Vida y Cultura

Lecciones de El Cuento

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Edmundo Valadés, el genial autor de La muerte tiene permiso, sostuvo que en un cuento, la única posibilidad que el escritor tiene de ser reconocido pasa necesariamente por el estilo.

“Es la marca de fábrica, la manera personal de contar la historia, de tender a su estructura, de perfilar personajes, de manejar el idioma, de tramar un cuento que resulte inolvidable, como también lo será él mismo”, expresó el creador de la revista El Cuento, la hoy desaparecida publicación que en su día fue la referencia del género en el mundo de habla hispana.

El estilo es la personalidad. Es todo aquello que caracteriza a un ser humano y que refleja en su entorno más inmediato. En literatura el estilo es parte de la personalidad del escritor, aunque en el proceso creativo el estilo se refiere a la manera en que un autor se vale de ciertas leyes, normas y técnicas, para expresarse.

El estilo es consustancial a la literatura. Puede ser bueno, malo, excelente o regular, pero cuando está ausente, cuando del texto se deduce el parentesco con el idioma sólo por la presencia de las palabras, puede haber escritura, mas no literatura.

Hay estilos que se ensanchan y se universalizan en ciertas épocas, convirtiéndose en el sello de una generación –independientemente de las particularidades de cada uno de los integrantes de esa generación. Por ejemplo, pocos lectores acuciosos dejarían de reconocer un estilo en la cuentística francesa del siglo XIX y otro en la cuentística estadounidense de principios del pasado.

lectores asiduos
Imagen: Pinterest.

Es indudable que en los últimos años el género cuento ha repuntado en el interés de los lectores mexicanos. La cultura audiovisual en que vivimos, con su carga de mensajes digeridos, pudiera explicar cierta predilección por lo breve entre quienes siguen creyendo en los libros. Lauro Zavala cree advertir que esta “cultura del fragmento” ha llevado a los escritores más sensibles a utilizar no sólo la palabra cotidiana, sino “muy especialmente el tono periodístico y hasta testimonial propios de la crónica, de tal manera que en muchos casos es difícil distinguir entre periodismo y creación literaria, entre testimonio y ficción”.

Respecto al creciente interés en el género, el mismo estudioso supone que una de las razones pudiera ser la explosión numérica de la universidad de masas, con el consiguiente aumento del número de lectores (y, por lo mismo, de autores y editores) de narrativa breve, acompañados por la multiplicación de los premios, becas, encuentros y talleres literarios en todo el país, y la relativamente reciente costumbre de organizar presentaciones de libros.

Me gustaría proponer que otro factor que impulsa la lectura son los medios masivos, la radio y la televisión y en particular el Internet. Es una propuesta controversial, pues a los medios electrónicos se les ha señalado como responsables de los altos índices de no lectura. Sin embargo, me parece que el asunto no ha sido bien estudiado y que podríamos encontrarnos ante un cliché o un mito.

En un encuentro convocado para definir políticas culturales, el sociólogo francés Alain Touraine me dijo: “Quisiera no ser paradójico, pero francamente no veo de dónde viene este pesimismo que se escucha en el mundo entero: «Los libros nadie los lee».” Mucha gente lee libros, mucho más que antes. «Lo escrito desaparece frente a la imagen». Y atribuye esto en parte a la proliferación de los adminículos electrónicos.

Definir lo que es un cuento puede resultar una tarea tan peligrosa como intentar una definición de “belleza” que satisfaga a todo el mundo. Sin embargo, hay puntos en los que están de acuerdo la mayoría de los autores contemporáneos: extensión inferior a la de la novela, tensión constante y desenlace inesperado.

A partir de estos y otros puntos se ha intentado formular leyes, que como no atañen a fenómenos comprobables y medibles como la fuerza de gravedad o la curvatura de la luz en las proximidades de los astros, pueden dar a teóricos y críticos un placer semejante al que obtenían los padres de la Iglesia al discutir sobre el sexo de los ángeles, pero de poca utilidad al proceso creativo en sí.

proceso creativo del cuento
Imagen: Tumblr.

William Faulkner dijo en alguna entrevista que, si el escritor está interesado en la técnica, más le valdría dedicarse a la cirugía o a la colocación de ladrillos. Opinión extrema, sin duda, pero tiene lo suyo.

Edmundo Valadés, en contra, fue capaz de revisar brillantemente todos los aspectos teóricos del cuento y concluir con una sencilla confesión: “… al término de especulaciones, el cuento tiene leyes secretas, misteriosas, y lo único que sé es que sólo el cuentista es quien puede intuirlas”.

Entre aquel tajante rechazo a la técnica, y este azoro frente a los misterios de la creación literaria hay, digamos, un canal de navegación por el que es posible transitar muy provechosamente.

¿Qué es, pues, “un cuento” en literatura? Julio Cortázar dice que el cuento “parte de la noción de límite, y en primer término de límite físico, al punto que en Francia, cuando un cuento excede de las veinte cuartillas, toma ya el nombre de nouvelle, género a caballo entre el cuento y la novela propiamente dicha”.

Otras aproximaciones o intentos de definición:

Ernesto Sábato: “El cuento tiene que dar en pocas palabras una idea toral y poética”.

Robert Stanton: “El autor de un cuento debe crear y poblar su mundo, y simultáneamente zambullirse en la acción”.

Mario A. Lancelotti: “El tour de force del cuentista consiste en convertir el acontecimiento en un lenguaje; el cuento no es una forma estática”.

Silvina Bullrich: “El cuento puede darse todos los lujos menos el de ser incompleto; el cuento es un hecho consumado, una íntima parcela de vida completa en medio de los años que abarcan el pasado de un hombre sobre la tierra”.

Alberto Moravia: “El cuento debe sujetar en su silla al lector”.

mar de cuentos
Imagen: Pinterest.

H. H. Murena: “El cuento es algo así como una gota de agua vista con una lupa, y por lo tanto en ella está el universo entero”.

A mediados del siglo antepasado Edgar Allan Poe –sin duda punto de referencia para la cuentística contemporánea- publicó su famoso análisis sobre el cuento o historia corta:

Un hábil artista literario ha construido una narración. Si prudente, no ha modelado sus ideas para conciliarlas con su trama; pero habiendo concebido, cuidadosa y deliberadamente, cierto efecto único a lograr, entonces pergeña tales incidentes, y combina tales hechos como mejor le sirvan para lograr ese efecto preconcebido. Si desde la misma primera línea no se tiende al logro de ese efecto, entonces habrá fracasado en el primer paso. A lo largo de toda la extensión de la obra no incluirá una sola palabra cuya tendencia, directa o indirecta, no sea hacia la consecución de ese diseño preestablecido.

En 1925, otro par de la República de las Letras, el uruguayo Horacio Quiroga, publicó su Manual del perfecto cuentista en cuyo punto V aconseja: “No empieces a escribir sin saber desde la primera palabra a dónde vas. En un cuento bien logrado, las tres primeras líneas tienen casi la misma importancia que las tres últimas”.

Cuarenta y cinco años después Cortázar diría: “Un cuento es malo cuando se lo escribe sin esa tensión que debe manifestarse desde las primeras palabras o las primeras escenas”.

Y de nuevo Edmundo Valadés: “Un cuento debe estar conformado como un círculo trazado de principio a fin, sin que sea válido salirse de él. Hay que sujetarse a la redondez que exige, a la continuidad de la historia preestablecida, que debe desenvolverse sin rodeos o divagaciones innecesarias o excluyentes, hasta alcanzar el punto que la cierre”.

Un cuento debe dejarnos la sensación de que los hechos descritos –trátese de situaciones extraordinarias en que se involucran seres ordinarios o de seres extraordinarios atrapados por asuntos ordinarios–, no sólo son posibles sino que incluso nos pudieron haber pasado a nosotros mismos.

Juego de ojos.

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Las Paredes Gritan: la Comunidad tomará las calles

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Comunidad y arte

“Comunidad”. Eso fue lo que me vino a la cabeza para titular la apertura de una Galería de Arte en la pared externa de Circo Volador. Después de un año de estar cerrados, realizamos este trabajo.

Circo Volador es un espacio para jóvenes. Desde 1997 trabajamos en este lugar con un sentido de inclusión, de participación, de apertura y de trabajo con los jóvenes y su realidad.

En 2021, con el apoyo de la Comisión de Derechos Humanos de la CDMX (CDHCDMX), instalamos en la pared externa del espacio una “Galería de Arte”, la cual inauguramos el jueves pasado.

¿Cuál es la realidad de los jóvenes y la pandemia? ¿Cuál es el arte que están creando?

Esta pared está abierta. No es un espacio cerrado. Es un pedazo significativo de Circo Volador que busca un lugar común de expresión.

Es un lugar libre. Que se renueva por todos y entre todos. Se trata de fotos de jóvenes durante la pandemia: ¿Qué reflejan?

La pared es de todos, por eso debemos valorarla… Su utilidad será igual para todos.

Exhibimos una muestra de fotos del Taller de Fotografía de Circo Volador para abrir sus puertas a otros artistas urbanos. La Galería es resultado de la alianza de la CDHCDMX y el Circo Volador.

galeria de arte circo volador
Imagen: @circovolador.

Es un espacio abierto, ubicado en la fachada principal, que presenta estas fotos de los alumnos realizadas durante la pandemia.

Son nueve fotos tomadas con técnica “Estenopeica”. Con ella, los propios alumnos construyen su cámara con un bote de avena y así, sin tener una cámara profesional, tienen acceso al mundo de los secretos de la fotografía.

Las cámaras estenopeicas, son las cámaras más sencillas que existen. La gente aprende a construirlas. Se trata de un bote de avena, con un pequeño orificio que permite la entrada de la luz. Y con ese trabajo se aprende la maravilla de la fotografía. Ellos realizan todo el proceso.

Después quedará abierta… Pero vale la pena comentar algo.

Dadas las características de la pared, la zona del Mercado de Jamaica y la presencia de numerosos grafiteros locales, esta pared es frecuentemente “chacaleada” (para utilizar el término que define la intervención de otros chavos).

O sea, se trata de una pared normalmente “intervenida”. Hay de todo: los que “manchan la pared”. Los que colocan enormes “tags” con sus identidades, etcétera.

Pero también hay otras intervenciones artísticas, como las del Colectivo Calpulli del Mercado de Jamaica. Por eso, en ese todo, se necesita tener un sentido comunitario.

Después de este pésimo año de pandemia y con el apoyo de Derechos Humanos logramos realizar este proyecto.

No era sólo intervenir un muro. Había que iluminarlo. En una zona que, a pesar de su mejoría, por las noches parece insegura.

Mucha gente camina por esa calle para llegar al Metro La Viga (que está frente al Circo Volador).

Desde que obtuvimos el comodato del espacio (1994) hasta la fecha, sabíamos que se instalaría en el futuro una estación del Metro y que el ámbito comunitario cambiaría con los años. Así ha sido.

Pero es indispensable reunir a la gente de esa comunidad: los vecinos, los comerciantes del mercado, los grafiteros, las autoridades locales y los talleristas de Circo Volador, para abrir un “nuevo espacio”.

galeria de arte circo volado
Imagen: @circovolador.

De eso se trató la inauguración. Se trató de encontrarnos, para rediseñar el uso de esa pared, de su iluminación y del sentido de colaboración colectiva que podría surgir si aprendemos a darle vida nuevamente a ese espacio.

La idea de Circo Volador es abrirlo. Ese lugar debemos ofrecerlo para muchas otras manifestaciones artísticas. Debemos incentivar a muchos otros artistas locales a expresarse.

Más allá del simbolismo de la Galería, se trata de sacar sus creaciones a la calle. Que le sea útil a más gente. A los que ven la obra, o a los que caminan por la noche en un lugar iluminado.

Esa conjunción de esfuerzos es uno de los cambios dentro de la “nueva normalidad” que enfrentaremos. Debemos pensar en el futuro.

Abrirnos. Abrirle la puerta a la comunidad. Como dice nuestro slogan: “Somos iguales, porque somos diferentes”.

La comunidad de Circo

Es obvio que los jóvenes reaccionan frente a la pandemia. Pero ¿qué hacen en este tiempo? Nuestro objetivo en 2020 fue darles visibilidad sobre cómo viven este proceso de transición.

Y nos preguntamos: ¿cuáles son sus preocupaciones?, ¿sus reflexiones?, ¿cuáles son sus reclamos en este proceso de transformación social?

Esto obliga a verlos de la mano con su propia transformación, como individuos, en una sociedad que camina hacia la decadencia.

Por ejemplo, con el arte. El arte es una herramienta fundamental para comprendernos y ayudarnos a superar las crisis sociales, personales y de identidad cultural.

Pero el arte independiente y contestatario, tiene poca atención por el sistema capitalista imperante, que se interesa más en la “estética” sólo cuando necesita vender cosas.

Por eso, apoyaremos a estos artistas.

O con el feminismo. Que tuvo en el inicio de la pandemia en 2020 un enorme despertar social. Una denuncia de la violencia contra la mujer. Y que por la misma reacción (Quédate en Casa), quedaron encerradas con sus violentadores.

Con ellas debemos trabajar en un plan de corto, mediano y largo plazo. Es vital para la sociedad.

galeria de arte circo volado
Imagen: @circovolador.

¿Qué haremos?

Crear en redes sociales la Comunidad Circo Volador, de acuerdo con los valores que dan identidad y guían las acciones del proyecto.

Difundir y realizar acciones que contribuyan a la Salud y el Bienestar, la Igualdad de Género y la Producción y Consumo Responsables.

Debemos reconfigurar los contenidos para trabajar en: Facebook, Twitter, Instagram, YouTube y Vimeo. A este espacio virtual agregaremos la radio que es una herramienta muy importante de comunicación.

Los Jóvenes y el COVID-19 y El Arte y COVID-19, son nuestras áreas centrales de trabajo.

¿Funcionará?… NPI.

Lo que no podemos hacer… ¡Es callarnos!

La Cueva Del Delfín

Si los productores de teatro, con las autoridades de la CDMX quieren reabrir en abril próximo, ¿cuándo lo haremos en Circo Volador?

¡Vientos huracanados!, si no me mandan a pintar Jamaica nos veremos por acá la próxima semana.


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El código maya desde Normandía

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Pasé –gracias o a pesar de la pandemia– unos días extraordinarios en Normandía, gozando abrigado de sus playas a veces amplias y en ocasiones no tanto en función de los intrincados vaivenes de las mareas. Miré una hermosa puesta de sol desde un extremo de la bahía de Carolles, teniendo en primer plano las formaciones rocosas donde anidan ostras exquisitas.

Vi en las tardes pasar veloces a los entrenadores de caballos trotones en sus carros que se deslizan sin obstáculo en esa plataforma perfeccionada con cada ola. A veces, las góndolas rodantes, impulsadas por el viento con que suelen divertirse los aventurados en invierno y no me faltó mirar a un atrevido nadador desafiando la temperatura de siete grados en un exterior de menos uno o dos.

Miré desde la Cabaña Vauban el Monte Saint Michel dibujado a lo lejos y desde un ángulo único, en lo alto, observando la bahía de Granville. Sentí la soledad, el frío y la belleza de esas arenas y desfiladreos en un gozo espiritual y material gratísimo.

Las identidades en Francia son tan claras como la geografía que las define. En esta tierra de la baja Normandía las planicies se extienden amplias, gozosas con sus rebaños vacunos, ovinos y equinos. Sus palacios y castillos testimonian de otras épocas, en esta zona de La Mancha, frente a las costas inglesas.

playas normandia
Cortesía: Gastón Melo.

Vuelven a la memoria las historias de Tristán y su refugio dolorido mientras aguardaba la llegada de Isolda desde Cornualles, vuelven las historias viejas de Vikingos conquistadores. Irrumpen también algunos bunkers intervenidos de grafiti que hacen imaginar las desesperadas y feroces defensas nazis, y las amplias playas los desembarcos ingleses y norteamericanos algún aterrizaje heroico.

Normandía es la más cosmopolita de las regiones francesas, en la dulce Alsacia los franceses se sienten turistas, en Auvernia algo aventureros, en la Costa Azul en su tiempo estival, en Aquitania en un sitio de provedurías ineludibles, como sus vinos y sus viandas de la Dordoña, en los Alpes en su alternancia montañeza, pero en Normandía y en Borgoña, los franceses y, particularmente los parisinos, se sienten en casa. Más del quince por ciento de los parisinos tienen una residencia secundaria a menos de dos horas de París, y Normandía es, por mucho, la región favorita, quizá seguida de las region de Provenza y de Borgoña. Son más de tres y medio millones los franceses que gozan de una residencia secundaria para una población de 60 millones.

El tiempo de la Covid-19 aceleró sin reparos el desarrollo de las tecnologías de teletrabajo y éstas, la facilidad para las personas de poder hacerse productivas independientemente de su ubicación, quizá con la consideración atenuante de los husos horarios.

Así, las personas prefieren trabajar en donde les resulta más cómodo y más práctico. Patrones y empleados han debido rendirse a la evidencia, también que el teletrabajo suele en muchos casos ser más productivo.

Son tiempos donde disfrutar de la naturaleza es un complemento perfecto del trabajo. No hemos aún caído en cuenta de la profunda transformación que este confinamiento nos ha proveído. Los estudiosos del genoma, en unos decenios, reconocerán que la humanidad tuvo en este ciclo un ecualizador: la vacuna.

De esta manera, gracias a mi doble residencia puedo desplazarme hasta ahora entre Francia y México. En Normandía o en París, en México, en Guanajuato o Guerrero, en Veracruz, en Valle, y en Yucatán; en cualquier sitio he podido continuar con mis lecciones de maya. Si bien me hace falta en ocasiones el entorno sonoro para reconocer la lengua; el dislocamiento me ha hecho obtener literatura, documentos, hacer reflexiones, conocer autores y especialistas que sin haber visitado la zona saben más de la cultura que quienes no han dejado jamás de vivir allí.

playas de normandia
Cortesía: Gastón Melo.

Algunas historias son fascinantes como la que narra bien –entre otros autores–  Michael Coe (1992), a propósito del ruso Yuri Knórozov que ingresa a los 17 años, en 1939, a la universidad estatal de Moscú, para estudiar egiptología, literatura japonesa, lengua árabe, sistemas de escritura chinos e historia india.  Siendo su fuerte los estudios comparados, debemos a su maestro Sergei Alexandrovich Tokarev, especialista en pueblos siberianos, de Europa del Este, Oceanía y poblaciones de América, el haberle convidado, tras la lectura del artículo de Paul Schellhas (1945) sobre la imposibilidad de interpretar los glifos mayas a ese trabajo:

—Si usted considera que cualquier sistema de escritura producido por humanos puede ser interpretado por humanos, ¿por qué no intenta romper las barreras del sistema maya?

Así Knórozov, apunta Coe –a quien traducimos libremente–, con su bono de juventud se aplica a la suprema tarea. Su primer compromiso ya como estudiante de postgrado en Leningrado (…), fue aprender el español del siglo XVI para interpretar el trabajo de descifrado del código en la obra de Diego de Landa. Éste fue el tema de su tesis doctoral y el inicio de una carrera no exenta de la violencia asociada a la Guerra Fría en la que encuentra acérrimos enemigos en el mundo occidental como el británico Eric Thompson.

Es difícil saber y quizá no sea importante, cuál de los dos sabios aportó mayor conocimiento a la cultura maya. La Guerra Fría, sin embargo, favoreció el entusiasmo de las potencias para el estudio de esa cultura.

Knórozov recibió en 1994 la condecoración del Águila Azteca en la Embajada de México en Moscú y nunca conoció el espacio maya. Las comparaciones de Knórozov entre los jeroglíficos egipcios, los ideogramas chinos y japoneses, así como de los pictogramas y logogramas mayas, dieron lugar a descubrimientos extraordinarios.

Considerando que menos del uno por ciento de la población podía leer estos ideogramas, las temáticas debían reducirse a los temas de poder, a fechas memorables, a batallas singulares y gestas de dominación, a premoniciones y proyecciones, a cuentas significativas, como ocurría también en los territorios de Asia o del Nilo en África.

Los logogramas incluyen a la vez valores fonéticos y conceptuales, éste es el gran avance sobre Landa que sólo se había limitado con los instrumentos intelectuales de su tiempo a establecer con acierto un orden fonético y alfabético, y no silábico como fue apuntado por Knórozov. El lenguaje escrito es en todas las culturas un viaje a la abstracción.

codigo maya
Imagen: La historia de México.

Entre los mayas, cada signo, descubre Knórozov, contiene un carácter consonante/vocal (CV) como en la escritura kana del Japón. También el estudio comparativo con los jeroglíficos egipcios aportó información sobre la forma de la lectura que debía acomodarse a una razón caligráfica y podía de este modo invertirse, asunto conocido desde la época napoleónica con los trabajos de Champollion.

Otros investigadores aportaron la observación de la constante del verbo al inicio y el objeto de la frase arriba a la derecha. Pequeños adelantos y grandes descubrimientos. Una verdadera aventura del conocimiento. Los animales también marcan una guía jerárquica y los números su importancia. De esta forma Knórozov desarrolla para el desciframiento un método que llama de estadística posicional, cuyos resultados fueron sorprendentes y le valieron el reconocimiento de Occidente a través de los muchos artículos que le ponderaban y que elevaron significativamente el encono, entre otros, del británico Eric Thompson.

La escritura maya aparece a Knórozov como una escritura a la vez morfémica y silábica, bastante parecida a la japonesa, que contiene ideogramas chinos o Kanji a los que se les agrega el componente silábico kana, encontrándose en la escritura la posibilidad de incluir diagramas, trigramas, tetragramas, pentagramas y jeroglíficos separados, siendo los trigramas los más comunes en una proporción del 57% –apunta Knórozov–.

Es inimaginable la alegría que el descubrimiento de la palabra “Oeste” o “Este” pudo haber generado en Knórozov y sus seguidores: Lak’in, (Oriente) chik’ in (Poniente) o más aun la emoción de k’ak’ upakal (escudo de fuego), encontrado en las crónicas post coloniales a propósito de un valiente guerrero y redescubierto en los textos mayas de Chichén.

Es sorprendente también, cuando no triste, en la aventura del conocimiento, que la mayoría de estos descubrimientos vienen de tierras lejanas, muchos pensadores que sin haber pisado el territorio le dan el valor y que nos cuesta a veces otorgar a nuestra realidad ensombrecida de política, y obtusa de horizontes. Un reto para las generaciones de mexican@s que sabrán alegrar –esperamos– el conocimiento de sus espacios y su cultura.


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¿Quién fue Pepe Faroles?

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Mi esposa Lorena Canto está escribiendo sobre mujeres mexicanas y hace unos días me sorprendió cuando me preguntó “¿Conoces a Pepe Faroles?”. Y ustedes saben que un aficionado a los toros una pregunta de esa naturaleza es un reto a la memoria.

Recordé que en alguna Revista de Sol y Sombra de los cuarenta del siglo pasado había visto ese pseudónimo y eso le comenté pensando que ya había resuelto su duda y, sin embargo, me repitió la pregunta y agregó: “¿Sabes cuál es su verdadero nombre?”. Y ahí mejor le dije, lo desconozco.

Ella entonces me lo dio, se trata de una mujer, no de un hombre; fue Josefina Vicens, gran aficionada que comienza su labor como escritora de crónicas taurinas a principios de la década de los 40, y para 1943 ya escribía en su propia revista Torerías.

Su carácter rebelde y de lucha continua la llevó a fundar en sociedad, su propio espacio periodístico, donde con el de nombre “Pepe Faroles” dejaría huella en los lectores de la época, creando controversias, polémicas y disputas, tanto entre los aficionados como entre los empresarios de la época, uno de ellos, Antonio Algara del Toreo de la Condesa.

cronicas pepe faroles
Firmaba con sus pseudónimos: Pepe Faroles, José García y Diógenes García (Imagen: Isla Minerva).

Curiosamente en el periódico español El Mundo, hace años, el periodista Raúl Rivero apuntó: “Uno de los críticos taurinos del siglo XX mexicano se llamaba Pepe Faroles” –y agregó– “era contemporáneo de un comentarista político que no brillaba demasiado, pero era incómodo y escribía bien”. Firmaba como Diógenes García. En términos taurinos, pinchó en hueso el colega español, pues ése era su pseudónimo de la actualidad política de Josefina, quien dejó dos libros para la posteridad: El libro vacío y los años falsos.

Josefina Vicens solamente acabó sus estudios de primaria, para posteriormente estudiar una carrera comercial de dos años de duración que ella concluyó en uno solo. A pesar de que Vicens considerase no tener cultura académica, no sólo tuvo acceso a los libros en su ámbito familiar; también tuvo una gran voluntad autodidacta para aprender de su experiencia y establecer diversos vínculos con la escritura y con la lectura.

Hija de Sensitiva Maldonado Pardo, maestra tabasqueña, y de José Vicens Ferrer, comerciante español originario de las Islas Baleares, Josefina Vicens nació en Villahermosa (Tabasco) el 23 de noviembre de 1911.

Josefina Vicens firmó con su propio nombre en artículos sobre cine y podía suceder que sus diferentes firmas coincidieran en una misma publicación, averigüé qué otra de sus actividades literarias fue la de los guiones cinematográficos.

Obtuvo el Premio Ariel dos veces, gracias a dos guiones: Renuncia por motivos de salud en 1975 y Los perros de Dios, 1979. Por este último también ganó un reconocimiento de la Sociedad General de Escritores de México, la Diosa de Plata y El Heraldo.

Josefina Vicens
Josefina Vicens, novelista, periodista, guionista de cine y feminista mexicana (Imagen: Anchor).

Muy crítica consigo misma, de todo su trabajo en el cine sólo rescataba tres textos: los ya mencionados y el de la exitosa película Las señoritas Vivanco de 1959, cuya anécdota surgió de la colaboración hecha por otros dos sobresalientes escritores, Elena Garro y Juan de la Cabada.

Sin embargo, la autora forjó amistades con no pocos artistas, como los pintores Pedro Coronel, Juan Soriano, José Luis Cuevas y Antonio Peláez, así como con los escritores Sergio Fernández, Pita Amor, Octavio Paz y Juan Rulfo.

Esta interacción con renombrados artistas se vincula también a sus visitas al “Café París”, en el rumbo de Reforma de la Ciudad de México, que era un espacio común de reunión para muchos artistas de la época.

En aquel entonces, en la crónica taurina sobresalían junto a ella, Esperanza Arellano “Verónica” y Carmen Torreblanca Sánchez Cervantes. Es imposible preguntarle por qué decidió usar un pseudónimo masculino en la crónica taurina.

Sirva como anécdota la de Pepe Faroles, mientras que recordamos la fecha mágica del 5 de febrero, en la que se cumplió 75 años de haberse inaugurado la plaza más grande y cómoda del mundo, La Plaza México.


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Hoguera de palabras

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Piras de libros, ardiendo, a Don Quijote lo “curaron” de la locura quemando sus libros de novelas de caballería, biblioteca banal, leyendas ociosas ideales para él, un golfo que tenía como oficio soñar sin hacer.

La Humanidad se ha obsesionado con crear conocimiento, y después destruirlo. Nuestra historia es un trayecto que evoluciona y borra sus pasos, destruir libros, con esas cenizas desparecemos el pasado y sus obras. Oliver Cromwell conquistó el poder en Inglaterra en 1653 con una guerra civil violenta y fanática, destrozó las bibliotecas del Rey Charles I, las obras de arte, entre esculturas, pinturas, instrumentos musicales, los vendió a los reyes de España y Francia, despojó a Inglaterra de su acervo. Las obras de Tiziano, Rubens, las joyas del Barroco que colgaban en las paredes de los palacios, con su furor iconoclasta, fanático providencialista, las malbarató, entregándolas por unas monedas. En las orillas del Támesis se pudrían las pinturas, arrojadas después de la feroz rapiña. En esa catástrofe los libros sufrieron el destino más terrible, para Cromwell no era suficiente venderlos o regalarlos, no, los quemó, hizo fogatas inmensas con libros de medicina, filosofía, hermenéutica, ciencia, todo lo que significara un peligro para su régimen, su pureza, y la expansión de sus ideas infructuosas.

Los libros son peligrosos, les temen los dictadores, los fanáticos, los ignorantes, esa gente que tiene las armas, el poder, que son capaces de manipular a las masas, le tienen miedo a un libro, a un montón de letras impresas en unas páginas, a algo efímero y frágil que perece con el agua, el fuego o el olvido.

El conocimiento se conserva en los libros, entre esas dos tapas cabe la sabiduría humana, y también la basura humana. La paradoja es que los libros basura no son un peligro, a esos nadie los quema, y aunque Cervantes, en la crítica literaria más genial de la Historia, se deshizo de las obras basura que llenaron la cabeza del Quijote, ésa es la única fogata que merecía haber ardido durante horas. Ardiendo perdemos libros, pero la peor manera de matarlos es cuando un ser despreciable y poderoso dice que lee tal o cual libro, y por desgracia es una gran obra, en ese momento la masa estigmatiza el libro, como si un libro fuera responsable de sus lectores.

En la actualidad la ignorancia tiene un gran poder e influencia, los libros basura son referencia, las mentiras y noticias falsas son las hogueras en donde desaparece la verdad. La Humanidad tiene la obsesión metódica de acabar con su propia sabiduría, establecer el año cero, en la contradicción de saber menos. Es porque el poder tiene “su verdad” y para imponerla debe acabar con las ideas que lo anteceden. Estamos en un año cero,  la aniquilación de la verdad es la misión de los nuevos “justos”, la masa establece que si está en internet es verdad, es real y es una orden aceptarlo. Los gobernantes exhiben su ignorancia, la masa la presume, los influencers la promocionan, y de la verdad quedan cenizas.


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Las reencarnaciones del drama

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¿Cómo los géneros dramáticos han evolucionado?

En mi columna pasada analizaba el estado de supervivencia actual del teatro en esta pandemia pero, de forma irremediable, esto se transformará en una evolución del lenguaje escénico, formatos de producción y redefinición de audiencias. Dentro de la renovación del lenguaje escénico no podemos pasar por alto la experimentación y la evolución de los géneros dramáticos.

Un género, desde la crítica literaria del siglo XX, es una reflexión donde a partir de elementos estilísticos (manejo de lenguaje verbal), sintácticos (estructuras de composición) y semánticos (temas y significados) podemos hacer una clasificación de las obras. Existen quienes desdeñan la idea de categorizar la producción dramática (ya sea en el cine, la televisión o el teatro) porque consideran que son:

-Recursos mercadológicos y publicitarios.

-Canales efectivos de venta y distribución de la obra.

-Gustos académicos sin ningún impacto en el mundo de la producción.

Si nos quedamos con estos argumentos estamos perdiendo de vista la función principal de los géneros dramáticos: ser vehículos efectivos para lograr una experiencia emotiva y catártica en las y los espectadores. Sin estas categorías como guías podemos echar a perder el ejercicio de comunicación de la obra con las audiencias (sin importar el medio) y no podremos romper los paradigmas para establecer nuevas categorías de análisis.

generos dramaticos
Imagen: Revista Godot.

Desde hace cuarenta años, con la supremacía del cine y la televisión en la oferta mediática, los géneros dramáticos vivieron una nueva conceptualización al no sólo considerar principios literarios sino incluir estilos que surgían en los medios audiovisuales. Con la sofisticación tecnológica del internet, los videojuegos y las plataformas interactivas, estas categorías reencarnaron en una mixtura de narrativas sin precedentes en la historia de contenidos dramáticos.

Si hoy analizáramos los contenidos de ficción en internet, la televisión y el cine serían extraordinarios los casos de un solo género. El formato más recurrente es tener un género dominante combinado con elementos de otro. Así podemos encontrar las grandes categorías dramáticas por excelencia (tragedia, comedia, pieza, farsa, tragicomedia y melodrama) mezcladas con otras formas de expresión.

¿Cómo el teatro en México ha vivido la evolución de los géneros dramáticos?

El teatro en México se ha quedado rezagado frente a la evolución de lenguaje de los diferentes medios y los géneros híbridos. Los únicos lugares donde se han podido ver esbozos de esta nueva voz de ruptura son los laboratorios teatrales en su mayoría financiados por presupuestos del Estado para instancias culturales o universitarias (pienso en la UNAM o la Universidad Veracruzana).

Los esfuerzos que se han hecho se relacionan con los cambios de tiempo en la misma historia o con la inclusión (en los últimos cinco años) de diversidad ante los arquetipos de personajes más usados para la idiosincrasia mexicana. No obstante, todavía falta camino por recorrer en cuanto a estructura, ritmo, dialogación, semántica y sintaxis.

Arrepentidos protagonizada por Margarita Sanz y Alejandro Calva en el Teatro Helénico
“Arrepentidos” protagonizada por Margarita Sanz y Alejandro Calva en el Teatro Helénico (Fotografía: Canal Once).

Netflix, el anime, las Instagram Stories o Quibi, a modo de ejemplo, están muy lejos de la escritura teatral. Después de un año de un cierre total y parcial de los teatros, es necesario considerar la oferta mediática para, como creadores teatrales, cuestionarnos cómo hacemos la experiencia escénica más  vital, relevante y cercana.

En este sentido, aquí expongo cinco provocaciones para repensar los géneros dramáticos desde su enseñanza formal y manejo en la vida profesional en las producciones que dependen del dinero de la taquilla para existir. De hecho, en varios puntos han existido ya búsquedas en la cartelera de años pasados y las pongo de referencia para seguir esos caminos:

1. Tragicomedia como género cercano a las audiencias contemporáneas

El género por excelencia en este país es el melodrama. Como mexicanas y mexicanos nos produce sentido esta forma de interpretar la realidad en cuanto a la exacerbación de las emociones y las reminiscencias del romanticismo del siglo XIX. Sin embargo, las películas más taquilleras en la última década son tragicomedias entendidas como historias donde un “héroe” rechaza cumplir la misión a la que está destinado. Los grandes ejemplos tragicómicos en el cine son todas las películas de “Harry Potter” y “Los Vengadores”. Tal vez, en el renacimiento teatral este género sería una apuesta efectiva con las y los espectadores porque están acostumbrados por el cine a su narrativa.

2. La diversidad de personajes como motivo de relevancia

La inclusión diversa de personajes es uno de los caminos más seguros para quitarle al teatro este halo de solemnidad y academicismo. Pienso en series televisivas como “I May Destroy You” de Michaela Coel o “Veneno” de Javier Calvo y Javier Ambrossi donde se representan grupos que generalmente no se representan en la ficción comercial. La multiplicidad de versiones de sexualidad, color de piel, religiones, razas, clases económicas y hasta de identidad de género abren un camino inmenso en el teatro mexicano. Recuerdo un destello de esta aproximación con la obra “Arrepentidos” protagonizada por Margarita Sanz y Alejandro Calva en el Teatro Helénico sobre la reasignación de sexo.

3. Interactividad como elemento para potenciar la escena

El mayor reto para la dramaturgia contemporánea es integrar la experiencia interactiva. Ésta es la primera condicionante de productos de internet y de los videojuegos. El futuro va a requerir experiencias donde las audiencias puedan decidir en tiempo real sobre una experiencia en vivo. Uno de los grandes ejemplos de esta búsqueda fue “The Shakespearean Tour” de Mariano Ruiz.

The Shakespearean Tour de Mariano Ruiz
“The Shakespearean Tour” de Mariano Ruiz (Fotografía: Milenio).

4. Integración tecnológica como espectáculo híbrido

La pandemia abrió un sinfín de posibilidades tecnológicas para contar historias. Por ejemplo, el año pasado hubo una oferta creciente de espectáculos hechos en Zoom. Sin embargo, después de meses de haber hecho los primeros intentos con este formato, la pregunta queda pendiente: ¿cómo integrar la tecnología al teatro para brindar una experiencia relevante a audiencias en un formato presencial y a distancia con un mismo espectáculo? Todavía queda mucha investigación en cuanto a la sintaxis y semántica porque este tipo de proyecto se sale de los principios de video o televisivos.  Una pieza clave para resolver el rompecabezas está en la idea de la interactividad en tiempo real apoyada en la tecnología. Un modelo depurado de este trabajo es la plataforma de contenidos de FicStream de Luly Garza.

5. Experiencia en vivo como una experiencia VIP

La gran explosión tecnológica para comunicarnos tendrá un pendulazo. Poco a poco, revaloraremos la conversación en vivo como una experiencia VIP. En este sentido, la otra veta por la cual el teatro puede acercarse a las audiencias es encontrar estructuras dramáticas donde se origine un conversatorio entre las y los espectadores. Por supuesto, este tipo de experiencia sería para audiencias que no sean tímidas por participar en el hecho escénico. Es importante pensar y hacer obras como pretextos para hablar de un tema importante en el (in)consciente colectivo. Una muestra de esta exploración fue “Nuestro Cuaderno Rojo” de Claudia Romero y dirigida por Alejandra Ballina.

Nuestro Cuaderno Rojo de Claudia Romero y Alejandra Ballina
“Nuestro Cuaderno Rojo” de Claudia Romero y Alejandra Ballina (Fotografía: Sin Embargo).

Los creadores teatrales necesitamos cuestionarnos la importancia de los géneros dramáticos en nuestros proyectos como impulsos de renovación a la escena teatral o, de manera más cautelosa, como ganchos a lo que sea hacía antes de la pandemia.


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Lawrence Durrell

Lectura: 5 minutos

En memoria de José Antonio Meyer
y Vidal Elías, amigos, compañeros, hombres de bien.

El 27 de febrero conmemoramos 109 años del nacimiento de Lawrence Durrell, autor consagrado en un lugar privilegiado de la literatura universal con una vasta obra en donde esplende el Cuarteto de Alejandría.

Aunque a Durrell se le ha considerado un escritor inglés, en realidad nació en la India, hijo de padres ingleses (como su contemporáneo, George Orwell). Recientemente supe que nunca tuvo la ciudadanía británica y, un dato no confirmado, se resistió a ser súbdito de la pérfida Albión.

A lo largo de su vida publicó diez y seis novelas, varios volúmenes de poesía, tres obras de teatro, seis libros de viajes, tres de humor, cuatro de cartas y ensayos, muchos prólogos y varios guiones de cine. Además tuvo un modesto éxito como pintor anónimo en Francia. Fue desde luego candidato al Premio Nobel.

Tuvo una vida fascinante y controvertida, nos dice Gordon Bowker. “Fue un complejo enigma, un oscuro laberinto […] Se casó cuatro veces, una de ellas con una mujer 25 años más joven, y después de su muerte fue acusado de haber sostenido una relación incestuosa con su hija, quien se suicidó en 1985.

Lawrence y Nancy Durrell
Lawrence y Nancy Durrell en los primeros días de su matrimonio, años 30. (Imagen: Patrimonio de Gerald Durrell).

“Al explorar los oscuros territorios de su espíritu, buscó en las filosofías orientales y en la moderna psicología, la manera de enlazar su fijación sexual con un poderoso impulso creativo”.

Y nos dejó esta inquietante sentencia: “Escribo de la misma manera en que otras personas hacen el amor: como un vicio”.

Las novelas Justine (1957), Balthazar (1958), Mountolive (1958) y Clea (1960) que forman la tetralogía de Durrell, son una fiesta de fuegos artificiales en cuanto a recursos lingüísticos, manejo de personajes y atmósferas, al mismo tiempo que una obra de excelente y propositiva factura formal.

“Como la literatura no nos ofrece unidades, me he vuelto hacia la ciencia, para realizar una novela como un navío de cuatro puentes cuya forma se basa en el principio de la relatividad”, explicó Durrell para definir su aspiración de representar el espacio-tiempo en esta obra.

Confieso que después de leer en dos ocasiones el Cuarteto, nada se agregó a mi conocimiento de la teoría de la relatividad, que es muy escaso… por no decir nulo. En cambio, mi entusiasmo por la obra de Durrell creció exponencialmente.

Las cuatro novelas narran, desde la perspectiva de otros tantos personajes, prácticamente el mismo periodo y los mismos acontecimientos. Sólo en Clea hay un desarrollo de la trama que abarca un periodo más largo que las otras novelas.

obras

La pluma creativa de Durrell hace que cada una resulte diferente, como si fuese una historia distinta la que se cuenta. La voz narrativa de los personajes, cargada de una espectacular riqueza interior, se funde imperceptiblemente con los recursos literarios formales y da al lector la impresión de acercarse, en cada volumen, a una historia nueva con los mismos protagonistas.

En diversos análisis de este cuarteto de novelas se ha señalado la viveza que logra Durrell en la descripción de la ciudad de Alejandría –lugar donde se desarrolla la trama– hasta convertirla en una protagonista más: sitio escurridizo y misterioso que no se deja atrapar.

La relación entre el narrador-escritor de la primera novela, Darley, con Justine, la protagonista, parece ser una analogía de la mirada occidental de aquél frente a los enigmas de la cultura árabe: “lo que me hechizaba era la ilusión de que tal vez podría llegar a saber cómo era de verdad”, dice el narrador de su amante, y al igual que Justine, parece que la ciudad se resiste a ser descifrada por los ojos extranjeros de Darley, visto que muchas de sus percepciones quedan exhibidas como simples, incompletas o ajenas si se confrontan con la capacidad natural de Clea o Balthazar para escudriñar su esencia misteriosa.

Esta naturaleza huidiza proviene en parte de su complejidad, semejante a la de Justine, descrita por Darley como “una hija auténtica de Alejandría, es decir, ni griega, ni siria, ni egipcia, sino un híbrido, una ensambladura”.

Sin duda las relecturas de este conjunto maravilloso son siempre aleccionadoras y sorprendentes. Cuánta razón les asiste a los críticos cuando aseguran que Durrell ofreció a sus lectores cinco libros: cada una de las novelas, que pueden no depender una de otra, y las cuatro que, en conjunto, son una obra aparte.

La primera lectura me impactó con el trabajo formal del género, la meticulosidad con que se desarrollan las cuatro historias y los abundantes recursos que puso de manifiesto Durrell para hacer cuatro libros diferentes a partir del mismo argumento.

En El libro negro, la biografía publicada por Gordon Bowker en 1966, este escritor nos describe, con una espléndida metáfora, lo que cree fue el secreto del oficio de Durrell: “Un ataque, con los puños desnudos, a la literatura”.

Durrel
Imagen: Newsweek.

En una segunda lectura del Cuarteto, después de haber dejado reposar los libros unos diez años, mi interés se centró en los personajes y cómo en cada libro se agregan pinceladas que no modifican el retrato original sino sólo lo hacen más complejo.

Protagonistas como Melissa, la prostituta griega enamorada de Darley y quien mejor describe la relación amorosa del escritor con Justine. Clea, enigmática y sabia. Balthazar, más enterado que un narrador omnipresente. Nessim, poderoso y débil al mismo tiempo. Incluso personajes secundarios como el barbero Mnemjian, el sirviente Hamid, Pombal, Leila, Scobie, Naruz y Capodistria, tienen un encanto irresistible.

Balthazar es mi preferida, por la enorme riqueza del lenguaje con que Durrell dotó a su personaje, lo cual es, me queda claro, una afirmación osada. Pero siempre me pareció que Balthazar, el personaje que da nombre a la segunda novela, más que médico –que tal es su oficio en la historia– es más semejante a los druidas galos, poseedor de una sabiduría casi mágica que le permite ser condescendiente con los actos más siniestros o más sublimes de los humanos y dueño también de una serenidad que trasciende las emociones que insuflan vida a los actores con los que convive y que, sin embargo, forman parte irremplazable de su propia vida, emociones que él explica puntualmente: “la etiología del amor y la locura son idénticas, sólo es cuestión de grado”. Porque, al final, parece flotar siempre sobre los personajes la ambición febril por explicar intelectual o emotivamente el amor.

Espero poder robarle tiempo al tiempo para concluir una sosegada tercera lectura del Cuarteto, como un tributo al ya más que centenario escritor, porque cada lectura es, como decía Henry Miller, contemporáneo y amigo de Durrell, la historia del lector y no la del escritor, pues ellos ya han hecho su parte y no esperan ser juzgados.

Juego de ojos.


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La moral en tiempos de malas costumbres

Lectura: 3 minutos

La moral es cosa de costumbres, según el diccionario de Nebrija, de 1495. Parecería que, cuando aludimos a la palabra “moral”, apelamos a una especie de tribunal inexistente pero superlativo, que se encarga de juzgar las acciones, inclusive las de los personajes públicos que, a través de actos oscuros, logran que la balanza de la opinión se incline a su favor. Secretamente, todos aspiramos, alguna vez, a la existencia de ese tribunal que puede, eventualmente, exonerarnos o darnos una especie de razón histórica, aún cuando todos, en nuestro entorno social, parecen reprobarnos. Y así, algunos esperamos que el ángel de la historia, (así es, esa impactante figura benjaminiana) se encargue de barrer a quienes cometen errores garrafales, que afectan a millones, aunque en su tiempo, sus contemporáneos parezcan no sólo no juzgarlos, sino incluso, aplaudirlos.

En ausencia de este tribunal de justicia superior, sucede que generamos instituciones, y que esas instituciones tienen como cometido gestionar los recursos, comportamientos, relaciones de los individuos que componen una sociedad. En su etimología, la palabra institución implica estar, colocarse, ser estable. Las instituciones se crean con una finalidad y para resolver o gestionar problemáticas concretas. Al regular comportamientos, las instituciones funcionan conforme a la experiencia colectiva, lo cual no sólo está en su génesis sino en su conceptualización histórica. “Durkheim concibe a las instituciones como hechos sociales, esto es, como aspectos de la experiencia colectiva que se materializan en una multiplicidad de formas e instancias: el Estado; la familia; el derecho a la propiedad; el contrato; las tradiciones culturales, políticas y religiosas, etc.” (Brismat, “Instituciones: una mirada general a su historia conceptual”.)

instituciones y control
Imagen: Foreing Policy.

Las instituciones deben trascender la voluntad individual, es decir, que su vocación reguladora e, incluso, coercitiva, por tanto, no permite pensar que estén al arbitrio de o para cumplir los deseos de una persona o un grupo con intereses específicos. En este sentido, es enorme la preocupación que despierta la retractación de la Auditoría Superior de la Federación, después de la reacción pueril de Andrés Manuel López Obrador al conocer las cifras –devastadoras para él, sin duda– que incriminan a su administración respecto del ejercicio de recursos en diversas áreas, no solamente respecto de los costos de la cancelación del proyecto del NAIM, sino que hay que revisar también las cifras que tímidamente han salido en diversas notas sobre las observaciones realizadas por la ASF al ejercicio de la Secretaría de Cultura Federal, por ejemplo.

No sólo preocupa que se ponga en entredicho el informe de la ASF; el asunto de fondo es que no hay quien ponga cortapisas a quien se dice paladín de la moral y de la democracia. Esto se hace todavía más complejo si se piensa a la luz de la coyuntura del análisis que el presidente hizo con su gabinete acerca de la supresión de los organismos autónomos.

La moral es cosa de costumbres, decíamos. Las instituciones participan, como es evidente, en el dinamismo de una sociedad. No son eternas, ciertamente, ni inmutables, pues son hechas por individuos y responden a necesidades históricas. Las instituciones brindan certezas y asideros, pautas y marcos para actuar, a la vez que ellas mismas desarrollan agencia. Pero, cuando una institución pierde credibilidad o es desacreditada, se asesta un golpe a ese edificio que marca los límites y se abre la puerta a la expresión del autoritarismo en pleno. Si las instituciones son amordazadas o vulneradas y dejan de funcionar como contrapeso, caminamos inexorablemente a la imposición de una sola voluntad.


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