Vida y Cultura

Los primeros 50: escalafón de La Plaza México en 75 años

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En 75 años de historia de La Plaza México, es imposible designar al torero más importante de ese tramo y por ello acudo a los números de actuaciones que reflejan el interés del cónclave y en ese escalafón en los primeros 50; el número uno es Manolo Martínez con 91, pero además es también el primero en trofeos máximos, con 10 rabos en su trayectoria.

En faenas de dos trofeos Jorge Gutiérrez y Manolo Martínez comparten el primer sitio con 17 veces.

Las cifras fueron calculadas gracias al trabajo acucioso de quien fuera presidente de Bibliófilos Taurinos de México –a la que orgullosamente pertenecí y estoy en sabático–, Humberto Ruíz Prado; hijo de mi querido Humberto Ruíz Quiroz y en gran parte al trabajo estadístico de mi querido tocayo, ya en la Gloria, Luis Ruíz Quiroz, su recordado tío.

Le sigue Jorge Gutiérrez con 86 corridas y protagonista en los noventa de grandes rivalidades principalmente con David Silveti, quien a su vez, con 28 actuaciones ocupa el lugar 27 en el escalafón y en el tercero se ubica Mariano Ramos con 84 corridas, que contendió en esa época con los dos anteriormente mencionados y también en los finales de los setenta y los ochenta, con Manolo, Curro Rivera y Eloy Cavazos, quien con 71 corridas ocupa el séptimo sitio.

En el cuarto sitio se encuentra El Zotoluco con 79 corridas y va por delante de Miguel Espinosa Armillita en el 5, con 78 corridas, y Curro Rivera con 77 corridas ocupa el sexto lugar, siendo el octavo Manolo Mejía quien renació después de la faena de Costurero de Garfias, el jueves 7 de octubre de 1993 –curiosamente actuando con Manuel Capetillo hijo– cuando el papá de Manuel ocupa el lugar 9 y fue denominado como el mejor muletero del mundo. Capetillo padre actuó en 50 festejos.

Los alternantes de Mejía en el jueves taurino lo fueron; además de Capetillo hijo, el torero a caballo Octavio Sánchez y Germán Garza.

El primero en el escalafón entre los toreros españoles es Enrique Ponce con 49 corridas y ocupando el lugar número 10 en La Plaza México.

El queridísimo Capea ocupa el 16 con 38 corridas, mismas que Manolo Arruza.

El Juli va en el 23 con 31 corridas; Manolo Dos Santos, el Lobo Portugués en 43 con 23; Sebastián Castella con 23 en el lugar 41, mismas que Juan Silveti; sorpresivamente el año pasado anunció su retiro de los ruedos el francés.

Eulalio López "Zotoluco"
Eulalio López “Zotoluco” (Fotografía: Plaza México).

En el 47 con 21 actuaciones Morante de la Puebla, mismas que Diego Silveti y Polo Casasola, El Conde y Alfredo Gutiérrez.

Manolete actúo tardes en La México, 9 ocasiones entre 1946 y 1947, la última el 2 de febrero de 1947 al lado de Silverio y en la despedida de los ruedos de David Liceaga con toros de Coaxamalucan (Tlaxcala).

Uno de los toreros españoles consentido de México, Paco Camino, alcanzó 10 corridas entre los sesenta y los setenta, siendo la última con Manolo y Eloy con toros de San Miguel de Mimiahuapan (Tlaxcala), el 1 de abril de 1978, y no ocupa un sitio entre los primeros cincuenta.

En resumen, entre los 50 que más han actuado en La México solamente seis son extranjeros; cuatro españoles, un francés y un portugués.

En rabos, el número uno entre los matadores a pie foráneos, es El Capea con tres.

El primero en los de a caballo, mexicanos y extranjeros, es Pablo Hermoso de Mendoza con cuatro.

Pablo Hermoso de Mendoza
Pablo Hermoso de Mendoza (Fotografía: El Sol de Toluca).

Los números son fríos y se pudieran aderezar con el número de trofeos que lograron, sin embargo, sirvan de base para que cada uno saque sus conclusiones, entendiendo que en gustos se rompen géneros y dependen de la época. Por ejemplo, la rivalidad del toreo de angustia, de Antonio Velázquez y Rafael Rodríguez en los cincuenta, llevó a Rafael al onceavo sitio en número de actuaciones con 47 y a Toño al lugar 18 con 35.

Alguna vez que entrevisté a Joselito Huerta en el cincuentenario de la Monumental y con el celo que tienen las figuras, cuando enfaticé que Manolo consiguió 10 rabos en su historia, comentó: “yo 8, pero con la mitad de festejos que Martínez”, Joselito ocupa el lugar 13 con 42 corridas, por cierto, un lugar arriba de Antonio Lomelín, con 40.

Eloy y Joselito comparten número de rabos en la espuerta.

Números que ubican, pero prefiero en lugar de inducir el que cada uno opine, aunque los del uno en el escalafón: Manolo Martínez; quien revela lo mucho que en La México representó para sus leales y todavía algunos le gritan “¡Manolo, Manolo y ya!”. Grito de guerra, que, al segundo del escalafón, Jorge Gutiérrez, alguna vez también lo auparon.

Sirvan pues las cifras puntuales de Humberto Ruíz Prado a los aficionados al toreo y agradecerle la atención de compartir tan valioso trabajo.


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Los mitos y las razones

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En 1968 el Apollo 8 invadió la órbita de la Luna, y por primera vez su tripulación fotografió a la Tierra. En ese momento el capitán de la nave, William Anders, en una transmisión en vivo por televisión, leyó los 10 primeros versos del libro del Génesis. Imaginemos ese momento, 5 millones de personas estaban siguiendo la transmisión, y vieron al planeta que habitamos, una esfera flotando en la oscuridad del Universo, y con la voz de Anders, “Hizo la luz, las aguas, la vida…”. Lo trascendental fue que Anders, para manifestar su emoción, y hacer entender a la humanidad el excepcional paso que habían logrado, eligiera un libro fundacional, la narración de un mito y desechara los argumentos tecnológicos y científicos.

Si en ese momento hubiese informado que estaban ahí porque el Apollo 8 tenía tal potencia y se trasladaba por las leyes de la física, etcétera, es decir, los argumentos científicos, los espectadores no habrían dimensionado lo que sucedía: a pesar de que la ciencia sabía cómo y por qué estaban en la órbita de la Luna, no tenían una explicación para lo que estaban viendo. Anders recurrió al mito del Génesis porque no podía explicar con certeza el porqué de ese Universo infinito que contemplaba, no sabía cómo ese portento podía existir. No lo sabemos. Es por eso que hemos inventado los mitos, y los hemos depositado en los libros, para que sigan existiendo. Los mitos no fueron creados, como dice el lugar común, porque “tuvimos miedo a los fenómenos naturales”, no, los mitos son para dar explicación a lo inexplicable. La urgencia de crear mitos nos arrastró a inventar la escritura, de buscar superficies y materiales para escribir, y desde esos primeros lenguajes y jeroglíficos, la humanidad no se ha detenido en registrar todo lo que sabemos. El miedo no crea, el miedo no inventa, al contrario, niega, oculta; nos mueve la admiración, habitamos en una obra tan grande, que no podemos discernir el porqué de su existencia y de la nuestra.

Los seres humanos somos hacedores de historias, y necesitamos ir más allá de la información, si nos dicen que el amor es consecuencia de la química del cerebro, buscamos más motivos, en el alma, en el espíritu. Esa entelequia, el espíritu, la creamos para decir que somos algo más que huesos, músculos y químicos en el cerebro, poseemos algo invisible, intangible.

En la medida en que las razones llegan, que la ciencia sabe un poco más, los mitos persisten, porque seguimos con muchas dudas. Es ahí en donde está nuestra vida espiritual, en la conciencia de nuestro ser ante las dudas y certezas, ante lo que no sabemos. Las religiones son instituciones, no son remansos espirituales. El espíritu está fuera de la estructura burocrática y legislativa religiosa, está en ese momento en que nos dimensionamos solos y efímeros en la eternidad del Universo.


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El final se acerca…

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La duración de la convivencia de una pareja no es necesariamente equivalente a la duración de su amor. Muchas veces el amor ha muerto y la pareja sigue arrastrando su cadáver. También observamos como espectadores el amanecer y el ocaso de las parejas de nuestros amigos, parientes, padres.

Es así como el sentimiento de fracaso en los proyectos amorosos salpica a los dos componentes de la pareja que se deshace; todos pierden en cierta medida, todos soñaron algún día con un amor que crecería o, al menos, se mantendría. Tienen que admitir que al final no pudieron con la empresa, y ¿qué hacen?, se inventan su propia historia para hacerla más digerible, elaborando teorías que dan sentido a sus conflictos, pero la realidad es que la conclusión final presenta más preguntas que respuestas, ya que muchas veces ninguno comprende bien qué es lo que se hizo mal. Pero lo que sí sabemos es que:

El tiempo deteriora la relación, luego se pierde la intimidad y, finalmente, el compromiso.

Si pudiéramos saber con mayor exactitud cuándo empieza el declive en una relación, si tuviéramos un “amorímetro” de alta tecnología que nos advirtiera cuándo una pareja comienza a deteriorarse, ¿tal vez nos iría mejor?

Existen muchas posibilidades de que no llegaríamos siquiera a reconocerlo.

Los continuos fracasos en las relaciones de pareja nos muestra que los procedimientos ensayo-error son los más utilizados y  a esto añadimos que los compromisos son cada vez más endebles a causa del temor a la ruptura, y si no se llega a entender bien una ruptura, es posible incurrir en los mismos errores en futuras relaciones.

abismo en una relación
Imagen: Lifeberrys.

¿Cómo es la crónica de la pendiente final?

*En algún momento de la relación, uno de los dos se va sintiendo incómodo.

*Seguido a esto, va creando su mundo privado para reflexionar sobre lo que le pasa, pero no comparte su preocupación, por lo que la intimidad y la preocupación en el otro se interrumpen.

*El iniciador que sabe que quiere terminar la relación, manifiesta públicamente su insatisfacción, mientras el otro piensa que el problema está en el iniciador y no en la relación.

*Comienzan enfrentamientos directos.

*Para el iniciador, éste ya es un punto de no retorno, mientras la pareja intenta cambiar de actitud y mejorar las cosas, el insatisfecho ya elabora su plan de escape.

*Al final, el equilibrio de poder en la relación se ha roto y el iniciador tiene un poder mucho mayor que el de su pareja, ya que la continuidad o ruptura de la pareja, depende exclusivamente de él.

*Aunque el sufrimiento de ambos puede ser equivalente, para el iniciador éste se ha dilatado en el tiempo, mientras que para el rechazado todo es muy reciente y puede estar desesperado.

*Por fin, el miembro rechazado tiene que redefinir la relación, descubrir las causas de las grietas que llevaron a la separación.

Por último, para que ocurra una reconciliación, la pareja no puede retornar a la situación anterior, sino que debería situarse en una transición hacia algo diferente.

pareja se acaba
Imagen: Medium.

Resumiendo:

Existen cuatro etapas finales que señalan la muerte de una relación:

1.Considerar que los problemas matrimoniales son muy graves.

2. Hablar parece inútil. Cada uno intenta solucionar los problemas a solas.

3. Empiezan a llevar vidas separadas.

4. Se sienten solos.

A veces en la última etapa se busca una aventura como síntoma de un matrimonio moribundo. Ésta no es la causa sino la consecuencia.

Contrario a lo que se piensa, las parejas generalmente no se divorcian  por “cosas o temas grandes” como por ejemplo: dinero, infidelidad, etc., sino porque estos cuatro ingredientes corrosivos van desgastando día a día la relación. Las parejas separadas sostienen que su matrimonio naufragó porque no se sentían amados y apreciados, y así se fueron distanciando poco a poco. Nuestro riesgo más grande en las relaciones no se encuentra tanto en lo que sabemos o vemos que estamos haciendo mal, sino en lo que no vemos, en nuestros puntos ciegos.

Tómate un instante para saber en dónde estás…


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Malcolm Lowry: ¡no vuelvo a beber mezcal con lava de volcán!

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Eres como el mezcal, nomás animas pero no ayudas.
Refrán mexicano.

Ninguna novela del siglo XX refleja mejor el descenso al infierno de la mano del alcohol como Bajo el Volcán (1947), reescrita infinidad de veces durante diez años por su sufrido autor y donde, ¡claro!, México es el ambiente perfecto que cobija la espeluznante caída en desgraciada de su protagonista.

Se trata de una novela compleja y difícil de leer, por lo que ha tenido más comentaristas que lectores. Aun así, su autor, el inglés Malcolm Lowry, se manifiesta como uno de los pocos escritores que supo darle a su agonía etílica una fuerza poética al ver entre el alcohol y la escritura una correspondencia casi chamánica, llena de coincidencias misteriosas:

“Bajo la influencia del mezcal —escribió—, aquellos que en la vida normal son los mejores amigos harán lo posible por asesinarse uno al otro; pero una amistad nacida del mezcal, lo sobrevive, sobrevivirá a cualquier cosa.”

Hijo de un acaudalado magnate de la industria algodonera (puritano y abstemio terco, un pesado), Malcolm fue un niño gordo, torpe y mimado. Pero al terminar la preparatoria puso como condición que si lo querían ver entrar a la Universidad de Cambridge lo debían dejar hacer un viaje como cualquier otra persona de a pie, sin lujos.

Para darle realismo a su aventura se reclutó a bordo de la fragata S.S. Phyrrhus en una travesía de seis meses por los mares de oriente. El día que zarpó, Malcolm llegó al muelle a bordo de la limusina Roll Royce de papá. Cuestión de imaginar la burla de la curtida pandilla marinera cuando vieron subir a bordo a un señorito rechoncho con su maleta y un instrumento un tanto ridículo al hombro: su inseparable ukulele, con el que componía foxtrots y charlestones.

Malcolm Lowry
Malcolm Lowry, poeta, novelista y cuentista inglés (Imagen: Zenda Libros).

Sin embargo, Malcolm no tardó en sorprenderlos: el chico bebía como náufrago y era poseedor de un aguante de fondo, por lo que comenzó a tumbarlos uno a uno. De esta experiencia, descrita en su libro Ultramarina (1933), obtuvo la sabiduría que le dio una sífilis galopante que cauterizó a tiempo y el certificado que lo avalaría el resto de sus días como un chupador democrático, pues el joven ukulelista bebía desde un finísimo Château Lafite Rothschild hasta tónico para el cabello (sin soda, por favor).

En la universidad Malcolm fue aplaudido como golfista (ganó varios torneos), un nadador imbatible (como su padre), nene maravilla en el pingpong, popular animador de fiestas con su alegre ukulele y un chico con un don especial para vaciar garrafas y garrafas, pero nunca como buen estudiante. A pesar de todo jamás se pudo negar su enorme talento y sensibilidad para la poesía y la escritura.

En ese tiempo sufrió un hecho que lo marcó profundamente: su compañero de cuarto, Paul Frite, estaba enamorado de él y al no ser correspondido se suicidó. Malcolm se responsabilizó de su muerte y el trauma, según sus biógrafos (que por cierto dos de ellos se suicidaron), le aguzó su obsesión por el alcohol. Durante toda su vida Malcolm ejerció una gran atracción sobre los homosexuales, hecho que su primera esposa, Jan Gabrial, no soportaba y de alguna manera se lo hacía saber a base de floreros y ceniceros que volaban en dirección de la cabeza del escritor en ciernes.

No obstante, las juergas del carismático y talentoso joven, promesa literaria, comenzaron a dejar de ser diversión: a los 27 años fue ingresado al hospital psiquiátrico de Bellevue a causa del exceso de trago y comportamiento errático. El vuelo al averno había comenzado.

Sería México el escenario mágico-infernal donde Lowry encuentra el nutrimiento etílico perfecto para su imaginación:

“(…) arena secular de conflictos raciales y políticos (…), donde un pintoresco pueblo indígena genial profesa una religión que podemos describir como de la muerte (…). Podemos considerarlo como un mundo mismo, o un jardín del Edén (…). Es paradisíaco; es indiscutiblemente infernal. Es México el lugar del pulque y de las chinches”.

Malcolm Lowry
Malcolm Lowry en una imagen de “Volcano: An inquiry into the Life of Malcolm Lowry”, John Springer Collection Corbis via Getty Images (tomado de El País).

Para darle un toque pesadillesco, Lowry llegó a nuestro país el Día de Muertos de 1936. Inmediatamente se identificó con el ethos mezcalero de esta tierra de extremos surrealistas (en una carta cuenta su encuentro con una mujer indígena jugando dominó con una gallina) y la afición de un pueblo que espera la muerte como los aztecas: bailando rocanrol a todo trapo.

La ironía hiriente de ese México lleno de contradicciones se le mete en la piel y le inspira comentarios sublimes como: “¿Qué belleza se puede comparar a la de una cantina en las primeras horas de la mañana?”. ¡Óle!

Durante los veinte meses que vivió en Cuernavaca con su primera esposa (noviembre 1936-junio 1938), Lowry no dejó de aprender sobre la maravillosa y excéntrica historia del país, y lo vemos en la novela, donde hay referencias al pasado precortesiano, al porfiriato, a la recién finalizada Revolución mexicana y a la expropiación petrolera, con la que el escritor inglés se solidarizaba:

“Gustaba de la comida mexicana; empero, curiosamente, en ningún pasaje de la novela habla de las botanas de las cantinas. Son las bebidas alcohólicas las que acapararon su atención; su leyenda está íntimamente ligada al mezcal. Alababa la belleza de la raza de bronce, en particular la de sus niños; encontraba a los indígenas dignos de admiración, al tiempo que advertía su pobreza, cometa”, narra el periodista Carlos Paul (aquí). Cosa curiosa, Lowry nunca se interesó ni en la literatura, ni en la pintura mexicana, y menos en sus  autores.

Ya afincados en Cuernavaca (calle Humboldt), su esposa Jan comenzó a racionarle el alcohol a un litro al día. Pero al mes Malcolm deja la dieta y comienza el trajín de sus frecuentes “paseítos”, como él los llamaba, expediciones etílicas donde desaparecía por días sin saberse su paradero. Jan le pone un ultimátum: la bebida o yo… Risas. No hace falta decir la decisión de Lowry. Ella lo abandona, no sin antes sorrajarle nuevamente en la cabeza el florero en turno y de pasada embarrarle en la cara el amante que ya traía de tiempo atrás (cierto, la dama era más fácil que conquistar Polonia).

Solo y abandonado a su suerte, Lowry le da un empujón a su llameante aventura yéndose nada menos que a la cuna del mezcal y la hechicería milenaria: Oaxaca. Se ha hablado y comentado mucho de las andanzas borrachas en solitario de Lowry por aquellas tierras, en donde deambuló por las calles sucio, enajenado, con la mirada ensatanada, como quien busca un cielo perdido. Al verlo las autoridades lo primero que les vino a la cabeza fue “¡un comunista!”, la amenaza de moda. Así que lo refunden tras las rejas, donde pasa navidad con una temblorina de maraca epiléptica y tratando de evitar, como le escribe a un amigo, “ser castrado por los colegas de celda”.

Malcolm Lowry
Imagen: Wikimedia.

Una vez más el padre tuvo que salir al rescate y lo saca de la cárcel y del país, si bien en calidad de deportado. De México pasa a Estados Unidos de donde también lo deportan por malportadés, por lo que termina en Canadá.

Para cuando se casa por segunda ocasión, en 1940, con Margerie Bonner, actriz y escritora, ángel protector cuyo soporte y consejos fueron clave para que Bajo el Volcán viera la luz, la preocupante autodestrucción de Malcolm comenzaba a mostrar tanto inclinaciones suicidas como criminales (trató de estrangular a Margerie en dos ocasiones). Para 1949 su dosis etílica era la increíble cantidad de tres litros de vino y dos de ron al día… ¡qué aguante!

Finalmente, el 26 de junio de 1957, después de otra riña violenta, Malcolm rompe una botella de ginebra y corretea a su esposa con la finalidad de degollarla. Margarie logra huir (no sin antes ser mordida en la calle por un perro feroz que le dejó graves heridas). Esa noche no regresó y el escritor, que no recordaba nada de lo sucedido, se hizo un coctelín de ginebra y barbitúricos, ahogándose más tarde en su propio vómito. Muere a los 48 años.

Malcolm Lowry y su esposa Margerie Bonner Lowry
Malcolm Lowry y su esposa Margerie Bonner Lowry (Fotografía: book flight).

Eso sí, le dio tiempo para escribir su epitafio:

Malcolm Lowry
Difunto de Bowery
Su prosa era florida
Y a veces reñía
Vivió de noche
Bebió de día
Y murió tocando el ukulele.

Genio mal entendido de la literatura, Lowry provocó que muchos grandes escritores vinieran a conocer México para tratar de perderse en su mágica catástrofe. Uno de ellos fue García Márquez, quien era parte de esos seguidores del autor de Bajo el volcán que componían casi una secta:

“El autor de Cien años de soledad obtuvo de alguna manera influencia narrativa derivada de la obra de Malcolm Lowry, específicamente en elaboración de tramas, escenas o personajes de Macondo. Y la inquietud viene indudablemente de que este autor inglés influyó en muchos de los novelistas latinoamericanos y españoles, y hoy sigue siendo indiscutiblemente uno de los grandes escritores del siglo XX” (leer aquí).

Enrique Vila-Matas comentó en alguna ocasión: “Lowry escribía para no beber del mismo modo que bebía para no escribir”.

Moraleja: ¡no le sirvan otra!


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En defensa del periodismo

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En memoria de José Antonio Meyer.
Notable académico. Amigo entrañable.

Nada hay tan poderoso como una idea cuyo tiempo ha llegado, dice la sentencia que nos legó el gran Víctor Hugo. En un memorable ensayo de 1938, Archibald MacLeish habla de cómo la poesía y la revolución política encuentran terreno común en un mundo cambiante. En 1949, Peter Hinzen inició su ensayo sobre el rearme moral con la reflexión de que “el mundo nunca conoció un ritmo tan acelerado como el actual. Y este ritmo se vuelve cada año más veloz. No conseguimos mantenernos al tanto. A menudo queremos escapar del exceso de publicaciones que continuamente nos causan impacto, pero no es posible. Tampoco logramos protegernos de las contradicciones del mundo moderno. Todo esto nos hace sentirnos inseguros y amenazados”.

Ante el cambio, espíritu abierto. Las líneas Maginot (mentales) del statu quo, las murallas chinas (mentales) del establishment y los muros de Berlín (mentales) del no se vale, sólo tranquilizan a la clase política que tan bien caracterizó Jesús Hernández Toyo. Entiéndase por “clase política” a la que tiene un grado de representación: la empresarial, la eclesial, la sindical, la electoral y la burocrática.

Uno de los “muros” edificados por esa clase tiene que ver con el rol de los medios de comunicación. Culpar al mensajero es un cómodo ejercicio. Preocupa registrar que en el discurso público cotidiano hay un lavamanos de fallas propias y un traslado de responsabilidad a los medios que no ayudan, que no están con los buenos.

“Si lo que publico es información de la carpa es porque el circo, con pésimos actores, está ahí en la realidad”, dice un personaje de Gore Vidal en Los años dorados. A fines de los treinta, el semanario Rotofoto publicó en portada una imagen de Vicente Lombardo Toledano (el demócrata) con el brazo derecho extendido, la palma hacia la cámara, y la leyenda: “El licenciado Lombardo Toledano intenta detener la circulación de Rotofoto”. Unos días después, huestes de la CTM, en legítima defensa de la clase trabajadora, destruyeron el taller en donde se imprimía la revista.

periodismo rotofoto
Imagen: Arizona-edu.

La mano extendida de Lombardo es hoy una metáfora que aplica a la relación entre [casi todos] los medios y el Estado mexicano, aunque no es privativa de la atribulada nación. En Rusia –antigua URSS– la prensa y la televisión son chivos expiatorios. En Estados Unidos la clase política cree que no ha logrado instaurar la felicidad universal a causa de las injustas críticas impresas y radiadas. John F. Kennedy (el demócrata) exigió a una convención de editores en 1961 una mayor “dosis de patriotismo” a la hora de ir a prensas.

Hace 300 años el Parlamento inglés prohibió a los gacetilleros transcribir sus sesiones. A mediados del siglo XVIII, en la naciente república del norte, las tensiones entre la política y la prensa eran de tal magnitud que Benjamín Franklin publicó en The Pennsylvania Gazette el 27 de mayo de 1731, An Apology for Printers (En defensa de los impresores –hoy periodistas–), proclama que por su ejemplaridad y vigencia a continuación reproduzco en sus partes centrales:


“Por ser frecuentemente censurado y condenado por diferentes personas al publicar cosas que según ellos no deben ser difundidas, he considerado en algunas ocasiones ofrecer una defensa y publicarla una vez al año para que se lea en todas esas ocasiones. […] Les pido a todos los que están enojados conmigo por las publicaciones que no les agradan, que consideren detenidamente estos detalles:

Las opiniones de los hombres son tan variadas como sus rostros; una observación bastante general como para ser un proverbio: hay tantos hombres como ideas.
El negocio del periodista tiene que ver sobre todo con la opinión de los hombres; la mayoría de las publicaciones tienden a promover a algunos y oponerse a otros.
He ahí la peculiar desdicha de este negocio. Los editores apenas pueden ganarse la vida con una actividad que probablemente no ofenda a algunos o quizás ofenda a muchos, mientras que el herrero, el zapatero, el carpintero, o el hombre de cualquier otro oficio puede trabajar de modo indiferente para personas de cualquier religión sin provocar ofensa alguna: el comerciante puede comprar y vender a los judíos, a los turcos, a los herejes e infieles de todo tipo y obtener dinero de ellos, sin ofender de modo alguno al más ortodoxo, o sufrir censuras u hostilidades.
Es tan ilógico para cualquier hombre o grupo de hombres, esperar sentirse satisfecho con todo lo que se publica, como pensar que nadie debe sentirse satisfecho sino el que lo imprime.
Los editores son formados en la creencia que cuando los hombres difieren en sus opiniones, ambas partes deben tener la misma oportunidad de ser escuchados, y que cuando la verdad y el error están en igualdad de condiciones, la primera es siempre superior al segundo […].
No es razonable pensar que los editores deban aprobar cada cosa que publican, y por lo tanto censurarlos por cualquiera de esas cosas […] Del mismo modo es ilógico lo que algunas personas afirman, que los editores sólo deberían publicar lo que ellos aprueban, ya que si se tomara tal resolución, y se pusiera en práctica, sería el fin de la libertad de escribir y el mundo no tendría nada que leer, salvo la opinión del editor […].

defensa del periodismo
Imagen: Medium.

[Sin embargo] los editores continuamente rechazan buen número de cosas malas […]. Yo mismo me he negado a publicar lo que justifique el vicio o promueva la inmoralidad, aunque dando satisfacción al gusto corrupto de la mayoría, pude haber ganado mucho dinero.

También me he negado a publicar algo que pueda causar daño real a cualquier persona, sin importar cuánto me hayan tentado con ofertas de buena paga, y sin importar cuánta enemistad me he ganado con aquellos que me hubieran podido contratar.

Muchos hoy me ven con resentimiento por haberme negado a publicar sus reflexiones personales o partidistas. En este asunto he hecho muchos enemigos, y la fatiga constante de negarme a sus peticiones es casi insoportable. Sin embargo, el público que no está al tanto de todo esto, cuando el pobre editor llega a hacer algo, ya sea por  ignorancia o persuasión, que amerite ser culpado, no lo recibe con solidaridad o aceptación, como si no hubiera mérito alguno en su trabajo.

periodismo
Imagen: Douglas Jones.

Concluyo con una fábula: Un hombre justo y su hijo viajaban al mercado de la ciudad para vender un asno. El camino estaba en malas condiciones, por lo que el señor iba montado en el asno pero su hijo marchaba a pie. El primer viajero que encontraron en el camino le preguntó al señor si no se avergonzaba de ir cabalgando y hacer sufrir al pobre chico caminando en el lodo; esto lo hizo subir al chico en la montura con él. No habían andado mucho cuando se encontraron con otro viajero que les dijo que eran dos tontos malagradecidos por montarse sobre aquel pobre asno en un camino tan malo. Después de esto el señor se bajó y dejó a su hijo cabalgar solo. El siguiente viajero que encontraron le dijo al chico que era un desvergonzado ventajoso por cabalgar de ese modo, y dejar a su padre andar a pie, y dijo además que el señor era un tonto por permitirlo. Entonces el señor le pidió a su hijo que se bajara y que caminaran juntos, y así continuaron hasta que encontraron a otro viajero que los llamó imbéciles por ir los dos caminando en un camino tan malo cuando llevaban con ellos un asno que podían montar. El señor ya no pudo más y le dijo a su hijo: ‘Hijo, siento mucho que no podamos complacer a todas estas personas. Lanzaremos al asno por el próximo puente y ya no nos causará más problemas.’

Si el señor hubiera llevado a cabo su decisión, probablemente lo hubieran llamado tonto por molestarse con las diferentes opiniones de aquellos que alegremente lo criticaban. Por tanto, aunque creo tener un carácter tan amable como el suyo, no pretendo imitarlo. Si bien respeto la variedad de temperamentos entre los hombres, y lejos estoy de tener la esperanza de complacer a todo mundo, aún así no dejaré de publicar. Continuaré mi negocio. No quemaré mi imprenta ni fundiré mis tipos”.

Juego de ojos.


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Propiedad de la Nación

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Indignados y ofendidos, el melodrama nacional sigue en su escenario mediático. La subasta de piezas arqueológicas “de pueblos originarios” de México, que se va a realizar en Francia por la casa de subastas Christie’s, es el pretexto para exhibir la demagógica administración de la cultura. Cuidando el patriotismo mientras el arte y la cultura padecen las penurias económicas impuestas por la Trasformación.

Supongamos que traen esas piezas arqueológicas de regreso a estas tierras Transformadas en sin recursos y en crisis, ¿qué van hacer con ellas? ¿Las van a llevar a los museos a los que recortaron el 75 por ciento del presupuesto para operar? ¿Las van a meter en una bodega de esas en las que los inventarios nunca están actualizados porque no hay dinero y menos ahora sin computadoras y sin personal? ¿Se las van a llevar de decoración a Palacio Nacional?

Hablemos de las piezas, son extraordinarias, la máscara de Teotihuacán se atribuye a la imagen de Huehuetéotl, Dios del Fuego, y perteneció al art dealer y coleccionista Pierre Matisse, hijo del pintor impresionista Henry Matisse, la adquirió en 1938. La máscara se estima que alcance entre los 450 mil y 650 mil dólares. El resto de las piezas proviene de distintas colecciones, como la de Emile Deletaille, galerista y coleccionista de Bélgica. Entre las piezas está una escultura en barro de Veracruz, se estima que alcance los 900 mil euros, o 1 millón 83 mil dólares. La galería “Emile Deletaille” está especializada en arte precolombino, africano e islámico, existe desde 1964, y desde entonces vende este tipo de piezas. Eso significa que el arte precolombino es muy valioso y es un gran negocio, por eso las instituciones deberían cuidar nuestros museos y zonas arqueológicas.

diosa Cihuateotl
Estatua de la diosa Cihuateotl, perteneciente a la cultura totonaca y encontrada en El Zapotal, Veracruz.

Es predecible la rapiña y la destrucción de piezas artísticas mayas con la construcción del Tren, ese que va a Transformar la selva en inmensas zonas de suciedad como las estaciones del metro de la Ciudad de México, y cuando vean piezas mayas en subasta, otra vez, se van a hacer los dignos, y las van a exigir. El inventario de arte sacro nunca lo terminaron y no existe un inventario de arte prehispánico actualizado.

En esta ocasión son 40 lotes, en 2019 hubo otra subasta y vendieron 1 millón 40 mil dólares, no pueden “exigir” que no se hagan las subastas, lo saben, sus reclamos son únicamente propaganda. Es terrible decirlo, pero es preferible que esas piezas estén en una colección privada o institucional que las cuide y las aprecie, en salas debidamente climatizadas y vigiladas, con programas de estudio.

La solución no es reclamar, eso no cuesta nada, lo hacen por Twitter, como todas sus acciones, la solución es que las compren, pueden ofrecer un precio y evitar que salgan a subasta. Con el trofeo en casa se hacen la foto. La otra solución es que si los bienes de la Nación son “inalienables e imprescriptibles” los preserven invirtiendo en sus museos y zonas arqueológicas y aceptando que el progreso no sólo está en plantas petroleras, está en el arte y la cultura, que tanto han deteriorado en estos pocos años.


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La Costa Brava: refugio de artistas

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La zona costera de Cataluña que va desde la localidad de Blanes hasta el pequeño pueblo de Portbou, junto a la frontera con Francia, recibe el nombre de Costa Brava,  por su paisaje escarpado y agreste. Desde hace décadas es un destino turístico muy importante, caracterizado por sus bosques en primera línea de mar y por el “Camino de Ronda”, un sendero que recorre todo este litoral. Localidades, como los anteriormente citados y otros como: Tossa de Mar, Lloret de Mar, Sant Feliu de Guixols, Cadaqués, Palafrugell, Platja d’Aro, Palamós o Roses, son lugares que se han hecho famosos en buena parte del mundo.

Situada en el noreste de la península ibérica, en la provincia de Girona, ha visto a numerosos pueblos. Los íberos estaban asentados en este territorio –se conservan vestigios en Ulastret y Lloret de Mar– cuando los griegos llegaron en el siglo VI a.C. y fundaron la colonia de Empúries; tres siglos después llegaron los romanos. En el siglo VIII d.C. los musulmanes conquistaron buena parte de la zona, pero a mediados del siglo IX, Carlomagno la reconquistó. Unos cuantos siglos después, la Costa Brava fue escenario de batallas contra las tropas de Napoleón. Poco antes del asedio francés de la ciudad de Girona, capital de la provincia homónima, que duró de mayo a diciembre de 1809, desembarcó en Roses el mítico capitán de navío inglés, Lord Thomas Cochrane, en  noviembre de 1808. Durante cuatro semanas y con muchos menos hombres, resistió el avance de las tropas napoleónicas en el Castillo de la Trinidad. Finalmente, se retiró con sus tropas al barco, volando por los aires la fortaleza.

En este artículo quiero centrarme en los numerosos artistas que hicieron famoso este territorio o que vinieron para poder inspirarse. El pintor Marc Chagall, el escritor Truman Capote o artistas de cine como Ava Gardner, Elizabeth Taylor o Kirk Douglas, quienes rodaron diversas películas aquí. Pero sin duda, no hay que olvidar, a dos artistas autóctonos que dieron fama a la Costa Brava: Salvador Dalí y el escritor y periodista Josep Pla.

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Dalí en su casa de Cadaqués (Imagen: Museus Salvador Dalí).

El pintor surrealista era oriundo de la ciudad de Figueres, pero su familia tenía una casa de verano en el pequeño pueblo costero de Cadaqués, en la zona de Portlligat; donde Dalí pasó largas temporadas junto con su pareja y musa Gala. En el transcurso de esa época, la imagen del pintor empezó a estar ligada a la Costa Brava, sobre todo por los numerosos reportajes que le hacían las televisiones nacionales y extranjeras. En su juventud, sus grandes amigos Federico García Lorca y Luis Buñuel habían ido con él a la localidad. A partir de la década de 1950, fueron muchas las personas que empezaron a visitar al pintor en su casa: el artista y ajedrecista Marcel Duchamp –le gustó tanto Cadaqués que se compró una casa–, el fotógrafo Man Ray, los pintores Pablo Picasso, Joan Miró, Richard Hamilton, Maurice Boitel y Joan-Josep Tharrats, quien publicó un libro en 1981, titulado Cent anys de pintura en Cadaquès, (1981). Tharrats afirmó: “Cadaqués es el pueblo con más pintores por metro cuadrado del mundo”.

Josep Pla (1897-1981) es otro personaje que resulta imposible no relacionarlo con la Costa Brava. Este escritor y periodista es considerado el literato más importante de la literatura catalana del siglo XX. Al igual que Dalí, era de la zona del Empordà, la parte norte de la Costa Brava, concretamente del pueblo de Palafrugell. Pla destacó en numerosos campos como el periodístico, la narrativa y la biografía. Su dietario publicado en 1966 con el título de El quadern gris, es quizá su obra magna. Pero este prolífico autor también se destacó en los relatos de viajes y en el ensayo antropológico y costumbrista; teniendo una obra considerable sobre lugares de la Costa Brava: Guía de la Costa Brava (1941), la cual publicó de nuevo en 1976 en catalán, como parte de sus obras completas; Cadaquès (1947) y el libro sobre la gastronomía Empordà: El que hem menjat (1972). Pla y Dalí habían sido amigos en su juventud, aunque se distanciaron un largo periodo, reanudaron su amistad en 1970, elaborando juntos la obra bibliófila Obres de Museu (1981).

Tossa de Mar
Tossa de Mar (La Vanguardia).

Otro lugar donde acudieron muchos pintores fue la pequeña localidad de Tossa de Mar, desde la segunda mitad del siglo XIX hasta mediados de los años 30 del siglo XX. Era un pequeño pueblo de pescadores con una espectacular ciudad medieval amurallada que tenía vistas al Mediterráneo con una luz muy peculiar que llamó la atención a pintores como Jaume Villalonga (1861-1904), Joan Bull (1863-1912), Rafael Benet (1889-1979); pero también a artistas extranjeros como la georgiana Olga Sacharoff (1889-1967), André Masson (1896-1987) o Marc Chagall (1887-1985); el pintor de origen bielorruso pasó algunas temporadas en el pueblo durante la década de 1930, calificando a Tossa de Mar como “Paraíso Azul“. En el Museo Municipal de Tossa, se pueden ver obras de estos artistas: El violinista celeste, del propio Chagall, o La inglesa de George Kars, uno de los fundadores de este museo. 

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El violinista celeste” de Marc Chagall, 1934, en Tossa de Mar.

El estallido de la Guerra Civil Española en verano de 1936, provocó que muchos artistas abandonasen el país. Años después, a principios de los años 50, fue la industria cinematográfica estadounidense la que empezó a sentir interés por la Costa Brava.  Buñuel y Dalí habían realizado sus filmes surrealistas en este territorio: Un perro andaluz (1928) y La Edad de oro (1930); pero en la década de 1950, grandes cineastas y actores empezaron a llegar a la zona. En aquel momento, España vivía una dura postguerra y los productores podían encontrar un lugar poco masificado y alejado del turismo de masas y mucho más barato.

Una de las primeras películas estadounidenses que se rodó en la Costa Brava, fue Pandora and the flying Dutchman, dirigida por Albert Lewin y protagonizada por James Mason, Ava Gardner y Nigel Patrick. La película era un drama romántico basado en la leyenda del “holandés errante”, que se rodó en las localidades de Tossa de Mar –aunque en la película el pueblo recibe el nombre de Esperanza–, Palamós y S’Agaró. Pero lo que dio fama a la película fue los problemas sentimentales de Ava Gardner con su marido Frank Sinatra. Éste creyó que la actriz tenía un romance con el torero y actor Mario Cabré, quien actuaba en la película, por lo que fue rápidamente al rodaje para comprobarlo. Años después, a la actriz le erigieron una estatua en Tossa.

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Ava Gardner y Frank Sinatra en Tossa (tomada de: El Cinefil).

Siguieron otros largometrajes notables como: Mr. Arkadin (1955) de Orson Welles, The Spanish Gardener (1956), Chase a Crokked Shadow (1958) de Michael Anderson y Suddenly, Last Summer (1959), una polémica película dirigida por Joseph L. Mankiewicz, basada en una obra de Tennessee Williams y protagonizada por Katharine Hepburn, Elizabeth Taylor y Montgomery Clifft. Otra película fue Nicholas and Alexandra (1971) de Franklin J. Schaffner, “El Hostal de la Gavina”, un hotel de lujo situado en S’Agaró, se convirtió en el lugar donde iban todas las estrellas internacionales cuando visitaban la Costa Brava.

Hasta principios de los años 70 siguieron realizándose numerosas películas, incluyendo algunas adaptaciones de obras de Julio Verne como: Mysterious island (1961) de Cy Endfield o The Light at the Edge of the World (1971), protagonizada por Kirk Douglas y Yul Brynner. También numerosos directores españoles rodaron películas en la Costa Brava: Gonzalo Suárez, Jaime Camino, Juan Antonio Bardem o Josep María Forn.

Muchos escritores encontraron un lugar para vivir o inspirarse en la Costa Brava. El mítico Truman Capote estuvo tres veranos seguidos (1960, 1961 y 1962), en Palamós, donde acabó escribiendo la que se considera su obra maestra: In Cold Blood (1965).  El británico Tom Sharpe (1928-2013), autor de la saga de novelas de Wilt, pasó muchos años en la localidad de Llafranc, en Palafrugell. Asimismo, el escritor catalán Terenci Moix tuvo una casa en la localidad de Ventalló, en la comarca del Alt Empordà. Gabriel García Márquez vivió varios años en Barcelona y solía visitar la Costa Brava con frecuencia, dedicando un cuento al fuerte viento típico de la región, La Tramuntana.

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Cadaqués (National Geographic).

Pero quien pasó muchos años fue Roberto Bolaño, el escritor chileno se instaló en 1985 en Blanes, donde vivió hasta su pronta muerte en 2003. Autor de obras, como: Estrella distante (1996), Los detectives salvajes (1998) o la publicada póstumamente, 2666 (2004). Bolaño escribió buena parte de su obra en esta villa y tras su muerte recibió numerosos homenajes en esta localidad. Llegó a decir: “Nunca sospeché que un día llegaría a Blanes, y que ya nunca más desearía marcharme”.

La Costa Brava es un lugar increíble que merece ser visitado. Obviamente es difícil encontrar las mismas características de lo que fue a principios del siglo XX, al haber sido un territorio dedicado a la pesca o a la agricultura. Ahora es un centro turístico con algunos lugares demasiado masificados, pero dentro de su extensión se encuentran muchos otros rincones que son realmente bellos.


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Una vida maravillosa

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Es posible que Ludwig Josef Johann Wittgenstein haya sido el más influyente filósofo del siglo XX. Hay quien lo considera el mayor pensador después de Emmanuel Kant. Este hombre impar, que se me antoja un personaje de Buñuel, publicó en vida un solo libro… pero eso sí, El libro, el Corpus definitorio, el crisol de las respuestas a todos los problemas de la filosofía. ¡Ni más ni menos!

He aquí una estrella rutilante en el cosmos del sophós poblado por espíritus superiores. Figura de culto, despreciaba lo público y construyó en Noruega una cabaña aislada para vivir en total seclusión.

Fue un niño brillante y tartamudo, vástago de una de las familias más acaudaladas del Imperio Austro-Húngaro. Sus tres hermanos mayores, Hans, Kurt y Rudolf, se suicidaron. Inicialmente se inclinó por la ingeniería aeronáutica y las matemáticas lo llevaron a la filosofía. Fue el más brillante alumno de Bertrand Russell. Se enlistó como voluntario en la primera guerra mundial, peleó valerosamente en Rusia y en Italia y fue internado en un campo de concentración en Cassino.

Wittgenstein de niño
Ludwig de niño en el campo.

Heredó una fortuna a la muerte de su padre y la regaló. Trabajó como ayudante de jardinero, maestro de primaria, autor de un diccionario para niños, portero de un hospital, escultor, técnico de laboratorio y arquitecto.

Curioso currículum vitae para un hombre que puso su impronta en la ciencia “que trata de la esencia, propiedades, causas y efectos de las cosas naturales”. Al repasar su vida, pienso que Ludwig no era de este mundo. Por lo menos no permitió que ninguna atadura social lastrara su inteligencia y sin miramientos se deshizo de prácticamente todas las convenciones para dedicar su tiempo a lo que para él era trascendente.

Su preocupación con la perfección moral llevó a Wittgenstein en algún momento a confesar varios pecados, entre ellos uno asaz curioso: haber inducido que se subestimara su judaísmo. Ludwig fue atormentado durante su vida por el problema religioso. Nieto de judíos conversos al protestantismo e hijo de una católica, fue bautizado en la fe romana y su funeral fue asimismo católico, pero entre un momento y otro no fue ni creyente ni practicante.

familia Wittgenstein
La familia Wittgenstein.

Hubo en su vida, como telón de fondo o música de acompañamiento, una espesa angustia que hoy apreciamos en su permanente fascinación con todo lo religioso, al grado de que en una época pensó en tomar los hábitos.

Se oponía a las interpretaciones religiosas que enfatizan la doctrina o los argumentos filosóficos diseñados para probar la existencia de Dios, pero le atraían las ceremonias y símbolos religiosos. Equiparaba el ritual a un gesto, como cuando se besa una fotografía: no se cree que la persona en la fotografía sentirá el beso o lo corresponderá, ni el beso es sucedáneo de un sentimiento o frase en particular, como “Te amo”. Como el beso, el ceremonial religioso traduce una disposición, una postura ante el más allá.

Los Wittgenstein eran una numerosa y acaudalada familia. Karl Wittgenstein fue el más exitoso empresario siderúrgico del Imperio Austro-Húngaro y su casa atraía a personalidades de la cultura, en particular a músicos, entre ellos el compositor Johannes Brahms, quien era amigo de la familia.

familia Wittgenstein
La familia Wittgenstein en Viena en 1917 (Fotografía: Hyperbole).

Ludwig estudió ingeniería en Berlín y en Manchester. Su interés en la ingeniería lo llevó a las matemáticas, lo cual a su vez lo llevó a reflexionar sobre los problemas filosóficos de los fundamentos matemáticos. El filósofo y matemático Gottlob Frege le recomendó estudiar con Bertrand Russell en Cambridge, en cuyas aulas deslumbró tanto a Russell como a G. E. Moore

En 1929 comenzó a enseñar en el Trinity College, y en 1939 fue nombrado ahí mismo profesor de filosofía. Después de la guerra volvió al magisterio universitario pero renunció a su cátedra en 1947 para concentrarse en su obra, gran parte de la cual culminó en Irlanda, pues prefería lugares rurales y aislados para su trabajo. Para 1949 había escrito todo el material que sería publicado después de su muerte con el título de Investigaciones filosóficas.

Sus últimas palabras en el lecho de muerte fueron: “Díganles que he tenido una vida maravillosa”.

El punto de vista de Wittgenstein sobre lo que la filosofía es o debiera ser cambió muy poco a lo largo de su vida. En el Tractatus sostiene que “la filosofía no es una de las ciencias naturales” y que ésta “tiene como meta la clarificación lógica de los pensamientos”. La filosofía no es descriptiva sino elucidatoria. Su meta es clarificar lo oscuro y confuso.

Wittgenstein dijo que en filosofía el ganador es el que llega al último. Pero no podemos escapar a la lengua o a las confusiones a que da lugar, salvo mediante la muerte. En 1931 escribió: “La lengua pone a todos las mismas trampas; es un enorme mapa de vueltas equivocadas. Así que vemos a un hombre tras otro deambular por los mismos caminos y sabemos de antemano en dónde se desviará, en donde caminará en línea recta o sin prestar atención a las salidas laterales, etc., etc. Lo que debemos hacer entonces es colocar señales en todos los cruceros en donde hay vueltas equivocadas para ayudar a la gente a librar esos peligros.

“Pero tales señalamientos son todo lo que la filosofía puede ofrecer y no hay ninguna certeza de que serán vistos o atendidos correctamente. Y debemos recordar que una señalización tiene sentido en el contexto de una zona peculiar. Podría no servir de nada en otra parte, y no debiera ser considerada como un dogma. Así que la filosofía no ofrece verdades, ni teorías, ni nada excitante, sino principalmente recordatorios de lo que todos sabemos. Éste no es un papel deslumbrante, sino difícil e importante.”

Los positivistas lógicos del Círculo de Viena, esa escuela que tan grande influencia ha ejercido en el pensamiento occidental, se declararon impresionados por lo que encontraron en el Tractatus, particularmente la idea de que la lógica y las matemáticas son analíticas, el principio de la verificación y la idea de que la filosofía es una actividad enfocada a la clarificación, no al descubrimiento de hechos. Wittgenstein dijo, sin embargo, que es lo que no está en el Tractatus lo que más importa.

Bertrand Russell recuerda un pasaje de su encuentro con Wittgenstein: “Al final de su primer período de estudio en Cambridge, se me acercó y me dijo: ‘¿Sería usted tan amable de decirme si soy un completo idiota o no?’ Yo le repliqué: ‘Mi querido compañero, no lo sé. ¿Por qué me lo pregunta?’

“Él me dijo: ‘Porque si soy un completo idiota me haré ingeniero aeronáutico; pero, si no lo soy, me haré filósofo’. Le dije que me escribiera algo durante las vacaciones sobre algún tema filosófico y que entonces le diría si era un completo idiota o no.

“Al comienzo del siguiente período lectivo me trajo el cumplimiento de esta sugerencia. Después de leer sólo una frase, le dije: ‘No. Usted no debe hacerse ingeniero aeronáutico’.”

Juego de ojos.

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