias al desarrollo de los derechos humanos, hoy existe y con mucha fuerza, un principio que cada vez más se considera fundamental, “el interés superior del menor”.

Bajo este argumento (y sin proponer nada por el momento, por razones de espacio), creo que el derecho, al ignorar estas nuevas realidades, genera fuertes injusticias por omisión. Los legisladores al ser omisos ante estos temas, no están cumpliendo con su obligación, que en este caso es adecuar las leyes a las nuevas realidades sociales.

Sin duda, el interés superior del menor debe privar y la respuesta debería de ser que esos cuatro niños puedan seguir conviviendo como hermanos.

Ya sé que alguien podría decirme que por eso debe prohibirse este tipo de uniones, o la gestación por sustitución, o la reproducción humana asistida. A esas personas sólo les recuerdo que si bien en el derecho existen prohibiciones expresas, éstas generalmente tienen como fundamento evitar conductas que dañen a terceros; la principal función del derecho no es prohibir, sino regular la vida social del ser humano. Esa vida social que evoluciona más allá de lo que algunos podamos pensar o creer.

La vida es chida

Lectura: 2 minutos

Hoy quiero escribir sobre una persona que representa para mí un ejemplo de vida. Esa persona tiene una posición dual en mi existencia, por un lado, es mi hermana, pero por el otro, es y ha sido mi hija. Hoy quise escribir esto como un tributo a la sabiduría y entereza de esa persona a la que llamamos Mimí.

“La vida es chida” es una expresión de esa mujer a la que admiro, pues en esas cuatro simples, y aunque coloquiales palabras, ha sabido resumir una verdadera “filosofía de vida”. Y cómo no va a ser chida la vida, si en ella encontramos un poco de todo, blancos, grises y claroscuros. En ese contexto, cuando “las cosas de la vida” no son chidas, lo único que te queda es aferrarte precisamente a que “la vida es chida”.

Hace ya 43 años que inició la vida de una mujer muy chida, hoy recuerdo cuando la vi por primera vez envuelta en una cobijita para bebé. En Puebla de los Ángeles, en una clínica del IMSS, fuimos testigos junto con mis padres y conmigo, del inicio de una vida buena, una vida de alguien que, con su solo vivir, ha sido capaz de influenciarnos a muchos.

Yelowknife, auroras boreales
En Yelowknife (Mimí y yo), nos fuimos a ver las auroras boreales.

Hoy esa persona de quien hablo está pasando por un claroscuro, pero su sonrisa radiante, su actitud positiva y su sabiduría interna, afloran como en cualquier otro momento de su chida vida.

Ciertamente que la vida es chida, pero no lo es simplemente porque sí, hay que luchar para que así lo sea, hay que afrontar las vicisitudes con gallardía, con garbo, con coraje y quizá lo más importante, con una actitud positiva.

Pico Independencia, Nuevo León
En la huasteca (en Nuevo León), descansando un rato mientras subíamos la vía ferrata, hasta el Pico Independencia.

Es cierto, querida Ruth, que la vida es chida, pero es más chida cuando contamos en nuestro circuito con gente como tú, personas que no sólo y bajo determinadas circunstancias suelen sonreír, sino personas para quienes la sonrisa y el buen trato representan la cotidianeidad.  Ciertamente que un diagnóstico de cáncer “no es chido” y la palabreja se convierte en tabú, afloran miedos y nos dan ganas de llorar, pero no obstante ello, personas como tú dan ejemplo y testimonio de que a pesar de las adversidades, “la vida es chida”.

Habría que decir, por último, que esta chidez de la vida se construye, no es espontánea, se promueve, es producto del esfuerzo mental por pensar en positivo, por amar lo que haces y a quienes te rodeamos. Indudablemente que la vida es chida, mi querida hija/hermana, pero debes saber que siempre, siempre, es más chida con gente como tú a un lado.

Diez razones de peso para no vacunar a tus hijos

Lectura: 4 minutos

Si te has preguntado alguna vez si debes o no vacunar a tus hijos, aquí te dejo diez razones inobjetables para que no lo hagas.

1.- Te consideras una persona responsable, pero reprimida por el sistema

Es probable que te presentes al mundo como una persona sumamente responsable, pero en un acto de revancha y para confirmar que todo el mundo está mal, no vacunas a tus hijos. El argumento es: si se enferman o fallecen, siempre será responsabilidad de los médicos o del fifí sistema de salud; para ti, todo es producto del país neoliberal que nos heredaron.

2.- Como gran lector que eres, estás convencido que las vacunas producen autismo

Como buen internauta, leíste en San Google la publicación de 1998 de Andrew Wakefield, publicada en la prestigiosa revista científica “The Lancet”, en la que se afirmaba que las vacunas producían autismo. Sin embargo (como buen propagador de las fake news), no buscaste confirmar la nota y por ende no leíste que, una década después, la misma revista se retractó de dicho estudio, afirmando que las conclusiones del mismo eran “totalmente falsas”.

3.- Eres neoyorquino, pero nadie lo sabe

Cierto, quizá te presentas como un mexicano común y corriente, pero en el fondo eres un judío neoyorkino del barrio de Brooklyn, que crees que tus hijos no deben ser vacunados porque las vacunas contienen ADN de cerdo (el cual, por cierto, consumes con singular alegría en los tacos de carnitas domingueros).

Antivacunas.
Imagen: Alef.

4.- Eres un pedofóbico de closet

Otro posible argumento para no vacunar a tus hijos podría ser el que seas (aún sin saberlo) pedofóbico, es decir, eres una persona que tiene pavor hacia los menores, particularmente los bebés. No vacunarlos es entonces una consecuencia necesaria de tus fobias y no un acto de irresponsabilidad.

5.- Quieres contribuir a la extinción de la humanidad

Quizá, ya después de haber tenido a tus hijos, te diste cuenta que el planeta ya no soporta más individuos de la especie humana, por lo que no vacunarlos es tu forma –bastante razonable‒ de contribuir a la extinción de la humanidad.

6.- Así como los davidianos o cualquier otra secta, te identificas como Tetyanano

En efecto, aunque nadie lo sabe, eres fiel seguidor de la Dra. Tetyana Obukhanych, quien tiene un amplio tratado biológico, en el que a lo largo de 53 “extensas páginas”, explica (y ya te convenció) sobre los motivos “científicos” para no vacunar a tus hijos. Tratado médico que adquiriste en Amazon (Vaccine Illusion) en su edición Kindle por tan sólo 6.57 dólares.

7.- Eres un meapilas de cualquier religión predominante en México, pero en el fondo te sabes musulmán

Así es, como un gran estudioso del Corán, has llegado a la conclusión que tal y como lo mandata el libro divino: Dios “Os ha prohibido sólo la carne mortecina, la sangre, la carne de cerdo y la de todo animal sobre el que se haya invocado un nombre diferente del de Dios” (Qur. 2:173, 5:3, 6:145, 16:115), y habiendo encontrado este pasaje en una página de internet, has decidido que no debes vacunar a tus hijos, a riesgo de que mueran, para estar bien con Alá.

Mamá antivacuna.
Imagen: El Big Data.

8.- Estás en contra del neoliberalismo, representado por la industria farmacéutica

Tu principal argumento para no vacunar a tus hijos es el hecho de que las vacunas son el mejor y más rentable negocio de la industria farmacéutica. Y como un buen Robin Hood (millennial), deseas contribuir a la quiebra de tan abominable industria, sin importar que para ello debas poner en riesgo a tus hijos.

9.- Estás convencido que los niños no vacunados son más sanos y más felices

Como buen millennial y ferviente seguidor de Facebook y San Google, has leído muchos “post” en los que se afirma que: “diversos estudios científicos” (obviamente sin ninguna fuente), confirman que es mucho más riesgoso vacunar que no hacerlo, ya que “se ha demostrado científicamente” y mediante estudios longitudinales, que los niños que no son vacunados viven más años e incluso “son más felices”.

10.- Te consideras un naturalista de primera

Eres de los que consumen productos orgánicos y estás convencido que la mejor vacuna para tus hijos es que se expongan “de manera natural” a la enfermedad, ya que también leíste en Google que: “numerosos estudios” efectuados por “múltiples universidades del mundo” han demostrado que la mejor manera para desarrollar inmunidad de por vida, es vivir tu vida como lo harías normalmente, es decir sin la necesidad (de esa absurda idea) de inocular virus muertos o atenuados, en el cuerpo humano.

[divider]

Si te identificas con cualquiera de los anteriores argumentos, ¡felicidades!, no vacunar a tus hijos parece ser la mejor de las alternativas. Hazlo así y platicamos en unos años más.

Corolario

No obstante los argumentos de peso dados con anterioridad, existen otros que son totalmente absurdos e irracionales y que podemos resumir de la siguiente manera:

  • Según la “desprestigiada” Organización Mundial de la Salud, entre el 2000 y 2017 la vacunación en contra del sarampión evitó la muerte de al menos 21 millones de niños en el mundo.
  • México, a lo largo de su historia contemporánea, se convirtió en un referente regional en el tema de vacunación. Hacia 1990 logramos ser uno de los siete países del mundo autosuficientes en la elaboración de vacunas, es por ello que, (también absurdamente) algunos consideramos que el programa Universal de Vacunación con el que cuenta nuestro país, debería de ser un orgullo para nosotros los mexicanos.
  • A partir de la introducción en 1991 del (desatinado) Programa de Vacunación Universal mexicano, hemos logrado altas tasas de cobertura en términos de vacunación, podríamos decir que erradicamos (o casi) diferentes enfermedades como la poliomielitis, la difteria, el sarampión o el tétanos, y de igual manera el país ha logrado tener un eficiente control de la tos ferina y de algunas graves formas de tuberculosis ‒sin embargo, los datos anteriores siempre podríamos ponerlos en duda‒.

La sangre mala

Lectura: 3 minutos

Tuskegee es aún hoy, una pequeña ciudad del estado de Alabama en Estados Unidos. Su población actual no supera los 10,000 habitantes. En esta pequeña ciudad, hacia 1932, se llevó a cabo uno de los experimentos médicos más aterradores de los que se tenga conocimiento.

A principios del siglo pasado, enfermedades como la sífilis eran mortales, recordemos que todavía no se desarrollaban plenamente los antibióticos. Esa enfermedad, la sífilis, era común en ciertas comunidades del sur del país americano, y con la excusa de estudiar la misma, se creó en Tuskegee un supuesto programa médico, que en teoría investigaría las causas y la forma en que dicha enfermedad podía ser combatida.

Para tales efectos fueron seleccionados 600 hombres de raza negra, a fin de analizar la forma en que la enfermedad evolucionaba. La “investigación”, que fue financiada con recursos federales, se prolongó hasta 1972. De esos 600 hombres, 400 eran personas afectadas por la enfermedad y 200 eran hombres sanos, la intención era tener un grupo de control.

El objetivo oculto radicaba en dar placebos a los 400 hombres infectados para, comparados con el grupo de control, poder monitorear el desarrollo de la enfermedad. Violando así los más elementales derechos de los seres humanos, pues a las personas infectadas jamás se les informó sobre su enfermedad, se les dijo (no olvidemos que esto inicia en 1932) que aparentemente tenían “mala sangre”.

Tratamiento Tuskegee.

Hacia 1942 se descubre la penicilina, tratamiento que rápidamente se convierte en ordinario para este tipo de enfermedades, no obstante, el “estudio” continuó sin cambio. A los 400 hombres negros con sífilis no se les suministró medicamento alguno para así poder continuar observando el desarrollo de la enfermedad hasta su muerte.

Cabe decir que el final de un paciente con sífilis no tratada es un final sumamente doloroso, la supuesta investigación fue puesta a la luz por el reportaje del periodista J. Heller, quien en 1972 publicó un artículo al respecto en el New York Times, lo que obligó a las autoridades a poner fin a dicha “investigación”.

Lo más increíble es que de tales investigaciones se escribieron al menos 13 artículos en revistas científicas, además, una vez que se supo de la atroz “investigación”, tanto autoridades como investigadores, argumentaban que no había nada malo en lo que habían hecho, pues finalmente la “investigación” básicamente implicaba “observar el curso natural de las cosas” sin ocasionar directamente daño alguno.

Como es de imaginar, de las personas infectadas y que desconocían su padecimiento, la mayoría infectó a sus propias esposas, y se estima que a lo largo del experimento (mas no investigación) nacieron al menos una veintena de niños enfermos. En casos como estos vemos cómo se entremezclan varios antivalores, por un lado, la total falta de ética de los médicos participantes, pero en el caso en particular, habría que añadirse otros dos ingredientes, la discriminación por raza o color de piel, así como la pobreza.

Enfermos Tuskegee.

Llama poderosamente la atención que en dicho experimento no hubo ningún hombre de raza blanca, para aquellos de raza blanca con sífilis sí había penicilina, para los negros pobres, no. En realidad, el costo de tan macabro experimento era muy bajo, pues a esos hombres, pobres, negros y con sangre mala, solamente se les ofrecía una supuesta cobertura médica, comida y un sepelio gratuito, a cambio de que previamente autorizaran que una vez que fallecieran, se les podría hacer una autopsia.

No obstante todo lo anterior, la historia no termina aquí, pues el experimento Tuskegee se trasladó entre 1946 y 1948 a Guatemala, en donde no se buscaron personas con la enfermedad, de manera que la maldad de los supuestos “investigadores” fue un paso más allá, pues en aquel país se infectaron dolosamente a personas sanas, personas a las que de nueva cuenta y sin siquiera saberlo, es decir, sin pedirles su consentimiento, fueron inoculadas con el virus de la sífilis o de la gonorrea, en este caso con un objetivo diferente, probar la efectividad de los nuevos (en aquella época) antibióticos desarrollados por la industria farmacéutica norteamericana.

En 1997, el presidente Bill Clinton, ofreció disculpas al pueblo afroamericano por el experimento. Y en 2010, hizo lo mismo el presidente Barack Obama con el pueblo guatemalteco.

Dejo un par de enlaces al respecto:

Te voy a prestar mis manos

Lectura: 4 minutos

La muerte es un tema tabú no sólo en México, en muchos países sigue siendo un asunto de debate sin llegar a una solución clara.

Recientemente, en España, se ha abierto un intenso debate (que cabe decir, no es la primera vez) en torno a la muerte de la Sra. María José Carrasco, una mujer de 61 años, diagnosticada desde hace treinta años con esclerosis múltiple, una enfermedad hasta el día de hoy incurable.

Ángel Hernández, esposo de María José, en un acto sublime de amor, ayudó a morir a su esposa, ya que ella era incapaz, por su propia enfermedad, de preparar y tomar por sí sola el medicamento que le permitiría morir y liberarse así de más de treinta años de sufrimiento.

Ángel le pregunta a su esposa si está segura de querer morir y ante la afirmación rotunda y sin ambages de María José, Ángel le dice que ha llegado el momento que tanto ella deseaba y se ofrece a “prestarle sus manos” para ayudarla a morir.

Es impresionante y admirable cómo es que en el video testimonio, Ángel se preocupa incluso por el sabor que tendrá el medicamento. Ángel de acuerdo con María José, se vio precisado a grabar la situación, para dejar testimonio de los deseos de su amada esposa.

https://www.youtube.com/watch?v=0YecESFxqdI

Una vez que ella ha tomado el medicamento, Ángel la toma de la mano para poder “notar la ausencia total de su sufrimiento”.

Las imágenes son desgarradoras pero ilustrativas, el video se ve sin el morbo propio que puede causar la muerte de una persona, se aprecia en el mismo un acto de amor, un acto de liberación para un ser amado.

Si bien todos tememos a la muerte, pocos pensamos en el sufrimiento de el o los otros cuando tienen enfermedades discapacitantes, dolorosas e incurables. En mi opinión (de la que seguramente muchos discreparán) se requiere mucho valor, no sólo para enfrentar la muerte de un ser amado, sino para ayudar ‒activamente‒ a esta persona a lograr sus objetivos.

“Te voy a prestar mis manos” es una frase que representa en este caso muchas cosas. Como ya lo he dicho, por un lado, el amor de Ángel por su esposa María José, pero encierra también la frustración de ambos, una frustración que deriva de las decisiones de un Estado que nos sigue negando un derecho fundamental, el derecho a decidir sobre lo único y más valioso que tenemos, nuestro cuerpo, nuestra vida misma.

Los gobiernos parecen no entender que vivir es un derecho, un derecho personalísimo que, como todo derecho, nos otorga facultades y no puede ni debe ser convertido en una obligación. Y enfatizo, es necesario distinguir clara y contundentemente las diferencias entre querer terminar con tu vida por un problema depresivo (eventualmente pasajero y solventable), a querer terminar con tu vida cuando ésta ya no representa algo valioso para uno mismo.

Derecho a morir dignamente.
Fotografía: Espacio Mex.

Tal parece que los legisladores, ciertos grupos médicos y ciertos grupos sociales olvidan que el derecho no debe ser, en casos como éste, un medio de imposición para quienes creemos que nuestra vida nos pertenece, no podemos admitir la intromisión de terceros, no sólo en nuestras decisiones, sino en nuestro proyecto de vida e inclusive de muerte.

No es una cuestión de creencias, es una cuestión de principios, un asunto que tiene que ver con derechos similares para quienes pensamos de manera diferente. Si imaginamos la situación a la inversa, nadie en su sano juicio estaría de acuerdo en que aquellos que creen que el dolor y el sufrimiento es un acto sublime para alcanzar el cielo o la vida eterna, deberían ser obligados a morir en determinadas circunstancias.

Siempre me pregunto por qué, en cuanto a la vida se refiere, particularmente en este tipo de casos, somos tan hipócritas al enmascarar en un aparente derecho (derecho a la vida) una realidad diferente, que es convertir ese supuesto derecho en una obligación, la obligación de vivir. Igualmente, con frecuencia me pregunto ‒quitando de por medio las convicciones religiosas (personales y respetables)‒, por qué el Estado se arroga el derecho de decidir por nosotros los ciudadanos.

¿Hasta cuándo entenderemos que, sobre nuestras vidas, la opinión y decisión más importante es, precisamente, la nuestra?

Similar pero no igual:

Por último, en Francia, unos meses después de la muerte de María José en España, y ahora recientemente, se debate sobre un tema similar pero desde una situación diferente, la desconexión de Vincent Lambert, el hombre de 42 años que se encuentra en estado vegetativo como resultado de un accidente de automovilístico sufrido en el 2008. En este caso, desde 2013, los padres de Vincent han luchado en los tribunales franceses para mantenerlo con vida, esto en contra de la opinión de sus médicos, de su esposa Rachel y de seis de los hermanos de Vincent.

Dejo el siguiente enlace, en el que se aprecia cómo, valientemente el propio Ángel Hernández, informa a las autoridades españolas de cómo es que él: “Le prestó sus manos a su esposa”:

Para los amigos justicia y gracia

Lectura: 2 minutos

Ciertamente que el mundo está lleno de absurdos, pero todos los días podemos ver la aparición de uno nuevo, uno que nunca se nos habría ocurrido que existiera y que sin embargo existe.

Es increíble cómo la propia autoridad puede distorsionar el contenido del derecho para “sancionar” discrecionalmente a quien desea hacerlo, como lo decía Juan Domingo Perón, “al amigo, todo; al enemigo, ni justicia”.

Así, las autoridades de Tucson, Arizona, están demandando a un profesor universitario, Scott Warren, quien es, además de activista, pro-derechos humanos y cuyo “grave delito” fue dejar galones con agua en el desierto de Arizona, desierto que cabe señalar, año con año cobra infinidad de víctimas de “indocumentados” que pretendiendo llegar al sueño americano arriesgan sus vidas y en muchos de los casos las pierden al intentar cruzarlo.

Scott Warren
Foto: theintercept.com.

Warren junto con otros activistas de la organización “No más muertes”, empezaron a ser citados por las autoridades migratorias en 2017, para iniciarles procesos judiciales. El delito, de acuerdo a las autoridades norteamericanas, es haber quebrantado las regulaciones establecidas para el Refugio Nacional de Vida Salvaje del desierto Cabeza Prieta, las que prohíben el uso de automóviles en ciertas regiones del desierto, y sancionan también el hecho de dejar basura en el parque.

Bajo estos dos argumentos, las autoridades consideraron que dejar galones de plástico conteniendo agua, era el equivalente a “dejar basura” en el parque, por lo que iniciaron, como ya se adelantó, un procedimiento judicial en contra de Warren y otros.

Vemos en este caso el uso absurdo y discrecional de la aplicación de la ley. El ejemplo, situado en Estados Unidos puede extrapolarse a cualquier país. De hecho, el ejemplo me hace pensar en las recientes declaraciones de nuestro presidente López Obrador, para quien, desde su óptica, es más importante la justicia que la ley.

activistas pro derechos humanos
Foto: No More Deaths.

Cabe señalar que la justicia a secas no sirve, y menos cuando dicha justicia es solamente “la que diga o interprete el presidente”. Hace unos días, nuestro presidente dijo que, si tenía que optar entre justicia y ley, optaría sin dudarlo por la primera.

En ambos casos aquí planteados, se puede apreciar cómo es que ni un extremo ni el otro pueden ser aceptados, no es posible permitir la aplicación de la ley sin criterios de justicia, ni la aplicación de la justicia sin criterios de legalidad.

Palabras similares a las de Perón eran las que usaba Benito Juárez quien, por cierto, es referente de nuestro actual presidente; Juárez decía: “Para los amigos justicia y gracia, para los enemigos, la ley a secas”.